domingo, 10 de octubre de 2021

Catecismo y virus

    Saco aquí a colación unos dibujos del artista Francisco Javier Velasco (Oviedo 1973), alias Fano. Fano se define a sí mismo no como un dibujante cristiano sino como un cristiano que dibuja. También dice que el dibujo le permite hacer visible lo invisible, y a eso se dedica este profesor de Religión que daba clases en un colegio de un barrio marginal de Málaga, llamado María de la O, del que ahora es director, con una población semianalfabeta, donde necesitaba dibujar para transmitir de esta manera las enseñanzas evangélicas a sus catecúmenos.

    No olvidemos que la catequesis, que es la enseñanza del catecismo, es pedagogía. Y eso es lo que nos enseñan los dibujos de Fano, una pedagogía en primer lugar al servicio de la iglesia católica, apostólica y romana, y en segundo y no menos importante lugar, como veremos, una pedagogía al servicio de la dictadura sanitaria que impone a todos los niños y adolescentes unas medidas profilácticas sin ningún fundamento racional, como el uso de la mascarilla quirúrgica, que no impide el contagio y que se ha convertido en un símbolo de sumisión, el lavado compulsivo de manos y la distancia con los otros niños.

    Analicemos alguno de sus dibujos, como este de resonancias bíblicas veterotestamentarias, en el que un Moisés sanitario conduce a niños y ancianos abriéndose paso después de haber hecho que se retiren las aguas del Mar Rojo para que el pueblo elegido pueda huir de Egipto, que es la peste, y dirigirse a la tierra prometida, que es la Nueva Normalidad, ilustración en la que aparecen ya las mascarillas y los guantes. Sólo le ha faltado un optimista: "Todo va a salir bien".

 


    O este otro dibujo, dedicado a un colegio religioso, donde se representan las omnipresentes mascarillas quirúrgicas,  la distancia de seguridad de 2 metros, y el Espíritu Santo en forma de blanca paloma con un gel desinfectante para que los niños se laven las manos como Poncio Pilatos. Una mascarilla gigante enarbolada por un clérigo y por la Virgen María como si fuera un paraguas protege a todos del chaparrón vírico.


     Pero la imagen que ya es el colmo de los colmos y supera a todas las anteriores es la siguiente, utilizada por la Conferencia Episcopal para promover la campaña de catequesis 2021-2022 dirigida a niños y adolescentes. 


    Tres personajes con mascarillas los tres. ¿Quiénes son? ¿Son niños y adolescentes? Eso parece a primera vista. Pero no, los personajes no son niños, pese a sus rasgos infantiloides. Sólo hay un niño, que es la figura central, y es, no puede ser otro, el Niño Jesús, porque estamos ante la Sagrada Familia: a la izquierda san José barbudo, en el centro el Niño, y a la derecha la Virgen María, que tiene en sus manos el agua bendita para que el Niño se lave las manos. Una paloma blanca, que representa, supongo, al Espíritu Santo sostiene una cinta métrica que delimita la distancia de seguridad que hay que guardar de un metro y medio para evitar el contagio personal. Se ha reducido en medio metro la distancia de la imagen anterior, que predicaba los dos metros. Al fondo se ve la Iglesia con su campanario y su cruz,  todo ello orlado por unas misteriosas flechas rojas de derecha a izquierda, donde se convierten en verdes hasta señalar la puerta del templo, lo que parece que quiere decir que sin esas medidas (mascarilla, gel hidroalcohólico y distancia de seguridad) no se puede entrar a la casa de Dios. 


    En esta versión del cartel anterior, se añade la regla de las 3 M, para que se les queden grabadas a los niños y adolescentes las normas que deben cumplir: M de Mascarilla siempre, M de Manos limpias, y M de Metro y medio de distancia. Sencillamente repugnante.

    La Iglesia que fue la madre nodriza espiritual de la humanidad durante la Edad Media, la Alma Mater antes que la Universidad ostentara este título, ha renunciado a muchas de sus enseñanzas durante la pandemiocracia. Los templos estuvieron cerrados a cal y canto. Dejaron de sonar las campanas y de celebrarse misas presenciales. Cuando se reabrieron, los feligreses debían sentarse separados, y dejaron de darse fraternalmente la paz unos a otros como hacían antes durante la ceremonia. 

    Hay que recordar que en otras épocas pasadas no se cerraron los templos. Los sacerdotes sacaban a los santos en procesión para rogarles el cese de la peste. Y los papas no hacían propaganda de la industria farmacéutica, como ha llegado a hacer Su Santidad el Papa actual, bendiciendo, como si de la mismísima hostia consagrada se tratara, la vacuna a la que se refirió como “un acto de amor”, un amor a los demás, y a uno mismo, con un oximoro flagrante: un amor altruista que a la vez es egoísta, y viceversa. ¿Cómo se entiende eso?

    ¿Quién se imagina a san Francisco de Asís en lugar de abrazar y besar a los leprosos manteniéndose alejado de ellos para no contagiarse? ¿Se imagina alguien a Jesucristo lavándoles los pies a sus discípulos con guantes antivirales y mascarilla?

    Me quedo, sin embargo, con esta imagen de Fano que puede decir más de lo que parece a simple vista que pretende. Ignoro si es anterior a la pandemiocracia o no, pero representa a un Cristo crucificado a modo de paciente doliente en una cama de hospital, probablemente en una Unidad de Cuidados Intensivos, que puede evocar más que a una víctima del virus coronado, a una de la yatrogenia.

sábado, 9 de octubre de 2021

"¡Que arda Troya!"

