martes, 19 de julio de 2022

Y más aldabonazos todavía

Genéricos 

El Señor de los Anillos es una magnífica novela de Tolkien y una de las mejores películas de la historia de Jólivuz, que con ella nos da muy válidas lecciones.

 El fanatismo religioso se ha reconvertido en nuestros días, promovido por la corrupción institucional general, en integrismo fanático de índole cientificista.
 
 Los higienistas tanatófobos, tontos del culo, vuelven doblemente enmascarados a la carga y aojan a todos aquellos que no llevan como ellos puesto el tapabocas.
 
 Para salvar al mundo libre es justo y necesario imponer sanciones a Rusia y armar a Ucrania, medidas que, por efecto bumerán, asfixiarán la libertad occidental.

El ser humano, convertido ya en homo oeconomicus o dinero como el rey Midas, es a la vez el centro y señor de la creación, o lo que es igual, de destrucción.

 
Es un coñazo estar cuestionándose siempre las cosas porque al ponerlas en tela de juicio nos embarga la duda, que es muchísimo más puñetera sin duda que la fe.
 
 No por dar más cuerda al perro, dejará de estar atado. Algunos sólo quieren tener la correa un poco más larga y menos tensa, pero no quieren estar desamarrados.
 
 El término cospiracionista es un fraude semántico que demoniza a quienes denucian la gestión gubernamental, como si el denunciante fomentara las cospiraciones.
 
Se admite generalmente que el asesinato de Julio César, hecho histórico como fue, es una cospiración, pero no que haya en el siglo veintiuno más cospiraciones.
 

La mayoría sigue los acordes del flautista de Hamelín, que arrastró a las ratas al río y a los niños, acompasados, hasta la cueva de donde ya nunca regresaron.

 
Trasgenéricos
  Orgullo de ser, decía la pancarta en la fiesta folclórica madrileña, la más multitudinaria de Europa, reclamando la soberbia ontológica de ser lo que se cree. 
 
Si cisgénero es quien se identifica con su sexo anatómico, transgénero no es exactamente quien no se identifica con él, sino quien se identifica con el otro. 
 
El Gobierno impulsa la autodeterminación de género mediante la ley Trans, “un derecho constitucional”, según la ministra, que consiste en ser lo que se cree. 
 
Transexualismo y transhumanismo comparten prefijo trans- y propugnan la superación de limitaciones actuales físicas y psíquicas, mediante avances tecnológicos. 
 
Específicos víricos
 
 La propaganda oficial alega haber salvado veinte millones de vidas en el mundo, y llama ciencia cierta a lo que en realidad es publicidad engañosa farmacéutica. 
 
Tras desaparecer subrepticiamente durante el bienio de la pandemia, la gripe de toda la vida recuperó su protagonismo a la par del conflicto bélico ucraniano.
 
Los medios denuncian varias ideas 'falsas' o bulos que circulan sobre el virus, dando así por verdadero el propio bicho, que es más falso que Judas Iscariote.
 
Si el proceso de vacunación contra la enfermedad letal del virus coronado nos ha enseñado algo, es que "voluntario" no siempre significa realmente voluntario. 
 
El honesto epidemiólogo declaró que estábamos ante una epidemia masiva de fraudulentas pruebas diagnósticas, no ante una infección causada por virus definido. 
 
Detectado el primer caso de contagio de BA.2.75 alias Centauro, la nueva amenaza del coronavirus, la subvariante de Ómicron que podría extenderse por el mundo. 
 
 
 
Se teme una nueva ola generalizada de covid-19 en toda la Unión Europea, pese a (o gracias a)l éxito de las vacunaciones y las intervenciones-no-farmacéuticas.
 
El 11 de julio la UE recomendó oficialmente la cuarta dosis (o segundo refuerzo, según la prensa orgánica) de la vacuna anti-Covid para los mayores de sesenta.
 
La comisaria europea de Sanidad hace un llamamiento a todos los mayores de sesenta y vulnerables para que se presenten motu proprio a la vacunación innecesaria.
 
 
 
Las ambulancias que aúllan día y noche, ya no transportan víctimas de la ficticia enfermedad pandémica que nos acojonó, sino de infartos y derrames cerebrales.
 

lunes, 18 de julio de 2022

El puto amo

    El viejo chocho del tío Sam ha venido a pasar revista cual señor feudal a las huestes de sus vasallos europeos, a comprobar que, dóciles como Dios manda al juramento feudovasallático, ninguno se desmanda. Viene a cobrar el diezmo del impuesto revolucionario de la industria de las armas, obligando a que cada país aliado destine parte del presupuesto a tales menesteres, tratando de mantener la hegemonía del Imperio americano, o de Occidente, sobre el resto del planeta. 
 
    Y viene en el peor momento, en el peor de los escenarios teatrales, como dicen los políticos, conscientes como son de que el mundo de la política es un espectáculo mediático, que es el del colapso económico tras la falsa pandemia y la falsa guerra -catástrofe humanitaria- de Ucrania que nos invade.
 

 
    El problema es que el tío Sam quiere seguir siendo el puto amo del mundo a toda costa, cueste lo que cueste, el guardia de la porra global que proclama sus intenciones de intervenir en favor de sus "intereses, seguridad y valores" en cualquier parte, y los intereses, no lo olvidemos, y los beneficios son siempre económicos. No quiere darle el relevo al gendarme chino todavía.
 
    Todo gasto es un despilfarro destructivo como nos revela la curiosa etimología del término 'gastar', palabra que viene del latín uastare que significa destruir como su cultismo devastar. Es curioso cómo en castellano se inventó 'malgastar', con el prefijo delante mal-, como si hubiera un gasto bueno y otro malo, pero en el Quijote se emplea todavía con el significado de 'echar a perder', como en los ejemplos que cita Corominas: “me parece que ha de ser tiempo gastado el que ocupare en darte a entender tu simplicidad” o “gasta mucho la faz de las mugeres, andar siempre al campo, al sol, al aire”. No hay que perder de vista otro compuesto que inventó el castellano, 'desgastar'. 
 

