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sábado, 4 de octubre de 2025

Recuperar la soberanía

    De vez en cuando la gente hace un descubrimiento importante: que los gobiernos elegidos democráticamente por el pueblo no gobiernan en realidad, porque están gobernados desde fuera, desde arriba: porque quien manda es Don Dinero, el más poderoso de todos los caballeros. Y donde manda capitán, que es el Capital, no manda marinero. ¿De qué sirve entonces la democracia parlamentaria? ¿Para qué sirve un gobierno sujeto al gobierno del vil metal, llámese Fondo Monetario Internacional o Banco Mundial? ¿Quién ha elegido democráticamente a Herr Kapital, das Kapital, que diría el reverendo Carlos Marx, como Dios todopoderoso del universo mundo? Algunos de los avatares de esta divinidad son Mister Dolar, o Mister Euro, la moneda única y monoteísta que sustituyó a las politeístas pesetas, francos, marcos, liras y demás divinidades trasnochadas menores que ya son poco menos que la calderilla del recuerdo, y que algunos añoran. 
 
    Hay, en efecto, quienes abogan por la vuelta a las viejas monedas nacionales para recuperar las esencias patrias de nuestra memoria histórica, como hay quienes abogan por el rechazo al dinero digital en favor del dinero físico, cuyo uso está sujeto a menos restricciones por lo que consideran que nos hace más libres del control estatal (pero no del dinero). 
 
    Entre los primeros, Giorgio Agamben publica en la Red una columna el 23 de septiembre titulada Moneta e Memoria  que establece la conexión etimológica entre la moneda y la memoria, dado que el latín 'moneta', origen de nuestro término 'moneda' y del inglés 'money', era la diosa romana equivalente de la griega Mnemósine, la Memoria. Higino, por ejemplo, escribe que de Júpiter y Moneta nacieron las Musas, equiparando de hecho a Moneta con la titánide Mnemósine, la Memoria. Pero Moneta no es la traducción del griego Mnemósine, que sería más bien 'memoria', sino un epíteto también de Juno, la hermana y esposa de Júpiter, Iuno Moneta, junto a cuyo templo se instaló en Roma una ceca donde se acuñaba la moneda. 
 
    Entra Agamben en el debate sobre la abolición de la moneda única europea y la recuperación de la moneda tradicional de cada país y escribe que cada nación del viejo continente, al renunciar a la soberanía sobre su propia moneda, ha renunciado también a su propio legado de recuerdos, a su memoria histórica, diríamos con la expresión a la moda. Y más adelante: “Cuando un distinguido economista declara que la única manera de que Francia (y quizás todos los países europeos) salgan de su crisis es recuperar la autoridad sobre su propia moneda, en realidad está sugiriendo que ese país redescubra su relación con su propia memoria. La crisis de la comunidad europea y su moneda, que ya nos afecta, es una crisis de memoria, y la memoria —no lo olvidemos— es para cada país un lugar eminentemente político. No hay política sin memoria, pero una memoria europea es tan frágil como su moneda única”. 
    De alguna manera, el filósofo italiano tras la conexión etimológica que establece entre el dinero y la memoria histórica está sugiriendo o proponiendo, como el economista cuyo nombre propio no cita, que cada país europeo recupere su soberanía nacional recobrando su propia memoria económica. No es ningún secreto su oposición al engendro de la Unión Europea: Ha dejado escrito: "Para decirlo sin tapujos ni reservas: si realmente queremos pensar en una Europa política, lo primero que tenemos que hacer es quitar de en medio a la Unión Europea, o al menos estar preparados para el momento en que, como ahora parece inminente, se derrumbe". La oposición, justa y necesaria, a las políticas de la Unión Europea lo lleva no solo a decir simplemente que no a dichas políticas supranacionales, sino a querer recuperar el viejo patrón de la soberanía de la nación, que no debe confundirse nunca con la soberanía popular. 

lunes, 7 de julio de 2025

Pareceres LXXX

391.- Capitalismo. Escribía Juan Manuel de Prada en su columna semanal titulada La verdad sobre la corrupción (27 de junio de 2025): El afán de lucro, a la postre, es una forma monstruosa de espiritualidad, más que una concupiscencia material. No son bienes lo que persigue quien tiene libido lucrandi, que es el deseo apasionado por el interés (económico, por supuesto; por el interés, te quiero Andrés), sino valores espirituales, por eso la publicidad no te vende un automóvil sin más, sino la ilusión de libertad de ir a donde te plazca, y el status que supone. El afán de lucro está canonizado, dice De Prada, por el capitalismo. “El capitalismo, en contra de lo que piensan los ilusos, no es tan solo una doctrina económica, sino una visión antropológica y ontológica disolvente -y teológica, añadiría yo-, un sucedáneo religioso en el que el dinero ocupa el lugar de Dios”. Mammón habría desplazado a Jehová: la nueva religión, que es la del dinero, no tiene ateos. Pero el capitalismo no es un sucedáneo religioso, no distingue entre Mammón, o sea el Dinero, y Jehová, por lo que ya no tiene ningún sentido aquella frase de Jesucristo de que no se puede servir a dos amos a la vez, cuando se demuestra que no hay dos amos, sino uno solo, que es el Puto Amo, y no es que ocupe el lugar de Dios es que Él es el único dios real y verdadero. 

