jueves, 10 de marzo de 2022

Ares, Arés

    En un hexámetro de la Ilíada inagotable de Homero, que es el número 31 del canto V, la diosa ojizarca Atena o Atenea (la Minerva de los romanos) apostrofa al impetuoso y beligerante Ares (el latino Marte, dios de la guerra), y le dice, tomándolo al mismo tiempo de la mano para convencerlo de apartarse momentáneamente de la batalla, lo que suena así en su lengua: Āres, Á-res broto-loigè, mi-aiphóne - teichesi-plēta (Ἆρες Ἄρες βροτολοιγὲ μιαιφόνε τειχεσιπλῆτα). Puede traducirse, por ejemplo, como hace Emilio Crespo Güemes por ¡Ares, Ares, estrago de mortales, manchado de crímenes, salteador de murallas!, descomponiendo los epítetos homéricos, o como hace más homéricamente Agustín García Calvo recreándolos con una palabra compuesta en nuestra lengua: ¡Ares, Arés, matahombres, sanguino, arrasabarreras!. En esto de la traducción, que siempre es una traición, cada maestrillo tiene su librillo. La de Crespo Güemes es impecable en cuanto a la letra, mientras que la de García Calvo lo es en cuanto a la música, es decir, en cuanto a la métrica, dado su loable empeño de reproducir en castellano con los acentos de palabra el ritmo del verso épico de Homero que es el hexámetro dactílico.

    Métricamente, por cierto, hay una curiosa irregularidad en el nombre del dios de la guerra. En la primera ocasión en que aparece el nombre de Ares, la alfa inicial es larga, mientras que la segunda vez, a continuación, la alfa es breve. La traducción en verso de García Calvo sugiere esta irregularidad haciendo que la “a” de Ares sea átona la segunda vez, acentuando la “e” del nombre del dios: “Ares, Arés...” 

Ares, Arés

    Dejando al margen estas peculiaridades de cada traducción, hay que decir que durante la guerra de Troya, que es la primera guerra mundial literaria de Occidente, Ares, el señor de los ejércitos e hijo de Zeus, que había prometido a su madre Hera y a Atenea ponerse del lado de los griegos, se pasa al bando troyano, mientras que Atenea, hija también de Zeus y diosa de la guerra en su aspecto estratégico, que odiaba a estos últimos, ya que el príncipe Paris en su célebre juicio la había postergado en favor de Afrodita, favorecía con su casco, su lanza y su escudo a los griegos, y, especialmente, a Odiseo.

    Con motivo de la disputa entre ambos dioses guerreros, que se narra en el canto XXI de la Ilíada, motivada porque Atenea, patrona de Atenas, dirigió la lanza de Diomedes contra Ares hiriéndolo, el dios dispara su lanza de bronce contra la Égida, el escudo o la coraza de Atenea, mientras que la diosa coge una gruesa piedra y se la arroja al cuello, derribándolo. Ares cae a tierra, y Atenea, triunfa sobre el dios, burlándose de él y también de su amante Afrodita que acude en su ayuda. Atenea, vencedora, venga así también el rencor de Hera, dolida, como ella, por haberse Ares cambiado de bando y pasado a ayudar a los troyanos. El cuadro de Jacques-Louis David que se exhibe en el Museo del Louvre, titulado El combate entre Ares y Atenea, conocido también con los nombres latinos de los dioses, El combate entre Marte y Minerva, representa esta escena, donde aparece también Afrodita, o sea Venus, contemplando apenada a su amado Ares desde el cielo. 

Combate entre Ares y Atenea, Jacques-Louis David (1771)
 
     Ares y Atenea son ambos dos dioses guerreros, pese a concebir la guerra de forma distinta, él como un fin en sí mismo, de un modo primitivo, ella como un medio para imponer la paz, es decir, la dominación de la polis, o sea del Estado. En realidad no son dos dioses antitéticos, sino de alguna manera dos caras de la misma moneda, con dos concepciones distintas pero complementarias de la guerra. 
 
    En este sentido, el episodio narrado del enfrentamiento entre ambas divinidades anticipa de alguna forma el desenlace de la guerra de Troya, en el que la astucia de los griegos (Odiseo/Ulises), encarnada en el caballo de Troya, más que la fuerza física que representa Aquiles, derrotará a los defensores de la bien amurallada Troya al cabo de los diez años que duraban ya la guerra y el asedio, otorgando la victoria a los helenos. 
 
    Ares y Atenea tienen en Grecia el monopolio de la guerra. Se lo dice Zeus a Afrodita cuando le aconseja que se dedique a lo erótico y se deje de empresas guerreras (πολεμήϊα ἔργα), en el verso 430 del libro V: Y eso a cargo irá todo de Ares veloz y Atenea (ταῦτα δ᾽ Ἄρηϊ θοῷ καὶ Ἀθήνῃ πάντα μελήσει. 
 
