domingo, 21 de agosto de 2022

La viróloga dixit

    Durante la primavera del año en curso, según iba entrando el buen tiempo como consecuencia del periódico calentamiento global del planeta producido por el cambio climático, las restricciones comenzaron a relajarse poco a poco. Las mascarillas desaparecían de los rostros en los espacios públicos aunque nunca definitivamente del todo (de hecho en nuestro país siguen siendo obligatorias a día de hoy en todos los trasportes públicos, hospitales y farmacias, pese a su suficientemente probada ineficacia en cualquier caso). Como consecuencia de ello, el distanciamiento social se alejaba paulatinamente de nosotros.

    Ahora buscamos el acercamiento al prójimo: nos damos la mano y nos besamos como antes, casi sin ninguna precaución, como si no hubiera pasado nada y hubiera llegado el ansiado retorno de los abrazos. Hasta los políticos han dejado ya de hacerse reverencias orientales unos a otros guardando los dos metros protocolarios de la distancia de seguridad que recomienda la OMS y de llevarse la mano al pecho, como el caballero que pintó El Greco, en vez de darse un caluroso apretón de manos. Darse la mano es un gesto que genera confianza. La pandemia ha erosiado tremendamente esa confianza en el otro, que nos han hecho ver como un peligroso agente trasmisor de virus y bacterias. 

Caballero de la mano en el pecho, El Greco (c. 1580)

    De vez en cuando podemos todavía ver a alguien caminando solitario y atribulado con la mascarilla por la calle, pero es algo anecdótico, y la mayoría de la gente cree que se trata de un tarado miedoso o chiflado que todavía no se ha enterado de que ya no hay peligro ni es obligatorio el embozamiento al aire libre... Parece que la tormenta ha pasado. Vuelve el contacto físico, el único contacto propiamente hablando que hay. Hemos tenido, quien más quien menos, nuestros múltiples contactos digitales o espirituales sin tacto, gracias al único toque viral y vírico de la pantalla lisa -y táctil- de nuestro esmarfon, teléfono presuntamente inteligente o phono sapiens.

    Un amigo me escribía el otro día, comentándome unas recientes declaraciones de la viróloga oficial del reino y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, doña Margarita del Val, en un curso de la desprestigiada UIMP. La susodicha alertaba de que “tenemos que prepararnos para el otoño y no lo estamos haciendo”. Me decía este amigo que cada vez le daba más grima esta señora, que seguía erre que erre insistiendo cual buitre carroñera en hacer declaraciones costantemente para salir en los medios y adquirir protagonismo a toda costa y poder seguir así, decía él, chupando del bote.

    Según la inmunóloga orgánica la situación epidemiológica actual era 'favorable', aunque al mismo tiempo daba un dato alarmante que contradecía el diagnóstico anterior: los casos de muerte por coronavirus se habían multiplicado respecto a julio del año pasado... ¿Cómo era posible, me pregunto ingenuamente yo, si la mayoría democrática de la población estaba inmunizada con la pauta completa por las inoculaciones? ¿Cómo se explicaba eso? ¿No sería que los sueros anti-cóvid estaban resultando pro-cóvid?

     El cóvid ya es historia y agua pasada, me escribía este amigo. Yo no estoy tan seguro, le contesté. Y él, dándome en cierto modo la razón, me reconocía que había muchos intereses -políticos, económicos- creados. Nunca he creído que el coronavirus sea historia. Forma parte de la guerra psicológica de la que somos objeto y objetivo. Pensamos que la crisis (al menos la sanitaria) ha terminado, aunque siguen en pie la energética y la alimentaria, y seguimos con nuestra vida cotidiana atendiendo las exigencias de nuestros teléfonos móviles, saliendo de fiesta, incluso yéndonos de vacaciones sin demasiadas restricciones (salvo algún vuelo cancelado y algún pequeño caos en los aeropuertos), como si no hubiera pasado nada.

    Las aguas parece que están mansas en la superficie, pero son profundas. ¿Qué extrañas criaturas encontraremos acechándonos en sus profundidades abisales? La Agenda 2030 está establecida. Los responsables realmente no necesitan hacer nada más por lo pronto, salvo sentarse y esperar sus resultados. 

    Aunque la crisis sanitaria haya amainado, que no desaparecido -simplemente se informa menos, computándose sólo los casos de los mayores de sesenta años-, hay otras crisis, la energética, la alimentaria, la económica..., que son avatares de nuestro estado crítico y de la Crisis general. 

 
Pancartas amarillas contra el terrorismo institucional.

