miércoles, 25 de marzo de 2020

El sueño del rey Nabucodonosor

Nabucodonosor, William Blake (1795-c.1805)

Leemos en el Libro de Daniel (2, 26-45) del Antiguo Testamento que el rey de Babilonia, Nabucodonosor,  tuvo una vez un sueño o, mejor dicho, una pesadilla que turbó su espíritu y que no le dejaba dormir, en la que se le aparecía una estatua descomunal, colosal, cuyo significado no acertaba a interpretar: La cabeza era de oro puro; su torso y brazos de plata; vientre y caderas de bronce; sus piernas de hierro, y sus pies de barro cocido. De repente, una piedra desprendida del monte caía rodando y chocaba contra los pies de la estatua, haciendo que se desmoronara toda ella rompiéndose no sin estruendo en mil pedazos. "Entonces -dice el profeta- el hierro, el barro, el bronce, la plata y el oro se desmenuzaron juntamente y fueron como tamo -esto es,  el polvillo o las pajuelas de las semillas de la trilla del trigo, por ejemplo- de las eras en verano". 
Nabucco de Verdi, coro de los esclavos "Va pensiero"

El rey hizo llamar a magos y astrólogos, encantadores y caldeos para que le diesen una interpretación de su sueño. La fragilidad del sustento de la gigantesca estatua hizo que se derrumbara con todo el peso de su gravedad y se viniera abajo.  Igualmente sucede con la democracia, el régimen político que padecemos hoy en el universo mundo, que, como la estatua de la visión de Nabucodonosor, tiene los pies de barro, y se ha venido abajo, parece mentira pero no lo es, por la irrupción de un virus invisible a simple vista -es preciso el microscopio para ver su corona-, como la piedra rodante del sueño del rey, y el descomunal gigante que es el régimen se ha derretido como si fuera un muñeco de nieve expuesto al sol de un día de verano.

La democracia se ha desmoronado como el gigante del sueño de Nabucodonosor por Real Decreto -de la realeza, no de la realidad- desde el momento en que se han promulgado y aceptado con fervor que roza el fanatismo del delirio por el pueblo las medidas impuestas manu militari del presidente del gobierno, nuestro Líder Supremo elegido por mayoría democrática.  Más que epidemia, pandemia por su afán totalitario, y la verdadera pandemia del pueblo es el Estado, autoritario y dictatorial como es en su forma más pura, que es, huelga decirlo, la que hay, la democrática.

martes, 24 de marzo de 2020

Del lavado de manos

Pilatos se lava las manos: uidens autem Pilatus quia nihil proficeret sed magis tumultus fieret accepta aqua lauit manus coram populo dicens innocens ego sum a sanguine iusti huius; uos uideritis. (Mateo 27, 24). En el relato del evangelio según san Mateo leemos que Pilatos, después de condenar a muerte a Jesús porque así lo reclamaba el pueblo, se lava las manos diciendo que él es inocente "de la sangre de este justo" refiriéndose a Jesús. De este modo simbólico, lavándose las manos, expiaba la culpa de condenar a un hombre que él no consideraba culpable. Sin duda, creía que condenándolo a muerte se ensuciaba con el derramamiento de su sangre, y procedía por eso mismo al acto higiénico y catártico de lavarse las manos de esa sangre simbólica pero real. 

Pilatos lavándose las manos, Fernando Gallego (1480-c.1488)

Nadie quiere asumir la culpa, que es la versión moral de la causa. Y como nadie quiere asumirla, la culpa, o mejor dicho la culpabilidad, como prefieren decir los políticos y los economistas porque es palabra más altisonante y rimbombante que culpa, que sólo tiene dos sílabas y es vocablo llano, mientras que culpabilidad tiene cinco y además es palabra oxítona, la culpa, decía, se quedó, como suele decir la gente, soltera, como la tía Hortensia. 

El gesto de Pilatos de lavarse públicamente las manos después de condenar a muerte a Jesús como le pedía el populacho, sirve para exculparse, como si lavarse las manos contribuyera no sólo a su limpieza física sino también a su pureza moral. La vinculación entre el acto de lavarse las manos y la expiación de la culpa está arraigada en muchas religiones, incluido el cristianismo. Algo tiene el agua que sirve para higiene de las manos, que arrastra consigo las impurezas del polvo y la suciedad. En ese sentido, el agua en el cristianismo sirve también para “borrar” la mancha del pecado original del recién nacido en el sacramento del bautismo, pero ha de ser el agua bendita, esto es, bendecida de la pila bautismal. 

En el Islam, la otra gran religión monoteísta, por su parte, la ablución de manos es necesaria antes de la oración, tanto en el plano físico como en el espiritual. 

Por lo que se refiere a la simbología de la mano, hay que decir que para los romanos, como advierte Juan Eduardo Cirlot en su Diccionario de Símbolos (Editorial Siruela, Madrid 1998): "La manus simboliza la autoridad del pater familias y la del emperador; por ello aparece rematando algunos signa de las legiones en vez del águila." En relación con la autoridad del cabeza de familia, están bajo su mano los hijos, hasta que se emancipan, esto es, se liberan de su "manus", y su esposa, que pasaba a estar bajo su absoluta dependencia, de donde procede el origen como se sabe de nuestra expresión "pedir la mano". 

En particular, la enseña del manípulo del Ejército romano era una mano abierta colocada en la parte superior de un asta. Posteriormente fue complementado con un estandarte (uexillum) o placa metálica con el nombre de la unidad. La mano abierta serviría para realizar el juramento de fidelidad de los legionarios al centurión.

