jueves, 10 de julio de 2025
El principio de precaución
miércoles, 9 de julio de 2025
Verano 2025 (y 2)
martes, 8 de julio de 2025
Verano 2025 (1)
Hace seis lustros, en el año del Señor de 1995, una temperatura de 28 grados centígrados en el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda se consideraba que entraba dentro de lo normal y habitual: era verano y hacía calor. Ahora han cambiado los parámetros y los colores de los mapas meteorológicos señalan una advertencia sanitaria debida al calor extremo, reforzando inconscientemente el vínculo entre el calor y el cambio climático, que es nuestro pecado original del que todos tenemos la culpa: la misma temperatura exactamente ha pasado de ser normal a ser alarmantemente espantosa, con lo que se consigue dar un mensaje desagradable del verano, que se considera peligroso para la salud. En versión península ibérica, sería así:
lunes, 7 de julio de 2025
Pareceres LXXX
391.- Capitalismo. Escribía Juan Manuel de Prada en su columna semanal titulada La verdad sobre la corrupción (27 de junio de 2025): El afán de lucro, a la postre, es una forma monstruosa de espiritualidad, más que una concupiscencia material. No son bienes lo que persigue quien tiene libido lucrandi, que es el deseo apasionado por el interés (económico, por supuesto; por el interés, te quiero Andrés), sino valores espirituales, por eso la publicidad no te vende un automóvil sin más, sino la ilusión de libertad de ir a donde te plazca, y el status que supone. El afán de lucro está canonizado, dice De Prada, por el capitalismo. “El capitalismo, en contra de lo que piensan los ilusos, no es tan solo una doctrina económica, sino una visión antropológica y ontológica disolvente -y teológica, añadiría yo-, un sucedáneo religioso en el que el dinero ocupa el lugar de Dios”. Mammón habría desplazado a Jehová: la nueva religión, que es la del dinero, no tiene ateos. Pero el capitalismo no es un sucedáneo religioso, no distingue entre Mammón, o sea el Dinero, y Jehová, por lo que ya no tiene ningún sentido aquella frase de Jesucristo de que no se puede servir a dos amos a la vez, cuando se demuestra que no hay dos amos, sino uno solo, que es el Puto Amo, y no es que ocupe el lugar de Dios es que Él es el único dios real y verdadero.
392.- Televidentes-telecreyentes. Si no lo veo, no lo creo, dice a menudo la gente. La frase se popularizó a partir del relato de san Juan evangelista, que narra que el apóstol Tomás, que no estaba con el resto de los discípulos cuando se les apareció Jesús resucitado después de muerto, y le dijeron "Hemos visto al Señor", les respondió: Si yo no veo en sus manos la hendidura de los clavos, y no meto mi dedo en el agujero que en ellas hicieron, y mi mano en la llaga de su costado, no lo creeré. El discípulo no creyó en la resurrección de Jesús hasta que días después se le apareció a él y pudo ver y tocar sus llagas, metiendo el dedo en las heridas, invitándole a no ser incrédulo sino fiel y reprochándole que haya creído porque lo ha visto, pero sentenciando: "bienaventurados aquellos que sin haber visto han creído". En esencia, "ver para creer" significa que se requiere evidencia física y experiencia directa para dar por válido algo. Es una expresión común que refleja la doble tendencia humana a dudar, por un lado, de lo que no se puede observar o confirmar personalmente y a creer, por el otro, mucho más peligroso, en aquello que se puede ver. Si lo aplicamos a lo que hace habitualmente la mayoría de la gente, que es ver pantallas que, alejadas de las cosas que retratan, se las acercan a sus incrédulos ojos, resulta que basta que algo salga en esas pantallas para que creamos ciegamente en ello, convirtiéndonos en televidentes y, por lo tanto, telecreyentes.
393.- Miente más que la gaceta. La Gaceta de Madrid fue desde finales del siglo XVII hasta 1936 el nombre del diario oficial del gobierno español, y por lo tanto el antecesor del Boletín Oficial del Estado. La docta Academia define “gaceta” como una “publicación periódica en la que se dan noticias comerciales, administrativas, literarias o de otra índole”. El término viene del italiano gazzetta, que era el diminutivo derivado del latín “gaza” tesoro, erario, y era el nombre de una moneda de poco valor que circulaba en Venecia allá por el siglo XVI que era el precio que costaba una de las primeras publicaciones periódicas, la hoja informativa que apareció durante la guerra de la Serenísima contra Solimán II, que tomó el sobrenombre de la moneda que costaba. Resulta significativa la relación de la información con la moneda. Pero más significativo es lo que late por debajo del dicho castellano popular de “mentir más que la gaceta”, que es como decir mentir más que la prensa orgánica en general, hoy diríamos El Periódico Global(ista), o sea, El País, porque las informaciones, todas sin excepción, son mentirijillas que no valen ni un céntimo. "La gaceta miente: se supo siempre. Pero no es el gacetillero el que falsea: es el poder". Escribió una vez Eduardo Haro Tecglen.
