miércoles, 3 de septiembre de 2025

Pareceres LXXXIII

406.- La pularda de los huevos de oro. Dice un proverbio en la lengua de Bocaccio: “Meglio un uovo oggi che una gallina domani”, lo que significa que es mejor un huevo hoy que una gallina mañana, o sea, que vale más el aprovechamiento presente de una pequeña ganancia que un lucro mayor pero incierto, derivado del actual, pero que está en el aire, bailando en la cuerda floja del futuro –porque el huevo podría convertirse en una gallina con tal de que no lo friamos en aceite hoy y lo comamos como un huevo frito rebañándolo con pan, si lo incubamos, criamos y dejamos crecer, esto es, si nos abstenemos de sacarle algún provecho aquí y ahora-, lo que no deja de ser una invitación perentoria del sentido común, que es como dijo el otro el menos común en el sentido de abundante de los sentidos, a disfrutar de lo supuestamente poco que tenemos, y a olvidarnos de lo mucho que podríamos acaparar mañana. La gallina de los huevos de oro no es la gallina del porvenir, sino la que ha puesto el huevo de hoy, ese es el que vale su peso en oro, el huevo cotidiano. Disfruta de lo que tienes ahora y no lo inviertas en planes de pensiones para el futuro, te lo dice la experiencia de la vida que acarrea uno, experiencia que es, como se dice vulgarmente, más puta que las gallinas, porque es zorra vieja, como la gallina de la fábula, que como dice este otro refrán en la lengua del Dante y Petrarca: “Gallina vecchia fa buon brodo”: Que la gallina vieja es la que hace buen caldo. 

 
407.- Tolerancia. Los partidos políticos extraparlamentarios se llaman así no porque su campo de actuación sea la calle y lo que está fuera del parlamento sino porque todavía no han conseguido su representación en el circo –perdón, semicírculo o hemiciclo- parlamentario, por lo que no podemos confiar en que puedan hacer algo que no esté hecho, como tampoco confiamos en los que están dentro del parlamento. Todos nos prometieron el oro y el moro: que nos sacarían del estado crítico de la crisis en que nos halláramos, que nos subirían los salarios, que reducirían la jornada laboral o que no desmantelarían el Estado del Bienestar, cuando lo único que les interesa es el bienestar del Estado que genera nuestro malestar. Los altos índices de conformismo son el mejor aliado del sistema parlamentario y democrático de dominación vigente. No en vano, uno de los conceptos más esgrimidos por la clase política es el de tolerancia, que se ensalza como una virtud por encima de cualesquiera otras: es decir, el hecho de soportar, sufrir o sobrellevar. Sin embargo, sólo se refieren a lo malo, nunca a lo bueno. ¿Por qué será? Nos dicen que toleremos los males actuales para evitar “males mayores”. Pero yo me pregunto: ¿qué males puede haber mayores que los actuales? Yo, mirando a mi alrededor, no veo más que los males actuales. ¿Cuáles pueden ser peores? ¿Los futuros? ¿Los pasados? Menos lobos, Caperucita: no hay futuro ni pasado: sólo ahora. 
 
  
408.- Gloria a Dios en las alturas. Se cita a menudo la frase de Dostoyesqui de “Si Dios no existiera, todo estaría permitido”, cuando en realidad es al revés: todo está permitido si existe Dios, porque lo perdona todo, porque Jesucristo va a morir para redimirnos del pecado original y de todos nuestros pecados en particular. Algunos se han apresurado a enterrar a Nietzsche, su particular bestia negra, porque dijo "Dios ha muerto", y afirman, poniéndolo en boca de Dios y no sin sarcasmo: "Nietzsche ha muerto". Pero Dios no ha muerto, está bien vivo, vivito y coleando en sus excelsas alturas, y podemos decir, como Epicuro decía de todos los dioses, que existe y se desentiende totalmente de los asuntos humanos, o sea, que es como si no existiera, para el caso. Pero nosotros no queremos la redención ni el perdón de nuestros pecados y los asumimos como tales, porque son nuestros, es más, porque son -se puede decir- lo único y más nuestro que tenemos. Que Dios, o Alá o Jehová, da igual cómo quiera llamarse el dios monoteísta, se quede en sus excelsas alturas, y que nos deje en paz aquí en la tierra a solas con nuestros pecados a los humanos seres, que no se empeñe en salvarnos, que no nos hace falta ninguna salvación, y que haya de una vez para todos nosotros, es decir, entre todos nosotros, paz, una paz que acabe con la guerra fundacional del mundo: Goria in excelsis Deo et in terra pax... a todos nosotros, tengamos o no tengamos la buena o mala voluntad que tengamos. 
  
409.- ¡Calla, niño! Una copla o más propiamente serrana popular y por lo tanto laica, que quiere decir relativa y concerniente al pueblo, rezaba antaño así: Ya no dicen las madres / -¡Que viene el Coco!. / Que esta voz a los niños / asusta poco. / Si el caso apura, / les dicen: -“¡Calla, niño, / que viene el cura! En el estado aconfesional en que vivimos, en plena demotecnocracia, es preciso sustituir la mención de la figura anacrónica del cura –la conferencia episcopal está rabiosa porque ya no hay vocaciones- por la del psicólogo o psicagogo, conductor de almas. Si el psicólogo se define por estudiar el comportamiento de la mente humana, el psicagogo, igual que el demagogo o el pedagogo, se define por manipular la mente infantil. Detrás de la figura del psicólogo o psicagogo, como antes de la del cura, vemos el trasunto del viejo Coco de los cuentos infantiles: Ya no dicen las madres / -¡Que viene el cura! / Que esta voz a los niños / muy poco asusta. / Cambiando el Coco, / les dicen: -¡Calla, niño, / o te llevo al psicólogo! 
 