Frente a la simbología del lavado de manos y de tener las manos limpias, está la contraria de las manos sucias. Jean Paul Sartre escribió en 1848 la obra de teatro Les mains sales (Las manos sucias), donde plantea el dilema entre la ética y la política, es decir, entre las convicciones morales y los intereses. En la obra, el joven Hugo asesina a instancias del partido a Hoederer, líder comunista sospechoso de traición, cuya figura, sin embargo,  es rehabilitada con el tiempo, mientras que Hugo, el héroe, pasa a convertirse en un villano que debe pagar por su crimen cometido en el pasado. El texto de Sartre se abre a muchas interpretaciones, como toda obra literaria, pero quizá la que se impone es que nadie se libra de sus acciones, de su responsabilidad, que es la versión laica de la culpabilidad, sobre todo si tiene las manos manchadas de sangre. Sartre ha escrito que hay que mancharse las manos y que no se puede hacer política sin mancharse las manos... de sangre. 

Al parecer hay hasta un Día Mundial de la Higiene de Manos (Global Handwashing Day, en la lengua del Imperio el 15 de octubre) que presenta el hábito del lavado de manos como el principal símbolo de la higiene social: la salud está en tus manos.  

Después de ver y escuchar este vídeo sobre el lavado higiénico y saludable de las manos descubro que llevo sesenta años lavándome mal las manos, pero me digo que nunca es tarde para aprender algo nuevo. Ya sabéis, no te acostarás sin saber una cosa más. 

lunes, 23 de marzo de 2020

Mensajería breve

Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado patrullan las calles y nos recuerdan con sanciones económicas y penas de prisión quién manda y quién ha de obedecer.
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 "¡A la calle!, que ya es hora de pasearnos a cuerpo", cantaba Paco Ibáñez los versos de Gabriel Celaya que alentaban a manifestarse en plena dictadura.
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El humor es la mejor reacción popular contra la saturación de información, contra la inflación galopante de datos que padecemos y la seriedad de los que mandan.
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Han implementado, como dicen periodistas y políticos, medidas autoritarias, vanas, arbitrarias, que, lejos de ser contestadas, son aplaudidas por la población.
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Los que defienden la vida le hacen un flaco favor reduciéndola sin querer a idea de sí misma y a la abstracción dominante, que mata, idealizándolas, las cosas.
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Cuando el sentimiento se sabe, se encierra en una cárcel abstracta de palabras e ideas, convirtiéndose así en prisionero, fantasmagórico simulacro y espejismo.
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Hablar de algo es luchar contra algo. Hablar de la vida la mata. Hablar de la muerte es luchar contra la muerte, la única forma posible quizá de revivir.
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¿Vivir? ¿Quién vive? Nosotros somos los muertos, las calavaeras y huesos de los esqueletos que yacen entre las cuatro tablas de nuestra definición, el ataúd.
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El progresismo es la nueva fe y se diría que religión de la mayoría democrática que cree a ciegas y pies juntillas en la falsa idea decimonónica del progreso.
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Último estadio de la evolución: el «homo docilis», que hace siempre lo que está mandado, recluido en la cárcel del yo en la que se tiene y lo tienen encerrado.
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A las preguntas de los niños hay que responder siempre, vale cualquier respuesta que se les dé, cualquiera es buena con tal de que apague la sed de preguntar.
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Pinta mal la cosa. No sólo el virus coronado, en su aplicación de 2019, ha venido para quedarse entre nosotros, sino también el terrorismo alarmista declarado.
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¿Qué es la virtud? El convencimiento y la íntima convicción de que lo malo es bueno, para lo que es fundamental partir de que lo bueno es lo malo, lo contrario.
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Si no se le inculcara al niño desde pequeño la convicción de que lo malo era bueno, ¿cómo iba a ser él un hombre como Dios manda y trabajador el día de mañana?
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Aguardando la invasión de los bárbaros que destruya el Imperio, como en el poema de Cavafis, pero resultaba que los bárbaros ya estaban dentro: éramos nosotros.
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Sólo es real lo que nos echan y sale por la pequeña pantalla, que no refleja la realidad, sino que la inventa y la hace pasar por lo que no es, por verdadera. 
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El jefe operativo de la Policía Nacional ha declarado que se acabó la “pedagogía policial” y la política de levantar la mano a la hora de sancionar y detener.  
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Lo peor no está por llegar, señor presidente, porque eso significaría que hay algo peor que esto, y no es así: confinados como estamos, recluidos y alarmados.
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Si lo civil se contrapone a lo militar como si se tratase de dos mundos distintos y aun opuestos, lo contrario de militarizado, sin duda alguna, es civilizado.

domingo, 22 de marzo de 2020

"Esto es la guerra"

La arenga militar a la ciudadanía confinada en sus hogares retransmitida por televisión del Jefe de Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), el general don Miguel Ángel Villarroya, no tiene desperdicio, y deja varios titulares que no deberían pasar desapercibidos, reveladores como son de la militarización difusa(*) de la sociedad española a la que venimos asistiendo después de la desaparición del servicio militar obligatorio en España hace diecinueve años y de la consiguiente instauración del ejército profesional mercenario abierto por primera vez a las mujeres en nuestro país. 



 "Hoy es viernes en el calendario, pero en estos tiempos de guerra o crisis, todos los días son lunes." Así comenzaba el exordio de la alocución del general, que a continuación se ganaría la simpatía de los telespectadores con la siguiente captatio beneuolentiae: "Tengo que felicitar a todos los españoles por la disciplina que están mostrando, todos los ciudadanos comportándose como soldados en este difícil momento". 

