La importancia de un acontecimiento es inversamente proporcional al espacio que le dedican los periódicos (Nicolás Gómez Dávila). Y la Red y la tele sobre todo.
Desde hace cuarenta años todos los gobiernos liberales -sean de izquierdas o de derechas- persiguen el mismo fin irrenunciable con el nombre de “globalización”.
El éxito de la sociedad de consumo capitalista está garantizado desde el momento en que alguien muy avispado inventó la obsolescencia programada de los bienes.
A imagen del rey Midas que transformaba en oro todo lo que tocaba hasta poner en peligro las condiciones de su propia supervivencia, esta sociedad capitalista.
Hay un prejuicio muy arraigado en el ámbito pedagógico de que lo nuevo por nuevo es mejor que lo viejo, y no es cierto: lo nuevo no es necesariamente lo mejor.
En la lucha contra toda discriminación (sexual, laboral, racial...) no se combate lo suficiente y se olvida la que nos divide en ricos y pobres: la económica.
Como Orfeo, el príncipe de los poetas, cuando descendió a los infiernos, estamos condenados a caminar siempre hacia delante por la senda tortuosa del Progreso.
El Gran Apagón despierta en el subconsciente colectivo el temor primitivo a una noche fría, larga y oscura que tememos al amor del fuego a la vez que deseamos.
Vivimos en un mundo hipertecnológico en el que estamos hipercomunicados gracias a la conexión a internet que paradójicamente genera más ruido que comunicación.
Mejor que tratar de resolver los numerosos problemas que se nos plantean resulta disolverlos mediante la pregunta corrosiva como la sosa cáustica de ¿qué es...?
La depresión, la melancolía y la tristeza son anatemas, enfermedades que deben ser rápidamente erradicadas a fin de no entorpecer el funcionamiento del sistema.
De un viejo adagio latino: “Quidquid recipitur, secundum modum recipientis recipitur” Todo lo que se recibe se recibe según el formato que tenga el recipiente.
El mandamiento psicológico de “sé feliz” choca con el escollo de la realidad, a saber: que el ser humano es un bicho que no puede ser feliz para desgracia suya.
Sócrates empleó la dialéctica para derruir la seguridad del saber de los hombres, sembrando el desconcierto en los dogmas y la duda en las verdad establecida.
¿Comunidad virtual? Internet no une a personas, sino que, al contrario, las aísla e incita a publicar sus soledades, creyendo que de su suma surgirá comunidad.
No diré que otros distorsionan la realidad, cuando albergo la sospecha de que yo también lo hago al verla con mis propios ojos y juzgarla sensata y objetiva.
Cualquier cosmovisión es engañosa y distorsiona la realidad, por ello es menester que venga alguien no a arrojar luz a nuestros ojos ciegos, sino a abrírnoslos.
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