     Sigue adelante la digitalización de la llamada por los historiadores cuarta revolución industrial, una revolución que hará como las anteriores que todo cambie para poder seguir igual, o peor porque nos habremos engañado con la ilusión del cambio. Sigue adelante la veneración igualmente ilusoria por lo que la Agenda -lo que ha de ser hecho, etimológicamente, es decir, lo que no está necesariamente destinado a ocurrir, pero que se está diseñando para que ocurra, como escribía otro amigo- denomina la “Ciencia”, un conocimiento que sólo les es dado por infusión divina a los Expertos Sabelotodo. A ver si va a ser que sabe, usted, señora, o usted, caballero, o vamos a saber cualquiera de nosotros más que la Ciencia que todo lo sabe, que sabe hasta lo que no se sabe, hasta lo que no sabe ni Dios omnipotente y omnisciente.  

    La Ciencia se ha convertido en la nueva forma de religión.    No nos dicen abiertamente que tengamos fe en ella, porque suena arcaico, muy religioso y no poco fanático. En su lugar prefieren usar el término laico y más neutro de 'confianza': Confía en la Ciencia, nos dicen, pero viene a ser lo mismo, mera cuestión terminológica.

    La maquinaria aparentemente está apagada. Sin embargo, está hibernando aunque estemos en verano. El mecanismo está en modo de espera y en reposo, o en stand-by, por decirlo en la lengua del Imperio. La megamáquina no ha sido desactivada y está lista para activarse en cualquier momento. Ahora mismo puede apretarse el botón y ponerse nuevamente a funcionar. 

sábado, 20 de agosto de 2022

¡Comámonos los unos a los otros!

    La Balsa de la Medusa, pintada por Théodore Géricault entre 1818 y 1819, se hace eco del naufragio de la fragata de la marina francesa Méduse, encallada frente a la costa de Mauritania el 2 de julio de 1816. Un centenar y pico de personas quedaron a la deriva en una balsa construida apresuradamente que se iba al garete a merced del viento, de la corriente y el oleaje de la mar salada. 

La balsa de la Medusa, Théodore Géricault (1818-1819)
  
     Sólo quedaron quince supervivientes del largo centenar de náufragos, que debieron soportar el hambre, la deshidratación, el canibalismo y la locura durante los trece días que tardaron en ser rescatados. Los demás habrían muerto de inanición, o habrían sido asesinados o arrojados por la borda por sus propios camaradas, si no se habían ellos lanzado al mar desesperadamente. 

    Este incidente, que dio mucho que hablar en la época, se convirtió en una enorme vergüenza pública para la monarquía francesa, recientemente restaurada después de la derrota definitiva de Napoleón.​  

    El cuadro de Géricault presenta a los quince náufragos que sobrevivieron, y se contempla de izquierda a derecha, en el sentido occidental de nuestra escritura, ascendiendo desde el cadáver que hunde las piernas en el mar hasta el náufrago que agita un trapo al barco que se adivina en la lejanía y acude finalmente en su rescate; desde la oscuridad de los negros nubarrones a la luz en el horizonte; desde la desesperación a la esperanza. 

    Recuerdo que en los años 70 del pasado siglo un avión se estrelló en la Cordillera de los Andes, y que los supervivientes, que fueron dados por muertos, tuvieron que enfrentarse al frío y al hambre durante dos meses y medio hasta que accidental- y finalmente fueron rescatados. Dieciséis lograron sobrevivir en unas condiciones excepcionalmente rigurosas, viéndose obligados, como confesaron, a comer la carne de sus compañeros muertos para alimentarse.

 

Mujer caníbal, Leonhard Kern (c. 1560)

     El Milagro de los Andes, como se llamó, despertó en su momento una larga polémica sobre si era lícito en condiciones extremas romper el tabú de la antropofagia. La postura de la Iglesia Católica no podía dejar de recordar la teofagia de Jesucristo en la Última Cena que ofrece su carne y su sangre, el pan y el vino, a sus discípulos en la sagrada comunión del banquete, ofreciéndose como víctima expiatoria o cordero de Dios que quita los pecados del mundo.

    El periódico neoyorquino New York Times se preguntaba recientemente, medio en serio medio en broma, si no habría llegado el momento de pensar en la antropofagia como opción alternativa ante la crisis alimentaria -complementaria de la sanitaria y la energética que forman el misterio inextricable de la Santísima Trinidad crítica- que dicen que se avecina. No hace apología el rotativo del consumo de carne humana, pero dedica un artículo a un tema que se consideraba tabú y que podría ser decisivo para acabar con el hambre en el mundo, abriendo la ventana de Overton. 

