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miércoles, 27 de agosto de 2025

Las verdades del 'ravero'

Así define Gúguel IA el neologismo, todavía ilegal, 'ravero': "Persona de entre veinte y treinta años, seguidora de la música electrónica, tipo drum&bass o techno-minimal, que suele consumir alcohol y drogas en fiestas denominadas 'raves' (reifs), donde se escucha esta música". Son, por lo tanto, las 'raves' fiestas generalmente multitudinarias donde se escucha música electrónica y se participa en una experiencia colectiva intensa. 
 
En los años sesenta la palabra pasa de significar en la lengua del imperio 'reseña muy halagadora, elogio' a 'fiesta bulliciosa', pero el significado actual de fiesta masiva con música electrónica alta y rápida y a menudo drogas psicodélicas arranca de finales de los ochenta y principios de los noventa. 
 
El caso es que una de estas 'raves' o fiestas clandestinas, convocada a través de canales de difusión privados ha sembrado la polémica en esta Cantabria infinitamente intolerante. La 'rave' se celebró el fin de semana pasada en las canteras de Lamadrid, en el pueblo de Roiz en Valdáliga, la zona occidental de la región próxima a las Asturias de Oviedo, y reunió a unas 400 raveros.
 

 La fiesta fue enseguida calificada de “ilegal” simplemente porque ni el Estado ni el Capital han sacado tajada de su celebración, y porque parece que para celebrar algo hay que pedir siempre permiso.  
 
Los que critican que estas personas se drogan parecen ignorar que todo el mundo se droga por lo común con drogas legales e ilegales, y eso se hace aquí, en la cantera, como en la ciudad, en los despachos y oficinas, y hasta en el congreso de sus señorías los diputados y diputadas... Ya lo hemos dejado dicho alguna vez: "Decidme qué sería de esta sociedad / sin la cocaína y antidepresivos varios, / sin drogas ya legales o ilegalizadas; / se vendría abajo el orden que hay establecido: / la democracia occidental globalizada". Si criticamos el consumo de drogas, deberíamos criticar, en buen sentido, el consumo y el consumismo en general, cualquier consumo porque todo es droga, empezando por la propia televisión y los espacios informativos de RTVE y demás medios que informan de este evento. 
 
Por otra parte, estos 'raveros' no son gente descerebrada en su inmensa mayoría. Puede incluso que entre ellos haya más títulos universitarios que en los currículos oficiales de muchos políticos de este país que se escandalizan, rasgan las vestiduras y llevan las manos a la cabeza por estas fiestas ilegales, o no autorizadas, como si para hacer una fiesta hubiera que pedir permiso a la autoridad. 
 

Desde el viernes pasado que empezó, esta ‘rave’ (ilegal) ha generado una gran preocupación tanto en el ámbito institucional como entre los vecinos del municipio de Valdáliga, donde se sitúa la cantera utilizada como enclave para esta concentración (no autorizada). El evento fue organizado sin licencia y difundido a través de redes sociales, lo que facilitó la llegada masiva de jóvenes de distintas procedencias a un espacio que, si bien de uso industrial, se encuentra en zona rural y de difícil acceso. 
 
Ante la llegada inminente de participantes en la madrugada del sábado, la Guardia Civil activó un dispositivo especial de seguridad bien temprano cortando el acceso por carretera a la cantera para impedir la entrada de nuevos vehículos. Aun así, se calcula que más de un centenar de coches ya habían accedido previamente, lo que permitió que el número de asistentes rondara las 400 personas en el punto álgido de la concentración.
 
Durante el fin de semana, los agentes han estado realizando controles aleatorios en los accesos, imponiendo multas por consumo de drogas y alcohol a los asistentes que abandonaban el lugar, dado el afán recaudatorio de las instituciones. De hecho, desde la Delegación del Gobierno se ha recordado con contundencia que este tipo de eventos pueden acarrear sanciones muy graves: los organizadores se enfrentan a multas de hasta 600.000 euros, mientras que los participantes pueden ser sancionados con cantidades que oscilan entre los 150 y los 30.000 euros, en función de la infracción cometida. Se ha dicho, además, que la cantera de Roiz, situada en un entorno natural alejado de núcleos urbanos, no contaba con las condiciones necesarias de salubridad ni con permisos para albergar un evento de tales características. Los medios insisten en el mensaje de las autoridades: en la necesidad de permisos, licencias, autorización... para celebrar este tipo de eventos. 
 
 
Además, las autoridades, que velan por nuestra seguridad, no se olvide nunca, han mostrado su preocupación por los posibles impactos medioambientales que este tipo de concentraciones pueden tener en zonas protegidas o de especial valor ecológico. Al parecer no les preocupa tanto el daño medioambiental causado por la propia existencia de la cantera. No se descarta que se lleven a cabo inspecciones posteriores para evaluar el estado del lugar y determinar posibles daños al entorno natural. 
 
