Érase una vez un beduino que se encontró una lámpara maravillosa enterrada en la arena de una playa, la frotó y se le apareció un genio que, en agradecimiento por haber sido liberado de su cautiverio, le dijo:
-Pídeme un deseo, y te lo concederé.
-Quiero ser feliz, -dijo el beduino.
-Bueno -replicó el genio- ese es un deseo muy abstracto que no está en mi mano concedérterlo, ya lo siento. Tienes que pedirme algo mucho más concreto.
-Está bien -dijo el beduino y añadió, después de reflexionar un rato. -Voy a pedirte algo más concreto: Quiero que desparezca lo que me impide ser feliz. -Añadió satisfecho de haber acertado a formular lo que quería.
-Está bien -accedió el genio agitando su varita mágica. –Eso sí puedo concedértelo. Si así lo quieres, así será.
-Así lo deseo.
-¡Pues sea, tú lo has querido!
Y en ese mismo momento desapareció el beduino por el arte de la magia de la varita del genio de la lámpara.