Mostrando entradas con la etiqueta carpe diem. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta carpe diem. Mostrar todas las entradas

miércoles, 22 de noviembre de 2023

De mañana no hay certeza

    Lorenzo de' Medici (1444-1492) escribió estos versos renacentistas en “El triunfo de Baco y Ariadna”, un poema de temática mitológica de exaltación del amor, donde recrea a su modo el tópico literario horaciano del carpe diem, constatando la belleza de la fugitiva y escurridiza juventud.

Quant’è bella giovinezza
che si fugge tuttavia!
Chi vuole esser lieto, sia,
di doman non c’è certezza.  


    Vienen a decirnos sus versos que no nos alimentemos del pan del mañana, que no vivamos del futuro, porque ese empeño nos impide disfrutar no vamos a decir del ahora, sino, mucho más sencillo, de ahora (sin el artículo determinado que intenta atrapar vanamente este momento presente, que es el único que tenemos). No se trata de gozar del presente, que es una abstracción y una entelequia como el futuro, sino de gozar ahora, que no es lo mismo.  


    Carpe diem (disfruta del momento) significa que no te pre-ocupes del futuro, es decir, que no te ocupes de lo que vaya a ser, sea lo que sea, que ya se verá, y que, por lo tanto,  no te anti-cipes, es decir, no intentes coger el fruto antes de que se haya cosechado. 
 
    El hecho de que no haya ninguna certidumbre del futuro, en lugar de entristecernos, debe alegrarnos sobremanera, porque eso significa que el porvenir  no está escrito, que el panorama no es tan sombrío, que de la muerte que nos tienen a todos sin excepción democráticamente prometida desde que nacemos (memento mori), no tenemos ninguna constancia ni certidumbre, como demuestra el hecho empírico de que no tengamos ninguna experiencia propia de ella, por lo que, igual que el futuro, brilla por su ausencia, no existe.

¡Juventud, cuánta belleza,
que huye sin embargo fuera!
Que se alegre quien lo quiera:
Del mañana no hay certeza.

¡Damas y chicos amantes,
viva Baco y viva Amor!
¡Que haya sones, bailes, cantes!
¡Que arda el corazón en flor!
¡Sin fatiga, sin dolor!
Que sea lo que ser quiera:
Que se alegre quien lo quiera:
de mañana no hay certeza.
 
    Angelo Branduardi nos trae esta versión más moderna, también en la lengua de Dante, de los versos de Lorenzo de' Medici.


domingo, 5 de febrero de 2023

CARPE DIEM

    El célebre "carpe diem" de Quinto Horacio Flaco, significa literalmente, como se sabe, "coge el día", lo que quiere decir "aprovecha el momento, no lo dejes escapar". No quiere decir, como a veces se piensa, que haya que disfrutar a tope porque la vida son dos días y la muerte algo inminente, porque ¿quién es capaz de disfrutar a tope pensando una cosa así ante la perspectiva de la amenaza sombría de la espada de Damoclés sobre nuestras cabezas?
 

    Es algo más profundo que eso. No es un mal consejo en lo que de negativo conlleva, disuadiéndonos implícitamente de regodearnos en el pasado o en el futuro, porque tanto el pasado como el porvenir son formas del tiempo cronometrado que se le imponen a nuestra vida, que matan nuestras posibilidades de vida aquí y ahora; nos está sugiriendo que nos liberemos de nosotros mismos, de nuestro pasado y de nuestro futuro, pero no funciona tan bien en el consejo explícito y positivo que nos da porque nos está  ordenando con un imperativo (carpe, como si dijéramos: ¡haz esto…!) que nos aferremos al momento presente, al instante, lo que no deja de ser una orden que tenemos que cumplir -¿y cómo voy a librarme de mí mismo si tengo que cumplir una orden?-, y además emplea el término “momento” (diem en latín), que precisamente no nos deja salirnos del tiempo cronometrado en el que estamos inmersos y del que quiere liberarnos. La intención es buena porque nos exonera del pasado y del futuro, no se puede negar, pero, como contrapartida, nos encadena al momento presente.