  
410.- Non multa sed multum. Formulan estas cuatro palabras latinas un lema pedagógico bastante descuidado, que defiende que la verdadera cultura o quizá mejor la inteligencia de las cosas no consiste en acumular muchos conocimientos eruditos, porque no se basa en su cantidad, sino en su calidad: vale más poco pero a fondo que mucho pero sin la debida profundización: no hay que aprender muchas cosas, sino mucho, que no es lo mismo, porque “mucho” quiere decir en profundidad, y “muchas cosas” alude a una pluralidad superficial, lo que nos trae a la memoria enseguida aquel fragmento de Heraclito de Éfeso que dice que los muchos conocimientos -enciclopédicos y eruditos- no nos enseñan a tener inteligencia: πολυμαθίη νόον ἔχειν οὐ διδάσκει. Heraclito contrapone el concepto de polymathía o plurisciencia enciclopédica al de nóos o inteligencia de las cosas. 
 

martes, 2 de septiembre de 2025

¿Turbinas eólicas? ¡No, gracias!

¿Qué es una turbina eólica, cuyo nombre evoca el de Éolo, el dios griego de los vientos? Es un aerogenerador, cuya altura ronda incluyendo las aspas los ciento cincuenta metros. El dispositivo convierte la fuerza del viento, que es una fuente natural y renovable periódicamente de energía, en electricidad. Al contrario del ventilador, que utiliza electricidad para mover el aire, la turbina eólica aprovecha el viento para producir electricidad. Las palas de la turbina, que son como las hélices de un avión o un helicóptero, utilizan la fuerza aerodinámica del viento para hacer girar un rotor, que hace girar a su vez un generador produciendo así electricidad que se vierte en la red. La creciente popularidad de la energía eólica se debe a que, a diferencia de la electricidad producida a partir de combustibles fósiles, no contamina, pero la construcción de estos artefactos no es nada ecológica porque hay que echar toneladas de hormigón en la tierra para sostenerlos, sobre las que ya no se puede cultivar. No resultan manejables ni se conoce todavía su vida útil, y, además, matan pájaros
 
La gente los llama a veces molinos de viento pero no son molinos, desde luego, porque no muelen nada, son unos artefactos gigantescos que, de cuando en cuando, generan algún que otro desastre ecológico como este que aquí se muestra.
 
 
 
Cada vez dependemos más de la electricidad, y cada vez necesitamos más energía eléctrica: recargamos las baterías de nuestros móviles diariamente. Cada vez abundan más patinetes y bicicletas y todo tipo de vehículos eléctricos que hacen cada vez más necesaria nuestra dependencia de la electricidad. Resulta triste, y poco saludable, ver a alguien joven sobre una bicicleta eléctrica que apenas necesita pedalear para que se mueva. Cada vez más niños usan patinetes eléctricos, ellos que podrían muy bien mover lospatines con sus propias fuerzas y hacer así algo de ejercicio. 
 
El proyecto eólico de Benavieja (Cantabria) plantea la instalación de catorce aerogeneradores de gran tamaño en los montes de Liérganes, Penagos y Santa María de Cayón, además de la construcción de una línea de evacuación de alta tensión que atravesaría Villaescusa hasta llegar a El Astillero. Promovido por una empresa, Araste SPV 2021 S.L.U., filial de Repsol Renovables, el proyecto fue publicado en el BOE el pasado 14 de julio. El gobierno autonómico se opone a él, por lo que la decisión última de su viabilidad depende del ejecutivo central. 
 
 
Los vecinos han presentado sus alegaciones populares que van desde el amor al territorio, al paisaje, a la biodiversidad, a la forma de vida y cultura tradicionales: "El polígono eólico industrial que Repsol pretende imponer no es transición, ni es verde: es despojo. No es para las personas que vivimos aquí. Es para seguir alimentando un modelo de consumo y de explotación que se disfraza de sostenibilidad mientras arrasa con todo a su paso." 
 
El proyecto podría generar impactos significativos sobre el paisaje, los recursos hídricos y la biodiversidad —incluidas especies protegidas y hábitats de interés—, así como comprometer la calidad de vida de los núcleos cercanos y afectar a actividades económicas estratégicas como ganadería, silvicultura y, lo último pero no lo menos importante a estas alturas, el turismo. Los beneficios privados de estas instalaciones no compensarán las pérdidas sociales, culturales y ambientales que van a generar.

 

Fotomontaje del pueblo de Esles con las futuras turbinas instaladas.

lunes, 1 de septiembre de 2025

Emárpsamen

 


El director de cine italiano Federico Fellini, autor de muy memorables películas llenas de talento creativo y fantasía, nos brinda sus memorias de infancia en su entrañable Amarcord, cuyo título significa precisamente “mis recuerdos” en dialecto italiano. Os traigo aquí una escena que seguramente os arracará una sonrisa,en la que revive, entre otros, a su profesor de griego, un viejo y atildado dómine a la vieja usanza y, diríamos, de la vieja escuela,  que se empeña en que el angelical discípulo objeto de su pedagógica atención pronuncie correctamente un aoristo sigmático griego que se le atraganta. La criaturita, por más que lo intenta, no acierta nunca a pronunciarlo: e-már-p-sa-men.

Sí, ya sé que es difícil hacerlo correctamente, y que hay que esmerarse mucho para salir airoso en el trance de la ejecución de esa “p” oclusiva labial sorda e intrusa  que nos obliga a cerrar los labios y cortar momentáneamente la salida del flujo de aire por la boca, para abrirlos a continuación emitiendo el sonido silbante de la sigma o ese griega, pero ahí está la gracia de la escena de la película del maestro Federico Fellini.


El viejo profesor de griego recita embelesado unos yambos del poeta Arquíloco, por cierto feísimos donde los haya, que os transcribo para los curiosos: heptà gàr necróon pesóntoon, hoùs emárpsamen posín, cheílioi fonéeés eimen. Vienen a significar algo así como “Pues de siete cadáveres tendidos, que alcanzamos a la carrera con los pies, mil somos los matadores”. Unos versos horrísonos y feísimos, ya digo, que el viejo profesor recita con fruición, deteniéndose en el “e-már-p-sa-men” de marras.

