sábado, 25 de noviembre de 2023

¿Qué opina del 7 de octubre?

    Un periodista de los que van siempre a la caza de opiniones personales de la gente y no de razonamientos generales le hace una pregunta tendenciosa y estúpida a un manifestante sobre el conflicto entre Israel y Palestina, y éste le da una respuesta perfecta devolviéndole la pregunta en sus narices. El periodista le pregunta What about October 7th? ("¿Qué opinión le merece el 7 de octubre?") señalando esa fecha del calendario como si fuera un hito que marca un antes y un después.

    El manifestante le responde haciéndose eco de su pregunta y entrando en un bucle vertiginoso: ¿Qué hay del 7 de octubre? ¿Qué hay del 8 de octubre? ¿Qué hay del 9 de octubre? ¿Qué hay del 10, del 11, del 12, del 13... de octubre, y así sucesivamente? Cuando llega al 22 de octubre, el periodista parece haber comprendido ya que la pregunta que le había formulado estaba fuera de lugar y le dice Sí, sí..., dándole a entender que le basta con eso, pero el manifestante continúa: Déjeme acabar de responderle, y sigue con la sucesión de las fechas: ¿Qué hay del 23 de octubre? ¿Qué hay del 24 de octubre?... El periodista sonríe entre incómodo y amable dándole a entender que le basta como respuesta, pero el manifestante sigue con el cómputo entrando en el mes de noviembre...  ¿Qué hay del 1 de noviembre? ¿Qué hay del 2 de noviembre? ¿Qué hay...?

    Finalmente, el reportero,  que fue a por lana y vuelve trasquilado como suele decirse, le agradece su respuesta y el tiempo que le ha dedicado y  se va no poco amilanado sin ningún comentario al respecto. 

 

    La pregunta estaba fuera de lugar a todas luces en una manifestación contra la ocupación israelí, pero la respuesta no deja de ser oportuna, y podría retrotraerse a muchos años atrás, hasta el establecimiento mismo del Estado sionista -Sion es el nombre bíblico de Jerusalén y en general del pueblo elegido de Dios- de Israel, que ha sido una constante agresión contra la gente que vivía en Palestina desde 1948, es decir desde hace la friolera de tres cuartos de siglo, o, lo que es lo mismo, desde hace setenta y cinco años.

    Podríamos, en efecto, haciendo la cuenta atrás preguntarnos: ¿Qué opina del 6 de octubre? ¿Qué opina del 5 de octubre? Y así hasta llegar hasta qué opina de 14 de mayo de 1948, la fecha en que David Ben-Gurión declaró la fundación del estado de Israel, con la oposición de muchos países y el apoyo y la complicidad de muchos otros, entre ellos los Estados Unidos de América.

viernes, 24 de noviembre de 2023

Pareceres (XXXIII)

161.-Niños muertos. El espectáculo de los niños despedazados nos conmueve especialmente, nos hiere en el alma, levanta ampollas, pone el dedo en nuestra llaga: porque nosotros, adultos, nos estamos contemplando a nosotros mismos: somos niños muertos aquí y ahora: ellos son el espejo más sangriento y más sangrante de nuestra propia intimidad, y de nuestra impotencia. Esos niños rotos gazatíes son el símbolo de la devastación de la infancia mundial, víctima de la sociedad adulta, víctima de los de arriba y de lo de siempre así en la paz como en la guerra. Si queremos ver sus imágenes, no tenemos más que asomarnos a un espejo ahora mismo y mirarnos y abismarnos en él. Esta barbarie, perpetrada por los que se creen dueños del monopolio de la verdad, impuesta por el armamento de destrucción masiva y expuesta por los medios terroristas de distracción para las masas, no ha sido posible sin la complicidad y el silencio de muchas personas en nombre de Dios, es decir, del Dinero, y de la libertad y la democracia, que son los regímenes políticos que lo avalan.

 

 162.- ¿Qué es el amor? Un niño llamado Eros, hijo de Afrodita, o Cupido, hijo de Venus: ese mozalbete travieso, venéreo, loco de atar, hideputa y cegato -ciego es el amor verdadero y eterno, que dura un par de años- que nos hiere con sus flechas del amor (Dios nos libre del amor y no sólo del amor de Dios) mucho más que Apolo el que hiere de lejos con sus punzantes dardos. Y es que no hay peor herida que la del amor, porque es la única que no tiene ni cura ni mucho remedio, como bien sienten y padecen en sus propias carnes todos los enamorados que en el mundo han sido. Bien fuerte era Sansón, y lo venció el amor -pues más tira coño que soga. Y el amor es siempre loco: yo estoy por vos y vos, como reza el refrán, siempre por otro.

