El concepto "formación de masas" resulta familiar a los lectores de Agustín García Calvo, que se refería habitualmente a los medios de comunicación, mass media en la lengua del Imperio, como «medios de formación de masas», añadiendo a veces «de individuos personales».
El profesor Mattias Desmet, por su parte, de la Universidad de Gante ha publicado un libro en neerlandés De Psychologie van Totalitarisme (2022), traducido ya al inglés The psychology of totalitarianism, en el que aplica la teoría de formación de masas a la pandemia de COVID-19, y utiliza el término «mass formation», y eventualmente «mass formation psychosis». Ya Gustave Le Bon y el propio Freud ocasionalmente hablaron de la formación de masas, pero fue Elias Canetti quien acuñó el concepto, del que Desmet hace ahora un uso sistemático aplicándoselo a la pandemia.
Señala cuatro características en la formación de masas. La primera condición es la soledad o asilamiento social generalizados, que son fundamentales para que surja una masa de individuos, cosa que favoreció la pandemia. Se requiere que haya desconexión con el entorno, y atomización individual. Cita Desmet, en este sentido, la creación en el Reino Unido del Ministerio de la Soledad, y en los Estados Unidos de América la epidemia de soledad que se produjo en 2017. Es curioso que cuanto mayor es esta soledad más se vuelca, a falta de calor humano, en la tecnología y en los medios y retículas sociales. La segunda es la pérdida del sentido de la vida. La tercera es la ansiedad y el malestar psicológico. La frustración y la ansiedad son el caldo de cultivo, así como el descontento con el trabajo y lo que uno hace en la vida cotidiana. La cuarta, la irritabilidad y la agresividad que generan mucha tensión.
Los afectados no pueden distanciarse críticamente de lo que la masa cree aunque sea algo totalmente irracional. Lo más notable de todo es que no importa si lo que se cree es verdad o no lo es. Incluso parece que cuanto más absurdo es más se cree en ello, más entusiasmo despierta la creencia en las masas. Es la vieja doctrina medieval, digo yo, del Credo quia absurdum: Lo creo por lo absurdo que es, o como lo formuló Tertuliano «credibile quia ineptum est» o sea, resulta creíble o digno de crédito porque es ilógico.
Un ejemplo puede ser este cartel del Ayuntamiento de Almería que decía: «Te concedo que salgas a la calle sin mascarilla, a cambio de la vida de tu abuelo. El covid-19 provoca la muerte. No juegues con él». Lo absurdo de la creencia es que la mascarilla protegía contra el cóvid así como que los nietos podían contagiar y matar a los abuelos si no se ponían el dichoso símbolo de sumisión islámica -islam, por cierto, significa «sumisión» en árabe. Se ha visto igualmente a mucha gente conducir su automóvil personal con mascarilla cuando iban solos, convirtiéndose el embozo en un elemento simbólico de sometimiento incondicional al relato dominante y de pertenencia a la masa.
Los individuos masificados están dispuestos a sacrificarse y a sacrificar todo lo que para ellos era importante, y demuestran una gran intolerancia frente a los que no están de acuerdo con sus planteamientos, a los que a menudo estigmatizan y a los que insultan, denuncian y acosan tanto en público como en privado, destruyéndolos en los casos más extremos.
"No-vacunados a las cámaras de gas"
A lo largo de la historia de la humanidad se han producido muchos fenómenos de formación de masas: las cruzadas medievales, las cazas de brujas, la revolución francesa, la rusa, el nazismo, el estalinismo... Para que se produzca la formación de una masa, tiene que haber una disposición por parte de la gente, y curiosamente, contra lo que pudiera parecer a primera vista, cuanto mayor es el nivel educativo, más fácil es caer en la formación. Sería interesante profundizar en este tema, que nos lleva a cuestionar el papel de la educación a la hora de formar masas y aniquilar el "escepticismo popular".
Y en medio de este caldo de cultivo la función de los medios informativos es crucial, ya que ellos son los encargados de ofrecer una narrativa que los individuos personales consumen y con la que se identifican. La masa cree en un relato no porque sea verosímil sino porque la creencia, por muy demencial que sea, crea un nuevo vínculo social. La masa pueden convertir cualquier grupo humano en un motivo de ansiedad y de persecución: los musulmanes, los judíos, los antivacunas, los rusos... Los afectados se embarcan en una lucha heroica que los ha de conectar con otros como ellos y darle un sentido a su vida, emparanoiándose, a lo que contribuyen los medios de comunicación con sus informaciones, que son en realidad propaganda y adoctrinamiento.
Cada cual aislado en su hogar forma parte de la masa sin conexión física con el resto, no como en un estadio donde las masas al unísono gritan «gol» o corean la canción del grupo musical. La formación de masas es similar a la hipnosis, y se caracteriza por la pérdida de la racionalidad: la masa oye, pero no escucha. Se acepta la narrativa que difunden los medios porque establece un vínculo social: la gente se asomaba a ventanas y balcones a las ocho a aplaudir a los sanitarios porque lo mandaba la televisión instalada en la intimidad de sus hogares unifamiliares. En el mismo sentido, cuanto más absurdas son las medidas que toma la masa, más conforman y cumplen la función de un ritual.
La gente, dispuesta a sacrificarse, encuentra al fin un sentido a su vida y a su muerte, haciéndose sinónimas las expresones «vale la pena vivir por algo» y «vale la pena morir por algo». Esto explica, por ejemplo, la autoflagelación en los monasterios medievales, y cómo la tortura del cilicio acercaba dolorosa- y placenteramente a la vez a los monjes a Dios. Y explica los empleos históricos de los cruzados «Deus lo volt (Dios lo quiere)» y el «Gott mit uns (Dios con nosotros)» de los nazis.
Si la pandemia ha sido el primer gran fenómeno de formación de masas en la época moderna, el segundo está siendo en la actualidad la guerra de Ucrania. Y suma y sigue.
"Mata al ruso"
Algo que se vio durante la pandemia
fue el aislamiento para que no hablásemos, frente a lo que sólo
puede oponerse, propone Desmet, la formación de un grupo por muy
minúsuclo que sea que no se convierta nunca en una masa, y que se
disponga a hablar, dejarse hablar porque hablando se entiende la
gente y puede denunciar la deriva de la formación de masas al estado
totalitario, el totalitarismo 'democrático' que padecemos.