Ahora la economía mundial está triste, como la princesa de Rubén, porque ha entrado en estado crítico, es decir, en estado de crisis porque cada vez se venden menos autos y la industria automovilística mueve menos dinero. Una de las consecuencias de la crisis mundial es la caída en picado de las ventas de la próspera industria del motor que no sirve nada más que para fomentar la falsa sensación de libertad de que conduciendo nuestros coches vamos a donde queremos, nos movemos, cuando en realidad no es así, permanecemos inmóviles, paralizados en el aire como la flecha de Zenón: somos los chóferes de nuestros vehículos semovientes, nos llevan a donde ellos quieren, por donde ellos quieren y cuando ellos quieren.
Pero no nos preocupamos desde que aquel presidente del gobierno de las Españas sonriente y bobalicón anunció a bombo y platillo que su gabinete acudiría como hermanita de la caridad en auxilio humanitario de las empresas automovilísticas gratificando con dos mil euros a cada españolito que a partir de entonces decidiera comprarse un auto nuevo para nada. Dijo aquel presidente del gobierno del rey-no de las España que esa era una medida para salir de la crisis… Y eso lo dijo y lo hizo el presidente de un gobierno que se denominaba socialista y obrero y que, en lugar de mirar por el bien de la sociedad, volvía a socorrer como hizo con la banca al capital de la empresa privada y de los capitalistas, so pretexto de defender los puestos de esclavitud del trabajo asalariado. Es como si se empeñaran -y de hecho se siguen empeñando y así lo reconocen sin empacho ninguno-, en mantener las fábricas de armamento, en lugar de procurar el desarme y la paz, diciendo que hay que conservar los puestos de trabajo de los empleados en dichas industrias, cuando podrían recolocarlos en otras mucho más beneficiosas para el común y para los propios trabajadores.
La industria automovilística se ha renovado, y ahora el gobierno, a través del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico te ofrece el programa de incentivos a la Movilidad Eficiente y Sostenible (plan MOVES que va por su tercera edición), en el marco del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, financiado por la Unión Europea-NextGenerationUE, y te subvenciona con siete mil euros si compras un coche eléctrico o de hidrógeno y achatarras el que tengas de gasoil o gasolina, o cuatro mil euros si no desguazas ninguno de los antiguos. Gracias a esta medida se quiere renovar el parque automovilístico europeo, y los gobiernos de la vieja Europa siguen subvencionando a las empresas fabricantes.Todo por la movilidad, eso sí, eficiente y sostenible, incapaces que somos de quedarnos quietos en ningún momento ni lugar, auténticos culos inquietos y de mal asiento, de lo cual se benefician tanto el Estado como el Capital, las dos caras de la misma moneda política y económica.
Si tuviéramos algo del sentido común que no tenemos porque es el menos común de todos los sentidos, estaríamos celebrando la noticia de la caída de las ventas de coches por todo lo alto como una de las mejores bendiciones que podrían sucedernos a la naturaleza y al planeta, que dejarían de estar un poco menos contaminados, y a nosotros mismos que tanto si somos peatones como conductores dejaríamos de correr el peligro de morir atropellados y avasallados víctimas de nuestros automóviles, y aprovecharíamos para promover el ferrocarril y el tranvía y demás transportes públicos no contaminantes, y no nos alegraríamos en absoluto de la subvención del gobierno aunque estuviéramos pensando en comprarnos un coche; optaríamos por adquirir una bicicleta, por ejemplo, que no contamina y porque el pedaleo, además, es un ejercicio sano para el cuerpo y para el espíritu, o por tomar el antiguo caballo de San Francisco, consistente en utilizar, mientras se pueda, las propias piernas.
Pasa del coche que te ayuda a pagar el vasallo y lacayo del Rey para que mates al peatón y al ciclista que llevas dentro y atropelles de paso a algún otro peatón y ciclista, y monta en la bicicleta de tu infancia, o toma la línea de San Fernando que te lleva un rato a pie y otro andando.