En ellos aparecen dos números: heptá (siete, como en hepta-sílabo,  heptá-gono o hepta-edro) y cheilioi (mil, que se transcribe kilo o, como preferimos algunos, quilo, como en kiló-metro o kilo-gramo). Aparece también el sustantivo necrós,  que significa cadáver (como en necró-filo, necró-polis, o necr-opsia)y el sustantivo posín, que es una forma de pus podós (pie, como en podó-logo o cefaló-podo). Seguimos hablando en griego, mal que nos pese.

Este "emárpsamen" es, por cierto, la primera persona del plural del aoristo de indicativo del verbo "márpto", que significa "dar alcance, alcanzar", y que se caracteriza, por delante, con el aumento: un alargamiento silábico de una é(psilon) que caracteriza a las formas del pretérito del indicativo,  tanto al imperfecto como al aoristo o indefinido; y por detrás, por la inclusión del morfema -sa-, típico del aoristo sigmático, y -men, propio de la primera persona del plural; por eso la forma emárpsamen significa "(nosotros) dimos alcance, alcanzamos".

Si para nosotros resulta difícil de pronunciar la forma emárpsamen, más lo resultaba para un griego la forma originaria e-márpt-sa-men, dado que la raíz del verbo era marpt-,  por lo que la tau acabó desapareciendo finalmente ante el silbido de la sigma. Por algo enunciamos la regla fonética del griego clásico: dental ante sigma desaparece.

Lo que intenta el carcamal del dómine es que su joven pupilo, que reconoce la belleza y la dificultad de la lengua griega, pronuncie correctamente la letra “psi”, que se lee “ps", explicándole con mucha paciencia cómo debe mover la lengua hacia los dientes y el aire hacia fuera para pronunciar ese difícil sonido, tan difícil que los españoles, por ejemplo, no decimos ordinariamente "psicólogo" o "psiquiatra" sino "sicólogo" y "siquiatra".

Pero el pupilo, después de haber pronunciado la “psi” correctamente le hace una sonora pedorreta al profesor que desencadena el hazmerreír de toda la clase en una no menos sonora carcajada, lo que irrita al maestro, y provoca nuestra benévola sonrisa.

domingo, 31 de agosto de 2025

Votar a los dieciséis

"Son lo suficientemente mayores para trabajar y pagar impuestos y, si contribuyen, deben tener voz [a la hora de elegir a los representantes que decidan por ellos] en cómo se invierte su dinero". Si contribuyen, deben tener voz y voto. Y si votan contribuyen a la democracia. Eso y no otra cosa es la política: inversión  del dinero. Así defendió recientemente el primer ministro británico, la reforma de la ley electoral anunciada por su gabinete hace unas semanas. Por primera vez, los jóvenes británicos de 16 y 17 años podrán acudir a los colegios electorales a depositar su voto en las urnas, cosa que ya hacían en comicios regionales de Gales y Escocia, y que ahora se amplía a todo el Reino Unido de la Gran Bretaña, donde la participación no llegó a alcanzar en las últimas elecciones el 60% del pueblo convertido en electorado. 
 
El rey-no de las Españas va, aunque en esa misma dirección, rezagado todavía. Aquí los dieciséis- y diecisieteañeros pueden trabajar, pueden cotizar, pueden contribuir a las pensiones, pueden asumir responsabilidades penales como ir a la cárcel… pero todavía no pueden votar. Pero el asunto está en la agenda ministerial.
 
 
Los argumentos que se esgrimen a favor de que voten son que muchas de las personas que actualmente van a depositar la papeleta, dada su provecta edad, ni siquiera vivirán las consecuencias de las políticas que votan, por lo que el voto juvenil se torna imprescindible para construir el trampantojo del futuro.
 
La medida trata de beneficiar a la democracia, es decir, a la definición de “demo”, rebajando la mayoría de edad a los dieciséis años, aunque podría discutirse una mayor rebaja, incluyendo a los catorce- y quinceañeros, por ejemplo, a los que habría que adoctrinar políticamente -ya se encarga de eso el nuevo servicio militar que es la Educación Secundaria Obligatoria- para que ejercieran ese derecho. 
 
En 1931 había muchos hombres y mujeres que no creían en el voto femenino, cuando las mujeres no tenían reconocido ese derecho, pero no por eso dejó de reconocérseles. E Incluso había muchas mujeres de izquierdas como las diputadas Margarita Nelken o Victoria Kent (porque la mujer tenía sufragio pasivo, es decir podía ser elegida pero no elegir) que se opusieron al sufragio activo femenino porque consideraban que el voto femenino, muy influenciado por la Iglesia, iba a escorarse a la derecha. 
 
Voto femenino, portada de ABC de 1933
 
Estos jóvenes, dicen algunos detractores, que no faltan, todavía no han “diseñado su proyecto de vida”, son inmaduros por lo que no saben aún lo que quieren. Pero puede dársele la vuelta a este argumento, dicen los defensores: rebajar la edad de voto podría ayudarles a madurar antes. Muchos votarían, según las encuestas, a la extrema derecha... Pero, claro está, no puede cuestionarse la concesión de un derecho en función del beneficio electoral en clave de partido político o ideología. 
 
Reducir la edad de voto a los dieciséis añadiría casi un millón más de votantes al electorado  y haría que los partidos políticos se preocuparan más de este 'nicho de mercado', corroborando la salud del sistema democrático. Muchos adolescentes no apoyan la democracia como sistema político. Por tanto, es necesario mejorar los canales de participación para reenganchar a esos jóvenes y hacerlos adictos al sistema político y económico vigente en el que están inmersos. 

Ampliar el derecho a voto, recalcan los expertos, mejoraría, además, la práctica democrática: un joven que empieza a votar pronto y se ejercita en ello tiene más probabilidades de continuar haciéndolo durante el resto de su vida, con lo que se combatiría la desafección creciente hacia la clase política y el también creciente abstencionismo electoral. Se lograría, además, la politización y por lo tanto la polarización izquierda/derecha que tan útil le resulta al capitalismo democrático de los jóvenes (o de las personas jóvenes, como prefieren decir los políticamente corregidos). 
 