 

Saturno devorando a uno de sus hijos, Goya (1820-1823)

     Uno podría plantearse como en la película Cuando el destino nos alcance (Soylent Green, según su título original en inglés) de Richard Fleischer (1973) que la carne humana, consumida en forma de galletas verdes, podía ser una buena alternativa a la carne de otros animales para alcanzar un futuro elemental sostenible. Los que han catado nuestra carne dicen que tiene un sabor muy similar a la del cerdo. 

     Acostumbrarse a comer alimentos a los que no estamos habituados, como la carne humana de los cadáveres, no significa que debamos matar a nuestros semejantes para alimentarnos de ellos... Consumir, carnívoros que somos, carne humana no nos obliga a sacrificar a nuestros semejantes, dado que hay una prohibición más tajante que la de la antropofagia, un mandamiento de la ley de Dios que dice "No matarás". ¿Qué haríamos, sin embargo, abramos un poco más la ventana de Overton, en caso de necesidad?

    Cuando incorporamos mediante trasplante órganos de otra persona en nuestro organismo, hay algo de antropofagia en sentido figurado.  Cuando uno dona su cadáver para la ciencia o sus órganos para trasplantes, no espera que vengan antes de que le llegue la hora a quitárselos en vida. Pero si la demanda es urgente...

    Recuerdo a propósito una escena particular- y sarcásticamente divertida de la película The meaning of life o 'El sentido de la vida' de los Monty Python (1983), que me impresionó mucho cuando la vi, donde se aborda cómica- y sarcásticamente el tema del trasplante de órganos vivos:

          La novela de Kazuo Ishiguro "Nunca me abandones" (2005), cuyo título en inglés es Never let me go, literalmente Nunca dejes que me vaya, llevada a la gran pantalla por Mark Romanek en 2010 narra el descubrimiento que hacen tres jóvenes Kathy, Tommy y Ruth, cuya infancia transcurre en Hailsham, un internado inglés aparentemente idílico, sobre lo que les espera en el futuro, que no es otra cosa más que la muerte, abocados como están a sacrificarse donando sus órganos en vida para que otros sobrevivan.

viernes, 19 de agosto de 2022

¡Ay! En Granada

 

 
¿Dónde encontrará su hora,    verde aceituna?
¿Dónde a la negra Parca,    su última Musa?
 
¿Dónde hallará la muerte?     ¡Ay! En Granada,
donde escupe el fusil     rabia de balas.
 
Le entran cuatro puñales,     en el costado
dando rienda a la sangre    suelta y claveles;
 
cruz de cuatro balazos     que se le clavan
y hunden entre las telas    rotas del alma.
 
Han matado al chiquillo,    lo han hecho un hombre;
malditos asesinos de un niño muerto.
 
Se tiñen los alcores     de roja sangre:
la negra tierra, herida,     abre sus carnes.
 
Ya se viste la lira     toda de luto
y en el silencio se hunde,    crótalo oscuro.
 
Llora la seguidilla.    Plañen mujeres; 
se mesan los cabellos,     ay, y enmudecen:
 
Que han fusilado a Lorca,     allá, en España,
donde pintan ahora,     bastos y espadas.

jueves, 18 de agosto de 2022

Donde hay patrón...

 


Donde hay patrón no manda, se dice, marinero,

ni en barco de pesca ni en un buque de la armada

ni en un navío mercantil. Subordinada

la marinería como está, obedece siempre

las órdenes de quien detenta el mando a bordo

sin rechistar.  El comandante es quien manda,

es el primero en embarcar y es el postrero

que desembarca. Las ordenanzas sacrosantas

disponen eso, militares y civiles,

cumplidas siempre a rajatabla en el combate

y en esta mentirosa paz con que camuflan

los acólitos de Marte, el dios beligerante,

la eterna llaga y vieja guerra, detestada,

como cantó el poeta Horacio, por las madres

que envían sus hijos a morir al frente heroica-

y dulcemente, dando su vida por la puta

patria y por las ideas, me cago en todas ellas,

malditas sean.  Marineros y grumetes

pese al valor que pueda tener su iniciativa

propia, no tienen voz ni mando. Si hay alguno

que no está conforme con las órdenes dictadas

por sus jerárquicos superiores, ante todo

debe acatarlas lo primero, y tras cumplirlas

podrá expresar su desacuerdo si es que sirve

entonces de algo. En un sistema de dominio

democrático como el vigente, elige el pueblo

soberano a su amo, y es así la democracia

la más perfecta, más cumplida y acabada

dictadura que haya.  Y cierto si es, como se dice,

que todos somos marineros y que vamos

en el mismo barco, que es la nave del Estado,

según la clásica metáfora, no es menos

cierto que entonces no podemos ser iguales

en tanto que haya jerarquía y haya mando

y obediencia ciega.  A fin de cuentas quien gobierna

es don Dinero, y no el gabinete del gobierno

mayoritariamente electo. Bien se sabe

que si hay Estado, por muy demócratico que sea,

mandar no pueden marinero ni soldado,

y el Capital, que es capitán de capitanes,

gobierna. El pueblo es objeto del gobierno,

no manda, sino que es mandado y gobernado.