394.- El euro y la peseta. La propaganda gubernamental decía: "Los precios no cambian, sólo cambia la moneda". Solo había que acostumbrarse al cambio y hacer la conversión de lo euros en pesetas para comprobar que todo cambiaba no para seguir igual, sino para empeorar: Un euro equivalía exactamente a 166,386 pesetas. Un día antes un café en un bar cualquiera, tomado en la barra, valía 90 pesetas; al día siguiente, el día de Año Nuevo del año del Señor de 2002, el café, tomado en la barra del mismo bar costaba, hecha la falsa conversión, 90 céntimos de euro, como si la vieja peseta equivaliera a un céntimo de euro, lo cual era cómodo porque no había que hacer operaciones matemáticas, pero falso, porque 90 céntimos no eran 90 pesetas, sino exactamente 150 pesetas, casi casi el doble. Otro testimonio: tomado de alguien que jugaba al billar a diario previo pago de una moneda de cien pesetas que, de un día para otro, pasó a ser de un euro. En un solo día todo había subido un 66% más, sin explicación ninguna. La subida de precios que negaba el gobierno que fuera a producirse se produjo y fue brutal, y en esas estamos porque en esas seguimos hasta hoy, donde todo sube y sube de un día para otro sin otra explicación que la tendencia al alza de los precios.
395.- La muerte de un futbolista. El periodismo, escribía Chesterton, consiste, en gran medida, en decir “Lord Jones está muerto” a personas que nunca supieron que Lord Jones estaba vivo. Yo, que no soy forofo ni aficionado al fútbol, no sabía hasta el otro día quién era Diogo Jota, el futbolista portugués que en 2020 fue traspasado al Liverpool F.C. por, se estima, cuarenta y cinco millones de libras esterlinas. Me he enterado de que estaba vivo a raíz de su trágica muerte cuando se trasladaba en automóvil de Zamora a Santander a tomar el ferry para viajar a Porstmouth en Inglaterra y la carretera se cobró su vida. Iba en un coche de alta gama que quedó calcinado y las primeras hipótesis señalan a un reventón de una rueda mientras realizaban un adelantamiento como la principal causa del accidente mortal. La muerte fue instantánea, pues el coche ardió rápidamente por el fuerte golpe al salir de la calzada. El caso es que la misma tragedia que le ha ocurrido el 3 de julio al balompedista del Liverpool le ocurre cada día a miles de personas anónimas en todo el mundo que no conocemos, pero sólo cuando la Señora de la Guadaña cercena la vida de un VIP se convierte en noticia novedosa. El futbolista, a sus 28 años, deja una mujer y tres hijos detrás que preguntarán dónde está su padre, cuándo volverá a casa y por qué tarda tanto, igual que su hermano, futbolista también, que viajaba con él y murió en el acto.

domingo, 6 de julio de 2025
Salvar el matrimonio a toda costa
Hace ahora veinte años, cuando el matrimonio parecía que había entrado en una profunda crisis en nuestro país, el gobierno español, actuando así como cuarentona dispuesta a hacer lo que fuera con tal de salvar “su” matrimonio, fue y aprobó el matrimonio igualitario, una ley que equipara en derechos y deberes las uniones homosexuales y heterosexuales, a la vez que aligeraba los trámites del divorcio. Ambas medidas estaban destinadas obviamente a salvaguardar la sacrosanta institución del matrimonio y, por lo tanto, la no menos sagrada familia.
No se olvide que, como reconoce la gente, el matrimonio es la causa principal de divorcio en todos y cada uno de los casos en que se plantea. El divorcio, lejos de poner en peligro el “sagrado vínculo”, como temían los conservadores más recalcitrantes, lo fortalece: se cambia de pareja, pero se mantiene la pareja. Antes parecía que el matrimonio era algo “para toda la vida”, y por lo tanto había que pensarlo mucho antes de tomar la decisión de dar ese paso irreversible. Ahora se puede dar alegremente sin muchos miramientos. Si la unión se va al traste a los pocos días de convivencia por incompatibilidad de caracteres, no importa, uno se divorcia, y ya está, puede volver a casarse si quiere a las pocas horas, días, semanas, meses y años. Es como si nos dijeran: -“No tengáis tanto miedo de entrar, porque, cuando queráis, podéis salir por la misma puerta por donde habéis entrado”.