     La curiosidad que revela la etimología de la palabra es que del significado inicial de «destruir» evolucionó al de  «emplear el dinero en algo» (antes que deteriorar con el uso), que es el primer significado que da hoy el diccionario de la RAE, que recoge además expresiones coloquiales como 'gastarlas' o 'gastárselas',  que aluden a tener habitualmente mal humor. 
 
    El gobierno de las Españas, a raíz de la visita del tío Sam, y la cumbre de la OTAN celebrada en la capital del Reino, aumenta una partida de gasto -destrucción- militar de mil millones  extraordinarios. Al parecer la derecha y la ultraderecha del arco parlamentario están encantadas con el aumento del gasto militar, y aun suben la apuesta. No sólo están de acuerdo en destinar el 2% del PIB a la industria militar, como manda el tío Sam, sino que se preguntan que por qué no el 5%, o el 27% o, ya puestos, por qué no el 100% del producto interior bruto del Estado nacional.  ¿Qué mejor que destinar todo el PIB del Estado a la defensa nacional del propio Estado, es decir, a la guerra? 
 
 
    El gobierno progresista, por su parte, y sus aliados dicen que gastarse la pasta en armas no impide gastársela, además, en sanidad pública, educación pública o pensiones públicas, pero lo que parece que está muy claro es que lo que va a un sitio no va a otro (y esto vale para todo y, claro está, también para el dinero). No obstante, intentan convencer a la audiencia de su electorado de que el aumento del gasto militar redundará en la salvaguarda de los servicios públicos y en el progreso. 
 
    ¿De dónde va a salir el diezmo que se exige? ¿De dónde va a ser si no es de nuestros bolsillos esquilmados? Para convencernos de la urgencia del gasto extraordinario se difunde el discurso del pánico y doctrina del choque de que los bárbaros pretenden invadirnos, si no nos están invadiendo sin darnos cuenta. Nos hablan de nuevos y como siempre potenciales enemigos: Rusia, China -abocada a recoger el testigo del declive del Imperio americano- y los países emergentes como llaman al Brasil, Sudáfrica o la India, por ejemplo. 
 

 
    Y no se especifica para qué van destinados esos fondos, se dice, en general, que van para Defensa, lo que quiere decir para el Ministerio de Defensa, pero la gente se pregunta, escéptica, de qué y de quién pretende defendernos ese Ministerio, ya que no ve ningún peligro a su alrededor salvo los que inventan los medios de conformación de masas: de Rusia, de Putin, de los subsaharianos ilegales, de los okupas, del virus del sida, la corona o la viruela del mono y el mandril... 
 
    Son todos ellos peligros indefinidos, porque de lo que se trata en el fondo es de defenderse de un peligro desconocido que nos infunde miedo, que se dice que es peor que lo conocido, y cómo nos defendemos de ese peligro: definiéndolo, poniéndole nombre y apellidos.

domingo, 17 de julio de 2022

¿Por qué corres, Ulises?*

    Las ocho de la mañana de un día cualquiera en la estación de Abando, Bilbao. El tiempo apremia. Ni un minuto más ni un minuto menos para empezar la jornada laboral con la rutinaria mansedumbre cotidiana de unas vidas que, subordinadas al imperativo laboral, se rigen por las manecillas del reloj. Todos bailan al ritmo del tictac que marca el tirano, que es el instrumento indispensable de la dominación tecnodemocrática del siglo XXI que padecemos: todos al compás del Capital y su corazón mecánico que determina los tiempos de ocio y trabajo asalariado, la nueva forma de esclavitud imperante aquí y ahora que convierte nuestra vida en tiempo esencialmente futuro y ahora mismo inexistente, es decir, en alienación remunerada.


 

    Suenan los móviles. Los portátiles se agolpan en la zona güifi de la estación. Allí se matan los tiempos de espera chateando en cualquier página güeb o guasapeándose con lejanas amistades -contactos sin tacto- del otro lado del mundo. A nadie se le ocurre entablar conversación con los vecinos usuarios de las nuevas tecnologías que tiene al lado. Bienvenidos al mundo de la telecomunicación virtual que tanto nos venden y que sirve, ya se ve, para lo contrario de lo que predican: para incomunicarnos: smartphones de última generación supuestamente inteligentes que tienen la virtud de entontecer a sus propietarios, ordenadores portátiles y tabletas que llevan a todas partes al usuario que está siempre a su disposición, vuelos de avión cada vez más económicos, coches con GPS para no perderte en el espacio y no malgastar tu tan valioso tiempo, que es dinero, y trenes de alta velocidad (TAV, rebautizados entre nosotros como AVE) con los que la distancia dejará de ser un obstáculo para los inversores del futuro, que truecan el día de hoy por el incierto de mañana.

 

    Todo ello responde a la filosofía, por llamarla así, fast-life, inspirada en el fast-food o comida rápida, que lo invade todo: hay que vivir deprisa, ir corriendo a todas partes, comer deprisa, defecar deprisa, viajar deprisa, vivir deprisa, y hasta follar deprisa, que por eso se dice echar un quiqui, o sea, un polvo rápido, castellanización del término anglosajón quicky/quickie, y todo a toda velocidad y mal.

    Frente a este modus vivendi frenético que genera ansiedad, depresión y estrés, vamos a sugerir aquí lo contrario: la filosofía slow-life, por así decir, caracterizada por el slow-food de la comida lenta, el vivir despacio, el ir parsimoniosamente por la vida, pausadamente, a todos los sitios... Ya lo dicen los italianos: Chi va piano va sano e lontano: el que va despacio va sano y lejos.

    Nos inspiramos en el paradójico oximoro latino festina lente que une a la expresión “date prisa, apresúrate” (festina), exigencia de la vida moderna, el adverbio “lentamente” (lente), y que según Suetonio utilizaba el emperador Augusto en su forma griega a la hora de ordenar hacer algo: σπεῦδε βραδέως (speude bradéos). 