Manda el mercado, convirtiendo en mercancías

todas las cosas y personas empleadas,

recursos humanos suyos todas las personas.

miércoles, 17 de agosto de 2022

El propietario es el ladrón

    La lectura de Cantos de sirena, de Charmian Clift, una mujer que en 1954 decide con su marido y sus dos hijos, enamorada como estaba de Grecia, abandonar Londres y partir al mar Egeo estableciéndose en la isla de Cálimno -una de las doce del Dodecaneso, en la costa turca, no lejos de Rodas- por una estancia que iba a durar en principio un año y al final se extendió a una década, me depara esta sorprendente y preciosa historia: 


     Existe una entrañable ley tácita según la cual cualquier persona, hombre, mujer o niño, puede saciar su hambre cogiendo toda la fruta que pueda comer de la propiedad de cualquiera, siempre que la consuma allí mismo, junto al árbol o la viña. Solo es culpable de robo si se lleva la fruta en una cesta o la guarda en un bolsillo para comérsela más tarde. ('Cantos de Sirena', Charmian Clift, Gatopardo ediciones, Barcelona 2022, traducción de Patricia Antón, pág. 90).

    No se consideraba robo coger la fruta del árbol siempre que se comiera allí mismo para saciar el hambre o el apetito de ella. Cualquiera podía hacerlo porque de alguna manera la viña y el árbol daban su fruto a todo el mundo que quisiera tomarlo para disfrutarlo, nunca mejor dicho, en el momento, sin ninguna restricción. Ni siquiera el dueño de la propiedad podía impedírselo porque no era un robo. Se consideraba robo acaparar el fruto para comérselo en el futuro.

Ícono bizantino, Cristo hambriento maldice una higuera que no da fruto.
  
      Ignoro si casi setenta años después de escrita esta autobiografía y clásico de la literatura de viajes que es Cantos de sirena, y después de la invasión turística masiva que ha convertido a Grecia en un objetivo codiciado de las agencias que han matado el viaje convirtiéndolo en destino turístico, persiste esta costumbre, pero hace que nos replanteemos el concepto de propiedad y, ligado a ella, el de robo. 

    El propietario de una higuera (no estamos hablando de una higuera silvestre que no tiene dueño) nunca podrá impedir que cualquiera disfrute de sus higos, uno de los sabores más dulces del verano, porque los frutos no son de su propietario, aunque sí la higuera, sino de los que tiendan la mano a ellos para degustarlos allí mismo en el momento.


    Ladrón de higos solo podría llamarse a aquel que arramblara con los higos de la higuera, los metiera en un cesto y se los llevara para venderlos en el mercado cual vulgar zarracatín -aquel que compra barato para vender caro-, cosa que suele hacer las más de las veces el propio propietario cuando no se resigna a que la higuera dé sus frutos para todo el que los apetezca, incluido él mismo, su dueño y su señor. Si es el propietario el que acapara los higos para llevarlos al mercado, este, en buena lógica, se convierte en el principal ladrón de higos, porque está privando a los demás y privándose a sí mismo de los melifluos frutos de la higuera, que convierte en una mercancía que se vende a cambio de dinero. 

Viñeta de El Roto

    Es así como según esta vieja lógica rural griega el propietario se convierte en el ladrón que priva a los demás de un bien común. No en vano Pierre Joseph Proudhon se preguntaba en 1840 ¿qué es la propiedad? Y daba esta respuesta lapidaria, contundente y precisa: “La propiedad es un robo”. El propietario, pues, es el ladrón; y, a la inversa, el ladrón es el propietario. Toda propiedad es una expropiación. Y la propiedad privada, como su nombre indica, es una privación. Si yo poseo algo estoy expropiando, desposeyendo o privando de ello a los demás.

    Pero no podríamos llamar ladrón al propietario de la higuera cuando permitiera a cualquiera, como sucedía en Cálimno en los años cincuenta del siglo pasado, disfrutar de los frutos del árbol o de la viña como en el edén del paraíso, independientemente de que la higuera, la parra o la chumbera lindaran con el camino y, por lo tanto, cayeran fuera de su hacienda.

martes, 16 de agosto de 2022

Anti(corona)virales

La Organización Mundial de (las enfermedades que afectan a) la Salud prepara al mundo para la próxima temporada de coronavirus: más sueros y más confinamientos.
 
