domingo, 21 de junio de 2020

Gracias a la naturaleza

Un fragmento del divino Epicuro dice: Gracias a la bendita Naturaleza, porque hizo que lo necesario fuera fácil de adquirir, y lo difícil de adquirir innecesario (χάρις τῇ μακαρίᾳ Φύσει, ὅτι τὰ ἀναγκαῖα ἐποίησεν εὐπόριστα, τὰ δὲ δυσπόριστα οὐκ ἀναγκαῖα).

Se ha dicho que aquí Epicuro está divinizando a la naturaleza, cosa harto extraña en un ateo como él, cuyo ateísmo no negaba directamente la existencia de los dioses, sino su interés por los asuntos humanos. En realidad, se trata de  una prosopopeya o personificación, es decir, una figura estilística literaria a la que recurre el autor para llamar la atención del lector, lo que explica que el término "naturaleza" aparezca escrito casi siempre con letra inicial mayúscula en las ediciones modernas, como corresponde a los nombres propios.  


La palabra que traducimos por "naturaleza" se dice en griego physis φúσις, de donde nos vienen a las lenguas modernas los términos relacionados con ella de física para lo natural y metafísica, lo que está más allá para lo sobrenatural, y también fisioterapia, fisonomía y fisiología, por ejemplo. El término griego encuentra su equivalente latino en "natura", de ahí que el adjetivo físico sea de alguna manera sinónimo de natural, y no sólo de corporal, material o real

En la frase epicúrea hallamos el aoristo del verbo poieo ποιέω “hacer”: el presente se convierte en pasado añadiéndole a la raíz del verbo el llamado aumento silábico y la sigma que caracteriza en griego a esta forma verbal. De este verbo poieo ποιέω derivan los helenismos poema, poeta, poesía, que conforman la trinidad poética: el poeta el es creador, el poema lo creado y la poesía la creación, lo que no deja de ser curioso porque el verbo en principio sólo significa “hacer”, pero adquirió enseguida la connotación de “crear”, es decir, de hacer algo que no está hecho previamente, por lo que se aplicó a las obras de arte de las Musas.

Tenemos más derivados de este verbo griego en castellano, por ejemplo los acabados en -peya: epopeya, etopeya, onomatopeya y prosopopeya, donde salen a relucir otros términos griegos: epos ἔπος, narración; etos ἔθος, carácter; ónoma ὄνομα, nombre; prósopon πρόσωπον, rostro. Pero también son derivados de este verbo los términos acabados en -pea, como farmacopea y melopea, que nos llevan a fármacon φάρμακον droga y a melos μέλος, música

En la frase de Epicuro aparecen los términos compuestos: eupórista εὐπόριστα fácil de adquirir o viable y dyspórista δυσπόριστα, difícil de adquirir o inviables, con los prefijos eu- ευ- bueno, fácil, y dys- δυς- difícil. El segundo término de la palabra nos remite a póros πόρος, el nombre griego del paso, vado, puente, camino... Estos prefijos perviven en castellano para lo bueno  en eufemismo, eufonía, euforia, eutanasia... y para lo malo en díscolo, disentería, disfasia... En cuanto al término póros πόρος, llegamos a la aporía, con la alfa inicial que es prefijo negativo, al callejón sin salida filosófico que la Real Academia define como "enunciado que expresa o que contiene una inviabilidad de orden racional". 


Volviendo a la sentencia epicúrea, no he encontrado ninguna formulación parecida en Lucrecio, su fiel escudero latino, y sí, sin embargo, en Séneca. En la Consolación a su madre Helvia XI, 1, del estoico cordobés leemos una formulación muy parecida a la primera parte de la sentencia de Epicuro: nihil homini natura quod necessarium faciebat fecit operosum: La naturalena no le hizo nada trabajoso al hombre lo que le hacía necesario.

sábado, 20 de junio de 2020

"Asoma la tierra con sus frutos"


Ἴδε πῶς ἔαρος φανέντος   Mira cómo al aparecer la primavera 
Χάριτες βρύουσιν ῥόδα·   las Gracias hacen brotar las rosas;
ἴδε πῶς κῦμα θαλάσσης   mira cómo la ola de la mar
ἁπαλύνεται γαλήνηι·   se disuelve en la bonanza;
ἴδε πῶς νῆσσα κολυμβᾶι   mira cómo se zambulle el ánade, 
ἴδε πῶς γέρανος ὁδεύει.   mira cómo pasa la grulla.
ἀφελῶς δ’ ἔλαμψε Τιτάν,   Brilló Titán(1) abiertamente
νεφελῶν σκιαὶ δονοῦνται,   se van las sombras de las nubes,
τὰ βροτῶν δ’ ἔλαμψεν ἔργα,   brillaron las obras de los hombres.
καρποῖσι γαῖα προκύπτει,   Asoma la tierra con sus frutos, 
καρπὸς ἐλαίας προκύπτει·   asoma el fruto del olivo.
Βρομίου στέφεται νᾶμα   El licor de Dioniso se corona,
κατὰ φύλλον κατακλόνον   por hojas y por ramas descendiendo
καθελων ἤνθισε καρπός.    el fruto ya maduro de la vid. 
(Anacreóntica XLVI) 

