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jueves, 23 de noviembre de 2023

El viento del norte y la doncella

    El mito del viento que persigue enamorado a la doncella fue tratado por Ovidio en sus Metamorfosis VI, 675-721: Bóreas, que era el nombre del viento del norte, frío y tormentoso heraldo del invierno, se enamoró perdidamente de la princesa Oritía, hija de los reyes de Atenas, en la que no podía dejar de pensar a todas las horas del día y de la noche desde que la vio. Bóreas se presentó en palacio y fue a pedirle amablemente con buenas maneras y palabras la mano de su hija al monarca ateniense. El rey Erecteo, sin embargo, rechazó al pretendiente, pese a las nobles intenciones del apuesto y afable galán, porque no quería perder a su hija. Sabía que si se iba con el viento, nunca más volvería a verla. La negativa, lejos de hacer que Bóreas desistiera, avivó más aún la llama del deseo del audaz pretendiente. El viento, que ese día había soplado suavemente sobre el Ática conteniendo su natural impulso, se enfureció en vista de que no había conseguido lo que quería, y  recurrió a la fuerza que lo caracteriza y el vendaval arrebató en una de sus poderosas ráfagas a la que era el objeto de su inequívoco deseo sin su consentimiento  ni tampoco el de su padre.





    Dos bellos hexámetros ovidianos lo narran así: uerrit humum pauidamque metu caligine tectus / Orithyian amans fuluis amplectitur alis: barre la tierra y velado en la niebla a Oritía de miedo / llena la abraza amoroso entre sus alas doradas. La arrebató y se la llevó volando por los aires a su país, la fría Tracia, en alas de la pasión de su deseo, donde la convirtió en su esposa y madre de dos gemelos que sacaron la belleza de su madre y a los que, andando el tiempo, les fueron creciendo las alas de su padre a los flancos como a los pájaros. 

 Bóreas raptando a Oritía, J.F. Lancrenon (1822)

    El mito, como han señalado algunos estudiosos, encuentra un tratamiento literario moderno en el romance Preciosa y el aire, inserto en el Romancero gitano de Federico García Lorca: Su luna de pergamino / Preciosa tocando viene./ Al verla se ha levantado / el viento que nunca duerme. / San Cristobalón desnudo, / lleno de lenguas celestes, / mira a la niña tocando / una dulce gaita ausente. / Niña, deja que levante / tu vestido para verte. / Abre en mis dedos antiguos / la rosa azul de tu vientre. / Preciosa tira el pandero / y corre sin detenerse. / El viento-hombrón la persigue / con una espada caliente. (…) / ¡Preciosa, corre, Preciosa, / que te coge el viento verde! / ¡Preciosa, corre, Preciosa! / ¡Míralo por dónde viene! / Sátiro de estrellas bajas / con sus lenguas relucientes. 

 Bóreas y Oritía, Rubens (c.1620)

    En el romance lorquiano, Preciosa consigue huir del viento-hombrón que la persigue. En el folclore popular hay una creencia de que el viento podía dejar embarazadas a las mujeres: No vayas solita al campo / cuando sopla el aire recio; / porque las niñas son flores / que hasta las deshoja el viento. 

    Diferentes autores clásicos, por su parte, nos transmiten el mito de las yeguas lusitanas de Olisipo, que eran preñadas por el viento Céfiro o Favonio y engendraban unos potros muy veloces como el propio vendaval pero de corta vida.
 
Bóreas y Oritía, Heinrich Lossow (1880)
 


    En el folclore infantil encontramos también un tratamiento de este tema con tinte escatológico resaltado por la rima consonante en la conocida retahíla de Este es el cuento de María Sarmiento, que fue a cagar y se la llevó el viento. En efecto, el nombre parlante “Sarmiento”, que rima con "cuento" y con “viento”, nos sugiere la delgadez de María, que era el nombre propio de todas las mujeres. Esta doncella tan delgada fue arrebatada por el viento, que se la llevó por los aires... cuando se agachó para hacer sus necesidades fisiológicas. 

    Son todos ellos tratamientos de un mismo tema que podríamos glosar como el rapto amoroso de la doncella en el marco de la naturaleza. 