La citada organización se niega a admitir el fin de la emergencia sanitaria y recomienda a los gobiernos que vuelvan a implementar la obligación de mascarillas.
 
Las mascarillas causan problemas respiratorios de hipoxia por falta de oxígeno y no sirven para frenar la propagación del virus sino para asfixiar al ciudadano.
 
 
No olvidemos que el bozal, nombre popular y epifanía pandémica, sigue siendo obligatorio todavía en las Españas en transportes públicos, farmacias y hospitales.
 
Aún estamos muy lejos, dicen los expertos -especialistas en todo, especialistas en nada- de librarnos de la fementida pandemia y deshacer su círculo vicioso.
 
No podemos evitar que el virus siga causando estragos mientras no nos desengañemos de que el mayor estrago que causa es la obligación de creer en su existencia.
 
Cuando parece que el virus se debilita, resurge cual ave Fénix con mayor fuerza infectando a la gente con independecia de las dosis que haya o no haya recibido.
 
La denominada 'vacuna' es, en el mejor de los casos, solo un placebo, y en el peor una sustancia tóxica que no sirve para lo que dice, y que hace lo contrario.
 
 

La supuesta protección disminuye como mucho a los seis meses en todos los participantes en el experimento, que ven cómo pese a la pauta completa (se) contagian.
 
El Ministerio de Sanidad, que no de Salud, propondrá la revacunación de los tridosificados, es decir, la cuarta dosis o segundo refuerzo que no sirve para nada.
 
Cuando el virólogo orgánico que sale por la tele dice que las mascarillas seguirán siendo una gran herramienta de control de la infección, párate a pensar... 
 
...y échate a temblar porque lo que quiere decir “herramienta de control de la infección” no es lo que dice de la infección, sino de la obediencia de la gente.
 
 Cuando dicen que es posible que en invierno haya una epidemia de gripe fuerte que no hemos visto en dos años ni por el forro, quieren decir: vuelve la pandemia. 
 
Los periodistas orgánicos -prácticamente todos- nos advierten: “El temor a una caída de la inmunización puede resucitar la mascarilla obligatoria en el otoño”.
 
(De Debord) El experto que mejor sirve es, por supuesto, el que miente. Los que necesitan al experto son, por motivos diversos, el falsificador y el ignorante.

lunes, 15 de agosto de 2022

Haciendo migas (y II)

    Hacer el Camino sirve para descubrir que el Camino no lleva a ninguna parte. El Camino Neocatecumenal -¡qué palabro!- es más viejo que el catarro, a pesar del prefijo neo- que le ponen delante sus secuaces. Ya lo dijo el Poeta: Caminante, no hay Camino. 
 
    Ev-angelio: es la Buena Nueva: la buena noticia que nos traen los ángeles o mensajeros del Señor: que no hay noticia: esa es la mejor noticia: pas de nouvelles, bonnes nouvelles: no news, good news en la lengua de los dominadores.
 
    Los españoles siempre hemos sido más papistas que el Papa, y más cristianos que Cristo. ¿Cuándo nos desespañolizaremos? El desespañolizador que nos desespañolice buen desespañolizador será.
 
    Lo llaman Democracia y no lo es. ¿Qué es? Mercado-cracia. ('Cracia' quiere decir gobierno, y 'mercado' quiere decir Dios: todo el mundo habla de ello y cree en ello con una fe ciega pero nadie lo ha visto por ningún lado). 
 
Información radioactiva, Gabriel Pérez-Juana (2022)
 
     No es que todo vuelva a la normalidad tras las vacaciones, es que las vacaciones también son parte de la normalidad. Lo mismo sucede con el fin de semana. No es que todo vuelva a la normalidad el lunes, es que el güiquén es parte de la locura de la normalidad.
 
    Pensamiento positivo. ¿En qué consiste esta lacra del pensamiento positivo y esta plaga del insoportable optimismo que les ha entrado a los psicagogos, esta ola que nos invade con sus oleadas que tanto se llevan ahora? Pues en que si te echan del trabajo o te deja el novio, te dicen que no es para tanto, que te alegres y no te quejes, que podía haber sido peor. No ven, que eso mismo es bueno: te has librado del trabajo y del novio. No es malo perder el empleo y el novio, puede ser algo bueno porque no hay mal que para bien no venga. Si pierdes el empleo o un novio muy celoso y posesivo, eso es lo que ganas, pierdes tus cadenas, y eso quiere decir que logras tu libertad. Si pierdes el trabajo, puedes ganar el ocio. Si pierdes el novio, puedes ganar tiempo para ti. Bien por esa primera parte. Cualquier pérdida puede ser, si se la mira por otro lado, una ganancia. Piensa que no pasa nada y, si te queda algo de humor, sonríele a la vieja ramera de la vida, y ¡a otra cosa, mariposa! 
 