Primer titular: "Esto es una guerra de todos los españoles. Todos estamos involucrados en esta pelea contra el virus". El general, desplegando toda su artillería, ha soltado la bomba: esto es la guerra, a la que se refiere como una "una contienda bélica sin armas, o con otras armas distintas a las que pensamos". Es una forma de tranquilizar a la audiencia, a la que tutea, después de la categórica afirmación inicial. En todo caso, ya lanzó la metáfora. Si esto es una guerra, no hay que extrañarse de que haya militares en las calles, hospitales de campaña, bajas de muertos y heridos, confinamiento y puede que hasta "toque de queda" después de la declaración del Estado de Alarma. 

Segundo titular: "En esta guerra irregular y rara que nos ha tocado vivir o luchar, todos somos soldados". La militarización difusa consiste en considerarnos a todos soldados, y si todos somos soldados, como él dice, él es nuestro jefe, pues se dirige a nosotros como Jefe de la Defensa (antes, creo recordar, se decía del Ejército), un jefe que no conocíamos hasta aparecer en nuestras pequeñas pantallas. 

Tercer titular: Virtudes militares: disciplina, espíritu de sacrificio y moral de victoria. "Disciplina para atender a las indicaciones (subrayado mío, nótese que no dice "obedecer las órdenes"),  que nos están dando, y sacrificio para soportar las situaciones incómodas o que podemos creer que son incómodas." Después de felicitarnos por nuestra disciplina y aclarar que el espíritu de servicio no es exclusivo de los militares, sino que también se está viendo en algunos civiles, y ejemplifica con el personal sanitario, concluye pidiéndoselo a toda la ciudadanía, haciendo equivalentes servicio y sacrificio, e insistiendo en el segundo titular: "Hagamos lo mismo, demostremos que somos soldados cada uno en el puesto que nos ha tocado vivir". Entre las virtudes militares cita el general lo que denomina la "moral de victoria", por lo que concluye su arenga con la perorata de "Juntos venceremos". Nuestro sacrificio y disciplina serán recompensados con la victoria, una victoria ilusoria que consiste en la supervivencia temporal, ya que no en la inmortalidad.

Falta en todo el discurso la mención del enemigo. ¿Quién es el enemigo? La respuesta es obvia, no hace falta decirlo: el virus coronado propagado por el fenómeno del turismo. Pero ¿dónde está ese enemigo? Camuflado en nosotros mismos, que podemos estar contagiados y no mostrar todavía síntomas, y por lo tanto podemos herir de muerte a los demás, pero también podemos ser infectados por los prójimos. Debemos, pues, luchar contra nosotros mismos. El Estado, el Hermano Mayor orgüeliano, vela por nosotros, nos protege de nosotros mismos porque nosotros mismos somos nuestro peor enemigo. Estamos constantemente controlados y vigilados, por las Fuerzas de Seguridad del Estado, que a partir de ahora abandonan la "pedagogía policial" -un solo pedagogo hubo y se llamaba Herodes- para pasar a la acción -sanciones y detenciones-, y por los propios vecinos que pueden denunciarnos si nos saltamos las restricciones del Estado de Alarma que suspende los derechos fundamentales que recoge nuestra sacrosanta Constitución de reunión pacífica (art. 21) y el derecho a circular libremente por el territorio nacional (art. 19).

 Militares en la plaza del Ayuntamiento de Santander

NOTA.- (*)Utilizo el término de "militarización difusa" con el doble sentido contradictorio de difundida y por lo tanto extendida y extensa hasta abarcar a toda la sociedad, incluyendo a las mujeres, que tradicionalmente estaban excluidas del oficio de las armas -salvo las mitológicas amazonas o mujeres guerreras-, lo que conlleva que haya mujeres también al frente del Ministerio de Defensa, que antaño con más honesto nombre se denominaba "de la Guerra", y por otra parte y a la vez de "vaga, imprecisa", poco intensa, dado que al extenderse ha disminuido la intensidad. Sin embargo se ha declarado la guerra de todos contra todos (el hobbesiano bellum omnium contra omnes), declarado, sin declararse, claro, que para eso está el camuflaje del lenguaje políticamente correcto. El enemigo ya no es el país vecino, ni siquiera el terrorismo, sino un triste virus coronado que si no lo tenemos alojado dentro de nosotros mismos, lo hará en las próximas jornadas. La conscripción obligatoria de los varones en edad militar -eso era militarización intensa contra la que lucharon valientemente objetores de concienca e insumisos-, una vez suprimida la mili, ha dado paso al ejército profesional y mercenario que tenemos desde 2001, donde el oficio de soldado se plantea no ya como una obligación cívica de los varones, sino como una opción profesional y laboral con futuro más que se ofrece a los jóvenes.    

sábado, 21 de marzo de 2020

Miedo y virus (II)

Egipto
 
Litografía de H. L. Benett

-El Nilo, las pirámides, el desierto, caravanas, los dátiles, los turbantes, las mujeres con las caras tapadas, los árabes, el islamismo, los camellos... esto es lo que vamos a ver ahora, y que tanto difiere de la Europa. 
-Pero antes de todo, amigo mío, ¿qué hay del cólera? 
-Ahora no hay cólera en Egipto, y aunque hubiera, lo mejor es no tenerle miedo ni preocuparse. 
-Yo le confieso que le temo más que a nada. 
-¿Usted no sabe el cuento que refiere una conversación que tuvo el Cólera con la Viruela? 
-Nunca he oído que haya tenido lugar tal conversación.
-Pues el caso es el siguiente:  Se encontraron el Cólera y la Viruela, y ésta le dijo a aquél que lo suponía muy cansado después de matar, según había visto anunciado, veinte mil personas en cierto lugar; a lo que respondió el Cólera, 'Yo no maté sino diez mil, los otros murieron del susto', 'Cosa parecida me sucede a mí', respondió la Viruela; 'todos los que matan los médicos y los boticarios me los achacan a mí'.
-Pues no seré yo de los que muera del susto. 
-Entonces viajaremos por todo el Egipto; y no hay que pensar en enfermedades, -todos los lugares son lo mismo cuando llega la hora de la muerte. 


