Un gallego de Pontevedra encargó un alargador del miembro viril a través de Internet, y la sorpresa fue mayúscula, no pudo ser mayor, cuando recibió lo que recibió.
El internauta hizo el pedido en línea unos días antes de la mágica noche de Reyes. Era el regalo que quería hacerse a sí mismo y de alguna manera se había hecho la ilusión de pedírselo a sus majestades, los Reyes Magos del Oriente.
El mismo día 6 de enero el envío llegó a su domicilio, pese a ser día festivo en las Españas, pero al parecer no hay festividades para los repartidores. Llegó el mismísimo día de Reyes, pero podría haber llegado el día de los Santos Inocentes, porque parecía como comprobó enseguida una inocentada. La ilusión acumulada desde la infancia en unas fechas tan especiales se le esfumó a nuestro hombre en cuanto abrió el paquete en el que esperaba encontrar un alargador natural de su miembro viril -sin cirugía ni silicona, como decía la publicidad-, que es lo que había pedido, y dio con un objeto que en lugar de ayudarle a superar su complejo, iba a agravárselo notablemente: una lupa.
Indignado al recibirlo, nuestro gallego, que no podía quitarse de la cabeza la convicción de que se habían reído de él miserablemente así como que aquello era una broma de pésimo gusto, fue derecho, ni corto ni perezoso, a la comisaría provincial de la policía pontevedresa con el firme propósito de denunciar el timo, alegando que era víctima de una estafa informática, y que le habían dado, como se suele decir, el gato por la liebre.
Una vez allí, no presentó finalmente ninguna denuncia. Esta no resultaba del todo consistente ni era viable teniendo en cuenta, tal y como le señaló un agente socarrón de la comisaría, que una lupa también alargaba y agrandaba el pene, por lo que en lo que a efectos se refiere, sin detallarlos específicamente, con la lente de aumento también se conseguían los resultados apetecidos que él pretendía, por lo que no se podía decir que hubiera sido objeto de un fraude como él denunciaba ni de un engaño: con una lupa, en efecto, se agranda un pene, y sin recurrir a la cirugía ni a implantes de silicona.
Con una lupa se agranda un pene, con un embobado 'sentimiento' se cambia de género, con una inoculación se pretende combatir una irrigación psicosocial y con tanta animada virtualidad y trampantojo social ni siquiera se percibe la vida de mierda a la que nos quieren condenar, donde los deseos constituyen el reservorio de estupidez que todavía se puede mercantilizar.
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