Recuerdo a una profesora de instituto de Lengua y Literatura Españolas, que fue compañera de trabajo mía durante ocho o nueve cursos consecutivos, a la que sus alumnos apodaban “La Barbie”. Nunca mejor puesto un mote como aquel, pensé. La profesora era una auténtica muñeca barbie: rubia, delgada, facciones amables, ojos claros... Siempre iba perfectamente arreglada, maquillada y vestía además con elegancia. Se jubiló hace varios años, y, cuando he vuelto a verla casualmente, el otro día, pude comprobar que los años no habían pasado por ella: seguía siendo el prototipo de aquella muñeca menuda a la que sus alumnos llamaban cariñosamente “la Barbie”.
Eran los tiempos en que la icónica muñeca de Mattel, la muñeca sin duda más demandada en todo el mundo, presentaba un prototipo prácticamente único, y las niñas la adoptaban como modelo de belleza femenina que les gustaría imitar.
La estrategia de Mattel, la casa comercializadora, sin embargo, ha cambiado con los tiempos que, como cantaba Bob Dylan estaban cambiando -aunque sólo superficialmente, porque mudaban para seguir igual en el fondo-, según comprobaba la caída de las ventas, obsesioanda como está ahora con la cacareada diversidad, por lo que ha intentado adecuar la muñeca a la mujer real. Ha sido tan criticada por exportar a todo el mundo un ideal estereotipado de belleza femenina que oprimía a las mujeres proyectando un físico muy difícil, si no imposible de conseguir, que ha decidido ahora cambiar de estrategia y ofrecer una nueva línea con muy diferentes modelos y numerosos tonos de piel, colores de ojos, de pelo, variados cuerpos y hasta con discapacidades. Si la compañía quería sobrevivir, tenía que reinventarse, y hacer lo que hace ahora presentando barbies más inclusivas y no tan excluyentes.
En su mayor actualización, que se produjo en 2016, la muñeca dejó de lado la constitución esquelética apostando por cuerpos reales, que reflejan una “visión más amplia de la belleza”. Mattel se aplicó el cuento y decidió que sus muñecas reflejen la diversidad de las niñas que juegan con ellas, no el modelo prototípico al que debían aspirar.
Pero el fenómeno de adaptación a los nuevos tiempos no es tan nuevo como parece: ya en 1968, Mattel presentó su primera muñeca negra, una amiga de Barbie llamada Christie y en 1980 lanzó la primera Barbie negra, lo que le abría un nuevo nicho de mercado entre las niñas negras. Además, en 2014 empezó a comercializar a Ella, una amiga de Barbie que estaba calva, que fue regalada a decenas de niñas que habían perdido su cabello por haberse sometido al tratamiento de quimioterapia.
Los tres cuerpos que se suman al original ahora son la Barbie Tall, más alta que la original, la Barbie Petite, más bajita y menuda, y la Barbie Curvy, que luce caderas, trasero, muslos, brazos y gemelos más anchos y una cintura que poco tiene que ver con la de avispa original.
Sea como sea, Mattel ofrece hoy muñecas Barbie más reales, diversas y representativas de la sociedad en la que vivimos, como la barbie transexual que acaba de sacar a imagen y semejanza de la modelo Laverne Cox, que no pudo jugar con una muñeca en su infancia masculina, y ahora con su propia Barbie reivindica el derecho de expresión de los niños: “Espero que niños de todas las identidades de género vean esta Barbie y puedan soñar.”
Y es que, ya se sabe, hay que adaptarse o morir. Y un
negocio como el de la casa Mattel no iba a morir tan pronto, por lo
que su producto más elaborado, la Barbie, ha dejado de ser esa chica
rubia y única que era para convertirse en un ícono de la diversidad: Barbie
por fin ya es real y podría esconder hasta un tímido pito. Ya tiene
caderas, brazos y piernas normales como el resto de las mortales. Cuando la realidad no se adapta al modelo, el modelo debe adaptarse a la realidad o, para ser más inclusivos, a las realidades.
Como en una casita de muñecas y con jueguitos de guerra (las vueltas que da el progreso con las creencias para que estemos quietos) es bastante para perpetuar el Mercado y sus poderosas organizaciones, poniendo de manifiesto que es posible reducir las mentes, y ya no digamos la que están armando con los cuerpos, en este tiovivo de feria ininterrumpida con animación televisual y escenarios hipnotizantes.
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