martes, 7 de enero de 2025

La Historia y la historia.

Walter Benjamin en Sobre el concepto de historia (1940), en su tercera tesis, escribe: El cronista que narra los acontecimientos sin distinguir los grandes de los pequeños da cuenta de esta verdad: la historia no pierde nada de lo que alguna vez aconteció. Si esta intuición es certera, se puede decir que hay dos tipos de pasado: uno que está presente por derecho propio, que es el de los vencedores y está recogido por la Historia hegemónica y otro, ausente, pero no perdido, porque no se pierde nada, el de los vencidos.
 
Hay una Historia, con mayúscula, que es la historia oficial y académica, que es conmemorada institucionalmente porque es una de las piedras angulares sobre las que está construida la realidad que vivimos, el sistema. Es la que preside Clío con su trompeta triunfal que proclama las hazañas épicas, la que escriben, porque no hay Historia sin relato escrito, los vencedores para que conste. Hay ecos de este aforismo en Órgüel, que en su novela 1984 afirma que "quien controla el pasado, controla el futuro; quien controla el presente, controla el pasado". Se señala así cómo el relato de la narrativa histórica  es manipulado por quienes ostentan el poder para seguir ostentándolo. 
Clío, la musa de la historia, Pierre Mignard (hacia 1689)
 
 Sin embargo, hay otra historia, con minúscula, porque la historia no es lo que sucedió en el pasado sino lo que se registró de lo sucedido, que es la de los vencidos, que al haber perdido, han quedado fuera del relato. 
 
La causa vencedora, escribió Lucano, agradó a los dioses, pero la vencida a Catón, que se rebelaba así contra la realidad impuesta, considerando superior, pese haber sido derrotada, la causa vencida. 
 
Y es de las causas perdidas o vencidas de las que venimos a hablar, resucitando o trayendo a la vida a algunos muertos, los sueños frustrados de quienes quedaron aplastados por la historia oficial, como aquellos anarquistas que atracaron un banco en Barcelona pero no se quedaron con el dinero robado, ni siquiera lo repartieron a lo Robin Hood entre los indigentes, sino que lo quemaron porque lo que pretendían no era el reparto sino la abolición, y tantos y tantos otros hombres y mujeres que quedaron orillados en las cunetas de la Historia oficial, pero que siguen de alguna manera vivos porque su fracaso sigue siendo una posibilidad. 
 
Su recuerdo demuestra que las cosas podían haber sido de otra manera y que lo que hoy existe, la realidad existente, no es una fatalidad que no pueda cambiarse. Y si el presente tiene una posibilidad latente, que viene de un pasado que no pudo ser, entonces podemos imaginar no vamos a decir un futuro, que es una palabra propia del sistema que da por hecho lo que no lo está, sino algo que no sea proyección del presente de los que ganaron sino del presente posible.
 
 
Si muere el recuerdo de esta y otras experiencias revolucionarias fracasadas, vencidas, morirán sus efectos sobre la realidad.
 
Hay que preguntarse: ¿Es posible pensar o soñar que otro mundo es posible? Sí, porque el que es imposible, el que no puede ser es precisamente este, el que es, porque ha agotado su posibilidad en la realización de su existencia. La posibilidad implica algo aún no realizado, un espacio de apertura. Pero cuando algo "es" plenamente, parece agotarse a sí mismo, cerrando cualquier otra posibilidad.
 
Si afirmamos que la realidad "es lo que es", estamos dando por sentado que no puede ser de otra manera; estamos clausurando su posibilidad de dejar de ser lo que es y su apertura a otros devenires. Nada, desde luego, anuncia que se vaya a producir un acontecimiento, puede suceder o no. La historia no avanza en línea recta según una mecánica de causas/consecuencias hacia el futuro. Si solo nos fiamos de las tradiciones recibidas (y de su documentación) que ligan el presente al pasado, convertiremos el presente en herencia, y, por tanto, en restauración del pasado de los vencedores que son la parte emergente y triunfante de ese pasado. Siguiendo estas huellas (realmente difíciles de encontrar) de lo que «quiso ser y no pudo» descubriremos un pasado que no tiene conexión con el presente pero que sí tiene la posibilidad de romper con el presente.
 
 El pasado de los vencidos, constituido por tantos actos de revuelta, de desobediencia, de sufrimiento y de injusticia, no podemos ignorarlo, nos muestra que las cosas pudieron ser de otra manera y que lo que ahora existe no es una fatalidad que no se pueda cambiar. Solo así podemos imaginar algo que sea proyección del presente posible, no del existente. Siguiendo esas huellas se descubrirá un pasado que no tiene conexión con el presente pero que sí tiene la posibilidad de hacer presente, si se responde a sus preguntas.

lunes, 6 de enero de 2025

Regalos de sus majestades inexistentes, los Reyes Magos de Oriente

La corrupción es el régimen: un titular impecable de un artículo periodístico cuya lectura resulta penosa al fin y a la postre porque el periodista, después de haber hecho el descubrimiento que revela la fórmula que ha utilizado para título, nos distrae de ese hallazgo especificando que el régimen del gobierno actual es la corrupción, ignorando que el régimen actual, independientemente del partido o coalición política que lo regente, es la manifestación concreta del Régimen general abstracto del Dinero.