NOTA.- (1) Alusión a Helios, el Sol, denominado aquí Titán, hijo del titán Hiperión y de la titánide Tía, vástagos ambos de  Urano y de Gea


 Anacreonte, Eugène Guillaume (1849-51)


En la edición de la Loeb Classical Library se ha suprimido el verso  καρποῖσι γαῖα προκύπτει,  considerado espurio por el editor.  Esta es la traducción inglesa, que no incluye dicho verso, que, métricamente confuso y además de difícil interpretación, parece que no sólo no fue escrito nunca por Anacreonte, sino tampoco por el imitador que compuso esta oda a la primavera.  See how the Graces swell the rosebuds now that spring has appeared; see how the waves of the sea become gentle in the calm weather; see how the duck dives and the crane makes its journey. Titan shines strongly, the shadows of the clouds are driven on, the fields of mortals shine, the olive-fruit peeps forth, the juice of Bromius fills out by leaf and by branch; the crop flourishes and blossoms.

Una versión latina de este poema atribuido a Anacreonte, pero que no es de él, sino de alguno de sus muchos imitadores y seguidores del período alejandrino o romano, cuyos nombres propios no conocemos, y que son los que paradójicamente le han dado la fama al poeta jonio en los tiempos modernos, cuya obra, además, sólo se conserva fragmentariamente, dice: sola frugibus grauescunt:  los huertos se recargan de frutos. Nuestro Anacreón castellano, don Francisco de Quevedo, parafrasea así el verso: "la tierra, agradecida a los gañanes, / escondida en las flores que ha parido". 

viernes, 19 de junio de 2020

Estoicamente

Resulta curiosa la noticia que han publicado algunos periódicos de que, durante el confinamiento que hemos sufrido, muchos lectores han acudido a los escritos de Epicteto, Séneca y el emperador Marco Aurelio, es decir, a los filósofos estoicos antiguos buscando algo de consuelo. 

En el mundo anglosajón lo constata el editor de Random House, y en el hispano, la editorial Gredos, especializada en traducción de textos clásicos, que corrobora la demanda de los Pensamientos del emperador sabio Marco Aurelio. 

Del estoicismo lo que nos ha llegado es el tardío romano, que se avenía bastante bien con el Poder, pero nos falta el estoicismo primitivo, de raigambre más cínica y socrática, cuyos textos no se han conservado. 

El estoicismo, que toma su nombre de la Estoa o Pórtico de Atenas, no lejos del ágora, donde se reunían estos filósofos a charlar y a discutir, fue fundado por Zenón de Cicio, nacido en Chipre, que se instaló en Atenas poco después de la muerte de Alejandro Magno y de su maestro Aristóteles. 

Zenón fue discípulo del cínico Crates de Tebas, por lo que se puede afirmar que el estoicismo deriva del cinismo, y ambos de Sócrates. Los estoicos, sin embargo, son menos escandalosos que los cínicos en el comportamiento. Se cuenta la anécdota de que cuando Crates e Hiparquia hicieron el amor a la vista del público, consumando su cinogamia o matrimonio perruno, poniendo así en práctica la anaideia o desvergüenza que predicaban teóricamente, Zenón se interpuso entre ellos y los curiosos tendiendo un tupido velo, interponiendo un manto entre los ojos ajenos y el espectáculo, como si hubiera bajado el telón. 

Los estoicos, por otro lado, son más rigurosos en el razonamiento teórico que los cínicos. Como escuela formal de filosofía, cultivaron la física y la lógica, dándoles un armazón sistemático de doctrina, algo de lo que se habían desentendido los cínicos. 

En cuanto a su pensamiento político, los estoicos primitivos no fueron menos radicales que los cínicos. No se han conservado estos escritos, pero tenemos algunas noticias indirectas. Según ellas, Zenón de Cicio afirmaba que en las ciudades no había que construir ni templos ni juzgados ni gimnasios, que la esclavitud era indigna del ser humano, que hombres y mujeres debían ser y vestir iguales, sin ocultar ninguna parte del cuerpo. Propugnaba que no había que vivir ordenados por Estados ni naciones sino en el cosmopolitismo predicado por Diógenes, siendo todos los hombrees compatriotas y conciudadanos del mundo, así como la abolición del dinero y la propiedad privada. En resumen, el estoicismo primitivo era cosmopolita y defensor de la igualdad del género humano, y la división de la humanidad en naciones era un absurdo. 