Atenea prómajos,
Leónidas Drosis (1836-1882)  
  
    Mientras Ares representa la furia guerrera desenfrenada, excesiva y desmesurada como la ira de Aquiles, Atenea, política e industriosa como es, sustituye la lucha furiosa de los héroes por el combate hoplítico ordenado. Como se afirma en el Diccionario de las mitologías de Ives Bonnefoy: Atenea reina sobre la guerra en la medida en que la guerra es una función de la ciudad en su conjunto. A Atenea se la representa πρόμαχος (prómajos), bregando en primera línea de combate, uniformada de pies a cabeza con el atuendo hoplítico: casco, coraza, escudo y lanza. Además porta un elemento mágico que es la Égida, unas veces como coraza y otras como escudo, que es arma defensiva, pero que posee en sí la cabeza de la Górgona, que petrifica con su mirada a todo aquel que le hace frente, por lo que es también un arma ofensiva. Atena representa la domesticación en el sentido de politización de la guerra. De alguna manera Ares es un dios primitivo, heroico, propio de la edad de bronce, mientras que Atena o Atenea pertenece a la edad de hierro actual y es contemporánea nuestra, encarnando lo que podríamos denominar con una flagrante contradictio in adiecto "inteligencia militar".  

miércoles, 9 de marzo de 2022

Ocurrencias que concurren

    Hay que ser conscientes de que la caja tonta no es tan tonta como puede parecer ingenuamente a primera y simple vista y ella quiere hacer que creamos haciéndose la tonta, ya que es una poderosísima arma psicagógica e inteligente de destrucción y distracción masiva que se declara en pie de guerra contra todos nosotros, su público televidente. 
 

     Las dos caras complementarias del Estado: De la pretensión del Ministerio de Sanidad de salvar vidas hemos pasado ahora a la del Ministerio de Defensa, o sea de la Guerra -llamemos a las cosas por su justo nombre, como es debido y se merece- de enviar a Ucrania para defensa de la paz armamento ofensivo made in Spain fácil de manejar -es decir, fácil de que el arma cargada por el diablo maneje al que pretenda manejarla. Nótese la contradicción inherente de la expresión “armas ofensivas para la defensa” de la población civil que según cacareó nuestra ínclita Ministra de la Guerra puede usar prácticamente cualquiera sin conocimiento ni licencia para hacerlo. 
 
 
    Frente al principio jurídico de “in dubio pro reo” hay jueces que esgrimen el contrario, que es “in dubio contra reum”, o sea en caso de duda, culpable el acusado. Uno, en situación de incertidumbre, es declarado infeccioso hasta que se desmuestre su salud, no su enfermedad; uno es prejuzgado culpable hasta que quede probada su inocencia, no su culpabilidad. La cuarentena se basa en la presunción de culpabilidad. Confían dichos jueces quizá en que el Juicio Final reparará los daños colaterales causados por sus juzgados -pero es justicia divina, no humana, la que premiará a los reos inocentes. 
 
 
  
    No se nace mujer, se llega a serlo, escribió Simone de Beauvoir. Igualmente descubre uno que tampoco se nace varón, llega uno a serlo, por lo que en definitiva no se nace, sino que se va uno haciendo y nunca termina de hacerlo, o varón o mujer. No hace falta decir que tampoco se nace hombre en el sentido genérico del término, o sea ser humano, y que cuando uno quiere darse cuenta de lo muy hecho que está es cuando le llega la hora y se deshace.
 
 
    Cuando la oferta supera a la demanda, se crea en economía de mercado, vía publicidad comercial y propaganda, la ilusión de la necesidad del producto y se programa a la vez su obsolescencia, poniéndole por un lado fecha de caducidad que nos anime a desecharlo y reemplazarlo pronto, y haciendo por el otro, efectivamente, que caduque. 
 
 
    “Si no hago nada malo, no tengo nada que temer”, dicen algunos partidarios de la vigilancia tecnológica de los prójimos por el Gran Hermano, lo cual está muy bien hasta que uno hace algo que cree que está bien hecho y por eso lo ha hecho -nadie, en efecto, obra mal a sabiendas, según el dicho probablemente socrático- pero que resulta malo a ojos de los demás, por ejemplo, a ojos de las autoridades competentes, que juzgan dicho acto delictivo y proclaman su maldad. Entonces uno tendrá serios problemas y mucho que temer. 
  

    La pregunta que deberíamos hacernos no es por qué hay gente que duda de la Ciencia, sino por qué hay gente que cree a pie juntillas en la Ciencia. ¿No será porque ha dejado de creer en Dios o en cualesquiera otras creencias o artículos dogmáticos de fe que tuviera, y tiene uno la imperiosa necesidad de creer en algo a toda costa, sea lo que sea para rellenar el vacío que ha dejado la vieja Religión?
 

 

martes, 8 de marzo de 2022

La verdad, primera víctima de la guerra

    ¿Quién dijo la frase famosa de que la verdad era la primera víctima de la guerra? ¿Importa acaso quién la dijo o importa, más bien, qué es lo que dice? ¿La dijo Ésquilo? ¿Philip Snowden? ¿Ethel Annakin? ¿Samuel Johnson? ¿Anne MacVicar Grant? ¿E. D. Morel? ¿W. T. Foster? ¿Agnes Maude Royden? ¿Hiram Johnson? ¿Arthur Ponsonby? ¿Rudyard Kipling? ¿Es anónima?