Los jóvenes son tan responsables o irresponsables como los adultos para formar sus propias ideas y para decidir si votan o no votan, y en el primer caso para decidir en qué urna o papelera de qué partido depositan su sufragio.
  

sábado, 30 de agosto de 2025

Las alas del Querubín

Alain de l´Isle, Alain de Lille o Alanus de Insulis, que de las tres formas se le conoce, es un teólogo y poeta católico francés del siglo XII que compuso entre otras cosas un opúsculo titulado "De sex alis Cherubim". Sex es el nombre del número seis en latín, de modo que el título no tiene nada que ver con el sexo, que se decía "sexus" en esa lengua, y porque además los querubines, como ángeles que son, los segundos de los coros celestiales por debajo sólo de los serafines, no tenían sexo -ni consiguientemente género tampoco-, por lo que no vamos a discutir si eran machos, hembras o hermafroditas ni podían tener por tanto sexuales apetencias. 
 
Da a entender el autor en él lo que ya se deduce de su título: que los querubines tenían tres pares de alas.  El tratado describe una por una las seis simbólicas alas y enumera sus virtuosas y no menos significativas plumas. Todas las alas, por otra parte, tienen cinco plumas, como si fueran los dedos de una mano. 
 
No voy a cansar al sufrido lector hablándole de las seis alas y de las treinta plumas con las que el querubín recubre su desnudez primigenia, sino sólo de una, de la tercera de las alas. Resulta que esta tercera ala es la que representa la pureza de la carne, que puede ser contaminada por la lujuria, y envenenar los cinco sentidos de lascivia. Despojémosla de sus cinco plumas, desplumémosla. 
La primera pluma recubre simbólicamente la tentación del sentido de la vista: hay que evitar, dice el opúsculo cristiano, que el ojo (se supone que del varón) codicie a la mujer. ¿Y si el ojo del varón codicia al varón? ¿Y si el ojo de la mujer codicia al varón? ¿Serán santos por no desear a la mujer?

La segunda trata de salvaguardar la castidad del oído: no debemos dejarnos seducir por músicas celestiales, por palabras dulces como la miel pero llenas a veces de obscenidades y de blasfemias venenosas contra las sagradas creencias. Hemos de evitar los cantos de las sirenas que nos invitan al naufragio. Así que según el tratado debemos taparnos los oídos para no pecar: oídos castos, oídos sordos.

La tercera pluma quiere protegernos de la sensualidad del olfato evitando los perfumes y los aromas demasiado sensitivos, el almizcle que incita al abandono del deseo, tratando de que creamos que lo bueno es malo, y que las quintaesencias más refinadas de Arabia son hedores pestilentes de cloaca. Pero sabemos que eso es mentira. 

Querubín místico
La cuarta pluma quiere que evitemos darle gusto al gusto, valga la paradoja, que huyamos de la gula y de la satisfacción del vientre, porque “llena la panza, llega la danza”. Quiere que evitemos también la ebriedad. Pero uno no puede permanecer siempre sobrio en este mundo de locos. Y si la ebriedad es un demonio, como dice el clérigo, es agradable irse de copas con el diablo de vez en cuando.

La quinta y última pluma del ala que nos ocupa quiere que no toquemos, que no palpemos las cosas. Las manos de los cristianos no deben tocar las inmundicias de la carne, porque si lo hacen ellas también serán inmundas. Tacto intacto. Pero ¿qué son las inmundicias? 

 

viernes, 29 de agosto de 2025

"Orense no existe; es Ourense"

Una senadora nacionalista gallega reprochó a la ministra de Transición Ecológica y Reto Demográfico(!) del gobierno más progresista desde que hay registros del rey-no de las Españas diciéndole en un perfecto e irreprochable castellano, no en gallego, que es -supongo- su lengua materna, que Orense no existe, que es Ourense, recriminación de la que la ministra parece tomar nota con una ligera sonrisa  por el imperdonable pecado lingüístico cometido
¿Pretende su señoría, que todos los españoles, aparte de los gallegos, digamos Ourense en vez de Orense? Según ese argumento, San Sebastián, me temo, tampoco existiría, sino Donostia, que suele abreviarse coloquialmente como Donosti -no sé si por lo malsonante que resultan en castellano sus dos últimas sílabas-, topónimos ambos derivados de Domine Sebastiane, la forma latina de decir San (o Don) Sebastián, por el nombre de un monasterio consagrado a ese santo que se hallaba al parecer en el actual barrio de La Parte Vieja y que acabó dando nombre a la bella Easo.
 
Según ese argumento, me temo que Londres tampoco existiría para los españoles, ni sería la capital del Reino Unido, sino solo London, lo que a cualquier hablante del castellano le suena a vulgar majadería. 
 
Para aquellos topónimos de áreas bilingües que tengan una forma castellana distinta de la propia de la lengua cooficial, lo que parece lógico y natural es que los hablantes empleen una u otra en función de la lengua que en cada momento estén utilizando.
 
Si la señora ministra estuviera hablando en gallego, sería natural que hubiera dicho Ourense en vez de Orense, pero estaba hablando en castellano y por lo tanto dijo Orense, por lo que el reproche nacionalista de la senadora, cuyos oídos se muestran especialmente sensibles al patriotismo nacionalista lingüístico que profesa, está fuera de lugar. 
 
Recuerdo, llegado una vez hace mucho tiempo a Hondarribia, haber preguntado a un lugareño, en mi ignorancia juvenil, por dónde se iba a Fuenterrabía, a lo que él me respondió con una sonrisa, como perdonándome la vida, que ya estaba allí, y me explicó eruditamente que Fuenterrabía era el nombre anterior de lo que desde 1989 se llamaba oficialmente Hondarribia, que quería decir en vasco “vado de arena”. 
 
