miércoles, 18 de noviembre de 2020

Psicopompos y psicagogos a gogó.

Psicopompo es epíteto del dios Hermes en calidad de guía de las almas en su último viaje al pudridero de los infiernos, y también del barquero Caronte, que embarca en la última travesía a las ánimas de los difuntos previo pago de un óbolo. Este helenismo está fraguado con la palabra “psic(o)” (alma o, si se prefiere un término más aséptico: mente) y “pompo”, que significa conductor, guía, compañero de viaje.


El mar del Aqueronte y Hermes psicompompo, Adolf Hiremy-Hirschl (1898)

Tanto Hermes como Caronte serán nuestros psicopompos cuando nos llegue la hora, es decir la de abandonar este mundo. Dejémosles, pues, el epíteto a ellos, y resucitemos otro muy similar para nuestro propósito sin esas fúnebres connotaciones en principio, aunque al fin y a la postre va a resultar lo mismo que el otro como espero que se vea más adelante,  a fin de englobar a psicoanalistas, psicólogos y psiquiatras; todos ellos pueden ser definidos con el helenismo que propongo: psicagogos.


 La Barca de Caronte, José Benlliure y Gil (1919)

Este palabro es de impecable hechura helénica y está fabricado a imagen y semejanza de pedagogos y demagogos, con el término “agogo”, que también significa que conduce, que guía, que lleva, manipuladores como son estos profesionales de lo que conservamos del niño (ped-) y del pueblo (demo-) respectivamente, es decir de aquello que hemos sido y acaso seguimos siendo en el fondo de nuestro corazón. En el mundo antiguo, un psicagogo era también un mago evocador de las almas de los muertos. Además de este significado espiritista, la “agogía” conlleva otras varias connotaciones, aparte de la idea de conducción, como la dirección de un caballo, de un ejército, de los asuntos públicos, del espíritu y de la educación.

La agogía, pues, es la conducción del pueblo, del niño o de nuestra mente hacia una meta preestablecida: el gobierno, en el caso del pueblo, la edad adulta, en el caso del niño, y la normalidad y aceptación de la realidad o conformación con lo establecido en el caso de la psicagogía.

 Hermes psicompo
La agogé espartana se caracterizaba por su obligatoriedad, y porque estaba controlada por el Estado, es decir, por su carácter público y no privado, como nuestra educación primaria y secundaria. En los tres casos se trata de una dominación del pueblo, del niño y de la mente o alma del individuo: eso es lo que tienen en común, la muerte, en suma de lo que acaso estaba vivo debajo de las palabras "pueblo", "niño" y "alma" o "mente".

En efecto, el pedagogo -el más ilustre, el único: Herodes, según Juan de Mairena, el heterónimo de don Antonio Machado- se dedica a conducir al niño hacia la madurez, para insertarlo así en la sociedad y hacerlo pasar por el aro cual fierecilla domada, a fin de convertirlo en un niño muerto. El demagogo, por su parte, es el encargado de guiar al pueblo, de manejarlo, de llevarlo por el mal camino. No en vano los políticos de uno y otro signo suelen echarse en cara unos a otros que son unos demagogos. Y tienen razón: la política no es más que demagogia justificada como democracia, manipulación del pueblo, conversión de la gente en contribuyentes y votantes, y de,  en el mejor de los casos, ciudadanos y no súbditos, olvidando que es la misma cosa con distinto nombre, muerte del pueblo de la gente viva en definitiva. Hace poco leíamos en la prensa que un político acusaba a otro de ser "la voz de su amo". Y es verdad. Como también es verdad que es lo mismo el político acusador que el acusado. 


 El paso de la laguna Estigia, Joachim Patinir (h. 1520)

Pues bien, junto a los pedagogos y demagogos, que nos manipulan en el ámbito público -educación obligatoria y sumisión política-, tenemos en el ámbito de nuestra vida privada a los psicagogos, que cobran sus emolumentos por manipular nuestra psique cuando se nos presenta algún trastorno de salud mental a través del psicoanálisis, las diversas estrategias psicoterapéuticas o los fármacos en último extremo, tratando de solucionar "nuestro" problema. 

La función, en efecto, de los psicagogos es que nos adaptemos a la realidad, al principio de realidad, a que las cosas son como son, y que debemos aceptarlas tal y como son porque no pueden cambiarse a nuestro antojo y por capricho. Los psicagogos nos engañan tratando de convencernos de que lo que es a todas luces un problema social y político es en realidad “nuestro” problema individual, personal, particular, psíquico, por eso necesitan guiar nuestra psique hacia la aceptación de que las cosas son como son y no pueden ser de otra manera. Camuflan así un problema social en psicológico, culpabilizándonos o responsabilizándonos, si se prefiere un término más laico y con menos connotaciones religiosas, a nosotros mismos,  pecadores, y convirtiéndonos en almas muertas, matando lo que de vivo quedaba en ellas al calificarlo de "enfermedad mental" en el mejor de los casos o, en el peor, de vesánica  locura.

martes, 17 de noviembre de 2020

Nuevo repertorio de mensajería breve

(Goyesca) La razón, amodorrada por los medios de manipulación de masas y autoridades sanitarias, engendra monstruos: #salva vidas, #quédate en (tu puta) casa...  
 
La ideología científica, la nueva fe laica, ha venido a sustituir religiosamente a la vieja teología, renovando el repertorio de creencias y artículos de fe. 

La idea de progreso, como todas las ideas, no deja de ser una ficción más que nos permite avanzar hacia ninguna parte a un ritmo progresivamente acelerado. 

Diafonía ton doxón o disparidad de opiniones: Carnéades hizo el elogio de la justicia un día, y al siguiente refutó el encomio, sembrando así el escepticismo.

 Busto de Carnéades, Múnich

Una fuerza diabólica nos empuja a querer ser "alguien" con un nombre propio que sea recordado el día de mañana huyendo de la fosa común del bendito anonimato. 

