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lunes, 1 de mayo de 2023

Lecciones de economía: 7. -¿Quién es el rico y quién el pobre?

    Sócrates no escribió nada. Platón y Jenofonte son los principales autores que escribieron sobre él. Es difícil distinguir en sus obras cuándo nos están hablando del Sócrates histórico y cuando el Sócrates del que nos hablan no es más que un personaje literario detrás del que se parapetan ellos mismos para dar más autoridad a su discurso. En lo que ambos autores coinciden es en el carácter oral de las enseñanzas del maestro y en la práctica del diálogo, y en concreto en la formulación de la pregunta fundamental que plantea Sócrates a sus interlocutores: ¿qué es?. 
 
    Con esta pregunta se consiguen dos cosas contrarias: por un lado se intenta saber lo que es una cosa, la pregunta es un deseo, digamos, de sabiduría (filo-sofía); pero, por otro lado, el hecho mismo de preguntar revela que uno no sabe muy bien qué es aquello que pregunta, por lo que quiere definirlo mejor de lo que está: no está claro el significado de la cosa y por eso se pregunta por ella, para aclararlo. 
 
    Si se habla como vamos a hacer aquí de una idea definida como la de riqueza en términos económicos, por ejemplo, se habla contra ella, porque hablar de una idea cualquiera es ponerla en tela de juicio, revelar su imperfección, y desactivarla como tal idea al mostrar sus contradicciones.

 Sócrates, dibujo de Esteban Navarro Galán

    En los diálogos que escribió Platón en su juventud (incluyendo la Apología, que no es propiamente un diálogo sino el discurso de defensa de Sócrates en el juicio donde fue condenado a muerte) es donde es más fiel probablemente al Sócrates histórico: en ellos Sócrates se pregunta por diversas cosas sin llegar nunca a una conclusión definitiva, porque el razonamiento no conoce cierre, es sin fin, un preguntarse constantemente por la realidad de las cosas,  lo que denuncia así la falsedad, por su propia pretensión,  de cierre: la pregunta no puede tener respuesta definitiva, tiene que estar siempre en el aire, corriendo de boca en boca.

    Jenofonte en este discurso titulado “Económico”, que es el primer tratado escrito de economía en nuestro mundo, utiliza la figura de Sócrates como intermediario para formular sus propias ideas sobre economía (término griego que nos llega a través del latín oeconomia y que literalmente significa administración, "-nomía",  del "oikos", es decir, de la casa o hacienda).

    Es posible que en este breve fragmento de la conversación que mantienen Sócrates y Critobulo resuene la voz auténtica de Sócrates, no del Sócrates jenofóntico, que es el alter ego del autor, bajo cuya identidad se parapeta y esconde, sino del Sócrates histórico. (La traducción que copio es la de Juan Zaragoza, Edit. Gredos Madrid 1993, y corresponde a la obra de Jenofonte Económico): 

Busto de Jenofonte

Un diálogo entre Sócrates y Critobulo

(Habla Critobulo) - ...¿O es que ya has decidido que somos suficientemente ricos y piensas que no necesitamos más dinero?
 
 -Por mi parte, dijo Sócrates, si también te estás refiriendo a mí, creo que no necesito más riquezas, sino que tengo el dinero suficiente. Tú, en cambio, Critobulo, me pareces absolutamente pobre y a veces, ¡por Zeus!, siento una gran lástima de ti. 
 
Critobulo, soltando una carcajada, dijo: -¿Y cuánto dinero, Sócrates, ¡por los dioses! crees que sacarías vendiendo tus bienes y cuánto por los míos?
 
 -Por mi parte, dijo Sócrates, creo que si consiguiera un buen comprador sacaría muy fácilmente por todos mis bienes cinco minas, incluida la casa. En cambio, de los tuyos sé con certeza que conseguirías cien veces más.