 

163.- Centros de reclusión de menores. Las modernas y monstruosas concentraciones escolares donde se imparten las enseñanzas obligatorias, ese nuevo servicio militar, son el fruto del desmantelamiento progresivo, al que hemos asistido impasibles, de las pequeñas escuelas nacionales, convertidas hoy en aulas de cultura o pinturerías por el estilo cuando no cerradas a cal y canto, de los pueblos de la curtida piel de toro. Dichos colegios se cerraron con el pretexto del éxodo rural y de que cada vez había menos niños en los pueblos, pero entre las razones, y no las últimas, que contribuyeron a que dejara de haber niños en las zonas rurales figura precisamente el cierre de las escuelas.

 

164.- Poesía eres tú. Dice Borges en algún sitio como consuelo para todos los poetas que no hay poeta por malo que sea que no haya escrito alguno de los mejores y más sublimes versos del mundo. Eso mismo lo dijo muchos años antes Sócrates (lo cuenta Platón): no son los poetas los que hacen los poemas, sino los dioses o las musas que los inspiran. Los poetas no serían más que intérpretes en el sentido que damos ordinariamente a “medium” de los dioses. Así un dios puede servirse de un poeta insignificante para componer el más hermoso poema lírico. Sócrates hablaba de un poetastro de segunda o tercera fila, llamado Tínico de Cálcide, que jamás había compuesto ningún poema memorable, salvo una copla que estaba a la sazón en boca de todo el mundo y que era, quizá, el más hermoso de todos los poemas líricos. Según reconocía el propio autor, su copla era “un hallazgo de las Musas”, es decir, de las hijas de la Memoria, o sea, de la vida que uno, y uno es cualquiera, ha vivido.

 

Apolo y las Musas, John Singer Sargent (1921)

165.- Las putas al poder. Reivindiquemos la ascensión de las meretrices al gobierno, o dicho con un lenguaje más llano y castellano, que las putas ocupen los escaños del Poder. ¿Cuál es la razón? Que, según la sabiduría castiza y popular, sus hijos y sus hijas ya ocupan altos cargos democráticamente electos, sin mayor discriminación sexual, en las poltronas de los ministerios. Como dice una pintada, que es expresión desgarrada de la voz popular en una pared: Las putas al poder, que sus hijos y sus hijas ya lo están. Recordemos aquello de “tanto monta, monta tanto Isabel como Fernando” de los Católicos Reyes, que se ha hecho realidad en esta España posmoderna y que viene a decir que igual da ya el timbre masculino o femenino de la voz de mando. Lo que parece que nadie cuestiona es que haya voz de mando, y donde hay capitán o capitana, ya se sabe, no manda la marinería. Ahora bien, en esta putañera España, debe entenderse por puta lo que es menester: no aquella persona que hace lo que hace por gusto, que no suele además ser el caso, sino la que hace lo que hace, sea lo que sea, única y exclusivamente por el vil metal, poderoso caballero, don Dinero, como cantó Quevedo. Ay, maldita España jornalera y putañera que se gana el pan de cada día como Dios manda, o sea, con el sudor de su frente prostituida, y que ignora que, como dijo el divino verbo, no sólo de pan vive el hombre.

 

jueves, 23 de noviembre de 2023

El viento del norte y la doncella

    El mito del viento que persigue enamorado a la doncella fue tratado por Ovidio en sus Metamorfosis VI, 675-721: Bóreas, que era el nombre del viento del norte, frío y tormentoso heraldo del invierno, se enamoró perdidamente de la princesa Oritía, hija de los reyes de Atenas, en la que no podía dejar de pensar a todas las horas del día y de la noche desde que la vio. Bóreas se presentó en palacio y fue a pedirle amablemente con buenas maneras y palabras la mano de su hija al monarca ateniense. El rey Erecteo, sin embargo, rechazó al pretendiente, pese a las nobles intenciones del apuesto y afable galán, porque no quería perder a su hija. Sabía que si se iba con el viento, nunca más volvería a verla. La negativa, lejos de hacer que Bóreas desistiera, avivó más aún la llama del deseo del audaz pretendiente. El viento, que ese día había soplado suavemente sobre el Ática conteniendo su natural impulso, se enfureció en vista de que no había conseguido lo que quería, y  recurrió a la fuerza que lo caracteriza y el vendaval arrebató en una de sus poderosas ráfagas a la que era el objeto de su inequívoco deseo sin su consentimiento  ni tampoco el de su padre.