    Si la frase es famosa es porque, la dijera quien la dijese, mucha gente se apropia de ella porque siente que lleva la razón. La atribución más antigua de la autoría  corresponde a Ésquilo, pero no la encontramos así formulada en ninguna de las tragedias del dramaturgo griego ni en los fragmentos conservados. Lo más parecido que hay, salvando las distancias, sería el fragmento 301 v.1 que dice De una mentira justa no se aleja el dios (ἀπάτης δικαίας οὐκ ἀποστατεῖ θεός). Según esta sentencia se estaría justificando el engaño porque los dioses no se oponen a él si está justificado. Claro está que si un político, hombre de estado o militar cree que su causa es justa o sagrada, dotándola de tintes religiosos, tiene la venia de las divinas instancias para mentir y engañar a sus subordinados. Hay otro fragmento de Ésquilo, el 302 v. 1, otro trímetro yámbico, en el que abunda en la misma idea: La ocasión a veces de mentir la aprueba el dios (ψευδῶν δὲ καιρὸν ἔσθ’ ὅπου τιμᾷ θεός). 

'La guerra civil había terminado según el último Parte -léase telediario- Oficial de Guerra'

    Las dos citas de Ésquilo malamente pueden ser antecesoras de la frase que nos traemos entre manos. Lo que dice Ésquilo es que la mentira, en ocasiones, puede ser piadosa y aceptada por la divinidad, pero no menciona la guerra para nada. En conclusión la frase no está atestiguada en ninguna de las obras o fragmentos de Ésquilo que han llegado  hasta nosotros.

    Según la página Quoteinvestigatorque se dedica a investigar el origen de las citas más famosas,  la frase Truth is the first casualty of war, o sea La verdad es la primera víctima de la guerra, remonta a 1915 y a Ethel Annakin, constituyendo el testimonio más antiguo conocido, pero ella no se arroga su autoría pues se la atribuye a alguien no identificado, por lo que permanece en el más riguroso anonimato. Cierto es que Philip Snowden, su marido, ayudó a popularizar la expresión que, pronunciada en inglés originalmente, se ha traducido y repetido en todas las lenguas porque refleja, sin duda alguna, un sentimiento común compartido.

    La guerra necesita una justificación para ser aceptada y esta justificación es siempre una mentira, porque la guerra, sea cual sea la razón que quiera dársele, es injustificable.

Sin comentarios
 

   La mentira que es la primera víctima o casualty de la guerra noe s la información sesgada de cada bando, sino la propia proclamación o declaración, si todavía se estila, de la guerra misma como lo contrario de la paz. La propia declaración, solemne o no, de una guerra es mentira, porque la guerra es consustancial con la organización social, el Estado, y el Estado está en guerra contra el pueblo. El sentido de la frase va más allá de la dificultad que tenemos de discernir dónde se halla la verdad y de aquello que ya decía Machado de que todo el mundo tiene su verdad particular pero hay que buscar la general, la común ("la tuya, guárdatela"), más allá de la manipulación informativa, que es como simplifican algunos la frase, por parte de los dos bandos enfrentados.

    Desde Heraclito sabemos que la guerra es la madre de todas las cosas, él dijo que el padre, pero era porque en su lengua la guerra (ho pólemos) tenía género gramatical masculino. Desde Orwell sabemos que war is peace, que la guerra es la paz, o dicho de otra manera que la paz no deja de ser un estado de guerra no declarada, y desde Clausewitz que la guerra era la continuación de la política por otros medios, y, dándole la vuelta a la frase, la política, en tiempos de paz, la continuación de la guerra por medios más diplomáticos, pero no menos sangrientos porque la política es el arte de la dominación. 

    Merece la pena escuchar a Eduardo Galeano, cuando afirma que las guerras mienten. 

lunes, 7 de marzo de 2022

La escuela enmascarada

    Se recogen en este vídeo de Odysee algunos testimonios de maestros, profesores y médicos en contra de la imposición de las mascarillas en los centros escolares españoles. Se quiere romper con él el silencio (por fin, después de casi dos años), ahora, cuando parece que pronto se levantará la obligación general de llevarlas en  interiores de lugares públicos, cuando hace poco se ha levantado en exteriores, y también, por lo tanto en los patios escolares, aunque no así en las aulas ventiladas con las ventanas abiertas en pleno invierno, donde siguen imperando los viejos protocolos.  

    En el vídeo se dicen cosas como que en educación infantil, desde los primeros meses hasta los tres años, los niños han nacido prácticamente durante la pandemia, y los primeros rostros que han visto de los adultos, aparte de sus padres, estaban enmascarados. A niños y adolescentes se les ha privado de la expresión de los rostros durante dos años de su vida, y de buena cantidad de oxígeno. El encubrimietno del rostro dificulta la emisión de la voz y el diálogo. Ellos se han sentido tristes, cansados, ahogados, sofocados, con malestar general. En la escuela y en el instituto se les ha inculcado básicamente miedo. Esa es la educación que han recibido: miedo al contagio, miedo a la enfermedad, miedo a la muerte. 

 

    En este otro vídeo, tomado de la televisión, hablan jóvenes que confiesan que están tan acostumbrados a la 'mascareta' que no van a quitársela nunca porque se sienten seguros. Las chicas principalmente confiesan que se sienten feas sin ella. Quizá estas jovencitas comprendan ahora a las mujeres musulmanas que optan por el nicab o velo que las cubre el rostro.