Tomo de Luis Andrés Bredlow la noticia de que dos estoicos antiguos Esfero de Borístenes y Blosio de Cumas participaron en política intentando cambiar la sociedad. 

El primero de ellos en Esparta, cuando en el año 227 antes de Cristo asistió como encargado de reorganizar la educación pública al rey Cleómenes, que “en una suerte de revolución desde arriba, liquida el poder político de los oligarcas, admite a la ciudadanía a los pobres y redistribuye la tierra en lotes iguales entre todos”. 

 Séneca, Amadeo Ruiz Olmos (1913-1993)

Blosio de Cumas, otro estoico de esta primera hornada, fue cien años después asesor en Roma de Tiberio Graco, el primer reformador social de la república romana. “Tras el asesinato de Graco, Blosio participó en el Asia Menor en la insurrección de los heliopolitas, el primer movimiento social del mundo antiguo que luchó abiertamente y sin concesiones por la abolición de la esclavitud”. (Luis Andrés Bredlow, "Cínicos y Estoicos",  incluido en Días rebeldes. Crónicas de insumisión, edit. Octaedro 2009...).

Esos movimientos, como tantos otros, fueron derrotados; y la filosofía estoica que luego se difundió entre la aristocracia del Imperio Romano ya no era la de Zenón y sus primeros discípulos, sino una variante harto más conservadora, que es la que conocemos por los escritos de los estoicos imperiales –Séneca, Epicteto, Marco Aurelio–, los únicos que nos han llegado íntegros, en los que persiste un vago ideal humanitario y cosmopolita, pero que ya no intentan cambiar el mundo sino que lo aceptan estoicamente tal y como es. 

Hay, por lo tanto, importantes diferencias entre los primeros estoicos, en general afincados en Grecia, y los del periodo romano, que son los que ahora se releen porque son los que se han conservado, y que aceptaron participar en los gobiernos. Ya se ha mencionado que Marco Aurelio fue emperador. 

Tanto Marco Aurelio, que gobernó en latín, como Epicteto escribieron en griego. Séneca, sin embargo, lo hizo en latín. Sus textos han llegado hasta el presente y, traducidos al inglés, al alemán, al francés, al castellano y a otros idiomas, siguen sirviendo de enseñanza y consuelo para muchos lectores. 

Para los estoicos la felicidad residía en la imperturbabilidad o ataraxia, que consistía en no dejarse arrastrar por las agitaciones mundanas, librándose uno de deseos y temores. El estoico perseguía la serenidad, por lo que no daba entrada a la turbación universal. Más que un conformismo, suponía una negación de la realidad, un intento de que no nos afectaran las noticias del mundo.

Quizá por eso mismo se han vuelto a leer los escritos de estos filósofos. Hemos recurrido a estos autores como consuelo, para tomarnos todo esto que nos estaba pasando con estoicismo, con resignación, como si fuera un mal menor. 

 Estatua ecuestre del emperador Marco Aurelio

Ofrezco, como muestra de uno de estos autores, un botón: Se trata de un texto de Marco Aurelio. El 14 del libro primero de sus Pensamientos o Meditaciones en traducción de Antonio Gómez Robledo (Bibliotheca scritporum Graecorum et Romanorum Mexicana, UNAM 1992): 

Así debieras vivir tres mil años, o aún treinta mil, acuérdate que ninguno pierde, al morir, otra vida que ésta, que vive, ni vive otra que la que pierde. La vida más larga y la más breve vienen así a reducirse a lo mismo. El presente es igual para todos, y lo que perece es, por tanto, igual, y lo que se pierde aparece así como indivisible. En cuanto al pasado y al futuro, no podríamos perderlos, porque ¿cómo podría alguien despojarnos de lo que no tenemos? 

Acuérdate, pues, siempre de estas dos cosas: la primera, que no todo, desde la eternidad, es uniforme y gira en círculo, por lo que no hay ninguna diferencia entre asistir al mismo espectáculo por cien o doscientos años o por un tiempo infinito; y la segunda, que el hombre más harto de años y el que muere en seguida pierden lo mismo, porque es del presente sólo de lo que son privados, por ser lo único que poseen y no se pierde lo que no se posee.

jueves, 18 de junio de 2020

Un verso de Juvenal: Et propter uitam uiuendi perdere causas

El libro Miseria de la filosofía de Carlos Marx fue la respuesta a Filosofía de la miseria de Proudhon, célebre por haberse preguntado «Qu’est-ce que la propriété?» (¿Qué es la propiedad?) Y haber respondido: «C’est le vol». (Es el robo). La propiedad sería, según Proudhon, una apropiación indebida de algo que naturalmente no nos pertenece. 

