¿Cómo se puede proteger algo que no es? ¿Qué hay detrás de ese afán proteccionista de salvaguardar a ultranza la tierra de promisión del porvenir? Preocuparse por el futuro es, por lo pronto, desentenderse de lo de aquí y de ahora y, por lo tanto, dejarlo desprotegido en las hipotéticas aras de un futuro del que no hay certeza ni tenemos ninguna certidumbre. Preocuparse es ocuparse de algo antes de tiempo.
¡Qué imagen más sugerente, sin embargo, la de una niña encantadora o el niño que juega con un avión de juguete -todos los niños son un encanto porque nos recuerdan (etimológicamente nos devuelven al corazón) nuestra propia infancia, el niño que todos llevamos dentro enterrado vivo- que saltan y juegan despreocupados y que despiertan en nosotros un instinto protector y se diría paternalista de ternura, sabedores como somos de que el futuro de esos niños y de todos nosotros es la muerte tan temida como en el fondo deseada!
Pero lo que deberíamos proteger, en todo caso, es su infancia, no su futuro, que es la entrada en la sociedad adulta después de haber pasado por el aro como fierecillas domadas. ¡Ahí está la clave de todo este asunto! Proteger el futuro es proteger nuestra propia muerte. De eso y no otra cosa se ocupa la cumbre del engendro terrorista ese de la NATO/OTAN que se celebra en Madrid, la capital de la infamia y las Españas, a bombo y platillo militar.
Doce naciones firmaron el Tratado del Atlántico Norte el 4 de abril de 1949 en Guásinton, cuyo cuartel general se halla en Bruselas, en el corazón de la vieja Europa: Bélgica, Canadá, Dinamarca, Francia, Gran Bretaña, Islandia, Italia, Luxemburgo, Países Bajos, Noruega, Portugal y Estados Unidos. Los países miembros acordaron mantener una fuerza militar unificada para defenderse de la invasión soviética (que ha sido sustituida en nuestros días, una vez desaparecida la Unión Soviética, por la "invasión rusa de Putin", que acapara todas las pantallas tras la gripalización del virus coronado), y se comprometieron a considerar un ataque a uno como un ataque a los demás -todos para uno y uno para todos, como los tres mosqueteros de Alejandro Dumas-, tal y como dispone el artículo 5 del Tratado de Guásinton, “las partes convienen en que un ataque armado contra una o contra varias de ellas, acaecido en Europa o en América del Norte, se considerará como un ataque dirigido contra todas ellas (…)”.
Vídeo propagandístico de la OTAN del actual gobierno español.
España se incorporó, después de un referéndum torticero como él solo, orquestado por el Partido Socialista(?) Obrero(?) Español entonces en el poder, que había defendido la no permanencia en la Alianza Atlántica (OTAN, de entrada NO, decía su eslogan), y que pasó a pedir el sí bajo determinadas condiciones que, por otra parte, no se han cumplido nunca, como contábamos aquí.
Me ha llamado la atención a propósito de la OTAN, por cierto, este sello estadounidense de 1952 de tres centavos de dólar que conmemoraba el tercer aniversario de la fundación de la NATO/OTAN. En el centro del sello aparece una antorcha que representa, dicen, la libertad y la paz, mientras que las manos que la sostienen simbolizan la fuerza y la unidad de los miembros de ese tratado.
Curiosametne, las tres palabras mágicas que
aparecen al pie de la ilustración son PEACE, STRENGTH, y FREEDOM
(paz, fuerza y libertad, en la lengua del Imperio), que
inmediatamente me recuerdan el lema del Partido Socialista de Oceanía
de la novela 1984 de Órgüel: War is Peace, Freedom is
Slavery, Ignorance is Strength ('guerra es paz, libertad es
esclavitud, ignorancia es fuerza'). Tanto la firma del tratado de la
Organización del Atlántico Norte como la publicación de la novela
de Orwell se llevaron a cabo en el mismo año de 1949, una vez
terminada la Segunda Guerra Mundial. La novela viene a advertirnos que la fuerza del tratado que firmó esa organización cuyo símbolo no es una estrella, sino una brújula que sólo señala al Norte, lo que está mandado, es la ignorancia, efectivamente, de que la paz y la libertad que defienden en un futuro siempre inalcanzable son la guerra y la esclavitud en el presente.
La guerra y la esclavitud están bien presentes, la audiencia entretenida y ampliamente inoculada cree en su propia muerte futura y por ello colabora con creces, y ahora como antaño siempre podrá acogerse al epitafio: yo no sabía nada y confiaba en las autoridades.
ResponderEliminarLo paradójico es que esa audiencia "entretenida y ampliamente inoculada" cree, crédula que es y confiada en las autoridades, que ha sido salvada de su propia muerte futura porque cree que de no haberse inoculado estaría ahora criando malvas.
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