Tomado de Off-Guardian

 Escribía Byung-Chul Han en su libro 'La Sociedad del Cansancio': En el futuro habrá, posiblemente, una profesión que se llamará oyente. A cambio de pago, el oyente escuchará a otro atendiendo a lo que dice. Acudiremos al oyente porque, a parte de él, apenas quedará nadie más que nos escuche. Pero no solo estaba retratando el futuro, sino el pasado, cuando tenía prestigio la figura del confesor, que escuchaba nuestra confesión y la guardaba bajo secreto, y retratando el presente con la figura del psicoanalista, el psicólogo o el psicoterapeuta, que nos escuchan y facturan por hacerlo.

Tomado de El Mundo Today

Cuanto más desciende el consumo familiar y tradicional de televisión, más pugnan las emisoras y cadenas tanto públicas como privadas por competir entre sí tratando de aumentar los índices de audiencia haciendo lo que sea a fin de conseguirlo, lo que se debe sin duda al viejo prestigio del electrodoméstico. Ya profetizó Alain Touraine: "La televisión será la base de la opinión pública". Por eso le interesa tanto al Estado -la televisión pública- como al Mercado -las cadenas privadas- configurar la opinión de la mayoría.

Escribe Gabriel Pérez-Juana en sus redes sociales: El descubrimiento de la mentira de la Realidad es la única alegría verdadera. Y esa alegría se manifiesta de muchas maneras. Se da en los abrazos, en los razonamientos desmandados, en la duda, en la contradicción, en el humor inteligente, en la ausencia de objetivos... y en definitiva, en lo que no está dicho y hecho, que es a lo que nos dedicamos la mayor parte de lo que llamamos "vida"

Vuelve a sorprendernos con una viñeta EL ROTO-OPS publicada en El Periódico Global de referencia que muestra una cara humana tatuada con logos de distintas marcas o etiquetas económicas, y la declaración de ese busto parlante que dice: "No acepto que me pongan ninguna etiqueta política". No ve que las etiquetas políticas las tiene bien impresas en su rostro. Es una declaración muy similar a la del idiota aquel que decía que él no quería saber nada de política, que se desentendía de ella, no acertando a ver que la tenía bien metida dentro. Distinguir política de economía no tiene ningún sentido, igual que Estado y Mercado, que son las dos caras de la misma moneda.

Escribe Félix de Azúa en su columna El sol crece, publicada en The objective el 4 de enero de 2025 a propósito de las celebraciones de fin de año al son de las doce campanadas y los fuegos artificiales que llenan el mundo, aludiendo a diversos personajes nacionales sin citar sus nombres propios que desde la televisión pública y la privada han celebrado las doce campanadas: "Eso en Madrid, pero en el mundo entero lo propio de la festividad es llenar el cielo de fuegos artificiales. Fíjense en el nombre, son fuegos, pero artificiales, como la madre semidesnuda, la obesa chistosa o el bufón del gobierno. Todo es artificio y la fiesta misma es otro artificio del Estado para obligarnos a ser felices y divertirnos en horario fijo". 

domingo, 5 de enero de 2025

El escudo de Arquíloco

En la táctica del hoplita o soldado griego de infantería que usaba armas pesadas, el escudo como arma defensiva que era no solo servía para proteger el propio cuerpo, sino también el flanco del compañero más cercano dentro de la falange, y por honor no debía perderse.

El poeta griego Arquíloco de Paros (siglo VII antes de JC) es también el primer desertor del que tenemos noticia en la literatura occidental. Se atreve, por primera vez, a confesar en dos dísticos elegíacos cómo escapó de una batalla arrojando su pesado escudo. Para un griego de aquella época no había nada más deshonroso que ser tachado de cobarde, lo que además estaba tipificado como delito: ἀποβεβληκέναι τὴν ἀσπίδα haber tirado el escudo. Pero Arquíloco, a pesar de eso, se muestra muy contento de haber salvado el pellejo en ese trance bélico y aún se permite bromear con desenfado, diciendo que se vaya al infierno el escudo y que ya se comprará otro igual o mejor, inaugurando una tradición que llega hasta nuestros días: 


 Porta un tracio, ufano, mi escudo, que, yo en una mata,
irreprochable arnés abandoné a mi pesar.
Pero salvé mi pellejo. ¿A mí qué me importa el escudo?
¡Púdrase! Otro que no sea peor compraré.

Estamos muy lejos del heroísmo homérico y épico. Hemos inaugurado la modernidad. El escudo de Arquíloco es el escudo que mi madre, una adusta espartana, me dio cuando partí a la guerra diciéndome lacónicamente: "Vuelve con él como un valiente o sobre él muerto o herido en combate después de demostrar tu valor". Yo arrojé el escudo, nos dice Arquíloco, en el campo de batalla, y eché a correr dándole la espalda al enemigo. La verdad es que lo solté porque pesaba mucho. Si no hubiera pesado tanto no habría sentido la necesidad imperiosa de desembarazarme de él arrojándolo a unos matorrales. 