    "¡Que arda Troya!" Dijo Príamo el rey de Troya cuando recuperó, rebosante de gozo inesperado, a su hijo Paris al cabo de los años convertido en un buen mozo como el discóbolo de Mirón. Lo había abandonado cuando nació porque una profecía pronosticó que el recién nacido sería la causa de la destrucción de la ciudad. 

    Más que una profecía fue un sueño, y más que un sueño una pesadilla de su mujer, la reina Hécuba, que soñó que paría un tizón ardiente. Preguntado el intérprete de sueños por el significado metafórico de dicha pesadilla, dijo que el vástago que la reina engendraba en su seno iba a ser la causa directa de la destrucción de Troya, que perecería víctima del fuego. 

Vista de Troya en llamas,  J. G. Trautmann (1713–1769)

     Nada se sabía todavía del virus informático ese que iba a causar un gran estrago en muchos sistemas operativos, que llaman el Troyano, en conmemoración del caballo de madera que, hueco por dentro, hizo llenar de soldados griegos Odiseo.  

    Mejor dicho, sólo alguien barruntaba algo. Era Casandra, un personaje trágico y a la vez libre, de la que se ha dicho que estaba condenada a decir la verdad y a que nadie, sin embargo, creyera en ella, pero lo único que ella sabía decir era "no" para denunciar la falsedad de la realidad, que está entretejida de apariencias. Por eso se opuso a meter el funesto caballo de madera en Troya, que no era lo que parecía.

    Hay una máxima muy buena de Nicolas de Chamfort (1741-1794), que dice así: Casi todos los hombres son esclavos por la misma razón que los espartanos daban de la servidumbre de los persas: por falta de saber pronunciar la sílaba “no”. Saber pronunciar esta palabra y saber vivir solo son los dos únicos medios de conservar su libertad y su carácter.

     Sin embargo, los troyanos no le hicieron ningún caso a la loca de Casandra. Y así les fue. El virus estaba inoculado. 

    ¡Que arda Troya!  Decimos ahora nosotros igual que Príamo. Y no nos duelen prendas, conscientes como somos de que nosotros en cuanto seres reales y por lo tanto falsos vamos a arder también con ella. ¡Que arda la realidad toda víctima de las llamas de nuestro cóctel incendiario que lanzamos contra ella, unas llamaradas capaces de devorar lo más abstracto, lo que, intangible, se muestra difuso y difícil de identificar y de combatir, las ideas que la constituyen y que como férreas columnas la sostienen, y que no podrían hacerlo sin la fe inquebrantable que nosotros depositamos en ellas!

viernes, 8 de octubre de 2021

El Nenuco está malito

    El año pasado por estas fechas salieron algunas muñecas al mercado, las famosas Barbies entre otras, si no recuerdo mal, que llevaban mascarillas de diversos diseños y colores, para que las niñas fueran acostumbrándose a esta nueva prenda de su vestuario que la dictadura sanitaria que padecemos nos había impuesto como lo más natural del mundo de la noche a la mañana. No dejaba de ser un método de adoctrinamiento sutil para las futuras generaciones que, desde muy pequeñas, se iban así acostumbrando a estos ridículos embozos que sólo sirven para taparnos la boca.


    Habrá a quienes les parezcan educativos y responsables estos juguetes políticamente correctos, sobre todo si a las Barbies enmascarilladas les acompañan los Kens, sus novios, igualmente enmascarillados, cosa que ignoro, porque a fin de cuentas lo que se considera bueno de las obligaciones no es que sean constricciones que nos fuerzan a hacer algo que no queremos, sino que no discriminen por razón de sexo a nadie.

    Recuerdo -porque uno tiene su particular memoria histórica- cómo algunas feministas abogaban por la imposición del servicio militar obligatorio, la vieja mili, también a las féminas, porque era discriminatorio que estuvieran excluidas de ella, en vez de oponerse sin más a la conscripción obligatoria de los mozos y luchar por la desaparición del alistamiento militar y del Ejército. Lo único “bueno” del embozo, en este caso, es la igualdad de su imposición sexual a todo titirimundi, no como el nicab islámico, que sólo lo llevan las mujeres. 

     Pues tienen algo de razón los que piensan que estas muñecas son educativas. Son educativas en el sentido de adoctrinamiento que tiene hoy la palabra educación. A los niños y a las niñas, ojo, se los forma hoy precisamente como soldados, desde que desapareció el servicio militar obligatorio y se sustituyó por la educación secundaria igualmente obligatoria, con una duración más larga que la antigua mili y sin discriminación sexual, y desde que los colegios e institutos dejaron de ser lugares de enseñanza para convertirse en focos de ideologización, adoctrinamiento e imposición de lo que llaman protocolos. Este adiestramiento de los pequeños, aunque siempre lo hubo, ya es declaradamente descarado.

