Cantaban Fórmula V, creo que eran ellos, en los años setenta un tema cuyo
estribillo repetía machaconamente «Vacaciones de verano para
mí, caminando por la arena junto a ti...», y se convertía
en la típica canción veraniega pegadiza que alegre celebraba la
llegada de las vacaciones estivales tan deseadas.
Dígame,
si puede, alguien, ¿de qué nos sirven las merecidas vacaciones? ¿De
qué nos sirve el mes de agosto, ese invento endemoniado del
gobierno y calendario que nos engaña con el cómputo del tiempo cronometrado? ¿De qué nos vale? ¿Para darnos algún respiro y
recobrar así el resuello y recuperarnos de la fatiga del trabajo asalariado?
Sin duda
sirve, como el fin de semana, para que olvidemos que hay un ciclo fatídico que se repite, y por lo tanto tras el domingo viene
inevitablemente el lunes siempre, y la semana nunca acaba, bucle perfecto.
Pero
sirven mucho las merecidas vacaciones para hacer que olvidemos la
obligación de ser nosotros mismos, y desconectemos y podamos
renovar el eterno ciclo, tras la merecida pausa, y que podamos,
recargadas ya las pilas, volver al tajo y funcionar con rutinaria mansedumbre y soportar así lo insoportable.
Sísifo, Sergey Kolesnikov (2017)
Recordemos brevemente a Sísifo, que somos nosotros mismos. Somos Sísifo y su roca. Cuando llegamos a la cumbre de la montaña acarreando nuestra roca como Sísifo, tarea laboriosa, inútil donde las haya, la roca cae, se despeña y rueda por la ladera opuesta, monte abajo, obligándonos a correr tras ella, y reintentar el ascenso de nuevo en vano...
Richard Wright, teclista de Pink Floyd compuso en mil novecientos
sesenta y nueve el tema “Sísifo”, suite musical sobre el
esfuerzo ímprobo del personaje mitológico que triunfa logrando su
objetivo y a la vez fracasa por lo que debe comenzar de nuevo
siempre, incluido en el álbum del grupo “Ummagumma”, que abre.
La
suite
se divide en cuatro partes: la primera podríamos catalogarla de
épica banda sonora de película que evoca un titánico esfuerzo; la
segunda, melodiosa composición de piano que sugiere el logro del
objetivo; la tercera nos presenta la disonancia de la armonía que se
rompe, tormenta desencadenada: se malogra lo conseguido; se abre al
fin la cuarta parte que vuelve con su melodía a la primera.
Ímprobos esfuerzos, (como esas inoculaciones) a los que contribuimos, y caen sobre nosotros para pasar el sino establecido.
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