En Miseria de la filosofía Marx adorna su texto con una cita latina que le reprocha a Proudhon: "Et propter uitam uiuendi perdere causas". Marx no lo menciona, pero el verso es de Juvenal, sátira VIII, 84. 

Carlos Marx, que tenía una sólida formación clásica y se doctoró con una tesis sobre la diferencia entre la filosofía de la naturaleza de Demócrito y la de Epicuro, hace una traducción libre, según la cual, Proudhon: “Para salvar su sistema, consiente en sacrificar su base”. 

En otra ocasión, vuelve a citar este mismo verso de Juvenal en un artículo periodístico publicado en Neue Oder Zeitung el 12 de junio de 1855 para subrayar la paradoja dialéctica de cómo el capitalismo está abocado con el progreso de su desarrollo a su propia destrucción. 



La traducción literal del hexámetro no es difícil, aunque no conviene desgajarla del verso anterior, del que depende: Summum crede nefas animam praeferre pudori / et propter uitam uiuendi perdere causas (Juzga nefasto lo más preferir la vida a la honra / y la razón perder de vivir por mor de la vida). 

Juvenal criticaba así las desmesuradas pretensiones de la aristocracia de su tiempo, que se vanagloriaba de sus antepasados pero no estaba a su altura. A diferencia de la riqueza y los apellidos, la virtud no puede heredarse. Aquellos son, sin ella, honores vacíos porque, para Juvenal, la virtud es la única nobleza verdadera. 

Byung-Chul Han, en su último libro publicado en España La desaparición de los rituales (2020) escribe: “La vida que se somete al dictado de la salud, la optimización y el rendimiento se asemeja a un sobrevivir. Carece de todo esplendor, de toda soberanía, de toda intensidad. Juvenal, aquel escritor satírico romano, lo formuló de forma muy certera: Et propter uitam, uiuendi perdere causas: A fin de permanecer con vida, perder lo que constituye el sentido de la vida”. 

Byung-Chul Han no toma la cita directamente de Juvenal, sino indirectamente a través  de La felicidad, el erotismo y la literatura de Georges Bataille, que así la comenta: “Perder, con tal de permanecer vivo, lo que es el sentido de la vida, eso es lo que anuncia la soberanía del trabajo, subordinando todas las cosas al miedo a la muerte.” 

Al margen de todos estos válidos contextos, podemos entender la frase en el siguiente sentido: Para conservarnos biológicamente hablando, por puro instinto de conservación, digamos, dejamos de preocuparnos de los motivos que hacen la vida digna de vivirse. Es como si por salvar el cuerpo, hubiéramos vendido el alma, por expresarlo en términos cristianos. O como si nos empeñásemos en vivir a toda costa, sea como sea, por mero instinto de superviencia (ζωή, zoé) cuando la vida (βíος, bíos) ya no merece ni ese nombre ni la pena de vivirla.

martes, 16 de junio de 2020

Cuatro cosas

Hablando nos sobrevino una revelación que, de puro obvia que es, suele pasar desapercibida: ¿No te das cuenta de que siempre son los demás los que se mueren? 

Un intelectual orgánico de la izquierda española celebra el conformismo rebañego y escribe: "Durante el confinamiento hemos descubierto el placer de obedecer". 
La lucha contra la exposición de niños y adolescentes a las pantallas fracasó al decretarse durante la pandemia el distanciamiento social que ya antes existía. 

Bajo la máscara de la razón y la lógica apareció el verdadero rostro de la locura: La prohibición de acercarnos a los demás, considerados enemigos potenciales.

domingo, 14 de junio de 2020

La vida en tiempos de pandemia

Hemos oído hasta la saciedad en los últimos meses la palabra “pandemia”. Las autoridades sanitarias la declararon y los medios de comunicación enseguida la divulgaron a los cuatro vientos. La gente enseguida empezó a decirla. Algunos, los menos alfabetizados, la confundieron con “pandemonio”, que les sonaba  a algo así como a cosa del diablo, y la llamaron la pandemonia: la peste de todos los demonios.  Tiene su gracia el cruce pues un pandemonio es un lugar donde hay mucho ruido y confusión, según la academia lingüística. Según John Milton, que parece que acuñó el término, Pandaemonium era la capital de los infiernos de Satán y sus acólitos, construida por los ángeles caídos en una sola hora por indicación de Mammón.