    
     El caso es que ahora sale al mercado de cara a las futuras navidades un anuncio del muñeco de Nenuco, que está malito, el pobre, y que explota el estereotipo femenino y sexista, por lo tanto, de la niña como futura enfermera, y de las mujeres como cuidadoras en general. No es lo grave sólo eso, que sea un muñeco para niñas, como si los niños no pudieran jugar igualmente con muñecas, lo grave es que quieran hacerse pasar por lo más natural del mundo cosas como la toma compulsiva de temperatura con un termómetro luminoso, la aplicación de un test -se supone que de esos que venden en las farmacias-  y, aparte de la tirita y el jarabe de toda la vida, lo más sorprendente de todo: la poción mágica de la vacuna que la niña/enfermera le pone al muñeco "para curarlo", como si la función de las inoculaciones fuera curar enfermedades y no prevenirlas (cuando no anticiparlas, como está sucediendo ahora mismo con las que se están inyectando a toda la población). Y ya está “¡vacunado!” y puede figurar como tal en el carné de vacunación o certificado covid. Finalmente se le hace otro test de confirmación, y el bebé que estaba malito y no lo sabía, el pobre, porque no tenía síntomas, ya está curadito. 
 
 
 
    Lo más falso y pernicioso de este anuncio publicitario es hacernos creer que si el bebé está malito, como demuestra la toma de temperatura y el test positivo, el remedio es la vacunación infantil que, por definición, no es curativa, y por lo tanto no puede utilizarse como tratamiento de una enfermedad porque lo que haría sería todo lo contrario, agravarla, sino que es preventiva en el mejor de los casos. Pero lo que hace el anuncio capciosamente es vendernos la vacunación infantil que se impondrá inevitablemente si no hacemos algo para impedirlo.

    En España, según datos oficiales, han muerto "oficialmente" de covid-19, sin entrar en si ha sido 'de' coronavirus o 'con' coronavirus, que eso es otro cantar, desde marzo del año pasado hasta ahora, es decir, durante la pandemia, a lo largo ya de dieciocho meses, 36 niños y adolescentes menores de edad. Se pretende ahora inocular a algo más de nueve millones de españolitos que hay en esa franja de edad cuando el riesgo que corren de contraer la enfermedad -si la contraen es en forma tan leve que ni se enteran, como el muñeco de Nenuco- y de morir a consecuencia de ella es prácticamente nulo, y cuando se sabe que no son contagiosos y se sabe, además, porque ya hay bastantes estudios científicos que lo corroboran, que la vacuna no evita el contagio y que los efectos adversos o daños colaterales que están produciendo las inoculaciones en toda la población a corto plazo -no sabemos a medio y largo- son bastante ya preocupantes.

    No sé si debería, en fin, preocuparnos más la mente retorcida que ideó este anuncio de pésimo y repugnante gusto o los enfermos mentales que puedan llegar a adquirirlo, que no dejará de haber algunos, para que Papá Noel o los Reyes Magos se lo regalen a sus vástagos.

jueves, 7 de octubre de 2021

La jerga de los políticos

    Conviene analizar el lenguaje que usan los políticos para ver cómo nos engañan y no caer en la tentación de hablar como ellos, como por ejemplo hizo nuestro incombustible presidente del gobierno cuando impuso manu militari el toque de queda en las Españas, y dijo que no había que llamarlo "toque de queda", porque esa expresión tenía "otra serie de componentes y otra serie de, digamos, significados en la mente de todos", y pidió a los medios de comunicación que hiciéramos entre todos el "ejercicio de pedagogía" de acuñar una denominación más contemporánea, y propuso el ridículo eufemismo: "restricción de movilidad nocturna". Y como este tantísimos ejemplos. 



     Pero vamos a centrarnos en un párrafo periodístico, por la retroalimentación que hay entre el gremio político y el de los periodistas -ya hemos visto cómo el presidente pedía a los media hacer el ejercicio pedagógico de adoctrinar a la población-, dado que ambos utilizan la misma jerigonza: “En muchos países europeos, los Gobiernos y los partidos que les sustentan vienen siendo contundentemente desalojados del poder central o local por los electores, en busca de una alternativa posible que mejore la vida de los ciudadanos.”

    Dejemos aparte y de entrada el adverbio “contundentemente” más apropiado para otros desalojos por la fuerza y brutalidad policial, y pongamos la primera parte de la frase en voz activa, que es lo normal en castellano –la pasiva es cosa de periodistas, pedantes y economistas-: los electores desalojan del poder en muchos países europeos a los Gobiernos -ojo a la mayúscula con que han escrito la palabra Gobierno, como si fuera Dios-  y a los partidos que los sustentan. 

    Centrémonos ahora en la segunda parte: ¿por qué dice "desalojar" en vez de "echar", que es lo normal y corriente? Precisamente por eso, porque "echar" lo entiende todo el mundo, y "desalojar" no, por lo que resulta más culto, más propio de "entendidos", que son los que no quieren entender nada de nada.

    Sigamos:  ¿se desaloja -o sea, se echa- a los gobiernos del poder para buscar con la alternativa “que mejore la vida de los ciudadanos”?  No, Evidentemente: se echa a un partido del gobierno para que deje de jodernos en el peor sentido de la palabra, que eso es lo que hacen todos sean del signo que sean. 


     Lo malo -la trampa en la que caemos- es que para echar a uno hay que poner a otro que va a seguir jodiéndonos de mala e idéntica manera. Ellos lo dirían así: para desalojar a un partido hay que alojar a otro.

    La vida de los ciudadanos mejoraría no con el cambio de gobierno (o  de gobernanza, como dicen ahora algunos de ellos para camuflar el mismo perro pulgoso con distinto collar), sino con el desgobierno, con la desgobernanza, si lo prefieren, y, en definitiva, con la libertad.

