martes, 30 de agosto de 2022

Un hombre (o lo que es lo mismo una mujer) como Dios manda

No se nace hombre/mujer, se llega a serlo (Άντρας/γυναίκα δε γεννιέσαι, γίνεσαι) era el lema del Athens Pride u Orgullo de Atenas del año 2016 del movimiento LGTB, basado en la celebérrima frase de Simone de Beauvoir: On ne naît pas femme, on le devient (No se nace mujer, se llega a serlo), extraída de su libro de 1949 El segundo sexo
 
 
El lema del orgullo ateniense incluye también a los varones, y viene a decirnos que nazcamos con el sexo 'natural' que nazcamos e independientemente de él, el género atribuido a dicho sexo es una construcción cultural y arbitraria, y por lo tanto una imposición social. La distinción entre sexo (natural, corporal) y género (social, cultural) significa que el sexo biológico es lo que heredamos al nacer, a partir del cual la sociedad impone a través de la educación tanto formal como informal unos patrones de “género”. Si el sexo es el cuerpo, el género sería el alma de ese cuerpo, es decir, la conciencia de ese cuerpo, el estereotipo azul masculino o rosa femenino, la identidad sexual.
 
Rebuscando entre nuestros clásicos el origen de la cita de Simone de Beauvoir, parece que su fuente más cercana cronológicamente sería Erasmo de Rotterdam, que en su tratado sobre la educación De pueris statim ac liberaliter instituendis sóbre cómo educar a los niños, publicado en 1519, escribe: ...los hombres, créeme, no nacen, sino que se hacen (...homines, mihi crede, non nascuntur, sed finguntur).  El contexto en el que aparece la frase es que los árboles nacen, aunque no den fruto o lo den silvestre, y los caballos también nacen, aunque no se utilicen, pero los hombres en sentido general no nacen, sino que deben modelarse. El verbo finguntur, que hemos traducido por 'se hacen', significa básicamente 'se forman, se moldean, se construyen' pero también 'se forjan, se urden, se fraguan' con el sentido de 'se inventan'. De hecho el verbo fingere del que procede ha originado en castellano 'fingir' y 'ficticio''.
 
Retrato de Erasmo de Rotterdam
 
Erasmo, como buen conocedor de los clásicos, se inspira a su vez en Tertuliano, el padre de la iglesia y denominado Cicerón cristiano, que en Apologético (18,4) escribía: fiunt, non nascuntur christiani. (Los cristianos se hacen, llegan a serlo, no nacen). 
 
Cierto es que a Tertuliano le debemos también otra cita que contradice aparentemente la de que el cristiano no nace sino que se hace, y que se ha hecho bastante célebre: ¡Oh testimonio de un alma cristiana por naturaleza! (O testimonium animae naturaliter christianae!). Viene a decir que el alma es por naturaleza cristiana.  Pero como afirma en otra parte hablando del alma humana: No eres, por lo que yo sé, cristiana. Pues (el alma) suele hacerse, no nacer cristiana (Non es, quod sciam, Christiana. Fieri enim, non nasci solet Christiana (sc. Anima). El alma no es o no suele ser, matiza Tertuliano, cristiana por naturaleza.
 
Y Tertuliano, a su vez, seguramente había leído en el tratado de Séneca De ira (2, 10, 6):  Sabe que sabio nadie nace, sino que se hace (scit neminem nasci sapientem sed fieri), frase que suele citarse sin hipotaxis: Sabio nadie nace sino que se hace (nemo nascitur sapiens, sed fit), con lo que conectamos con el refranero castellano, inspirado seguramente en el filósofo cordobés, Nadie nace enseñado, que a veces se cita, como en la novela La Pícara Justina, seguido de: ...si no es a llorar.    
 
 
Lo definitivo de nuestra época, volviendo a la frase del orgullo ateniense de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales es que tanto a varones como a mujeres se nos impone al nacer un género o estereotipo sexual, con el que podemos estar de acuerdo (cisgénero, lo llaman) o no estarlo, y en este caso nos brindan la posibilidad de cambiar de género (transgénero, lo llaman), con lo cual no nos libramos de la dualidad de la dictadura de los géneros, que salen reforzados, como si no hubiera más que uno: ser un hombre o una mujer, que viene a ser lo mismo, como Dios manda, que se decía antes, o como los cánones políticamente correctos nos prescriben en estos tiempos laicos y prácticamente seculares en que uno puede elegir su estereotipo sexual con independencia de su sexo, pero no librarse de estereotipos sexuales. 
 
En ese sentido se me ocurría a mí 'corregir' la frase de Simone de Beauvoir, añadiendo que el destino de la mujer en el siglo XXI que quisiera liberarse de la obligación de ser, es decir, de hacerse mujer y llegar a ser un prototipo femenino era, igual que el destino del varón, hacerse y ser un hombre y llevar los pantalones con todas las de la ley, un hombre como Dios manda, lo que está muy lejos de ser una liberación, sino todo lo contrario: la mujer no nace, sino que se hace... un hombre.

lunes, 29 de agosto de 2022

Guerras, guerras horribles (Bella, horrida bella)

    Desde su fundación en 1776 los Estados Unidos de América han estado permanentemente en guerra 222 años de los 239 de su existencia si contamos hasta el año 2015, por poner ahí un límite convencional, aunque en realidad, desgraciadamente, el cómputo suma y sigue. Ahora mismo sin ir más lejos, en 2022, el Imperio de los Estados Unidos le hace la guerra a Rusia -y llevamos ya seis meses-, una guerra tácita e indirecta manejando a su títere mediático Zelenski y utilizando la invasión rusa de Ucrania como coartada, una guerra políticamente correcta y espectacular, que se presenta como la lucha de la democracia contra el Imperio del Mal de Putin, responsable de todas las crisis habidas y por haber, una guerra  no declarada que subvenciona económicamente con millones de dólares y que jalea, manejando a todos sus vasallos occidentales a través de la OTAN incluido nuestro país...  Dicho de otra manera sólo durante 17 años de los dos siglos largos de su historia ha estado cerrado el templo de Jano bifronte, y ha habido una época de paz.