 El Pandemonio, John Martin (1841)


¿Cómo ha adoptado la gente esta palabra tan inédita y traída por los pelos de “pandemia”, propia de pedantes enterados y cultiparlantes, como si fuera de uso normal y corriente? Pues porque hay que demostrar que uno está al tanto de lo que pasa. Su significado se deduce de su uso, pues viene a ser algo así como una epidemia más grave que las epidemias normales, vamos, gravísima, o, por lo menos, más de temer que una epidemia no pandémica.

Pero entonces hay que definir primero qué es una epidemia. Y aquí vienen los listillos a decirnos que es una palabra griega ἐπιδημία epidēmía compuesta de epí 'sobre' y y dēmía 'el pueblo',  que se aplica a una enfermedad infecciosa que se propaga sobre un país y que ataca a mucha gente. No nos extraña mucho porque es un término que desde Hipócrates por lo menos se utiliza con ese significado en la jerga médica. Pero hay que decir que antes que sustantivo era un adjetivo y que su sentido más antiguo era el de estancia en una población o llegada a ella. Podemos remontarnos hasta el divino Homero, que acuñó la expresión πόλεμος ἐπιδήμιος pólemos epidémios con el significado de “guerra civil” como aparece en la Ilíada IX, 64 ὃς πολέμου ἔραται ἐπιδημίου ὀκρυόεντος Que arda en amor de la guerra, heladora, peste de pueblos

A nadie le gusta quedar como un tonto preguntando qué significa y en qué se diferencia una pandemia de una epidemia, pero los mencionados pedantes, a los que les gusta pasar por listillos y enterados, van y nos lo explican, aparentando que saben algo de la lengua de Homero que ya nadie estudia, y entonces nos cuentan que la palabra ‘pandemia’ viene de πανδημία pandēmía compuesto de pan 'todo' y dēmía 'el pueblo' y que significa ‘todo el pueblo’. Era un vocablo que ya estaba depositado y disponible en el diccionario, y que nuestro diccionario de la Academia lo define como término médico con una doble acepción “Enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región”. O sea que a una enfermedad o a un virus lo llamamos “todo el pueblo” y nos quedamos tan anchos: 'pandemia' es una "epidemia de alcance mundial", universal o global, como dicen ahora, sin especificar la extensión que debe tener para que se considere su tamaño, tan totalitaria que parecería que no se salva ni Dios. 

Hay que decirles a esos listillos que en griego antiguo la palabra pandemia, a diferencia de epidemia, no se usó nunca para referirse a enfermedades. El significado actual de la palabra remonta al siglo XIX dentro del léxico médico anglosajón. En la lengua del Imperio, en efecto, aparece por primera vez como adjetivo pandemic en 1825 y en 1846 ya es claramente un sustantivo: pandemic: an epidemic which attacks the whole population





Remontándonos más atrás, encuentro sólo una vez la palabra en latín tardío, tomada como helenismo y no está muy claro si como sustantivo o como adjetivo aplicado a lues, que en la lengua del Lacio quería decir 'enfermedad contagiosa', 'peste', 'plaga', y que entró en castellano como lúe o lúes a finales del siglo XIX como sinónimo, tal vez eufemístico, de sífilis. Se halla en Amiano Marcelino, un historiador romano del siglo IV de nuestra era, que en el capítulo cuarto del libro XIX de su Historia narra la peste que surge en Amida (Siria) por la putrefacción de los cadáveres no enterrados unida al calor sofocante y a la debilidad de la gente. Dicha pestilencia se apaciguó a los diez días a causa de una llovizna. 

Amiano Marcelino hace a propósito un pequeño excursus sobre causas y tipos de pestes, distinguiendo tres: et prima species luis pandemus appellatur, quae efficit in aridioribus locis agentes, caloribus crebris interpellari, secunda epidemus, quae tempore ingruens, acies hebetat luminum, et concitat periculosos umores, tertia loemodes, quae itidem temporaria est, sed uolucri uelocitate letabilis. Pues bien, el primer tipo de peste es el “pandémico”, que hace que los que viven en lugares muy secos se vean afectados con frecuencia por la fiebre. El segundo tipo es “epidémico”, que ataca en determinadas estaciones debilitando la vista y que produce unas secreciones peligrosas. El tercero es “loemodes” (es decir “infeccioso”) que es también periódico, y que produce la muerte casi en un instante” (Traducción de Mª Luisa Harto Trujillo). 