La Delegación del Gobierno ha recalcado que se trabaja con una clara premisa: la tolerancia cero -prefieren decir eso que 'intolerancia'- frente a las fiestas ilegales, y ha agradecido la colaboración ciudadana y la labor coordinada de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, que han estado presentes durante todo el fin de semana, un dispositivo que seguirá activo hasta que la cantera quede completamente desalojada.
 
He aquí las declaraciones de este 'ravero' que se han difundido a través de las redes y que canta las verdades del barquero: 
 
-Es muy gracioso que esté media España ardiendo y no hagan nada, y no pongan medios ni dinero, y aquí por reunirnos doscientas personas hayan puesto helicópteros, tengan patrullas veinticuatro horas en la puerta, como si estuviéramos haciendo algo malo. Es que es ridículo, pero ¡arriba España!
-¿Cómo está el ambiente, qué tal? Le preguntas el periodista. 
-La gente aquí está de buen rollo, aquí no hay peleas. Cuando nos vamos, se queda el sitio más limpio que cuando vinimos. Es que... Pero... es mal lo que hacemos.

martes, 17 de mayo de 2022

Fiesta clandestina

En la entrada hay un cartel que invita a la trasgresión: "No pasar". Para llegar a la finca abandonada hay que alejarse del casco urbano de la gran ciudad y atravesar un enorme descampado. Allí se va a celebrar una rave party, free party o fiesta clandestina y, por eso mismo, libre y gratuita. 
 
El evento de música y baile dura toda la noche y a veces se prolonga aún más, bien entrado el amanecer. En medio de paredes derruidas, grafitis coloristas, montañas de botellas vacías, algún triste condón usado por el suelo, recuerdo de un polvo rápido y urgente, un quiqui o quickly domesticado, profiláctico y sumiso, la música electrónica clandestina sonará todo el fin de semana en las ruinas del viejo caserón abandonado. 
 
Además de la bebida alcohólica,  habrá drogas o fármacos cuyos efectos son imprevisibles, a diferencia de los medicamentos, que son drogas predecibles. El uso placentero de las drogas se convierte así en consumo,  y el tiempo libre, de ocio o diversión en mercancía. Entre speed, pastillas, coca y tripis, circulará un "mejunje de brujas" hecho con estramonio, una planta sedante y farmacológica que se ha puesto últimamente de moda porque sus efectos son parecidos a los de los hongos alucinógenos y que ya ha causado algún estrago mortal: dos jóvenes madrileños murieron a consecuencia de su consumo. 
 
 
De la planta «Datura stramonium», que es como se llama técnicamente el estramonio,  se obtenía en la Edad Media un ungüento afrodisíaco que las brujas se aplicaban, mezclado quizá con belladona y mandrágora,  impregnando el palo de una escoba que se introducían en la vagina a guisa de fálico consolador o con el que se frotaban los labios de la vulva. El grabado de Francisco de Goya "Las brujas en sus escobas" muestra a dos mujeres desnudas frotándose la entrepierna con el palo de una escoba. Así lograban unos orgasmos desenfrenados y unas poderosísimas alucinaciones que las sacaban del quicio de sí mismas, liberando a las mujeres de su función reproductora, y que hacían que, efectivamente, “volaran” sobre sus escobas, prácticas pecaminosas que, siendo placenteras no estaban destinadas a la procreación y  que la Inquisición, por lo tanto,  perseguía y castigaba con denuedo. De ahí que al estramonio se lo haya llamado también “berenjena del diablo” o “higuera del infierno”. 
 

Una bruja vieja lleva en una escoba consigo a otra más joven a la que está enseñando a volar.

 
El alcalde ha indicado que está considerando la posibilidad de derribar el siniestro edificio, como si él fuera el culpable de lo que haya sucedido: "Le he dicho a la concejala de Obras que inicie un expediente de vigilancia de la situación en que se encuentra la edificación por si fuera motivo de un posible expediente de ruina para demolerlo y hacer el lugar mucho menos atractivo (para este tipo de fiestas)". 
 
Pero este tipo de fiestas, como dice el regidor, se seguirá celebrando en otros lugares no menos clandestinos, donde los jóvenes seguirán festejando sus ritos de Baco, entregándose a una música frenética que los trasporta y coqueteando con la muerte, que parece la única válvula de escape de una situación insostenible como es la presión que el actual sistema ejerce sobre ellos, destinados como están a sacrificarse en aras del futuro a tumba abierta. 
 
Algunos jóvenes coquetean con la muerte, decía, y lo que hacen es adelantar ese destino fatal que el Estado y el Capital les imponen y con el que se los amenaza, ese futuro que nunca está aquí, porque por definición es tiempo venidero, no presente, pero al que ellos quieren precipitarse porque no soportan la idea de que ese y no otro sea su final.