    Finalmente, a propósito de algo de lo que ya se habla en el primer vídeo, que es el desastre ecológico que han supuesto, el Ministerio de Sanidad se descuelga con el siguiente mensaje en el que se nos ordena que si se nos ha caído al suelo o ha salido volando la mascarilla, que la depositemos en el contenedor de restos (sic, por basura) más cercano, y se nos informa, ahora, del desastre ecológico que supone el hecho de que una mascarilla tarde 300 o 400 años en degradarse. Y lo peor de todo es que no eran necesarias en niños ni adolescentes, ni en adultos sanos, para evitar el contagio. Sí eran necesarias, desde el punto de vista político, como instrumento de control sobre la gente. Increíble, pero cierto.


  Los que justifican su uso llegan a decir cosas como que, estéticamente, nos hacen más atractivos, lo que quizá explica lo que dicen estas chicas de que se sienten feas y que la mascareta las protege.

domingo, 6 de marzo de 2022

Operación salvamento: ¡sávese el que pueda!

    Ante el inminente estallido de la Tercera y Definitiva (porque a la tercera va la vencida) Guerra Mundial, que será nuclear o no será, las farmacias de Finlandia se quedan sin existencias de pastillas de yoduro de potasio, una sal de yodo que, al parecer, ayuda a la tiroides de los posibles supervivientes de la catástrofe radiactiva a no absorber la radiación externa disminuyendo así el riesgo de padecer cáncer a largo plazo. El miedo a un ataque nuclear dispara la venta del yoduro potásico. Y ante las noticias catastróficas del partido de fútbol Rusia-Ucrania, retransmitido por todas las cadenas, para distracción de los sufridos telespectadores, la gente hace acopio de provisiones y víveres en la vieja Europa. No hay datos de si la venta de papel higiénico ha aumentado, como sucedió al inicio de la pandemia, hace dos años, por el temor que tenía la gente de cagarse de miedo, pese a que se trataba de un virus respiratorio y no gastrointestinal.


     La tecnología, que avanza que es una barbaridad, ha logrado que las actuales bombas nucleares tengan una potencia mucho mayor que las lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki. Ayer informaba la prensa de que la Bomba del Zar que posee Rusia era 3.800 veces más potente que la atómica, pero es que, además, la radiación generada es de tal índole que no hay ninguna posibilidad de sobrevivir si uno no muere víctima de la explosión. Pocas probablidades hay de sobrevivir, pero quizá sería mejor morir en el acto de repente que sobrevivir y padecer los efectos perniciosos de la radiación que acabarían acarreando una muerte lenta y dolorosa. ¡Que Dios nos coja confesados!

    De poco sirve cuando cunde el pánico que nos digan que una guerra nuclear acarrearía la total destrucción de tirios y troyanos, por lo que no parece muy probable que ni los unos ni los otros quieran enzarzarse en ella. Pero no parece muy sensato tomar unas pastillas como esas de yoduro de potasio sin prescripción facultativa, como sucedió con las vacunas contra el virus, debido a los efectos secundarios. Ya sabemos, no hace falta que la OMS nos lo recuerde, que a veces son peores los fármacos que las enfermedades que pretenden evitar.


     Ante el estallido de la Tercera Guerra Mundial hay quienes proponen otro tipo de soluciones, como un simpático “Curso a Distancia de Preparación, para Ser Llevado a Otro Planeta y Librarse de la Catástrofe”. No se aclara en el cartel de la propuesta si el curso a distancia de abducción extraterrestre se realizará telemática- o telepáticamente.

     Ovnis intergalácticos de salvamento nos abducirían y conducirían a otro planeta paradisíaco donde sería posible la vida sin guerras, sin viruses, sin desastres climatológicos, y donde viviríamos una perpetua Edad de Oro.

 


  No está mal, mejor que las pastillas de yoduro potásico, plantearse ante la intoxicación informativa que padecemos, una evasión del planeta Tierra, dado que al parecer los extraterrestres no tienen ninguna intención de invadirnos e infligirnos ningún daño, porque no les interesa nuestro desastrado habitáculo, pero sí parece que, como ángeles del cielo benefactores, están dispuestos a ayudarnos y salvarnos.

    El anuncio es catastrófico totalmente porque dice que en cualquier momento puede estallar la Tercera Guerra Mundial (si no ha estallado ya, digo yo) con la destrucción de Nueva York, merced a una bomba atómica nuclear, y el arrasamiento de la mayoría de las ciudades del mundo. Morirán tres cuartas partes de la población mundial, y la mayoría de las personas que queden vivas, se volverán locas, aseguran. Los supervivientes como mortales que son acabarán también muriendo, salvo que el yoduro de potasio les permita aguantar hasta la llegada de los salvíficos OVNIS o UFOS, que es lo mismo pero en la lengua del Imperio (Unidentified Flying Objects), que los abduzcan a la tierra prometida de Otro Planeta donde se pueda vivir... pero para eso es preciso hacer previamente el curso a distancia que se anuncia, y, además, seguramente, el salvoconducto del pasaporte COVID, por lo que los no-vacunados no deberían hacerse demasiadas ilusiones.

sábado, 5 de marzo de 2022

¡Que viene la Guerra!