"Feliz el hombre que nada es", dijo Krishnamurti, tras disolver la orden que presidía, renunciando a su magisterio y a ser el gurú de un nuevo credo religioso. 

Mas que labrarnos una personalidad propia deberíamos desarticular la que tenemos, dejar caer máscara y persona, y desaparecer detrás como por arte de la magia. 
 
Los regidores de los municipios en riesgo extremo, ante la falsa segunda ola pandémica, apelan la responsabilidad de los vecinos, culpabilizándolos de aquella.

¿Quién crees que eres? ¿Te crees alguien? Puedes identificarte, si quieres, con cualquiera, contigo mismo, por ejemplo, pero esa no es tu verdadera identidad. 
-¿Cuál es tu nombre? -Nadie.
 
Tetralema: ¿Somos la diminuta gota de agua que se disuelve en el mar, o el mar que se disuelve en la gota de agua, o ambas cosas a la vez o ninguna de las dos? 

Se habla mucho de la violencia de "género", lo que hace que se invisibilice la violencia general ejercida a los animales, que ni siquiera se percibe como tal.

Si has dejado de creer en los dogmas de la vieja religión y vuelto un descreído, no te preocupes, la sociedad enseguida te ofrece otros nuevos artículos de fe.

En el momento en que una idea se apodera de nosotros, se enquista y se convierte en idea fija, obsesión y tumor cerebral que roza el vecino país de la locura. 

La ideología científica exige, como antaño la teología, que tengamos fe, fe en la ciencia que nos deparará un futuro mejor gracias a los avances tecnológicos. 

El culto a la Naturaleza les inspira a algunos ecologistas un temor religioso y una devoción reverencial comparable a la que antes infundía Dios omnipotente. 

La ecología se ha convertido en una religión con sus propios dogmas y promesas de salvación de los nuevos creyentes ante la amenaza del cataclismo del planeta. 

Si el pueblo es soberano, como sentencian y reiteran ad nauseam los demócratas, ¿sobre quién ejerce el poder? ¿Sobre sí mismo? ¿Cómo se entiende ese sinsentido? 

El objetivo de la democracia parlamentaria formal, basada en el sufragio universal y elección de representantes, es evitar la democracia auténtica: la acracia. 

Los pocos pero verdaderos gozos de la vida no vienen de arriba, sino de abajo, de lo desconocido y lo que no tiene nombre, y nos hacen cerrar los ojos y soñar. 




En cuanto accedemos por vez primera al eufemismo del "mundo del trabajo", propiamente mercado laboral, nos convertimos en mercancías que se compran y se venden. 

La necesidad imperiosa de ganarse uno la vida es lo que echa nuestra vida a perder, convirtiéndola en mercaduría y en dinero que nos cosifica y despersonaliza. 

La supresión del latín en la enseñanza porque no sirve para nada es un insulto a la inteligencia; habría que suprimirlo sólo si fuera de alguna utilidad.
 
¡Ultraje a la bandera? No rendirle reverencias a una bandera no es hacerle ningún agravio; el que haya banderas, ese es el genuino ultraje de lesa humanidad.

El lema nazi “el trabajo te libera” ha sido sustituido por “el trabajo te realiza”, es decir, te cosifica: trabajando te realizas, no te liberas del trabajo.

lunes, 16 de noviembre de 2020

Trece mensajes breves más y una glosa

El porvenir está, por definición, siempre por venir, por eso no llega nunca. Desconfiad del que diga que aún está por venir lo peor, o, da lo mismo, lo mejor.

"El respeto a las consignas salva vidas" reza un panel luminoso y mentiroso en la autovía. Respeto quiere decir ahí obediencia, y consignas lo que nos mandan

 

Recojo del filósofo francés André Comte-Sponville la siguiente perla cultivada: “Hay que acabar con el culto de la salud que hace de la medicina una religión”.

Es inadmisible que otorguemos a las autoridades sanitarias y a la casta médica no ya la gestión de nuestras enfermedades, sino de nuestras vidas como hacemos.

A la mierda el trabajo: Podemos obtener a cambio de la dedicación de nuestro tiempo dinero, pero nunca recuperaremos el tiempo perdido por el salario recibido.

Dostoyesqui, cita de Graeber: “La peor tortura que se puede diseñar sería obligar a alguien a efectuar a perpetuidad una tarea claramente inútil” como Sísifo.

¡A las diez en casa! Toque de queda (o "restricción de movilidad nocturna") por orden del Estado paternalista que nos considera necesitados de tutela parental.

Sospecho que lo mejor del libro no leído aún de Andreu Navarra sobre el sistema educativo español es su título “Devaluación continua”, provocativo y sugerente. 

El Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad no es una perturbación individual infantil, sino el síntoma diagnóstico y sintomático de nuestra sociedad. 
 
Me invita el diario a suscribirme con estas palabras: “Cuando la buena información se propaga, el virus se frena”. No es verdad: el virus es la información.
 


"Lo peor que le puede ocurrir a este país es que no tengamos Gobierno, es un drama" ha declarado un melodramático Revilla, presidente del Gobierno de Cantabria. 

Revilla le pide a la Virgen, como las ranas a Zeus, que haya gobierno "cuanto antes" para que acabe el daño terrible de estar sin presupuestos y sin Ejecutivo. 


La lucha contra el patriarcado y el machismo no debería llevarnos al matriarcado y al feminismo, dos caras de la misma moneda, sino a enfrentarnos al Poder. 

Glosa: Patriarcado y matriarcado son dos términos que tienen algo que los diferencia y algo que los iguala, por lo que no son tan antitéticos como parecen a primera y simple vista: difieren en la referencia a la figura masculina del padre (patri-) o a la femenina de la madre (matri-) y tienen en común la alusión al poder, -arcado, del griego ἄρχω (árcho), que es tanto "mandar" como "ser el primero". 