 
    En ese sentido, vamos a hacerle a nuestro sedicente gobierno progresista una petición que no atenderá, una reivindicación que no va a considerar, porque atenta contra el progreso que él predica y nos arrolla y, que, como las ciencias, adelanta que es una barbaridad. Pero allá va: Sería interesante, señores del gobierno democrático de la nación, que nos pusieran en vez de TAV o Trenes de Alta Velocidad como nos imponen ahora, TBV, Trenes de Baja Velocidad, que fueran muy despacito, que tardaran en llegar a su destino, que se fueran demorando en todas las estaciones olvidadas, como hacían antes cuando se oía la voz de "¡pasajeros al tren!" y sonaba el silbato del jefe de estación, que nos permitieran asomarnos a las ventanillas y regodearnos disfrutando del paisaje y del aire en la cara y no del acondicionado y enlatado, no poco perjudicial para la salud que nos enchufan ahora, trenes en los que el destino no se comiera el viaje, porque sabemos desde la Odisea de Homero y la reinterpretación que hace Cavafis en su memorable poema Ítaca,  que lo importante no es llegar al destino, a Ítaca, o sea, a la meta cuanto antes, sino el viaje en sí. 

    Es una lata que ahora no se pueda abrir la ventanilla de un vagón, por ejemplo, y no te dejen asomarte. Lástima. No digamos ya que te obliguen a llevar el bozal en la boca, como obligan todavía en el reino de las Españas a los usuarios de los trasportes públicos (RENFE, la Red Nacional de Ferrocarriles de España, te recuerda lo que debes hacer "para protegerte y proteger a los demás": utiliza mascarilla siempre que viajes, aunque podrías quitártela -y perjudicarte a ti y a los demás- en el vagón cafetería para tomarte un sangüis y un refresco, o un café y un delicioso cruasán con parsimonia).    Además no te da tiempo a degustar el paisaje de lo rápido que va el tren: te ponen, en cambio, una pantalla y si te descuidas te echan una película para que no veas lo que te rodea y sí, en su lugar, lo que te ponen.


 Sandringham at home, M. Root (2016)
 
    Me encanta el tren, el viaje pausado que se recrea en los paisajes y en las paradas en las estaciones donde deja y recoge pasajeros que suben y bajan, gente que se puede tratar y con la que se puede charlar, entablando una conversación que puede durar un segundo o lo que dure el viaje o que puede continuarse una vez en destino tomando un café en la cantina... El tren ya no para en ninguna estación. Muchas han sido clausuradas a cal y canto por su baja rentabilidad, al igual que muchos ferrocarriles. Han quitado revisores y han puesto máquinas y cámaras de vigilancia centralizadas. Nadie charla con nadie. Todos van a lo mismo y cada cual a lo suyo, que es lo mismo de todos. Unos llevan auriculares para oír sólo lo que quieren oír y otros llevan ya no libros o periódicos, cada vez más raros de ver, sino tabletas o sofisticados e-books para leer lo que quieren leer. Todos van progresivamente acelerados, con muchísimas prisas. Llegas a tu destino sin enterarte del viaje, lo que te has perdido por el camino. Lástima. 


    Volvamos a la estación de Abando, Bilbao. Una docena de personas se manifiesta caminando despacio contra la rapidez vertiginosa que allí se respira. El contraste con la aceleración imperante es muy grande, tanto que algunas personas frenan sorprendidas, o se enfadan porque tienen prisa. Los manifestantes reparten octavillas en las que se puede leer un simpático panfleto titulado: RECUPEREMOS LA LENTITUD EN UN MUNDO QUE VA CADA VEZ MÁS RÁPIDO... A NINGUNA PARTE, que nadie va a detenerse a leer. Y llevan en pecho y espalda unos rótulos con leyendas como "Que no te empujen", "Frena" ó "¿Por qué corres?”,  despertando algunas suspicacias y simpatías de complicidad, en el fondo no pocas, de la gente del pueblo. 

    Finalmente aparece la policía autonómica vasca -la policía, da igual su denominación de origen, es la misma en todas partes- que, tras identificar a los manifestantes, los invita a disolverse porque al parecer es un delito ir despacio por la vida, sin prisa, sin atropellar ni avasallar a nadie, entorpeciendo el apresurado ritmo de los que creen saber a dónde van y creen que van efectivamente a alguna parte. 

    A lo mejor alguno de los poquísimos que hayan leído esto hasta aquí se queda pensando que aquella docena de chalados que abogaban, como hago yo aquí inútilmente ahora,  por la lentitud,  expulsados por las fuerzas de orden público,  tal vez tratan de decirnos algo a todos con su ejemplo y sus palabras, en lo que tienen no poca sino por el contrario muchísima razón.

(*) El título de esta entrada está tomado de una comedia de Antonio Gala estrenada en 1974. 

sábado, 16 de julio de 2022

Flipante

 

En la playa con 37 grados bajo el ardor de justicia canicular de don Lorenzo, tomando el sol en traje de baño y con mascarilla quirúrgica en los morros. 

Uno no sabe si echarse a reír o a llorar desconsolado. Al final del verano el tomador de baños de sol, como se decía antaño, tendrá un bronceado cuasiperfecto si no fuera por las marcas blancas del bañador y del tapabocas. 

¿Cómo sobrevivir a la falsa pandemia de un virus mundial letal?

Hablando de mascarillas. ¿Es posible hacerse no ya una limpieza de boca en la clínica dental sino una simple revisión bucal sin quitarse el bozal? Según la Ley, no: Hay que llevar mascarilla en los centros, servicios y establecimientos sanitarios. En este apartado están incluidos los hospitales, centros de salud, farmacias, consultas médicas, centros de diálisis, diagnóstico, obstetricia, ginecología, banco de semen, ópticas o farmacias, clínicas  dentales y un largo etcétera.

