Resultaba emocionante y, al mismo tiempo, patético para los que hemos admirado a Fernando Savater alguna vez escuchar el otro día al filósofo oficial del reino, en Cibeles, dándose un baño de multitudes ante miles de personas que ondeaban banderas nacionales rojigualdas, él que se había rebelado en su juventud contra todas las patrias y en su madurez contra los nacionalismos periféricos, entregado ahora al nacionalismo central y español en la villa y en la corte.
Comenzó el exordio recordando a Agustín Ibarrola, "un gran español, un gran vasco, un gran artista", dijo, que había muerto el día anterior, y que había ayudado a muchos “a seguir luchando como el luchó toda su larga vida”, con lo que consiguió arrancar los primeros todavía algo tímidos aplausos del público.
A continuación hizo un elogio de la diversidad de España, que era patrimonio de todos los españoles, afirmando que no hay países homogéneos “más que en la imaginación de algunos totalitarios”, y a continuación matizó: “Pero una cosa es que en España reine -y está muy bien- el derecho a la diferencia, (...), una cosa es el derecho a la diferencia y otra cosa es la diferencia de derechos: que se inventen derechos distintos para los españoles y que haya unos españoles de primera, unos españoles de segunda, unos españoles con más derechos que otros... eso es lo que no se puede tolerar.” Arrancaba así unos aplausos más entregados y acordes con el acto.
Pero quizá el momento en que el público se le entregó sin condiciones fue cuando afirmó que había cosas, una sola cosa, especificó, en la que estaba de acuerdo con el gobierno, y que iba a decir: que era que quería ponerle una escolta al prófugo de la justicia: “Y a mí me parece bien. Yo creo que hay que escoltar a Puigdemont, llevarlo a Alcalá Meco y dejarlo allí bien escoltado unos cuantos años. Eso es precisamente lo que hay que hacer.” Lograba así el filósofo sus quince minutos de fama entre el público devoto y en olor de multitud.
A continuación planteó el tema de la amnistía con la que el gobierno ha logrado el apoyo de los independentistas catalanes para su investidura, preguntándose a quién había que creer, si a los expertos (juristas, jueces, abogados, fiscales diplomáticos...) o “a lo que dicen el señor Bolaños y los editoriales de El País?” La puya lanzada contra el periódico incondicional del gobierno y del Régimen, que tantas veces había acogido sus artículos, fue muy aplaudida por el público asistente.
A continuación dijo solemne que había llegado la hora de la verdad, y que esa manifestación era el primer paso de una resistencia que tenía que continuar... Me recordaron aquí sus palabras a las de Agustín García Calvo frente a los indignados del 15M en la Puerta del Sol, animándoles a continuar, a no desistir, a hacer que aquello durara. Decía Savater, recordando las palabras de su antiguo maestro: “Aquello en que confía el gobierno es en el aburrimiento, en el cansancio, en el decir: bueno, están ahora así pero ya se les pasará, y dentro de unas semanas se habrán aburrido y estarán en otra cosa.” Pero frente a eso el filósofo animaba a luchar contra la propia cobardía y el aburrimiento.
La única cosa que me gustó de su discurso es la referencia satánica al Non seruiam, el “no seré siervo” que se atribuye a Lucifer, que con esas palabras expresó su rechazo a servir a Dios en el reino de los cielos. Y frente al concepto de “obediencia debida” contrapuso Savater el de “desobediencia debida”, pero no estaba haciendo un elogio de la rebeldía en general, como el Savater juvenil, que escribió un Panfleto contra el Todo, y acabó tragando con (casi) todo por un tubo, dado que ahora predicaba la obediencia a la constitución y a las leyes, y la desobediencia sólo ante “cualquier persona que manipule a su antojo la constitución y las leyes.”
Fernando Savater, que había publicado un libro Contra las patrias, (1984) se había decantado por un nuevo patriotismo: el patriotismo constitucional de Jürgen Habermas, que ahora defendía a capa y espada en esta España nuestra, en esta democracia remasterizada, como dice un amigo,“que ya cuenta con un avatar de Unamuno para hacer más tragicómica y "rehistórica" la dcramática zarzuela española”.
Acababa su discurso con la peroración de “no lo dejéis, no os aburráis, no os canséis”, y una frase de la que se han hecho eco muchos medios: “No toleréis lo intolerable, porque quien tolera lo intolerable termina viviendo de una manera miserable.”
La traca final fue: "De modo que, adelante todos nosotros: ¡Viva España! ¡Viva la Constitución! ¡Viva el Rey!"
No era extraño que lanzara en su epílogo, como filósofo institucional del reino de las Españas, vivas a las instituciones: a España, a la Constitución, y al Rey -él que fue ácrata en su juventud y en su madurez se había decantado tantas veces republicano-, vivas que eran coreados por el fiel auditorio entregado.
Jajaja!! Un pequeño cotilleo a propósito te cuento. En la Facultad, cuando andaba por allí el Savater, el amigo Agustín nos decía una vez: “veo que anda por ahí Fernandito, que se nos ha hecho ahora un guardián del Orden”. No le apetecía al zamorano encontrarse con él (creo recordar además que por aquel entonces “el besugo” iba con una escolta pegada). Y de esto hace 30 años! Jaja! En todo caso, es un buen ejemplo para entender en qué consiste y para lo que vale un Nombre Propio! Salud!!
ResponderEliminarPues a mí, el señor Savater, me parece un hombre decente. Creo que un filósofo con ascendencia social está casi obligado por su oficio a denunciar todo aquello que le parezca injusto.