Por eso lo tiré en medio del fragor de la batalla cuando salí corriendo para poner a salvo mi vida como un cobarde que huye del combate. Conmigo empezó el poco heroico heroísmo moderno y la deserción de las armas. 

Horacio, en la oda séptima del libro segundo, dedicada a Pompeyo, un viejo camarada del ejército republicano, con quien había sufrido la derrota de Filipos, reconoce, en la espléndida traducción en prosa de José Luis Moralejo, que él también tiró su escudo:  “A tu lado supe lo que fue Filipos, y la huida a toda prisa, la adarga malamente abandonada, cuando el valor se quebró y los que tanto amenazaban dieron con el mentón en el suelo polvoriento”. Comenta Moralejo, a propósito del relicta non bene parmula que Horacio hace suya la vivencia poco heroica de Arquíloco: “El motivo de la huida ante el enemigo abandonando el escudo o las armas parece haberse convertido en tópico literario, pues también aparece al menos en Alceo (fr. 428 Lobel-Page) y en Anacreonte (fr. 85 Gentili)”.

 
El poeta latino Quinto Horacio Flaco, como tribuno que era, probablemente no tuvo un escudo propiamente dicho, ni se podía comparar el escudo romano de un legionario (scutum) con la parmula (escudo pequeño de mimbre, que Moralejo traduce con el término cervantino “adarga”). Horacio, efectivamente, se hace eco aquí de lo que seguramente no era ya más que un tópico literario de poetas griegos que se tildaban a sí mismos de cobardes. Cualquier romano culto reconocería este guiño literario.

Actuamos cobardemente y nos enorgullecemos de ello, parecen decirnos Arquíloco y Horacio, poetas ambos, porque salvamos el pellejo en aquella ocasión, y, por lo menos, no pasamos a "mejor vida" mediante una muerte homérica y heroica más propia de Héctor o de Aquiles. Sin embargo, conservamos también un verso de Horacio bastante despreciable, por cierto, y tristemente célebre, aquél hendecasílabo alcaico: dulce et decōrum est prō patriā morī. Es por la patria grato y honor morir. Lo escribió Horacio que no murió precisamente en combate por la república, como queda dicho, porque prefirió salvar el pellejo a convertirse en un héroe de epopeya, pero glorificó así a los mártires de la patria, que darían sentido a su vida muriendo por ella, con lo que la muerte se convierte paradójicamente en lo que da sentido a la vida.
 
El desertor desconocido, Clifford Harper (1989)

En todo caso, nos hallamos ante algo más que un tópico literario y un lugar común de la literatura: es el elogio y la reivindicación de la figura del desertor. No interesa tanto adónde huye el desertor, sino de dónde y de qué huye: de la guerra. El escudo es el engaño: lo deshonroso no es desembarazarse de él y tirarlo, sino portarlo. El escudo no nos protege, no protege la paz, favorece la guerra. En su defensa se dice que es un arma, valga la redundancia, defensiva, sí, pero nos defiende para que podamos guerrear, por lo que al final es tan ofensiva como la lanza, la espada o la flecha disparada. 
 
En la novela gráfica El desertor desconocido Clifford Harper presenta nueve grabados que homenajean, frente a la figura del soldado desconocido, la no menos noble y heroica figura del desertor desconocido, aquel adolescente, soldado raso, que, aquejado de fiebre patriótica se alistó voluntario, luchó en el frente y abandonó finalmente las trincheras, por lo que se le montó un consejo de guerra y fue condenado a muerte, y murió ejecutado ante un pelotón de fusilamiento.  

sábado, 4 de enero de 2025

El oro que cagó el moro

En La Utopía de Tomás Moro el oro no se utilizaba para joyas y ornamentos, sino para “hacer orinales y bacinillas para las necesidades más inmundas”, lo que era una manera de envilecer la estima en la que se tiene de ordinario el preciado y escaso metal. Pero, de alguna manera, el oro no deja de ser, pese a su valor o quizá por eso mismo, “el vil metal”, expresión con la que se subraya el carácter más que vil envilecedor del dinero. También dice Moro que con oro se fabricaban los grillos y cadenas para los esclavos y prisioneros a los que se privaba de libertad, lo que nos sugiere que el dinero, que es la paga del trabajo asalariado, asegura la servidumbre del trabajador, y que aunque la jaula sea de oro, como cantaba el otro, no deja de ser prisión.

Si nos remontamos más atrás en el tiempo, en la descripción que hace un clásico como Ovidio de la Edad de Oro, no existe como tal el oro, que no había sido todavía desentrañado de la tierra, porque ni siquiera había “propiedad privada” ni transacciones comerciales ni ninguna forma de dinero. El oro hará su aparición paradójicamente en la Edad de Hierro, que es la nuestra, según el relato hesiódico y ovidiano, en la que seguimos estando inmersos. 


