viernes, 31 de octubre de 2025

Pareceres LXXXVIII

431.- El templo de las Musas. El robo a plena luz del día de las joyas napoleónicas del Museo del Louvre de París ha revelado la deficiencia de las instalaciones de videovigilancia externas, ya que la cámara que cubría la zona de la Sala Apolo, por donde entraron los cacos, no cubría el balcón crucial. Pero no hay que preocuparse: el nuevo plan de seguridad que se diseñe cubrirá todas las fachadas del museo y modernizará el equipo para prevenir futuros ataques de intrusos. El robo no ha sido solo “el robo del siglo”, como se ha denominado, sino una profanación, o más aún: un sacrilegio. El Museo es el sancta sanctorum de la última religión moderna y secular, que es el Arte. El Museo, y el parisino es uno de los más importantes templos de la Historia del Arte del mundo, es la gran catedral que atesora, en lugar de reliquias, obras artísticas igualmente consagradas. Su valor es incalculable no porque sea muy alto o difícil de evaluar, sino porque las piezas que atesora, la mayoría de ellas, si no todas, fruto de la rapiña de los coleccionistas, no tienen precio. Por eso el robo ha indignado casi tanto como la profanación de la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, por un individuo que se bajó los calzones y se puso a orinar en el altar.
    
432.- Nadie en línea en la Red. O la mayoría bots, es decir robots, porque bot es aféresis monosilábica de robot. Un bot es una aplicación de un programa informático automatizado que realiza tareas repetitivas en una red. Dicha aplicación sigue instrucciones específicas para imitar el comportamiento humano, pero es más rápida y precisa. Cada vez más IA, como cuando uno llama por teléfono y no puede hablar con ningún semejante porque no hay nadie al aparato, solo un robot que nos da órdenes. Por primera vez en la historia hay más bots que personas en Red, y la tendencia va a crecer hasta el infinito, porque Internet, tal y como lo conocíamos e imaginábamos, ha desaparecido por completo. Desde hace unos diez años, las plataformas en línea han ido desplazando progresivamente los mensajes, imágenes y opiniones creadas por personas y favoreciendo el contenido creado por máquinas. ¿Una teoría conspiranoica más creada y apoyada por algunos usuarios paranoicos? La Inteligencia Artificial de ChatGPT de OpenAI, Gemini, la IA de Google, o Apple Intelligence, ha acelerado todavía más este proceso. Es posible que en un futuro inmediato, no muy lejano, el contenido prácticamente total de Internet sea obra de la Inteligencia Artificial, cuyo resultado es, como puede comprobarse, la información falsa, la ausencia de filtro y de autoría humana  ¿Significa algo que un vídeo tenga decenas de miles de reproducciones, o que una canción tenga millones de descargas? Si un profesor le pide a ChatGPT, por ejemplo, que genere una tarea que pueda asignar a sus alumnos, estos resuelven la tarea utilizando ChatGPT, y el profesor acaba corrigiendo las tareas usando a su vez la Inteligencia Artificial, ¿qué pintan el profesor y los alumnos en el proceso de aprendizaje? Es la serpiente que se muerde la cola, el uróboro perfecto.
 
  
433.- Chimeneas, estufas de leña y vacunas a embarazadas: Si un grupo de expertos de la Alianza Europea de Salud Pública y una Comisión de las Naciones Unidas dice que una estufa de leña puede provocar cáncer de pulmón y asma por humo de leña, habrá que creer lo que dicen, ya que para eso han estudiado en prestigiosas universidades como Yale o Harvard. También, en otro orden de cosas, afirman los expertos de la Organización Mundial de la Salud y de los ministerios sanitarios de los estados terapéuticos sufragados por las empresas de la Gran Farmacopea que las vacunas durante el embarazo no son dañinas, sino altamente recomendables para la salud de la madre y del bebé, por lo que podría afirmarse que una vacuna inyectada a la persona gestante puede matar, como suele decirse, dos pájaros de un tiro, una expresión muy carpetovetónica que se corresponde con otras en otros idiomas: los ingleses dicen algo parecido a nosotros: kill two birds with one stone (matar dos pájaros de una pedrada), mientras que los alemanes dicen en su lengua, que es la de Goethe, zwei Fliegen mit einer Klappe schlagen, matar dos moscas de un golpe de palmeta matamoscas, lo que suele suceder fácilmente por el tamaño menor de las moscas y sobre todo si ambas se hallan copulando.
  