Es innegable que la sociedad actual es patriarcal, algo que uno puede aceptar o rechazar, pero que nadie en su sano juicio puede negar que así sea. Es un hecho incontrovertible frente al que cabe una actitud conformista o de rebeldía. El problema viene cuando los que adoptan la actitud inconformista declarando la guerra al patriarcado recaen en la trampa del dualismo que les impide superar la contradicción, como dice Vaneigem, y propugnan a cambio como remedio del problema que pretenden resolver el matriarcado, que es lo mismo que el patriarcado pero ejercido por la mujer. Truecan la figura del patriarca por la de la matriarca, lo que, lejos de debilitar el segundo elemento del palabro, lo refuerza. Es decir, luchan contra el patriarcado, pero no contra la jerarquía en sí del poder. 

Oponerse efectivamente al patriarcado no consiste en instaurar el matriarcado, sino en negar el principio democrático mismo que a ambos sustenta fomentando el acrático. La emancipación femenina no consiste en que las mujeres rompan el techo de cristal como dicen los feministas y puedan llegar a ser ministras, jefas de Estado, policías, ejecutivas igual que los  varones. 

Tampoco consiste como pretenden algunos feministas monárquicos en que la infanta Leonor sea declarada reina de España el día de mañana, sino en que no haya reyes ni reinas, o que, dicho de otra manera, todos y no sólo la familia real de los borbones en España podamos, por poner un ejemplo, ser reyes y reinas. No se trata de empoderar a la mujer, sino de desempoderar al varón.

Si las mujeres acceden a aquellos puestos ejecutivos que volvieron despreciable al varón (el poder, la autoridad, la jerarquía militar o religiosa, etcétera), esos mismos puestos volverán despreciables a las féminas, porque los que mandan sea cual sea su sexo biológico son los más mandados. No se trata en definitiva de que las mujeres ejerzan el poder igual que los hombres, sino de que ni unos ni otras lo ostenten, porque la lucha no es entre hombres y mujeres sino de unos y otras contra el  Dominio en cualquiera de sus múltiples aspectos.

domingo, 15 de noviembre de 2020

El amor, el sexo y el virus coronado en la segunda ola

El adjetivo πάνδημος (pándemos) al igual que πανδήμιος (pandémios) hace su aparición estelar en el célebre diálogo platónico sobre el amor, el Banquete o Simposio, en el que uno de los comensales, un tal Pausanias, establece que Eros -el amor- no es un dios unitario e idéntico siempre a sí mismo, y de la misma forma que hay una Afrodita celestial -urania, la mayor, la que no tiene madre, la que nació de las espumas del mar fecundadas por el semen de Urano- y otra, la menor, que es hija de Zeus y Dione- a la que llamamos común, popular -pándemos, en griego-, hay también dos amores, pues Afrodita y Eros son inseparables. 

El eros popular o pandémico prefiere el cuerpo, mientras que el eros celeste o uránico ama más el alma. El primero es carnal, el segundo espiritual. Pausanias condena el primero. Quizá de aquí es de donde ha salido la conceptualización del llamado “amor platónico”, que se inclinaría más por el amor ideal, espiritual que el real o carnal que siente la gente de ínfima condición, que se lanza a lo que surja sin hacer demasiadas distinciones. 

A continuación interviene Erixímaco, que, admitiendo la distinción establecida por Pausanias, no condena sin embargo el amor vulgar y común, sino que lo recomienda con moderación. En esta misma línea, hay que recordar la actitud epicúrea y radicalmente contraria al amor platónico, entre los romanos, de Lucrecio, que habló en su poema en verso de la locura y el sufrimiento que provoca el amor ideal, y propuso como remedio la Venus uolgiuaga, la Venus que vaga por el pueblo.

 Afrodita Pandemos, Charles Gleyre (1854)

Jenofonte, por su parte, en su Simposio o Convite pone en boca de Sócrates, fiel a su no saber, que no sabe si hay dos Afroditas distintas o se trata de dos aspectos -epónimos o sobrenombres, dice él- de la misma diosa, un poco, diríamos nosotros, como sucede entre los católicos con el culto a la Virgen María, que es una sola, pero tiene distintas y numerosas advocaciones, aunque reconoce Sócrates que sí hay dos cultos distintos: εἰ μὲν οὖν μία ἐστὶν Ἀφροδίτη ἢ διτταί, Οὐρανία τε καὶ Πάνδημος, οὐκ οἶδα· καὶ γὰρ Ζεὺς ὁ αὐτὸς δοκῶν εἶναι πολλὰς ἐπωνυμίας ἔχει· ὅτι γε μέντοι χωρὶς ἑκατέραι βωμοί τε καὶ ναοί εἰσι καὶ θυσίαι τῆι μὲν Πανδήμωι ῥαιδιουργότεραι, τῆι δὲ Οὐρανίαι ἁγνότεραι, οἶδα. Así pues, no sé si hay una sola Afrodita o dos, la celestial y la vulgar, pues también Zeus, aunque parece ser uno mismo, tiene muchas advocaciones; aun así, sé que hay para cada una de ellas altares separados, templos y ritos, muy libres y relajados para la Afrodita vulgar, y muy cstos para la celestial (traducción propia).

Con sus consejos tan puritanos como obscenos, los nuevos idealistas de la celestial virtualidad sexual, los modernos sexólogos están oponiéndose a la pandemia mucho más de lo que ellos mismos imaginan, pues recomiendan en estos tiempos de la segunda ola del virus coronado que se han inventado para seguir sustentando el pánico, y que me recuerda a mí a aquella "ola de erotismo y pornografía que nos invade" de la dictadura tardofranquista, recurrir al amor uranio, celeste, ideal: tanto da. Aunque ellos no lo dicen así, nos están recomendando la Afrodita espiritual o amor platónico, o dicho con término más contemporáneo, para que lo entiendan los mileniales, el sexo virtual, que es lo mismo, lo que nos da idea de lo que será la dichosa “nueva normalidad”. 