    No sé si los escasos lectores que hurgan a veces en este arcón, a pocos telediarios que hayan visto, ya se han percatado, supongo que sí, de la puesta en escena, nunca mejor dicho, de una campaña mediática de intoxicación informativa idéntica a la que se desató con motivo de la declaración de la pandemia por la OMS allá en marzo de 2020, hace un par de años. 
 
    La finalidad de esta campaña es, como la de aquella otra, seguir inculcando cantidades ingentes de miedo en los oyentes y espectadores, votantes y contribuyentes. Se emiten imágenes bélicas y se entrevista a pobre gente aterrada que no sabe muy bien qué está pasando, cuyo testimonio nos contagia, como si del mismísimo virus se tratara. 
 
Estudio para magistrado, Gabriel Pérez-Juana (2022)
 
    Ocurrió lo mismo hace dos años: La sola imagen de múltiples ataúdes convenció a la gente de que podían estar destinados para ellos o sus seres queridos. Encerraron a los ancianos abandonándolos en las residencias por temor a lo que venía y nunca vino, y allí se murieron de asco y soledad. Lo mismo sucede ahora con las noticias de los bombardeos, las sirenas de alarma, los refugios subterráneos, el desabastecimiento de productos básicos... 
 
    Leo, por ejemplo, en la prensa digital que Rusia posee la llamada Bomba del Zar, el arma de destrucción total, “que es 3.800 veces más potente que una atómica”, y, claro está, si la lanza contra las bases norteamericanas españolas, por ejemplo, nosotros no tendremos escapatoria. Resucitan los fantasmas nucleares de la Guerra Fría en esta Guerra Caliente que ahora nos sirven. 
 
Batalla del Puente Milvio, Giulio Romano (1520-1524)
 
    Y también que Rusia ha tomado la mayor central nuclear de Ucrania y de Europa tras incendiarla en un bombardeo. Y, claro, ya están las autoridades (in)competentes, como siempre, alertándonos de que “si explota será 10 veces peor que Chernóbil”. 
 
    Sería interesante que si nos dimos cuenta del despliegue de aquella estrategia de deformación audiovisual entonces, la reconozcamos ahora y siempre que la utilicen, y no nos dejemos engañar niamedrentar por ella. Esto no significa que no haya ataques. Los hay, y muchos más de los que creemos o podemos imaginar, porque lo que no hay es paz. Como alertó Calino de Éfeso a sus contemporáneos allá por el siglo VII antes de Cristo “en paz creéis /  estar pero la guerra domina toda la Tierra”. Y hay guerras y guerrillas en muchos sitios, no sólo en Ucrania, que es lo único que los medios enfocan ahora con una intensidad cada vez mayor. 
 
    Contra este virus deformativo deberíamos instalar un antivirus en nuestros cerebros. Logran que pongamos nuestra atención en lo que nos echan y nos desentendemos de lo que de verdad pasa en el mundo, y de lo que pretenden nuestros mandamases que son los que mandan a la guerra a los soldados en son de paz so capa de causas justas y santas si hace falta y democráticas.
 
La Bomba del Zar
 
     La fórmula es sencilla: generar miedo, y más aún, intesificarlo, creando pánico, la más primaria de las emociones. Nos sacan a los chinos aterrorizados de Wuhan y en Ucrania a los ucranianos (o ucranios, como se empeña en escribir El País, y que admite la docta Academia). Después de las sangrientas imágenes, que a veces ni siquiera las emiten para que las recreemos nosotros en nuestra imaginación, que son tan horribles que no podemos concebirlas, o las difuminan para no herir nuestra sensibilidad, vienen las explicaciones de los expertos, esos tertulianos que están siempre opinando a los que alguien ha denominado “todólogos”, porque saben, o creen, que es peor, saber de todo lo habido y por haber. 
 
    De la noche a la mañana, los medios se llenan de geoestrategas, como antes se llenaron de virólogos y virólogas como Margarita del Val, que pululan y defecan sus opiniones en todos los medios. 
 

 
    Debemos acostumbrarnos a que la frase “es por la guerra de Ucrania” va a servir una vez más para justificar lo injustificable (como antes "es por la pandemia"), que algunos se enriquezcan y otros se empobrezcan más de lo debido y que se promulguen no pocas restricciones de libertades formales y se generalice la ciega obediencia, la obediencia debida. Nuestro presidente del gobierno el señor Pedro Sánchez ya nos ha advertido por lo pronto de algunos sacrificios que tendremos que hacer habida cuenta de las repercusiones económicas -y de eso sabe mucho, como doctor cum laude en economía que es-, para que vayamos preparándonos: "Debemos hablar con claridad a los españoles y españolas, las medidas van a tener un coste y van a exigir sacrificios, porque las sanciones a Rusia repercutirán en la economía de las familias y en los productos básicos".

viernes, 4 de marzo de 2022

Breve noticiario panorámico del mundo

“España va a enviar armas directamente a Ucrania”, dijo la portavoz del Consejo de Ministros y Ministras, “...dentro del Fondo Europeo de Apoyo... a la Paz”.

La guerra sin tregua que valga está en la esencia misma del sistema y es poco menos que imposible que haya paz en la Tierra mientras haya como hay dominación.