En la Comedia de la Olla de Plauto, ilustre antecesora del Avaro de Molière, se cuenta de Euclión que se tapaba la boca mientras dormía, tan codicioso como era, para que no se le escapase nada de aire: quin cum it dormitum follem obstringit ob gulam. A lo que el esclavo Ántrace se pregunta si se tapa también el orificio del ano (la garganta de abajo u ojete del culo) para que no se le escape por ahí ninguna ventosidad (animai, con el viejo genitivo latino de la primera declinación en –ai), que él retiene celosamente como su más preciado tesoro: ANTHR. Etiamne obturat inferiorem gutturem, / ne quid animai forte amittat dormiens? (verso 305) Podría cagarse, en efecto, el viejo avaro, sugiere el esclavo, y perder así gran parte de la dignidad de la fortuna que celosamente atesora en el interior de su olla. 

Contra el principio artístico clásico del cacatum non est pictum, en Alemania hay varios Dukatenscheiser  (Cagaducados, literalmente). La inscripción que acompaña al Dukatenscheiser de la Caja de Ahorros de la Bolkerstrasse de Düsseldorf tiene que ver con un cuento alemán cuyo protagonista defecaba monedas de oro. Por eso la leyenda nos advierte de que el cuento casi nunca se vuelve realidad (dies Märchen wird wohl niemals wahr), la vida nos lo enseña (das Leben lehrt), así que nos aconseja: ¡sé listo y ahorra! (sei klug und spar).

 Otro Dukatenscheißer en la fachada del Hotel Kaiserworth en Goslar, 
 Baja Sajonia (Alemania). 

Un refrán castellano que consta de dos octosílabos pareados con rima consonante reza: El oro hecho moneda ¡por cuántas sentinas rueda! La sentina es, sensu stricto, la cavidad inferior de la nave que se halla sobre la quilla donde confluyen las aguas que, de diferentes procedencias, se filtran por cubierta y costados del buque, convirtiéndose en aguas residuales que deben ser expulsadas cuanto antes por las bombas so pena de hundir el barco; lato sensu, la sentina es un lugar donde hay inmundicias y mal olor. De alguna manera el refrán relaciona el oro convertido en moneda de cambio, es decir, en dinero, con las heces y los excrementos.

Uno de los cuentos folklóricos más extendidos y conocidos en el Siglo de Oro español es el del borrico que cagaba dineros, muy difundido en otros países y lenguas, del que hay numerosas versiones orales españolas, algunas en verso, a más de portuguesas y americanas. Hay también un cuento de los hermanos Grimm, que es La mesa, el asno y el bastón maravillosos, donde aparece la figura del borrico que cagaba doblones de oro. Este cuento podría relacionarse de algún modo también con la fábula de la gallina de los huevos de oro, que en la versión original de Esopo no era tal gallina, sino  una oca que Hermes regala a un ferviente devoto suyo. Es Babrio y no Esopo quien elige una gallina. Nuestro Samaniego y Lafontaine popularizaron esta gallina en castellano y en francés respectivamente. He aquí la versión de Samaniego:

Érase una gallina que ponía
un huevo de oro al dueño cada día.
Aun con tanta ganancia malcontento,
quiso el rico avariento
descubrir de una vez la mina de oro,
y hallar en menos tiempo más tesoro.
Matóla; abrióla el vientre de costado;
pero después de haberla registrado,
¿qué sucedió? que muerta la Gallina,
perdió su huevo de oro y no halló mina.

El dicho popular castellano "el oro que cagó el moro", aparte de ser una rima fácil, como su correlato “la plata que cagó la gata”, facilitada por la homofonía de las palabras, se utiliza en nuestra lengua para demostrar que es oro de baja calidad, que no es oro de ley, que es, incluso, falso. Hay un componente xenófobo indudable, y antimorisco en esta expresión, motivado por la presencia de los árabes en la península ibérica y por su fama de falsificadores de monedas y de posesores de tesoros ocultos. La fama de falsarios y de hombres de “poca fe” (cristiana) de los moriscos, pese a estar bautizados, les atribuye a sus joyas de oro y de plata el hecho de estar rebajadas y, ser, literalmente, una mierda. 

Pero lo que revela esta expresión, en el inconsciente colectivo, cuando en castellano se dice que algo es de oro “del que cagó el moro” no es sólo que sea falso o de ínfima calidad, denunciando que no tiene el valor que se le atribuye, o que ni siquiera es una joya y es más bien un artículo de bisutería barata, porque no es oro todo lo que reluce bajo el sol, sino, en el fondo, que el oro, sea de la ley que sea, hasta el más puro y legítimo, no deja de ser una mierda, algo que tiene valor por ser un bien escaso y por su larga duración, pero que no deja de estar ligado a las entrañas de la tierra, y, según el psicoanálisis freudiano, a la etapa anal de la infancia del ser humano: sus excrementos son la primera ofrenda, el primer producto y regalo propio que puede ofrecer el niño a sus mayores. 