434.- El nombre propio y el pseudónimo. Escribía Gabriel Albiac a propósito de la publicación de las cartas de amor de Vargas Llosa a su glamurosa, sofisticada y elegante novia durante ocho años, que B. Traven, un nombre propio como otro cualquiera, era un muro contra el que se habían estrellado “los más prolijos críticos literarios”, porque era un pseudónimo que encabezaba una docena de novelas y un puñado de cuentos de la primera mitad del siglo veinte, como El tesoro de Sierra Madre, llevada al cine por John Huston en 1948. Narra la historia de tres hombres pobres que se hacen amigos y se unen, víctimas de la fiebre del oro, para buscar el rico mineral en las montañas de Sierra Madre, en México, encuentran un yacimiento pero la codicia del vil metal y la desconfianza corroe pronto su amistad. Sorprendente el final: unos bandidos confunden con arena los sacos del tesoro, los rompen y vacían, despreciando su contenido, y se llevan los burros y las provisiones, mientras un fuerte vendaval dispersa el polvo de oro por el desértico paisaje. Y concluía Albiac: “Obra mayor de un Nadie. Alrededor de cuyo vacío biográfico se enredaron tantas sabias conjeturas, que son aún más ficción que sus ficciones”. Pero B. Traven no es un Nadie, es un pseudónimo, como lo son todos los nombres propios; también usó otros, como el de Ret Marut, y dejó dicho, para ocultar el bulto de su identidad, que la biografía de un creador carecía totalmente de importancia, porque lo importante era su obra. Pero en nuestros tiempos las biografías de los creadores suplantan a sus creaciones, que de este modo quedan postergadas, carentes de importancia, cuando es lo único que debería si acaso valorarse. 
 
  
435.- El que lo dice lo es. Recuerdo que en mi niñez, cuando discutíamos en el patio del colegio, y alguien nos insultaba, le contestábamos: ‘El que lo dice lo es’, a lo que solía replicarse con la rima consiguiente de la coletilla: “Con el culo al revés”. Se revertía así, como un bumerán, la carga del insulto sobre el que lo había lanzado porque cuando alguien critica a otro, proyecta sobre el otro sus propios defectos, temores o aspectos que se niega a ver y a asumir en sí mismo, ya que el otro es un espejo en el que uno se ve, como en sus pupilas, siempre reflejado. Se cuenta que el presidente ruso se burló del anterior presidente yanqui, el abuelete gagá, quien en una entrevista televisiva había declarado que su homólogo ruso era un asesino, comentando que ese calificativo correspondía a la propia personalidad del presidente estadounidense que lo había proferido. Vamos, que vino a decirle: El que lo dice lo es, o con sus palabras:  "Yo soy goma y tu eres pegamento. Los insultos rebotan en mí y se pegan a ti". No es un simple dicho infantil. Su significado es muy profundo: siempre nos vemos reflejamos en los demás, que son nuestro espejo. Pero ambos, tanto el zar ruso como el pistolero yanqui, tenían razón en llamarse asesinos.  
 

jueves, 30 de octubre de 2025

El discurso de Han

    El Poder premia y promociona a intelectuales 'críticos' como Han cuyo discurso no supone ningún peligro para sus intereses. Byung-Chul Han, "considerado uno de los filósofos contemporáneos más destacados", ha recibido en Oviedo el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades del año del Señor de 2025, dotado con una escultura del Joan Miró, un diploma acreditativo, una insignia y 50.000 euros, que no son pocos. 

    A pesar de algunos acertados dardos de Han, que se repiten a lo largo de sus muchos y breves libros, como "la ilimitada libertad que nos propone el neoliberalismo no es más que una ilusión", "aunque hoy creamos ser más libres que nunca, la realidad es que vivimos en un régimen despótico neoliberal que explota la libertad"...), su crítica no deja de ser tibia y superficial, porque no profundiza en lo estructural.

    Uno, dice Han, se imagina que es libere pero, en realidad, lo que hace es explotarse a sí mismo voluntariamente y con entusiasmo hasta colapsar. 

    Hace suya, sin citar la autoría, la cita de un aforismo de Franz Kafka (1883-1924), cuando dice que somos como aquel animal que le arrebata el látigo a su amo y se autoflagela, creyendo que así se libera. Franz Kafka, en efecto, había dejado escrito: "El animal arrebata el látigo al amo y se fustiga a sí mismo para convertirse en amo, y no sabe que esto es solo una fantasía producida por un nuevo nudo en la correa del látigo del amo" ("Das Tier entwindet dem Herrn die Peitsche und peitscht sich selbst, um Herr zu werden, und weiß nicht, daß das nur eine Phantasie ist, erzeugt durch einen neuen Knoten im Peitschenriemen des Herrn"). 

      En clave hegeliana, el animal kafkiano representa la figura del esclavo que, al rebelarse, cree liberarse, pero al imitar la figura del amo reproduce la estructura del dominio. En realidad todo su discurso y la tesis principal de su obra no es más que una variación sobre este aforismo kafkiano.    El poder del señor el poder se perpetúa incluso a través de la rebelión del esclavo o, para el caso es lo mismo, del animal domesticado que se rebela: el acto de arrebatarle el látigo no rompe la estructura de dominación, sino que la reafirma bajo otra forma que resulta más efectiva. El esclavo se explota a sí mismo, se autoflagela, y lo peor de todo es que cree que así se libera del señor.

    Frente a fenómenos contemporáneos como la digitalización (teléfonos inteligentes, redes sociales, Inteligencia Artificial...) Han insiste en que nos hemos convertido en esclavos de la tecnología, en lugar de ponerla a nuestro servicio, de forma que no es nuestro producto, sino que nosotros somos su producto. Las redes sociales, por ejemplo, no nos socializan sino que nos aíslan más de lo que estamos. 

    Frente a la democracia como régimen político dominante propone que debe basarse en la moral y en la virtud del respeto. Su discurso se vuelve así moralista. 

