domingo, 5 de febrero de 2023

CARPE DIEM

    El célebre "carpe diem" de Quinto Horacio Flaco, significa literalmente, como se sabe, "coge el día", lo que quiere decir "aprovecha el momento, no lo dejes escapar". No quiere decir, como a veces se piensa, que haya que disfrutar a tope porque la vida son dos días y la muerte algo inminente, porque ¿quién es capaz de disfrutar a tope pensando una cosa así ante la perspectiva de la amenaza sombría de la espada de Damoclés sobre nuestras cabezas?
 

    Es algo más profundo que eso. No es un mal consejo en lo que de negativo conlleva, disuadiéndonos implícitamente de regodearnos en el pasado o en el futuro, porque tanto el pasado como el porvenir son formas del tiempo cronometrado que se le imponen a nuestra vida, que matan nuestras posibilidades de vida aquí y ahora; nos está sugiriendo que nos liberemos de nosotros mismos, de nuestro pasado y de nuestro futuro, pero no funciona tan bien en el consejo explícito y positivo que nos da porque nos está  ordenando con un imperativo (carpe, como si dijéramos: ¡haz esto…!) que nos aferremos al momento presente, al instante, lo que no deja de ser una orden que tenemos que cumplir -¿y cómo voy a librarme de mí mismo si tengo que cumplir una orden?-, y además emplea el término “momento” (diem en latín), que precisamente no nos deja salirnos del tiempo cronometrado en el que estamos inmersos y del que quiere liberarnos. La intención es buena porque nos exonera del pasado y del futuro, no se puede negar, pero, como contrapartida, nos encadena al momento presente.

 Fotograma de El club de los poetas muertos (Dead poets society), de Peter Weir (1989)

    El poeta, en otras palabras, nos dice que en lugar de lo que hacemos habitualmente que suele ser vivir en el ayer recordando siempre lo que hicimos el otro día o hace cuatro años e identificándonos así con nuestros numerosos antepasados, o vivir en el mañana haciendo planes para el fin de semana que viene, o proyectos para las próximas vacaciones, para un futuro inasible porque el futuro por definición es lo que no existe todavía, lo que está siempre por venir y no acaba de llegar nunca, proyectándonos así en la también numerosa descendencia de nuestros herederos, deberíamos ocuparnos de vivir... íbamos a decir "el presente". Pero ¿qué es el presente? Si el pasado no existe porque son recuerdos y el futuro tampoco porque es la proyección de nuestros deseos o temores ¿qué es el "presente"?

    Honestamente, hay que reconocer que no lo sabemos. Lo más que podemos decir es que hay que vivir ahora, ahora mismo -y no estamos diciendo que haya que vivir "el ahora", que no es lo mismo, sino ahora. 

    Ahora es una palabra deíctica, que no tiene significado ni se deja definir y por eso nos saca de la realidad y nos libera del tiempo, que, cuando la pronunciamos, ya ha pasado. Y ¿qué quiere decir eso? Pues que tendríamos que dejar de habitar en el pasado y dejar al mismo tiempo de alojarnos en el futuro porque, mientras hacemos eso, no vivimos aquí y ahora mismo. Sencillamente.


Tu ne quaesieris (scire nefas) quem mihi, quem tibi
finem di dederint, Leuconoe, nec Babylonios
temptaris numeros. Vt melius quicquid erit pati!
Seu pluris hiemes seu tribuit Iuppiter ultimam,
quae nunc oppositis debilitat pumicibus mare
Tyrrhenum, sapias, uina liques et spatio breui
spem longam reseces. Dum loquimur, fugerit inuida
aetas: carpe diem, quam minimum credula postero.

(Horacio Odas I, 11)
 
Os ofrezco varias traducciones al castellano. Empezamos por la del venezolano Miguel Antonio Caro, en versos alejandrinos compuestos por dos hemistiquios heptasílabos:
 
Cuál fin a mí los dioses, cuál fin a ti, Leucónoe,
hayan de reservarte, no quieras indagar,
ni en consultar te empeñes los babilonios números;
cerrado a humanos cálculos el porvenir está.
 
Mejor es resignarnos a lo que venga, o Júpiter
benigno otros inviernos conceda y otros más,
o este el último sea que hoy en rocas inmóviles
a deshacer sus tumbos lleva el Tirreno mar. 

Sé cuerda, vinos filtra y estrecha en breve círculo
las largas esperanzas. Esquiva nuestra edad
vuela mientras hablamos, ¡paso! No fíes crédula
en día venidero, goza este que se va.