 Fotograma de El club de los poetas muertos (Dead poets society), de Peter Weir (1989)

    El poeta, en otras palabras, nos dice que en lugar de lo que hacemos habitualmente que suele ser vivir en el ayer recordando siempre lo que hicimos el otro día o hace cuatro años e identificándonos así con nuestros numerosos antepasados, o vivir en el mañana haciendo planes para el fin de semana que viene, o proyectos para las próximas vacaciones, para un futuro inasible porque el futuro por definición es lo que no existe todavía, lo que está siempre por venir y no acaba de llegar nunca, proyectándonos así en la también numerosa descendencia de nuestros herederos, deberíamos ocuparnos de vivir... íbamos a decir "el presente". Pero ¿qué es el presente? Si el pasado no existe porque son recuerdos y el futuro tampoco porque es la proyección de nuestros deseos o temores ¿qué es el "presente"?

    Honestamente, hay que reconocer que no lo sabemos. Lo más que podemos decir es que hay que vivir ahora, ahora mismo -y no estamos diciendo que haya que vivir "el ahora", que no es lo mismo, sino ahora. 

    Ahora es una palabra deíctica, que no tiene significado ni se deja definir y por eso nos saca de la realidad y nos libera del tiempo, que, cuando la pronunciamos, ya ha pasado. Y ¿qué quiere decir eso? Pues que tendríamos que dejar de habitar en el pasado y dejar al mismo tiempo de alojarnos en el futuro porque, mientras hacemos eso, no vivimos aquí y ahora mismo. Sencillamente.


Tu ne quaesieris (scire nefas) quem mihi, quem tibi
finem di dederint, Leuconoe, nec Babylonios
temptaris numeros. Vt melius quicquid erit pati!
Seu pluris hiemes seu tribuit Iuppiter ultimam,
quae nunc oppositis debilitat pumicibus mare
Tyrrhenum, sapias, uina liques et spatio breui
spem longam reseces. Dum loquimur, fugerit inuida
aetas: carpe diem, quam minimum credula postero.

(Horacio Odas I, 11)
 
Os ofrezco varias traducciones al castellano. Empezamos por la del venezolano Miguel Antonio Caro, en versos alejandrinos compuestos por dos hemistiquios heptasílabos:
 
Cuál fin a mí los dioses, cuál fin a ti, Leucónoe,
hayan de reservarte, no quieras indagar,
ni en consultar te empeñes los babilonios números;
cerrado a humanos cálculos el porvenir está.
 
Mejor es resignarnos a lo que venga, o Júpiter
benigno otros inviernos conceda y otros más,
o este el último sea que hoy en rocas inmóviles
a deshacer sus tumbos lleva el Tirreno mar. 

Sé cuerda, vinos filtra y estrecha en breve círculo
las largas esperanzas. Esquiva nuestra edad
vuela mientras hablamos, ¡paso! No fíes crédula
en día venidero, goza este que se va.

La traducción de Alejandro Aráoz Fraser, en hendecasílabos con rima consonante:

No quieras tú saber, que no te es dado,
qué fin los dioses, Leucónoe hermosa,
nos darán a los dos; sin tal cuidado
vivir este momento es sabia cosa.

No sabes si será tu último invierno
el que ves. No consultes adivinos,
y ya que nada puede ser eterno
óyeme; sé prudente, gusta vinos,
 
aprovecha el instante presuroso;
breve es la vida, la esperanza vana:
el tiempo huye entre tanto envidïoso,
hoy goza y nada esperes de mañana.
 
 

La traducción de Manuel Fernández Galiano, en verso libre (por no decir que en prosa que reproduce en un renglón el contenido de un verso latino, lo que, por otra parte, no desmerece en cuanto a la traducción del contenido a nuestra lengua, si bien se ha perdido la música, o sea, el ritmo).
 
No investigues, pues no es lícito, Leucónoe, el fin que ni a mi
 ni a ti los dioses destinen; a cálculos babilonios
no te entregues. ¡Vale más sufrir lo que haya de ser!
Te otorgue Júpiter varios inviernos o solo el de hoy
que destroza al mar Tirreno contra las rocas, prudente
sé, filtra el vino y en nuestro breve vivir la esperanza
contén. Mientras hablo, el tiempo celoso habrá ya escapado:
goza del día y no jures que otro igual vendrá después.
 