 
 Estudio para científico, Gabriel Pérez-Juana (2022)
 
    La jovialidad no tiene por qué conllevar el conformismo, y no está reñida para mí con la protesta: quéjate, aunque es verdad, insisto, que no hay mal que para bien no venga. Pero tienes todo el derecho del mundo a quejarte porque aunque perder un trabajo o un novio, amiga mía, puede ser algo bueno, si te pasa, es una desgracia porque te quedas a dos velas y dejas de tener una “fuente de ingresos”, económicos o sentimentales y sexuales, y, sin esos ingresos, no hay vida que se precie, dicen. Quéjate, amiga mía, de que haga falta trabajo y dinero, y tener un novio formal que te traiga por la Calle de la Amargura s/n (sin número) para vivir y no sentirte sola en un mundo donde todos, querámoslo o no, estamos solos. 
 
     ¿A favor de un Estado laico? Dejémonos de adjetivos y vayamos al grano, como las gallinas, vayamos a lo sustancial y sustantivo. No me gusta entretenerme en disquisiciones bizantinas y estériles, ni perderme en los adjetivos como “laico”, “aconfesional”. Formulemos la pregunta como se debe: ¿Estamos a favor del Estado o estamos en su contra? Preguntarse si uno está a favor de un Estado laico en el que estén totalmente separadas la religión y la política es hacerse una pregunta envenenada, supone no cuestionar la existencia misma del Estado en sí, sino sólo su forma. Es más, supone aceptar de plano el Sistema, y la equiparación actual de Estado y Capital, que se da dentro de la Sociedad del Malestar (iba a poner Bienestar, pero es un sarcasmo sangrante) que padecemos, y cuestionarse sólo el color. ¿A favor de un Estado confesional, como la mayoría de los islámicos, y como el actual español, en que se confunden la política y la nueva religión del Mercado, cuyo Dios es el Dinero y cuyos templos las todopoderosas entidades bancarias? ¡Aparta de mí ese cáliz! En contra, en contra del Estado, sea del color que sea, siempre.
 
     Hay algunos emparejamientos o matrimonios, ya sean heterosexuales o sean ya homosexuales, donde están legalmente contemplados, que acaban bien, pero muchos otros, en una inmensa mayoría, duran toda la vida, hasta que la muerte irremediable separa a los dos cónyuges con un golpe seco de su guadaña. 
 
    No me hables de hechos futuros, porque no los hay: si son hechos, por definición, no son futuros, y si son futuros no son hechos todavía: sólo el pasado está hecho, sólo hay hechos pasados, y, algunos, casi todos, es mejor olvidarlos y mantenerlos bien guardados en el baúl de los recuerdos desmemoriados. No conviene tener buena memoria y estar recordándolos siempre, es mejor el olvido: olvido de los hechos, olvido del pasado; despreocupación evangélica por el futuro. (Recordad la Buena Nueva que traía el Ev-angelio: La Buena Noticia es que no hay noticia, ni buena ni mala). 
 
La sirenita está triste
 
     Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Yo soy hombre, demasiado humano, tanto que nunca aprendo y que tropiezo no dos sino todas las veces que haga falta una y otra vez en la misma piedra dándome de morros con el canto de ella. 
 
    Los conservadores quieren que las cosas sigan como están, los progresistas que cambien. Ni unos ni otros se dan cuenta de que las cosas necesitan cambiar para seguir igual que estaban. 
 
    No importa lo que creas. Cualquier cosa en la que creas y a la que le eches fe, se convierte en Dios: Dios es aquello en lo que crees, sea lo que sea. 
 
    Siempre sucede lo inesperado. Aunque se cumpla el pronóstico, lo que sucede incluye siempre algo que no estaba previsto en el guión. Por eso, donde menos se espera, salta la liebre.
 
Dos últimas noticias al cierre de edición: 

    El joven izquierdista, que fue ministro y fue secretario general de la OTAN y el que dio la ejecutiva orden de bombardear Belgrado y Serbia, impunemente criminal, vomitó en un tuit que no se debe ni olvidar ni perdonar -escrito está- que los que no se vacunaban eran responsables (sic) de la “nueva ola” contagiosa de infección.