  No digamos ya si alguien estuviera en cueros en una playa nudista con el barbijo, cosa que también se ha visto que de todo hay en la viña del Señor, aunque no se haya fotografiado, porque en las playas naturalistas están prohibidas las cámaras de los mirones. 

Que la mascarilla, hablando en serio, es ineficaz e incluso nefasta, es algo que salta a la vista, dado que su uso generalizado no ha permitido controlar los víruses, que entran y salen por sus diminutos poros, que para ellos son gigantescos, a su antojo, por lo que no ha tenido ningún efecto positivo a la hora de evitar la propagación del virus coronado, y sí a la hora de aumentar, por el contrario, los problemas psicológicos y las patologías respiratorias. Pero además de saltar a la vista, como siente cualquiera, lo corroboran decenas de estudios y artículos científicos.

Se me objetará que no todos ellos tendrán la misma validez, por supuesto, que los habrá buenos y menos buenos. Claro. Y se me objetará que también hay muchísimos más estudios, sufragados por la industria farmacéutica y de fabricación de mascarillas made in China que avalan lo contrario, aunque, por supuesto, no todos ellos tendrán tampoco la misma calidad. 


 Como demostró John P. A. Ioannidis en un estudio publicado en 2005 que hizo historia, como suele decirse, quince años antes de la falsa pandemia, la mayoría de los resultados de los estudios científicos de investigación publicados en las revistas especializadas son fraudulentos, subvencionados como están por las industrias correspondientes.

Dos ejemplos clásicos: el tabaco y la leche maternizada. En los años sesenta se publicaron numerosos estudios sobre las bondades del tabaco, hasta el punto de que la mayoría de los médicos eran adictos a la nicotina, y se aconsejaba fumar hasta a las embarazadas... Nestlé, por su parte, pagó muchos estudios sobre las bondades de la leche en polvo maternizada en el sentido de que liberaba a las mujeres de la obligación de la lactancia, permitía a los varones lactar a los infantes, y poseía numerosas virtudes... ocultando la buena ciencia de que la leche materna trasmite al infante la inmunidad.

viernes, 15 de julio de 2022

El mito de las edades y el progreso

 Edad de Oro:


    En el libro primero de las Metamorfosis, versos 89-150, recoge Ovidio el mito de las edades, que había tomado del poeta griego Hesíodo, según el cual la historia de la humanidad no avanza en un sentido de progreso hacia mejoría, sino en una degeneración caracterizada por su progresivo, nunca mejor dicho, empeoramiento.
 
    La Edad de Oro no se caracteriza porque haya maravillas que ahora no hay, sino porque no hay todavía en el mundo las realidades que mueven a espanto, como la economía de los mercados –curiosamente en la Edad de Oro el oro no era un valor de cambio, porque no existe el dinero todavía-, las guerras y las políticas que las justifican, los gobiernos ni los Estados. Tampoco existen los jueces ni las leyes, porque hay Justicia y no hace falta por lo tanto que existan tribunales que dictaminen lo que es justo y lo que no... Es decir, la Edad de Oro es una Arcadia idílica donde no existen gobiernos, ejércitos ni trabajo asalariado. No se ha inventado la navegación, por lo que no se ha iniciado el comercio. Se trata de un paraíso terrenal en el que reina Saturno, es decir, la anarquía.
 
  De oro la edad se creó la primera, la cual, sin mandarlo
nadie, sin ley, cultivaba el deber y el bien de su grado. 
Miedo y castigo no había ni en bronce decretos grabados
se promulgaban tremendos ni el pueblo temía, postrado
voz de su juez, sino que eran a salvo sin un mandatario.
Pino talado no había aún de sus montes bajado
ni uno a las olas marinas a ver el mundo a lo largo, 
ni otras costas ajenas sabían los seres humanos. 
No todavía ceñía ciudades un foso escarpado, 
no broncirrecto clarín ni corneta de bronce curvado
hubo, no cascos ni espadas: sin necesidad de soldados
iban las gentes viviendo la cómoda paz a resguardo.
Todo lo daba la tierra también de balde, y sin rastro
de un azadón, por sí misma, ni herida de reja de arado, 
y es que, pagados con frutos nacidos sin nadie plantarlos,
bayas de arbusto cogían y fresas silvestres del campo,
guindas y moras en los espinosos zarzales colgando, 
y las bellotas caídas del árbol de Júpiter ancho. 
Era sin fin primavera y mecían los céfiros plácidos
flores nacidas sin siembra con brisas de aire templado; 
luego la tierra ofrecía su fruto además sin trabajo, 
y encanecía la mies sin barbecho de espigas y granos: 
ríos ya iban de leche, de néctar ya ríos manando, 
e iba en verde encina la rubia miel chorreando.

Edad de Plata

 
    La Edad de Plata es la edad de Júpiter, que se ha hecho con el poder destronando a Saturno, es una degeneración de la edad anterior que se caracteriza por la aparición de las cuatro estaciones. Se acabó la primavera idílica inicial y comienza su andadura el tiempo cronometrado de los ciclos de la naturaleza. Los seres humanos comienzan a resguardarse del cambio climático adquiriendo conciencia del clima en viviendas que en principio fueron grutas. Del mismo modo, comienza el trabajo con el desarrollo de la agricultura y de la ganadería que no eran necesarias en la etapa anterior.

Luego que el mundo, echando a Saturno al lóbrego Tártaro,
era de Júpiter, hubo la raza de plata llegado
que era más vil que la de oro, más noble que el bronce arrubiado.
Jove restó duración al vernal buen tiempo de antaño, 
y entre inviernos y estíos y otoños desigualados
y una fugaz primavera, partió en cuatro tramos el año.
Pronto entonces el aire ardió, del fuego abrasado, 
tórrido, y hielo quedó congelado del viento en carámbanos:
pronto entonces entraron en casas: fueron los antros
casas, matas espesas, follaje a corteza enlazado; 
fueron pronto entonces semillas de Ceres en largos
surcos sembradas, y uncidos al yugo los bueyes bramaron. 

