miércoles, 22 de febrero de 2023

Algunas reflexiones políticas

    Elegir a alguien para que decida por ti es una inhibición o dejación cívica irresponsable. Si votas, tú decides... que otro decida por ti. Con tu voto legitimas esa impostura llamada democracia, que se basa en la mentira de que las personas saben lo que quieren y quieren que alguien las gobierne. 

    Es un acto de irresponsabilidad, desde mi punto de vista, otorgar a una camarilla de elegidos –listas jerárquicas y cerradas de un partido- nuestra capacidad de decisión sobre el mundo que nos rodea. Es candorosamente ilusorio suponer que depositar un voto en una urna no es lo mismo que tirarlo a una papelera, y que realmente importa quién gane, porque gane quien gane tú pierdes, el pueblo pierde porque ha hecho dejadez de su soberanía. 

    Votar sólo sirve para mantener el status quo con independencia de quien gobierne eventualmente, lo cual resulta anecdótico y hasta cierto punto trivial. El voto, pues, no es la solución sino la trampa en la que caemos cuando creemos que contamos para algo más que para depositar un papel en una papelera. 

    Recuerdo, por ejemplo, que en el año 2019 antes de la pandemia nos convocaron a las urnas por cuarta vez en cuatro años (aux urnes, citoyens!), porque los resultados de las anteriores consultas no habían permitido formar un gobierno mayoritario y democrático. Algunos periódicos, como El Periódico Global, que es la voz de su amo, uno de los partidos en liza, nos dicen que hay que “sobreponerse a la frustración y acudir masivamente a las urnas.” Pero ¿para qué? Lo normal sería que volvieran a repetirse los mismos resultados que la última vez. ¿Por qué volver a votar entonces? ¿Es que los españoles votaron mal? ¿Acaso votaron lo que les dio la gana y no lo que deberían y por eso mismo debían volver, castigados, a las urnas el diez de noviembre? 

    Frente a quienes piensan que hay que cambiar de gobierno o seguir con el mismo que está, quienes se fían de las promesas de los políticos profesionales y sus voceros, no está de más recordarnos un poco a todos que los acontecimientos que nos está tocando vivir no son sino los problemas que ellos mismos crean o han creado con su puro juego parlamentario de enfrentamiento y manipulación política. 

    En realidad, no hay (grandes) diferencias entre unos y otros partidos políticos y basta perder el tiempo leyendo cualquier programa electoral o escuchándolos hablar para darse cuenta de que sólo comentan banalidades, que a ellos no les interesan las cosas que nos preocupan a nosotros de verdad. 

    El pueblo, ese gran escéptico, sabe que los políticos no van a hacer nada, porque son unos vendidos y unos mandados, marionetas subordinadas al poder económico, ni siquiera van a poder cumplir o mantener las promesas que nos han hecho para granjearse nuestra simpatía traducida en votos. 

    Pero cuando la gente enciende la radio, o la televisión, omnipresente en todos los hogares, o lee algún periódico,  pero casi nadie lee ya periódicos, o en las redes sociales que en todas partes se habla de "democracia", "voto", "elección ciudadana", salen personajes y personajillos en la pequeña pantalla hablando de a quién votarán, y entonces uno se cree un bicho raro si no vota, un antisistema, y acaba yendo a votar para que no le acusen de terrorista y para que no le tapen la boca diciéndole que "luego no te quejes" y mil tópicos más. 

    Pero el pueblo sabe mejor que nadie y todos nosotros por lo bajo también por lo que tenemos de pueblo y de gente corriente que el mundo está en manos de una minoría mundial que está por encima de los estados, algunos lo han llamado Estado Profundo, no en manos de los políticos profesionales ni mucho menos de sus electores. Los políticos son sólo personajes de una obra de teatro escrita por los verdaderos amos de este planeta, que se ríen al ver la inconmensurable estupidez de un pueblo que sigue votando cada cuatro años siempre esperanzado, siempre pensando que algo va a cambiar, persiguiendo la zanahoria inalcanzable de un mundo mejor, un señuelo que mantiene a esta sociedad en un perpetuo estado de generalizada insatisfacción y frustración. 

    Pero nos han inculcado desde el colegio que sólo votando podemos participar en la colectividad y aportar algo de nosotros para cambiar el mundo, cuando votando lo único que hacemos es cambiar de gobierno o legitimar al que está para que las cosas sigan estando igual y, por lo tanto, no cambien. 

    Lo que los políticos hacen con nuestro voto es ceder en un noventa por ciento a las instancias superiores económicas, o sea al Capital o, lo mismo da, al Estado, y con el diez por ciento restante se ponen a redactar leyes, decretos y demás monsergas, cosas absolutamente superficiales que no cambian en nada la esencia de las cosas con las que sin embargo nos entretienen y complican la existencia, y los medios de comunicación son en parte responsables de esto.  



    Nos referimos a cosas como la prohibición de fumar o no fumar, legitimar o no las bodas homosexuales, subir o bajar los impuestos para aumentar los gastos sociales, el aborto, reformas educativas insignificantes, nacionalismos, inmigración, “seguridad”, tráfico, siempre temas acerca de los cuales cada partido toma una postura enfrentada, buscando la confrontación, pero cuyo resultado no afecta para nada al funcionamiento general de la gran máquina capitalista, que es indiferente. Y el mundo, entretanto, sigue girando en el espacio no en torno al Sol sino según los dictados de los grandes bancos, de los magnates de la comunicación, de los millonarios, de las empresas farmacéuticas, del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional, de la Organización Mundial de la Salud, que pretende ahora empoderarse más aún, y demás organismos y entidades totalmente ajenas a los estados y sus pequeñas decisiones. 

    En algunas ciudades, por ejemplo, está prohibido tocar la guitarra en la calle porque dicen que molesta a los vecinos ¡a las ocho de la tarde! Está prohibido beber alcohol en la calle, pero no en los bares. Dentro de poco nos van a prohibir respirar o que nos juntemos más de dos personas so pretexto de reunión ilegal -sólo parejas, ni siquiera tríos que son ménages à trois, o sea multitud- igual que en la época de la oprobiosa dictadura. También han puesto cámaras por todas partes, con un cartelito diciendo que es por nuestra seguridad. ¡Esta gente está enferma! ¡Les gusta espiarnos, tenernos controlados para que nos sintamos seguros! 

    Cuando un político te dice “tú decides”, tiene razón, pero no en el sentido en el que él lo dice de que uno decide votando a uno u otro partido, cuyo gobierno es indiferente, sino en el sentido de que si votas estás apostando porque todo siga igual, mientras que si quieres cambiar la vida, cambiar el mundo, tendrías que hacer otra cosa. No me preguntes qué. Yo no lo sé. Sólo puedo decirte que desde luego, lo que hay que hacer si uno quiere que algo cambie no es votar precisamente, sino alguna otra cosa que no sea esa, porque esa ya sabemos que sólo sirve para que todo siga igual, lo que de por sí no tiene nada de malo, si es lo que queremos. Pero habrá que hacer otra cosa si queremos que las cosas cambien.

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