El mito del viento que persigue enamorado a la doncella fue tratado por Ovidio en sus Metamorfosis VI, 675-721: Bóreas, que era el nombre del viento del norte, frío y tormentoso heraldo del invierno, se enamoró perdidamente de la princesa Oritía, hija de los reyes de Atenas, en la que no podía dejar de pensar a todas las horas del día y de la noche desde que la vio. Bóreas se presentó en palacio y fue a pedirle amablemente con buenas maneras y palabras la mano de su hija al monarca ateniense. El rey Erecteo, sin embargo, rechazó al pretendiente, pese a las nobles intenciones del apuesto y afable galán, porque no quería perder a su hija. Sabía que si se iba con el viento, nunca más volvería a verla. La negativa, lejos de hacer que Bóreas desistiera, avivó más aún la llama del deseo del audaz pretendiente. El viento, que ese día había soplado suavemente sobre el Ática conteniendo su natural impulso, se enfureció en vista de que no había conseguido lo que quería, y recurrió a la fuerza que lo caracteriza y el vendaval arrebató en una de sus poderosas ráfagas a la que era el objeto de su inequívoco deseo sin su consentimiento ni tampoco el de su padre.
Diferentes autores clásicos, por su parte, nos transmiten el mito de las yeguas lusitanas de Olisipo, que eran preñadas por el viento Céfiro o Favonio y engendraban unos potros muy veloces como el propio vendaval pero de corta vida.
En el folclore infantil encontramos también un tratamiento de este tema con tinte escatológico resaltado por la rima consonante en la conocida retahíla de Este es el cuento de María Sarmiento, que fue a cagar y se la llevó el viento. En efecto, el nombre parlante “Sarmiento”, que rima con "cuento" y con “viento”, nos sugiere la delgadez de María, que era el nombre propio de todas las mujeres. Esta doncella tan delgada fue arrebatada por el viento, que se la llevó por los aires... cuando se agachó para hacer sus necesidades fisiológicas.
Entre los muchos tratamientos pictóricos, de los que puede ser el canónico el de Rubens (un anciano pero robusto Bóreas abduce entre varios Erotes o Cupidos que simbolizan el amor a Oritía, cuya blanca desnudez contrasta con el rojo manto), destaca la versión desmitificadora de J. W. Waterhouse donde Bóreas no aparece personificado ni como un joven galán ni como un viejo canoso entrado en años, sino como la fuerza de la naturaleza que es: el viento arrebatador que sopla de espaldas empuja a la joven a la naturaleza.
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