    Trazo adrede este paralelismo entre el Imperio de los EEUU y el Imperio Romano al mencionar el templo de Jano que había en Roma, equiparando la llamada “pax Americana” y la “pax Romana”: en ambos casos se llama paz no a la ausencia sin más de guerra, sino a la sumisión del mundo al Imperio, castigada la insurgencia con las armas.  Ya lo dijo Cornelio Tácito con la economía lingüística de cinco palabras latinas: miseram seruitutem falso pacem uocant: 'llaman paz falsamente -sin ningún fundamento- a una miserable servidumbre'

 Imagen tomada de Infowars

    El emperador Augusto escribió en sus Res gestae: Ianum Quirinum, quem clausum esse maiores nostri uoluerunt, (el templo de Jano Quirino, que nuestros antepasados quisieron que permaneciese cerrado,) cum per totum imperium populi Romani terra marique esset parta uictoriis pax, (al haberse en todo el dominio del pueblo romano por tierra y por mar logrado a fuerza de victorias la paz,) cum, priusquam nascerer, (ya que, antes de que yo naciera,) condita urbe bis omnino clausum fuisse prodatur memoriae, (desde fundada la Ciudad en dos ocasiones solamente se transmite a la posteridad que había permanecido cerrado), ter me principe senatus claudendum ese censuit (tres veces durante mi Principado consideró el Senado que debía cerrarse)."

    El templo de Jano, en efecto, permanecía abierto en Roma a causa de las continuas guerras. Se cerró bajo el principado de Augusto para significar que reinaba la paz en el Imperio, cuando en realidad proseguían las guerras y continuas luchas en las fronteras, en particular al este del Rin, en la Germania. Las puertas del templo estaban abiertas en tiempo de guerra, prácticamente siempre, como plegaria para que gracias a la mediación del dios pudiera lograrse efectivamente la paz. Huelga decir que estuvieron cerradas en muy pocas ocasiones.

    Jano Quirino es un dios pacífico contrapuesto a Marte, que es el dios de la guerra propiamente dicho y señor de los ejércitos. Su templo estaba dentro de la ciudad, a diferencia del de Marte, que se hallaba extramuros para que, al decir de Vitrubio, no hubiera guerra ni discordia civil en la Urbe, dentro de ella, sino fuera. El mes de enero, Ianuarius en latín, lleva su nombre, porque abre y cierra la puerta el año, igual que el oficio de portero en inglés janitor.


 
    Así como ningún rey, cónsul o emperador romano fue ajeno a la guerra, ningún presidente de los Estados Unidos puede considerarse tampoco un “hombre de paz”: todos, sin excepción, aunque alguno haya sido galardonado paradójicamente con el Premio Nobel de la Paz, han declarado y ejecutado alguna guerra, por lo que son responsables de las que en el mundo han sido. Los Estados Unidos nunca han permanecido una década completa sin un conflicto armado, desde las guerras contra los indígenas y la de la independencia, pasando por la guerra de secesión y la intervención en las dos guerras mundiales y la del Vietnam durante el siglo XX hasta las modernas invasiones, llamadas sarcásticamente en el mundo occidental "misiones de paz",  de Iraq y Afganistán, sin que el simbólico templo de Jano haya estado cerrado más de cinco años seguidos sin un conflicto bélico, y eso solo sucedió una vez durante el período aislacionista de la Gran Depresión (1935-1940).

Imagen del dios Jano con la llave del templo

    La historia de los Estados Unidos, igual que la de la Roma antigua es una sucesión de guerras execrables. No en vano la sibila de Cumas, consultada por Eneas sobre el futuro de la Roma que estaba a punto de fundar,  profetizó una vez una siniestra visión: Bella, horrida bella / et Thybrim multo spumantem sanguine cerno:  Guerras, guerras horribles /  veo y el Tíber que echa en sangre abundante espumarajos,  en el libro sexto de la  Eneida de Virgilio (vv. 86-87). 

Obtengo la información y la cronología completa, para los lectores a los que les interese la historia, de Info Wars, MediaPart.

domingo, 28 de agosto de 2022

La gran amenaza

    Entre todas las amenazas que penden sobre nuestras cabezas coronadas como espadas de Damoclés, hay una de la que no se habla mucho, pero que está ahí como la que más encima de nosotros. Es la pérdida de la inteligencia de las cosas, o, dicho de otro modo, es la disminución general del coeficiente (o cociente, como prefieren decir otros) intelectual (CI) de la especie humana en relación con la política, la ciencia (que no hay que seguirla como un artículo de fe y acatarla dogmáticamente sino que hay que discutirla como han hecho siempre los doctores: nada de follow the science como si fuera nuestro leader), con la cultura y el sentido crítico y con la capacidad de comprender el mundo que nos toca. 

    El consenso sobre esta disminución es ahora inequívoco. Hay estudios psicométricos que muestran una caída en el coeficiente intelectual desde el año 2000 en adelante, una vez entrados en el tercer milenio de la era cristiana.  Aparte de tales estudios psicométricos, el empirismo también lo demuestra. Un adolescente milenial de nuestro tiempo tiene la misma capacidad de comprensión que un niño de 10 años nacido en la segunda mitad del siglo pasado. Uno de los síntomas más visibles de esta regresión es la pérdida por reducción del vocabulario, reportada por numerosos estudios desde hace años y por la experiencia directa de este profesor de latín ahora jubilado que comprobaba en sus últimos años de docencia cómo, después de traducir una frase cualquiera de la lengua de Virgilio a la nuestra, había que traducir la traducción castellana a su paupérrimo registro lingüístico para que entendieran no ya el latín, que ni falta que hacía a esas alturas, sino el castellano. 