La creciente medicalización de la vida cotidiana fuerza a muchos ancianos a consumir de forma crónica, España en cabeza, mogollón de fármacos tranquilizantes.

La OMS prohibió los tratamientos tempranos efectivos y promovió, subvencionada por la farmacopea, la vacunación masiva seguida por la inmensa mayoría acojonada.

Ayer el coronavirus, hoy la guerra de Ucrania, mañana quizá el cambio climático; siempre hallarán una coartada que justifique su desmedido afán de gobernarnos.

Von Clausewitz sentenció que la guerra es la continuación de la política por otros medios. ¿No será la política la continuación de la guerra, dándole la vuelta?


Proclaman la guerra para que creamos que esto, en contraposición, es paz, y envían armas ofensivas al frente al objeto de apagar el incendio echando gasolina.

 

Hemos heredado esta preciosa glosa de Tácito vía Jean-Jacques Rousseau: et miserrimam seruitutem pacem appellant: y llaman paz a una harto miserable esclavitud.

Mientras meten miedo ante una potencial guerra nuclear que utilizan como tapadera del fraude sanitario, siguen apretando los grilletes de nuestra servidumbre.



jueves, 3 de marzo de 2022

Fuegos artificiales sobre Damasco

    El 14 de abril de 2018 se perpetró un bombardeo franco-británico-norteamericano sobre la ciudad de Damasco y, acto seguido, en tiempo real, llegaron las primeras imágenes a nuestras micropantallas. Esta foto de un reguero de luz sobre la noche damascena, como si fuera el rastro luminoso de una estrella fugaz, fue tomada por Hassan Ammar de Associated Press la noche de autos. 

Bombardeo norteamericano de Damasco, abril 2018

    ¿Dónde están las otras imágenes, las que no nos han llegado? ¿Por qué no nos llegan las fotografías de los daños colaterales o efectos secundarios, que en realidad, no nos engañemos, son los primarios? La difusión de esa estela luminosa en la noche de la capital de Siria, como si fuera la cola del cometa que siguieron los Reyes Magos o la estela que deja un avión a reacción durante el día en el cielo azul, minimiza el bombardeo,  hace que no parezca tal, sino una sesión de fuegos artificiales completamente inofensiva.

    No cabe duda de que, desterrada la palabra, lo que manda es la imagen. Tiene la ventaja de que no hace falta traducirla a los diversos idiomas, es universal, por eso la noticia se reduce a una fotografía. Sin palabras. La imagen impacta igual que la bomba. 

En enero de 1991 los Estados Unidos de América y sus aliados entre los que se contaba por cierto el Gobierno español, un gobierno que aunque no participó en el bombardeo de Damasco lo aplaudió sin ningún atisbo de vergüenza,  bombardearon Bagdad y comenzó lo que luego se denominó la Guerra del Golfo. Las imágenes que sirvió al mundo la CNN entonces eran unos rastros luminosos sobre un fondo verde. Parecía una sesión de pirotecnia, pero eran las estelas de los misiles. Aquellas imágenes no mostraban daños materiales ni humanos. Eran fotogramas asépticos de una película muda, casi neutros, que revelaban en todo caso la superioridad y sofisticación del armamento del Imperio frente a las supuestas y temibles “armas de destrucción masiva” del déspota mesopotámico. Igual que ahora.

 Bombardeo norteamericano de Bagdad, enero 1991 
    No hay imágenes del enemigo, ni de las víctimas humanas por lo que parece que tampoco hay responsabilidad sobre ellas ni crímenes de guerra, como si la guerra de por sí no fuera un crimen de lesa humanidad. La guerra se desarrollaba en un escenario remoto y casi legendario de las mil y una noches:  Oriente, al otro lado del mar,  lejos del Imperio. Hay, obviamente, censura y control sobre las imágenes: sólo se difunden las que interesan, nada de población civil malherida ni cadáveres humanos, sino ruinas de aeródromos e instalaciones militares, arsenales tecnológicos, centros estratégicos de fabricación de armas químicas, malévolos laboratorios de Fu Manchú, el villano que odia la civilización occidental y quiere destruirla... Si hay víctimas humanas, son lamentables e inevitables accidentes y efectos colaterales no deseados que no es necesario sacar a la luz pública para no regodearse con el espectáculo de la danza macabra de la muerte ajena. Son imágenes, nos advierten, que pueden herir la sensibilidad del espectador, no vaya a ser que la gente piense que no está bien lo que hacemos y, más aún, que está mal, muy mal. Entonces es cuando vienen las palabras en ayuda de las imágenes, que son el auténtico soporte de la noticia,  a justificar la atrocidad de la guerra, a justificarla. Guerra justa, guerra santa. La población civil se reduce a la categoría de daño accidental, aunque supuestamente se la bombardea para defenderla de sí misma, por su propio bien y a fin de preservar sus derechos humanos y destruir las crueles armas que almacenan para provocarnos una muerte lenta y dolorosa, como si las convencionales no matasen de igual modo.
 
 Nueva serie audiovisual. 

