Mostrando entradas con la etiqueta democidio. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta democidio. Mostrar todas las entradas

viernes, 4 de abril de 2025

Democidio

R. J. Rummel, politólogo estadounidense reconocido por su investigación sobre la violencia gubernamental y las causas de la guerra, acuñó el término democidio, híbrido grecoaltino que sigue el patrón de 'genocidio', formado sobre “demo” 'pueblo' en griego y el sufijo latino -cidio 'crimen', diferenciándolo de la guerra y mostrando cómo los propios gobiernos han sido responsables de la mayoría de las muertes en el siglo XX. Con este término se refería a los asesinatos perpetrados por el gobierno, como el genocidio de los pueblos indígenas y el colonialismo, la Alemania nazi, las purgas estalinistas, la Revolución Cultural de Mao Zedong y otros regímenes autoritarios, totalitarios o antidemocráticos, llegando a la conclusión demasiado fácil de que los regímenes democráticos son los que menos democidios causan, porque para él las democracias son “inherently nonviolent”, intrínsecamente no-violentas, algo que habría que matizar definiendo lo que entendemos por violencia.
 
 
Su obra fundamental Death by Government (1994) documenta casos históricos de democidio y analiza las condiciones que facilitaron tales crímenes. En este libro, Rummel estimó que, durante el siglo XX, los gobiernos fueron responsables de la muerte de aproximadamente 212 millones de personas, cifra que supera con creces las muertes ocurridas en combates bélicos durante el mismo período.
 
Rummel acuñó el término "democidio" para referirse al asesinato intencional de personas desarmadas por parte de agentes gubernamentales actuando en su capacidad oficial y siguiendo políticas u órdenes gubernamentales. Este concepto abarca una amplia gama de actos, incluyendo genocidios, politicidios, asesinatos en masa y muertes resultantes de políticas gubernamentales negligentes o deliberadamente dañinas, como hambrunas inducidas. Rummel definió el democidio como "el asesinato de cualquier persona o personas por parte de un gobierno, incluyendo genocidio, politicidio y asesinato en masa".
 
 
 
No cabe duda de que la organización que hace posible el democidio es el Estado, pero Rummel distingue los estados totalitarios de los democráticos, como si estos últimos no fueran a su sofisticado modo tan totalitarios o más que los primeros. Según él, los regímenes democráticos tienden a no entrar en guerra entre sí y son menos propensos a la comisión de democidios en comparación con los regímenes autoritarios o totalitarios, que quedan reducidos a fantasmas del pasado.
 
El análisis de Rummel puede sernos útil en líneas generales, pero habría que hacerle algunas salvedades. Se me ocurren estas tres: 
 
-Hablar de datos históricos (el libro de Rummel está plagado de ellos en forma de gráficos y estadísticas) nos distrae de nuestra situación actual de aquí y ahora. Puede reprochársele su excesiva subordinación a la realidad, a la creencia de que hay otras épocas, como el siglo XX, y al olvido de que la única que hay hic et nunc es esta única, en la que caben todas las demás. 
 
-Los regímenes democráticos, que son los más progresados, no causan tantos democidios físicos, vamos a llamarlos así, porque no tienen la necesidad imperiosa de administrarles la muerte a sus propios ciudadanos, ya que ellos mismos se la autoadministran. En ese sentido puede decirse que son la expresión más lograda del democidio porque la democracia es la muerte -el democidio- del pueblo. Todos los ciudadanos son en un sentido amplio funcionarios del Estado, o lo que es lo mismo, funcionarios de sí mismos, y el Estado, a través de la imposición del tiempo cronometrado, es decir, del futuro, que es el dinero, aniquila sus vidas: la condena al futuro es una condena de muerte, la administración de la muerte en vida.
 
 
-El democidio, la muerte del pueblo, es la configuración de este como Estado. Conviene recordar aquí a Nietzsche, que nos advierte de que no son lo mismo, aunque ordinariamente tiendan a confundirse, y sobre todo en los regímenes democráticos, donde supuestamente gobierna el pueblo. Escuchemos lo que nos gritaba el Zaratustra nietzscheano: ¿Estados? ¿Qué es eso? ¡Pues bien, abrid los oídos! ¡Voy a deciros mi palabra sobre la muerte de los pueblos! Estado es el nombre que se da al más frío de todos los monstruos fríos. El Estado miente con toda frialdad y de su boca sale esta mentira: “Yo, el Estado, soy el pueblo”.