Como diz Aristótiles (Política, V, 4): Así pues,
está claro que no hay que educar a los jóvenes mediante el juego;
pues los que están aprendiendo no juegan, ya que la educación se
produce con dolor. ὅτι
μὲν οὖν δεῖ τοὺς νέους μὴ παιδιᾶς
ἕνεκα παιδεύειν, οὐκ ἄδηλον·
οὐ γὰρ παίζουσι μανθάνοντες, μετὰ
λύπης γὰρ ἡ μάθησις.
Es curioso como en el lenguaje del estagirita, la educación de los niños παιδεία (paideia) no es una παιδιά (paidiá), un juego de niños. En ambas palabras interviene el término "niño", παῖς παιδός
(pais paidós), pero en el primer caso se trata del proceso de hacer que
el niño deje de ser pronto lo que es, un niño, que es algo muy
peligroso, para hacer que éntre enseguida por el aro de la sociedad
adulta cual fierecilla domada, inculcándole no sólo unos conocimientos
sino también unas normas de conducta y adoctrinamiento; mientras que en el segundo caso se
trata de un juego infantil: la educación, según el sabio, no es un
juego de niños, no es divertida, no debe ser lúdica tampoco, pese a que el nombre latino de la
escuela cuando esta no era obligatoria todavía era "ludus" precisamente y
el término griego era σχολή (scholé) con el mismo significado de "juego y
ocio o tiempo libre del trabajo", porque no hay proceso de aprendizaje
sin pena ni esfuerzo: a fin de cuentas de lo que se trataba era de
matar al niño, y, como decían los maestros de antaño, en contra de los
modernos psicopedagogos o pedopsicagogos a la virulé, la letra con sagre entra; a lo que el maestro Correas añadía, no sin razón: "y la labor con dolor".
No en vano la gente dice a veces -o decía, porque ahora es políticamente inoportuno- "te voy a dar un palo (o unas buenas hostias confundiendo la eucaristía evangélica con el sadomasoquismo) para que aprendas". Así era, efectivamente, cuando se trataba de aprender la lección de la letra, en sus dos modalidades tanto de escritura como de lectura, que es la que no entra sin sangre, sudor y lágrimas, porque otra cosa es el aprendizaje placentero de la lengua, que entra y se aprende sola, sin que nadie nos la enseñe, sin ningún derramamiento de sangre inocente.
La frase proverbial significa que
para aprender es necesario el trabajo y el esfuerzo. Se ha entendido, a
veces, también como que es preciso el castigo corporal como estímulo.
Por ejemplo, en el cuadro de Goya que lleva ese mismo título de La letra con sangre entra:
asistimos a una escena de escuela en la que el maestro azota a un
alumno con las nalgas al aire, que se inclina para recibir el castigo. A
su derecha, de pie, otros dos alumnos lloran doloridos después de haber recibido
el mismo castigo, mientras sus compañeros se enfrascan en sus tareas de
lectura y escritura por la cuenta, como suele decirse, que les trae.
La letra con sangre entra, Francisco de Goya, Museo de Zaragoza (1780-11785)