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domingo, 2 de febrero de 2025

Si la Candelaria plora...

El refrán más cacareado de los muchos que hay en torno al día 2 de febrero, festividad de la Candelaria, es: "Si la Candelaria llora (o sus formas antiguas, chora o plora), el invierno es fora", que quiere decir que si llueve el día de la Candelaria se acabó el invierno.

Coincide este día de la Candelaria con el día de la Marmota, el Groundhog day, que celebran allende el Atlántico los granjeros norteamericanos para predecir el fin del invierno, basándose en el comportamiento del roedor esciuromorfo, que despierta de su letargo precisamente el día 2 de febrero. 

Marmota, fuente Getty images

Según la creencia popular, si al salir de su madriguera la marmota no puede ver su sombra por estar el cielo encapotado, dejará la guarida, porque significa que el invierno concluirá pronto. Por el contrario, si la marmota puede contemplar su sombra porque es un día soleado y resplandece el astro rey en los cielos, se meterá de nuevo en su agujero a dormir como una marmota, o, si se prefiere cambiar de animal, como un lirón, porque el invierno durará por lo menos seis semanas más.​  

El día de la Marmota delimita la mitad del periodo que va del solsticio de invierno al equinoccio de primavera. Recojo un refrán en lengua catalana que se hace eco de una tradición parecida  del siguiente repertorio sobre el tema, en el que figura el oso porque era creencia popular que el 2 de febrero el plantígrado comenzaba a despertar también de su letargo invernal: "Per la Candelera l'ós surt de l’ossera, i, si troba que fa bo, se'n torna a fer un gaitó": Por la Candelaria el oso sale de la guarida, y, si cree que hace buen tiempo, vuelve a echar una cabezada. 

Es decir, que ni el oso ni la marmota norteamericana se fían del buen tiempo que pueda hacer el 2 de febrero, cuando despiertan de su letargo, porque precisamente, si hace bueno, vuelven a amodorrarse, y sólo se desesperezan de su larga hibernación cuando el cielo está nublado y llueve. 

Pero también recojo en el mismo sitio  otro refrán como contrarréplica del canónico citado al principio,  que le contradice: A Candelera ha plorau, pero l’ivierno no s’h’acabau.  

¿En qué quedamos? ¿Se acaba el invierno el día de la Candelaria dependiendo del estado del cielo o el invierno sigue adelante? Se ha dicho muchas veces que los refranes son la expresión del sentir popular por su carácter anónimo y sapiencial, pero precisamente por esa misma presunción de saber (lo que no se sabe) no puede fiarse la razón mucho de ellos pues los hay además para todos los gustos: Al que madruga Dios lo ayuda, pero No por mucho madrugar amanece más temprano
 
 
La película norteamericana El día de la marmota ('Groundhog Day', 1993) nos presenta a un personaje, nosotros mismos, el espectador, atrapado en un bucle temporal. Se despierta siempre el mismo día: el 2 de febrero, condenado a repetir sin fin, como Sísifo, una tarea absurda: la propia existencia. 
 
Sísifo, según la mitología griega, había sido condenado por los dioses a empujar una roca hasta la cima de una montaña para una vez allí verla rodar monte abajo.

El mito de Sísifo y la película El día de la marmota, más conocida en España como Atrapado en el tiempo, comparten una idea central: la repetición infinita de una tarea aparentemente absurda. Sin embargo, cada uno aborda esta repetición desde una perspectiva filosófica diferente. La película, que es una comedia, hace que el protagonista rompa finalmente el ciclo del bucle, mientras que Sísifo en el mito griego no puede cambiar su destino. Albert Camus sugirió que debíamos imaginar a Sísifo feliz, aceptando su destino y abrazando su absurdo.

Mientras que el mito de Sísifo es una metáfora de la lucha sin sentido de la vida, y por lo tanto un reflejo de nuestra realidad, la película en cuestión nos ofrece una visión más amable: aunque la repetición puede parecer absurda, porque lo es, el individuo puede darle sentido a través de su crecimiento y mejora personal y de su relación o conexión con los demás.

lunes, 22 de agosto de 2022

Vacaciones de verano

    Cantaban Fórmula V, creo que eran ellos, en los años setenta un tema cuyo estribillo repetía machaconamente «Vacaciones de verano para mí, caminando por la arena junto a ti...», y se convertía en la típica canción veraniega pegadiza que alegre celebraba la llegada de las vacaciones estivales tan deseadas. 
 
    Dígame, si puede, alguien, ¿de qué nos sirven las merecidas vacaciones? ¿De qué nos sirve el mes de agosto, ese invento endemoniado del gobierno y calendario que nos engaña con el cómputo del tiempo cronometrado? ¿De qué nos vale? ¿Para darnos algún respiro y recobrar así el resuello y recuperarnos de la fatiga del trabajo asalariado? 
 
    Sin duda sirve, como el fin de semana, para que olvidemos que hay un ciclo fatídico que se repite, y por lo tanto tras el domingo viene inevitablemente el lunes siempre, y la semana nunca acaba, bucle perfecto. 
 
    Pero sirven mucho las merecidas vacaciones para hacer que olvidemos la obligación de ser nosotros mismos, y desconectemos y podamos renovar el eterno ciclo, tras la merecida pausa, y que podamos, recargadas ya las pilas, volver al tajo y funcionar con rutinaria mansedumbre y soportar así lo insoportable.

Sísifo, Sergey Kolesnikov (2017)

      Recordemos brevemente a Sísifo, que somos nosotros mismos. Somos Sísifo y su roca. Cuando llegamos a la cumbre de la montaña acarreando nuestra roca como Sísifo, tarea laboriosa, inútil donde las haya, la roca cae, se despeña y rueda por la ladera opuesta, monte abajo, obligándonos a correr tras ella, y reintentar el ascenso de nuevo en vano...

   

    Richard Wright, teclista de Pink Floyd compuso en mil novecientos sesenta y nueve el tema “Sísifo”, suite musical sobre el esfuerzo ímprobo del personaje mitológico que triunfa logrando su objetivo y a la vez fracasa por lo que debe comenzar de nuevo siempre, incluido en el álbum del grupo “Ummagumma”, que abre. 
 
Portada escheriana del álbum doble 'Ummagumma' (1969) de Pink Floyd
  
    La suite se divide en cuatro partes: la primera podríamos catalogarla de épica banda sonora de película que evoca un titánico esfuerzo; la segunda, melodiosa composición de piano que sugiere el logro del objetivo; la tercera nos presenta la disonancia de la armonía que se rompe, tormenta desencadenada: se malogra  lo conseguido; se abre al fin la cuarta parte que vuelve con su melodía a la primera.