 
 Bóreas, J.W. Waterhouse (1903)

    Entre los muchos tratamientos pictóricos, de los que puede ser el canónico el de Rubens (un anciano pero robusto Bóreas abduce entre varios Erotes o Cupidos que simbolizan el amor a Oritía, cuya blanca desnudez contrasta con el rojo manto), destaca la versión desmitificadora de J. W. Waterhouse donde Bóreas no aparece personificado ni como un joven galán ni como un viejo canoso entrado en años, sino como la fuerza de la naturaleza que es: el viento arrebatador que sopla de espaldas empuja a la joven a la naturaleza.

lunes, 19 de junio de 2023

El Estado es el enemigo del pueblo

    Los líderes ejercen el Poder. Resulta ridículo distinguir, como algunos pretenden, entre líderes positivos y negativos, entre buenos y malos gobernantes, como si el hecho de que hubiera mandamases fuera algo neutro, ajeno a las categorías morales del bien y del mal, categorías que solo tendrían sentido para juzgar sus acciones, no su existencia.   

    El líder positivo sería aquel que, por su visión, por las virtudes que cultiva, por el ejemplo que da a los demás sirve al bien común. El líder negativo, por el contrario, sería el que dirige a la sociedad hacia fines destructivos distorsionando todos los lazos sociales, actuando en beneficio propio o del medio al que pertenece, con lo que la democracia se convertiría en la dictadura individual u oligárquica más perfecta que no sería sentida como tal. 

Saturno devorando a un hijo, Rubens (1636)
 

    Hay quien dice que malos líderes los ha habido siempre, como siempre ha habido malos padres. Pero así como algunos justifican la existencia de los padres como una institución natural, vamos a decirlo así, valga la expresión, no se puede decir lo mismo de los líderes, que son una imposición social completamente innecesaria que no viene dada por ningún derecho natural. 

    El hecho de que los líderes políticos, una vez acabado su mandado gubernamental, migren al mundo de los negocios a través de lo que se ha dado en llamar puertas giratorias (traducción del inglés revolving doors) es bastante significativo, y revela la íntima relación que hay entre el Estado o sector público y el Mercado o sector privado, las dos caras de una misma moneda.

    El concepto de Estado, es cierto, siempre ha sido difícil de comprender, en sí mismo y en su relación con la sociedad. Antiguamente, apenas se distinguía de este último. Hoy el Estado es percibido, y experimentado, como una supraestructura separada de la realidad, que reúne en diferentes niveles a tecnócratas que alimentan un sistema en expansión y que viven de la vampirización del cuerpo social. 

Saturno devorando a uno de sus hijos, Goya (1823)
 

    El Estado democrático, que es la forma más perfecta de Estado, se ha convertido, con la ayuda poderosa del economicismo y el tecnocratismo, en ese cuerpo extraño que Bertrand de Jouvenel ya describió, contra la definición de Luis XVI (L'État, c'est moi: El Estado soy yo) con esta fórmula lapidaria: “el Estado son ellos”: L'État, c'est eux. Se refiere, sin duda, a los funcionarios del Estado, como si la cosa no fuera con todos y cada uno de nosotros: pero todos somos de algún modo funcionarios del Estado, es decir, de nosotros mismos, porque nosotros también somos el Estado: ese 'ellos' de Bertrand de Jouvenel somos nosotros mismos

    El Estado es el monstruo más frío de todos los monstruos, como dijo Nietzsche, cuya mentira radica en que quiere hacerse pasar por el pueblo, al que pretende sustituir. Eso que Nietzsche denomina “pueblo” hoy recibe el eufemismo de “sociedad civil”. Y es tal el divorcio existente entre los políticos profesionales y el común de los mortales, que los primeros se sienten como que no forman parte de la sociedad civil, de la que son ajenos.

    El Estado se ha convertido en un enemigo, incluso en el Enemigo por excelencia, el enemigo público número uno, el enemigo del pueblo. El Estado, fundido indisolublemente con el Mercado a estas alturas -sector público y sector privado, como dicen los pedantes-, ya no es la solución de los problemas, sino el principal problema que tenemos. 

    No es el padre bondadoso, papá Estado, del que todo se espera, sino el mal padre, suponiendo que haya padres buenos y malos, como los líderes. Es el padre que nos ha dado la vida y que nos la quita, por eso mismo, porque tiene ius uitae necisque como el viejo paterfamilias de los romanos, como hacía Saturno devorando a los hijos que le nacían, según la mitología clásica. 

Mordedura de amor, Laurie Lipton (2002)