    No podemos estimar la cantidad de la fortuna de Sócrates. Él la tasa en cinco minas. Lo que sí sabemos es que la mina equivalía a 100 dracmas, moneda que ha estado vigente en Grecia hasta la implantación del euro, por lo tanto su fortuna ascendía a 500 dracmas en el mejor de los casos, incluida su vivienda, si encontraba un buen comprador, como él dice, porque las cosas no tienen un precio fijo y definitivo, valen no lo que valen sino lo que alguien esté dispuesto a pagar por ellas. Para hacernos una idea lo más aproximadamente cabal de esta cifra, salvando las distancias insalvables, y teniendo en cuenta que algunos economistas establecieron la paridad de la dracma del siglo V a. de C. con 25 dólares norteamericanos del año 1990, -que se convierten casi en el doble en 2016, al aplicarles la tasa de inflación, más o menos 48,43 dólares-, podemos conjeturar que la fortuna de Sócrates ascendería aproximadamente a unos 24.000 dólares actuales, lo que vendría a ser, grosso modo, unos 20.578 euros de hoy. Según Antonio Tovar en su Vida de Sócrates, el filósofo mantenía una renta anual de unas 200 dracmas, lo que no era mucho para su tiempo. Hoy serían 9.600 dólares, es decir, 8.232 euros.

    ¿Quién es el rico y quién el pobre? Aparentemente a los ojos de cualquiera, Critobulo es el rico y Sócrates más bien pobre. Sin embargo, Sócrates considera que él es el rico y Critobulo el pobre, por el que incluso siente lástima. Lo que critica Sócrates es que la riqueza se cuantifique en dinero. Según el criterio económico, Critobulo sería cien veces más rico que Sócrates, pero según el baremo que aplica Sócrates Critobulo es más pobre que él, lo que le produce la risa en forma de carcajada a su interlocutor, que se considera más rico que el filósofo, aunque no tanto como quisiera. 
 
     No es rico el que más tiene sino el que se conforma con lo que tiene y no desea más. La riqueza no consiste exactamente en tener gran cantidad de bienes; se puede ser rico con bienes escasos si estos son más que suficientes para satisfacer las necesidades básicas. Tal opinión ha dado lugar al dicho popular de que no es más rico quien más tiene sino quien menos necesita, que formula Séneca en latín escribiendo: Nōn quī parum habet, sed quī  plūs cupit pauper est: No es pobre el que tiene poco, sino el que desea más.

    El dinero no proporciona la felicidad, sino todo lo contrario: suele ser la causa de la desdicha y la fuente de casi todos nuestros males y problemas. La dicha no está en la posesión de bienes, sino en su usufructo. Es más, la posesión suele matar el usufructo o disfrute de los bienes. La felicidad que los griegos llamaban eudaimonía, no puede comprarse con dinero porque no está a la venta, no es un objeto de consumo, y no está a la venta porque no es algo definido como todos los productos que están a la venta en el mercado. En primer lugar,  habría que definir qué es.

    Con motivo de las protestas del 15 de mayo de 2011 en la Puerta del Sol de Madrid, la poetisa Isabel Escudero quema un billete, como hicieron algunas anarquistas durante la guerra civil española. Los manifestantes, que corean la cantilena infantil  Cuatro banqueros / se balanceaban / sobre la tela de una araña; / como veían / que no se caían, /  fueron a llamar a otro banquero... aplauden el gesto revolucionario. 


    Cualquiera de nosotros sería capaz de prender fuego en un momento dado a un billete de cinco o de diez euros, que son peccata minuta, pero, me pregunto yo, si tuviéramos entre las manos ahora mismo por ejemplo uno de 500 euros, el de mayor valor entre los de curso legal en la zona euro en la actualidad,  uno de esos que la gente dice que son como Dios, porque, aunque existan, no son manejables ni siquiera visibles para el común de los mortales, ¿haríamos lo mismo?