Resulta patético ver cómo se enzarzan los políticos y políticas en estas discusiones triviales y bizantinas que no conducen más que a distraer al personal. 
 
Los nombres propios no se traducen, se conservan tal cual o se adaptan a otras lenguas. Eso es verdad, porque, carentes propiamente de significado, no tienen traducción. En el caso de los antropónimos, si se trata de personajes famosos y tienen un equivalente etimológico, se utiliza este, y así decimos Carlos Marx en vez de Karl Marx (pues tanto Carlos como Karl derivan de Carolus) o Julio Verne en vez de Jules Verne (derivados ambos de Iulius), aunque la tendencia actual parece revertirse y conservar el nombre propio en su lengua original, pero no existe más uno que otro porque se digan en una lengua u otra.

jueves, 28 de agosto de 2025

Subvencionando la industria privada

    Ahora la economía mundial está triste, como la princesa de Rubén, porque ha entrado en estado crítico, es decir, en estado de crisis porque cada vez se venden menos autos y la industria automovilística mueve menos dinero. Una de las consecuencias de la crisis mundial es la caída en picado de las ventas de la próspera industria del motor que no sirve nada más que para fomentar la falsa sensación de libertad de que conduciendo nuestros coches vamos a donde queremos, nos movemos, cuando en realidad no es así, permanecemos inmóviles, paralizados en el aire como la flecha de Zenón: somos los chóferes de nuestros vehículos semovientes, nos llevan a donde ellos quieren, por donde ellos quieren y cuando ellos quieren.
 
Una plaga, fotomontaje de Gabriel Pérez-Juana (2024)
  
    Pero no nos preocupamos desde que aquel presidente del gobierno de las Españas sonriente y bobalicón anunció a bombo y platillo que su gabinete acudiría como hermanita de la caridad en auxilio humanitario de las empresas automovilísticas gratificando con dos mil euros a cada españolito que a partir de entonces decidiera comprarse un auto nuevo para nada. Dijo aquel presidente del gobierno del rey-no de las España que esa era una medida para salir de la crisis… Y eso lo dijo y lo hizo el presidente de un gobierno que se denominaba socialista y obrero y que, en lugar de mirar por el bien de la sociedad, volvía a socorrer como hizo con la banca al capital de la empresa privada y de los capitalistas, so pretexto de defender los puestos de esclavitud del trabajo asalariado. Es como si se empeñaran -y de hecho se siguen empeñando y así lo reconocen sin empacho ninguno-, en mantener las fábricas de armamento, en lugar de procurar el desarme y la paz, diciendo que hay que conservar los puestos de trabajo de los empleados en dichas industrias, cuando podrían recolocarlos en otras mucho más beneficiosas para el común y para los propios trabajadores.
 
    La industria automovilística se ha renovado, y ahora el gobierno, a través del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico te ofrece el programa de incentivos a la Movilidad Eficiente y Sostenible (plan MOVES que va por su tercera edición), en el marco del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, financiado por la Unión Europea-NextGenerationUE, y te subvenciona con siete mil euros si compras un coche eléctrico o de hidrógeno y achatarras el que tengas de gasoil o gasolina, o cuatro mil euros si no desguazas ninguno de los antiguos. Gracias a esta medida se quiere renovar el parque automovilístico europeo, y los gobiernos de la vieja Europa siguen subvencionando a las empresas fabricantes.Todo por la movilidad, eso sí, eficiente y sostenible, incapaces que somos de quedarnos quietos en ningún momento ni lugar, auténticos culos inquietos y de mal asiento, de lo cual se benefician tanto el Estado como el Capital, las dos caras de la misma moneda política y económica.
 
    Si tuviéramos algo del sentido común que no tenemos porque es el menos común de todos los sentidos, estaríamos celebrando la noticia de la caída de las ventas de coches por todo lo alto como una de las mejores bendiciones que podrían sucedernos a la naturaleza y al planeta, que dejarían de estar un poco menos contaminados, y a nosotros mismos que tanto si somos peatones como conductores dejaríamos de correr el peligro de morir atropellados y avasallados víctimas de nuestros automóviles, y aprovecharíamos para promover el ferrocarril y el tranvía y demás transportes públicos no contaminantes, y no nos alegraríamos en absoluto de la subvención del gobierno aunque estuviéramos pensando en comprarnos un coche; optaríamos por adquirir una bicicleta, por ejemplo, que no contamina y porque el pedaleo, además, es un ejercicio sano para el cuerpo y para el espíritu, o por tomar el antiguo caballo de San Francisco, consistente en utilizar, mientras se pueda, las propias piernas.
 
    Pasa del coche que te ayuda a pagar el vasallo y lacayo del Rey  para que mates al peatón y al ciclista que llevas dentro y atropelles de paso a algún otro peatón y ciclista, y monta en  la bicicleta de tu infancia, o toma la línea de San Fernando que te lleva un rato a pie y otro andando.

miércoles, 27 de agosto de 2025

Las verdades del 'ravero'

Así define Gúguel IA el neologismo, todavía ilegal, 'ravero': "Persona de entre veinte y treinta años, seguidora de la música electrónica, tipo drum&bass o techno-minimal, que suele consumir alcohol y drogas en fiestas denominadas 'raves' (reifs), donde se escucha esta música". Son, por lo tanto, las 'raves' fiestas generalmente multitudinarias donde se escucha música electrónica y se participa en una experiencia colectiva intensa. 
 
En los años sesenta la palabra pasa de significar en la lengua del imperio 'reseña muy halagadora, elogio' a 'fiesta bulliciosa', pero el significado actual de fiesta masiva con música electrónica alta y rápida y a menudo drogas psicodélicas arranca de finales de los ochenta y principios de los noventa. 
 