 

    Su discurso, en alemán, no está mal elaborado. Comienza haciendo referencia al magisterio de Sócrates y a la labor del filósofo como tábano que irrita a sus congéneres: La misión del filósofo consiste precisamente en agitar, despertar, criticar y recriminar a sus compatriotas, como hacía Sócrates, que se comparaba con un tábano que pica y así espolea y estimula al caballo remolón. "Yo soy un filósofo", afirma con presunción por su parte, y acaba diciendo que, aunque sus libros han sido muy criticados  -se han vendido como rosquillas, convirtiendo al autor en un superventas autor de best-sellers de filosofía ligera-, y ha irritado a la gente como el tábano socrático, no ha irritado tanto cuando, asegura con socarronería, no ha sido condenado a muerte como Sócrates, y sí ha recibido, en cambio, el reconocimiento de la Fundación Princesa de Asturias con el suculento botín que se ha llevado.

miércoles, 29 de octubre de 2025

In memoriam Georges Brassens

    Un 29 de octubre del año del Señor de 1981 nos dejó Georges Brassens, dejando un enorme vacío en la poesía y la canción francesa. Se me ocurre como homenaje para recordarlo escuchar esta canción que tituló “Le testament”, grabada en 1956, cuya letra es un  alarde de ironía y de ternura, donde Brassens contempla su muerte sin solemnidad, con cierta socarronería y un inmenso amor hacia la vida. Escuchémosla en versión original:
 

    Entre nosotros la cantó en castellano Paco Ibáñez en su disco de 1979 en una versión bastante fiel al original y aceptable en general en lo que concierne al metro y al ritmo, realizada por Pierre Pascal. 
 
    Confiesa que se entristecerá como un sauce llorón cuando le llegue la hora y tenga que ir al cementerio, pero que tomará el camino más largo y hará novillos en su tumba porque deja la vida mal de su grado. Quiere ir al otro barrio siguiendo la senda de los escolares remolones, sin prisa, y le gustaría antes volver a enamorarse y perder el norte una vez más deshojando el crisantemo que es la margarita de los muertos. 
Universo Brassens, ilustración de Jean Solé.
 
     Le desea a su viuda que contraiga segundas nupcias enseguida con un tipo que sea como él para que pueda aprovechar sus pantuflas y su ropa. No se va a poner celoso si le hace el amor a su mujer de la que espera que no tenga que recurrir a la cebolla para llorar su muerte, ni le importa tampoco que fume en su pipa y su tabaco, y que beba su vino.
 
    Concluye su testamento diciendo "Aquí yace una hoja muerta; / mi testamento concluyó / han puesto un letrero en mi puerta: / "Cerrado está por defunción". Deja la vida sin encono, contento porque al menos no van a dolerle más las muelas, y dice que se halla ya en la fosa común, la fosa común del tiempo, una de las imágenes más bellas de su cancionero poético donde el tiempo se presenta como el cementerio universal. 
 
    La versión que canta Paco Ibáñez es la adaptación que hizo Pierre Pascal, bastante respetuosa en general con el texto de Brassens, si no fuera por un pequeño pero significativo detalle: cuando, pensando en su vida, le desea que tome un nuevo esposo, para que aproveche todo lo que él deja le ruega que nunca pegue a sus gatos, lo que en la versión de Pierre Pascal es “que nunca, le parta un rayo, / mi jaca se atreva a montar”, lo que podría remediarse tal vez: “pero que nunca, le parta un rayo, / mis gatos se atreva a pegar”. La versión de Pierre Pascal “que nunca... mi jaca se atreva a montar” parece que se refiere a su viuda, por la connotación sexual del verbo “montar” y el simbolismo de la jaca, que es la yegua del caballo, dando la sensación de que el cantante se presenta como el caballero que no quiere que su montura cuya alzada no llega a metro y medio sea montada por otro. 
 
      No era esa la intención de Brassens, que le desea a su viuda que tome esposo y a este que tome posesión de ella y de sus cosas de él, pero le pone una sola condición: que no maltrate a sus gatos porque entonces se revolverá en su tumba y volverá como un fantasma a hacerle la vida imposible.

martes, 28 de octubre de 2025

Mayoría absoluta y silenciosa

    El comentario de la entrada Soberanía popular y soberanía nacional, que decía “Me acordaba de lo que decían los griegos de los muertos: “iénai es pléonas”, “ir a la mayoría”, “pasar a la mayoría”, dándonos una lección de democracia para siempre”, me ha traído a la memoria una vieja viñeta de Chumy-Chúmez a propósito de un célebre verso de una rima de Bécquer dirigido a una tumba ¡Dios mío! ¡Qué solos se quedan los muertos! y la respuesta que esta le da al romántico poeta: ¿Solos? Pero ¿qué dices, Gustavo Adolfo? ¡Si ya somos mayoría absoluta! 
 

     Y, efectivamente, para los antiguos griegos y romanos la expresión 'pasar a la mayoría' era un eufemismo de morir, ya que οἱ πλεῖονες (“los más”) son —en una visión proverbial— los muertos, más numerosos que los vivos.  Se hace referencia con este eufemismo  a la muerte sin nombrarla, como cuando en castellano se dice que alguien se fue al otro barrio. 
 