Pero fuera de este uso marginal, la palabra, que no conllevaba la connotación totalitaria de epidemia universal, como el diluvio de Noé, que se le ha dado en la actualidad, no se había vuelto a oír ni a escribir referida a una enfermedad contagiosa hasta casi nuestros días, en que ha sido resucitada por doquier a fin de amedrentarnos en una operación mundial de terrorismo.  

sábado, 13 de junio de 2020

Final feliz (happy end)

Deseamos que llegue el finde, el fin de semana, el fin de mes, el fin de año, el fin del curso, el final feliz de la película de nuestra vida: 

 -que llegue el fin de semana para descansar, desconectar de la rutina y recargar las pilas, libres de la condena del trabajo, que es la cara moderna de la antigua esclavitud abolida de la faz del mundo para seguir subsistiendo bajo nuevas formas; 



-que llegue el fin de mes, que económicamente hablando supone la recompensa del asalariado, el estipendio, es decir, aquello en que se convierte nuestra vida cuando cobramos por nuestra prostitución a mes vencido el sueldo que debería alcanzarnos hasta el próximo fin de mes y que sólo nos durará unos días… 

-que llegue el fin de año para celebrarlo con burbujas espiritosas de champán con las que damos carpetazo y hacemos borrón y cuenta nueva, dispuestos a que el año que comienza sea de verdad un año nuevo y no, lo que acabará inevitablemente siendo, una repetición de lo mismo de siempre;



-que llegue el fin de curso para celebrar la ceremonia de graduación con la que nos autoengañamos creyendo que hemos llegado a la meta final del tópico "merecido descanso";

...cuando lo que en realidad queremos y estamos pidiendo a gritos desde las entrañas del alma y el fondo del corazón es el fin del tiempo que es esencialmente futuro: el fin de la semana, el fin del mes y el fin de todos los años que pretenden computar el paso del tiempo, así que ¡feliz fin de semana, por lo pronto, y feliz fin de mes y feliz fin de año, todo junto, y, si fuera posible, ojalá lo sea, feliz fin del tiempo también cronometrado!

viernes, 12 de junio de 2020

La lengua suelta

Los Apotegmas de los padres del desierto son las sentencias ascéticas de los antiguos "abbas" egipcios que huyeron al desierto. La búsqueda de la soledad, el retiro espiritual y el silencio eran los medios que utilizaban estos monjes (μοναχός monachós, en griego, solitario) para alcanzar la salvación. Aunque vivían aislados, había una relación de discipulato entre el maestro y su pupilo, así como con los otros ermitaños. 

Gracias a Michael Gilleland y su estupendo blog Laudator temporis acti, he conocido un apotegma de los padres del desierto, aquellos  monjes (μοναχός monachós, en griego, solitario) que huyeron al desierto egipcio del mundanal ruido buscando la soledad, el silencio y el retiro espiritual y su salvación,   sobre la inconveniencia de la parresia y de la risa, que me ha recordado inevitablemente al personaje inolvidable de Jorge de Burgos, el bibliotecario de la novela El nombre de la rosa de Umberto Eco. 

 

La sentencia está tomada de la colección sistemática de los  "Apophthegmata Patrum" III, 55, (traducción propia):  

Dijo uno de los santos sobre la lengua suelta*: La lengua suelta es como un viento caliente que destruye los frutos del monje. Y oye ahora sobre la risa: La risa echa fuera la bendición del dolor. La risa no edifica, no protege, sino que destruye y derriba lo edificado. La risa apena al Espíritu Santo,no ayuda al alma, y corrompe el cuerpo. La risa ahuyenta las virtudes, no respeta el recuerdo de la muerte ni la práctica de los castigos.

Εἶπέ τις τῶν ἁγίων περὶ τῆς παρρησίας· Ἡ παρρησία ὡς ἀνεμοκαύσων ἐστὶ διαφθείρουσα τοὺς καρποὺς τοῦ μοναχοῦ. Περὶ δὲ τοῦ γέλωτος νῦν ἄκουε· ὁ γέλως τὸν μακαρισμὸν τοῦ πένθους ἔξω βάλλει· ὁ γέλως οὐκ οἰκοδομεῖ, οὐ φυλάσσει, ἀλλὰ καὶ ἀπόλλει καὶ τὰ οἰκοδομηθέντα καταλύει· ὁ γέλως τὸ πνεῦμα τὸ ἅγιον λυπεῖ, ψυχὴν οὐκ ὠφελεῖ, σῶμα δὲ διαφθείρει· ὁ γέλως τὰς ἀρετὰς ἐκδιώκει, οὐκ ἔχει μνήμην θανάτου οὐδὲ μελέτην τῶν κολάσεων. (Texto griego de Jean-Claude Guy, ed., Les Apophthegmes des Pères: Collection systématique, Chapitres I-IX (Paris: Éditions du Cerf, 1993). 