Egypt 
-The Nile, the pyramids, the desert, caravans, dates, turbans, the women with their faces hidden, the Arabs, Islamism, the camels, -this is what we are going to see now, and what differs so much from Europe. 
-But, first of all, my friend, what about the cholera? 
-There is no cholera now in Egypt, and if they should have it, it's best not to be afraid nor alarm one's self about it. 
-I confess that I fear it more than anything. 
-You do not know the story of a conversation that the Cholera had with the Smallpox? 
-I never heard that such a conversation had taken place. 
-Well, the case is the following: The Cholera and the Smallpox met, and the latter said to the former that he supposed him to be very tired after having killed, as he had seen announced, twenty thousand people in one place; to wich the Cholera answered, 'I only killed ten thousand, and the others died of fright.' 'That is my case', replied the Smallpox; all those who are killed by physicians and apothecaries, they ascribe to me'.
-Well, I won't be among those who die of fright. 
-Then we will travel all through Egypt, and we must nont think of diseases, -all places are the same when the hour of death arrives.

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(Agradezco a la Biblioteca Digital Hathi Trust la posibilidad que me ha brindado de consultar el libro de Alejandro Ybarra A Practical Method for Learning Spanish: in Accordance with Ybarra's System of Teaching Modern Languages, publicado y editado en 1884 por Ginn, Heath & Company en Boston, Nueva York y Chicago, de donde está tomada literalmente la historia arriba citada y sus dos versiones en nuestra lengua y  en la del Imperio, lo que se debe a que el susodicho libro del que están tomadas era un método tradicional desde nuestro punto de vista actual -dado que él se considera modern- de aprendizaje de lenguas vivas basado  en la traducción escrita. La anécdota que refiere de la conversación del Cólera y de la Viruela no tiene desperdicio; quizá deberíamos, para actualizarla un poco y hacer que se corresponda con lo que nos ha caído y nos está cayendo encima matizar la respuesta de la Viruela en el sentido de sustituirla por "todos los que matan las autoridades sanitarias me los achacan a mí", de esta manera exculparíamos a médicos y boticarios, víctimas ellos como todos nosotros,  y haríamos recaer la culpa o, mejor dicho, la responsabilidad de la muerte que nos están administrando a los culpables o responsables, que son, como siempre, los de arriba y lo de arriba, la supraestructura,  el Estado y el Capital, que hace que estemos confinados en nuestros domicilios y cagados, literalmente, de miedo, una vez perdido el control de nuestros esfínteres anales y uretrales, responsables de la defecación y la micción respectivamente, como cuando éramos criaturas de un año de vida,  lo que explica el fenómeno patológico de acopio compulsivo de papel higiénico y su escasez en los supermercados).

viernes, 20 de marzo de 2020

Miedo y virus (I)

Imagen y texto tomados del Evening Report, Lebanon, Pensilvania, 9 de octubre de 1918


Aunque en 1918-1919, hace cien años recién cumplidos, la epidemia que asoló el mundo fue la llamada Gripe Española (Spanish Influenza, influenza que los ingleses abrevian ahora en flu) y no el virus coronario de 2019 que tenemos ahora, el miedo que nos define a los seres humanos es similar. Destaca en el artículo publicado en el Chicago Daily News de aquel entonces traducido a continuación la vieja leyenda de los dos derviches y la peste.

El Comisionado de Salud de la ciudad da un excelente consejo a la población de Chicago de cara a evitar la gripe. En este sentido, el Dr. Robertson enfatiza sabiamente la importancia de dejar de preocuparse. 

El comisionado recuerda a los habitantes de Chicago que ésta es una ciudad saludable, que ocurrieron hasta cierto punto menos muertes en ella durante septiembre del año pasado, y afirma que si se siguen las sugerencias del Departamento de Salud, las muertes del presente año no van probablemente a superar las de años normales. Cita al cirujano general Blue al objeto de que cuando la muerte se produce como resultado de la gripe, generalmente se debe a alguna complicación y que, por lo general, el paciente de la gripe se recupera en tres o cuatro días, siempre que tome las precauciones razonables. 

El doctor Robertson confía en la inteligencia de la población de Chicago para seguir las sugerencias de precaución y no asustarse por las informaciones exageradas. Incuestionablemente, el miedo juega un papel destacado en la promoción de epidemias. Este viejo cuento revivido por un colaborador del Daily News es particularmente oportuno: "Dos derviches que venían de Joppa se encontraron con la peste que se dirigía hacia allí. Le preguntaron a cuántos pretendía matar. Su respuesta fue: "A trescientos ". De regreso a Joppa se encontraron con la Peste que volvía de ese lugar y le informaron de que habían oído hablar de la muerte de 3.300. "Oh" respondió la Peste, "maté solo a 300. Los otros murieron de miedo". 
Texto e imagen extraídos del Chicago Daily News (publicados el 8 de octubre de 1918 en el The Richmond Palladium and Sun-Telegram).

En Bombs and Bombing (1941) un libro de Willy Ley, que habla del miedo que produce la amenaza de una guerra química, he encontrado otra versión de la misma leyenda un poco más elaborada, centrada en Alejandría  (Egipto).
 