    Si por algún azar nos llegan fotos tremebundas de inocentes criaturas muertas, ahora que es tan sencillo compartir imágenes por la Red, enseguida serán desacreditadas y se considerarán "fake images", por decirlo con un término de la lengua del Imperio. O nos acostumbramos a verlas, inmunizados ante el sufrimiento y el dolor ajenos, sin que nos afecten lo más mínimo o, para que no nos afecten, nos decimos a nosotros mismos que están manipuladas. 
 
    Los medios de manipulación de masas remueven el fantasma de la guerra, porque es su alimento. Crean noticias e informaciones para llenar páginas de periódicos y horas de telediarios y comentarios en las redes sociales, creando la ficción espectacular de que pasa algo. 
   

miércoles, 2 de marzo de 2022

A vueltas con Sócrates

    Frente al silogismo clásico que dice “Todos los hombres son mortales, Sócrates es un hombre, luego Sócrates es mortal”, que opera como una sentencia efectiva de muerte que condena a Sócrates a morir una y otra vez siempre que se formula, Sexto Empírico nos transmite un razonamiento que libra a Sócrates, como veremos, de morir y deja que de alguna manera siga vivo. Dice así: Por ejemplo, Sócrates muere o cuando es o cuando no es. Son, en efecto, dos momentos distintos: uno en el que es y está vivo, y otro en el que ya no es sino que ha fallecido; por lo que debe morir necesariamente en uno de los dos. Pues bien, cuando es y está vivo, no muere, puesto que vive sin duda; pero cuando ha muerto no muere otra vez, ya que estaría muriendo dos veces, lo cual es absurdo. Por tanto, Sócrates no muere. (*)

    Sexto Empírico desarrolla este razonamiento basándose en el argumento contra el movimiento que atribuye a Diodoro Crono, y que este tomó del presocrático Zenón de Elea, en, donde negándose el movimiento se niega también la muerte, lo que nos libera a también a todos los mortales de morir. Dice así: En efecto, lo que se mueve o bien se mueve en el lugar en que está o bien en el que no está; pero ni lo primero ni lo segundo; por lo tanto nada se mueve. Y si nada se mueve de ello se sigue que nada se destruye. Pues así como nada se mueve, ya que no se mueve en el lugar en que está ni tampoco en el que no está, del mismo modo el ser vivo no muere ni en el momento en que está vivo ni tampoco en el que no lo está, y en consecuencia no muere nunca. Y si esto es así, viviendo siempre según él (sc. Diodoro) «seguiremos viviendo».(**) 


     ¿Cómo podemos resolver esta contradicción de que Sócrates, como dice el silogismo aristotélico perfecto, sea mortal y por lo tanto haya muerto como tal personaje histórico que fue, y sin embargo no muera y siga vivo de alguna manera según el razonamiento que Sexto Empírico le atribuye a Diodoro Crono?

    Pues la manera de resolverla es renunciando a hacerlo y planteándola una y otra vez. Sócrates, como nombre propio de un personaje histórico, fue condenado a muerte en Atenas por un tribunal democrático en el año 339 antes de Cristo y murió bebiendo la cicuta, como sabemos, pero sin embargo “sócrates”, convertido en nombre común, con minúscula, sigue vivo y no puede morir nunca, cada vez que alguien haga como él y haga caso a su demonio interior que le dice que diga que no y se pregunte qué son las cosas, o sea las ideas, poniéndolas siempre en tela de juicio.

Estatua de Sócrates en la Academia de Atenas
 

(*): οἷον ὁ Σωκράτης ἤτοι ὢν θνήσκει ἢ μὴ ὤν. δύο γὰρ οὗτοι χρόνοι, εἷς μὲν ὁ καθ' ὃν ἔστι καὶ ζῇ, ἕτερος δὲ καθ' ὃν οὐκ ἔστιν ἀλλ' ἔφθαρται· διόπερ ἐξ ἀνάγκης ὀφείλει κατὰ τὸν ἕτερον τούτων θνήσκειν. ὅτε μὲν οὖν ἔστι καὶ ζῇ, οὐ θνήσκει· ζῇ γὰρ δήπουθεν· θανὼν δὲ πάλιν οὐ θνήσκει, ἐπεὶ δὶς ἔσται θνήσκων, ὅπερ ἄτοπον. οὐ τοίνυν θνήσκει Σωκράτης. (Sexto Empírico, Aduersus physicos o Contra los dogmáticos I, 269).

(**)τὸ γὰρ κινούμενον ἤτοι ἐν ᾧ ἔστι τόπῳ κινεῖται ἢ ἐν ᾧ μὴ ἔστιν· οὔτε δὲ τὸ πρῶτον οὔτε τὸ δεύτερον· οὐκ ἄρα κινεῖταί τι. τῷ| δὲ μηδὲν κινεῖσθαι τὸ μηδὲν φθείρεσθαι ἀκολουθεῖ. ὡς γὰρ διὰ τὸ μήτε ἐν ᾧ ἔστι τόπῳ κινεῖσθαι τι μήτε ἢ ἐν ᾧ μὴ ἔστιν οὐδὲν κινεῖται, οὕτως ἐπεὶ τὸ ζῶον οὔτε ἐν ᾧ ζῇ χρόνῳ ἀποθνήσκει οὔτε ἐν ᾧ μὴ ζῇ, οὐδέποτε ἄρα ἀποθνήσκει. εἰ δὲ τοῦτο, ἀεὶ ζῶντες κατ' αὐτὸν καὶ αὖθις γενησόμεθα. (Sexto Empírico, Aduersus mathematicos o Contra los profesores I, 311).

