jueves, 9 de febrero de 2023

Por tierras de Zamora

 Pasa el verano y vuela la tarde azul / en Puebla de Sanabria dejándonos / su estela de oro en la laguna /  y una cadencia de luz perfecta. 
 
Has vuelto al escenario de tu niñez, / la única y auténtica patria, que es / la infancia que añoramos siempre / desde que huimos del paraíso. 
 
Buscas el río y por la ribera vas, / siguiendo el curso a contracorriente, a ver / bajo los álamos las linfas /  en las que, niño, te zambullías. 
 
 
 Y allí, en la misma sombra, seguía aquel / remanso mismo de agua que te acogió / benévolo en su seno fluido / cientos de veces como una madre. 
 
El río, sin embargo, no es nunca igual /  ni el mismo que era: no ha conservado más /  que el nombre, habiendo ya pasado /  su agua, metáfora de otro río. 
 
Tampoco, amigo mío, tampoco tú / eres el mismo que se bañaba en él, /  aquel chaval de nueve años /  que iba a cazar a las eras grillos,

 
que al deslizar rocoso del tobogán /  gastaba la culera del pantalón / corto, y trepaba a la atalaya /  a horas de misa y de catequesis,
 
o iba el domingo al cine (cerrado está /  a cal y canto al público ya el salón), / a ver alguna inolvidable / vieja película de romanos. 
 
Vuela el verano. Atrás se quedaron ya / tu río y niño antiguos. ¡Al paso, adiós /  te dicen los recuerdos, novias /  y horas que no han de volver a verte! 
 
 
Mas como si estuviera esperándote, /  abierta estaba la biblioteca aún, / donde yacían, en silencio, /  códices viejos de pergamino; 
 
palabras olvidadas que alguna vez / tuvieron eco, versos arrítmicos /  como el reloj que se ha parado /  mientras prosigue su marcha el tiempo. 
 
Volviste a entrar en ella, con devoción /  rayana en una fascinación total, / a despojarla y saquearla / de su tesoro, el conocimiento, 
 
igual que el bárbaro que aprendió en latín / a declinar la rosa y a conjugar / el verbo amar, mientras las rosas / todas y amores se marchitaban.
 
  (Para José Roberto Carballés Leal)

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