ResponderEliminarEl sujeto anónimo que me precede se ríe de que llevase escolta hace treinta años, pues eso ya dice todo de él y de ti; tú en tu puta vida llevarás escolta porque eres el de algo habrán hecho, el de mirar para otro lado, y es que las ratas como tú se han dado cuenta hace mucho tiempo de que arrastrándose los mediocres viven mejor. Claro que tampoco tienes más opciones porque te falta valentía necesaria para vivir dignamente.
En cuanto a ti, Guillermo, he leído tu artículo y no encuentro nada que reprocharle a este hombre, salvo hacer uso de su libertad de expresión, lo cual ofende mucho, no sea que no coincida con la tuya. Resulta que los libertarios y los anarquistas luego tienen sus dogmas inquebrantables, que los buenos ciudadanos deben conocer y practicar, y y el clavo que sobresale se encontrará con el martillo.
Dices, Guantederita, que has leído mi artículo y que no encuentras nada que reprocharle a Savater, que te parece un hombre decente, “salvo hacer uso de su libertad de expresión”, lo que en efecto no es nada reprochable, no porque su opinión no coincida con la mía, que eso es lo de menos, sino porque ni siquiera coincide con la suya, con la del Fernando juvenil que escribió “Contra las patrias”, “Panfleto contra el todo”, “Las razones del antimilitarismo y otras razones”, “Perdonadme ortodoxos”, “La infancia recuperada”, “Criaturas del aire” y tantos y tantos otros libros que he leído, releído y admirado.
EliminarLo que le reprocho a Savater es que en su lucha contra el nacionalismo vasco se haya enrocado en la defensa del nacionalismo carpetovetónico español, que él disimula llamándolo 'patriotismo constitucional', y no quiera ver que todos los nacionalismos son igualmente execrables, y que no tenga el coraje juvenil de declararse antinacionalista, él, que escribió cosas como "(...)no termino de entusiasmarme por la autodeterminación de los pueblos porque tengo excesiva afición a la autodeterminación de los individuos".
Lo que le reprocho es que haya cambiado de opinión, que de ácrata haya pasado a ser defensor del orden establecido, que de republicano como se ha declarado tantas veces haya pasado a ser monárquico y a lanzar vivas al rey y a la constitución, aunque claro está, todo el mundo -ya lo dice el presidente del gobierno, faltaba más-, tiene derecho a cambiar de opinión, él el primero.
En todo caso, pregúntate una cosa, Guantederita, tú que también te ocultas en el anonimato de un pseudónimo: ¿de qué sirve la libertad de expresión cuando lo que se expresa no es un pensamiento liberador, sino un pensamiento esclavo?
Vaya por delante que no he leído nada de Savater, tengo en algún lugar de mi casa, Ética para Amador, creo que se llama, pero no lo he leído.
ResponderEliminarMe dices que de joven defendía unas ideas y y que ahora defiende otras, ¿y?, ¿no es eso lo que hacen habitualmente los filósofos? Tú, por ejemplo, también caes en contradicciones, que se ven mejor desde fuera, y yo tengo una opinión sobre ti a pesar de que no comparto mucho de lo que escribes.
¿Nacionalismo carpetovetónico español? Y eso qué e lo que e. Si don Constantino no me engañaba en la escuela, España es el primer estado en Europa, lo cual me da lo mismo y no la defiendo porque a mí me ha tratado muy mal, pero que yo sepa tú has nacido en España por muy australiano que te sientas. Que dicen los nacionalistas que tienen una identidad propia, pues claro, hasta el último pueblo tiene sus costumbres propias, tradiciones especiales que les hacen amar lo que aman y odiar lo que odian.
En cuanto a mi anonimato (quién es Guillermo), es sólo una defensa contra la estupidez ajena, que ya tengo bastante con la mía.
He dicho.
《entre los hombres, existe una propensión en particular, la de permitirse, cuando se presentan en masas, todo lo que les está prohibido como individuos. Esos privilegios de un «Nosotros», vuelto grande, producen hoy en día la impresión de que la civilización y la sumisión del individuo, cada vez más creciente, quedan compensadas por el embrutecimiento, que aumenta en la misma proporción, de las naciones, los estados y los grupos ideológicos; y, evidentemente, en esto se revela una perturbación emotiva, una perturbación del equilibrio emotivo, que en el fondo precede al contraste entre yo y nosotros, así como a cualquier forma de valoración moral.
ResponderEliminar¿qué noción, o noción parcial, se puede tener de la estupidez, cuando la noción de razón y de inteligencia está en decadencia?
las condiciones de vida en la actualidad son tales, tan oscuras, confusas, complicadas, que de las estupideces ocasionales del individuo puede nacer una estupidez constitucional de la comunidad. Esto nos lleva, para concluir también fuera del campo de las cualidades personales, a considerar una sociedad afectada por taras mentales. Es cierto que no se puede aplicar a la sociedad lo que se produce psicológica y realmente en el interior del individuo, por tanto, tampoco las enfermedades mentales y la estupidez, pero actualmente podría hablarse de una «imitación social de deficiencias mentales»: los ejemplos a propósito son evidentes》. (Robert Musil, Sobre la estupidez)
El estado de nuestras instituciones es tal que como alguien ha dicho: «El problema es que esto que llaman democracia no es suficiente, que las urnas son un instrumento para reducir los argumentos al 'me gusta' o 'no me gusta', a la lógica del Facebook, y que además permite que los que salen elegidos sean, precisamente, los menos lumbreras de la clase» . Los intelectuales que propulsaron a Ciudadanos tal vez estén afectados todavía y preguntándose por qué su candidato, en el colmo, llegó a despelotarse para atraer a los "ciudadanos" soñados. ¿De ahí que Savater, tal vez influenciado por sus admirados héroes, diera este paso?