 

    Hay una película muy mediocre, más bien mala, pero que tiene mucha miga que decir y no poca gracia: Se llama Idiocracia (Mike Judge, 2007) pero que constituye una parábola profética. Así resume su argumento Filmaffinity: “Tras un experimento militar fallido, el oficial Joe Bawers (Luke Wilson) y la prostituta Rita (Maya Rudolph) despiertan quinientos años adelante en el futuro, en un mundo distópico en el que la selección natural ha favorecido a los más idiotas, debido a que se reproducen más. Esto ha resultado en una humanidad estúpida e ignorante, de modo que Joe descubre que es el hombre más inteligente del planeta. Pronto se convierte en un cercano consejero del Presidente de los Estados Unidos, el excéntrico Camacho (Terry Crews).” De esta película el crítico cinematográfico de El País Jordi Costa escribió: "Pocas comedias americanas recientes hurgan con tanta pertinencia en el estado (y el porvenir) de nuestra cultura globalizada." Y el de Rolling Stone: “La película estúpida más inteligente que se ha hecho nunca". Hay que verla para reírse, por no llorar, un buen rato.  

    La entrada en el siglo XXI marca un retroceso para el desarrollo de la inteligencia humana. Leo que en Dinamarca, donde el coeficiente intelectual de los reclutas se registra desde 1959, se observó que entre 1959 y 1989 aumentó 3 puntos por década. Sin embargo, entre 1989 y 1998, este mismo CI marcó un primer retroceso, reduciendo prácticamente a la mitad su progresión a +1,6 puntos. A partir de 1998, la caída es de -2,7 por década. Es decir, retrocediendo.

    La idiotización de la población sería multicausal, pero hay factores de peso como el retraso en la entrada en la vida adulta por el excesivo proteccionismo paternalista de los niños (y de los adultos por papá Estado) y por toda una serie de prescripciones psicologizantes consistentes en la prolongación del tiempo de la 'infancia', el período en el que no se habla, etimológicamente, y por lo tanto no se piensa ni razona ni se desarrolla ningún sentido crítico. En definitiva, toda una educación orientada hacia la regresión  fomentada por los medios de información y comunicación que nos amasan, lo que produce un retraso madurativo estructural y, por tanto, intelectual.


    Y luego está la coincidencia del declive de la inteligencia humana concomitante con la transferencia de sus habilidades a la inteligencia artificial de la máquina. El confinamiento de los humanos en 2020 supuso el desconfinamiento, por así decirlo, de la inteligencia artificial. Le quitaron lo que quedaba de las operaciones mentales que aún dependían de los humanos, por ejemplo la memoria, o la orientación espacial, que está muerta gracias al GPS, que neutraliza esa capacidad de orientación de nuestro cerebro.  A todo esto hay que sumar el efecto hipnótico de herramientas adictivas como las plataformas de streaming que fomentan la confusión entre ficción y realidad, la disminución de la capacidad de concentración en la lectura, etc. Sería muy ingenioso pensar que todo esto no deja cicatrices evolutivas.

    Se fomenta también la ridícula idea de que la identidad está ligada a la autopercepción. Nos movemos en un universo de significantes muy pobres, no hay palabras complicadas en los medios, que se esfuerzan en resignificar las que les interesan, con significados a veces contrarios, el matiz se considera grandilocuente. Vivimos en el reino de la demagogia intelectual.

    La imbecilización, lejos de ser una amenaza para la democracia como podría parecer a primera y simple vista, es lo que asegura su triunfo definitivo. Dentro de muy pocos años, el promedio del coeficiente o cociente intelectual de la humanidad rondará los 80. No habrá que esperar como en la citada película al año 2505  para que se haga realidad la gran amenaza de idiotización. 

sábado, 27 de agosto de 2022

Los hijos metálicos de la tierra (y 2)

    El mito de los hijos metálicos de la tierra es el ejemplo ilustre de mentira noble, dentro de lo noble y bienintencionada que pueda ser una mentira, que Platón hace decir a Sócrates. Aparece hacia el final del libro tercero de la República (414b-c-d-e y 415) y se presenta como un cuento fenicio, es decir extranjero y de alguna manera bárbaro. Podría recordar muy vagamente, como se verá, a la leyenda de Cadmo, fenicio él mismo y fundador de Tebas, que, después de haber dado muerte al dragón que asolaba la comarca, sembró los dientes del monstruo en la tierra, y de esa simiente nacieron luego del seno de la tierra los 'espartos' (sembrados en griego), hombres adultos y armados.
 
    La leyenda de los hijos metálicos de la tierra justifica el concepto de autoctonía (αὐτόχθων autóchthon, en griego nacido de la tierra), cuya intención es fomentar la solidaridad patriótica o nacional entre las distintas clases o estamentos sociales, ya que todas son oriundas de la tierra en primera instancia. Todos, viene a decirnos el Sócrates de Platón, somos hijos de la tierra bien directa- o indirectamente, que moldeó y crió en su seno a nuestros primeros padres, y que, una vez formados, los dio a luz, por lo que ella es de una u otra forma nuestra madre y nodriza.
 
    

    Se afianza así el mito de la madre tierra o madre patria o más propiamente matria, que diría don Miguel de Unamuno antes que nuestros feministas, que estamos obligados a defender por ser nuestra progenitora, como estamos obligados a defender a nuestros congéneres, porque son nuestros hermanos. Sin embargo, no somos todos iguales, pese al origen común y a nuestra hermandad, porque hay una diferencia considerable en la formación de nuestra alma o, si se prefiere, de nuestra personalidad.     
 