"Érase una vez, según una vieja leyenda árabe, un peregrino que recién salido de Alejandría se encontró con otro viajero que iba rumbo a la ciudad. ¿Qué vas a hacer? le preguntó el peregrino que reconoció en el otro a la Peste. Voy a Alejandría a cobrarme tres mil vidas, contestó la Peste. El peregrino consideró la cifra, y para no enojar a la Peste haciendo que matara aun más fieles, no dijo nada. A la vuelta de su peregrinación, encontró a la Peste otra vez, pero había tenido entre tanto noticias de lo que había sucedido en Alejandría. ¿Por qué me mentiste? Le gritó. Dijiste que ibas a cobrarte tres mil vidas... pero me han dicho que murieron treinta mil. ¿Por qué, en el nombre del Profeta, lo has hecho? La Peste miró tristemente al peregrino y le respondió. Lo que te han contado es verdad. Pero yo no he roto mi palabra. Me llevé sólo a tres mil. Los otros murieron de miedo."

jueves, 19 de marzo de 2020

Los jinetes del apocalipsis cabalgan de nuevo

A lo largo de la historia, la guerra ha sido uno de los mayores temores de la humanidad. Pero la guerra hoy pertenece a la historia y a las márgenes de nuestro mundo. Ya casi no asusta a nadie. No funcionaba muy bien como motor generador de miedo y preocupación en la vieja Europa y el primer mundo, así que apareció el terrorismo, que sigue siendo otro de los modernos jinetes del apocalipsis, que ha servido para decretar estados de alarma y excepción, pero parece que tampoco funciona mucho en la actualidad, pese a su nombre de propagador del terror y motor de pánico, por lo que ha surgido este de la peste, viejo fantasma resucitado ahora con el nombre de COrona VIrus Disease 2019, el COVID-19, en la lengua del Imperio, que nosotros deberíamos propiamente denorminar la ENVICO-19, esto es, ENfermedad del VIrus COronario 2019, pero no vamos a discutir por una mera denominación terminológica habida cuenta de la supremacía preponderantemente abrumadora del anglicismo. Que cada cual lo llame como quiera, si quiere ponerle algún nombre propio o mote a la amenaza.

 
El ángel de la Muerte, Evelyn de Morgan (1881)

Está claro que lo que ahora alarma a la población es, como siempre, el miedo a la muerte, y en este caso la espada de Damoclés de la epidemia o pandemia del virus coronario, propagado por los medios de comunicación de masas y difusión de falsas noticias -todas lo son. Y es que precisamente un nuevo jinete del apocalipsis, el quinto, del que hablábamos aquí,  ha hecho su aparición diríamos estelar y galopante en nuestro mundo: el jinete de la información, que es el más importante de todos ellos porque sin él los otros no son nada. Sin ese jinete y su caballo amarillo no tendríamos noticias diarias y constantes en todos los medios de las guerras, las hambrunas, las epidemias y pandemias en el universo globo. 

¿A qué se debe esta abrumadora invasión de datos de contagiados y de muertos, de rumores de vacunas y de infectados, que, bajo el efecto de la bola de nieve que rueda, ya no se sabe si son noticias contrastadas o bulos sensacionalistas de la prensa amarilla -en estos momentos toda la prensa lo es-, o ya no hay diferencia entre lo uno y lo otro porque todo vale con tal de hacer que se viralice, nunca mejor dicho, y propague el raudo galopar de ese jinete, el más veloz de todos?


Hay una epidemia (del griego epi "encima" y demos "pueblo") que está por encima del pueblo y es una auténtica ya pandemia: el Estado, y el Estado ha declarado el Estado de Alarma, la espada de Damoclés que es el miedo a la muerte, siempre futura. Al principio decían que sólo afectaba a nuestros mayores. Ahora dicen que puede afectar a todo el mundo. Al principio hablaban de unos síntomas, ahora afirman, contra toda evidencia científica, que podemos ser portadores asintomáticos del virus, es decir, sin portar ni presentar ningún síntoma vírico,  y contagiar a los demás. Nadie está libre de ser un potencial asesino y de ser asesinado por los demás. Por eso debemos permanecer recluidos bajo arresto domiciliario, haciendo lo que nos dé la gana, pero en la clausura de nuestro domicilio. Por nuestro propio bien. Y por el de los demás. El Estado, el Gran Hermano orgüeliano, vela como Dios padre que es por todos nosotros.  Él sabe mejor que nosotros mismos lo que nos conviene, y nos conviene quedarnos en casa castigados como cuando éramos pequeños y habíamos sido malos.


Cui bono prosit? ¿A quién beneficia ese miedo? ¿Para qué sirve? Beneficiar no beneficia mucho a nadie, a ninguno de los que andamos por aquí abajo, sino todo lo contrario, desde luego, pero sí que parece que puede beneficiar a la supraestructura, a los y a lo de arriba, llámense Estado y Capital, que son tal para cual, Banco Central Europeo o como se quiera, y sí que sirve para algo: para ejercer un poder omnímodo que no admite contestación sobre el pueblo, que ve controlada su libre movilidad y su derecho de reunión y libre asociación, con su pleno consentimiento y obediencia sumisa sin rechistar, convencido de que las medidas que se "implementan" son por su bien, máxime cuando se esgrime el fetiche de la salud y seguridad públicas. 