martes, 1 de marzo de 2022

'La Trasformación' de Kafka

    Discutíamos el otro día en tertulia sobre la traducción de Die Verwandlung de Franz Kafka. En opinión de algunos críticos como Jordi Llovet, debería haberse sido “La Trasformación” (él escribe 'traNsformación'), y no “La Metamorfosis” como parece que ha quedado definitivamente. La discusión surgió a propósito del artículo de Ignacio Vidal Folch, publicado en El País el 28 de septiembre de 1988 titulado precisamente que un tertuliano sacó a relucir “La metamorfosis” fue mal traducida, donde se critica la mala costumbre de traducir al español a escritores alemanes según traducciones existentes en otras lenguas más asequibles, inglesas o francesas, y no directamente del alemán. 
 
 
    Al parecer Borges, que hizo una versión de la obra al castellano, también pensaba que debía haberse titulado “La TraNsformación”, aunque su editor prefirió mantener “La Metamorfosis”. Kafka, en efecto, pudo haber titulado su narración Die Metamorphose, que es palabra culta de raíz griega de la que también dispone la lengua alemana en la que escribe, pero prefirió Die Verwandlung, que es vocablo del más corriente alemán.

    La palabra alemana “Verwandlung”, cuyo campo semántico es el cambio en el sentido de mutación, puede traducirse tanto por "trasformación", que tiene un significado más genérico, como por "metamorfosis", que apunta por un lado al lenguaje de la mitología clásica, pensemos en Las metamorfosis de Ovidio, por ejemplo, y por el otro al de la zoología, como en el caso de la mutación del renacuajo en rana o de la oruga en mariposa.

   Quizá sea La Trasformación mejor traducción que La Metamorfosis, por ese valor genérico que tiene en castellano la palabra latina transformatio pero en todo caso no deja de ser una discusión un tanto bizantina de esas a las que se entregan los tertulianos ociosos cuando no tienen otra cosa mejor que discutir. Si la palabra alemana significa ambas cosas, la elección a la hora de traducir es una cuestión meramente literaria o de preferencia personal. Y ya se sabe que traduttore, traditore, como dicen los italianos, o sea que todo traductor a la hora de hacer una traducción comete, muy a su pesar, una traición. 

Ilustración de José Hernández para La Metamorfosis
 

    A mí personalmente me gusta más "La trasformación" como traducción de "die Verwandlung", porque me parece una palabra más nuestra, más trasparente, más de andar por casa, ya que es un término patrimonial castellano, mientras que "metamorfosis" es una palabra culta, un helenismo del ámbito de la zología y la mitología clásica. Pero es una cuetión de gusto personal. 

    De todas formas, se quedará para siempre, me temo, con el título de "La metamorfosis" porque la primera versión española del relato en la célebre Revista de Occidente eligió esa traducción, evocando así "Las metamorfosis" de Ovidio, un poema didáctico que tiene muchísima solera literaria sobre trasformaciones mitológicas de personajes legendarios  como, por ejemplo, la de Narciso, un joven muy bello que se enamora de su propia imagen reflejada en un lago y cuando va a besarla se precipita al agua y se ahoga, trasformándose en un narciso, la flor que crece junto a los estanques. O la de Aracné, más cercana de la narración kafkiana, de la joven que castigada por la diosa Minerva por su soberbia desafiante, se convirtió en araña, encogiéndosele brazos y piernas y alargándosele los dedos a la vez que se hinchaba su cuerpo y quedaba recubierto por una capa de pelo corto y negro, condeanda a vivir colgada de un hilo toda su vida prisionera de la telaraña que ella misma tejería. Por seguir la tradición este título ovidiano se ha mantenido hasta la fecha.


    La primera frase de la novela de Kafka acaba precisamente utilizando el verbo verwandln, de donde deriva el sustantivo que da título a la novela: Als Gregor Samsa eines Morgens aus unruhigen Träumen erwachte, fand er sich in seinem Bett zu einem ungeheuren Ungeziefer verwandeltEn la versión de Jorge Luis Borges se traduce por 'convertir': Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, encontróse en su cama convertido en un monstruoso insecto. Una traducción más literal es la de Carlos Fortea (editorial Octaedro): Cuando Gregor Samsa despertó una mañana de una noche llena de sueños inquietos, se encontró en su cama, convertido en un bicho monstruoso. (Nótese la diferencia entre el "monstruoso insecto" de Borges y el "bicho monstruoso" de Fortea para ungeheuren Ungeziefer.)

    Según Joseph Gabel, el protagonista de la novela, Gregor o Gregorio Samsa, como se prefiera, que sabe que es hombre, y a quien sus semejantes rechazan como a una mala bestia, diríamos nosotros, es el símbolo trasparente del judío en busca de asimilación. Pero quizá no haga falta ir tan lejos en las interpretaciones. ¿Acaso no nos hemos sentido todos alguna vez, como el protagonista de la narración kafkiana, un 'bicho raro'?