    Dos bellos hexámetros ovidianos lo narran así: uerrit humum pauidamque metu caligine tectus / Orithyian amans fuluis amplectitur alis: barre la tierra y velado en la niebla a Oritía de miedo / llena la abraza amoroso entre sus alas doradas. La arrebató y se la llevó volando por los aires a su país, la fría Tracia, en alas de la pasión de su deseo, donde la convirtió en su esposa y madre de dos gemelos que sacaron la belleza de su madre y a los que, andando el tiempo, les fueron creciendo las alas de su padre a los flancos como a los pájaros. 

 Bóreas raptando a Oritía, J.F. Lancrenon (1822)

    El mito, como han señalado algunos estudiosos, encuentra un tratamiento literario moderno en el romance Preciosa y el aire, inserto en el Romancero gitano de Federico García Lorca: Su luna de pergamino / Preciosa tocando viene./ Al verla se ha levantado / el viento que nunca duerme. / San Cristobalón desnudo, / lleno de lenguas celestes, / mira a la niña tocando / una dulce gaita ausente. / Niña, deja que levante / tu vestido para verte. / Abre en mis dedos antiguos / la rosa azul de tu vientre. / Preciosa tira el pandero / y corre sin detenerse. / El viento-hombrón la persigue / con una espada caliente. (…) / ¡Preciosa, corre, Preciosa, / que te coge el viento verde! / ¡Preciosa, corre, Preciosa! / ¡Míralo por dónde viene! / Sátiro de estrellas bajas / con sus lenguas relucientes. 

 Bóreas y Oritía, Rubens (c.1620)

    En el romance lorquiano, Preciosa consigue huir del viento-hombrón que la persigue. En el folclore popular hay una creencia de que el viento podía dejar embarazadas a las mujeres: No vayas solita al campo / cuando sopla el aire recio; / porque las niñas son flores / que hasta las deshoja el viento. 

    Diferentes autores clásicos, por su parte, nos transmiten el mito de las yeguas lusitanas de Olisipo, que eran preñadas por el viento Céfiro o Favonio y engendraban unos potros muy veloces como el propio vendaval pero de corta vida.
 
Bóreas y Oritía, Heinrich Lossow (1880)
 


    En el folclore infantil encontramos también un tratamiento de este tema con tinte escatológico resaltado por la rima consonante en la conocida retahíla de Este es el cuento de María Sarmiento, que fue a cagar y se la llevó el viento. En efecto, el nombre parlante “Sarmiento”, que rima con "cuento" y con “viento”, nos sugiere la delgadez de María, que era el nombre propio de todas las mujeres. Esta doncella tan delgada fue arrebatada por el viento, que se la llevó por los aires... cuando se agachó para hacer sus necesidades fisiológicas. 

    Son todos ellos tratamientos de un mismo tema que podríamos glosar como el rapto amoroso de la doncella en el marco de la naturaleza. 

 
 Bóreas, J.W. Waterhouse (1903)

    Entre los muchos tratamientos pictóricos, de los que puede ser el canónico el de Rubens (un anciano pero robusto Bóreas abduce entre varios Erotes o Cupidos que simbolizan el amor a Oritía, cuya blanca desnudez contrasta con el rojo manto), destaca la versión desmitificadora de J. W. Waterhouse donde Bóreas no aparece personificado ni como un joven galán ni como un viejo canoso entrado en años, sino como la fuerza de la naturaleza que es: el viento arrebatador que sopla de espaldas empuja a la joven a la naturaleza.

miércoles, 22 de noviembre de 2023

De mañana no hay certeza

    Lorenzo de' Medici (1444-1492) escribió estos versos renacentistas en “El triunfo de Baco y Ariadna”, un poema de temática mitológica de exaltación del amor, donde recrea a su modo el tópico literario horaciano del carpe diem, constatando la belleza de la fugitiva y escurridiza juventud.

Quant’è bella giovinezza
che si fugge tuttavia!
Chi vuole esser lieto, sia,
di doman non c’è certezza.  


    Vienen a decirnos sus versos que no nos alimentemos del pan del mañana, que no vivamos del futuro, porque ese empeño nos impide disfrutar no vamos a decir del ahora, sino, mucho más sencillo, de ahora (sin el artículo determinado que intenta atrapar vanamente este momento presente, que es el único que tenemos). No se trata de gozar del presente, que es una abstracción y una entelequia como el futuro, sino de gozar ahora, que no es lo mismo.  