Belerofonte cabalgando a Pégaso

Pero hagámonos desde nuestra encerrona algunas preguntas, como hace Jorge León Casero, profesor de Filosofía de la Universidad de Zaragoza, en un artículo que no tiene desperdicio: Soberanía en tiempos de biopolítica: estado de alarma y derechos fundamentales¿...por qué se declara el estado de alarma en el caso del coronavirus y no en el de la gripe? ¿Sómos realmente conscientes de lo que supone anular algunos de nuestros derechos más fundamentales, como es el derecho de reunión pacífica recogido en el art. 21 de la Constitución Española o el derecho a circular libremente por el territorio nacional del art. 19? Y lo que es más preocupante aún, ¿somos realmente conscientes de la facilidad con la que renunciamos a nuestros derechos y otorgamos potestades soberanas al poder ejecutivo cada vez que se produce una situación de alarmismo social?"

A lo que sólo hace falta añadir que ese alarmismo social ha sido decretado por el poder ejecutivo, como dice Jorge León Casero, es  decir, "por el Gobierno", que se ha vestido de hermanita de la caridad histérica y ha declarado el Estado de Alarma. Pero no olvidemos que el poder ejecutivo, junto con el legislativo y el judicial, que son los tres poderes del Estado, no son eficaces aunque tengan todas las Fuerzas y Cuerpos de Orden Público y Seguridad a sus órdenes como tienen, sin el Cuarto Poder, precisamente, que es la prensa, en lenguaje decimonónico, y los medios de información y masificación o mass media en la lengua del Imperio.

miércoles, 18 de marzo de 2020

La peste de Atenas

En el año 430 a. C. se produjo una epidemia devastadora en la entonces poderosa ciudad-estado de Atenas, que destruyó su hegemonía en la Hélade y se llevó muchas vidas por delante. 

Atenas, que estaba sumida por entonces en la Guerra del Peloponeso contra Esparta, se vio obligada a recibir a mucha gente del campo que buscaba refugio entre sus murallas, por lo que se convirtió en el caldo de cultivo idóneo para una pestilencia de gran magnitud en la que entre otros muchos murió su gobernante Periclés. 

La peste de Atenas la narró Tucídides, el historiador, en griego y en prosa, quien, según parece, consiguió sobrevivir y constatar sus síntomas, víctima de ella:  pues al principio los médicos, por ignorancia, no tenían éxito en la curación, sino que precisamente ellos morían en mayor número porque eran los que más se acercaban a los enfermos, ni tampoco ningún otro remedio humano; y fue inútil suplicar en los templos y recurrir a los oráculos y medios semejantes, y, finalmente, las gentes desistieron de usarlos vencidas por el mal (Tucídides, Guerra del Peloponeso, II, 47.4, traducción de F. Rodríguez Adrados:  οὔτε γὰρ ἰατροὶ ἤρκουν τὸ πρῶτον θεραπεύοντες ἀγνοίᾳ, ἀλλ᾽ αὐτοὶ μάλιστα ἔθνῃσκον ὅσῳ καὶ μάλιστα προσῇσαν, οὔτε ἄλλη ἀνθρωπεία τέχνη οὐδεμία· ὅσα τε πρὸς ἱεροῖς ἱκέτευσαν ἢ μαντείοις καὶ τοῖς τοιούτοις ἐχρήσαντο, πάντα ἀνωφελῆ ἦν, τελευτῶντές τε αὐτῶν ἀπέστησαν ὑπὸ τοῦ κακοῦ νικώμενοι).

En latín y en verso volvió a narrarla siglos después Lucrecio al final de su poema didáctico De rerum natura, donde trataba de librar a la humanidad, siguiendo a su maestro Epicuro, del miedo a la muerte. 

Según algunos estudios, la plaga, que parece que fue una fiebre tifoidea, se habría originado en Etiopía y a través de Egipto y Libia habría llegado al puerto del Pireo entre el 430-426 antes de Cristo cambiando el curso de la guerra entre las dos superpotencias de entonces e inclinando la balanza hacia el bando espartano, lo que conllevó el final del siglo de Periclés. Ni los médicos ni las plegarias a los dioses lograron contener su propagación a través del agua corriente.

 La peste de Atenas, Michiel Sweerts c.1652-1654

Agustín García Calvo en su espléndida traducción en hexámetros castellanos con rima asonante del poema lucreciano (De rerum natura, De la realidad, Lucrecio, editorial Lucina, 1997) la resume así en una paráfrasis en prosa al pie de su versión en verso: 

(La peste de Atenas), engendrada por un aire pestilente venido del Egipto [sigue la descripción de la epidemia que asoló el Ática al año segundo de la guerra del Peloponeso, tal como la describe Tucídides II 47-52, aunque añadiendo algunos rasgos, como ese mismo del origen, que sugieren que Lucrecio leyó también algún informe acaso de escritores médicos: pero, aun así, la correspondencia con el testo de Tucídides, a veces muy cercana, brinda una ocasión singular para discernir cómo una misma materia se convierte en cosas distintas bajo el tratamiento de la prosa histórica o de la poesía], en la cual, los síntomas de penetración, de la cabeza y garganta al pecho (con escasa fiebre por fuera, pero abrasándose por dentro, al punto de que algunos se arrojaran de cabeza a los pozos, y no pudiendo soportar ni la más ligera ropa), venían al octavo o noveno día a hacer crisis, que era generalmente muerte, y aun los que escapaban solían perecer luego de negro flujo de vientre u otras diversas consecuencias, o acababan en mutilación de miembros, para cortar la estensión al mal, o, con la angustia de la muerte segura, en pérdida del juicio [algo más distinguidos por fases que en Tucídides, se mezclan los síntomas que diríamos gripales con los disentéricos, si aplicáramos clasificaciones venidas con el progreso de la Medicina, y de las enfermedades, tal que, entre las actuales, es difícil reconocer nada comparable en implicación de órganos diversos, a esta peste ática].