 

oOo

    El chérif ordenó la sumaria ejecución: Estados Unidos mata a un hombre con un dron, a Aymán al-Zawahiri, en Kabul, Afganistán, un terrorista al que no había que juzgar, suministrándole la muerte sin piedad. Así es la ley del viejo oeste donde no hay terrorismo ni mayor terror que el estatal. Así es la ley de Lynch, el exterminador, aquel coronel y virginiano juez de paz.

domingo, 14 de agosto de 2022

Jean-Jacques Sempé, in memoriam

    La noticia de la reciente muerte del dibujante francés Jean-Jacques Sempé (1932-2022), célebre por su personaje El Pequeño Nicolás, me ha llegado junto con la imagen de su último dibujo publicado hace una semana en una revista ilustrada francesa. Podría titularse perfectamente: Paisaje con figuras humanas.
 
     Presenta una composición abigarrada donde se entremezclan por una parte la naturaleza exuberante -árboles, montañas, plantas, nubes, pájaros, un río...- y la obra de factura humana por otra (un puente medieval, una barca, un pueblecito, un castillo, caseríos diseminados aquí y allá...), con dos diminutas figuras humanas: En la parte inferior central una mujer tumbada sobre la yerba que posa a cierta distancia para el artista, y en el margen inferior derecho el pintor, quizá el propio dibujante, justamente encima de su apellido “Sempé” con el que firmaba siempre sus trabajos. 
 
    El artista se enfrenta a la tarea descomunal de reflejar en su lienzo con sus acuarelas toda la infinita y lujuriosa belleza que se despliega ante sus ojos: un paisaje del que él se excluye pero del que forma parte inevitablemente a nuestra vista, y que incluye la figura diminuta en comparación con el marco incomparable que le sirve de referencia de la mujer que ocupa un lugar central casi microscópico bajo la arboleda y que le dice al artista “No te olvides de incluirme a mí en el cuadro que estás pintando”. Y estas palabras son como si fueran las últimas del autor ante la inminencia de su muerte. 
 
    ¡Qué insignificante resulta la figura humana de uno mismo ante la grandeza y la belleza de todo lo que nos rodea! ¿Cómo puede el pintor centrar su mirada solo en el retrato de la persona humana? 
 
    Revisando algunas imágenes del libro de Sempé “La grande panique” (1965) me encuentro con esta confesión que un paciente, quizá el propio Sempé, le hace al psicoanalista que lo trata: un hombre adulto reconoce que tiene mucho miedo, pánico incluso, a que suceda lo que más deseaba cuando era joven: que todo salte por los aires. El joven rebelde se ha convertido en un viejo que teme la revolución que tanto había codiciado. Real como la vida misma.
 
    Tomo también del mismo libro estas cuatro viñetas que presento en formato gráfico animado de un niño y una niña que ven en la televisión imágenes horribles de guerra, asesinatos espeluznantes y la explosión de la bomba atómica, y no se inmutan ante tanta violencia circundante. Sin embargo se horrorizan ante la imagen del lobo de los cuentos y fábulas infantiles. Así es el miedo humano: nos causa pánico lo desconocido, cuando es lo conocido lo que debería espantarnos. Nos dicen: ¡Que viene el lobo!, esa pobre criatura en peligro de extinción que no ha querido resignarse a ser un perro doméstico, y nos llevamos las manos a la cabeza muertos de miedo, como cuando nos dijeron que un virus iba a matarnos a todos...  Tememos más la ficción que la realidad. 
 
    La crítica de Sempé suele ser bastante amable, a veces algo ingenua, como los dibujos, que nos ha dejado y aquí quedan despidiendo siempre el aroma de la bonhomía de su autor.
 
  

sábado, 13 de agosto de 2022

Cabaré de variedades

 

 Baco, Caravaggio (1595)
 
Propaganda para una bodega: Que el vino mata las penas es algo que se viene diciendo entre nosotros desde muy antiguo. Ya en un fragmento épico de los Cantos Chipriotas aparece la idea. Dos hexámetros que dicen así: οἶνόν τοι, Μενέλαε, θεοὶ ποίησαν ἄριστον / θνητοῖς ἀνθρώποισιν ἀποσκεδάσαι μελεδώνας. Han lo mejor, Menelao, creado, el vino, los dioses, / para quitar a los seres humanos preocupaciones. Allí se cita a Menelao, el rey de Esparta que fue abandonado por su esposa Hélena para fugarse con el apuesto príncipe troyano o que fue raptada o secuestrada por él, según la versión oficial griega, convirtiéndose su rapto (o arrebato) en un casus belli. Alguien le aconseja a Menelao que el vino es lo mejor que los dioses han creado para el olvido de las penas, con lo cual le está diciendo que el vino es divino, cosa que repetirán los cristianos que ven en él la sangre de Cristo, y los paganos, como Horacio: Disipa el dios / del vino hambrientas penas. En la tragedia de Eurípides Bacantes, el vino es para Penteo, el gobernante, un agente de desórdenes que hay que evitar en la ciudad, partidario como es de la ley seca avant la lettre, mientras que el sabio y más prudente Tiresias, defensor del botellón, le recuerda su valor como remedio de penas y dolores, liberador de cuitas de hombres y mujeres, fármaco analgésico y somnífero. Casi  nada.
 