392.- Televidentes-telecreyentes. Si no lo veo, no lo creo, dice a menudo la gente. La frase se popularizó a partir del relato de san Juan evangelista, que narra que el apóstol Tomás, que no estaba con el resto de los discípulos cuando se les apareció Jesús resucitado después de muerto, y le dijeron "Hemos visto al Señor", les respondió: Si yo no veo en sus manos la hendidura de los clavos, y no meto mi dedo en el agujero que en ellas hicieron, y mi mano en la llaga de su costado, no lo creeré. El discípulo no creyó en la resurrección de Jesús hasta que días después se le apareció a él y pudo ver y tocar sus llagas, metiendo el dedo en las heridas, invitándole a no ser incrédulo sino fiel y reprochándole que haya creído porque lo ha visto, pero sentenciando: "bienaventurados aquellos que sin haber visto han creído". En esencia, "ver para creer" significa que se requiere evidencia física y experiencia directa para dar por válido algo. Es una expresión común que refleja la doble tendencia humana a dudar, por un lado, de lo que no se puede observar o confirmar personalmente y a creer, por el otro, mucho más peligroso, en aquello que se puede ver. Si lo aplicamos a lo que hace habitualmente la mayoría de la gente, que es ver pantallas que, alejadas de las cosas que retratan, se las acercan a sus incrédulos ojos, resulta que basta que algo salga en esas pantallas para que creamos ciegamente en ello, convirtiéndonos en televidentes y, por lo tanto, telecreyentes. 

393.- Miente más que la gaceta. La Gaceta de Madrid fue desde finales del siglo XVII hasta 1936 el nombre del diario oficial del gobierno español, y por lo tanto el antecesor del Boletín Oficial del Estado. La docta Academia define “gaceta” como una “publicación periódica en la que se dan noticias comerciales, administrativas, literarias o de otra índole”. El término viene del italiano gazzetta, que era el diminutivo derivado del latín “gaza” tesoro, erario, y era el nombre de una moneda de poco valor que circulaba en Venecia allá por el siglo XVI que era el precio que costaba una de las primeras publicaciones periódicas, la hoja informativa que apareció durante la guerra de la Serenísima contra Solimán II, que tomó el sobrenombre de la moneda que costaba. Resulta significativa la relación de la información con la moneda. Pero más significativo es lo que late por debajo del dicho castellano popular de “mentir más que la gaceta”, que es como decir mentir más que la prensa orgánica en general, hoy diríamos El Periódico Global(ista), o sea, El País, porque las informaciones, todas sin excepción, son mentirijillas que no valen ni un céntimo. "La gaceta miente: se supo siempre. Pero no es el gacetillero el que falsea: es el poder". Escribió una vez Eduardo Haro Tecglen. 

394.- El euro y la peseta. La propaganda gubernamental decía: "Los precios no cambian, sólo cambia la moneda". Solo había que acostumbrarse al cambio y hacer la conversión de lo euros en pesetas para comprobar que todo cambiaba no para seguir igual, sino para empeorar: Un euro equivalía exactamente a 166,386 pesetas. Un día antes un café en un bar cualquiera, tomado en la barra, valía 90 pesetas; al día siguiente, el día de Año Nuevo del año del Señor de 2002, el café, tomado en la barra del mismo bar costaba, hecha la falsa conversión, 90 céntimos de euro, como si la vieja peseta equivaliera a un céntimo de euro, lo cual era cómodo porque no había que hacer operaciones matemáticas, pero falso, porque 90 céntimos no eran 90 pesetas, sino exactamente 150 pesetas, casi casi el doble. Otro testimonio: tomado de alguien que jugaba al billar a diario previo pago de una moneda de cien pesetas que, de un día para otro, pasó a ser de un euro. En un solo día todo había subido un 66% más, sin explicación ninguna. La subida de precios que negaba el gobierno que fuera a producirse se produjo y fue brutal, y en esas estamos porque en esas seguimos hasta hoy, donde todo sube y sube de un día para otro sin otra explicación que la tendencia al alza de los precios.  

395.- La muerte de un futbolista. El periodismo, escribía Chesterton, consiste, en gran medida, en decir “Lord Jones está muerto” a personas que nunca supieron que Lord Jones estaba vivo. Yo, que no soy forofo ni aficionado al fútbol, no sabía hasta el otro día quién era Diogo Jota, el futbolista portugués que en 2020 fue traspasado al Liverpool F.C. por, se estima, cuarenta y cinco millones de libras esterlinas. Me he enterado de que estaba vivo a raíz de su trágica muerte cuando se trasladaba en automóvil de Zamora a Santander a tomar el ferry para viajar a Porstmouth en Inglaterra y la carretera se cobró su vida. Iba en un coche de alta gama que quedó calcinado y las primeras hipótesis señalan a un reventón de una rueda mientras realizaban un adelantamiento como la principal causa del accidente mortal. La muerte fue instantánea, pues el coche ardió rápidamente por el fuerte golpe al salir de la calzada.  El caso es que la misma tragedia que le ha ocurrido el 3 de julio al balompedista del Liverpool le ocurre cada día a miles de personas anónimas en todo el mundo que no conocemos, pero sólo cuando la Señora de la Guadaña cercena la vida de un VIP se convierte en noticia novedosa. El futbolista, a sus 28 años, deja una mujer y tres hijos detrás que preguntarán dónde está su padre, cuándo volverá a casa y por qué tarda tanto, igual que su hermano, futbolista también, que viajaba con él y murió en el acto.