El caso es que una de estas 'raves' o fiestas clandestinas, convocada a través de canales de difusión privados ha sembrado la polémica en esta Cantabria infinitamente intolerante. La 'rave' se celebró el fin de semana pasada en las canteras de Lamadrid, en el pueblo de Roiz en Valdáliga, la zona occidental de la región próxima a las Asturias de Oviedo, y reunió a unas 400 raveros.
 

 La fiesta fue enseguida calificada de “ilegal” simplemente porque ni el Estado ni el Capital han sacado tajada de su celebración, y porque parece que para celebrar algo hay que pedir siempre permiso.  
 
Los que critican que estas personas se drogan parecen ignorar que todo el mundo se droga por lo común con drogas legales e ilegales, y eso se hace aquí, en la cantera, como en la ciudad, en los despachos y oficinas, y hasta en el congreso de sus señorías los diputados y diputadas... Ya lo hemos dejado dicho alguna vez: "Decidme qué sería de esta sociedad / sin la cocaína y antidepresivos varios, / sin drogas ya legales o ilegalizadas; / se vendría abajo el orden que hay establecido: / la democracia occidental globalizada". Si criticamos el consumo de drogas, deberíamos criticar, en buen sentido, el consumo y el consumismo en general, cualquier consumo porque todo es droga, empezando por la propia televisión y los espacios informativos de RTVE y demás medios que informan de este evento. 
 
Por otra parte, estos 'raveros' no son gente descerebrada en su inmensa mayoría. Puede incluso que entre ellos haya más títulos universitarios que en los currículos oficiales de muchos políticos de este país que se escandalizan, rasgan las vestiduras y llevan las manos a la cabeza por estas fiestas ilegales, o no autorizadas, como si para hacer una fiesta hubiera que pedir permiso a la autoridad. 
 

Desde el viernes pasado que empezó, esta ‘rave’ (ilegal) ha generado una gran preocupación tanto en el ámbito institucional como entre los vecinos del municipio de Valdáliga, donde se sitúa la cantera utilizada como enclave para esta concentración (no autorizada). El evento fue organizado sin licencia y difundido a través de redes sociales, lo que facilitó la llegada masiva de jóvenes de distintas procedencias a un espacio que, si bien de uso industrial, se encuentra en zona rural y de difícil acceso. 
 
Ante la llegada inminente de participantes en la madrugada del sábado, la Guardia Civil activó un dispositivo especial de seguridad bien temprano cortando el acceso por carretera a la cantera para impedir la entrada de nuevos vehículos. Aun así, se calcula que más de un centenar de coches ya habían accedido previamente, lo que permitió que el número de asistentes rondara las 400 personas en el punto álgido de la concentración.
 
Durante el fin de semana, los agentes han estado realizando controles aleatorios en los accesos, imponiendo multas por consumo de drogas y alcohol a los asistentes que abandonaban el lugar, dado el afán recaudatorio de las instituciones. De hecho, desde la Delegación del Gobierno se ha recordado con contundencia que este tipo de eventos pueden acarrear sanciones muy graves: los organizadores se enfrentan a multas de hasta 600.000 euros, mientras que los participantes pueden ser sancionados con cantidades que oscilan entre los 150 y los 30.000 euros, en función de la infracción cometida. Se ha dicho, además, que la cantera de Roiz, situada en un entorno natural alejado de núcleos urbanos, no contaba con las condiciones necesarias de salubridad ni con permisos para albergar un evento de tales características. Los medios insisten en el mensaje de las autoridades: en la necesidad de permisos, licencias, autorización... para celebrar este tipo de eventos. 
 
 
Además, las autoridades, que velan por nuestra seguridad, no se olvide nunca, han mostrado su preocupación por los posibles impactos medioambientales que este tipo de concentraciones pueden tener en zonas protegidas o de especial valor ecológico. Al parecer no les preocupa tanto el daño medioambiental causado por la propia existencia de la cantera. No se descarta que se lleven a cabo inspecciones posteriores para evaluar el estado del lugar y determinar posibles daños al entorno natural. 
 
La Delegación del Gobierno ha recalcado que se trabaja con una clara premisa: la tolerancia cero -prefieren decir eso que 'intolerancia'- frente a las fiestas ilegales, y ha agradecido la colaboración ciudadana y la labor coordinada de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, que han estado presentes durante todo el fin de semana, un dispositivo que seguirá activo hasta que la cantera quede completamente desalojada.
 
He aquí las declaraciones de este 'ravero' que se han difundido a través de las redes y que canta las verdades del barquero: 
 
-Es muy gracioso que esté media España ardiendo y no hagan nada, y no pongan medios ni dinero, y aquí por reunirnos doscientas personas hayan puesto helicópteros, tengan patrullas veinticuatro horas en la puerta, como si estuviéramos haciendo algo malo. Es que es ridículo, pero ¡arriba España!
-¿Cómo está el ambiente, qué tal? Le preguntas el periodista. 
-La gente aquí está de buen rollo, aquí no hay peleas. Cuando nos vamos, se queda el sitio más limpio que cuando vinimos. Es que... Pero... es mal lo que hacemos.

martes, 26 de agosto de 2025

Ilusiones fotográficas

    Un artículo de Todd Hayen sobre las ilusiones fotográficas, publicado el 23 de agosto en Off-Guardian titulado Photo Illusion (La ilusión fotográfica), pone de relieve que estamos a punto de volver gracias a la IA a la era pre-fotográfica, es decir a la época anterior a la invención de la fotografía, cuyo descubrimiento probablemente data de 1822 por el francés Nicéphore Niépce, por lo que no hay documentación fotográfica del mundo anterior a esa fecha. Antes de la invención de la fotografía, la humanidad vivió sin representación fotográfica fidedigna de la realidad objetiva, suponiendo, lo que es mucho suponer, que alguna vez la fotografía haya sido algo más que lo que dice la palabra: escritura de la luz.
 