La plaga de Atenas, Stanley Meltzoff (1917-2006)

Se añadían las muertes de animales también contaminados, perros y hasta buitres, que rehuían los cadáveres o, si los tocaban, caían bajo el mismo mal; y ensombrecía todas las almas tanto el ansia de los que, al sentir en sí los síntomas, se sabían condenados, como el miedo de otros al contagio, que no evitaba el caer bajo la peste ni a los que cobardemente rehuían el cuidado de los enfermos ni a los que, valientes y condolidos por las quejas de los moribundos, iban a atenderlos; el mal cundía igualmente entre los campesinos, que morían apelotonados en sus chozas, y el hacinamiento de los que huían del campo aumentaba en la ciudad la pestilencia y la miseria, llenos de cadáveres los paseos y las fuentes públicas, y hasta los templos, que abrían los sacristanes para asilo; en fin, respetos religiosos y humanos se perdían, y los cadáveres o quedaban abandonados por las calles, o también había quienes en las piras fúnebres de otros arrojaban los de sus muertos a escondidas, viniendo a veces a enzarzarse en riñas encarnizadas, antes que abandonar los cuerpos. 

La peste de Atenas, François Perrier 1640

Con esta visión de muerte multitudinaria se cierra el De rerum natura tal como nos ha llegado, y en todo caso, de manera fiel a la actitud de atacar el miedo a la muerte sin más recurso que su total reconocimiento, llevando a las últimas consecuencias la creencia de que también la muerte es natural. 

Agustín García Calvo, edición crítica y versión rítmica del De rerum natura, De la Realidad, de Lucrecio. 
(Al transcribir el texto he respetado las grafías testo y estensión del autor, que no son erratas, sino voluntarias).

martes, 17 de marzo de 2020

Eneas, refugiado de guerra

Tras la guerra de Troya ya no quedaron héroes épicos sobre la faz del mundo. Se diría que se acabó con ella la edad semidivina. Escribió en alguna parte James Joyce* que ya nadie hablaba de aquellos Aquiles, Menelao, Agamenón, sino sólo de uno que no tenía mucho que ver con ellos, el más humano porque no era hijo de ningún dios ni de ninguna diosa, sino de un hombre y una mujer, el único héroe moderno: Ulises. 

Tiene Joyce razón en parte, pero ha cometido el pecado de considerar sólo a los héroes del bando griego, a los vencedores, por los que muestra su simpatía, y se centra en uno de ellos, el que para él será el paradigma heroico en una época en que ya no hay héroes: Odiseo, más conocido por su nombre latino Ulises, el artífice de la helénica victoria gracia a su argucia del caballo. 

Pero volvamos la vista por un momento al bando de los vencidos, a los derrotados, olvidémonos de Aquiles, de Patroclo, de Menelao y Agamenón, y miremos a los troyanos: Recordemos a Héctor y a Paris... Sobre ellos pesa el estigma imperdonable de la derrota y el fracaso, al contrario de lo que sucede con Ulises. 

Fijémonos en un superviviente, en alguien que no murió heroicamente luchando contra Aquiles, como Héctor, sino que consiguió sobrevivir, y que huyó de Troya rumbo a Occidente con la misión de hacer que renaciera Troya en otro lugar del mundo. No en vano era hijo de una diosa, Afrodita, y de un mortal, Anquises.

Terracota de Eneas, Anquises y Ascanio, siglo I a. C.

Estamos hablando de Eneas. La imagen del héroe huyendo de la ciudad en llamas destruida por la guerra con su padre el anciano Anquises a hombros y su hijo Ascanio de la mano representa por un lado las tres edades o generaciones de la vida humana en una composición artística: el niño, el anciano y en el centro de la composición el adulto, cargando con ambos. 

Según Aulo Gelio,  el legendario rey de Roma que fue Servio Tulio estableció con admirable precisión para su época que la vida del hombre se dividía en tres etapas, a las que denominó pueritia (niñez, desde la cuna hasta los diecisiete años), iuuenta (juventud, en sentido amplio, desde los diecisiete hasta los cuarenta y seis años, correspondiente a nuestra madurez), y senecta (vejez, a partir de los cuarenta y seis), si bien, dada la esperanza cuantitativa de vida, la llamada hoy ominosamente tercera edad comenzaría más tarde, en torno a los 60 probablemente y hasta la muerte.

 Eneas, Anquises y Ascanio, Lorenzo Bernini 1616-1618

Pero por otro lado esa imagen que tanto han repetido las artes gráficas, así en pintura como en escultura, de la trinidad de Eneas, Anquises y Ascanio, representa la lucha por la vida de los que han perdido todo: son la imagen antigua de los modernos refugiados de la guerra que huyen nada más que con lo puesto de Turquía, donde estaba el emplazamiento de la vieja Troya según descubrió Schliemann en Hissarlick, e intentan llegar a Grecia en primer lugar y de ahí a Occidente, en busca de un nuevo asentamiento para ellos y sus familias. 

Eneas huyendo de Troya, Pompeo Batoni c. 1750 


Desde el punto de vista artístico, la representación más acrisolada de la huida de Troya de Eneas es la del fresco de la "Stanza dell' Incendio" (la figura de Eneas se halla a la izquierda), que pintaron Rafael Sanzio (1483-1520) y Giulio Romano en los Apartamentos Papales del Vaticano, como tributo y homenaje a Virgilio, que narraba magistralmente en la Eneida el episodio.