Afrodita Urania, Christian Griepenkerl  (1878)

Dicen que hay que evitar los besos, hacer uso de mascarillas y preservativo, y que la pareja podrá llegar a tocarse manteniendo medidas preventivas. No sé yo muy bien cómo entender estas obscenidades. Supongo que se refieren a guantes asépticos. No creo que se precisen trajes de protección sanitarios similares a los de los astronautas... Pero si hay que guardar la distancia de seguridad de dos metros, que ahora parece que quieren rebajar a metro y medio, poca cosa podremos hacer con nuestra pareja estable u ocasional, salvo tocarnos a nosotros mismos y consagrarnos al onanismo.

"La sexualidad es tan rica y variada que no se pueden dar fórmulas mágicas -puntualizan-, sino solo realizar aquellas prácticas que sean seguras y placenteras para ambos". Me da a mí que lo de prácticas seguras y placenteras es muy contradictorio, pero bueno los sexólogos o expertos en conocer lo desconocido, que es el sexo, donde todos nos perdemos, llegan a sugerirnos que podemos encontrar algún placer, aunque parezca mentira, en lo que nos mandan: "A lo mejor la mascarilla se convierte en un objeto de fetichismo erótico". 

Pero lo más seguro, vuelven a la carga, es el sexo virtual o el cibersexo: no transmite el coronavirus, que es ahora lo que más importa, pero tampoco otras enfermedades venéreas, y evita embarazos no deseados. El sexo virtual, enfatizan, lejos de ser un mero "sustituto pobre" del sexo presencial, es decir, del sexo carnal de toda la vida, puede constituir "una nueva estrategia en las relaciones sexuales", una variante que puede ayudar a "salir de la monotonía" en la que a veces incurren algunas parejas poco imaginativas. 

 
Lo más seguro, en definitiva, aunque no se atreven a decirlo claramente así porque suena muy puritano, es no follar si no queremos infecciones ni contagios y somos personas cautas, porque de lo contrario somos unas cabras locas descerebradas que dicen “a fornicar, que son dos días y el mundo se acaba”, y eso sólo puede llevarnos a nosotros y a nuestras parejas a acabar mal, ya sea en el hospital o ya sea en el cementerio, que viene a ser lo mismo. 

Se trata de una campaña moralizante en toda regla de la vida pública y privada, cuya motivación primera no es como pudiera parecer a primera vista sanitaria, sino moral y en último extremo política, por lo que la argumentación profiláctica, higiénica y sanitaria que  nos ponen por delante es secundaria, como un intento de justificación o racionalización de las medidas que han, como dicen ellos, implementado. Dejamos al margen la cuestión, cuando menos discutible, de hasta qué punto es o no es tan verdaderamente letal el virus coronado como nos lo han querido presentar.

La vuelta a la normalidad sin adjetivos, la de toda la vida -no estamos hablando de la “nueva normalidad” que nos impone el discurso dominante- parece muy lejana en estos tiempos de virus coronario que corren. Dependerá, dicen algunos, “de lo que tarde en llegar una vacuna o un tratamiento eficaz para que la COVID-19 deje de tener el protagonismo actual y pase a ser una enfermedad más”.
 
Nacimiento de Venus, Alexandre Cabanel (1863)

Pues bien, el protagonismo actual que tiene el virus coronado se lo han dado las autoridades sanitarias y los medios, e indirectamente se lo damos nosotros ahora mismo hablando de él. El virus sólo ha dejado de ser el causante o responsable de una enfermedad más, que es lo que era, para convertirse en una coartada esgrimida por los gobiernos para mantener bajo control a la gente, no vaya a ser que se desmande. 

La mejor vacuna contra la COVID-19 está ya disponible y a nuestro alcance. Es bien barata y accesible. No hace falta adquirirla en ninguna farmacia. Hay stock suficiente para toda la población que la precise. No tine efectos secundarios: Consiste en dejar de creer en el virus, como decía el otro: la mejor vacuna es la pérdida de fe en Él.

sábado, 14 de noviembre de 2020

¡A la mierda el trabajo! (Encomio y reivindicación de la pereza)

Una copla popular catalana hace de una de las maneras más graciosas que conozco la apología de la pereza, invocándola como si fuera una Virgen o una Santa,  con la consiguiente y complementaria execración del trabajo asalariado.  La versión abreviada reza: «Santa Mandra gloriosa, | ens guardi de treballar, | que els dies en són per lleure (variante jaure) | i la nit per descansar». Lo que viene a ser en castellano:  “Santa Pereza gloriosa, líbranos de trabajar; que los días son para el ocio (variante yacer) y la noche para descansar”.
La versión más completa, por su parte, enumerando todos los días de la semana reza así a modo de letanía: Santa Mandra Gloriosa, / guardeu-nos de treballar, / que tinc un os a l’esquena / que no el puc pas doblegar. / El dilluns no nés pas dia, / el dimarts per descansar, / el dimecres per anar a fora, / el dijous per reposar, / el divendres passen comptes / pel dissabte anar a cobrar. / El diumenge, no cal dir-ho, / no és dia de treballar. / Santa Mandra Gloriosa / guardeu-nos de treballar. 

 
En relación con esta copla, hay en catalán también una frase hecha muy popular que se emplea como adjetivo sinónimo de gandul o haragán: “Feina-fuig,-mandra-no-ens-deixis”: Huye-trabajo,-pereza-no-nos-dejes. La “feina” es el trabajo. La palabra procede del latín facienda: origen de nuestra hacienda, que viene a ser sinónimo de agenda lo que hay que hacer por obligación y no por devoción, es decir, los quehaceres, y está emparentada con el castellano faena, porque la facienda es siempre una faena.