    Hayen afirma literalmente: “Nunca hemos podido determinar con certeza si una fotografía representaba la realidad”. Esta afirmación no se refiere solo a los obvios retoques fotográficos, cuando había que revelar las fotos en el cuarto oscuro con productos químicos, sino también al encuadre fotográfico, que, reflejando un fragmento de la realidad, no nos deja ver y oculta lo demás. 
   
 
    Antes de la fotografía disponíamos de la pintura, que era otro intento de captar la realidad -la luz y el color-, y disponíamos también del espejo que nos ofrecía, al rebote de la luz y vuelta a nuestros ojos, una imagen de nosotros mismos que no éramos, sin embargo, nosotros mismos, sino una imagen virtual que interpretamos como nosotros mismos. La pintura, los espejos y las fotografías tenían en común ser representaciones y, por lo tanto, falsificaciones de la realidad, todas ellas falsas habida cuenta de su pretensión de ser verdaderas pero reales ellas mismas. Con el tiempo y la aceleración del progreso se ha logrado mayor fidelidad a la realidad, pasando de la high fidelity, la alta fidelidad, a la wireless fidelity, la fidelidad inalámbrica, pero eso se traduce no en más veracidad, sino en todo lo contrario: "(Las imágenes fotográficas son) mucho más mortíferas cada vez, mucho más falsas cuanto más fieles a la realidad", como escribe A. García Calvo en ¡Adiós, fotografías, mentirosas!, incluido en "37 Adioses al Mundo" (Edit. Lucina, Zamora, 2000).
      
    Por no hablar de las falsificaciones puras y duras, que ha habido muchas, como el caso que menciona Hayen de las hadas de Cottingley, de lo que hay información en la inevitable Güiquipedia: ocurrió en 1917 y afecta al famoso escritor Arthur Conan Doyle, autor de Sherlock Holmes, que creyó, pero muchos otros también lo hicieron, que las dos niñas tuvieron encuentros con hadas reales y les tomaron fotos. Entonces se consideraba que la fotografía era la prueba irrefutable de la existencia de algo, tan fiable como el hecho de ver algo con los propios ojos: había que ver para creer, había que ver para creer y la televisión nos hizo televidentes y, a la vez, telecreyentes. Hoy en día nadie lo creería. Las fotos de Cottingley son hadas recortadas en papel, pero los que las vieron creyeron que eran hadas de verdad y que, por lo tanto, las hadas existían.
  
 Las hadas de Cottingley (1917)
 
    Al caso de las hadas que menciona Hayen puede también añadirse el del monstruo del lago Ness, conocido cariñosamente como Nessie, con la fotografía del cirujano de 1934, la supuesta foto más famosa de la criatura, y la primera en mostrar su cabeza y cuello que, se sabe ahora, fue un engaño atribuido a R. K. Wilson. El Daily Mail publicó la foto en exclusiva y una entrevista a Wilson, que declaró que estaba mirando al lago cuando vio al monstruo, tomó su cámara y le sacó las fotos.
 
    Todo esto demuestra que la gente confiaba en la fotografía y aún más en las imágenes en movimiento que surgieron enseguida con la aparición del cinematógrafo de los hermanos Lumière. En general, estos dos medios, fotografía y cinematografía, eran fiables, a menos que se presentaran intencionadamente como falsos o como magia cinematográfica para entretener a las masas. Y todo el mundo tenía su álbum de fotos y sus vídeos familiares para recuerdo. Pero eso se acabó.
 
  Fotografía de Nessie, R.K. Wilson (1934)
 
    Con la irrupción de la IA (Inteligencia Artificial) es casi imposible para el espectador actual discernir la precisión de una foto o película en su intento de representar la realidad. La IA es el punto de inflexión que ha hecho que volvamos a la era pre-fotográfica de 1822. Escribe Hayen: “En este gran truco de ilusionismo llamado progreso, la IA no solo difumina las líneas, sino que las borra por completo, dejándonos navegar por un mundo donde cada imagen es un cuento de hadas a la espera de ser desmentido”.
 
    A estas alturas todos hemos visto fotos del pasado manipuladas mediante IA, añadiendo movimiento a fotos fijas o simplemente imágenes fotográficas de eventos y objetos que nunca existieron. Nuestro pasado, gracias a esta tecnología, tal como fue documentado por la fotografía, será destruido, al igual que nuestro presente.
 
    Cuando se inventó, la tecnología de la fotografía resultó útil para documentar el presente (al menos esa era su intención), permitiéndonos guardar registro del pasado. Ahora ha perdido esa función. No solo deja de ser una fuente fiable para presentar la realidad del presente, sino que también resultará inútil para documentar el presente a los ojos de futuras generaciones.
La mesa puesta, primera fotografía de Niépce (1822)
 
    Es posible, apunta al final de su artículo Todd Hayen, que todas las fotografías tomadas durante los últimos doscientos años, una vez digitalizadas previamente, sean manipuladas por IA, lo que le quitará autenticidad a su intención original de documentar la realidad en el momento en que fueron tomadas.
 
    Algo bueno, sin embargo, puede depararnos, escribe Hayen, esta situación: redescubrir el antiguo arte del escepticismo, ese fiel compañero de la época en que los cuentos se tejían a la luz del fuego y las palabras se verificaban de boca en boca.  Al perder el sostén de nuestras muletas fotográficas ('photographic crutches'), podríamos descubrir algo mucho más encantador: “el asombro sin filtro de nuestros propios ojos poco fiables, demostrando una vez más que la realidad siempre ha sido el mayor engaño de todos ('reality has always been the greatest hoax of all')”.

lunes, 25 de agosto de 2025

Atropellos

    Para los viajes y desplazamientos no demasiado largos soy de los que toma siempre la línea de San Fernando, que va un rato a pie y otro andando, porque es la más natural y respetuosa con la naturaleza, la menos ruidosa, contaminante y avasalladora, y sobre todo la más barata y más saludable para el cuerpo y para el alma.
 