Estancia del incendio de la ciudad, Rafael y Giulio Romano 1514
 

¿Qué hubiera sucedido si como pasa ahora se les hubiera negado la entrada en los puertos del Mediterráneo y se hubieran encontrado con unas fronteras infranqueables para ellos y se vieran hacinados en campamentos de refugiados en unas condiciones inhumanas que poco distan de las de los campos de concentración de la segunda guerra mundial? ¿Habría llegado Eneas al Lacio? ¿Habría plantado la semilla, que son los penates que lleva consigo el anciano Anquises, de Roma? Pregunta retórica donde las haya porque sin Eneas no habría Roma ninguna, ni se habría fundado tampoco la cacareada y moderna Europa. Estos tiempos nuestros son, desde luego, muy poco heroicos, y el problema no es que haya extranjeros, sino que hay fronteras que separan, confinándonos, a los nuestros de los otros.

Nota.-  *It (se refiere a la Odisea de Homero) is greater, more human, than that of Hamlet, Don Quixote, Dante, Faust... I find the subject of Ulysses the most human in world literature... After Troy there is not further talk of Achilles, Menelaus, Agamemnon. Only one man is not done with; his heroic career has hardly begun: Ulysses. (Joyce citado en el James Joyce de Richard Ellmann.)

lunes, 16 de marzo de 2020

Breve mensajería política

Los políticos y economistas, tanto monta, no toman medidas como los demás mortales, sino que con término más grandilocuente, redicho y banal las "implementan".
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En el Manifiesto Comunista (1848) Marx y Engels escribieron: "Los obreros no tienen patria." Hoy, desaparecida ya la clase obrera, mejor diríamos: "la gente".
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Terrorismo de Estado. El Estado se sustenta sobre dos pilares: el terror que nos infunde, y la fe que tenemos en que va a liberarnos del terror que nos infunde.
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Ahora es el virus coronado, una gripe vulgar y corriente muy contagiosa, el enemigo mortal, la excusa perfecta para el confinamiento y prisión domiciliaria.
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La tradición de los oprimidos nos enseña que el estado de excepción en el que vivimos es la regla, dice Walter Benjamin en “Sobre el concepto de la historia”.
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Bajo las excusas de seguridad y salud pública nos restringen la libre circulación -dicen que por nuestro bien- y esgrimen la coartada del virus coronario.
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Dostoyesqui pone en boca del Gran Inquisidor: Les convenceremos de que no serán verdaderamente libres más que cuando hayan confiado a nuestro favor su libertad
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Característica de nuestra sociedad es su militarización difusa: la guerra ya no se llama así, sino misión u operación pacificadora del ejército profesional. 
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Abolido ya el servicio militar masculino y obligatorio, la sociedad entera -hombres y mujeres, so pretexto de igualdad- se militariza toda voluntariamente. 
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No se puede vivir con miedo, reconoce a veces honestamente la gente, pero así es, paradójicamente, como sobrevivimos, con miedo y ataques de pánico, cagados. 
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Las guerras preventivas, misiones "humanitarias y pacificadoras" de los modernos ejércitos profesionales equivalen a las históricas guerras santas y cruzadas. 
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Esperando al tren que se retrasa en la sala de espera de la estación de Guarnizo: “Para su seguridad esta estación está dotada de cámaras de video vigilancia”. 
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Hemos pasado en breve de la emergencia climática a la emergencia sanitaria. Cambia el adjetivo, pero permanece el sustantivo: emergencia a fin de alarmarnos. 
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Los ciudadanos, móvil en mano y paradójicamente inmovilizados, se distraen en su arresto domiciliario ordenado por Real Decreto con la pantalla estupefaciente.
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Permitiendo el acceso a las fuerzas armadas de las mujeres y poniendo al frente del Ministerio de Defensa a una, camuflan la brutalidad de los ejércitos.
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El poder establecido prefiere llamar ciudadanía o ciudadanos (y ciudadanas con lenguaje inclusivo que no discrimine a las mujeres) a los súbditos que avasalla.
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No se puede nadar y guardar la ropa, incompatibles como son la libertad del baño en el agua y la seguridad confortable del vestido que cubre nuestra desnudez. 
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¿Libertad o seguridad? Hay que renunciar a una de ellas y nos piden que renunciemos a la primera en favor de una seguridad que no es sino una falsa sensación. 
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Quien incumpla las restricciones fijadas por el Estado de Alarma decretado por el Gobierno será sancionado con una multa y, si se resiste, con pena de prisión.
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Algunos se han sumado al enclaustramiento voluntario bajo el hashtag #YoMeQuedoEnCasa decretado por el Gobierno, en vez de #CastigadosComoCuandoÉramosPequeños.
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Estado de Alarma, por si si alguien no lo tenía claro, ahora puede ver que, bajo una falsa apariencia de democracia que engaña, vivimos en un estado policial. 

  
De la rueda de prensa del Presidente del Gobierno:


(Periodista)-¿De qué manera se va a controlar que los ciudadanos no se salten las medidas de restricción? 


(Presidente del Gobierno)- Bueno pues, lógicamente, allí estarán las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, también la Policía Local, las Policías Autonómicas; y en última instancia también las Fuerzas Armadas para, evidentemente, garantizar el cumplimiento de las medidas que contempla el Estado de Alarma.

domingo, 15 de marzo de 2020

Homenaje al poeta persa




...Sonríe y emborráchate y no pienses más, 
haz el amor con el sabor aún del vino 
en los labios, antes de que el viento de la Muerte 
te sorprenda helando tu sonrisa para siempre.