El verbo pagar deriva etimológicamente del latín pacare, que significaba «apaciguar, pacificar tras haber vencido, someter», relacionado como está con el sustantivo pax pacis paz, y también «domar, vencer, someter...» como en el clásico ejemplo de César: cum (…) Caesar pacatam Galliam existimaret cuando César consideraba la Galia pacificada, es decir, sometida a la pax romana, y por lo tanto vencida y derrotada.
En las lenguas romances pacare ha evolucionado fonéticamente a pagare en italiano, pagar en castellano, gallego-portugués y catalán, payer en francés, y del francés ha pasado al inglés (to) pay.
Sin embargo apenas quedan restos de su significado clásico en estas lenguas, en las que se ha operado un desplazamiento semántico, ya que presentan desde el principio el sentido de «contentar», de donde se pasa a «satisfacer al acreedor», usos ambos entre nosotros ya documentados en el poema de Mío Cid, desembocando finalmente en el actual de «pagar una cantidad de dinero».

Un compuesto castellano de pagar y derivado por lo tanto indirectamente de pacare es apagar, que recoge el sentido antiguo de «satisfacer, apaciguar», y que modernamente significa «aplacar, extinguir», y que puede aplicarse por lo tanto a la sed, el hambre o el rencor, pero también al fuego y a la luz.
En latín 'pagar' con el significado que le damos actualmente de 'satisfacer una deuda económica o moral' no se decía pacare, sino soluere, de donde derivam nuestro resolver y nuestro solvente, 'libre de deudas o capaz de satisfacer las que tiene, y por lo tanto persona digna de crédito'. Pagar una deuda, por ejemplo, se decía aes alienum soluere o argentum creditum soluere. También podía emplearse el verbo numerare, aludiendo al fenómeno de conversión de las cosas en números o ideas de sí mismas gracias al dinero, por ejemplo en la expresión stipendium militibus numerare, pagar el sueldo o soldada a los militares.
En las lenguas romances el sentido original latino de pacare sufrió un desplazamiento semántico hasta dar en ‘satisfacer al acreedor’, ‘pagar’ y a partir de ahí desarrolló las acepciones de ‘cumplir una pena o castigo’ y ‘sufrir las consecuencias de una equivocación’ y, por comparación de la transacción comercial a la esfera personal y moral, la expresión: «Me las pagarás», «El que la hace la paga» o «Vas a pagármelas todas juntas» refiriéndose a las deudas personales u ofensas morales.
Cuando se dice, asimismo, «pagar justos por pecadores», se da a entender que son los pecadores los que deben pagar por sus pecados, aunque en realidad, es decir, en el mundo al revés, sean los justos, es decir, los que no han cometido pecado alguno, los que acaban pagando por los pecadores.

En este punto se nos plantea una cuestión: ¿Son antes las deudas morales o las económicas? O ¿es la deuda económica la primaria, una vez que existe el dinero y no sólo existe sino que hace que existan las cosas y las personas, que también somos a nuestro modo cosas para el dinero, que así nos desprecia y cosifica, y hace que para que podamos disponer de ellas tengamos que pagar por ellas?
El dicho que reza «Amor con amor se paga, y lo demás con dinero» es un refrán popular que da a entender que el amor es la única cosa que no se paga con dinero, a diferencia del sexo, por ejemplo, que se comercializa en la prostitución. Establece este dicho el principio de reciprocidad en el amor como única “moneda” de cambio digna. Pero ¿por qué para hablar de amor correspondido recurrimos a la metáfora dineraria de la moneda?





