La traducción de Agustín García Calvo, en asclepiadeos mayores, es la única que reproduce en castellano el esquema rítmico del original, además de ser una traducción bastante literal. El nombre griego de la destinataria Leuconoe, que literalmente significa "mente blanca", lo ha traducido magistralmente por Cándida, lo que nos recuerda a nuestra expresión "alma cándida". Y el nombre propio de Júpiter ha sido sustituido por "el Señor", dado que en el politeísmo romano era este dios el rey y señor de todos los dioses y las diosas.

Tú no indagues (es ley / nunca saber) / qué fecha el cielo a mí,
cuál a ti te marcó, / Cándida, y no / andes a consultar  
carta y número astral. / ¡Cuánto mejor / lo que se dé pasar!
Que otro invierno a tu haber / ponga el Señor, / que último sea ya
este que áspera hoy / contra el cantil / hace romper la mar
Tusca.  Trata de ser / cuerda, colar / vino, y a breve fin
la esperanza abreviar. / Solo en hablar / ídose el tiempo habrá 
falso. Pilla del hoy; / mínima pon / en su mañana fe. 
 
 
No pretendo yo hacer ninguna traducción y competir con las anteriores, líbrenme de eso los manes de Horacio y los de los traductores anteriores,  sino hacer en todo caso una paráfrasis, bastante farragosa, por cierto, y para ella me aprovecho, lo reconozco, de algunos hallazgos de las anteriores.  Y la hago en asclepiadeos mayores, cómo no, que es el metro original de Horacio, aunque soy consciente de que es un ritmo un poco duro para nuestros oídos castellanos:
 
 Nunca vas a saber / cuánto a los dos /  tiempo nos va a quedar,
 alma cándida, así /  que haz el favor, / no te atormentes más. 
Deja horóscopos, pues, / ya de leer: / falsos profetas son.
 Lo que sea será, /  si es que ha de ser. /  Ya se verá si Dios 
 otra tregua te da / o este será / tu último invierno ya
que el cantábrico mar / veas batir /  de olas y temporal.
  Ten sentido común,  / sírvete buen / vino y olvido pon. 
Ni esperanza razón / hay de albergar / ni desesperación.
En hablar se nos va / -ya se nos fue-,  / míralo, el tiempo huyó,  
por la puerta de atrás, / nuestro. A lo de hoy / tente, al momento, que es, 
piensa, el único que hay. / No en el ayer / vivas, que no pasó.
 No hagas planes y no / crédito des / nunca a lo por venir.

domingo, 23 de enero de 2022

Gasajémonos de hucia

    He aquí un villancico, en el primitivo sentido de la palabra, de Juan del Encina (1469-1529) que me he permitido “traducir” y poner en castellano actual, dado que contiene algunas palabras que han caído ya en desuso como gasajarse, gasajoso y gasajo, huzia ó hucia, descruciar, cordojo, aburrir (con el sentido de aborrecer) y pensoso.

    Las tres primeras las conservamos con a-: agasajarse, agasajoso, agasajo; proceden del germánico gasalho, compañero, que en alemán moderno da origen a  gesellen y Gesellschaft, 'acompañar' y 'sociedad', respectivamente; descruciar viene del latín ex-cruciare “atormentar con el suplicio de la cruz”, al que se le ha antepuesto el prefijo privativo de(s)-, por lo que pasa a significar todo lo contrario: "liberarse de los tormentos"; cordojo es un compuesto de cor dolio, es decir, dolor del corazón, y pensoso viene de pensum "peso de la lana que la mujer tenía que hilar en un día", de donde pasa a tener un significado más general de "tarea, trabajo, obligación".

    Y sobre hucia, hay que decir que procede de fiducia, que en latín significaba ‘confianza’. Por la vía culta la adoptó el castellano sin modificaciones y así fiducia figura todavía en el vigente DRAE, aunque con la apostilla de “anticuada”; más vivo, sin embargo, está hoy su adjetivo derivado fiduciario, término  relacionado con los mundos del derecho y las finanzas. Por la vía vernácula normal, fiducia experimentó sucesivas alteraciones fiducia> fiuzia> fuzia> hucia, hasta llegar al término que utiliza Juan del Encina y que todavía recogía el  Diccionario del ’92 definiéndolo como ‘fianza, aval, confianza’, si bien tildándolo de “anticuado”.