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Crónica de sucesos



La viñeta de J.R.Mora lo dice todo: una pantalla de la que salen literalmente tripas ensangrentadas, y un texto explícito: "Llenaron los informativos de sucesos para no tener que contar lo que sucede". Efectivamente, la crónica de sucesos lo ha invadido todo en cuanto a información se refiere a modo de cortina de humo que nos impide ver lo que pasa. Eso es lo que sucede. 
 
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¡Oh cuántas esperanzas lleva el viento!” Reza un verso de Garcilaso de la Vega. Un refrán griego antiguo, por su parte, dice así: αἱ δ᾽ ἐλπίδες βόσκουσι τοὺς κενοὺς βροτῶν (las esperanzas nutren al vano ser mortal), es decir que los que tienen la mente vana, los casquivanos o ligeros de cascos de entre los seres humanos, suelen no sólo alimentarse sino cebarse del pienso de la esperanza. Y es que esta palabra griega ἐλπίς (elpís), que subsiste en griego moderno como ελπίδα (elpída) -el lema con el que Alexis Tsipras engañó a los griegos era precisamente η ελπíδα έρχεται la esperanza se pone en marcha, tomando del Hope que utilizó Obama para llegar al poder - no tiene la connotación positiva que tiene para el mundo moderno occidental y cristiano de virtud teologal junto a sus hermanas la fe y la caridad, sino que es algo esencialmente negativo, porque fue el poso que quedó en la jarra de Pandora cuando esta dejó escapar sin querer todos los males que había dentro menos uno: la esperanza, que, según nuestro refrán, es lo último que se pierde. 
 
'Esperanza' en la lengua del Imperio.
 
    Para los griegos la esperanza no deja de ser un engaño y una ilusión: el bálsamo que nos ayuda a soportar lo insoportable refugiándonos en el fantasma del futuro esencialmente inexistente. Nutrirse de esperanzas es alimentarse de ilusiones falsas y engañarse.

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Últimas noticias: La sequía pertinaz.
 
 La crisis, otra crisis, climática esta vez, asfixia a fuerza de sequía pertinaz* a la vieja Europa que se abrasa viva en mil incendios forestales y olas de calor.

(La “pertinaz sequía” era la expresión tras la que se escudaba el viejo dictador, justificando restricciones que asumir y empantanando mientras tanto la nación).

viernes, 12 de agosto de 2022

Jaicus de verano

 Ay, qué escalofrío: / la hoja seca que cayó / se la lleva el río.

Vete preparando, / va a ser muy crudo el invierno / que están fabricando.

Vuelve el hombre a ser / -¡viruelas a la vejez!- / mono y chimpancé.

Ya me lo figuro. / Hay  que salvar el planeta / y el puto futuro.



Llovizna de estrellas, / lágrimas de San Lorenzo / fugaces y bellas. 

 Voluntad de Dios. / El Señor lo quiso así; / Dios, ni tú ni yo.

El espejo, en él / otro que no yo me ve: / no me veo yo.

Luna taciturna, / llena de sensualidad, / velada y nocturna.

Diana (La luna) y Endimión, Pier Francesco Mola (1660)
 
 Te quería tanto, / tanto que tenía yo / ya que eyacularlo.

¿Quién la convirtió / la Laguna Azul en un / Centro Comercial?

Muerta de tristeza / trocada en parque temático / la naturaleza.

Fluye grande el Ebro, / escribió Catón el Viejo, / bello y pisculento.

La verdad a secas: / tiene muchísima sed, /  reseca, la tierra.

Veo un ave surcar / el firmamento y sin alas / me echo yo a volar.

Como Sebastián, / santo y mártir, héme aquí / traspasado yo.

Moras del zarzal, / verdes, rojas, negras ya, / dulces otra vez.


 Vuelve a palpitar, / recordando el corazón / un verano más.

Rico soy al fin / sin ninguna posesión / que me tenga a mí.

Aplíquese usted / restricciones por doquier. / Y solidarícese.

Crisis otoñal: / Vuelta al cole, a comenzar / una y otra vez.