Mostrando entradas con la etiqueta Barbie. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Barbie. Mostrar todas las entradas

miércoles, 16 de agosto de 2023

Dos bombas fétidas

    Me pregunto si las dos bombas cinematográficas de este verano, “Oppenheimer” y “Barbie”, han alcanzado el éxito y merecen el éxito que han alcanzado porque los espectadores del séptimo arte reconocen en ellas calidad y valor artísticos, o más bien se han hecho populares gracias a la ensordecedora campaña de propaganda de los medios de (in)formación masivos que ha logrado que la mayoría del público vuelva a las desiertas salas de cine para ver de qué se trataba todo el ruido generado.
     
    Me da la sensación de que es un poco como lo que sucede con la emisora de radio LoS40, antes Los 40 Principales, que cuenta en las Españas con casi, dicen, tres millones de oyentes, y que es la primera radio musical de ámbito internacional en los países hispanohablantes: los éxitos radiados no se hacen populares por gozar enseguida  del favor del público, que reconoce en ellos ciertas virtudes que los hacen atractivos,  sino que gozan del favor del público y acaban siendo populares a fuerza de radiarlos una y otra vez por las ondas y resonar machaconamente en los oídos, como fruto del lanzamiento e imposición de la industria discográfica. 
 
 
    Claro está que para echar un vistazo y ver de qué se trata hay que volver a las abandonadas durante la pandemia salas oscuras, y para eso hay que pagar. Y una vez que saca su entrada, el público suele quedarse hasta el final de la proyección, aunque enseguida tenga la sensación de que lo que está viendo, nada más empezar la película, es una tomadura de pelo y, vamos a decirlo así, una mierda pinchada en un palo. 
 
     “Barbie”, que arrasa en las salas de cine y ha superado, leo, enseguida los mil millones de dólares de recaudación, juega tímidamente a satirizar a la muñeca que celebra a las mujeres como objetos sexuales mientras reafirma su mismo estatus de muñeca sexual. Barbie, que se ha vuelto feminista dentro del sistema, hace que el espectador, aunque nunca haya tenido una buena consideración de la marca Mattel que la patrocina, acabe teniéndola. Ha conseguido que, como nuestras folclóricas, se hable de ella, que eso es lo  que importa, aunque se hable mal. Yo no voy a caer en la trampa de criticarla porque, además, no la he visto, ni tengo intención de verla. Pero parece que Mattel se está forrando a cuenta de las muñecas de la película que vende. 
 
 
    En cuanto a la otra bomba,  “Oppenheimer, tres horas de metraje, hay quien ha criticado que los personajes judíos que aparecen en la cinta, el propio Oppenheimer, padre de la bomba atómica que arrasó Hiroshima y Nagasaki, que le da título, y Einstein, son interpretados por actores que no son judíos, y eso le parece poco correcto... No sé si es una película belicista o antibelicista, porque no la he visto ni tengo intención tampoco de verla, pero en una época en la que hemos pasado de la guerra contra el terrorismo, a la guerra contra el virus y ahora a la guerra contra el cambio climático, resulta significativo que nos distraigan con la segunda guerra mundial y la bomba atómica que le puso fin, que son historia, como si quisieran amedrentarnos con la amenaza de la tercera guerra mundial que será definitiva y que está, no olvidemos la actualidad, cuajándose en muchas partes del planeta.
 
 
    Vemos a qué se reduce todo, a avivar emociones intensas y discusiones estériles, como el transgenerismo o el pacifismo belicista, que no dejan de ser, entre otras cosas, pseudo-problemas cuyo objetivo es distraer nuestra atención deliberadamente. Dos bombas fétidas cinematográficas, en definitiva, que quieren normalizar el feminismo y la guerra o el pacifismo, que viene a ser lo mismo, como doctrinas de Estado, como soportes que son o pilares centrales del sistema.

sábado, 18 de junio de 2022

La Barbie

    Recuerdo a una profesora de instituto de Lengua y Literatura Españolas, que fue compañera de trabajo mía durante ocho o nueve cursos consecutivos, a la que sus alumnos apodaban “La Barbie”. Nunca mejor puesto un mote como aquel, pensé. La profesora era una auténtica muñeca barbie: rubia, delgada, facciones amables, ojos claros... Siempre iba perfectamente arreglada, maquillada y vestía además con elegancia. Se jubiló hace varios años, y, cuando he vuelto a verla casualmente, el otro día, pude comprobar que los años no habían pasado por ella: seguía siendo el prototipo de aquella muñeca menuda a la que sus alumnos llamaban cariñosamente “la Barbie”.