    Así son siempre las cosas: o las tienes o las gozas. Son incompatibles, en contra de lo que creemos habitualmente y nos inculcan, tener y gozar, la posesión de las cosas, que es lo que nos da el dinero, porque sin dinero no hay privada propiedad ni identidad tampoco, y el usufructo o disfrute de ellas. Para algunos, en el colmo del enrevesamiento, el único goce que hay es la posesión, el dinero. Pero el dinero no nos da más que la posesión legal y propiedad de las cosas, no su disfrute, que es lo bueno de ellas. Decir de alguien que no disfruta de lo que tiene no es hacerle ningún reproche o crítica, sino reconocer lo que habitualmente nos pasa a todos y cada uno de nosotros: no podemos disfrutar de lo que poseemos, porque la propiedad y el disfrute están íntimamente reñidos.

domingo, 15 de noviembre de 2020

El amor, el sexo y el virus coronado en la segunda ola

El adjetivo πάνδημος (pándemos) al igual que πανδήμιος (pandémios) hace su aparición estelar en el célebre diálogo platónico sobre el amor, el Banquete o Simposio, en el que uno de los comensales, un tal Pausanias, establece que Eros -el amor- no es un dios unitario e idéntico siempre a sí mismo, y de la misma forma que hay una Afrodita celestial -urania, la mayor, la que no tiene madre, la que nació de las espumas del mar fecundadas por el semen de Urano- y otra, la menor, que es hija de Zeus y Dione- a la que llamamos común, popular -pándemos, en griego-, hay también dos amores, pues Afrodita y Eros son inseparables. 

El eros popular o pandémico prefiere el cuerpo, mientras que el eros celeste o uránico ama más el alma. El primero es carnal, el segundo espiritual. Pausanias condena el primero. Quizá de aquí es de donde ha salido la conceptualización del llamado “amor platónico”, que se inclinaría más por el amor ideal, espiritual que el real o carnal que siente la gente de ínfima condición, que se lanza a lo que surja sin hacer demasiadas distinciones. 

A continuación interviene Erixímaco, que, admitiendo la distinción establecida por Pausanias, no condena sin embargo el amor vulgar y común, sino que lo recomienda con moderación. En esta misma línea, hay que recordar la actitud epicúrea y radicalmente contraria al amor platónico, entre los romanos, de Lucrecio, que habló en su poema en verso de la locura y el sufrimiento que provoca el amor ideal, y propuso como remedio la Venus uolgiuaga, la Venus que vaga por el pueblo.

 Afrodita Pandemos, Charles Gleyre (1854)

Jenofonte, por su parte, en su Simposio o Convite pone en boca de Sócrates, fiel a su no saber, que no sabe si hay dos Afroditas distintas o se trata de dos aspectos -epónimos o sobrenombres, dice él- de la misma diosa, un poco, diríamos nosotros, como sucede entre los católicos con el culto a la Virgen María, que es una sola, pero tiene distintas y numerosas advocaciones, aunque reconoce Sócrates que sí hay dos cultos distintos: εἰ μὲν οὖν μία ἐστὶν Ἀφροδίτη ἢ διτταί, Οὐρανία τε καὶ Πάνδημος, οὐκ οἶδα· καὶ γὰρ Ζεὺς ὁ αὐτὸς δοκῶν εἶναι πολλὰς ἐπωνυμίας ἔχει· ὅτι γε μέντοι χωρὶς ἑκατέραι βωμοί τε καὶ ναοί εἰσι καὶ θυσίαι τῆι μὲν Πανδήμωι ῥαιδιουργότεραι, τῆι δὲ Οὐρανίαι ἁγνότεραι, οἶδα. Así pues, no sé si hay una sola Afrodita o dos, la celestial y la vulgar, pues también Zeus, aunque parece ser uno mismo, tiene muchas advocaciones; aun así, sé que hay para cada una de ellas altares separados, templos y ritos, muy libres y relajados para la Afrodita vulgar, y muy cstos para la celestial (traducción propia).

Con sus consejos tan puritanos como obscenos, los nuevos idealistas de la celestial virtualidad sexual, los modernos sexólogos están oponiéndose a la pandemia mucho más de lo que ellos mismos imaginan, pues recomiendan en estos tiempos de la segunda ola del virus coronado que se han inventado para seguir sustentando el pánico, y que me recuerda a mí a aquella "ola de erotismo y pornografía que nos invade" de la dictadura tardofranquista, recurrir al amor uranio, celeste, ideal: tanto da. Aunque ellos no lo dicen así, nos están recomendando la Afrodita espiritual o amor platónico, o dicho con término más contemporáneo, para que lo entiendan los mileniales, el sexo virtual, que es lo mismo, lo que nos da idea de lo que será la dichosa “nueva normalidad”. 