La mandra, por su parte, es palabra desusada en castellano, donde significaba “majada donde se recogen los pastores”. Su origen es griego: μάνδρα (mándra): redil, aprisco, de donde llegó al romance (italiano, catalán, castellano) a través del latín. En castellano Corominas recoge el adjetivo mandria, que entró en la segunda mitad del siglo XVI, procedente del italiano con el significado de “rebaño” y connotación despectiva de “borreguil”. Y de ahí el uso castellano de “apocado, inútil y de escaso o poco valor” y el uso aragonés como sinónimo de holgazán y vago.
Frente a la consideración católica de la pereza como uno de los siete pecados capitales, alineado con la lujuria, la envidia, la gula, la ira, la avaricia y la soberbia, reivindicamos aquí la figura intelectual del yerno de Karl Marx,  Paul Lafargue, y con permiso de sus Manes reclamamos, como él, no el derecho al trabajo que reivindicaba su suegro y los marxistas que han venido detrás, sino el derecho humano elemental a la pereza, contra el trabajo asalariado que no es una bendición de Dios, como cacareó una vez un Papa, sino una maldición, como reza en la Biblia. 

Dios te salve a ti, Pereza, / inocente y celestial, / redímenos del trabajo, / que es pecado capital; líbranos de su condena, / quítanos de trabajar. / Santa Galbana Divina, / líbranos de todo mal, / sácanos de la semana / y el mercado laboral. / Sacra Vagancia Piadosa, / danos la holganza a placer, / lejos de ocios y negocios / y del maldito parné. / Ave, Desidia Celeste, / déjanos gandulear, / que hay ya bastante currelo: / no hace falta que haya más. / Beata haraganería, / no nos hagas padecer, / no hemos venido a este mundo, / ni a mandar ni a obedecer. / Gloriosa Holgazanería, / venga a nos tu bendición, / no nos desampares, danos / pronto la jubilación. 

viernes, 13 de noviembre de 2020

¿Medicina o salud (y III)?

La crítica que hace Plinio en el libro XXIX de su Naturalis Historia a los que se dedican profesionalmente a la medicina es que trafican con nuestra propia vida convirtiéndola en una mercancía (anima statim nostra negotiari). Cita un curioso epitafio de un sepulcro infeliz o del sepulcro de un infeliz: hinc illa infelicis monumenti inscriptio: que había muerto por el escuadrón -por el equipo, diríamos hoy- de los médicos (turba se medicorum perisse). Y comenta que miles de personas viven sine medicis, sin médicos, como habían vivido los romanos antes de la llegada de los profesionales griegos, aunque obviamente no sine medicina, no sin medicina. 

De alguna manera es partidario de que la medicina sea patrimonio de todos, y no de unos pocos “doctores” entendidos. En ese sentido, la profesionalización del arte médica les vino a los romanos de Grecia, una ciencia “que el pueblo romano, una vez conocida, condenó". Antes de la profesionalización médica, los romanos practicaban la medicina, herederos como eran de una tradición secular. Otra de las cosas que les recrimina a esos "doctores" es la utilización de una verborrea incomprensible para el vulgo: hablaban, y siguen haciéndolo hoy, una jerga criptogriega. 

Con la ayuda de Venus, el médico Iápige cura a Eneas de una herida recibida en Italia durante la lucha del héroe contra Turno, el rey de los rútulos. Museo Arqueológico Nacional, Nápoles.

Cita Plinio el testimonio del historiador analista Casio Hemina que dice que el primer médico que como tal vino a Roma del Peloponeso fue un tal Arcágato, hijo de Lisanias, durante el consulado de L. Emilio y M. Livio, en el año 535 de la fundación de Roma, esto es en el 219 antes de Cristo, (primum e medicis uenisse Romam Peloponneso Archagathum Lysaniae filium L. Aemilio M. Liuio cos. anno urbis DXXXV), que le fue concedido el derecho de ciudadanía romana y un establecimiento adquirido a tal fin a expensas públicas en el cruce de Acilio (eique ius Quiritum datum et tabernam in compito Acilio emptam ob id publice); que fue un cirujano famoso y su llegada al principio extraordinariamente agradable (uulnerarium eum fuisse egregium, mireque gratum aduentum eius initio), después por la crueldad de cortar y cauterizar cambió el nombre a carnicero y su oficio y todos los médicos al aborrecimiento (mox a saeuitia secandi urendique transisse nomen in carnificem et in taedium artem omnesque medicos).


Hay quien cree que la crítica de Plinio no tiene mucho valor sociológico, sino que se hace eco del mero tópico literario repetido desde la Comedia Nueva ática hasta el fin de la Antigüedad de que el médico era el único homicida que queda impune después de ejecutado el homicidio. Aun siendo mero tópico literario la de considerar al médico un matasanos, no deja de responder a un sentimiento popular de rebeldía contra la yatrogenia, es decir, contra la medicina como administración de fármacos mortales y contra los médicos como suministradores de una muerte que acaban certificando. 

jueves, 12 de noviembre de 2020

¿Medicina o salud (II)?

Gayo Plinio Segundo, alias Plinio el Viejo, escribió en el siglo I de nuestra era en su Historia natural (XXIX, 8, 18) lo siguiente a propósito de la yatrogenia avant la lettrediscunt periculis nostris et experimenta per mortes agunt, medicoque tantum hominem occidisse inpunitas summa est. quin immo transit conuicium et inteperantia culpatur, ultroque qui periere arguuntur: Aprenden (los médicos)  a costa de ponernos a nosotros en peligro,  y hacen experimentos con nuestras muertes y solamente le es dada al médico la soberana impunidad de haber matado a un hombre. Es más, se cruza el reproche y se echa la culpa a la intemperancia, y encima hacen responsables a los que han muerto. 

Molière, el célebre comediógrafo francés, escribió "Le malade imaginaire" (que se ha traducido como El enfermo imaginario, o El enfermo aprensivo o El paciente hipocondriaco), una sátira de los efectos colaterales de la medicina, inspirándose en parte, como veremos, en el susodicho pasaje de Plinio. 

