martes, 16 de noviembre de 2021

¿Pandemia? ¿Qué pandemia?

    ¿Por qué me pongo yo a hacer un ejercicio de “deconstrucción” a la francesa siguiendo los manes deconstructivistas de Jacques Derrida, y no, más llanamente, un ejercicio de “destrucción” de la pandemia? Muy sencillo, porque trato de destruir algo que está previamente prefabricado y muy bien construido desde que la Organización Mundial de la Salud eructó el 11 de marzo de 2020 por boca de su Director General: Nunca antes habíamos visto una pandemia generada por un coronavirus. Esta es la primera pandemia causada por un coronavirus. Al mismo tiempo, nunca antes habíamos visto una pandemia que pudiera ser controlada. Lo curioso es que en aquella misma alocución se advertía contra el mal uso o uso indebido del término que allí mismo se estaba empleando: Pandemia» no es una palabra que deba utilizarse a la ligera o de forma imprudente. Es una palabra que, usada de forma inadecuada, puede provocar un miedo irracional o dar pie a la idea injustificada de que la lucha ha terminado, y causar como resultado sufrimientos y muertes innecesarias.


    Trato aquí sencillamente de desmontar el cuento chino de la pandemia analíticamente, o sea, analizándola, desatando el nudo gordiano al modo de Alejandro Magno de un tajo con la espada dialéctica: tanto monta, monta tanto cortar como desatar.  Si consulto su base de datos el día en que escribo, cualquiera puede hacerlo con un artilugio tecnológico a mano, estas son las cifras oficiales que nos brindan: los muertos hasta la fecha de la pandemia son en el mundo 5.100.000 es decir, aproximadamente un 0,04% del total de la población mundial actual, lo que es irrisorio teniendo en cuenta que esas muertes no se han producido en un día ni en dos ni en tres, sino a lo largo de un año y ocho meses. Más irrisorio aún es cuando se conoce la media de edad de las víctimas: 84 años. Es decir, personas que en su mayoría han sobrepasado con creces su esperanza de vida, que en España ronda en torno a los 82 años, un poco más alta en las mujeres, un poco más baja en los varones.

    Nos hallamos, por lo tanto, ante un constructo o quimera semántica pura y simple: “Hay un virus devastadoramente letal que amenaza a todo el planeta matando al 0,04% de su población, esencialmente a personas que ya han sobrepasado su esperanza de vida”. Esta afirmación no tiene ningún sentido, se cae por su propio peso, es una falacia. Pero la cosa no se queda en lo que es la mayor y más grave manipulación política de masas perpetrada en nuestra historia, sino que se suma y continúa.

    Resulta que también, con datos oficiales que están comenzando a aparecer poco a poco, se puede deconstruir el dato de los cinco millones de muertos que acabamos de dar, porque sólo una mínima parte de ellos han muerto a causa de la pandemia del coronavirus nunca antes vista. La mayoría de esos cinco millones han muerto de otra cosa: cáncer, leucemia, insuficiencia cardíaca, diabetes, etc. Los CDC norteamericanos, que son los Centros para el Control y la Prevención de las Enfermedades, reconocen que de todas las muertes que oficialmente han sido catalogadas y certificadas como 'covid-19' sólo el 6% estaban sin comorbilidades o patologías previas graves, es decir que el 94% de los muertos covid han muerto de otra cosa.

    Si comparamos esta enfermedad con la difteria, la tuberculosis, la poliomielitis o el sarampión, enfermedades letales de por sí, la del virus coronado “19” en realidad es una risa y no mata a casi nadie, como mucho les da el tiro de gracia (ese que se da a una persona o animal herido de gravedad cuando está sufriendo para que muera rápidamente y deje así de padecer) a personas que había sobrepasado ya su esperanza de vida. 


     Si la premisa es falsa, todo el discurso es falso, por supuesto, pero no debemos quedarnos ahí, en la mera denuncia, sino que debemos interrogarnos por su intencionalidad y utilidad: cui bono prosit? ¿Qué pretendía la OMS engañándonos, haciendo “sonar la alarma de forma alta y clara”, como regoldó su Director General? Llevarnos sin duda a la iatrocracia universal del doctor Knock, es decir, al gobierno de las autoridades sanitarias auxiliadas por los expertos y la casta médica a su servicio, y llevarnos también, por aquello de que estábamos ante un gran mal, y a grandes males hay que aplicar grandes remedios, a la vacunación universal antitanática, o sea, contra la muerte misma: Vacúnate, vienen a decirnos, y evitarás la enfermedad en su forma grave -sólo te sobrevendrá, si acaso, en una forma muy liviana y casi imperceptible- y, lo que es más importante, evitarás la muerte, esa que te espera y te tienen prometida desde que naciste, logrando la inmortalidad. Los Estados han gastado ingentes sumas de dinero en vacunas que son innecesarias en el mejor de los casos, por no decir que inútiles y hasta contraproducentes en la peor de las casuísticas, como dicen los pedantes. ¿Quién se beneficia económicamente, ya que sanitariamente no parece beneficiarse nadie, de todo esto? ¿La población que las ha pagado con sus impuestos de los llamados fondos públicos diciendo amén a las directrices de sus gobiernos?

    No porque digamos que no hay pandemia estamos diciendo que la pandemia no exista. Existe y ¡cómo existe! Algunos hablan ya de pandemia persistente, y ya va casi para dos años... Sobre cómo acabar con ella de una vez por todas sin morir en el intento, ya escribimos una entrada aquí mismo hace tiempo.  Está claro que la receta que dábamos allí no se ha seguido, lo que se debe sin duda a la poca proyección que tiene este arcón donde cabe todo, ya que me consta que sólo ha tenido dos visitas contadas, y eso no significa tampoco que hayan sido dos lecturas y que, de haberlo leído, hayan hecho uso de la aplicación práctica que allí se proponía. Pero no por ello deja de ser una buena receta y de estar vigente y disponible para quien quiera así desengañarse. No caduca.

    No porque sean muchos los equivocados van a tener muchísima razón.

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