 Edades de Bronce y de Hierro


La Edad de Bronce se caracteriza por la aparición de las armas, y, por lo tanto, de la guerra hasta entonces inexistente.

Vino al cabo después, la tercera, la raza bronceña, 
más de carácter atroz y pronta a las armas horrendas,
 no aún criminal:

    Finalmente hace su aparición la Edad de Hierro, que es la peor de todas y que es, huelga decirlo, la nuestra. Aparecen ahora todos los males que conocemos: la propiedad privada, la sangre, la mentira, el arte de la navegación y el comercio, la división de la tierra, y el dinero que lo pone todo en venta, a las cosas y a las personas, cosificándolas. Como consecuencia de la aparición del dinero, la Justicia, representada como una doncella que hasta entonces había reinado en la Tierra, huye de este mundo y se convierte mediante un catasterismo en una constelación sideral: Virgo.

...de hierro durísimo es la postrera. 
Pronto irrumpió en la edad más vil de la férrea vena
 todo mal, y huyeron deber, verdad y vergüenza;
 y en su lugar surgieron engaños, estratagemas, 
trampas, sangre y afán criminal de bienes y hacienda. 
Velas echaban al viento, sin que el marinero supiera
 de él, y las quillas que habían crecido siempre en cimeras
 cumbres saltaron en olas de desconocidas mareas.
 Y, antes común como luz del sol y el aire, la tierra
 la dividió agrimensor sagaz con larga lindera.
 No le exigían tan sólo al rico terruño cosecha
 y el merecido alimento, sino que en su entraña se adentran
 y esos tesoros que había guardado y metido en sus negras
 minas profundas, botín de malvados, ya desentierran;
 y hubo surgido el vil hierro, y peor, el oro, que en venta
 pone: surgió la que lucha con uno y con otro, la guerra,
 y hace blandir las armas fragosas con mano sangrienta.
 Viven a saco: ni fía el huésped de aquél que lo hospeda,
 ni suegro de yerno, y es rara también la avenencia fraterna.
 Trama el fin de su esposa el marido, del cónyuge aquella:
 mezclan venenos amortajadores madrastras siniestras; 
antes de tiempo el hijo la edad pregunta paterna.
 Yace vencida Piedad, y abandona la Virgen, postrera
 diosa, la tierra manchada de sangre, y se vuelve sidérea.

   Desaparece la justicia de la faz del mundo cuando se impone paradójicamente la Justicia, es decir el poder judicial con sus tribunales  que dictaminan lo que es justo y lo que no, y con sus penas de privación de libertad que nos hacen creer a los que estamos fuera de los centros penitenciarios que, por contraposición a los reclusos, somos libres.
 
      Que este paraíso no exista ni haya existido nunca en la realidad no significa que no pueda haberlo. La Edad de Oro no se da en ningún lugar concreto como Mesopotamia entre el Tigris y el Éufrates (pero puede darse en cualquiera, sin embargo, por ejemplo aquí mismo, no importa dónde) ni en ningún tiempo (ni pasado, como creen los primitivistas y los antropólogos, que siempre encuentran alguna tribu que se había librado del progreso hasta el momento de su descubrimiento, y como sugiere el propio mito, que parece situarse en una idílica pre-historia y se desarrolla cronológicamente, ni futuro, como el Cielo de los cristianos o el edén islámico de las virginales huríes, ni presente tampoco (pero sí puede darse ahora mismo; aquí y ahora, por lo tanto, es posible que se dé con tal de que haya olvido de la realidad, que es lo que existe). 
     
 
Tomo como ilustración de los versos de Ovidio tres imágenes del artista alemán del siglo XVII, Johann Wilhelm Bauer, que dibujó 150 escenas de las Metamorfosis, con una breve descripción en latín y en alemán cada una. 

jueves, 14 de julio de 2022

¿Qué dice la señá Ema?

    La señá EMA (la comisaria política de la Agencia Europea del Medicamento, según sus siglas en inglés, que es la lengua del Imperio) ha recomendado comenzar ya, en pleno verano, el suministro y administración de la segunda dosis de refuerzo de la vacuna contra la COVID-19, es decir, la cuarta dosis o cuarto pinchazo, en mayores de 60 años y personas vulnerables de cualquier edad, así como continuar con una quinta dosis en otoño "siempre que haya transcurrido el tiempo suficiente desde la administración de la dosis de refuerzo anterior", no vaya a ser que se junten la cuarta y quinta inyección y provoquen una muerte súbita por sobredosis. 
 
 
    ¿En qué se basa la señá EMA para hacer tal recomendación? En una sugerencia (sic) de los modelos matemáticos (resic). Según sus propias palabras: Los modelos matemáticos sugieren claros beneficios de una segunda dosis de refuerzo para proteger a las personas mayores de 60 años
 
    Los 'claros beneficios' que sugieren los modelos matemáticos, esos nuevos expertos que no tienen nombre y apellidos porque nadie en su sano juicio quiere cargar con el muerto y los muertos, no están tan claros ni se verán nunca en el mundo real, a diferencia del virtual o metaverso paranormal, porque son hipótesis contrafactuales o contrafácticas. 
 
 
    
     ¿Qué habría pasado si... ? Nadie, ni dios omnisciente, puede saberlo. Si los sexagenarios, septuagenarios, octogenarios, nonagenarios, y etcétera si queda alguno todavía por ahí, que se pinchen por cuarta vez consecutiva no contraen la enfermedad, dirán que ha sido gracias a haber seguido las prudentes recomendaciones de madame EMA, pero nunca sabremos qué hubiera pasado en caso contrario. 
 