Ni siquiera es preciso ya ser heterosexual para poder casarse… Ahora que algunos heterosexuales se muestran reacios a adquirir el compromiso matrimonial, dejamos que se casen los homosexuales, demostrando que no es preciso que haya diferencia sexual significativa para que pueda haber matrimonio. De lo que se trata, en definitiva, es de que no haya parejas de hecho, o de que, por lo menos, las que haya se conviertan en parejas de derecho, lo que supone intromisión de la póliza Estado en el tálamo nupcial. La institución del matrimonio está por encima de la diferencia sexual, aunque no por encima de la pareja todavía. Dos varones o dos mujeres pueden ser cónyuges entre sí, es decir, podrán formar una familia establecida que soporte el “yugo” del matrimonio: no otra cosa quiere decir la palabra cón-yuge sino compañero de yugo, metáfora que recuerda a los dos bueyes sometidos al conyugio de la misma sujeción que los empareja.
Pese a los conservadores, sobre todo la iglesia católica y sus feligreses, que ven en esta medida un golpe mortal para la institución del matrimonio y el sagrado vínculo, parece todo lo contrario: esta medida viene a salvarle la cara al matrimonio tradicional, por lo que bajo su aspecto demoledor, esconde el conservadurismo más progresista –denominamos así, con una contradicción sólo aparente, al conservadurismo que es consciente de que para que las cosas sigan igual estas deben cambiar y acomodarse a los tiempos.
No tendríamos nada nosotros en principio contra esta noticia si estuviéramos a favor del matrimonio. Pero como no sentimos mucho aprecio por una institución como esta del matrimonio porque, desde nuestro punto de vista, ha pervertido totalmente la unión o apareamiento libre entre las personas, institucionalizándola, no podemos alegrarnos mucho ante una medida que pretende integrar en el sistema a los homosexuales que hasta ahora no parecían estar demasiado integrados.
No tenemos nada contra las parejas que se reconocen a sí mismas como homosexuales, como tampoco contra las heterosexuales. Tampoco nos parece mal que se equiparen unas y otras en derechos y deberes y consideración social, y se les permita adoptar hijos… Algunos se oponen al derecho de adopción de las parejas homosexuales porque opinan que la homosexualidad de los padres podría condicionar la de los hijos, pero eso no es algo intrínsecamente malo, a no ser que se considere una perversión en sí la propia homosexualidad, que no parece el caso.
Lo más triste de todo es que el amor que se reconoce como tal, tanto heterosexual como homosexual, se entierre definitivamente en la tumba del matrimonio. Lo que parece fatal es que nuestros amores sean los ríos, como diría el poeta, que van a dar al mar que es el matrimonio, o sea, el morir. Se destruye así, en efecto, institucionalizándolo, lo que estaba por debajo, estamos hablando de sentimientos: lo que se pretendía salvaguardar.
La crítica que se hace aquí del matrimonio no quiere ser una apología del noviazgo, porque este no es sino la cantera y antesala del matrimonio. Muchas parejas que llevan muchos años casados reconocen abiertamente que lo mejor de su matrimonio ha sido precisamente el noviazgo, es decir, la etapa previa a la institucionalización de la pareja y a la intromisión del Gran Hermano en la alcoba nupcial, lo que debe entenderse al revés de cómo lo dicen: el matrimonio ha supuesto la tumba de su amor.
No hace falta decir que la crítica que hacemos aquí al matrimonio no debe entenderse “a sensu contrario” como un elogio de la soltería: los que “no se casan con nadie”, como dicen algunos que hacen, son, a menudo, los que contraen matrimonio consigo mismos: y la autogamia es el peor matrimonio que hay -no hace falta decirlo- porque tiende a la indisolubilidad del vínculo consolidando una nueva forma de familia unipersonal o monopersonal, a la mayor gloria del individuo.
sábado, 5 de julio de 2025
No es magia potagia, son tus impuestos

viernes, 4 de julio de 2025
Dirección de personal y recursos humanos.
jueves, 3 de julio de 2025
¿Sano y saludable? (y 2)
Si se cambian los parámetros que establecen la normalidad no es para adaptarse a una nueva realidad ni para prevenir enfermedades, sino para crear más 'enfermos', más 'pacientes' a los que convertir en clientes de la pujante industria farmacéutica vendiéndoles fármacos, por ejemplo, contra la hipertensión, que definen según su conveniencia. Nos han hecho creer que cada año somos más frágiles, y cada vez que se ajustan los “límites normales” a la nueva normalidad, aumentan por un lado el miedo y por otro las ventas de medicamentos. No están previniendo, insisto, están creando enfermedades y pacientes que normalizan su dependencia farmacológica disfrazándola de salud. Ya sucedió también con el colesterol, como muestra el cuadro siguiente:


miércoles, 2 de julio de 2025
¿Sano y saludable? (1)
martes, 1 de julio de 2025
'Hoy Follas Seguro'


