    Carpe diem (disfruta del momento) significa que no te pre-ocupes del futuro, es decir, que no te ocupes de lo que vaya a ser, sea lo que sea, que ya se verá, y que, por lo tanto,  no te anti-cipes, es decir, no intentes coger el fruto antes de que se haya cosechado. 
 
    El hecho de que no haya ninguna certidumbre del futuro, en lugar de entristecernos, debe alegrarnos sobremanera, porque eso significa que el porvenir  no está escrito, que el panorama no es tan sombrío, que de la muerte que nos tienen a todos sin excepción democráticamente prometida desde que nacemos (memento mori), no tenemos ninguna constancia ni certidumbre, como demuestra el hecho empírico de que no tengamos ninguna experiencia propia de ella, por lo que, igual que el futuro, brilla por su ausencia, no existe.

¡Juventud, cuánta belleza,
que huye sin embargo fuera!
Que se alegre quien lo quiera:
Del mañana no hay certeza.

¡Damas y chicos amantes,
viva Baco y viva Amor!
¡Que haya sones, bailes, cantes!
¡Que arda el corazón en flor!
¡Sin fatiga, sin dolor!
Que sea lo que ser quiera:
Que se alegre quien lo quiera:
de mañana no hay certeza.
 
    Angelo Branduardi nos trae esta versión más moderna, también en la lengua de Dante, de los versos de Lorenzo de' Medici.


martes, 21 de noviembre de 2023

Mensajes en una botella arrojada al mar (y II)

 Lo que dijo Victor Hugo de la policía, que estaba por todas partes, y de la justicia, que no estaba en ninguna, puede muy bien aplicarse y decirse de las leyes.

 
 La obligatoriedad de la enseñanza (ominosamente llamada educación) es un n chuevo servicio militar e institución penitenciaria del Estado en la vida de la gente.
 
 ¿Quién posee y utiliza a quién anteponiendo su utilidad? ¿El conductor al automóvil o el auto, que por algo se llama también “coche utilitario”, al conductor?
 
 Protegen a los niños, y por lo tanto les prohíben salir y jugar fuera de casa, monitorizando y planeando sus actividades en ludotecas y campamentos de verano.
 
Enchironar a los reos como castigo y condena sirve para que los que vivimos fuera de la cárcel creamos que somos libres sin percatarnos de nuestra reclusión.
 
El dinero, tal es su poder, confiere honorabilidad merced a los honorarios o emolumentos que se le pagaban al molinero por la molienda del grano en el molino.
 
 Los cuatro jinetes del apocalipsis, según Buñuel, son la Superpoblación, la Ciencia, la Tecnología y la Información. El último es sin duda el más apocalíptico.
 
Escribía Luis Buñuel en sus memorias: “La ciencia es la enemiga del hombre. Alienta en nosotros el instinto de omnipotencia que conduce a nuestra destrucción”.
 
 
 ¿Por qué una alternativa? ¿Por qué hacer una crítica constructiva, que supondrá que nada cambie o que cambie sólo lo superficial, y no demoledora y destructiva?
 
¿Por qué intentar mejorar lo malo que tenemos y no desecharlo directamente, dando por malo lo que muchos se empeñan en conservar por un mero afán conservador?
 
Cuando recordamos no revivimos el instante, perdido para siempre en el acontecer del transcurso del tiempo, sino nuestro recuerdo que así se renueva sin cesar.
 
Los seres en potencia, como los números, no pueden contarse de antemano como realidades concretas y palpables por la mera razón de no haberse realizado todavía.
 
Todas las identidades, por su pretensión de ser siempre idénticas a sí mismas, son falsas y no pueden ser verdaderas, sino ficticias: el fetiche identitario.
 
 
 De la profilaxis del condón, se pasa a la promoción de dildos, consoladores o vibradores satisfiers, sustitutos o Ersätze de las vergas verdaderas y carnales.
 
 Resulta hoy más difícil que en tiempos de Pirrón y de Sexto Empírico, padres del escepticismo, aplicar la duda a los dogmas ideológicos que tenemos enquistados.
 