    ¿Qué habría pasado si...? Pero si contraen, sin embargo, la enfermedad, que es lo más probable porque es lo que está sucediendo a todo el mundo, vacunados y no vacunados, que caen como moscas víctimas de un vulgar catarro o proceso gripal veraniego, y porque todo el mundo reconoce que las nuevas variantes escapan, proteicas que son, de la definición que establecen los modelos matemáticos,  dirán que podría haber sido peor, es decir, mucho más grave, de no haberse pinchado, cosa que tampoco hay manera de saberla porque no tenemos la certidumbre contraria. 
 
 
    Recuerdo, a propósito de esto, un caso de una septuagenaria conocida que antes de la pandemia se puso literalmente a morir, según confesó ella misma,  después de una vulgar vacuna de la gripe. Sufrió un trancazo como nunca en su vida había padecido. Sin embargo, nunca estableció una relación entre la prevención y el gripazo que vino después. Al contrario, se dijo a sí misma y a los demás, dejándonos estupefactos: Menos mal que me vacuné, que si no, hubiera sido muchísimo peor. ¡Ay! ¿Qué habría sido de mí, Dios mío, si no me hubiese vacunado? 
 
    No reconocía la gilipollas* -omito su nombre propio por delicadeza- que no podía saber lo que hubiera sido de ella de no haberse inoculado porque ese caso hipotético no se ha dado, y al no haberse dado no hay posibilidad de comparación. Lo que se ha dado y lo que sabía, sin embargo, cualquiera menos ella es lo que le había pasado: que se había vacunado para no pillar la gripe, y había pillado una que no se la llevó al otro barrio de milagro. Ella dice, terca como una mula, que el milagro fue obra de la salvífica vacuna. 
 
     
     Y volviendo a las hipótesis factuales: si después de contraer la enfermedad tras inocularse, los viejos palman, se achacará el éxitus (letalis) -muerte en la jerga médica- a su avanzada edad y nunca a los efectos quien sabe ya si primarios o secundarios -llaman enrevesadamente 'beneficiosos' a los adversos- de los pinchazos. Y mientras tanto, los magnates de los laboratorios se frotan las manos y se forran. 
 
    *Se utiliza el término no como insulto, sino en el sentido de 'persona que asume como propio lo que le ha sido impuesto', o, dicho de otra manera, 'que hace, dice o piensa lo que le mandan creyendo que lo hace, dice y piensa no porque se lo manden, sino porque le sale espontáneamente' .

miércoles, 13 de julio de 2022

En la caverna platónica

    Una cita que no conocía y que me ha gustado mucho enseguida: Podemos perdonar fácilmente a un niño que tenga miedo de la oscuridad; la verdadera tragedia de la vida es cuando los hombres tienen miedo de la luz. He investigado sobre ella y visto que se repite muchas veces en varios repertorios de máximas (en línea y en papel), así como en carteles y camisetas. Y en varios idiomas. Por ejemplo, en francés, que es como me llegó a mí la primera vez: On peut aisément pardonner à l'enfant qui a peur de l'obscurité; la vraie tragédie de la vie, c'est lorsque les hommes ont peur de la lumière. También, claro está, en la lengua del Imperio: We can easily forgive a child who is afraid of the dark; the real tragedy of life is when men are afraid of the light. Invariablemente se atribuye la hermosa cita a uno de los mayores filósofos, si no el que más, de todos los tiempos: Platón, que vivió entre el 428 y el 347 a.C. El único problema es que si nos ponemos a repasar toda la obra escrita del princeps philosophorum, Platón nunca escribió eso.

    Atribuir esta cita a Platón, sin embargo, no resulta muy descabellado porque evoca, de alguna forma, su conocida alegoría de la caverna, que desarrolla al comienzo del libro VII de La República, su obra fundamental, donde Sócrates, su personaje preferido, describe la siguiente escena: unos seres humanos viven encadenados en el fondo de una cueva tenebrosa, frente a una pared en blanco, una pantalla, diríamos nosotros. Como están en lo más profundo de la caverna, viven de espaldas al mundo exterior, que no pueden ver. Sólo pueden ver las sombras que un foco de luz proyecta en la pared. Dan nombres a esas sombras, que son la única realidad que les es dado conocer. 

 

    Un día, uno de los prisioneros se libera de sus grilletes, y se aventura a salir fuera de la caverna, exponiéndose al mundo real de la luz y a su inicial deslumbramiento cegador, que da paso al asombro de lo que ve. Compadecido de sus compañeros, vuelve para explicarles lo asombroso que es el mundo real, y que todo lo que han visto y conocido hasta entonces es el engaño de una ilusión: meras sombras chinescas en una pared. Pero no le creen. Prefieren permanecer como están, como si se dijeran a sí mismos que vale más lo malo y conocido que lo bueno por conocer. Y permanecen donde están, apegados a las pantallas, literalmente encandilados, y encadenados a sus grilletes. Rechazan la luz y prefieren la oscuridad de la sala de cine donde se proyecta cualquier película de ficción en sesión continua. Los prisioneros encadenados serían los niños temerosos y asustadizos, por lo que la alusión a la luz y a la oscuridad se adecuan perfectamente a esta alegoría platónica de la caverna, que me gusta comparar con una sala de cine, o con el salón de nuestro hogar presidido por una pantalla de televisión.

      Ya se ha dicho que Platón nunca escribió esa frase. Sin embargo, en la literatura latina, pueden rastrearse algunas formulaciones parecidas, en concreto en un pasaje del libro II (vv. 55 y 56, que se repiten idénticos como un leit motiv a lo largo de la obra en III vv. 87 y 88 y en VI vv. 35 y 36) del De rerum natura del filósofo poeta romano Lucrecio. Dice así en la traducción en hexámetros castellanos rimados de García Calvo: pues, tal como en ciega tiniebla a los niños todo en espanto / les hace temblar, así a plena luz nosotros temblamos: nam, ueluti pueri trepidant atque omnia caecis / in tenebris metuont, sic nos in luce timemus.  