    El dios o genio divino que nos ha creado ha utilizado diversos metales a la hora de fraguar nuestra identidad personal: oro a los que van a ser los Guardianes o gobernantes, filósofos capacitados para el ejercicio del poder, porque son los más valiosos, plata a los Auxiliares o soldados y policías, que van a ser los perros guardianes propiamente dichos del orden establecido tanto interior como exterior, y bronce y hierro a los Artesanos y a los Labradores, que son los más y los de menos valer.
Platón, John Holbo
 
    Lo normal es que cada cual engendre un hijo de su misma condición, a su imagen y semejanza, como dice nuestra paremia: de tal palo, tal astilla, o el clásico en latín: qualis pater, talis filius. Pero puede darse el caso de que de alguien de oro nazca un hijo de plata, y viceversa, y de modo análogo en los restantes casos. El dios o genio divino en estos casos ordena a los gobernantes que presten atención a su prole a fin de ver cuál es la mezcla preponderante en la formación de su alma. Si los descendientes de los gobernantes áureos nacen con mezcla de bronce o de hierro, no pueden llegar a gobernar como sus mayores. Estos no deben tener ningún miramiento ni compasión hacia sus hijos a la hora de educarlos dentro del gremio de los artesanos o de los labradores. Si de estos últimos naciera alguien, una vez tasado su valor, con algo de oro o de plata en su alma, debería ser promovido al rango de Auxiliar, pero nunca al de Guardián o gobernante, porque hay un oráculo que dice que el Estado sucumbirá si lo gobierna un Guardián con algo de hierro o de bronce.
 
 
 Mito de los metales, John Holbo
 
    Esta historia entronca directamente, con Hesíodo, en concreto con el mito de las edades de oro, de plata, de bronce y de hierro que este aplicaba a las diversas etapas para explicar el progreso degenerado de la humanidad (Trabajos y días, vv. 109-201) y el simbolismo de los metales relacionado con el valor de los hombres. Lo curioso de la utilización que hace Platón de este simbolismo es que los metales forman tanto las almas individuales como las clases sociales y que las barreras entre las clases o castas sociales no son infranqueables, sino que puede haber, como hemos visto, promoción o degradación de individuos según la composición de su alma.
 
    El objetivo de este mito queda claro enseguida: aceptar la jerarquía existente. Se trata de una mentira útil para el sostenimiento del orden establecido o status quo. La mentira útil es como un fármaco o medicamento que sólo pueden administrar los médicos, en nuestro caso los Guardianes o gobernantes. 
 
    Los Auxiliares de la Ciudad, es decir, las Fuerzas de Orden Público que se decía antaño y ahora Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado se encargarán, como diría Platón, de “reprimir mejor a las gentes de dentro, si alguien rehúsa obedecer a las leyes” y las Fuerzas Armadas de “defenderse contra los de fuera, si el enemigo viene como un lobo a echarse sobre el rebaño”, siempre a las órdenes de los Guardianes o dorados gobernantes.

viernes, 26 de agosto de 2022

Los hijos metálicos de la tierra (1)

    Una mentira, a fuerza de repetirse, se ha dicho muchas veces, acaba creyéndose y si no resulta verdadera adquiere fuerza de verdad de alguna manera, independientemente de su intrínseca falsía. Platón pretende inculcar a la ciudadanía lo que él llama una “noble mentira” que no haga daño a la sociedad, porque, como repetía Sócrates, nadie hace mal a sabiendas o voluntariamente, sino todo lo contrario. Esa era al menos su pretensión. Otra cosa muy distinta será su resultado.
 
    En el libro III de la República (389 b-c) escribe en efecto Platón: A los que gobiernan el Estado conviene, si es que conviene a alguien, mentir en sus tratos con los enemigos o con los ciudadanos en beneficio del Estado, pero a los demás no debe permitírseles (τοῖς ἄρχουσιν δὴ τῆς πόλεως, εἴπερ τισὶν ἄλλοις, προσήκει ψεύδεσθαι ἢ πολεμίων ἢ πολιτῶν ἕνεκα ἐπ᾽ ὠφελίᾳ τῆς πόλεως, τοῖς δὲ ἄλλοις πᾶσιν οὐχ ἁπτέον τοῦ τοιούτου). Esta mentira se justifica, en resumidas cuentas, por razón de Estado. Si es adecuado que algunos hombres mientan, sólo pueden hacerlo los que gobiernan el Estado y en interés de la comunidad.
 
    Y más adelante volverá a repetirse la misma idea (libro V 459c-d): es bien posible que nuestros gobernantes se vean en la necesidad de recurrir a menudo a la mentira y al engaño en interés de los gobernados (συχνῷ τῷ ψεύδει καὶ τῇ ἀπάτῃ κινδυνεύει ἡμῖν δεήσειν χρῆσθαι τοὺς ἄρχοντας ἐπ᾽ ὠφελίᾳ τῶν ἀρχομένων). Pueden mentir a otros Estados, en un mundo como el nuestro y en el de Platón, en que hay más de uno, y por lo tanto, los otros vienen a ser rivales o enemigos con los que ese uno tiene que tratar.
 
Retrato de Henry Wotton, anónimo (siglo XVII)

    Platón, pues, autoriza en ese caso la mentira por Razón de Estado, traducción libre que hago yo de ἐπ᾽ ὠφελίᾳ τῆς πόλεως (ep' ofelía tes póleos, literalmente “en interés de la ciudad-estado), lo que recuerda a la definición que dio del personal diplomático sir Henry Wotton, poeta y embajador inglés en la república de Venecia que vivió a caballo de los siglos XVI y XVII: Legatus est uir bonus peregre missus ad mentiendum Reipublicae causa, o lo que viene a ser lo mismo: 'El embajador es un hombre de bien enviado al extranjero para mentir en interés de su nación (por razón de Estado)'.
 
    Pero también autoriza, como vemos en la segunda parte de la definición, la mentira de los gobernantes en los tratos con sus gobernados siempre que se haga, como se hace siempre, por su propio bien, como si se tratara de una mentira piadosa o blanca. Sin embargo, hay una diferencia sustancial: se usa la mentira piadosa o blanca para no herir o hacer daño a alguien, mientras que la mentira noble es esencialmente política y se usa por el beneficio público que se cree que supone.
 