Paradoja es voz griega que significa argumento contrario a la doxa u opinión comúnmente aceptada, que revela las resquebrajaduras de las creencias dominantes.

lunes, 20 de noviembre de 2023

El discurso del filósofo institucional del reino

    Resultaba emocionante y, al mismo tiempo, patético para los que hemos admirado a Fernando Savater alguna vez escuchar el otro día al filósofo oficial del reino, en Cibeles, dándose un baño de multitudes ante miles de personas que ondeaban banderas nacionales rojigualdas, él que se había rebelado en su juventud contra todas las patrias y en su madurez contra los nacionalismos periféricos, entregado ahora al nacionalismo central y español en la villa y en la corte. 
 
    Comenzó el exordio recordando a Agustín Ibarrola, "un gran español, un gran vasco,  un gran artista", dijo, que había muerto el día anterior, y que había ayudado a muchos “a seguir luchando como el luchó toda su larga vida”, con lo que consiguió arrancar los primeros todavía algo tímidos aplausos del público. 
 
 
    A continuación hizo un elogio de la diversidad de España, que era patrimonio de todos los españoles, afirmando que no hay países homogéneos “más que en la imaginación de algunos totalitarios”, y a continuación matizó: “Pero una cosa es que en España reine -y está muy bien- el derecho a la diferencia, (...), una cosa es el derecho a la diferencia y otra cosa es la diferencia de derechos: que se inventen derechos distintos para los españoles y que haya unos españoles de primera, unos españoles de segunda, unos españoles con más derechos que otros... eso es lo que no se puede tolerar.” Arrancaba así unos aplausos más entregados y acordes con el acto. 
 
    Pero quizá el momento en que el público se le entregó sin condiciones fue cuando afirmó que había cosas, una sola cosa, especificó, en la que estaba de acuerdo con el gobierno, y que iba a decir: que era que quería ponerle una escolta al prófugo de la justicia: “Y a mí me parece bien. Yo creo que hay que escoltar a Puigdemont, llevarlo a Alcalá Meco y dejarlo allí bien escoltado unos cuantos años. Eso es precisamente lo que hay que hacer.” Lograba así el filósofo sus quince minutos de fama entre el público devoto y en olor de multitud.
 
    A continuación planteó el tema de la amnistía con la que el gobierno ha logrado el apoyo de los independentistas catalanes para su investidura, preguntándose a quién había que creer, si a los expertos (juristas, jueces, abogados, fiscales diplomáticos...) o “a lo que dicen el señor Bolaños y los editoriales de El País? La puya lanzada contra el periódico incondicional del gobierno y del Régimen, que tantas veces había acogido sus artículos, fue muy aplaudida por el público asistente. 
 
 
    A continuación dijo solemne que había llegado la hora de la verdad, y que esa manifestación era el primer paso de una resistencia que tenía que continuar... Me recordaron aquí sus palabras a las de Agustín García Calvo frente a los indignados del 15M en la Puerta del Sol, animándoles a continuar, a no desistir, a hacer que aquello durara. Decía Savater, recordando las palabras de su antiguo maestro: “Aquello en que confía el gobierno es en el aburrimiento, en el cansancio, en el decir: bueno, están ahora así pero ya se les pasará, y dentro de unas semanas se habrán aburrido y estarán en otra cosa.” Pero frente a eso el filósofo animaba a luchar contra la propia cobardía y el aburrimiento. 
 
    La única cosa que me gustó de su discurso es la referencia satánica al Non seruiam, el “no seré siervo” que se atribuye a Lucifer, que con esas palabras expresó su rechazo a servir a Dios en el reino de los cielos. Y frente al concepto de “obediencia debida” contrapuso Savater el de “desobediencia debida”, pero no estaba haciendo  un elogio de la rebeldía en general, como el Savater juvenil, que escribió un Panfleto contra el Todo, y acabó tragando con (casi) todo por un tubo,  dado que ahora predicaba  la obediencia a la constitución y a las leyes, y la desobediencia sólo  ante “cualquier persona que manipule a su antojo la constitución y las leyes.” 
 
    Fernando Savater, que había publicado un libro Contra las patrias, (1984) se había decantado por un nuevo patriotismo: el patriotismo constitucional de Jürgen Habermas, que ahora defendía a capa y espada en esta España nuestra, en esta democracia remasterizada, como dice un amigo,que ya cuenta con un avatar de Unamuno para hacer más tragicómica y "rehistórica" la dcramática zarzuela española.
  

     Acababa su discurso con la peroración de “no lo dejéis, no os aburráis, no os canséis”, y una frase de la que se han hecho eco muchos medios: “No toleréis lo intolerable, porque quien tolera lo intolerable termina viviendo de una manera miserable.” 
 