    El problema es que la mayoría de la gente –no vamos a decir “todo el mundo” como hacen ellos, los políticos correctamente democráticos, que hacen valer la opinión de la mayoría por la de todos-  espera una intervención de la providencia divina y/o estatal que venga como por arte de magia y milagro a resolverlo todo a modo de deus ex machina

    Y no hay providencia divina ni estatal ni Dios ni gobierno que valga: sólo el Dinero, que no sólo no nos da la felicidad, sino que nos quita la poca que teníamos jodiéndonos la vida.

miércoles, 6 de octubre de 2021

Efectos secundarios, reacciones adversas, daños colaterales.

    No sé si los estudiantes de segundo curso de Bachillerato de Griego, si queda alguno por ahí a estas alturas de la reforma educativa, traducirán directamente (o leerán al menos en castellano) la fábula núm. 170 de Esopo (Hsr. 180, Ch. 250), conocida como “El enfermo y el médico”. No está desde luego entre las más celebradas del autor, pero sí sin duda entre las más interesantes, recomendables e instructivas en el sentido de que nos aporta instrumentos para la crítica y demolición de las ideas dominantes sobre los fármacos que los médicos suministran a sus pacientes y sus efectos secundarios o reacciones adversas, que pueden compararse con lo que modernamente se ha dado en llamar “daños colaterales” en polemología, más devastadores que el propio mal que pretenden combatir, por aquello que reconoce la gente desengañada de que suele ser las más de las veces peor el remedio que la enfermedad. 

 

    Un enfermo al que el médico le preguntó cómo se encontraba le dijo que sudaba más de lo normal. El médico sentenció: «Eso es bueno». Al preguntarle por segunda vez cómo estaba, dijo que, aquejado por los escalofríos, estaba destrozado. El médico sentenció: «Eso es bueno también». Cuando le visitó por tercera vez y le preguntó sobre su enfermedad, dijo que tenía diarrea. Y aquél, después de sentenciar «también eso es bueno», se despidió. Cuando fue a visitarlo uno de sus familiares y le preguntó cómo estaba, le dijo: «Me muero a fuerza de lo bien que estoy».

 Νοσῶν καὶ ἰατρός.

    Νοσῶν τις καὶ ἐπερωτώμενος ὑπὸ τοῦ ἰατροῦ πῶς διετέθη, ἔλεγε πλέον τοῦ δέοντος ἱδρωκέναι. Ὁ δὲ ἔφη· Ἀγαθὸν τοῦτο. Ἐκ δευτέρου δὲ ἐρωτώμενος πῶς ἔχοι, ἔφη φρίκῃ συνεχόμενος διατετινάχθαι. Ὁ δέ· «Καὶ τοῦτο, ἔφη, ἀγαθόν.» Τὸ δὲ τρίτον ὡς παρεγένετο καὶ ἐπηρώτα αὐτὸν περὶ τῆς νόσου, διαρροίᾳ περιπεπτωκέναι ἔφασκε. Κἀκεῖνος ἀγαθὸν καὶ τοῦτο φήσας ἀπηλλάγη. Τῶν δὲ οἰκείων τινὸς παραγενομένου πρὸς αὐτὸν καὶ πυνθανομένου πῶς ἔχοι, ἔφη πρὸς αὐτόν· «Ἐγώ σοι ὑπὸ τῶν ἀγαθῶν ἀπόλωλα.»

    El tíulo griego de la fábula Νοσῶν καὶ ἰατρός (nosôn kaì iatrós) nos sirve para aprender tres palabras de origen griego: nosocomial, hablando de infecciones nosocomiales o intrahospitalarias, porque nosocomio en griego es hospital, es decir, establecimiento destinado al tratamiento de enfermos; iatrogenia, preferible la forma yatrogenia ('Alteración, especialmente negativa, del estado del paciente producida por el médico'); y yatrocracia o iatrocracia, no admitida aún en el diccionario de la RAE, para referirse a la autoridad tiránica de la también llamada 'dictadura sanitaria' que los médicos, o quizá mejor dicho, las autoridades sanitarias usurpan en nombre de la Medicina sobre las almas hipocondríacas y abatidas por el temor y por el mal que padecen.



    Un comediógrafo como el gran Molière no podía dejar de aprovechar una gracia como esta  de hacernos creer que lo malo es bueno (y de rechazo que lo bueno es malo) para hacer reír y pensar al público en su diálogo entre Sganarelle y Géronte en la escena V del acto III de su Le médecin malgré lui, literalmente "El médico a su pesar" o "... a pesar suyo",  que nuestro Moratín tradujo como “El médico a palos”.

    Le pregunta Sganarelle, nombre que Moratín adapta como Bartolo, a Géronte (o Don Gerónimo), el padre de Lucinda: "¿Cómo está la enferma (Lucinda)?", a lo que Géronte le responde: “Bastante peor desde que se le aplicó su remedio”. Don Bartolo le contesta: “Mejor. Es señal de que funciona”. (Nótese que el remedio, poco importa que sea pan remojado en vino, como en Moratín, o las sedicentes 'vacunas' actuales de ARN mensajero o de ADN vectorizadas, cumple su función porque provoca efectos adversos -y eso es señal de que logra, como diría un político, su objetivo -bueno o malo, ese es otro cantar-, pero hace algo, en este caso un empeoramiento del estado de salud de la paciente desde que hizo uso del remedio). El padre de la muchacha, aceptando esa lógica ilógica, añade expresando su temor: “Sí, pero, funcionando como funciona, temo que la ahogue”.

SGANARELLE: Comment se porte la malade?

GÉRONTE: Un peu plus mal, depuis votre remède.