En los belenes de Cataluña hay una figura llamada caganer en catalán que representa a un payés con un gorro frigio o barretina que, agachado y con las nalgas al aire, deposita su cagajón en las cercanías del pesebre como humilde ofrenda al Niño Jesús. No se trata del gesto obsceno que algunos interpretan como una blasfemia, sino más bien del regalo que  el pueblo humilde que no tiene ninguna otra riqueza le ofrece al recién nacido. Las nobles ofrendas de los Reyes Magos Melchor, Gaspar y Baltasar son oro, incienso y mirra: la riqueza y los aromas de Arabia. El pobre payés le ofrece por su parte el tesoro de las heces de su secreta defecación, como el niño freudiano que les enseña por primera vez a sus progenitores los excrementos propios de los que se siente orgulloso, su mayor tesoro.

viernes, 3 de enero de 2025

Cada año, mismo engaño

Andrés Rábago, alias El Roto, que antaño firmaba como OPS, nombre artístico que ahora recupera firmando El ROTO-OPS nos brinda en su espacio diario de El Periódico Global el día posterior a las calendas del mes de Jano que abre el nuevo calendario, una viñeta en la que un caballo se dice a sí mismo: Año nuevo, brida nueva
 
 
Un juego de palabras, sin duda, en el que “brida” sustituye a “vida”, y a la paremia universal: "Año nuevo, vida nueva", cosa que se dice en la creencia de que el simple cambio de año conlleva mejores expectativas y con el deseo de que así sea, manifestando el propósito, casi nunca sostenido, de cambiar de hábitos de vida,  tras hacer balance del anterior. 
 
Se diría que el caballo se ha confundido a la hora de citar el refrán y le ha traicionado el subconsciente equiparando el término "vida" con "brida", revelándole gracias al lapsus linguae,  una verdad, es decir, la denuncia de la mentira subyacente. 
 
Lo cual, gracias a la homonimia de la rima consonante, nos hace pensar que la vida nueva es una brida nueva: un seguir embridados al tiempo cronometrado del reloj y el calendario con sus horas y minutos, y con sus días, meses, años y semanas. 
 
Montaje de Gabriel Pérez-Juana
 
Es, en efecto, la brida el conjunto de correas y correajes que se colocan en la cabeza del caballo, ajustado tanto a su cuello como a su boca, lo que hace posible el control al jinete mediante las riendas cuando lo monta o a través de una soga al caminar a pie con él. 
 
Se denuncian así que ni el año ni la vida van a ser realmente nuevos. Es la inercia del cómputo la que crea la ilusión al establecer un nuevo número como si fuera un nombre propio.  El cronónimo, en este caso 2025 (Dos Mil Veinticinco), se presta, además, a la rima fácil e infantil: “por el culo te la hinco”, como en el rótulo luminoso que apareció en la Barceloneta.
 
 
Igualmente podríamos hacer con la frase que tanto se oye en boca de mucha gente a primeros del mes de enero: “¡Feliz Año Nuevo! ¡Chúpate ese huevo!, o más ofensiva y vulgar, ¡Chúpame un huevo!) burlándonos así de la falsa sensación de que estamos ante algo nuevo y no ante una nueva constatación de lo mismo, del engaño. 
 
Los buenos propósitos de Año Nuevo de iniciar una vida nueva se ven así fatalmente truncados por la propia subordinación de la vida al cómputo del tiempo: tanto antaño como hogaño, cada año, no es extraño, el mismo engaño

jueves, 2 de enero de 2025

Cabaré de variedades (VI)

 La pipa de Magritte

Estaba desesperado porque la visión de la realidad que se había forjado laboriosamente a lo largo de todos los años de su vida se le venía abajo ahora de golpe y sopetón, de repente, como por arte del encantamiento y de la magia,  igual que un castillo de naipes en el aire. El mundo, derribado por su propio peso, se le caía encima y lo aplastaba machacándolo con toda la fuerza de su inmensa gravedad.

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Habría que empezar hablando de la santísima trinidad del trío y de su simbolismo sagrado -tres personas distintas y un solo Dios verdadero, que es el dinero que nos constituye-, del triángulo equilátero, de la trinidad hindú, y del ménage à trois espiritual en un sentido trascendente.

Habría que hablar también de la magia del dúo, y de la metáfora de los bueyes que comparten el mismo yugo, ese yugo que los une y paradójicamente también los separa, que es el matrimonio institucional o, más sencillamente, la pareja. 

Habría que cantar también las excelencias del número uno y de su simbolismo, uno que forma parte y está dentro del  universo,  del todo que se vuelve hacia la unidad, ese  universo que descubrimos cuando por la noche, una noche estrellada, miramos al cielo y vemos que todo lo que hay en el mundo, incluidos nosotros mismos, somos una y la misma cosa, y nos sentimos insignificantes y a la vez llenos de la plenitud del vacío.

Cuando hacemos este descubrimiento, nos  embelesamos con nuestra propia imagen reflejada en el espejo, nos volvemos entonces hacia la unidad, y descubrimos, como Narciso, que somos Uno, pero no el único, sino uno más, uno de tantos, uno cualquiera, uno como todos los demás, porque todos somos iguales y todos diferentes.

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De la existencia de Dios

-¡Ves cómo sí existe un ser superior
que está por encima de nosotros!

Dios existe. La literatura científica más reciente abunda en la idea de la existencia de un ser superior, a pesar de las teorías de algunos físicos ateos como Stephen Hawking. 
 