    Entre los romanos la expresión aparece en el Satiricón de Petronio (42,5), refiriéndose al lugar adonde va la mayoría, aunque no todos todavía, a morir. Un tal Crisanto, víctima de los matasanos... tamen abiit ad plures. medici illum perdiderunt: “sin embargo se fue a donde va la mayoría. Los médicos lo mataron”, que Lisardo Rubio traduc así: "Con todo se ha ido a donde iremos todos". 
 
    También en el prólogo de la comedia de Plauto Cásina, aparece una curiosa fórmula: los muertos son... qui... abierunt hinc in comunem locum “los que se fueron de aquí a un lugar común”, es decir, a un lugar en el que todos hemos de acabar, lo que nos recuerda el afortunado verso de Brassens “la fosse comun du temps”. 
 
     Entre los griegos, en la comedia de Aristófanes Las asamblearias, versos 1072-3, un joven, ante la presencia de una vieja que quiere acostarse con él, se pregunta πότερον πίθηκος ἀνάπλεως ψιμυθίου, / ἢ γραῦς ἀνεστηκυῖα παρὰ τῶν πλειόνων; que traduce con gracia Federico Baraibar y Zumárraga: “¿Es una mona rebozada en albayalde / o el espectro de una bruja que vuelve de los infiernos?,  lo que más literalmente sería "...o una vieja que ha resucitado de entre la mayoría de los muertos".
 
    Pero si hubiera que elegir un pasaje más significativo por la relación entre la muerte y el régimen democrático,  sería la anécdota que refiere Pausanias en su Descripción de Grecia (libro I, 43, 3), donde cuenta que los megarenses pidieron consejo al oráculo de Delfos sobre la mejor forma de gobierno que podrían adoptar, a lo que el dios Apolo les respondió sibilinamente que las cosas les irían bien ἢν μετὰ τῶν πλειόνων βουλεύσωνται si tomaran las decisiones basándose en la mayoría, aludiendo al régimen democrático y asambleario. Los megarenses, sobreentendiendo que “la mayoría” eran los muertos que tenían a sus espaldas y no ellos, mortales que estaban en lista de espera, decidieron situar el buleuterio, el lugar de la asamblea, sobre las tumbas donde estaban sepultados sus muertos, en el cementerio de los héroes caídos, donde podrían tomar sus decisiones contando con la mayoría. 
 
    La expresión antigua permanece en italiano: “andare nel mondo dei più” ir al mundo de los que son más, y de algún modo también en alemán: “er ist zur grossen Armee abgegangen”, cuando se quiere decir que alguien ha palmado, incorporándose a las filas del gran ejército.  
      Si lo que nos interesa es la cuestión concreta de los números y nos preguntamos si hay más seres humanos vivos o muertos sobre la faz de la Tierra, remontándonos al origen del homo sapiens hace unos 300.000 años, habrían nacido según algunos cálculos unos ciento veinte mil millones de personas. Si le restamos a esa cantidad los 8.100 millones aproximadamente que andamos vivos ahora todavía por el mundo, resultaría que efectivamente tenemos más de 100.000 millones de muertos a nuestras espaldas, una mayoría absoluta y silenciosa, por lo que nos corresponderían proporcionalmente unos  14 muertos a cada uno de los vivos en la actualidad. 
 
    Siempre, por más que la población del planeta quiera crecer y multiplicarse como Dios manda, los muertos van a ser mayoría, una mayoría que también vamos a engrosar inevitablemente los que estamos vivos. Esa mayoría absoluta -para la que basta con la mitad más uno- y silenciosa -el que calla, como dice el refrán, asiente, cuyo peso numérico traducido en votos (un hombre, un voto) otorga legitimidad al sistema democrático-, es la que democráticamente gobierna conformista y complacida, diciendo con su silencio a todo que sí e imponiéndose a la totalidad, pese a que la mayoría no somos todos... todavía, ni lo seremos nunca, cuando estemos muertos y enterrados, mientras siga alguien vivito y coleando por aquí. Los muertos, en efecto, son mayoría absoluta.

lunes, 27 de octubre de 2025

En una palabra: No.

    Antes de bañarme en el río Leteo, que es el río de Lete o del Olvido, y beber en sus benditas aguas la desmemoria de todos mis recuerdos,  o, dicho a la moderna, antes de que me afecte la enfermedad que descubrió ese señor alemán de cuyo nombre no quiero acordarme, apoderándose de mí la amnesia, y me olvide definitivamente de todo y de todos, de mi familia, de mi trabajo, de mi domicilio, de mis amigos y hasta de mi edad, sexo y nombre propio y apellidos, y en definitiva, de mí mismo y de mi sombra;
 
Las aguas del Lete junto a las llanuras del ElisioJ. R. Spencer Stanhope (1880)

     y antes de que las olas del mar borren mis pisadas en la arena de la playa al atardecer, que son la huella del rastro de mi leve paso sobre la faz de la Tierra; antes de que se apodere de mí la afasia y sea incapaz de articular palabras, quisiera recordar que vine al mundo a vocear una, que es la palabra más pura y contundente, la que nos hace a todos más humanos, porque hace que nos rebelemos contra la opresión y lo que nos oprime, contra la realidad, falsa como es. 
 
