
martes, 20 de diciembre de 2022
Algo huele a podrido en el reino de Dinamarca

lunes, 19 de diciembre de 2022
Ojos que no ven
domingo, 18 de diciembre de 2022
In memoriam de 'El bueno de Cuttlas'
Nos ha dejado el dibujante aragonés Eduardo Pelegrín Martínez de Pisón (1959-2022), más conocido por su pseudónimo de índole romana Calpurnio Pisón, o Calpurnio a secas, que falleció el jueves pasado, y nos deja con una sonrisa reflexiva y escéptica, y unos dibujos inconfundibles por su economía de trazos.
Nos lega las tiras cómicas de su personaje "el bueno de Cuttlas", un vaquero que suele darnos mucho en que pensar, por ejemplo en estas viñetas de inspiración orgüeliana en la que el bueno de Cuttlas, que vive en la ciudad fantasma de Ghost City, descubre a través de su ordenador personal que una de sus aplicaciones es el ojo del Gran Hermano que nos vigila, ante lo cual decide ingenuamente cerrar la ventana de la buhardilla y esconderse debajo de la mesa del ordenador.
Cinta de Moebius, M. C. Escher (1963)
Me gusta especialmente esta viñeta en la que el bueno de Cuttlas, inconfundible con su sombrero vaquero, pregunta en un punto de información dónde, por favor, se encuentra la salida.

sábado, 17 de diciembre de 2022
¿Qué es una mujer?
viernes, 16 de diciembre de 2022
Veinte euros

Costas está muerto porque el Estado asesina a través de su brazo armado, que es la policía. Está muerto porque no hay justicia, justicia que se dice δικαιοσύνη en la lengua de Homero, aunque en estos malos tiempos que corren la palabra ya no se escribe con la corrección gramatical que exige la tradición académica, igual en griego antiguo que en el moderno, sino como la escribió la familia de Nikos Sabanis prácticamente analfabeta, en una pancarta, con faltas de ortografía: δηκεοσíνη (dikeosini), reclamando -¿a qué altas instancias, a quién?- lo que no hay en el mundo ni por asomo: la justicia.
jueves, 15 de diciembre de 2022
Eseemeeses varios
Lo reprobable no es quién sea, si bueno o malo, el monarca coronado que empuñe el cetro, sino la existencia del cetro mismo y la corona, es decir, la monarquía.

miércoles, 14 de diciembre de 2022
¡Alto (iba ya a decir 'stop') a los anglicismos! (V)
martes, 13 de diciembre de 2022
En pelotas
En
la ciudad donde vivía nuestro campeón, Kohbar de unos 300.000
habitantes, allá en el Golfo Pérsico, sus piadosos habitantes se
pasaban las horas del día rezando. El deportista se sorprendía de
lo rezadera que era la sociedad saudita. Más de una vez se había
encontrado con la desbandada general en los entrenamientos y en los
lugares públicos por ser la hora sacrosanta de la oración islámica.
Y eso sucedía, claro, todos los días, cinco veces a lo largo del
día mirando hacia la Meca. (Que no nos extrañe que los musulmanes
miren hacia allá, los cristianos, aunque no lo sepan, miran hacia
Jerusalén por el simple hecho de que los altares de las iglesias
están todos orientados en esa misma dirección). Rezan al amanecer
antes de la salida del sol, en la hora del cénit al medio día, a
media tarde antes de la puesta del sol, al anochecer y por la
noche.
También
le sorprendía al bicampeón lo puritanos y pudorosos que podían llegar a ser los deportistas de la
península arábiga. Ya sabíamos que las mujeres musulmanas iban
cubiertas de la cabeza a los pies y que era difícil que trascendiera
algo de su belleza femenina fuera del ámbito doméstico. Ahora sabemos además, gracias a este testimonio, que los guaterpolistas árabes no utilizan el típico y
escueto bañador de nadador, sino que llevan uno por encima de
la rodilla. Al parecer no hay ninguna ley que les prohíba usar el calzoncillo ajustado que cubre nalgas y verijas por debajo de la cintura hasta las ingles y deja ver los muslos desnudos, pero se sienten más cómodos
con un calzón más recubridor.
Al
término del primer entrenamiento pudo comprobar algo de lo que ya le
habían advertido: que a la hora de ducharse, una vez acabados los
entrenamientos, no debía quitarse por nada del mundo el bañador en el vestuario pues estaba terminantemente prohibido ducharse en cueros a la vista de
los demás, lo que nos da una idea de la falta de higiene y del
exceso de pudor con que los árabes saudíes tratan el cuerpo masculino,
que seguramente consideran igual que el femenino fuente de pecado.