Fotograma de El nombre de la rosa,  Jean Jacques Annaud (1986)

 *En la versión del griego παρρησία, que M. Gould traduce con el anacronismo “freedom of speech” o libertad de expresión y John Wortley por "loose talk" o habla libre, me inclino más por la opinión de Jean-Claude Guy, el editor y traductor francés, que lo vierte por “familiarité”, con sentido peyorativo, referido a la relación entre los monjes. Por mi parte, buscando un equilibrio entre ambas interpretaciones,  he optado por la castiza expresión castellana “lengua suelta”, que alude, por una parte a decir todo lo que a uno se le ocurre, dejándose hablar sin ningún impedimento ni miramiento, y por otra parte a que eso sólo se hace cuando hay cierta camaradería entre las personas que permite la licencia de que, se diga lo que se diga, no se va a herir la sensibilidad de los demás. 

jueves, 11 de junio de 2020

El drama del emigrante

Ante el lío que se hacen algunos con las formas prefijadas “e-migrantes” (e/ex, prefijo centrífugo, como en exportar o exhumar) e “in-migrantes” (in, prefijo centrípeto como en importar o inhumar), que dependen de la situación que adopte el hablante, se ha impuesto la moda de hablar simplemente de personas “migrantes”, a imitación de “aves migratorias”. El verbo latino migrare, origina el castellano migrar, que significa trasladarse. Además de los citados compuestos emigrar e inmigrar tenemos transmigrar
 
Emigrar significa, dicho de una persona, abandonar el propio país para instalarse en el extranjero.
Inmigrar significa, referido a la misma persona, llegar a un país extranjero e instalarse en él.
Migrar quiere decir, simplemente, trasladarse, como hacen, por ejemplo, las aves migratorias.
Transmigrar, que tanto nos cuesta pronunciar, y por eso preferimos decir y escribir trasmigrar, indica que toda una nación o gran parte de ella se instala en otro país, pero también para los que creen en la metempsicosis que el alma de un cuerpo se reencarna en otro cuerpo.

El gran Van Gogh, Bruno Catalano (2013)

Una vieja fábula de Esopo presenta como ninguna otra el drama del emigrante. Se trata de El grajo y los cuervos, la número 123 según la numeración de Perry (125 Hausrath y 161 Chambry). 

Oigámosla: Un grajo que aventajaba a los demás grajos en tamaño, lleno de desprecio por los de su raza, se marchó con los cuervos y les pidió que le dejaran compartir su vida con ellos, pero los cuervos, que desconocían su forma y su voz, lo echaron a golpes. Y éste, rechazado por ellos, marchó de nuevo con los grajos que, indignados por su ofensa, no quisieron admitirlo. Y así ocurrió que fue excluido de ambas comunidades.

Igual pasa con los hombres que abandonando su patria prefieren otra tierra, en ésta son mal considerados por ser extranjeros y son rechazados por sus compatriotas por haberlos despreciado. (Traducción de P. Bádenas de la Peña).

La fábula la imitó Fedro en latín (I 3) en dieciséis senarios yámbicos cambiando los cuervos por los pavos: un grajo se adorna con las plumas de un pavo real para mezclarse con ellos y pavonearse, nunca mejor dicho. Pero estos lo despluman y expulsan a picotazos. Regresa con los de su especie, que también lo rechazan por haber menospreciado su naturaleza.

La fábula la imitó también Valerio Babrio en coliambos griegos (101), cambiando los animales: un lobo corpulento se cree el rey de la selva y, abandonando a los suyos, se va a vivir con los leones. Una zorra le advierte de que entre lobos parece un león, pero entre leones siempre será un lobo. 

La fábula esópica la remedó Lafontaine en francés (IV 9), que sustituyó al grajo por un arrendajo que quiere imitar a los pavos, dándole un nuevo sesgo, dirigiendo su censura moral contra los plagiarios,  y Samaniego entre nosotros (IV 18), que siguió la orientación de La Fontaine, desvirtuando la moraleja original, que no insistía tanto en la emulación como en el desarraigo.

La española que emigró a Francia nunca logrará afrancesarse tanto como para ser francesa. Allí siempre será “la española”. A su vuelta a España de vacaciones o definitivamente tras la jubilación no logrará tampoco españolizarse, como aquella tía mía que cruzó la frontera ilegalmente por Lérida, y que siempre llamamos “la francesa”.

miércoles, 10 de junio de 2020

El pueblo

La palabra latina POPVLVS es el origen de nuestra palabra patrimonial pueblo, y sus derivados puebla, poblar, despoblar, repoblar, población, y de numerosos cultismos como popular, populacho, populismo, populoso... 