    Estamos ante un concepto que hará mucha fortuna en la historia de la humanidad: el concepto de "mentira noble" (γενναῖον ψεῦδος, gennaion pseudos, en griego). Se trata de inculcar a la sociedad una mentira necesaria y útil que admitan los gobernantes -los filósofos o expertos, en nuestros días- y el resto de la sociedad -los gobernados, para aceptar la jerarquía. Propondrá como ejemplo el mito de los metales que forman el alma humana para justificar el orden social que se persigue, entrecruzado con el de los hijos de la tierra o autoctonía, madre común que nos hermana.  
 
    Nótese que mentira se dice en griego pseudos, que ha servido en castellano como prefijo (p)seudo- que denuncia la falsedad de lo que se dice a continuación: (p)seudocientífico, por ejemplo, o (p)seudopandemia. Este prefijo pertenece al registro culto de la lengua, como helenismo que es. Popularmente se prefiere decir en su lugar, por ejemplo, que la 'pandemia de COVID-19' que declaró el 11 de marzo de 2020 la OMS fue una falsa pandemia o con flagrante anglicismo una pandemia fake
 
    El interés político de esta moderna mentira era innegable. Si de algo sirvió la susodicha (p)seudopandemia fue para instaurar una dictadura sanitaria mundial, un control perfecto sobre la humanidad bajo la ridícula y bien intencionada pretensión de salvarla de la muerte.

jueves, 25 de agosto de 2022

El experimento del profesor Rosenhan

    El profesor David Rosenhan de la Universidad de Stanford realizó en 1975 un curioso experimento para averiguar cómo influye el etiquetado psiquiátrico en la interpretación de la conducta de los demás.  ¿Qué pasaría si unas personas, supuestamente cuerdas, trataran de ingresar en un hospital psiquiátrico fingiendo padecer alguno de los síntomas de la locura?  ¿Pasarían por locos? ¿Se darían cuenta los psiquiatras y el resto del personal sanitario de que se trataba de una impostura? 
 
David Rosenhan (1929-2012)
 
     David Rosenhan eligió ocho participantes perfectamente cuerdos (psicólogos, psiquiatras, pediatras, un ama de casa…), que acudieron al hospital contando algo que en realidad no les ocurría: dijeron que oían voces, ocultando su verdadera profesión, aunque, a partir de ahí, nunca más mintieron: contaron sus sentimientos reales, sus pensamientos y los acontecimientos más significativos de su vida. En cuanto estuvieron ingresados, dejaron de decir que oían voces y se convirtieron en las mismas personas que eran en la vida diaria. Además, se mostraron ansiosos por cooperar y decían querer «curarse» para salir lo más pronto posible. Sin embargo, todos ellos fueron diagnosticados de esquizofrenia, exceptuando uno de los participantes, al que se le diagnosticó psicosis maniaco-depresiva.
 
     Cuando se les dio de alta, en el informe figuraba: esquizofrénico en remisión. La impostura no había sido descubierta por ninguno de los expertos en salud mental. De hecho, sólo hubo un grupo de personas capaces de darse cuenta del engaño: los pacientes reales. Algunos les decían a los pseudo-pacientes comentarios del tipo: «Tú no estás loco. Eres un periodista o un profesor. Estás investigando lo que ocurre en el hospital.»
 
   
    
     Pero no contento con eso, como nueva vuelta de tuerca, Rosenhan hizo el experimento contrario: dijo al personal médico que un grupo de falsos pacientes intentaría ingresar en el hospital en los meses siguientes. Lo que consiguió fue que, a partir de entonces, los médicos se volvieran muy susceptibles y sospecharan de todos los pacientes. De hecho, diagnosticaron como falsos enfermos mentales a uno de cada cuatro. 
 
     El experimento demostró algo sumamente inquietante para los psicólogos y psiquiatras, y por eso lo traigo aquí, para que nos haga pararnos un poco a pensar: una vez que alguien recibe un diagnóstico, cualquier cosa que haga será interpretada en contra suya en función de ese diagnóstico. De hecho, ésa fue la sensación que tuvieron los falsos pacientes de Rosenhan: cualquier comportamiento que tuvieran (estuviera o no dentro de la norma) se interpretaba como síntoma de su supuesta enfermedad mental. 
 
    El etiquetado tiene un gran poder en la vida real. Todos usamos etiquetas continuamente y nos cuesta mucho cambiarlas y desembarazarnos de ellas. Cuando, como en el caso de los psiquiatras y psicólogos, estamos en una posición de poder,  el sambenito que nos cuelgan se vuelve muy peligroso, definidor y definitivo. 
 
    Se puede incluso decir que la etiqueta es como una cárcel en la que encerramos a los demás y en la que nos encierran y encerramos a nosotros mismos: por un perro que maté me llaman mataperros, dice el refrán; por una vez que hice una cosa me colgaron para siempre el sambenito, y cualquier cosa que haga a partir de ahora se interpretará como característica de la etiqueta que me colgaron.

miércoles, 24 de agosto de 2022

Los tres monos sabios

    Los tres monos sabios tradicionales japoneses de la talla de madera del siglo XVII de Hidari Jingoro, situada sobre los establos sagrados del santuario de Toshogu en Nikko, al norte de Tokio forman una especie de Santísima Trinidad. 
 
Los tres monos sabios de Nikko Toshogu, Hindari Jingoro (s. XVII)
 
      En realidad no son tres monos, sino uno solo, tres en uno o uno en tres: Uno que no oye, que no habla, que no ve. Pero no lo hace porque sea sordo, mudo y ciego, sino porque teniendo oídos no quiere oír, teniendo boca no quiere decir ni mu y teniendo ojos no quiere ver, por lo que cierra oídos, boca y ojos. 
 
    El mono no quiere ver ni oír ni decir lo que resulta inconveniente, siguiendo la doctrina moral confuciana, que aconseja una pauta de comportamiento muy similar a la paremia que dice en la lengua de Chéspir: «See no evil, hear no evil, speak no evil», que viene a significar no veas maldades, no oigas maldades, no digas maldades.
 