El enfermo imaginario, Max Claudet (1840-1893)

En el tercer intermedio, en efecto, del tercer acto, que es el final, de la obra se representa una ceremonia en la que entre cantos, danzas y recitados se celebra la graduación de un médico.  Utiliza Molière la siguiente fórmula latina macarrónica, que resulta cómica porque se entiende el francés que hay detrás de la morfología latina, con la que un hombre recibe el bonete que hace de él un doctor: Dice así: Ego, cum isto boneto / venerabili et docto / dono tibi et concedo / virtutem et puissanciam / medicandi, / purgandi, / seignandi, / perçandi, / taillandi, / coupandi, / et occidendi / impune per totam terram: Yo con este bonete / venerable y docto / te doy y concedo / la virtud y el poder / de medicar, / de purgar, / de sangrar, /de atravesar, / de diseccionar, / de cortar / y de matar / impunemente por toda la tierra



Finalmente todos los médicos y boticarios, bailando, le hacen una reverencia al nuevo médico. Molière se ha hecho eco aquí de la sentencia de Plinio arriba citada:  medicoque tantum hominem occidisse inpunitas summa est: Sólo un médico puede matar impunemente a un ser humano. Summa inpunitas: con toda la impunidad del mundo. No son gajes del oficio: es su oficio, matar y certificar la muerte.  

Dice la Academia que matasanos es una denominación coloquial y despectiva que se aplica a un curandero o un mal médico. Popular- y burlescamente se aplica a todos los médicos, independientemente de su cualificación profesional. Y está documentada según Coromines en castellano desde 1617, palabra compuesta del verbo matar y del adjetivo sanos. El verbo matar, por cierto, está atestiguado desde mitad del siglo X entre nosotros, y además de quitar la vida significó también "herir", como vemos en algún derivado actual como "matadura" (llaga o herida que se hace la bestia por ludirla el aparejo o por el roce de un apero) y en la expresión coloquial "dar a alguien en las mataduras" (según la Academia: Zaherirlo con aquello que siente más o que le causa más enojo y pesadumbre). 

 De qué mal morirá, Caprichos, Goya (1797-99)

El Certificado Médico de Defunción (CMD) es el documento que acredita la muerte de una persona, y que permite la inscripción de dicho fallecimiento en el Registro Civil y la inhumación del cadáver. Debe emitirlo el médico que presta la asistencia en el último momento o el facultativo llamado a comprobar la certeza del óbito o "exitus letalis" con su firma.

miércoles, 11 de noviembre de 2020

¿Medicina o salud?

Define la Academia la yatrogenia (mejor que iatrogenia, aunque también admite que se pueda escribir así) como la "alteración, especialmente negativa, del estado del paciente producida por el médico".  Del gr. ἰατρός iatrós 'médico' y γένος 'origen'. La yatrogenia es la enfermedad producida por la propia medicina, y es que, como decíamos el otro día, la medicina perjudica gravemente a la salud.
 

La yatrogenia no debe confundirse con el damnum iniuria datum per medicum o negligencia médica, delito contemplado ya en el derecho romano, que es otra cosa. La yatrogenia es inherente a la profesión médica. Tampoco debe confundirse con los efectos secundarios de los medicamentos, a veces más perjudiciales que beneficiosos los primarios. Hay pruebas diagnósticas que detectan falsos positivos y que acaban generando por efecto nocebo una enfermedad que antes no existía. Hay medidas profilácticas que se le imponen a la población, como el confinamiento ciego, indiscriminado y domiciliario, a raíz del virus coronado-cosecha 2019, que no sólo no son en absoluto saludables, sino que son perjudiciales para la salud y el bienestar de los pacientes votantes y contribuyentes. Hay fármacos cuyos efectos secundarios desconocen los propios médicos que los recetan y son peligrosos. La medicación, por ejemplo, basada en estatinas contra el colesterol favorece, al parecer, la aparición de la diabetes. 


La yatrogenia tiene que ver con la propia medicalización de la vida humana, es decir, con la relación que convierte al médico en señor feudal y al paciente en su vasallo que a la vez se hace cliente de la industria farmacéutica y de la figura del célebre boticario. Todos somos enfermos en el siglo XXI. «La medicina avanza tanto -vaticinó Aldous Huxley una vez- que pronto estaremos todos enfermos». Bien, pues ese día ha llegado ya con la explosión globalizada del susodicho virus coronado. Todos somos susceptibles de ser portadores del bicho microscópico, aunque seamos asintomáticos, es decir, aunque no lo sepamos ni lo padezcamos. Todos somos peligrosos para nosotros mismos y para los demás. Pero el Estado, el más frío de todos los monstruos, según Nietzsche, adoptando la mascarilla terapéutica que lo convierte en Estado Terapéutico, vela por nosotros,  es decir, por nuestra salud intoxicándola.

La industria farmacológica avanza también que es una barbaridad, como decía el otro. Y, a veces, dice el refrán, es peor el remedio que la enfermedad. Ya lo sugirió Virgilio en el verso 46 del libro XII de la Eneida, donde canta la uiolentia Turni, la agresividad que Turno, el rival de Eneas, siente. El rey Latino intenta aplacar esa furia con sus palabras: ¿Por qué Turno no renuncia a sus pretensiones, viene a decirle, y permite que se haga la paz? El caso es que la violencia, la enfermedad mental en este caso, diríamos nosotros, que siente Turno no se doblega con esas palabras, sino que "exsuperat magis aegrescitque medendo": se acrecienta más y se agrava intentando curarla. La cura encona la enfermedad. O como tradujo el doctor don Gregorio Hernández de Velasco (Toledo, 1555) el hexámetro virgiliano con un hendecasílabo: "Y cuanto más le curan, más enferma".

La medicina no debería consistir en un hacer algo por hacerlo, cuando generalmente la mejor terapia es deshacer o no hacer nada. Ya lo dice la sabiduría popular desengañada: "Sana, sana, culito (colita, según otras versiones) de rana; si no sanas hoy, ya sanarás mañana".