SGANARELLE: Tant mieux. C’est signe qu’il opère.

GÉRONTE: Oui, mais en opérant, je crains qu’il ne l’étouffe! 


     En la traducción y adaptación, de nuestro Moratín el diálogo se transforma así: D. GERÓNIMO: ¡Ay, amigo Don Bartolo! que aquella pobre muchacha no se alivia. No ha querido acostarse. Desde que ha tomado la sopa en vino está mucho peor. BARTOLO: ¡Bueno! eso es bueno. Señal de que el remedio va obrando. No hay que afligirse. Aunque la vea usted agonizando, no hay que afligirse, que aquí estoy yo...

    Todo lo cual me recuerda a no sé ya qué presidente norteamericano elegido democráticamente que propuso acabar con los incendios forestales talando los bosques. Desaparecidos estos, ya no hay peligro de que se incendien.

martes, 5 de octubre de 2021

Tres cromos para el álbum

 

Casi el 90% de la 'población diana' ha recibido al menos una dosis de la gracia de Dios. Sanidad espera alcanzar al 100% sin necesidad de hacerla obligatoria.

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 Según los estudios del comité de expertos del Ministerio de Sanidad está a nuestro alcance lograr lo que no logró Matusalén -la inmortalidad- revacunándonos.

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La erradicación total del virus, la inmunidad colectiva y la reducción del riesgo a cero absoluto son fantasías infantiles. A Dios gracias no somos inmortales.

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lunes, 4 de octubre de 2021

Camino arriba, camino abajo

Maurits Cornelis Escher (1898-1972) fue un artista auténticamente original cuyos diseños logran que nos replanteemos algunos de nuestros conceptos más básicos, como delante/detrás, arriba/abajo, cóncavo/convexo, dentro/fuera, izquierda/derecha, haciéndonos ver su relatividad. 

Ante la visión de algunos cuadros de M. C. Escher la lógica dominante, la que dominamos y la que nos domina al mismo tiempo a nosotros, se tambalea y derrumba por momentos. 


Ante un cuadro como este “Relatividad (1953)” uno no puede dejar de recordar aquella formulación del libro de Heráclito, o Heraclito, como propone manteniendo la acentuación latina Agustín García Calvo, que lo editó, tradujo y comentó en su magistral “Razón común” Editorial Lucina, 1985, que decía: CAMINO ARRIBA, CAMINO ABAJO, UNO SOLO Y EL MISMO (fragmento 60 de la edición citada).


Imaginemos un camino de doble sentido: para aquél que va el camino es de ida y para el que viene de venida, pero el camino en sí es uno solo, y en él coinciden los dos sentidos contrapuestos y relativos: esa “coincidentia oppositorum” es lo que configura el camino. Imaginemos ahora una escalera normal y corriente: lo mismo sirve para subir -de abajo arriba- que para bajar -de arriba abajo. La acción en sí "subir" o "bajar" es relativa, depende de nuestro punto de vista: lo que para el que sube es subida para el que baja es bajada. Todo depende de saber si tomamos el camino en su sentido ascendente o descendente.

 Subir y bajar, M. C. Escher (1960)

Cuando nos miramos en un espejo, nos damos cuenta de la relatividad de nuestras convenciones de “izquierda” y “derecha”: pues nuestra mano izquierda se convierte en la derecha de nuestro reflejo en el espejo y nuestra diestra en su zurda. Y viceversa.

Si damos el salto ahora del espacio, donde se dan estas contraposiciones de “arriba”, “abajo”, “izquierda” y “derecha”, que son seguramente el origen de los puntos cardinales de la brújula con la que nos orientamos, al tiempo, aparecen las correlaciones paralelas “adelante/antes” y “atrás/después”, y la coincidencia de que ir adelante, de lo pasado a lo futuro, como suponemos que va la flecha del tiempo ordinariamente, es lo mismo que ir de lo futuro a lo pasado.

Sobre la coincidencia de los opuestos “arriba” y “abajo”, más sólida y primitiva, según García Calvo, que "izquierda” y “derecha”, viene muy a cuento esta viñeta de Quino y su impagable Mafalda.


Otro cuadro de Escher que nos recuerda al presocrático de Éfeso  es el célebre Día y noche (pintado en 1938):


En el fragmento 31 de la citada edición, Heraclito critica a Hesíodo, quien, siendo como era considerado maestro de casi todas las cosas, uno de los mayores sabios de Grecia: NO CONOCÍA "DÍA Y NOCHE":  QUE ES QUE SON UNA Y LA MISMA COSA. Comenta a propósito García Calvo que "la diferencia es al mismo tiempo la identidad, en cuanto que no hay identidad de cada uno de los términos más que en su oposición al otro, ni hay diferencia entre uno y otro que no implique la identidad de ambos en aquello común sobre lo que se oponen uno y otro".

En el fragmento 48, Heraclito añade nuevos ejemplos de antítesis que se contraponen: EL DIOS, DÍA/NOCHE, INVIERNO/VERANO, GUERRA/PAZ, HARTURA/HAMBRE: TODOS LOS CONTRARIOS JUNTOS, ÉSE ES EL PENSAMIENTO.       

domingo, 3 de octubre de 2021

De los nombres propios

    Uno de los primeros historiadores romanos que escribió en latín y en prosa allá por la mitad del siglo II antes de nuestra era fue Marco Valerio Catón, cuyos precursores, llamados analistas, lo habían hecho sin embargo en la lengua de Homero. Catón redactó en su vejez una obra historiográfica titulada Orígenes, de la que sólo conservamos a día de hoy algunos fragmentos.