    Esa palabra que se esgrime con alegría como un arma contra la tristeza de la existencia que nos imponen y nos imponemos como única realidad posible, es la primera palabra del lenguaje humano;  al principio sólo un gesto, luego una palabra articulada que convirtió al homo erectus en un homo sapiens nesciens, es decir en un hombre que es consciente de su vasta ignorancia.
 
    Es una palabra, y mucho más que una mera palabra, transmitida de padres a hijos de generación en generación, común a todas las lenguas del mundo, es la negación de la realidad que nos ha tocado vivir, la negación de que la realidad sea todo lo que hay, la negación de que la realidad sea la verdad y nada más que la verdad, cuando es mentira. 
    Esa palabra es, aunque parezca mentira, la más positiva de todas, la única manera de decir sí a la vida. Esa palabra es: ¡No! No a todas las ideologías, a todos los –ismos, que sólo sirven para dividirnos y enfrentarnos, a todas las imposiciones constitutivas.

domingo, 26 de octubre de 2025

Mínimas máximas

“Tengo la esperanza de que colapse el sistema y esto va a pasar pronto”, dice a La Voz de Asturias el filósofo galardonado Byung-Chul Han, metiéndose a profeta.
 Dos palabras castellanas, fiesta y siesta, reivindica Han, y vaticina que “el capitalismo implosionará -¡toma ya!- por su propia contradicción fundacional”.
  
 oOo
Eslóganes: El dinero digital es control social. Nada que objetar al lema. Más reprochable es el siguiente que esgrimen algunos: Defiende el efectivo, ¡por tu libertad! 
 
Recordemos a san Juan Crisóstomo, Padre de la Iglesia primitiva, que, anticipándose a Proudhon, sentenció que todo rico es un ladrón o un heredero de ladrones.
 
oOo 
 Saco de Teología Negativa del Tiempo de M. Theunissen, libro aún no traducido al español, esto: “El Tiempo nos domina a nosotros, las personas, y a las cosas”. 
 («Die Zeit herrscht über uns, über uns Menschen wie über die Dinge»)
 
 Sugiere Theunissen que no somos los señores del tiempo, sino que es él quien se enseñorea de nosotros: tiempo no es lo que vivimos, sino lo que se nos impone.
 
oOo 

¿Por qué, si el médico me ha recetado tomar una píldora diaria durante tres días, tengo que comprar en la farmacia un envase que contiene treinta comprimidos?

 

sábado, 25 de octubre de 2025

Avec te temps / Con el tiempo

    En Tiempo contra amor, amor contra tiempo analizábamos algunos tratamientos pictóricos del combate a muerte entre el amor, que hace que nos olvidemos del tiempo, y el Tiempo, el Chronos (χρόνος) griego, representado a veces con un reloj de arena o una clepsidra, e  identificado enseguida con el Saturno romano por una falsa homonimia con Cronos (Κρόνος), el titán padre de Zeus/Júpiter, una divinidad en principio agrícola cuyo símbolo era la guadaña, que acabará simbolizando a la mismísima muerte inmortal,  que con su paso y su peso le corta las alas literalmente a Eros, o sea a Cupido, el amor.

    Añado aquí un tratamiento pictórico muy distinto a los que veíamos allí, se trata del cuadro de Bernardino Mei, "Amor curado por el tiempo con el agua del río Leteo", pintado a mediados del siglo XVII, donde aparece Cupido, o sea Eros, en el centro, desnudo, con las alas abatidas, desarmado con la aljaba caída y sus flechas a la derecha, y a su izquierda Chronos, el Tiempo, caracterizado como un anciano, también alado como el amor, con una jarra de agua del río Leteo, que es el del olvido -todos los que beben sus aguas olvidan su biografía-, y con la mano derecha, curando con una pluma impregnada en el agua las heridas sangrantes del amor. En el extremo izquierdo del cuadro un reloj de arena simboliza el tiempo, que aparece en este lienzo como curador de todas las heridas, incluso de las del amor. Es un tópico que a veces repite la gente: todo se cura con el tiempo o el tiempo lo cura todo.  Al no aparecer la guadaña entre los atributos del tiempo, este se presenta aquí como sanador, no como destructor.

    La figura femenina según algunos intérpretes representa a Afrotida/Venus como madre del dios Eros/Cupido, pero según otros encarna a Sapientia, la diosa romana de la sabiduría, por su actitud serena y majestuosa. El putto -niño alado que sobrevuela la escena- bajo la mirada de la Sapientia representa el amor purificado, platónico, ideal.

    Me viene a la memoria, volviendo al primer tratamiento del tema, a propósito de la guerra entre el tiempo con el amor y el amor contra el tiempo, la bellísima canción de Léo Ferré: "Avec le temps", grabada por primera vez en octubre de 1970, que viene a decirnos que el amor, que mientras dura es eterno, deja de serlo cuando tomamos conciencia de él, y entonces la muerte del amor, de puro sabido, nos separa, y ya dejamos de querernos. La canción fue escrita,  después de la ruptura con su segunda mujer al parecer. 