    La traca final fue: "De modo que, adelante todos nosotros: ¡Viva España! ¡Viva la Constitución! ¡Viva el Rey!" No era extraño que lanzara en su epílogo, como filósofo institucional del reino de las Españas, vivas a las instituciones: a España, a la Constitución, y al Rey -él que fue ácrata en su juventud y en su madurez se había decantado tantas veces republicano-, vivas que eran coreados por el fiel auditorio entregado.
 

domingo, 19 de noviembre de 2023

Mensajes en una botella arrojada al mar (I)

El porvenir, como reza la copla*, nunca llega, porque, si acaso se presentara algún día, ya no sería algo futuro; pero lo esperamos para evadirnos del presente.
   *Sentadito en la escalera, / esperando el porvenir, / y el porvenir que no llega. 
 
 
La voz del mercenario reconoce que no lucha por el ideal del patriotismo, sino por el mayor y más inclusivo de todos los ideales, que es el salario que recibe.
 
Relumbran, desenvainadas, las cimitarras que harán rodar cabezas a su paso y a su tajo. Los chacales y los buitres barruntan y huelen ya la sangre derramada.
 
Déjà vu, déjà entendu: Telespectador que ve y oye una y otra vez las mismas imágenes y palabras que no dicen nada nuevo, hasta que se le reblandece la sesera.
 
Así como el ganadero marca a sus reses con la divisa de su ganadería, muchos se tatúan o se escarifican para asegurarse de la existencia de su propia identidad.
 
 En vez de preocuparnos de fortalecer nuestra personalidad, deberíamos interesarnos por desintegrarla como una pastilla efervescente que en el agua se disuelve.
 
 
El partido que accedió al poder prometiendo el cambio no sólo no cambió nada, sino que contribuyó a dejarlo todo como estaba haciendo sólo cosméticos retoques.
 
Preocupado por su evaluación y sin interés por el objeto del proceso de aprendizaje, al alumno no le queda ni tiempo ni gana alguna de aprender nada de verdad.
 
El que busca la verdad no puede encontrarla porque sabe de antemano lo que busca antes de haberlo hallado, pero la verdad no puede saberse antes de encontrarla.
 
 Pensar es desestabilizar nuestras evidencias y creencias, es decir, nuestras ideas, empezando por la principal de nuestra identidad personal e intransferible.
 
 Redoblan tambores, rugen los elefantes, piafan los caballos, sube al cielo un grito horrísono de guerra. Ondean pendones destellando como ardientes llamaradas.
 

  “Como marines, hemos sido entrenados para la acción. Es precisamente lo que deseamos”. Dijo el joven de Arizona poco antes de la invasión del país mesopotámico.
 
¿Cómo va a el tiempo a curar nuestras heridas y a resolver los problemas si el mayor problema que tenemos es la existencia del propio tiempo, y su insistencia?
 
La retransmisión televisada de un partido de balompié provoca la desbandada de sus señorías en el Congreso de todas las Españas, asunto de importancia nacional.
 
Ordalía o juicio divino: Si pongo la mano en el fuego y, por la gracia de Dios, no me quemo y permanezco indemne, queda a ojos del mundo probada mi inocencia.

sábado, 18 de noviembre de 2023

En el nombre del amor

    La foto de un soldado israelí que, entre los escombros de Gaza, exhibe orgulloso la bandera multicolor del arcoíris, símbolo del colectivo LGBTQ+, que se utiliza de ese modo para justificar el genocidio del pueblo palestino, no puede dejarnos indiferente, como si los derechos de esa comunidad justificaran la destrucción de Gaza, bien representada por las ruinas que rodean al soldado que sonríe y exhibe en la lengua del Imperio la leyenda In the Name of Love (y debajo lo mismo en árabe, para que lo entiendan los palestinos que no sepan inglés: في اسم الحب ): en el nombre del amor, que resulta sarcástica: la muerte se lleva a cabo en nombre del amor, que legitima así todas las atrocidades, incluso la destrucción de un hospital y la matanza de los inocentes. 
 
 
    También se ha hecho viral otra foto de otro soldado israelí ondeando una bandera sionista con dos franjas, una superior y otra inferior, con los colores de la bandera del arcoiris, y los tanques de fondo. 
    

 
    Es la misma estrategia narrativa: el imperialismo occidental provoca la destrucción y luego la blanquea con la bandera policromada del amor y la tolerancia. La estratagema narrativa, o más bien ideológica, ya había aparecido como tal en relación con la guerra en Ucrania, cuando se hablaba de los soldados que llevaban la insignia del unicornio -¿símbolo fálico?- en su uniforme propia de la Asociación Ucraniana de Militares LGBTIQ+, como si fueran el legendario batallón sagrado de Tebas, que se enfrentaban así contra el pérfido y homófobo Putin y la Rusia intolerante. 
 