    Critica Lucrecio con este estribillo los temores causados por la religión, los dioses y la muerte, que deben ser disipados a los ojos de la razón. Pero Lucrecio, que era un filósofo epicúreo, ha sido poco y muy mal leído a lo largo de la historia precisamente por sus ataques a la Religio. El Concilio de Trento de la Iglesia Católica en 1551 prohibió la lectura de la obra de Lucrecio. Quizá por un verso como aquel de Religio peperit scelerosa atque impia facta (De rerum natura, I, 83): La religión cometió criminales y crueles acciones.

    No sucedió lo mismo con Séneca, el estoico, mucho más leído y celebrado que Lucrecio. Pues bien, Séneca cita a Lucrecio en su epístola 110 a Lucilio, donde repite los dos versos anteriores. Dice así Séneca, en la traducción de Ismael Roca Meliá: “La turbación de nuestros espíritus es tal como la ha descrito Lucrecio: En efecto, como los niños tiemblan y se asustan de todo en medio de oscuras tinieblas, así nosotros tememos en plena luz. Pues ¿qué? ¿No somos más insensatos que un niño cualquiera nosotros que tememos en plena luz? Pero es falso, Lucrecio, no tememos en plena luz: todo lo hemos convertido en tinieblas para nosotros.”

    En otros pasajes de su correspondencia epistolar con Lucilio, Séneca abunda en la misma idea. Por ejemplo, en la tercera de sus Epístolas Morales a Lucilio, parágrafo 6: Así pues, habrá que tener en mente esto que leí en Pomponio: “Algunos hasta tal punto se han refugiado en la oscuridad, que consideran que está en confusión lo que está a la luz”: itaque hoc, quod apud Pomponium legi, animo mandabitur: "quidam adeo in latebras refugerunt, ut putent in turbido esse, quicquid in luce est." Y también en otra epístola, la 24, 18, una de las más leídas y profundas de Séneca que versa sobre el miedo a la muerte, leemos: Nadie es tan infantil que tema al Cancerbero (el perro guardián de los infiernos al que se le imagina con generalmente tres cabezas y triple ladrido), a las tinieblas y al espectro de las sombras formado de huesos descarnados: nemo tam puer est, ut Cerberum timeat et tenebras et larvalem habitum nudis ossibus cohaerentium.

    Mucho menos conocido y leído Lucrecio que Platón, del que todo el mundo, por muy inculto que sea, ha oído hablar, aunque sólo sea en la expresión del “amor platónico”, alguien parafraseó su cita y se la atribuyó, para darle más autoridad y empaque, al princeps philosophorum, a Platón, y así nos llega hoy a nosotros.

martes, 12 de julio de 2022

Agilipollaos que estamos

    Publicaba el otro día El Confidencial a propósito del artista Santiago Sierra,  todo un experto en provocaciones que son celebradas y rápidamente asimiladas y digeridas por el sistema en ARCO, la feria de arte contemporáneo,  una suculenta entrevista bajo el título "Los muertos rubios de Ucrania sirven para vender armas"

     Sierra presenta en esta ocasión en la Bienal de Arte de Lanzarote un vídeo grabado en 2002 sobre inmigrantes y refugiados que cavan su propia tumba... Preguntado por su aportación, esto es lo que dice el artista: “El Mediterráneo de este a oeste y de sur a norte hace mucho que es un enorme cementerio. (...) La solidaridad y la ayuda mutua es la civilización, no tengo ninguna duda de ello, por tanto, lo que tenemos ahora es barbarie. Las fronteras son uno de los elementos más potentes a la hora de señalar cuán lejos estamos de la civilización.”

    Veinte años después de filmado el vídeo, el panorma, independientemente de quién regente la Moncloa, no ha cambiado nada en este aspecto. “Los partidos políticos son aquí y en todo el mundo organizaciones criminales en las que trabajan los peores elementos de nuestra sociedad, los más radicalmente antisociales. (...) Son lo que los griegos llamarían kakistocracia, el gobierno de los peores. (...) Estamos bastante jodidos, sí, y nuestros hermanos africanos aún más jodidos y llorando muchas muertes. Bastante mal, y no creo que nadie al mando tenga intención de parar esto. Los matarifes de Melilla fueron felicitados desde lo más alto de la montaña de mierda que es el poder en este triste país. Moncloa es un antro, el peor antro y siempre lo ha sido.” 

 

 Santiago Sierra: 3000 huecos de 180 x 50 x 50 cm. cada uno. Dehesa de Montenmedio, Vejer de la frontera (Cádiz). Julio de 2002.

 
    Cita Santiago Sierra, hablando de cómo los medios tratan de agilipollarnos -volvernos necios y estúpidos, según la docta Academia-, al filósofo Agustín García Calvo, que definía al gilipollas como “el que hace, dice o piensa lo que le mandan desde Arriba, pero convencido de que lo hace, dice y piensa, porque le da la gana, porque le sale de sus ideas y gustos propios”. Otra formulación de aquella consideración de gilipollas es aquel que asume como propio lo que le viene impuesto. 
 
    La etimología de 'gilipollas', por cierto, remonta al vocablo gitano 'gilí', que significa 'tonto, memo, lelo'. "Gilí" está recogido en nuestra literatura en Pérez Galdós y en Valle-Inclán. La Academia no le dio entrada hasta después de 1899. Es voz más jergal que familiar aunque también puede serlo en ciertos ambientes andaluces y madrileños. En otras partes se prununcia "gili" con acentuación llana. 
 
     "Gilipollas" sería, por lo tanto, un derivado de "gilí" y del término malsonante "pollas". Hay una etimología popular y castiza, sin embargo, según leo aquí, que remonta el término a un tal don Gil Imón, un funcionario del siglo XVI, que tenía dos hijas Feliciana y Fabiana que quería casar a toda costa. El problema era que sus dos "pollas", como se denomina coloquialmente a las mujeres jóvenes, eran poco agraciadas físicamente y, aun más, francamente feas. Como siempre aparecía don Gil con sus dos hijas en todas las ocasiones, aunque no viniera a cuento, se juntó su nombre con el apelativo de ellas: Ahí está don Gil y... pollas: Gilipollas. Como dicen los italianos en estos casos: se non è vero, è ben trovato.