     Dice el oráculo digital, la IA de Gúguel que la canción de Léo refleja, además de la pérdida del amor, el paso del tiempo y el borrado de los recuerdos, 'une vision anarchiste et pessimiste de la société', en la que la pareja está destinada al fracaso. 

    Ha sido múltiples veces cantada por muchos artistas y en diversas lenguas. Añade la IA de Gúguel, que no se entera de casi nada, que no se conoce ninguna versión oficial de "Avec le temps" en español, ya que es una canción icónica de la música francesa. (No entiendo yo entre paréntesis, la razón que se aporta de que no exista tal versión en castellano, pues hay otras canciones 'icónicas de la música francesa' como "Ne me quitte pas" de Jacques Brel o "La vie en rose" de Edith Piaf, que sí han sido cantadas en castellano, esta última incluso por la propia Edith Piaf. Se  cura en todo caso la IA en salud concluyendo que "no hay una versión ampliamente reconocida y establecida en español que iguale la fama de la original", lo cual puede que sea cierto, pero no es menos cierto que entre nosotros la ha grabado y cantado Amancio Prada en el año del Señor de 2007. Aquí está:

 

viernes, 24 de octubre de 2025

Ni por mí, ni por ti, ni por los demás

    Estamos en pleno otoño y pronto llegará el invierno y con él, como todos los años pese al cambio climático y con el cambio de hora, las infecciones mil respiratorias. La campaña de vacunación otoño-invierno 2025-2026 ha empezado ya, y se basa en la propagación del virus del miedo a la infección que provoca tantas muertes y en el fomento del sentimiento de culpa(bilidad) de que debo hacerlo no solo egoístamente por mi propia salud sino, altruistamente, por los demás: mi sacrificio personal en beneficio de los otros (“por los nietos”, “por mis pacientes”, “por mis padres”, por mis alumnos”, etcétera): por mí y por todos mis compañeros, como decíamos cuando éramos niños, pero aquello era el juego del escondite, y esto de ahora no es precisamente un juego, sino una campaña perfectamente orquestada para lograr la aceptación masiva de unos sueros que son caros -aunque a nosotros nos resulten gratis-, de corta duración porque hay que renovarlos anualmente como la moda de las pasarelas cada temporada, y que no evitan ni el contagio propio ni el ajeno, por lo que resultan, al fin y a la postre, ineficaces para prevenir daños y con efectos adversos a veces más graves que el daño que pretenden combatir. 
 
 
    Cuando la Ministra de Sanidad o los Consejeros respectivos del gremio declaran que la gripe estacional y las infecciones respiratorias colapsan las urgencias están defendiendo los intereses de los laboratorios farmacéuticos, haciendo propaganda de las vacunas. Esparcen tanto miedo las campañas de vacunación a la gripe, al covid, al virus sincitial y demás virus que no es raro que ante el menor y primer síntoma de algo parecido los ciudadanos acudan despavoridos al servicio de urgencias porque les han dicho que pueden haber contraído una enfermedad mortal. 
 
    Las vacunas son un gran negocio milmillonario que hace que el sistema sanitario público se ponga a trabajar para los accionistas de las empresas farmacéuticas. Consumen muchos recursos, dinero sobre todo, pero también humanos como el tiempo que dedica el personal sanitario a poner vacunas a trochemoche, porque, dicen, vale más vacunar que curar, cosa que es mentira, lejos de sus ocupaciones habituales, como si estuvieran en una cadena de montaje. 
 
    El consentimiento informado de los pacientes se resume en decirles para que acepten y reclamen los pinchazos que las vacunas salvan vidas -cosa que es mentira porque todo lo que nace muere y no hay vida que se salve- y funcionan porque son seguras y eficaces, cosa que tampoco es verdad. Lo hemos oído muchas veces. Y como en este país de María santísima no hay un sistema de compensación por daños de vacunas, que sí hay en muchos otros, si tienes efectos adversos como resultado de ellas, te dicen que ha sido decisión tuya, porque nadie te ha obligado a vacunarte. 
 
      
    Antaño a las embarazadas, hoy 'personas gestantes', se les desaconsejaba la ingesta de cualquier fármaco, hasta una simple aspirina, hoy, sin embargo, se les recomienda la vacunación antigripal y contra el covid 'en beneficio' propio y del bebé, matándose así, como suele decirse figuradamente, dos pájaros de un tiro. ¿Quiénes estaban equivocados los expertos de antes o los modernos de ahora?

     Hemos visto cómo en Gaza han vacunando a los niños gazatíes contra la poliomielitis (lo que no está mal) pero para, acto seguido, asesinarlos o mutilarlos con los bombardeos del ejército de Israel. Es decir, hay que salvar vidas para que estén sanas a la hora de matarlas. 

 
    Ni por mí, ni por ti, ni por los demás. Las vacunas contra la gripe, la enfermedad del virus coronado y el virus sincitial ni impiden el contagio ni impiden contagiar. Entonces, ¿me vacuno contra la gripe? ¿y contra la covid? Cada cual que haga de su capa un sayo, pero yo, desde luego, no voy a vacunarme. 
 