     Y es algo parecido a nuestro refrán «oír, ver y callar (recias cosas son de obrar)» que aconseja discreción sobre todo a la hora de hablar y de contar lo que, por otro lado, nuestra paremia no nos prohíbe oír ni ver, pero sí divulgar, como norma de conducta. 
 
    Pero cabe otra lectura de la simbología de la célebre talla de madera japonesa: el mono, nuestro común antepasado, se niega a ver, oír y decir en general, independientemente de la valoración moral que hagamos de las cosas en los términos de buenas y malas, por lo que cierra ojos, oídos y boca y se vuelve ciego, sordo y mudo... ante lo bueno y lo malo, ante todo, es decir, ante la falsedad de la realidad del mundo que nos rodea.
 
    Si nos remontamos a la Biblia, tenemos en el Nuevo Testamento (Marcos 8, 18) las palabras de Jesús a sus incrédulos discípulos: ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís? Y en el Viejo Testamento (Jeremías 5, 21): Oíd esto, pueblo necio e insensato, que tiene ojos y no ve, tiene oídos y no oye. Lo que nos lleva indirectamente a uno de nuestros refranes castellanos más repetidos: No hay peor ciego que el que no quiere ver; y su variante, que cambia la ceguera por la sordera: No hay peor sordo que el que no quiere oír.
     
 
 
    Pero, instalados ya en el tercer milenio, hay una imagen que por sí sola puede resumir las otras tres de los monos sabios añadiendo un detalle no poco significativo: el chimpancé actual que es el ser humano, que somos todos y cada uno de nosotros, deja de hacer esas tres cosas -oír, ver y hablar- cuando utiliza su esmarfon o teléfono supuestamente inteligente, pero en realidad es utilizado por la inteligencia artificial del cachivache, un móvil conectado a la Red al que se aferra, al que nos aferramos, como si fuera un chaleco salvavidas, nuestra salvación, que nos abstrae de la realidad creando un simulacro virtual de ella y que, por lo tanto, nos ensordece, nos enmudece y enceguece. 
 
 
 
    El homotontolculus es el último eslabón de la evolución del pithecanthropus erectus en la genial viñeta del llorado Forges, el último homínido de la era virtual y tecnológicamente emprendedora (que no aprendedora), que camina hacia atrás, móvil en ristre como su único instrumento prensil. Dicen que en España hay ya más celulares que españoles, y es que «cada día que amanece, la grey de los tontos crece».

martes, 23 de agosto de 2022

Formación de masas

    El concepto "formación de masas" resulta familiar a los lectores de Agustín García Calvo, que se refería habitualmente a los medios de comunicación, mass media en la lengua del Imperio, como «medios de formación de masas», añadiendo a veces «de individuos personales».

    El profesor Mattias Desmet, por su parte, de la Universidad de Gante ha publicado un libro en neerlandés De Psychologie van Totalitarisme (2022), traducido ya al inglés The psychology of totalitarianism, en el que aplica la teoría de formación de masas a la pandemia de COVID-19, y utiliza el término «mass formation», y eventualmente «mass formation psychosis». Ya Gustave Le Bon y el propio Freud ocasionalmente hablaron de la formación de masas, pero fue Elias Canetti quien acuñó el concepto, del que Desmet hace ahora un uso sistemático aplicándoselo a la pandemia.

 

    

    Señala cuatro características en la formación de masas. La primera condición es la soledad o asilamiento social generalizados, que son fundamentales para que surja una masa de individuos, cosa que favoreció la pandemia. Se requiere que haya desconexión con el entorno, y atomización individual. Cita Desmet, en este sentido, la creación en el Reino Unido del Ministerio de la Soledad, y en los Estados Unidos de América la epidemia de soledad que se produjo en 2017. Es curioso que cuanto mayor es esta soledad más se vuelca, a falta de calor humano, en la tecnología y en los medios y retículas sociales. La segunda es la pérdida del sentido de la vida. La tercera es la ansiedad y el malestar psicológico. La frustración y la ansiedad son el caldo de cultivo, así como el descontento con el trabajo y lo que uno hace en la vida cotidiana. La cuarta, la irritabilidad y la agresividad que generan mucha tensión.

    Los afectados no pueden distanciarse críticamente de lo que la masa cree aunque sea algo totalmente irracional. Lo más notable de todo es que no importa si lo que se cree es verdad o no lo es. Incluso parece que cuanto más absurdo es más se cree en ello, más entusiasmo despierta la creencia en las masas. Es la vieja doctrina medieval, digo yo, del Credo quia absurdum: Lo creo por lo absurdo que es, o como lo formuló Tertuliano «credibile quia ineptum est» o sea, resulta creíble o digno de crédito porque es ilógico.

    Un ejemplo puede ser este cartel del Ayuntamiento de Almería que decía: «Te concedo que salgas a la calle sin mascarilla, a cambio de la vida de tu abuelo. El covid-19 provoca la muerte. No juegues con él». Lo absurdo de la creencia es que la mascarilla protegía contra el cóvid así como que los nietos podían contagiar y matar a los abuelos si no se ponían el dichoso símbolo de sumisión islámica -islam, por cierto, significa «sumisión» en árabe. Se ha visto igualmente a mucha gente conducir su automóvil personal con mascarilla cuando iban solos, convirtiéndose el embozo en un elemento simbólico de sometimiento incondicional al relato dominante y de pertenencia a la masa.

    Los individuos masificados están dispuestos a sacrificarse y a sacrificar todo lo que para ellos era importante, y demuestran una gran intolerancia frente a los que no están de acuerdo con sus planteamientos, a los que a menudo estigmatizan y a los que insultan, denuncian y acosan tanto en público como en privado, destruyéndolos en los casos más extremos. 