Afrodita Urania, Christian Griepenkerl  (1878)

Dicen que hay que evitar los besos, hacer uso de mascarillas y preservativo, y que la pareja podrá llegar a tocarse manteniendo medidas preventivas. No sé yo muy bien cómo entender estas obscenidades. Supongo que se refieren a guantes asépticos. No creo que se precisen trajes de protección sanitarios similares a los de los astronautas... Pero si hay que guardar la distancia de seguridad de dos metros, que ahora parece que quieren rebajar a metro y medio, poca cosa podremos hacer con nuestra pareja estable u ocasional, salvo tocarnos a nosotros mismos y consagrarnos al onanismo.

"La sexualidad es tan rica y variada que no se pueden dar fórmulas mágicas -puntualizan-, sino solo realizar aquellas prácticas que sean seguras y placenteras para ambos". Me da a mí que lo de prácticas seguras y placenteras es muy contradictorio, pero bueno los sexólogos o expertos en conocer lo desconocido, que es el sexo, donde todos nos perdemos, llegan a sugerirnos que podemos encontrar algún placer, aunque parezca mentira, en lo que nos mandan: "A lo mejor la mascarilla se convierte en un objeto de fetichismo erótico". 

Pero lo más seguro, vuelven a la carga, es el sexo virtual o el cibersexo: no transmite el coronavirus, que es ahora lo que más importa, pero tampoco otras enfermedades venéreas, y evita embarazos no deseados. El sexo virtual, enfatizan, lejos de ser un mero "sustituto pobre" del sexo presencial, es decir, del sexo carnal de toda la vida, puede constituir "una nueva estrategia en las relaciones sexuales", una variante que puede ayudar a "salir de la monotonía" en la que a veces incurren algunas parejas poco imaginativas. 

 
Lo más seguro, en definitiva, aunque no se atreven a decirlo claramente así porque suena muy puritano, es no follar si no queremos infecciones ni contagios y somos personas cautas, porque de lo contrario somos unas cabras locas descerebradas que dicen “a fornicar, que son dos días y el mundo se acaba”, y eso sólo puede llevarnos a nosotros y a nuestras parejas a acabar mal, ya sea en el hospital o ya sea en el cementerio, que viene a ser lo mismo. 

Se trata de una campaña moralizante en toda regla de la vida pública y privada, cuya motivación primera no es como pudiera parecer a primera vista sanitaria, sino moral y en último extremo política, por lo que la argumentación profiláctica, higiénica y sanitaria que  nos ponen por delante es secundaria, como un intento de justificación o racionalización de las medidas que han, como dicen ellos, implementado. Dejamos al margen la cuestión, cuando menos discutible, de hasta qué punto es o no es tan verdaderamente letal el virus coronado como nos lo han querido presentar.

La vuelta a la normalidad sin adjetivos, la de toda la vida -no estamos hablando de la “nueva normalidad” que nos impone el discurso dominante- parece muy lejana en estos tiempos de virus coronario que corren. Dependerá, dicen algunos, “de lo que tarde en llegar una vacuna o un tratamiento eficaz para que la COVID-19 deje de tener el protagonismo actual y pase a ser una enfermedad más”.
 
Nacimiento de Venus, Alexandre Cabanel (1863)

Pues bien, el protagonismo actual que tiene el virus coronado se lo han dado las autoridades sanitarias y los medios, e indirectamente se lo damos nosotros ahora mismo hablando de él. El virus sólo ha dejado de ser el causante o responsable de una enfermedad más, que es lo que era, para convertirse en una coartada esgrimida por los gobiernos para mantener bajo control a la gente, no vaya a ser que se desmande. 

La mejor vacuna contra la COVID-19 está ya disponible y a nuestro alcance. Es bien barata y accesible. No hace falta adquirirla en ninguna farmacia. Hay stock suficiente para toda la población que la precise. No tine efectos secundarios: Consiste en dejar de creer en el virus, como decía el otro: la mejor vacuna es la pérdida de fe en Él.