 
 
    Estas dos vacunas se promocionan como "milagrosas" pues dicen que son capaces de reducir un 50% la mortalidad por todas las causas, incluso cuando no hay epidemia de gripe ni olas de virus coronado, milagrosas de verdad, como el agua de Lourdes, como el bálsamo de Fierabrás. Más información aquí

jueves, 23 de octubre de 2025

Soberanía popular y soberanía nacional

    El pueblo es la gente que hay por aquí abajo, digamos para entendernos, una muchedumbre indeterminada e indefinida de carne y hueso. De ahí la dificultad de clarificar la noción de voluntad popular. La nación, sin embargo, es un ente ideal, abstracto, carente de toda realidad empírica, completamente ficticio, pero impuesto al pueblo, al que se encapsula dentro de una etiqueta que trata de definirlo,  lo que le produce claustrofobia, como acierta a decir la viñeta de El Roto.


    Pueblo, por definición,  sólo hay uno, sin embargo al convertirse la soberanía popular en soberanía nacional, surgen diversas naciones y, por lo tanto, diversas tribus configuradas ya como Estados. Ya no hay un solo pueblo, ya no hay una sola patria que sea todo el mundo, sino varias repartidas por el globo con sus fronteras, sus lenguas y banderas, sus señas culturales identitarias configuradas por la historia y sus gobiernos respectivos,  y todas ellas tienen la misma falsa pretensión de ser la única y verdadera, como si todas y cada una fueran la encarnación del pueblo elegido por Dios o por la Historia Universal para cumplir sus misteriosos e inextricables designios.

    Uno de los pilares de la democracia moderna es el concepto de “pueblo soberano”, que es una antinomia estridente, una contradictio in terminis, un oximoro o agudo sinsentido que rechina estrepitosamente: ¿Cómo puede algo indefinido y por lo tanto indiferenciado, sin una identidad específica y que pulula por aquí abajo, tener en sí características de superioridad o supremacía o empoderamiento, como dicen ahora, para colocarse por encima de los demás, sobre todo teniendo en cuenta el principio de que “nadie es más que nadie”?

    “Soberanía popular” es un concepto desconocido en el mundo antiguo grecorromano. Se trata de una invención moderna, según la cual el pueblo indefinido se define, valga la contradicción, como sujeto, es decir, subiectus, o sea, sometido,   en cuanto a hablante de una lengua, ocupante de un territorio y confinado dentro de las fronteras de ese territorio y configurado histórica- además de geográficamente. El pueblo, que era un conjunto abierto, es desde arriba determinado y cerrado, como si fuera un conjunto perfecto que responde a un censo definitivo en el que no puede entrar ni salir vivo nadie, y considerado soberano en el sentido de que no admite ningún poder superior por encima no tanto de sí mismo como del monarca que elige y se impone a sí mismo. Pero no hay mucha diferencia entre la monarquía electiva, como la romana primitiva de los siete reyes, y la hereditaria como la española o la inglesa actuales, o, dicho de otra manera, la diferencia que hay sólo afecta al modo de elección y a la existencia de una línea dinástica pero no al carácter monárquico del soberano. De hecho, el poder del presidente republicano -el prae-sedentem o primero que se sienta- de los Estados Unidos de América, elegido democráticamente, es bastante mayor que el del Rey de Inglaterra, Dei gratia rex, rey por la muy graciosa gracia dinástica de Dios, además de F(idei) D(efensor), defensor de la fe sacrosantísima y ecológica, como dan a entender las dos abejas del reverso de la nueva moneda de la libra británica.


    De sobra sabemos que el pueblo es un mandado y por eso la idea de democracia es perversa en sí misma, porque oculta esta realidad haciéndole creer que él es quien manda y tiene la sartén por el mango. Puede llegar a decirse, de hecho, que la democracia es un sistema totalitario porque se impone a la totalidad de la población un gobierno, el gobierno de una mayoría (oclocracia) que delega en sus supuestos representantes (teatrocracia). El totalitarismo tradicional, además, se caracterizaba por controlar a las personas por la fuerza y la violencia -piénsese en el nazismo y demás regímenes fascistas, o en el estalinismo-, pero las personas podían pensar lo que les viniera en gana en su vida privada, y aun rebelarse legítimamente contra la dominación impuesta por la violencia y por la fuerza de un dictador, o de una oligarquía, pero parece que no puede hacerlo contra la mayoría que elige y aprueba a un gobierno al que sólo puede destituir sustituyéndolo por otro, pero nunca reprobando la necesidad misma de que haya gobierno. Uno, como individuo de un estado democrático no es más que un voto, y por lo tanto tiene que acatar las decisiones de la mayoría de los votantes, lo que acaba con el libre pensamiento y la libertad de expresión. La rebelión no parece legítima, porque no se impone por la violencia de la fuerza, sino por la coacción ideológica.
 
 
'La mayoría es usted'. Eslogan electoral francés.

    Como dice el viejo latinajo: “uox populi, uox Dei” “La voz del pueblo es la voz de Dios, sobre todo ahora, en esta época de dominación democrática. Se ha sustituido el ser gobernante por la gracia de Dios por serlo por la gracia del pueblo o mandato popular o democrático emanado de las urnas. Pero es lo mismo. Sólo que ahora es peor, porque engaña más en el sentido de que lo de Dios podía verse como una imposición ajena y externa y de algún modo dictatorial y teocrática mientras que lo de popular, ay, eso no se ve como lo que es, una imposición que se asume como propia, un autoengaño. Y por eso esa es la dictadura más difícil de desenmascarar porque nosotros mismos somos nuestros propios dictadores.