El trabajo de Hércules de enfrentamiento con la Hidra de Lerna nos ilustra sobre este punto y enseña una lección: la solución del problema en lugar de acabar con él, que sería la disolución o análisis propiamente dicho del problema, multiplica el problema. 

martes, 10 de noviembre de 2020

24 mensajes más encapsulados en mínimas dosis

 "El sueño de la razón produce monstruos" de Goya no alude al sueño onírico, óneiros, sino al hipnótico, hýpnos: los endriagos surgen cuando dormita la razón.



Nitimur in uetitum semper cupimusque negata: Siempre a prohibido tendemos y ansiamos lo que se niega, como dejó escrito el poeta Ovidio en verso en sus Amores.

Todos aciertan en sus críticas demoledoras y yerran al hacer propuestas constructivas, pues no puede edificarse nada nuevo en solar que no ha sido despejado.

Yo no tengo fe, que perdí hace no recuerdo cuánto tiempo, en que pueda haber un cambio dentro de la sociedad como resultado de unas elecciones democráticas.

Votar, apuntó Élisée Reclus, es abdicar o renunciar a la propia soberanía; de ahí que sea, digo yo, el sufragio universal un derecho y un deber, claudicación.

Sumergido en las olvidadizas aguas del Leteo, ignoro las reencarnaciones que tuve de mis antepasadas y, si he de proseguir el ciclo, las futuras que tendré.

Sólo se gana lo que se pierde y sólo se pierde lo que se gana, ni hay mal que para bien no venga ni pérdida que no sea al fin y a la postre opípara ganancia.

En el pasado no pasa nada porque ya pasó, en el futuro tampoco porque no ha pasado aún, de modo que ahora por lo uno o por lo otro no pasa nada desde luego.

Dios, sugiere el poeta Ovidio, es una "palabra sin cosa" que en vano inspira temor y es temida, pero capaz de mover a la gente con su estúpida fe y credulidad.

Fallecieron (y no murieron) noventa y tres españoles en la misión internacional (y no guerra) de Afganistán. ¡Cómo informando de la realidad nos la camuflan!

El diablo preguntó al carbonero: "¿En qué crees?" Y éste le contestó: “En lo que manda la Santa Madre Iglesia”. -"Y ¿qué manda?". -"Creer en lo que creo yo".

No preguntes por quién están doblando las campanas de la ermita que están tocando a muerto: todos morimos un poco a cada momento en cada uno de nosotros.

Hay ateos que creen en la Naturaleza, convirtiendo la ecología en nueva religión que promete la salvación planetaria y la suya propia, con fe de carbonero.

El fideísmo, palabro que deriva del latín fides, fe, es la actitud acrítica que consiste en creer en lo que manda la Madre Iglesia, sin necesidad de raciocinio.

¿No menospreció, acaso, Jesucristo el trabajo en el Sermón de la Montaña alabando a las aves de los cielos "que no siembran ni siegan ni amontonan en graneros"?

Ni siquiera el sabio rey Salomón se revistió nunca con toda su inmensa gloria como los humildes lirios de los campos, quienes jamás se afanaron por su atuendo.

Las elecciones con más de un pretendiente son siempre un quebradero de cabeza porque los electores no se ponen nunca de acuerdo en elegir a un solo candidato.

Mientras que Marta desempeñaba el trabajo doméstico de las tareas del hogar, María eligió la mejor parte: sentada a los pies del Señor, escuchaba sus palabras.

"Ni se compra ni se vende / el cariño verdadero; / no hay en el mundo dinero / para comprar los quereres", según letra del viejo pasodoble del maestro Monreal.

Contra el trabajo asalariado: La mejor actividad es la gratuita, la que se hace gratis por la gratificación de sus propias gracias y no por codicia del dinero.


Nobilísima la pretensión de Lucrecio de liberarnos a los hombres de la preocupación y del miedo, condenada como estaba al fracaso a la vuelta de los siglos.

Éxtasis místico: Salirse uno de uno mismo, dejando de girar en torno al hediente pozo del ego y de la personalidad propia, esa etimológica máscara o mascarilla.

...orquestada por la élite satánica con el beneplácito de la chusma de la casta política para poner en venta a precio de saldo a la gente en pública subasta.

Propagan un virus por el ancho mundo para que las empresas farmacéuticas obtengan, a río revuelto, copiosas ganancias por la venta de medicamentos y vacunas.


lunes, 9 de noviembre de 2020

La medicina perjudica la salud

Nuper erat medicus, nunc est uispillo Diaulus: 
Quod uispillo facit, fecerat et medicus.

Médico era hasta ayer, hoy es sepulturero Diaulo. 
Hace como enterrador él lo que hacía el doctor. 
 (Marcial, I, 47)

En este epigrama Marcial acusa a un tal Diaulo, que había sido médico antes que enterrador, de seguir haciendo lo mismo que hacía antes: embarcar a sus pacientes con Caronte rumbo al Más Allá. El epigrama es un dístico elegíaco compuesto por un hexámetro y un pentámetro dactílicos: el hexámetro presenta una premisa, mientras que el pentámetro sirve de conclusión con un desenlace inesperado que provoca la sonrisa por la crítica satírica que conlleva, con un mecanismo muy semejante al del chiste: concisión y sorpresa final. 
 
Un refrán castellano relaciona ambas profesiones con la misma gracia que el epigrama de Marcial: Del médico y del enterrador, cuanto más lejos mejor. Y no son pocos los proverbios que insisten en la conveniencia de mantenerse alejado de los galenos, que así se llama a los médicos en recuerdo de Galeno de Pérgamo, el médico personal del emperador Marco Aurelio: Abogado, juez y doctor, cuanto más lejos mejor da a entender que hay que evitar a los leguleyos o profesionales de la abogacía y de la justica, esa asociación de malhechores, así como a los de la medicina, calificados popularmente como matasanos, porque certifican nuestra muerte haciendo efectiva nuestra defunción y por los honorarios que cobran, ya que no es raro que en su propio beneficio prolonguen la necesidad de sus servicios innecesarios. Otro refrán castellano añade la figura no menos popular de la “suegra” a los males que hay que evitar: Suegra, abogado y doctor, cuanto más lejos mejor. 