    No estoy seguro de que san Fernando sea el patrón de los caminantes. Es más, lo dudo mucho. Sospecho que esa rima que acabo de formular es una de tantas fáciles, infantiles y repetidas rimas que nos vienen enseguida a la cabeza. Consulto a propósito  el diccionario de la docta Academia, que recoge la expresión “en el coche de san Fernando (o san Francisco)” como locución adverbial coloquial equivalente a “andando o caminando”.
 
    Bien pensado, parece que el patrón de los viandantes sería, más bien, san Francisco que no san Fernando, ya que los franciscanos eran amigos de dar largas caminatas, al modo de los antiguos filósofos peripatéticos, y el pueblo, acostumbrado a las idas y venidas de los frailes andariegos solía decir que iban "en el coche de san Francisco", por lo que la expresión se haría proverbial y sinónima de ir a pie, obligados como se veían los devotos, por su voto de pobreza, a hacer sus trayectos caminando.   
 

     Leyendo un artículo de don Julián Manuel de Sabando y Alcalde, muy instructivo por otra parte, publicado en el semanario La Ilustración Española y Americana el 15 de septiembre de 1895, titulado “Lo que cuestan los vicios”, donde pasa revista a los vicios de su época que tanto contribuían “a sostener el organismo social, y son la grasa que suaviza las asperezas y facilita el juego de las ruedas y complicado engranaje de la máquina gubernamental”, me encuentro con la expresión "el caballo de san Francisco", que no hay que interpretar al pie de la letra, sino irónicamente en todo caso, porque el santo de Asís no fue que se sepa caballero. 
 
    Enumeraba allí el literato y periodista los siguientes vicios españoles: el tabaco, cuyo consumo generalizado no prueba su excelencia; la lotería, que establecieron las Cortes de Cádiz “no... para repartir dinero sino para recogerlo”; el café y las fondasque sirven a la gula y sibarítico refinamiento de los ociosos ricos y de los glotones”; la emigración veraniegala modernísima exhibición de la vanidad, que se pretende cohonestar con el deseo de recobrar la salud y obtener algún descanso”; las corridas de toros, convertidas en la fiesta nacional; los enterramientos, en los que la vanidad de los vivos se exhibe hasta en el último paseo y morada de los muertos”; y, dejado para el final porque es el que ahora más me interesa, los tranvías, refinamiento de la molicie que se había implantado recientemente en las principales ciudades españolas. 
 
      El autor critica el vicio de que quienes recorrían antaño las distancias “a pie, sin cansancio y sin fatiga, ni imaginar siquiera que hubiesen de necesitar, sin haber llegado a la vejez ni perdido su vigor muscular valerse de ningún medio de locomoción público ni privado, se sirvieran ahora del tranvía para cualquier desplazamiento por mínimo que fuera, y no utilizaran, he aquí mi humilde hallazgo, “el antiguo caballo de San Francisco”, es decir sus propias extremidades inferiores. 
 
    Es una expresión irónica, dado que el santo de Asís había prohibido expresamente a los frailes de su orden cabalgar si no era en caso de extrema necesidad o de enfermedad. El caballo o la mula, como se oye a veces, del fraile no son más que sus piernas o el bastón en el que se apoya al caminar, y no un signo de ostentación de riqueza como en el caso del caballero, un hidalgo de reconocida nobleza, o, entre los antiguos romanos, el ciudadano de la clase intermedia entre los patricios y los plebeyos que servía en el ejército a caballo, frente a los soldados de infantería, que servían a pie. 
 
      ¿Qué diría hoy don Julián Manuel de Sabando si levantara la cabeza y viera que la mayoría de la gente en las ciudades toma no ya el transporte público, sea el metro, el autobús o el propio tranvía donde todavía circulan, sino el utilitario privado para ir a comprar el pan o el periódico a la vuelta de la esquina? 
 
    Me entero por otra parte por la prensa, como aquel presidente del gobierno de la nación de cuyo nombre no quiero acordarme, de que España es el país con la mayor tasa de atropellos mortales de Europa. Según el rotativo, la culpa es de los peatones, que cruzamos la calzada “incorrectamente”, por donde no debiéramos, porque no utilizamos los pasos habilitados para viandantes… El otro día recordábamos aquí mismo, precisamente, la celebración de El Día Internacional del Peatón, consignando el nombre propio de la primera víctima de accidente automovilístico, la irlandesa que murió atropellada.
 
     Nadie discute en pleno siglo XXI los derechos de los automovilistas, cuyos utilitarios pueden arrasar impunemente campos y ciudades, cada vez ocupan más espacios, invadiendo aceras y calzadas, autovías y autopistas con peaje y sin peaje, y son peores que el caballo de Atila: por allá por donde pasan y pisan no vuelve a crecer la hierba jamás de los jamases. Nadie discute sus derechos, pero cada vez se restringen más los derechos de los peatones, ampliándose los de los coches, da igual la etiqueta ecológica que tengan. 
 
    ¿Para qué sirven, preguntémonos, los autos? Sirven, igual que los tranvías de don Julián Manuel, para atropellarnos, arrollando –lo primero de todo- al peatón que llevan al volante, convirtiéndolo en su chófer, y lo segundo a eventuales copiloto y pasajeros, a los que privan del uso de sus piernas, y, last but not least, a todos los demás peatones y ciclistas que a su paso puedan llevarse por delante.
 

     Indignación, precisamente, es lo que me produjo el otro día el caso de un ciclista atropellado y muerto en Haro, la Rioja. El conductor que lo atropelló y mató reclamaba veinte mil euros para reparación de los daños materiales que sufrió su vehículo: y es que el culpable era la víctima, en este caso el ciclista, para que luego digan que las víctimas son siempre inocentes. 
 
    Vergüenza debería de darle a aquel automovilista, peatón atropellado él mismo y arrollador de ciclistas, reclamar ese dineral para reparar un vehículo que ha matado a un hombre, a fin, sin duda alguna, de que siga atropellando peatones y ciclistas impunemente, y matando a todo el que se interponga en su fúnebre camino, porque todo coche es en último extremo un coche funerario.