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De la rectitud y de la línea recta que se nos impone pese a su inexistencia hablamos en Contra las líneas rectas. Viene ahora muy a propósito esta viñeta impagable de Quino:


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El cigarrillo asesino

 

Del periódico terrorista The Guardian Un solo cigarrillo reduce en 20 minutos la esperanza de vida, según un estudio científico, por lo que un paquete de veinte cigarrillos le quita a una persona casi siete horas de vida. Fumar mata lentamente... pero no tenemos prisa.

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Crisis climática
 Según El Salto Diario

2024, año 1: bienvenidos a un planeta 1,5ºC más cálido

 El año más caluroso jamás vivido, aquel en que la temperatura global superó el primer límite impuesto por el Acuerdo de París, el de un nuevo récord de emisiones, el de los “océanos de fuego”… El balance anual en materia climática no es bueno.

Pese al calentamiento,

vívido frío,

helado como el agua

fría del río.

miércoles, 1 de enero de 2025

La ausencia de vida verdadera

Leo con entusiasmo el libro “La verdadera vida” de Alain Badiou, publicado entre nosotros por Malpaso ediciones en 2017 en la estupenda traducción del francés de Adriana Santoveña, que nos hace olvidar que estamos ante un texto escrito inicialmente en otra lengua. El autor francés, saludado por Slavoj Žižek como “el heredero de Platón” y “el filósofo vivo más grande” toma el título de su libro de Arthur Rimbaud, que dejó escrito La vraie vie est absente: La verdadera vida está ausente. 


Alain Badiou reivindica desde las primeras páginas la figura de Sócrates, el padre de todos los filósofos, y recuerda que fue condenado a muerte bajo la acusación de corromper a la juventud por el régimen democrático de Atenas. 

Y se pregunta qué quiere decir corrupción en el espíritu de los jueces que condenaron a Sócrates a muerte. Y afirma: No puede ser ‘corrupción’ en un sentido ligado al dinero. No es un ‘caso’ en el sentido de lo que hablan hoy los diarios: gente que se enriquece utilizando su posición en tal o cual institución del Estado. Ciertamente no es eso lo que sus jueces le reprochan a Sócrates. Recordemos que, por el contrario, uno de los reproches que Sócrates hacía a sus rivales, a quienes llamaban sofistas, era precisamente cobrar. 

 Alain Badiou
 

Recordemos, por nuestra parte, que los que acusaron a Sócrates nunca le reprocharon que hubiera sacado o exigido ninguna paga a los jóvenes que “corrompía”, lo que el propio Sócrates dice sobre este particular en su discurso de defensa: “Y de que así es verdad -añade- tengo un testigo, creo yo fidedigno: la pobreza¨.

Tampoco se trata -prosigue Badiou- de corrupción moral, y mucho menos de esos asuntos más o menos sexuales... 

Sócrates tuvo trato con grandes damas y cortesanas de su época, como Aspasia, Diotima o Teodora, también tuvo trato con efebos, lo que era muy común en la Atenas de su época por parte de los varones adultos, pero parece que se trata en su caso de un enamoramiento de la juventud misma, como él mismo reconoce en el Cármides: “A mí, más o menos, los que están en la flor de la edad se me antojan hermosos todos”. 

Si la corrupción de que acusan a Sócrates no consiste en dinero ni en placer sensual, se pregunta Badiou si no se deberá a la ambición de poder, pero es todo lo contrario: Hay precisamente en Sócrates, visto por Platón, de manera totalmente explícita, una denuncia de la índole corruptora del poder. Es el poder el que corrompe, y no el filósofo. En Platón hay una crítica violenta de la tiranía, del deseo de poder, a la que no hay nada que agregar, que de alguna manera es definitiva. Hay incluso la convicción opuesta: lo que el filósofo puede aportar a la política de ningún modo es la voluntad de poder sino el desinterés. 
 Arthur Rimbaud

Llegado a este punto, se pregunta socráticamente Alain Badiou qué es la verdadera vida, para llegar a la conclusión, siguiendo la sugerencia del poeta Arthur Rimbaud de que la vie est la farce à mener par tous (la vida es la farsa que todos tenemos que representar), de que no es la vida real que vivimos, que puede ser calificada sin ningún escándalo de falsa, sino la que deseamos, por lo que no está completamente ausente, sino presente de alguna forma en nuestro deseo de una vida de verdad. 

La misión del filósofo sería, según Badiou mostrarle a la juventud que no merece la pena la lucha feroz por el poder, por el dinero.  Cito sus palabras:  En el fondo, dice Sócrates, y por el momento no hago más que seguirlo, hay que luchar para conquistar la verdadera vida en contra de los prejuicios, de las ideas recibidas, de la obediencia ciega, de las costumbres injustificadas, de la competencia ilimitada. Fundamentalmente, corromper a la juventud significa una sola cosa: tratar de hacer que la juventud no entre en los caminos trillados, que no sea simplemente consagrada a una obediencia a las costumbres de la ciudad, que pueda inventar algo, proponer otra orientación por lo que respecta a la verdadera vida.