    Sabemos por ellos y por algunos testimonios como el de Cornelio Nepote, su biógrafo, que Catón no mencionaba, voluntariamente, los nombres propios de los generales romanos que libraron batallas en defensa de la república, porque para él el individuo personal no contaba en absoluto como tal individuo sino que lo que importaba era la comunidad de la que formaba parte o, en todo caso, el cargo que desempeñaba en ella.  Se diría que a Catón le interesaba el bosque, no los árboles que lo componen, y que no quería que los individuos y los detalles particulares de sus peculiaridades impidieran ver el conjunto del que formaban parte.


    Según Nepote, que escribió una breve biografía de este personaje incluyéndolo en la nómina ilustre de su obra De uiris illustribus, sobre los varones famosos anteriores a él, cuando Catón narró las guerras púnicas de Roma contra los cartagineses, no citó los nombres propios de los generales con sus tria nomina característicos o nombre y apellidos que los singularizaban, sino que registró sus acciones sin mencionarlos. ¿Cómo se refería a los personajes? Sin duda, impersonalmente,  con nombres comunes tales como el general romano, el tribuno militar de la legión, los cónsules... que designaban sus cargos, pero nunca su nombre propio y apellidos, que no importaban.

    Según testimonio de Plinio el Viejo, que apoya el anterior, en el capítulo V del libro VII de su Naturalis Historia, Catón, aunque omitió el nombre propio de los generales romanos -imperatores dice él, cuando esta palabra todavía no designaba durante la república romana a los emperadores sino a los comandantes del ejército, citó sin embargo el nombre propio de un elefante del escuadrón cartaginés, que luchó valerosísimamente, llamado Suro o Syro, esto es Sirio o Asirio, aludiendo quizá a su origen oriental, que tenía mutilado un colmillo.
 


    ¿Concebiríamos hoy, me pregunto yo, una historia, una literatura o una filosofía sin prosopónimos o nombres propios de personas, sin héroes individuales y singulares? Ciertamente, no. Vivimos en una época plenamente histórica, personalizada e individualizada, y estamos dominados por un paroxismo no sé si romántico o ingenuo, pero épico desde luego, que nos lleva a interesarnos por la singularidad de los héroes, por los protagonistas de la Historia con nombres propios, olvidando que el pueblo y lo que pueda haber de popular en alguien, eso no tiene nombre propio, sino común. 

    No hablemos ya del creciente interés por las biografías, ese subgénero historiográfico, que convierte las vidas en literatura en el peor sentido de la palabra, esto es, en el de cuentos y mentiras. 

    De aquel Nepote, escribidor de vidas ajenas, que hemos citado arriba, arranca precisamente la costumbre por lo menos entre los romanos, muy habitual ya en nuestros días de escribir y leer biografías  de personajes como escritores, militares, artistas, políticos, filósofos..., que han aportado algo al común; y también la más moderna costumbre de escribir autobiografías entre los personajillos del star system y publicar uno sus memorias en plena juventud, como el pintor que hace su autorretrato o el adolescente que sube su selfi a la Red. 

    Este interés por las vidas ajenas se agudizó en Suetonio, el biógrafo imperial que decidió ocuparse de la vida y milagros de los grandes hombres, es decir, de los césares, haciéndonos olvidar que ellos, los príncipes de este mundo, los que más mandan son al fin y  al cabo por activa los más mandados por pasiva. Estas narraciones, centradas en los nombres propios de los personajes históricos, desvían el interés de sus obras hacia las circunstancias de su existencia, con lo que nos desentedemos de su aportación, de lo que crearon, y nos distraemos entreteniéndonos con el anecdotario de su vida privada, privada en el sentido de sustraída al interés público y carente de él, y con el cotilleo, lo que impide que se preste atención a lo que hayan podido hacer o decir de razonable y de utilidad para el común. 


    En la viñeta ilustrativa de Montt,  Dios todopoderoso confunde el nombre propio de uno de sus siervos, ante lo cual éste protesta haciéndole saber cuál es su verdadero nombre. Pero el Señor viene a decirle que para él todas las criaturas humanas son iguales, todos los hombres sus hijos y, por lo tanto,  hermanos entre sí. Un  buen padre no puede hacer distingos entre sus hijos, por lo que no hay nombre propio verdadero que valga, da igual Reinaldo que Facundo, cosa que, por otro lado, anula el Juicio Final que el Señor estaba celebrando y la acusación que pesaba sobre el individuo de que su vida no había sido correcta. Si se anula dicho Juicio Final, tampoco puede haber condena o absolución, infierno o cielo, premio ni castigo. Si aun así Dios omnipotente mantiene la acusación sobre su humana criatura, esta se extendería a toda la humanidad, y no a uno de sus átomos o individuos personales.  