    Eran los tiempos en que la icónica muñeca de Mattel, la muñeca sin duda más demandada en todo el mundo, presentaba un prototipo prácticamente único, y las niñas la adoptaban como modelo de belleza femenina que les gustaría imitar.

Muñeca barbie clásica original

    La estrategia de Mattel, la casa comercializadora, sin embargo, ha cambiado con los tiempos que, como cantaba Bob Dylan estaban cambiando -aunque sólo superficialmente, porque mudaban para seguir igual en el fondo-, según comprobaba la caída de las ventas, obsesioanda como está ahora con la cacareada diversidad, por lo que ha intentado adecuar la muñeca a la mujer real. Ha sido tan criticada por exportar a todo el mundo un ideal estereotipado de belleza femenina que oprimía a las mujeres proyectando un físico muy difícil, si no imposible de conseguir, que ha decidido ahora cambiar de estrategia y ofrecer una nueva línea con muy diferentes modelos y numerosos tonos de piel, colores de ojos, de pelo, variados cuerpos y hasta con discapacidades. Si la compañía quería sobrevivir, tenía que reinventarse, y hacer lo que hace ahora presentando barbies más inclusivas y no tan excluyentes.

    En su mayor actualización, que se produjo en 2016, la muñeca dejó de lado la constitución esquelética apostando por cuerpos reales, que reflejan una “visión más amplia de la belleza”. Mattel se aplicó el cuento y decidió que sus muñecas reflejen la diversidad de las niñas que juegan con ellas, no el modelo prototípico al que debían aspirar. 

Muñeca con órganos sexuales masculinos
 

    Pero el fenómeno de adaptación a los nuevos tiempos no es tan nuevo como parece: ya en 1968, Mattel presentó su primera muñeca negra, una amiga de Barbie llamada Christie y en 1980 lanzó la primera Barbie negra, lo que le abría un nuevo nicho de mercado entre las niñas negras. Además, en 2014 empezó a comercializar a Ella, una amiga de Barbie que estaba calva, que fue regalada a decenas de niñas que habían perdido su cabello por haberse sometido al tratamiento de quimioterapia.

    Los tres cuerpos que se suman al original ahora son la Barbie Tall, más alta que la original, la Barbie Petite, más bajita y menuda, y la Barbie Curvy, que luce caderas, trasero, muslos, brazos y gemelos más anchos y una cintura que poco tiene que ver con la de avispa original.

    Sea como sea, Mattel ofrece hoy muñecas Barbie más reales, diversas y representativas de la sociedad en la que vivimos, como la barbie transexual que acaba de sacar a imagen y semejanza de la modelo Laverne Cox, que no pudo jugar con una muñeca en su infancia masculina, y ahora con su propia Barbie reivindica el derecho de expresión de los niños: “Espero que niños de todas las identidades de género vean esta Barbie y puedan soñar.” 

 

Laverne Cox ya tiene su muñeca Barbie.

    Y es que, ya se sabe, hay que adaptarse o morir. Y un negocio como el de la casa Mattel no iba a morir tan pronto, por lo que su producto más elaborado, la Barbie, ha dejado de ser esa chica rubia y única que era para convertirse en un ícono de la diversidad: Barbie por fin ya es real y podría esconder hasta un tímido pito. Ya tiene caderas, brazos y piernas normales como el resto de las mortales. Cuando la realidad no se adapta al modelo, el modelo debe adaptarse a la realidad o, para ser más inclusivos, a las realidades.