Badiou concluye que la función de la filosofía sigue siendo corromper en el mejor sentido de la palabra a la juventud, corromperla como hizo Sócrates, es decir, apartarla del futuro que se espera de ella, que es que entre por el aro de la sociedad adulta como una fierecilla domada.

martes, 31 de diciembre de 2024

Lo que no dicen los medios al hacer balance del año que concluye

¿Cuáles han sido las noticias principales de este año que dicen que está a punto de acabar para dar paso a uno presuntamente “nuevo”? La mayoría de la gente dirá en cuanto a política internacional, vamos a dejarnos de nacionalismos que nos llevarían a hablar de la DANA, del Estado fallido y del descubrimiento de América de que 'solo el pueblo salva al pueblo', la guerra de Ucrania, el genocidio de Gaza y, más cerca de nosotros, la caída de Bachar al Assad por ejemplo en Siria.

Tengamos en cuenta que cada vez que los medios de (in)comunicación y de formación de masas de votantes y contribuyentes nos dan una Gran Noticia es porque están ocultando algo muy importante de lo que nos quieren distraer y pretenden así  entretenernos.

Otros dirán que las elecciones norteamericanas y algunas otras más que parecen indicar un cambio nominal de un partido por otro, o de la izquierda por la derecha, ambas manos son la misma, si se prefiere formular así, más que un cambio de rumbo y dirección. Cambia el director del circo pero continúa el espectáculo.
 
Otros señalarán que ha sido un año en que la tecnología ha avanzado considerablemente, generalizándose lenta- pero inexorablemente la sedicente Inteligencia Artificial, el fraudulento chat GPT y el proceso de la digitalización.
 
Efectivamente, esas fueron las noticias más propagadas, las principales, las que más titulares han acaparado y más espacios en los medios nacionales, dejando aparte la política chusquera de los partidos, e internacionales, pero quizá no sean las más importantes, porque quizá lo más importante y por lo tanto destacable y honesto sería decir que, pese a todos esos cambios, todo sigue exactamente igual: el mundo cambia para no variar. 
 

 
El periodista y co-editor de Off-Guardian Kit Knightly escribe en The big story of 2024 that NOBODY is talking about que lo más importante ha sido El Gran Reinicio o Great Reset en la lengua del Imperio que se ha llevado a cabo sin que nos percatemos, una estrategia compartimentada cargada en la nube, en todas partes y en ninguna en particular. Esa es la gran noticia de la que no quieren ni hablar: impuestos al azúcar, la sal, el alcohol y el tabaco, la carne roja, los lácteos y el pérfido carbono en general, ciudades de 15 minutos, renovación del parque automovilístico, prohibición de la leña. La UE quiere establecer un “registro de activos” y un sistema de seguimiento biométrico a través de las fronteras. El anonimato en línea se está erosionando con cada “delito de odio” atribuido a la “desinformación” y al “discurso de odio”. Y cada vez es más difícil conseguir una cita presencial con alguien con quien se pueda hablar que no sea un robot
 
Se habla persistente y consistentemente de racionamiento: de alimentos, agua y viajes. De prohibir, de racionar, de monitorear, de controlar, porque el Gran Reinicio es el Gran Control que lleva a cabo el Gran Hermano orgüeliano. Esa es la agenda silenciosa que se va implementando por doquier.  Una agenda bipartidista y transversal que nos e cuestiona, que sancionan y aprueban tirios y troyanos, esa falsa división binaria. Y mientras tanto, según Kit Knightly, nos ponemos a discutir sobre QAnon, Hunter Biden y los baños para las personas transgénero, siguiendo la estrategia distractora de Alcibíades.  ¿Podría servir el Año que Viene, 2025 de la era cristiana, para que la gente se dé cuenta de lo que sabe por lo bajo? Lo dudo, pero por si acaso, aquí queda este balance y la constatación de que el primer paso, como dice el periodista susodicho, para solucionar algo es admitir que hay un problema. 
 
El rapero Jordi Ganchitos despide así el año, comiendo las uvas hasta atragantarse, como manda la tradición, y nos regala este "Año de mierda".  
 

lunes, 30 de diciembre de 2024

No al año que viene (y II)


La única rebelión que merece la pena todavía: sublevarse contra la coacción del tiempo cronometrado que gobierna despóticamente nuestras vidas, contra este régimen totalitario que nos obliga a cumplir un año cada doce meses, contra la dictadura de los relojes y calendarios, y contra la imposición del año nuevo que ya nos tienen preparado desde las altas instancias del poder y del dinero para que nos sometamos a los horarios laborales, a la esclavitud del ocio y el negocio, al trabajo y a las vacaciones complementarias, a la agenda, es decir a hacer las cosas que no merece la pena que hagamos porque están programadas, esto es, hechas antes de hacerlas.
 
Rebelémonos contra el despertador, ese moderno toque militar de diana cuartelera que nos sobresalta por las mañanas y que nos impide despertar porque nos despierta él, no nos deja despertarnos a nosotros cuando nosotros queramos, libremente.


 
Deshagámonos de todos los relojes de pulsera y de pared, y de todas las agendas y almanaques, de todo lo que nos recuerde al tirano Cronos. 
 