 "No-vacunados a las cámaras de gas"

    A lo largo de la historia de la humanidad se han producido muchos fenómenos de formación de masas: las cruzadas medievales, las cazas de brujas, la revolución francesa, la rusa, el nazismo, el estalinismo... Para que se produzca la formación de una masa, tiene que haber una disposición por parte de la gente, y curiosamente, contra lo que pudiera parecer a primera vista, cuanto mayor es el nivel educativo, más fácil es caer en la formación. Sería interesante profundizar en este tema, que nos lleva a cuestionar el papel de la educación a la hora de formar masas y aniquilar el "escepticismo popular". 

    Y en medio de este caldo de cultivo la función de los medios informativos es crucial, ya que ellos son los encargados de ofrecer una narrativa que los individuos personales consumen y con la que se identifican. La masa cree en un relato no porque sea verosímil sino porque la creencia, por muy demencial que sea, crea un nuevo vínculo social. La masa pueden convertir cualquier grupo humano en un motivo de ansiedad y de persecución: los musulmanes, los judíos, los antivacunas, los rusos... Los afectados se embarcan en una lucha heroica que los ha de conectar con otros como ellos y darle un sentido a su vida, emparanoiándose, a lo que contribuyen los medios de comunicación con sus informaciones, que son en realidad propaganda y adoctrinamiento. 

    Cada cual aislado en su hogar forma parte de la masa sin conexión física con el resto, no como en un estadio donde las masas al unísono gritan «gol» o corean la canción del grupo musical. La formación de masas es similar a la hipnosis, y se caracteriza por la pérdida de la racionalidad: la masa oye, pero no escucha. Se acepta la narrativa que difunden los medios porque establece un vínculo social: la gente se asomaba a ventanas y balcones a las ocho a aplaudir a los sanitarios porque lo mandaba la televisión instalada en la intimidad de sus hogares unifamiliares. En el mismo sentido, cuanto más absurdas son las medidas que toma la masa, más conforman y cumplen la función de un ritual. 

    La gente, dispuesta a sacrificarse, encuentra al fin un sentido a su vida y a su muerte, haciéndose sinónimas las expresones «vale la pena vivir por algo» y «vale la pena morir por algo». Esto explica, por ejemplo, la autoflagelación en los monasterios medievales, y cómo la tortura del cilicio acercaba dolorosa- y placenteramente a la vez a los monjes a Dios. Y explica los empleos históricos de los cruzados «Deus lo volt (Dios lo quiere)» y el «Gott mit uns (Dios con nosotros)» de los nazis. 

    Si la pandemia ha sido el primer gran fenómeno de formación de masas en la época moderna, el segundo está siendo en la actualidad la guerra de Ucrania. Y suma y sigue.

  "Mata al ruso"

   "Mata al ruso"

     Algo que se vio durante la pandemia fue el aislamiento para que no hablásemos, frente a lo que sólo puede oponerse, propone Desmet, la formación de un grupo por muy minúsuclo que sea que no se convierta nunca en una masa, y que se disponga a hablar, dejarse hablar porque hablando se entiende la gente y puede denunciar la deriva de la formación de masas al estado totalitario, el totalitarismo 'democrático' que padecemos.

lunes, 22 de agosto de 2022

Vacaciones de verano

    Cantaban Fórmula V, creo que eran ellos, en los años setenta un tema cuyo estribillo repetía machaconamente «Vacaciones de verano para mí, caminando por la arena junto a ti...», y se convertía en la típica canción veraniega pegadiza que alegre celebraba la llegada de las vacaciones estivales tan deseadas. 
 
    Dígame, si puede, alguien, ¿de qué nos sirven las merecidas vacaciones? ¿De qué nos sirve el mes de agosto, ese invento endemoniado del gobierno y calendario que nos engaña con el cómputo del tiempo cronometrado? ¿De qué nos vale? ¿Para darnos algún respiro y recobrar así el resuello y recuperarnos de la fatiga del trabajo asalariado? 
 
    Sin duda sirve, como el fin de semana, para que olvidemos que hay un ciclo fatídico que se repite, y por lo tanto tras el domingo viene inevitablemente el lunes siempre, y la semana nunca acaba, bucle perfecto. 
 
    Pero sirven mucho las merecidas vacaciones para hacer que olvidemos la obligación de ser nosotros mismos, y desconectemos y podamos renovar el eterno ciclo, tras la merecida pausa, y que podamos, recargadas ya las pilas, volver al tajo y funcionar con rutinaria mansedumbre y soportar así lo insoportable.

Sísifo, Sergey Kolesnikov (2017)

      Recordemos brevemente a Sísifo, que somos nosotros mismos. Somos Sísifo y su roca. Cuando llegamos a la cumbre de la montaña acarreando nuestra roca como Sísifo, tarea laboriosa, inútil donde las haya, la roca cae, se despeña y rueda por la ladera opuesta, monte abajo, obligándonos a correr tras ella, y reintentar el ascenso de nuevo en vano...

   

    Richard Wright, teclista de Pink Floyd compuso en mil novecientos sesenta y nueve el tema “Sísifo”, suite musical sobre el esfuerzo ímprobo del personaje mitológico que triunfa logrando su objetivo y a la vez fracasa por lo que debe comenzar de nuevo siempre, incluido en el álbum del grupo “Ummagumma”, que abre. 
 
Portada escheriana del álbum doble 'Ummagumma' (1969) de Pink Floyd
  
    La suite se divide en cuatro partes: la primera podríamos catalogarla de épica banda sonora de película que evoca un titánico esfuerzo; la segunda, melodiosa composición de piano que sugiere el logro del objetivo; la tercera nos presenta la disonancia de la armonía que se rompe, tormenta desencadenada: se malogra  lo conseguido; se abre al fin la cuarta parte que vuelve con su melodía a la primera.
 

domingo, 21 de agosto de 2022

La viróloga dixit

    Durante la primavera del año en curso, según iba entrando el buen tiempo como consecuencia del periódico calentamiento global del planeta producido por el cambio climático, las restricciones comenzaron a relajarse poco a poco. Las mascarillas desaparecían de los rostros en los espacios públicos aunque nunca definitivamente del todo (de hecho en nuestro país siguen siendo obligatorias a día de hoy en todos los trasportes públicos, hospitales y farmacias, pese a su suficientemente probada ineficacia en cualquier caso). Como consecuencia de ello, el distanciamiento social se alejaba paulatinamente de nosotros.