    Cuando el español forma verbos a partir de sustantivos, suele aumentar la raíz de éstos con una a- inicial; así se obtiene de crédito,  acreditar. Siguiendo este procedimiento, de hucia se creó ahuciar, con la hache intercalada, que significa  "esperanzar o dar confianza, y también crédito". Confío en que se vea bien aquí la relación existente entre la fianza (económica) y la vieja fe religiosa "que mueve montañas", de ahí que ahuciar no sólo signifique tener confianza en una persona, sino también darle crédito, en el sentido económico del término.  Para expresar lo contrario sólo hay que anteponer el prefijo privativo des- y ya tenemos des-ahuciar, a imagen y semejanza de des-acreditar, por ejemplo.

    Esa es la relación que podemos establecer entre la hucia de Juan del Encina y los modernos desahucios, que no dejan de ser desconfianzas o desacreditaciones que hacen que el dueño, que suele ser una entidad bancaria,  despida al arrendatario, poniéndolo "de patitas en la calle". (Hemos explicado, de paso, el origen de la hache intercalada; hay que tener en cuenta que la grafía *deshaucio (a imagen de deshacer, por ejemplo) es incorrecta, por lo que llevamos visto, ya que es engañosa).   



    En cuanto al contenido del villancico de don Juan del Encina, presenta el tema del carpe diem horaciano, tras el que late el espíritu epicúreo y hedonista de disfrutar de los placeres de la vida porque los problemas vienen ellos solos sin que vayamos a buscarlos: ¡Busquemos siempre el placer, / que el pesar / viene sin irlo a buscar!

Gasajémonos de huzia, / qu'el pesar / viénese sin le buscar.                     

Gasajemos esta vida,  /descruziemos del trabajo;   / quien pudiere haver gasajo, / del cordojo se despida. / ¡Dele, dele despedida, / qu'el pesar / viénese sin le buscar!                             

Busquemos los gasajados, / despidamos los enojos; / los que se dan a cordojos / muy presto son debrocados. / ¡Descuidemos los cuidados,  / qu'el pesar / viénese sin le buscar!                              

De los enojos huyamos  / con todos nuestros poderes;  / andemos tras los plazeres,   / los pesares aburramos.  / ¡Tras los plazeres corramos, /   qu'el pesar  /   viénese sin le buscar!                               

Hagamos siempre por ser   / alegres y gasajosos; / cuidados tristes, pensosos, / huyamos de los tener. / ¡Busquemos siempre el plazer,  / qu'el pesar  / viénese sin le buscar! 
  
 

                           Disfrutemos bien a gusto (con confianza, sin remilgos) / que el pesar  /   viene sin irlo a buscar.

                           Disfrutemos de esta vida, /  evitemos su trabajo; / el que tenga un agasajo / de congoja se despida. / ¡Déle, déle despedida, / que el pesar / Viene sin irlo a buscar! 

                  Busquemos el agasajo, / despidamos los enojos; /        los que se dan a congojos / pronto se vienen abajo. / ¡Descuidemos los cuidados, / que el pesar / viene sin irlo a buscar!

                         De los problemas huyamos / con todos nuestros poderes; / andemos tras los placeres, / pesares aborrezcamos. /      ¡Tras los placeres corramos, / que el pesar / viene sin irlo a buscar!  

                         Hagamos siempre por ser  / alegres y cariñosos; / cuidados tristes, penosos, / evitemos padecer. / ¡Busquemos siempre el placer, / que el pesar / viene sir irlo a buscar!


    El grupo estonio Hortus Musicus canta el villancico epicúreo de Juan del Encina a partir del minuto 30,20 del video. Pero el álbum todo no tiene desperdicio: se trata de música renacentista donde se celebra el re-nacimiento del mundo clásico pagano; la Edad Media ha quedado atrás con sus luces y sus sombras. No fuera malo, como suele decirse. Ya nos advirtió Umberto Eco años atrás, en 1972, de la irrupción de una Nueva Edad Media estableciendo paralelismos entre el viejo medievo y la edad contemporánea: héla aquí llegada, habitando entre nosotros.