Es la lucha más justa y más bella que se puede emprender, la última causa romántica que nos queda, soñadores empedernidos.
 
Exijamos una moratoria sobre el futuro. Este año no pasará. ¡No al futuro, que es la muerte, desde aquí y ahora mismo! ¡Cuantos más seamos más fuerza haremos para que no pasen los años! No es imposible: entre todos podemos. Es una lucha justa y necesaria. 
 

Que se detenga el tiempo, que se paren los relojes y sus agujas que atraviesan nuestros corazones.  Mejor ahora que el futuro.  Lo que queremos es que se acaben todos los años, no un año para dar paso a otro. 
 
No sé si este año habrá manifestaciones en Bélgica, Lausana (Suiza), París, Canadá, San Petesburgo y París, como en otras ocasiones, pero todo el mundo puede hacerlo desde su casa. Cualquiera, tú mismo, lector puedes hacer tu pequeña gran revolución aquí y ahora. 
 
Y, cuando llegue el fatídico momento que señala el cambio de año, guarda un minuto de silencio a las 12 en punto de la noche y no brindes cuando suenen las doce campanadas ni consumas las uvas, que fueron un invento de los viticultores españoles para que nos atragantáramos. 
 
Y formula un deseo: ¿Qué le pides al Año Nuevo? Nada. Pero pídele algo, por el amor de Dios: Que no venga, por el amor de lo que no se sabe, que no venga.
 
 

domingo, 29 de diciembre de 2024

No al año que viene (I)

"¡No al 2007!" era el grito de guerra de unos pocos centenares de manifestantes que se congregaron la noche del 31 de diciembre de 2006 en la ciudad francesa de Nantes, para protestar por la entrada en vigor del Año Nuevo, a la sazón 2007, cuya imposición iba a afectarnos de rebote a todos los habitantes del planeta. No invento la noticia. Hasta la BBC, que miente más que informa, dio cuenta de ella.
 
Los asistentes exhibieron en aquella ocasión pancartas en las que se podía leer: "¡No al 2007!" o "¡2007 no pasará!" o "Ahora es mejor" o "No a la huida hacia delante. No al calendario 2027" y "¿Por qué cambiar? 2006 no estaba mal ¿no?" Los manifestantes pidieron a los gobiernos y a la ONU que detuvieran la "loca carrera" del tiempo y declararan una moratoria sobre el futuro. La tensión aumentó a medida que trascurrían los minutos hacia la medianoche, pero la llegada ¿inevitable? de 2007 no hizo que disminuyera para disminuir su entusiasmo, porque los manifestantes comenzaron a corear entonces: "¡No a 2008!" 
 
Ha llovido bastante desde entonces. ¿Qué eran, además, esos pocos cientos de manifestantes en comparación con las innumerables arenas del desierto? Poca cosa, la verdad, pero lo importante no es que fueran o sean muchos o pocos, sino que haya personas sensibles que, salgan o no salgan a la calle, no celebren adocenados como borregos la llegada del nuevo año que nos venden con la estúpida alegría de los petardos, cohetes, claxonazos de coches, matasuegras y borracheras indecentes, sino que manifiesten de alguna manera su desacuerdo ante la imposición crónica de la dictadura del año nuevo. 
 
 
A lo largo de aquella memorable noche no sólo fue rechazado el entonces nuevo y escandaloso año 2007 que se imponía, sino también 2008 o 2030 -y su correspondiente agenda- o 2043 o el que nos quieran imponer ahora, que es el 2025, o el que toque según el calendario que apliquemos, sin que nos demos cuenta de que está fuera de servicio. Y es que los manifestantes no renunciaban a vivir el momento presente (“carpe diem”), sino todo lo contrario. Lo que no querían, lo que no queremos, es vivir en el standby o compás de espera de ser felices en algún momento del futuro, quizá el mes que viene, o quizá el próximo año, o cuando nos jubilemos, o incluso cuando nos muramos y vayamos al cielo a disfrutar allí y sólo allí de la vida eterna y verdadera. 
 
Lo que no queremos es vivir esperando el porvenir, porque como dice la copla, y nos hacemos eco de ella, “el porvenir nunca llega.” Los manifestantes leyeron en aquel entonces un comunicado en el que hicieron un llamamiento a todos los gobiernos y a las Naciones Unidas para que dejaran de someter nuestras vidas al tiempo cronometrado. Se envió al Parlamento una carta de protesta por el cambio de calendario que iría directamente, suponemos, a la papelera sin leer. 
 
Lo que podemos hacer nosotros, en recuerdo de aquellos activistas pioneros que desafiaron la lluvia que caía sobre Nantes, es renovar su grito de guerra y proclamar bien alto: "¡No al año que viene", aunque ya haya empezado, aunque estemos hoy a la fecha que digan que estamos -mentira- y protestar contra el cambio de hora, la semana laboral, que es la institución más aberrante que pesa sobre la humanidad con toda su gravedad porque no responde a ningún ciclo de la naturaleza, y el uso personal del reloj, el almanaque y la agenda, que no nos hace ninguna falta para vivir, que es eso y no otra cosa lo único que importa.