domingo, 21 de noviembre de 2021

¡Que viva la Concha!

    Recibo con fecha 12 de noviembre una carta del Presidente de la Junta Vecinal* del pueblo de La Concha, en el término municipal de Villaescusa (Cantabria) donde vivo, informando de que la población, que “carecía de símbolos propios” al igual que las restantes localidades del municipio, ha adoptado oficialmente un escudo heráldico y una bandera, después de un proceso que se inició el 2 de septiembre de 2019 para la adopción de una simbología que nos individualice, por lo que estamos de enhorabuena, porque ¿cómo habíamos podido vivir hasta ahora sin símbolos que nos representen, que nos identifiquen, que recojan nuestras señas identitarias e historia conectándonos con nuestro pasado y a la vez con nuestro futuro y destino, que mantengan la ilusión del fetiche de que somos un pueblo unido con una singularidad propia, como si no tuviéramos bastante con la identidad mundial, la europea, la nacional y la autonómica que llevamos a cuestas y necesitásemos ahora de golpe y sopetón una identidad municipal y, más aún, una identidad juntavecinal? 

     *Según la inevitable Güiquipedia, que cito cuando la consulto: Junta vecinal es el nombre que legalmente reciben en la comunidad autónoma de Cantabria las entidades de ámbito territorial inferiores al municipio.
 
     Según dicha carta, la adopción de símbolos propios “es una iniciativa de relevancia”, con la que nos situamos en cabeza, maldita la falta que nos hacía ser los primeros en eso, ya que “en la comunidad autónoma de Cantabria de las más de 500 Juntas Vecinales y Concejos Abiertos que existen solo 4 disponen de ellos” (se entiende de Símbolos Propios). 
 
    Parece que no hay asunto más importante que este de tener un escudo heráldico y una bandera, a falta como estamos también de un himno, no se le olvide al Presidente de la Junta Vecinal, un himno que podría resonar en ciertas solemnidades cuando se reúnan el Presidente y los cuatro vocales en la sala de juntas del local vecinal, donde ya luce el escudo, y oírse también en la bolera del pueblo, donde ya ondea la bandera, en las ocasiones señaladas al efecto. 
 
    La citada carta se acompaña de dos trípticos con ilustraciones y fotografías a todo color, sufragados con fondos públicos. En el primero de ellos se da cuenta de los citados Símbolos Propios que hemos adoptado, y que son un escudo con una Corona Real, una concha o venera -qué original- y una representación del Puente de Solía, siendo sus colores rojo, blanco y azul los de nuestra gloriosa bandera. 
 
 
      El segundo tríptico, del que se han editado 10.000 ejemplares, estuvo al parecer en FITUR,  la Feria Internacional del Turismo, "una de las ferias de turismo más importantes del mundo", con la que se pretendía, supongo, atraer a los turistas peregrinos a conocer este lugar "encantado por la magia de sus paisajes naturales, por los duendes de sus caminos, rutas y sendas, por la fantasía y hospitalidad de sus personas y personajes que aquí habitan, por su historia y el patrimonio que nos han legado." 
 
  
    Habida cuenta de que, como decíamos arriba, sólo nos falta el himno para completar la tríada simbólica de nuestra esencia, sugiero para la letra, a la que otro tendría que poner la adecuada música de marcha guerrera y triunfal, las siguientes rimas en versos reizianos, cuyo esquema es  - + - - + (-), donde el signo "+" quiere decir sílaba rítmicamente marcada (las segundas y las quintas de cada hexasílabo o pentasílabo agudo), y el signo"-" sílaba no marcada: ¡Que viva La Concha / que alzó el pabellón, / bandera que ondea, / pendón tricolor, / La Concha que luce / escudo y blasón / con una corona / real! ¡Qué ilusión!  / ¡Que el himno resuene / que nunca se oyó, / la falta que hacían  / platillo y tambor! / ¡Que viva la historia / jamás que pasó! / ¡Que viva el destino / que no se cumplió! / ¡Que viva La Concha / que nunca existió!  / ¡Que viva la madre / que no la parió! / Metida en su valva, / rompió el cascarón. /  ¡Se troncha de risa / La Concha de Dios!

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