Se queja el periodista griego Dimitris Politaquis de que “El sexismo lingüístico se reproduce
constantemente a través del uso generalizador y omnipotente del
género masculino en una lengua y una cultura donde la palabra
"ciudadano" aún no tiene un género femenino oficialmente
establecido.” En griego, tanto clásico como moderno, en efecto, la palabra “ciudadano”
(que se dice πολίτης, polítes, derivado de πόλις,
pólis, el nombre antiguo de la ciudad y del Estado) no
tiene género gramatical femenino, sino solo masculino, palabra de la que nos viene nuestro helenismo "cosmopolita" o sea ciudadano del mundo. Pertenece, en
efecto, a los sustantivos masculinos de la primera declinación
griega como ποιητής, poietés, el poeta, δεσπότης,
despótes, el amo y origen de nuestro déspota, o ἀθλητής
athletés, el atleta, que se refieren a oficios y ocupaciones
desempeñados habitual- y tradicionalmente por varones.
Como muy bien
añade el columnista eso no le sucede a la que seguramente es la palabra
griega más abundante en la literatura clásica: ἄνθρωπος,
ánthropos, el ser
humano, el hombre en sentido general, la persona, que vale tanto para el varón como para la mujer. Y cosa que tampoco
le sucedía en griego clásico a la palabra θεός, theós,
divinidad, que podía ser
masculina y femenina, antes de que se creara un femenino especial
θεά, theá, para
la diosa y las diosas,
habida cuenta del politeísmo.

Pero el griego dispone, además, de un género neutro, igual que el
latín, que en principio estaba reservado para las cosas, pues parece
que la primera división que se establece en las lenguas
indoeuropeas es entre seres animados e inanimados, antes de que los
animados se dividan en masculinos y femeninos. La corrección
política ha llevado a un activismo lingüístico y a una reacción
radical consistente en utilizar el género neutro en griego para no
caer en la distinción normativa heterosexual de “masculino” y
“femenino”. Así, informa Politaquis que cada vez se utiliza más
este recurso políticamente correcto en su lengua. Por ejemplo se han visto carteles llamando
a la huelga general donde se decía: «όλα ενωμένα»,
óla enoména, es decir: "todos unidos", con la forma
plural neutra «όλα» en vez de la forma masculina y
femenina όλοι, que
vale curiosamente para 'todos' y 'todas' en griego moderno. El uso
del género neutro lo promueve un activismo lingüístico que
se opone a la tradicional distinción heteronormativa
"masculino-femenino". El problema, como dice el periodista, es
que resulta 'profundamente problemático y monótono' porque el
género neutro no puede ser inclusivo de todos los sexos y géneros y
orientaciones sexuales, sino que sólo lo sería de los asexuales, y porque suena mal al oído.
Más exitoso, al menos a nivel informal y gráfico, le parece al columnista que es el uso del 'patito' que nosotros llamamos “arroba”, nuestra vieja unidad de peso hoy en desuso, que se simbolizó alguna vez con el carácter tipográfico @.

Hay que tener en cuenta que este símbolo @ que empleamos en los
correos electrónicos no se llama igual en las demás lenguas. Y es
que a veces nos parece que lo que pasa en nuestra lengua es común a
las demás, y no una peculiaridad, como comprobamos cuando comparamos
con otros idiomas. Por lo que se nos alcanza, se llama "arroba"
en portugués, en español y en francés, pero no en
italiano, donde se llama "chiocciola" o su diminutivo
"chiocciolina", que quiere decir 'caracol', y también "a
comercial" (entre los comerciantes venecianos del siglo VII, al
parecer, la @ era un signo gráfico que representaba el ánfora, una
medida de peso y capacidad que se utilizaba entonces, representado
por la "a" minúscula manuscrita inicial de la palabra
"amphora", embellecido por la escritura florentina
típica). Los griegos lo denominan παπάκι,
papáqui,
'patito', y en alemán se llama algo tan curioso como
Klammeraffe, o sea, mono-araña. En inglés se denomina, con distintos
nombres, signo "at": "at sign", "at
the rate", "at symbol", "at mark",
"commercial at", y "ampersat".
El origen del moderno símbolo @ nace en la Edad Media como unión
estilizada de las letras minúsculas "a" y "d"
que forman la preposición latina "ad" que significa "junto
a", "en", según una teoría, o, según otra que
parece más plausible, de la primera y última letra de la
preposición latina "apud", que signficia "en casa
de". En la escritura cursiva la "d" se curvaría hacia
la izquierda y se extendería sobre la "a" abarcándola
para crear el símbolo. Este uso que a los hispanohablantes nos
resulta más extraño es el que hacen los americanos en los eventos
deportivos donde el signo "@" se utiliza como separador de
los nombres de dos equipos contendientes para indicar que el segundo de ellos jugará en su propio campo, es decir, "en casa".
Por ejemplo "LA Lakers @ Boston Celtics" indica que el
partido tendrá lugar en casa de los Celtics de Boston.

Ray Tomlinson, el ingeniero americano que inventó en 1971 el correo
electrónico, utilizó en 1972 el símbolo "@" como
separación entre el nombre del destinatario y el servidor que hacía
las funciones de oficina de correos. Por ejemplo
fulanodetal@ejemplo.com, donde el usuario se llama "fulanodetal"
y el dominio "ejemplo.com".
Resulta curioso cómo el símbolo de la arroba (@) ha empezado a
utilizarse en español en algunos contextos no académicos como
recurso gráfico que parece integrar las vocales "a" y "o",
con lo que se pretende evitar engorrosas repeticiones políticamente
correctas o corteses, como diría Gracián, tales como "los
niños y las niñas, los ciudadanos y las ciudadanas", por lo
que se escribe "l@s niñ@s" o "l@s ciudadan@s",
haciendo así explícita gráficamente la alusión a los dos sexos, olvidando algo
tan consabido como que en castellano el género masculino es el
común, genérico o no marcado, que ya incluye al femenino, mientras
que el femenino es el género marcado o exclusivo; olvidando que no se pueden
confundir los géneros gramaticales con los sexos (en la frase "la
policía disolvió la manifestación", tanto la palabra
"policía" como "manifestación" son de género
femenino en español, pero no necesariamente de sexo femenino);
y olvidando que cuando decimos "el niño y la niña están
contentos" no podemos escribir "content@s" porque una
de dos: o tendríamos que leerlo "contentos y contentas" y
sería un despropósito lingüístico; o tendríamos que decir
"contento" y "contenta" como si fueran dos
palabras distintas al modo de "pozo" y "poza" o
"caño" y "caña" -pero ¿qué nota semántica
que no sea redundante le añade al adjetivo "contento" la
forma "contenta", aparte de la concordancia gramatical de
género femenino?