    Deberíamos denunciar de una vez por todas el engaño de la persona individual. Reconozcamos que todos los nombres propios de personas son pseudónimos al fin y al cabo, es decir, nombres falsos, porque cada uno de nosotros es cualquiera y todo hombre es de alguna forma la encarnación de todos los hombres, anulándose la oposición gramatical de número singular/plural en cada uno de nosotros, oposición que nos individualiza y nos hace creer que somos uno, como demuestra nuestro nombre propio y documento nacional de identidad, cuando no es cierto: somos muchos. Legión, como dijo el otro.

sábado, 2 de octubre de 2021

Al habla Damastes, alias Procusto

    En la entrada Hostal Coridalós escribí sobre Procusto, también conocido como Procrustres, Damastes, Polipemón y hasta Procoptas,  aquel oscuro personaje de la mitología griega. Acogía este bandido hospitalario en su hostal a los peregrinos, dándoles parada y fonda, haciendo que se acostaran en un lecho ideal donde les aplicaba a todos el mismo patrón: a los que eran bajos les estiraba las piernas hasta descoyuntarlos, y a los altos, se las amputaba. La lástima era que sus huéspedes no le duraban hasta el amanecer y se le morían antes, porque él lo hacía por su propio bien, para anular las diferencias que había entre unos y otros... En realidad era un filántropo, un enamorado de la humanidad ideal en abstracto, y no un misántropo, como le tachaban sus enemigos. 

    En Coridalós, no lejos de Atenas en dirección a Mégara, donde se alzó la posada de Procusto, se levanta hoy una prisión de máxima seguridad. Procusto en la actualidad es la viva imagen del Estado moderno, ya sea el griego, el español o el de los Estados Unidos de América.  Los nombres propios, por muy diferentes que sean, dan igual, igual que las cuatro denominaciones, si no son cinco, de nuestro personaje. Responden a la misma realidad, a un Estado que reclama para sí el “monopolio de la violencia” para ahormar a sus súbditos, cortándoles por el mismo rasero y uniformándoles. La uniformación es tan perfecta que no hace que el uniforme se adapte a los cuerpos, sino que estos se adapten al uniforme en el colmo de los colmos: la uniformidad perfecta.


     Leo hoy un texto del poeta polaco Zbigniew Herbert (1924 -1998) sobre este personaje de la mitología clásica griega titulado “Habla Damastes, alias Procrustes”, un monólogo donde el propio Procusto después de muerto justifica su obsesiva pasión antropométrica de igualar a una humanidad heterogénea según el patrón ideal haciéndola homogénea.  
 
    A falta de conocimientos de lengua polaca, traduzco el texto de la versión inglesa de John Carpenter y Bogdana Carpenter, que tradujeron su libro Informe de una Ciudad Sitiada y Otros Poemas en 1985, editado por Ecco Press, Nueva York. Los poemas de ese libro, según la noticia que recojo allí, fueron escritos por Z. Herbert entre 1953 y 1982 y publicados en polaco en 1983. 
 
    Llama la atención en este texto que Procrustes llame a sus víctimas "súbditos" en primer lugar, como si él fuese un monarca, y  "pacientes", como si él, que se define a sí mismo como un "erudito y un reformador social", fuese un doctor, o representante del Estado Terapéutico, que hace daño a sus súbditos concretos por su propio bien abstracto. Él no es, como pretenden sus enemigos, los "falsificadores de la historia" un asesino, ni tampoco un bandido que les roba sus vidas a los peregrinos. Se ha querido ver en este poema una crítica de la dictadura soviética de aquel momento, pero su alcance trasciende ese estrecho marco temporal y alcanza a cualquier  forma moderna de totalitarismo, incluida la más actual que es la del estado democrático.

Zbigniew Herbert (1924-1998)
 

    La ausencia de signos de puntuación y la disposición de la prosa en renglones entrecortados a modo de versos libres de la condición métrica de los versos y separados a modo de estrofas está en el original que traduzco. Pareciera que Z. Herbert no ha querido someter su prosa al esquema métrico y uniforme del verso, y ha querido dejarla “libre” de ese corsé. Es una lástima, porque el texto resulta muy sugerente. Y para que suene en su versión original, comparto esta versión musical que canta en polaco Przemysław Gintrowski. 

 

HABLA DAMASTES ALIAS PROCRUSTES

Mi móvil imperio entre Atenas y Mégara
yo gobernaba solo bosques precipicios desfiladeros
sin el consejo de ancianos de insignias inútiles con un simple garrote
cubierto sólo con la sombra del lobo

y el pavor que despierta la mención de la palabra Damastes
me faltaban súbditos esto es los tenía poco tiempo
sólo vivían hasta el alba es sin embargo una calumnia

llamarme asesino como proclaman los falsificadores de la historia

en realidad fui un erudito y un reformador social
mi verdadera pasión era la antropometría

inventé un lecho a la medida del hombre perfecto
comparaba con dicho lecho a los viajeros capturados
difícil fue evitar -lo reconozco- estirar miembros amputar piernas

los pacientes morían pero cuanto más morían
tanto más seguro estaba yo de que mi experimento era correcto
la meta era noble el progreso exige víctimas

deseaba anular la diferencia entre lo alto y lo bajo
dar una forma única a una humanidad asquerosamente diversa
nunca cejaba en mi esfuerzo de igualar a la gente

me quitó la vida Teseo el asesino del inocente Minotauro
el que se internó en el laberinto con el ovillo de lana de una mujer
un impostor fecundo en ardides sin principios ni visión de futuro

tengo la bien fundada esperanza de que otros continuarán mi obra
y llevarán la tarea tan audazmente emprendida por mí hasta el final

viernes, 1 de octubre de 2021

¡Todo cambia! ¿Cambia todo?

    La llorada Mercedes Sosa, alias La Negra, cantaba en 1993 con su cálida voz una preciosa tonada titulada “Todo cambia”, celebrando la caída del dictador chileno Pinochet ("Sí señor: ya cayó, ya cayó"), con una letra de inspiración heraclitana por aquello que se supone que dijo Heraclito de πάντα ῥεῖ (pánta rheî), pero que realmente no dejó escrito como tal.


