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lunes, 22 de agosto de 2022

Vacaciones de verano

    Cantaban Fórmula V, creo que eran ellos, en los años setenta un tema cuyo estribillo repetía machaconamente «Vacaciones de verano para mí, caminando por la arena junto a ti...», y se convertía en la típica canción veraniega pegadiza que alegre celebraba la llegada de las vacaciones estivales tan deseadas. 
 
    Dígame, si puede, alguien, ¿de qué nos sirven las merecidas vacaciones? ¿De qué nos sirve el mes de agosto, ese invento endemoniado del gobierno y calendario que nos engaña con el cómputo del tiempo cronometrado? ¿De qué nos vale? ¿Para darnos algún respiro y recobrar así el resuello y recuperarnos de la fatiga del trabajo asalariado? 
 
    Sin duda sirve, como el fin de semana, para que olvidemos que hay un ciclo fatídico que se repite, y por lo tanto tras el domingo viene inevitablemente el lunes siempre, y la semana nunca acaba, bucle perfecto. 
 
    Pero sirven mucho las merecidas vacaciones para hacer que olvidemos la obligación de ser nosotros mismos, y desconectemos y podamos renovar el eterno ciclo, tras la merecida pausa, y que podamos, recargadas ya las pilas, volver al tajo y funcionar con rutinaria mansedumbre y soportar así lo insoportable.

Sísifo, Sergey Kolesnikov (2017)

      Recordemos brevemente a Sísifo, que somos nosotros mismos. Somos Sísifo y su roca. Cuando llegamos a la cumbre de la montaña acarreando nuestra roca como Sísifo, tarea laboriosa, inútil donde las haya, la roca cae, se despeña y rueda por la ladera opuesta, monte abajo, obligándonos a correr tras ella, y reintentar el ascenso de nuevo en vano...

   

    Richard Wright, teclista de Pink Floyd compuso en mil novecientos sesenta y nueve el tema “Sísifo”, suite musical sobre el esfuerzo ímprobo del personaje mitológico que triunfa logrando su objetivo y a la vez fracasa por lo que debe comenzar de nuevo siempre, incluido en el álbum del grupo “Ummagumma”, que abre. 
 
Portada escheriana del álbum doble 'Ummagumma' (1969) de Pink Floyd
  
    La suite se divide en cuatro partes: la primera podríamos catalogarla de épica banda sonora de película que evoca un titánico esfuerzo; la segunda, melodiosa composición de piano que sugiere el logro del objetivo; la tercera nos presenta la disonancia de la armonía que se rompe, tormenta desencadenada: se malogra  lo conseguido; se abre al fin la cuarta parte que vuelve con su melodía a la primera.