    Preguntado por Melilla y por el conflicto de Ucrania, comenta Santiago cómo hay una vara de medir distinta, el famoso doble rasero, para los ucranianos y los subsaharianos: Si me agarro un coche y voy a la frontera ucraniana a cargarlo de gente que huye de la guerra de Ucrania y la traigo a Madrid haría una buena acción. Si fuera a Melilla para cargar mi automóvil de gente que huye de la guerra de Sudán sería también una buena acción, pero la sociedad brutalmente racista en la que vivimos trataría este último caso como delincuencia y tráfico de personas, y no sé cuantas canalladas más se dirían para acallar el reparto de injusticia rutinario del estado. Al que viniese de Ucrania con refugiados sale en la tele y le ponen un monumento en su pueblo y no solo es racismo, es ante todo la gilipollez(*) impuesta por los medios de formación de masas empeñados en una campaña publicitaria con muertos reales rubios para promocionar en Europa la venta de armas del complejo militar industrial
 
(*) Gilipollez, según la Academia, es el dicho o hecho propios de un gilipollas, y es término malsonante. Soplapollas también está recogido por la Academia con el significado de 'persona tonta o estúpida', pero no recoge el término equivalente y paralelo de 'soplapollez'.

lunes, 11 de julio de 2022

De la paz y de la guerra

     La siguiente reflexión de Cicerón sobre la guerra y la paz, sacada de su contexto, que es la séptima Filípica que escribió el orador contra Marco Antonio, me parece muy oportuna en cualquier caso: Nec ego pacem nolo, sed pacis nomine bellum inuolutum reformido, que viene a decir algo así: Yo no estoy contra la paz, pero me produce espanto la guerra envuelta en el nombre de la paz.



 El joven Cicerón leyendo, Vincenzo Foppa (1427-1515)

George Órgüel en su novela 1984  describía el mundo del Gran Hermano donde el lema del partido que gobernaba era: war is peace, freedom is slavery, ignorance is strength: guerra es paz, libertad es esclavitud, ignorancia es fuerza. En ese mundo controlado por el ojo panótpico del Big Brother se llamaba paz a la guerra, y libertad a la esclavitud en la que vivían. 


En nuestros días, asistimos a este ejercicio de ocultación de la verdad que consiste en llamar a las cosas con la denominación contraria de lo que son; y así a las guerras oímos que se las llama “misiones humanitarias de paz y de defensa de la democracia y de los derechos humanos”, por ejemplo, y nos quedamos tan contentos. 

En este sentido no está de más recordar aquí aquella honesta y sincera declaración de un veterano norteamericano de la guerra de Iraq,  que reconoció lo siguiente: Nos dijeron que luchábamos contra los terroristas: el verdadero terrorista era yo”.

Nuestra poetisa Isabel Escudero (1944-2017) escribió en su poemario Coser y Cantar (1994) el siguiente agudo pareado, que viene a decir lo mismo que decía Cicerón con otras palabras más castizas: Tú crees que esto es la paz: / esto es la guerra disimulá. 



       Proseguía Cicerón diciendo allí mismo:  Qua re si pace frui uolumus, bellum gerendum est; si bellum omittimus, pace numquam fruemur. Por lo tanto si queremos disfrutar de la paz, tenemos que hacer la guerra; si prescindimos de la guerra, nunca disfrutaremos de la paz. Pero no estaba aquí Cicerón, como puede parecer a primera vista, proclamando el viejo y también latino adagio que se atribuye a Vegecio “si uis pacem, para bellum”, si quieres la paz, prepara la guerra, que esgrimirán tantos militares y militaristas después de él para justificar el abuso de las armas, sino de declararle, si relacionamos este aserto con la frase anterior,  la guerra a la mentira reinante que llama paz a la guerra, y llamar lo primero de todo a las cosas por su nombre: al pan pan, y al vino vino; paz a la paz; guerra a la guerra. Pero corrijamos el latinajo: Si uis pacem, para bellum... bello: Si quieres la paz, haz la guerra... a la guerra.

    Las guerras que declara periódicamente el Régimen para su propio sustento a los víruses, al fanatismo religioso, al racismo, a la homofobia, a la transfobia, a otros regímenes dictatoriales más arcaicos y menos democráticos, al terrorismo, a la pobreza y demás desiguladades, al cambio climático... lo primero que hacen es crear un Enemigo, que no es más que un falso pretexto para realizar estos simulacros bélicos destinados a justificar la existencia del gobierno del propio Régimen que declara dichas guerras, un gobierno que sin el sustento de la fe en la existencia de dicho Enemigo no tendría mucho sentido ni razón para vivir. 
 
    Esas guerras piadosas son imposturas defensivas, como la existencia de un Ministerio de Defensa, que debería llamarse como Dios manda Ministerio de la Guerra. Esas guerras son pseudoguerras, en realidad falsas guerras que quieren blanquear la Guerra con mayúscula, la guerra de verdad, la idea de guerra, que es negra y que es padre de todas las cosas, según Hereaclito, una guerra fantasmática que hay que renovar constantemente para recrear el Enemigo. 
 
    Pero el Enemigo es el Régimen que declara dichas guerras a gigantes descomunales que son en realidad molinos de viento. El Imperio es de hecho incapaz de librar cualquiera de esas guerritas que agita y desencadena no tanto por falta de medios como sobre todo por falta de coraje, porque Occidente -y Occidente es hoy ya todo el globo terráqueo- tiene mucho miedo, miedo a la muerte, a la finitud, a la enfermedad, al sufrimiento, a la pérdida, y sobre todo tiene miedo al miedo, que es el peor miedo que hay.