    Sin embargo, se ha divulgado como doctrina de Heraclito la del flujo perpetuo de todas las cosas, lo que reducido a dos palabras, es "todo fluye", o sea: todas las cosas, incluidos nosotros, las personas, entre las cosas como caso particular de cosa que somos, fluimos constantemente en el perpetuo río del tiempo, como aquellos otros famosos ríos en los que entramos y no entramos, estamos y no estamos, en los que se decía, malinterpretando a Heraclito, que sólo podíamos bañarnos una vez porque la segunda vez ni nosotros ni los ríos éramos ya los mismos, habida cuenta de que todo cambia y nosotros también con todo, como si paradójicamente no continuáramos siendo al mismo tiempo los mismos...

    Por eso don Antonio Machado, el poeta, siguiendo con la lógica de la contradicción del efesio presocrático que era Heraclito, reformuló el dicho que se le atribuye en un verso precioso: “Todo pasa y todo queda”. O, lo que podríamos decir con otras palabras, volviendo al tema de Mercedes Sosa: "Todo cambia y todo sigue igual". Ya lo dijo en italiano Giuseppe Tomasi di Lampedusa: «Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi».

 


    La frase se lee en su novela "El Gatopardo", y se escucha en la espléndida versión cinematográfica que rodó Luchino Visconti: "Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie". De esta cita corre en castellano una versión adulterada: «Es necesario que algo cambie, si queremos que todo siga como está». La modificación, bastante significativa, introducida por algunos traductores, no sé si intencionadamente o no, ha consistido en cambiar el segundo "todo" y sustituirlo por "algo", un supuesto "qualcosa" que no se dice en italiano. 

    Es frecuente, en este caso, que también hayan invertido el orden de las dos oraciones pasando la apódosis del período hipotético al lugar de la prótasis, lo que no tiene tanta importancia como lo primero.

    Pero no es lo mismo. La adulteración del “dictum” lampedusiano destruye la fuerza de la paradoja, y nos muestra no una contradicción de la realidad, sino una banalidad que no produce ningún sobresalto ni hace que se tambaleen nuestras firmes y sagradas creencias. Sin necesidad de prestarle atención, nos informa de lo que ya sabíamos, de lo que no hacía falta decir porque ya estaba dicho de alguna manera y era consabido de antemano. 

    Para entender el contexto en que surge la frase, debemos echar mano de la historiografía, como argumentan los historiadores, y comentar algo de la situación política que la novela y la película de Visconti reflejan: En la Italia de 1860, anunciar que se avecinaba la sustitución de (toda) una clase social por otra, aceptar el envite integrándose en la burguesía emergente, para seguir disfrutando de privilegios análogos a los que se tenían, era exactamente cambiarlo todo para conservarlo todo, cambiarlo todo para que todo siguiera igual. 

    Sin embargo, lo bueno de la paradoja es que, surgida en un determinado momento histórico, es válida para cualquier otra coyuntura. La alteración de la cita es, como ahora se dice, políticamente correcta. Lo que ordinariamente nos toca presenciar en la política contemporánea del día a día es precisamente la del algo por el todo, la versión alterada del apotegma italiano. Y esto es lo que la razón que a todos nos es común nos dice a la gente de abajo cuando se produce, por ejemplo, un cambio de gobierno en las alturas, o cuando como sucedió hace unos años se eligió un "nuevo" papa: es necesario que todo cambie para poder seguir igual… 

    No olvidemos lo que contesta don Fabricio, el sobrino del Príncipe de Salina, a éste «e dopo sarà diverso, ma peggiore»: “y después será distinto, pero peor”. Y ¿por qué esto resulta después de todo peor que antes? La respuesta a esta pregunta no es muy complicada: cuando han cambiado aparentemente las cosas, es difícil denunciar que por lo bajo y de verdad siguen siendo como eran, es difícil denunciar la opinión mayoritaria y la "communis doctrina" generalmente aceptada de que se ha producido un cambio. 


    Un ejemplo que a los españoles de cierta edad no nos resulta indiferente es la tan cacareada transición política que tanto alaban los medios de formación de masas como modelo cívico de paso de un régimen dictatorial a otro democrático sin demasiados sobresaltos, es decir a uno más evolucionado pero no menos pernicioso para el pueblo, habida cuenta de lo beneficiosa que era para el capital, que ya no toleraba demasiadas dictaduras en el siglo XX, la sustitución de una dictadura trasnochada por una democracia más moderna y presentable. 

    Por eso es peor, como decía don Fabricio, lo que ha venido después, porque sólo es aparentemente distinto. Sólo han cambiado las formas. Y si no nos damos cuenta de que todo sigue igual es porque cometemos el inveterado vicio de juzgar sólo por las apariencias. Y esto, lo que hay ahora es peor en el fondo que lo que había antes porque no se ve como lo que es, una continuación o reencarnación de lo anterior, que ha sufrido una metamorfosis para poder seguir siendo lo mismo: estos perros hodiernos, no dejan de ser, como se dice en castellano, los mismos de antes con collares diferentes. 


    Escuchemos a La Negra, y añadamos este estribillo de inspiración lampedusiana y heraclitana a la copla que ella canta para poder entender un poco mejor cómo son las cosas en este nuestro mundo: Cambia lo superficial, / cambia también lo profundo; / porque siga todo igual / cambia todo en este mundo.