Soldados ucranianos con el emblema del unicornio.
 
      Claro que hay quienes defienden que se ondee la bandera del orgullo, porque lleva un mensaje de paz, libertad y tolerancia a todos los palestinos que se esconden de Hamás porque saben que pertenecer a la comunidad Lésbica, Gay, Bisexual, Transexual, Queer y demás mandangas genéricas significa “muerte” en Gaza, luchando así por una Palestina libre, laica, tolerante y diversa, en la que, como contrapartida, no queden vivos palestinos.

viernes, 17 de noviembre de 2023

"Yo soy Espártaco"

    Una de las escenas más memorables de la película Espartaco (1960) de Stanley Kubrick, basada en la novela histórica homónima del escritor norteamericano Howard Fast (1914-2003), es cuando Marco Licinio Craso, jefe del ejército romano, dando muestra de su clemencia, les promete a los esclavos prisioneros que les será perdonada su vida (“Esclavos erais y esclavos volveréis a ser”), librándose del terrible castigo de la crucifixión a condición de identificar el cadáver o la persona en el caso de que aún viva, del esclavo llamado Espártaco -restituyo la pronunciación esdrújula original de su nombre-, que era el cabecilla de aquella sofocada rebelión.



     Se produce entonces un tenso silencio embarazoso. Los esclavos se miran unos a otros. No saben si denunciar al que ha sido el inspirador de la revuelta o guardar silencio. Es entonces cuando el personaje real llamado Espártaco, interpretado magistralmente por Kirk Douglas, se levanta, pero lo hace a la vez que él su amigo Antonino y otro esclavo que está a su lado, y pronuncian los tres al unísono “Yo soy Espártaco”. 
 
    Enseguida todos y cada uno de los esclavos restantes se levantan y pronuncian a coro: “Yo soy Espártaco”. Evidentemente todos no pueden ser Espártaco, pero todos se identifican como tal. Pero el personaje real, que se ve arropado por los demás, tampoco es Espártaco verdaderamente, porque ese nombre ya no es el nombre propio de un individuo, de un átomo personal y singular, sino que se ha convertido, digamos como por arte de magia, en un nombre común de toda una asamblea, y por lo tanto deberíamos escribirlo con letra inicial minúscula, como se hace con los nombres comunes: "Yo soy espártaco", el nombre del movimiento que pretendía abolir la esclavitud. 
 
    Algo parecido, pero al revés, de aquello del evangelio, cuando Jesucristo exorciza a un endemoniado y dirigiéndose al espíritu impuro, según la traducción de Nácar-Colunga que manejo, le pregunta: "¿Cuál es tu nombre? Contestó él: Legión, porque habían entrado en él muchos demonios" (Lucas, 8, 30), Su nombre era Legión, un nombre común que asciende así a la categoría de nombre propio, porque no es uno solo sino muchos los que habitan dentro de ese nombre común. En el caso que nos ocupa ahora la situación es inversa: un nombre propio se convierte en común y adquiere un significado simbólico, y pasa de ser el nombre de un individuo personal a ser el de una colectividad.
 

 
     Me parece una escena magistral porque muestra la falsedad y la realidad al mismo tiempo del fetiche de la identidad personal: El yo que habla, que en este caso es un yo coral o una multitud de yoes individuales, pero no una voz individual, afirma que él es el yo real, identificándose con el yo del que se habla y por el que se pregunta para darle un escarmiento: Espártaco, lo que en verdad es imposible, porque nuestros nombres propios no dejan de ser pseudónimos al fin y al cabo.
 
    De este modo queda desdibujado el bulto de la identidad personal real de Espártaco, que identificándose como tal está negando, con el simple hecho de decirlo, la verdad de la realidad que afirma. Así como está claro que los demás no pueden ser el Espártaco real de carne y hueso, tampoco el primero que lo dice lo es el que dice ser, sino uno más de esa multitud que grita al unísono la mentira de la identidad personal.
 