En otro epigrama de nuestro Marcial (VI, 53) se nos habla de un tal Andrágoras que después de haberse bañado, cenado contento y acostado, fue encontrado súbitamente muerto de repente al amanecer del día siguiente sin causa exterior aparente. ¿Cual fue la razón de tan súbita muerte? ¡Había visto en sueños que se le aparecía el médico Hermócrates! La sola visión del galeno le provocó la muerte instantánea y fulminante. 

Los médicos emplean una jerga especializada y grecolatina que ningún profano puede entender para hablar de las cosas más sencillas e impresionar así al enfermo ocultándole la realidad, el cual se deja engañar por estos matasanos en connivencia con los boticarios y la poderosa industria farmacéutica que vive gracias a ellos a costa de nuestra preocupación por la salud. No es raro que mucha gente tenga más miedo a los médicos y a los hospitales que a la enfermedad.
 
Puede afirmarse sin empacho ninguno algo que puede parecer poco serio a primera vista, es más, parecerá un chiste como estos epigramas de Marcial, pero que tiene la virtud, por lo paradójico de su formulación, de hacernos reflexionar un poco, y de conectar al mismo tiempo con el escepticismo popular, que pone todas las certezas en duda: La medicina es perjudicial para la salud, se ha convertido en la enfermedad mortal de nuestra vida. La obsesión rayana en la histeria por la salud destruye nuestra vitalidad, es autolesiva y mortal de necesidad.

 Extracción de la piedra de la locura, Jerónimo Bosco (1475-1480)

Aldous Huxley, el autor de la espléndida novela A brave new world, que se ha traducido entre nosotros como Un mundo feliz, era por cierto médico, y dejó dicho entre otras cosas: “Ahora la medicina ha progresado tanto... que ya todos somos enfermos”. Todos, en efecto, somos pacientes dentro del estado terapéutico y profiláctico en el que vivimos, que mira por nosotros y vela por nuestra salud hasta convertirnos en enfermos crónicos de por vida.

El campo de la salud-enfermedad constituye un terreno privilegiado para el ejercicio autoritario y despótico del poder, desde antes del nacimiento, pasando por una interminable sucesión de momentos claves de nuestra vida, hasta el trance de la muerte: subordinan nuestra existencia a lo que las "autoridades sanitarias" entienden por salud, es decir, a la profilaxis. Nacemos y morimos en un hospital. Y la vida se ensombrece por el constante miedo a la muerte. Y la salud, por el fantasma de la enfermedad y la obsesión por cuidarse uno, cuando lo más saludable sería descuidarse, despreocuparse.

La búsqueda de la salud se ha convertido en el factor patógeno predominante, una obsesión similar a la búsqueda de la salvación del alma en la Edad Media. De hecho la palabra latina salutem, que es el origen de nuestra salud, significa “salvación” antes que “salud”, como en el hexámetro aquel virgiliano: ūna salus uictīs, nullam spērāre salūtem: La salvación del vencido es no esperar salvaciones.
Medicus es en latín el que practica el ars medendi (del verbo mederi, cuidar, tratar, poner remedio, de donde proceden las palabras relacionadas: medicus, remedium -pero a veces es peor el remedio y sus efectos secundarios o daños colaterales que la enfermedad, como advierte otro refrán popular-, medicina, medicamentum, medicare, meditari -la palabra meditación también viene de ahí), y al médico se le dice en latín, ya desde la traducción de la Vulgata del evangelio de Lucas, Medice, cūrā tē ipsum: Médico, cúrate tú a ti mismo (y déjanos en paz a los demás).
 
Preocuparse por la salud no es saludable, no nos deja vivir,  pone en peligro nuestro bienestar físico y psíquico. Ya a finales del siglo pasado, cobró auge la medicina profiláctica, la que ahora padecemos en el siglo XXI,  que se dedica más a prevenir enfermedades que a curar las que uno tiene. La medicina curativa, la medicina de verdad, está despareciendo en favor de la medicina preventiva o profiláctica, ese monstruo hermano de la guerra preventiva que en nombre de la paz futura e hipotética arruina la presente, que era la única que había. Asimismo la profilaxis, en nombre de nuestra salud futura, arruina nuestro bienestar presente con chequeos, preocupaciones y análisis interminables. 
 
Contra la medicina que cura o que alivia el dolor si no puede curarlo no hay nada que objetar, todo lo contrario. Lo malo es que la medicina se dedica cada vez más a "prevenir" enfermedades que a curar las que hay, y es entonces cuando no nos deja vivir con análisis, chequeos y monsergas, haciéndonos responsables de "nuestro" estado de salud y "nuestro" cuerpo. Hay demasiada obsesión, que está muy bien vista y es políticamente correcta, por la prevención. No hay más que ver que no se publica revista, sobre todo de las dirigidas especialmente al público femenino, que no incluya su apartado dedicado a la alimentación sana, a la prevención de tal o cual enfermedad, dietas de adelgazamiento etc. Tampoco falta cadena de televisión o de radio que no tenga su programación con expertos hablando de salud. También tenemos el coñazo del médico que nos recomienda, por ejemplo:  beber mucha agua, tomar la tensión con regularidad, hacer ejercicio… moderado, no vaya a ser que nos dé un infarto. 
 
La propia Organización Mundial de la Salud señala que tratar a los pacientes "ya no es suficiente" y aboga por empezar a prevenir enfermedades, por aquella memez de "más vale prevenir que lamentar (o curar)". Por todo lo cual, si rezáramos al deus medicus Esculapio, o Asclepio como le llamaban los griegos, además de pedirle que nos libre de la OMS,  le rogaríamos como hacía el llorado Ivan Illich: «No nos dejes caer en el diagnóstico y líbranos de los males de la salud».