En las lenguas romances hermanas tenemos: francés PEUPLE, italiano POPOLO, portugués POVO, rumano POPOR, gallego POBO, catalán POBLE. En alemán tenemos PÖBEL, con el significado de "plebe, vulgo", y en la lengua del Imperio tenemos PEOPLE, como préstamo del francés, y también los cultismos POPULAR, POPULOUS y POPULACE, sin olvidar la denominación POP (pop singer, cantante pop; pop festival, festival de música pop, pop art, arte pop). ¿De dónde viene este monosílabo? Obviamente, es una abreviatura de POPULAR, que llegó a la lengua inglesa indirectamente a través del francés y directamente del latín POPVLARIS, y que aparece atestiguado como adjetivo aplicado a "song" en 1819: popular song, canción popular, es decir, que gusta al pueblo. La expresión popular culture está documentada en 1846, y la abreviatura pop culture a partir de 1959. Pop art, por su parte, está registrada en 1957, aunque oralmente entre los artistas de esta corriente desde 1954, según el online etymology dictionary.

La O de POPVLVS es breve y tónica, por lo que diptonga en castellano en -ue-, pero en latín hay otro POPVLVS con O larga y tónica, de género femenino, que era el nombre del álamo o chopo, cuya evolución, conservando la O larga, desemboca precisamente en chopo, a través del intermedio del latín vulgar *PLOPPVS, con geminación expresiva de la P que resistió a la sonorización, en francés PEUPLIER, en italiano PIOPPO, en rumano PLOP gallego y portugués CHOUPO, en catalán POLL, CLOP, XOP. En inglés tenemos POPLAR álamo, y en alemán PAPPEL, igualmente álamo.

Una sugerente intuición de Agustín García Calvo relaciona ambas palabras. El lat. populus, una palabra estraña a la formación regular sobre "raíz" normal indoeuropea (estrañez bien mantenida en it. popolo, no tanto en esp. pueblo, y más asimiladas a norma las germánicas correspondientes, ingl. folk, al. Volk) suena por ello mismo tan persuasivamente a onomatopeya, que no puedo por menos de pensar que es una variante de poopulus, el nombre de los álamos, y que ha surgido para designar lo primero el bullicio de gente juntándose, sin mucha sujeción a ordenamiento, en alguna plaza o campo; en cuanto a puublicus, que ha venido a funcionar más o menos como el Adjetivo correspondiente, debió de surgir por una conflación del derivado normal, que aparece en lat. arc. poplico con otro sacado de puubees, que lejos ya de designar algo tan indefinido como "gente", significaba el conjunto de los (masculinos) llegados a "edad de consentimiento" y preparados por tanto para el ejército y la votación. (A. García Calvo, ¿Qué es lo que pasa?, edit. Lucina 2006, págs. 124-125)




El pensador rumano E. M. Cioran (1911-1995) publicó en 1960 en lengua francesa Histoire et Utopie, donde incluye esta reflexión sobre el pueblo:   Et le peuple? dira-t-on. Le penseur ou l'historien qui emploie ce mot sans ironie se disqualifie. Le "peuple", on sait trop bien à quoi il est destiné: subir les événements, et les fantaisies des gouvernements, en se prêtant à des desseins qui l'infirment et l'accablent. Toute expérience politique, si "avancée" fût-elle, se déroule à ses dépens, se dirige contre lui: il porte les stigmates de l'esclavage par arrêt divin ou diabolique. Inutile de s'apitoyer sur lui: sa cause est sans ressource. Nations et empires se forment par sa complaisance aux iniquités dont il est l'objet. Point de chef d'Etat, ni de conquérant qui ne le méprise; mais il accepte ce mépris, et en vit. Cesserait-il d'être veule ou victime, faillirait-il à ses destinées, que la société s'évanouirait, et, avec elle, l'histoire tout court.

«¿Y el pueblo?», se preguntarán. El pensador o el historiador que emplea esta palabra sin ironía se desacredita. El «pueblo» se sabe muy bien a qué está destinado: a sufrir los acontecimientos y las fantasías de los gobernantes, prestándose a designios que lo invalidan y lo abruman. Cualquier experiencia política, por «avanzada» que sea, se desarrolla a sus expensas, se dirige contra él: porta los estigmas de la esclavitud por decreto divino o diabólico. Es inútil apiadarse de él: su causa no tiene apelación. Naciones e imperios se forman por su complacencia en las iniquidades de las que es objeto. No hay jefe de Estado ni conquistador que no lo desprecie, pero él acepta este desprecio y vive de él. Si el pueblo dejara de ser endeble o víctima, si flaqueara ante su destino, la sociedad se desvanecería, y con ella la historia sin más.»