 
 
      La escena no es un hecho histórico propiamente dicho, sino propio de la ficción no sé si ya de la novela, que no he leído, o solo del guionista de la película de Kubrick Dalton Trumbo. Si queremos consultar la historiografía oficial,  S. I. Kovaliov cuenta en su "Historia de Roma" a propósito de la muerte de Espártaco: "En la primavera del 71 (sc. antes de nuestra era) tuvo lugar en Apulia la última batalla. Los esclavos combatieron con un valor desesperado: 60.000, entre ellos Espártaco, cayeron en la lucha. El cuerpo de Espártaco no fue encontrado. Los romanos solo perdieron 1000 hombres; 6000 esclavos hechos prisioneros fueron crucificados a lo largo del camino que iba de Capua a Roma. Sin embargo, todavía algunos grupos aislados, escondidos en las montañas, continuaron durante mucho tiempo combatiendo contra los romanos.

jueves, 16 de noviembre de 2023

Etcétera (De esto, lo otro y lo de más allá).

    El auténtico seductor, escribe Marguerite Yourcenar, no es Alcibíades sino Sócrates. Alcibíades, como se sabe, era un joven efebo aristócrata ateniense, bellísimo al parecer,  mientras que Sócrates era un viejo y caduco pederasta en el sentido más noble del término, al que le gustaba rodearse de los jóvenes por lo que ellos tienen de rebeldía contra el futuro, y si había algo en él que sonaba a canto de las sirenas era el reconocimiento de su ignorancia y el cuestionamiento de todas las certezas. Por eso Sócrates es el auténtico corruptor de la juventud, decimos nosotros, en el sentido más profundo y no sólo sexual de la palabra,  porque parafraseando a la divina Marguerite, el órgano sexual más erótico no es el cuerpo -Alcibíades- sino el alma,  la cabeza que anima a ese cuerpo –Sócrates.


 Sócrates y Alcibíades, Ch.  W. Eckersberg  (c.1813-1816)
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    El lenguaje no es machista ni feminista de por sí, el que es machista o feminista es el hablante de un idioma, independientemente del idioma que hable. En inglés no existen los géneros gramaticales: el adjetivo es invariable. Da igual que hablemos de ellos o de ellas, si queremos decir que están contentos no hace falta decir la consabida gilipollez feminista de contentos y contentas (en español en realidad tampoco, porque el masculino es el género no marcado que vale también por el femenino, pero los feministas se empeñan en redundar en femenino), porque se dice de la misma manera: happy (sin variación de género ni de número). Y de eso no se puede concluir que la lengua inglesa sea menos machista o más feminista que la española, ni los angloparlantes tampoco por supuesto.
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 ¿Hay vida después de la muerte? ¿La hay acaso antes?
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    Nuestro idioma es mejor que otros (póngase aquí cualquier otro idioma que no sea el nuestro, por ejemplo el árabe) porque el nuestro se entiende fácilmente, sin necesidad de estudiarlo, mientras que el otro no. Si lo oímos hablar, no entendemos ni papa. ¡Qué gran engaño! Y lo peor de todo es que el idioma conforma un nacionalismo cerril no menos odioso, falso y patriótico que el político. ¡Qué gran negocio para los nacionalistas es que los nacidos en una nación hablemos por lo general el mismo idioma!
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    El siglo XX, bárbaro y brutal, ha sido testigo de un cambio espectacular: la imagen ha avasallado las sociedades humanas, la imagen se ha apoderado del lenguaje humano, supeditando el texto escrito o literario y el sonido de la voz y la música, que están a su servicio, creando una verdadera “realidad virtual imaginaria”.  Hemos pasado del culto a las imágenes exclusivamente sagradas,  a la sacralización o consagración de todas las imágenes. Somos esclavos de las imágenes, a las que rendimos un culto divino: iconodulía. La imagen se ha convertido en el elemento determinante de los medios de comunicación y formación de masas de individuos, sustituyendo a la voz y la palabra. Ello ha servido tanto para impulsar la expansión del mercado, como para garantizar la gobernabilidad de las distintas sociedades democráticas, las dictaduras más perfectas que hay.
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    La conciencia tribal, que ha sido exaltada a la condición de conciencia nacional, y que nos está destruyendo, lejos de trascender el ego, lo que hace es robustecerlo, darle unas nuevas y vigorosas alas a modo de señas de identidad, por eso somos antinacionalistas.
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    La idea de autosuperación a través de gurús y manuales de autoayuda  es una vía errónea: solo provoca inflación egocéntrica, hinchazón y egolatría.
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    Siempre que hay un proyecto, hay un conflicto entre lo que es y lo que creemos que debería ser. No habría que plantearse la lucha entre lo que es y lo que debe ser, sino dejar de tener empeño en ser y dejar de hacer planes para el futuro inexistente esencialmente.
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