    Ahora buscamos el acercamiento al prójimo: nos damos la mano y nos besamos como antes, casi sin ninguna precaución, como si no hubiera pasado nada y hubiera llegado el ansiado retorno de los abrazos. Hasta los políticos han dejado ya de hacerse reverencias orientales unos a otros guardando los dos metros protocolarios de la distancia de seguridad que recomienda la OMS y de llevarse la mano al pecho, como el caballero que pintó El Greco, en vez de darse un caluroso apretón de manos. Darse la mano es un gesto que genera confianza. La pandemia ha erosiado tremendamente esa confianza en el otro, que nos han hecho ver como un peligroso agente trasmisor de virus y bacterias. 

Caballero de la mano en el pecho, El Greco (c. 1580)

    De vez en cuando podemos todavía ver a alguien caminando solitario y atribulado con la mascarilla por la calle, pero es algo anecdótico, y la mayoría de la gente cree que se trata de un tarado miedoso o chiflado que todavía no se ha enterado de que ya no hay peligro ni es obligatorio el embozamiento al aire libre... Parece que la tormenta ha pasado. Vuelve el contacto físico, el único contacto propiamente hablando que hay. Hemos tenido, quien más quien menos, nuestros múltiples contactos digitales o espirituales sin tacto, gracias al único toque viral y vírico de la pantalla lisa -y táctil- de nuestro esmarfon, teléfono presuntamente inteligente o phono sapiens.

    Un amigo me escribía el otro día, comentándome unas recientes declaraciones de la viróloga oficial del reino y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, doña Margarita del Val, en un curso de la desprestigiada UIMP. La susodicha alertaba de que “tenemos que prepararnos para el otoño y no lo estamos haciendo”. Me decía este amigo que cada vez le daba más grima esta señora, que seguía erre que erre insistiendo cual buitre carroñera en hacer declaraciones costantemente para salir en los medios y adquirir protagonismo a toda costa y poder seguir así, decía él, chupando del bote.

    Según la inmunóloga orgánica la situación epidemiológica actual era 'favorable', aunque al mismo tiempo daba un dato alarmante que contradecía el diagnóstico anterior: los casos de muerte por coronavirus se habían multiplicado respecto a julio del año pasado... ¿Cómo era posible, me pregunto ingenuamente yo, si la mayoría democrática de la población estaba inmunizada con la pauta completa por las inoculaciones? ¿Cómo se explicaba eso? ¿No sería que los sueros anti-cóvid estaban resultando pro-cóvid?

     El cóvid ya es historia y agua pasada, me escribía este amigo. Yo no estoy tan seguro, le contesté. Y él, dándome en cierto modo la razón, me reconocía que había muchos intereses -políticos, económicos- creados. Nunca he creído que el coronavirus sea historia. Forma parte de la guerra psicológica de la que somos objeto y objetivo. Pensamos que la crisis (al menos la sanitaria) ha terminado, aunque siguen en pie la energética y la alimentaria, y seguimos con nuestra vida cotidiana atendiendo las exigencias de nuestros teléfonos móviles, saliendo de fiesta, incluso yéndonos de vacaciones sin demasiadas restricciones (salvo algún vuelo cancelado y algún pequeño caos en los aeropuertos), como si no hubiera pasado nada.

    Las aguas parece que están mansas en la superficie, pero son profundas. ¿Qué extrañas criaturas encontraremos acechándonos en sus profundidades abisales? La Agenda 2030 está establecida. Los responsables realmente no necesitan hacer nada más por lo pronto, salvo sentarse y esperar sus resultados. 

    Aunque la crisis sanitaria haya amainado, que no desaparecido -simplemente se informa menos, computándose sólo los casos de los mayores de sesenta años-, hay otras crisis, la energética, la alimentaria, la económica..., que son avatares de nuestro estado crítico y de la Crisis general. 

 
Pancartas amarillas contra el terrorismo institucional.

     Sigue adelante la digitalización de la llamada por los historiadores cuarta revolución industrial, una revolución que hará como las anteriores que todo cambie para poder seguir igual, o peor porque nos habremos engañado con la ilusión del cambio. Sigue adelante la veneración igualmente ilusoria por lo que la Agenda -lo que ha de ser hecho, etimológicamente, es decir, lo que no está necesariamente destinado a ocurrir, pero que se está diseñando para que ocurra, como escribía otro amigo- denomina la “Ciencia”, un conocimiento que sólo les es dado por infusión divina a los Expertos Sabelotodo. A ver si va a ser que sabe, usted, señora, o usted, caballero, o vamos a saber cualquiera de nosotros más que la Ciencia que todo lo sabe, que sabe hasta lo que no se sabe, hasta lo que no sabe ni Dios omnipotente y omnisciente.  

    La Ciencia se ha convertido en la nueva forma de religión.    No nos dicen abiertamente que tengamos fe en ella, porque suena arcaico, muy religioso y no poco fanático. En su lugar prefieren usar el término laico y más neutro de 'confianza': Confía en la Ciencia, nos dicen, pero viene a ser lo mismo, mera cuestión terminológica.

    La maquinaria aparentemente está apagada. Sin embargo, está hibernando aunque estemos en verano. El mecanismo está en modo de espera y en reposo, o en stand-by, por decirlo en la lengua del Imperio. La megamáquina no ha sido desactivada y está lista para activarse en cualquier momento. Ahora mismo puede apretarse el botón y ponerse nuevamente a funcionar.