La traducción de Alejandro Aráoz Fraser, en hendecasílabos con rima consonante:

No quieras tú saber, que no te es dado,
qué fin los dioses, Leucónoe hermosa,
nos darán a los dos; sin tal cuidado
vivir este momento es sabia cosa.

No sabes si será tu último invierno
el que ves. No consultes adivinos,
y ya que nada puede ser eterno
óyeme; sé prudente, gusta vinos,
 
aprovecha el instante presuroso;
breve es la vida, la esperanza vana:
el tiempo huye entre tanto envidïoso,
hoy goza y nada esperes de mañana.
 
 

La traducción de Manuel Fernández Galiano, en verso libre (por no decir que en prosa que reproduce en un renglón el contenido de un verso latino, lo que, por otra parte, no desmerece en cuanto a la traducción del contenido a nuestra lengua, si bien se ha perdido la música, o sea, el ritmo).
 
No investigues, pues no es lícito, Leucónoe, el fin que ni a mi
 ni a ti los dioses destinen; a cálculos babilonios
no te entregues. ¡Vale más sufrir lo que haya de ser!
Te otorgue Júpiter varios inviernos o solo el de hoy
que destroza al mar Tirreno contra las rocas, prudente
sé, filtra el vino y en nuestro breve vivir la esperanza
contén. Mientras hablo, el tiempo celoso habrá ya escapado:
goza del día y no jures que otro igual vendrá después.
 
La traducción de Agustín García Calvo, en asclepiadeos mayores, es la única que reproduce en castellano el esquema rítmico del original, además de ser una traducción bastante literal. El nombre griego de la destinataria Leuconoe, que literalmente significa "mente blanca", lo ha traducido magistralmente por Cándida, lo que nos recuerda a nuestra expresión "alma cándida". Y el nombre propio de Júpiter ha sido sustituido por "el Señor", dado que en el politeísmo romano era este dios el rey y señor de todos los dioses y las diosas.

Tú no indagues (es ley / nunca saber) / qué fecha el cielo a mí,
cuál a ti te marcó, / Cándida, y no / andes a consultar  
carta y número astral. / ¡Cuánto mejor / lo que se dé pasar!
Que otro invierno a tu haber / ponga el Señor, / que último sea ya
este que áspera hoy / contra el cantil / hace romper la mar
Tusca.  Trata de ser / cuerda, colar / vino, y a breve fin
la esperanza abreviar. / Solo en hablar / ídose el tiempo habrá 
falso. Pilla del hoy; / mínima pon / en su mañana fe. 
 
 
No pretendo yo hacer ninguna traducción y competir con las anteriores, líbrenme de eso los manes de Horacio y los de los traductores anteriores,  sino hacer en todo caso una paráfrasis, bastante farragosa, por cierto, y para ella me aprovecho, lo reconozco, de algunos hallazgos de las anteriores.  Y la hago en asclepiadeos mayores, cómo no, que es el metro original de Horacio, aunque soy consciente de que es un ritmo un poco duro para nuestros oídos castellanos:
 
 Nunca vas a saber / cuánto a los dos /  tiempo nos va a quedar,
 alma cándida, así /  que haz el favor, / no te atormentes más. 
Deja horóscopos, pues, / ya de leer: / falsos profetas son.
 Lo que sea será, /  si es que ha de ser. /  Ya se verá si Dios 
 otra tregua te da / o este será / tu último invierno ya
que el cantábrico mar / veas batir /  de olas y temporal.
  Ten sentido común,  / sírvete buen / vino y olvido pon. 
Ni esperanza razón / hay de albergar / ni desesperación.
En hablar se nos va / -ya se nos fue-,  / míralo, el tiempo huyó,  
por la puerta de atrás, / nuestro. A lo de hoy / tente, al momento, que es, 
piensa, el único que hay. / No en el ayer / vivas, que no pasó.
 No hagas planes y no / crédito des / nunca a lo por venir.

2 comentarios:

  1. En la última versión me ha parecido muy oportuna la introducción del término "crédito" para estos tiempos aciagos y sin otro sentido que el de las grandes instituciones dedicadas a la intensificada producción de Deuda y la planificación del pago de la misma, con procedimientos de ajuste que permiten hurtar ahora la riqueza, asignando y distribuyendo roles y funciones temporales diferenciadas y específicas a distintos sujetos sujetados tecnológica y políticamente a la susodicha.

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  2. El crédito es, en efecto, la versión religiosa de la vieja fe.

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