    Hay una frase atribuida a Giulio Andreotti que tiene toda la razón del mundo no porque la haya dicho quien la ha dicho, un Jefe de Estado italiano en este caso, sino porque cualquiera con más de dos dedos de frente que la oiga reconoce enseguida que hay en ella mucha enjundia de sabiduría y la suscribiría por lo razonable que es después de haber vencido la extrañeza que supone escucharla por primera vez, dado que la razón es común a todos, no propiedad privada de algún cráneo privilegiado: “El dictador más difícil de aborrecer es uno mismo”.
    Y si seguimos el hilo del razonamiento que nos abre la frase podemos afirmar que uno mismo es también el dictador más difícil de desenmascarar, y, por lo tanto, el tirano más costoso de derrocar. Y, sin embargo, es preciso acabar con la tiranía para lo que no basta con el tiranicidio que consiste en quitar del medio al tirano, sino con la propia tiranía, proceda de donde proceda, venga de quien venga, por amor de lo que no sabemos, por amor de la libertad.

miércoles, 22 de octubre de 2025

Las dos miradas

     El poeta Paul Valéry formuló en su lengua esta máxima: «Regarder c’est oublier le nom des choses que l’on voit», que quizá podríamos traducir como “Ver (o, si se prefiere, 'mirar') es olvidar el nombre de las cosas que se ven (o que vemos)”. La frase proviene del ensayo Degas, Danza, Dibujo (1936), un homenaje que brinda el poeta al pintor Edgar Degas y una reflexión sobre la naturaleza del arte pictórica. 
 

     Valéry deja caer esa frase en un párrafo donde contrasta la mirada del artista con la del filósofo Blaise Pascal como figura emblemática del pensamiento abstracto para ilustrar cómo incluso una mente tan poderosa como la suya puede errar al juzgar las artes plásticas si se deja llevar por las categorías del intelecto. De alguna manera está contraponiendo la experiencia visual, con la intelectual. Cuando Valéry dice que Pascal “no sabía mirar, es decir, olvidar los nombres de las cosas que se ven”, está formulando que ver verdaderamente, que es lo que quiere decir mirar, implica desprenderse del lenguaje y de los conceptos previos, dejar de reconocer las cosas por su nombre y permitir que se presenten como lo que son, sin la mediación verbal del lenguaje y las palabras. 
 
    En otras palabras, “olvidar los nombres” es despojar la mirada de todo saber previo para acceder a la experiencia directa de lo visible como si fuera la primera vez que abrimos los ojos, tal como hace el artista —y especialmente el pintor— en su relación con el mundo, y, podríamos añadir, el niño con su prístina mirada cuando ni siquiera conoce todavía los nombres de las cosas que ve porque no ha adquirido el lenguaje de su tribu. 
 
    También en la misma obra escribe Paul Valéry a propósito de 'observar', un aparente sinónimo de 'regarder', pero en realidad no hay sinónimos que valgan lo mismo en ninguna lengua,  que «Observer, c’est, pour la plus grande part, imaginer ce que l’on s’attend à voir», que viene a ser “observar es para la mayoría de la gente imaginar lo que se espera ver”. Aquí Valéry señala el mecanismo mental opuesto, propio del observador común o científico: quien “observa” suele proyectar a través de palabras, es decir, las ideas sobre el mundo que tiene, sus propias expectativas, sus esquemas y opiniones personales. No ve lo que está ahí, lo que tiene delante, sino lo que cree que hay. Observar, por tanto, implica una mirada mediada por la imaginación anticipatoria, por la memoria y la costumbre. 
 
Afgano invisible con la aparición, sobre la playa, del rostro de García Lorca, en forma de frutero con tres higos. Salvador Dalí (1938) 
 
    Ambas reflexiones sobre la mirada son complementarias al mismo tiempo que se contradicen: Mientras que observar, en el sentido común y corriente del término, pero también en el científico, implica reconocer, nombrar, confirmar lo previsto, es decir, creer; mirar, en el sentido de ver lo que hay de verdad, implica olvidar, desnombrar, abrirse a lo imprevisto, es decir, pensar, reflexionar, que es decir-que-no a lo que se cree, a las ideas previas que se tienen. 
 
    Valéry distingue así dos miradas: la que se subordina a las ideas y conocimientos previos, lo que él llama 'observer', que no es ver lo que hay sino proyectar lo que se cree, y la que aspira a una visión inmediata, sin la intervención de las ideas preestablecidas o prejuicios, sin palabras, previa al lenguaje, lo que él llama 'regarder'.
 
 El ensayo, Edgar Degas (c 1873-78)
 
    En el contexto del ensayo de Paul Valéry donde deja caer estas observaciones, Edgar Degas encarna la auténtica mirada, la que no consiste en aplicar ideas previas ni confirmarlas, sino en ver como si fuera la primera vez la danza de sus bailarinas, despojando la mirada de la rémora de todo lo aprendido en un esfuerzo por recuperar lo visible antes de que el lenguaje lo capture.