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miércoles, 11 de diciembre de 2024

Pareceres LXIII

306.- La moral del pedo. Rafael Sánchez Ferlosio acuñó la locución “la moral del pedo” para referirse a la tolerancia que a veces se traduce en complacencia que a cada cual le producen sus propias ventosidades y la aversión traducida en repugnancia que le provocan las ajenas, que llegan incluso a molestar y a ofender. Ya lo decía el refrán: A nadie le huelen mal sus cuescos, ni le parecen sus hijos feos. Pero no hieden y apestan no porque no sean pedos como los del vecino, sino porque son suyos. La segunda parte del refrán insiste en la misma idea con otro ejemplo: nuestros hijos no nos parecen feos no porque no lo sean, que lo son, y mucho, sino porque son nuestros. Es la idea nacionalista y chovinista de que nuestra nación, nuestro equipo, nuestro idioma es lo mejor de lo mejor y no hay nada igual, creencia que es fruto de nuestra onfaloscopia o arte de contemplar el propio ombligo. Llevado al terreno de la religión, nuestro Dios es mejor que el del vecino, o al menos es el dios verdadero, ya que los otros, los de los demás, son falsos e inexistentes, fruto de la idolatría. Nuestra religión es la verdadera, aunque, como decía el otro, no creamos mucho en ella. No obstante creyentes sí que somos en mayor o menor medida, pero no somos practicantes. 
 
307.- Crimen pasional. Un sargento de la benemérita institución armada de la Guardia Civil acribilla a tiros en el vestuario masculino de un gimnasio madrileño a su ex pareja, un experto nadador y socorrista titulado de la piscina, cuya edad casi doblaba. El asesino creía que su novio era “suyo”, es decir, no admitía que éste hubiera roto libremente la relación que hasta entonces habían mantenido durante un largo lustro y se hubiera ido con otro. Nos encontramos ante el peligro de un hombre que tiene una fe, un hombre con una arraigada creencia de cuya falsedad no es consciente. El sargento de la benemérita institución armada vació el cargador de su arma reglamentaria –una pistola Beretta del calibre 9 milímetros- y le incrustó cinco impactos de bala en el pecho que tanto había amado, y uno en la cabeza. La prensa despachó así el asunto: Una disputa por celos parece haber sido el origen de la tragedia. El sargento de la Benemérita, una vez cometido el asesinato, se descerrajó un tiro en la sien, y, gravemente herido, acabó perdiendo la vida en el hospital. Mató a su amante porque era suyo, es decir, para que fuera suyo. Se mató a sí mismo porque también era suyo. Muy definitivamente suyo. 
 Dibujo de Roland Topor, de Los masoquistas
 
308.- Títere con cabeza. Siempre hay alguien y no sólo alguien, sino, voy a decir más, siempre hay algo dentro de uno mismo, un, digámoslo así, espíritu crítico y combativo alimentado por el deseo de no ser un borrego más del rebaño, que, si lo dejamos expresarse libremente, o sea con mente libre, cuestiona las convenciones que "casi" nadie cuestiona, y que no deja títere con cabeza poniendo en tela de juicio lo que en el fondo de nuestro corazón cuestionamos todos todos los días. Pero hay un títere que se nos resiste más que ningún otro, que es el más difícil de decapitar y que casi nadie cuestiona, que siempre queda al final cual gigante cabezudo y con corona encima de ella: uno sólo, el más importante, el tirano que habría que derrocar: el individuo personal: uno mismo. 
 
 
309.- El andalú. El capitoste de la taifa de Al-Ándalus busca afanosamente que el andaluz se convierta en un idioma autonómico oficial para no ser menos que otras taifas. Ya que catalanes, vascos, gallegos y demás tienen su lengua propia, los andaluces quieren tener también la suya, que se diferencie del castellano hegemónico. Habría que preguntarse antes de nada: ¿Qué andaluz? ¿El que sesea o el que cecea? ¿El de Jaén, Córdoba, Sevilla, Huelva, Cádiz, Málaga, Granada, Almería, con sus peculiaridades y rasgos distintivos propios? Pero es que ni siquiera el sevillano de la capital de la Junta de Andalucía es el mismo que el de la sierra norte. El susodicho capitoste defiende que el andalú es un elemento básico de su identidad, la lengua propia de la comunidad. En ese sentido ha declarado: “El habla andaluza es el reflejo del alma de los andaluces. Queremos que se respete y se divulgue”. En el acto de firma del 'protocolo para la puesta en valor del habla andaluza' (¡toma ya!) se ha reconocido que hay, paradójicamente, no un habla andaluza, sino tantas hablas andaluzas como pueblos hay, ciudades y comarcas andaluzas. Sólo faltó añadir que había tantas hablas andaluzas como “individuos andaluces”, cada uno con su idiolecto a cuestas, ya que idiolecto es el conjunto de rasgos propios de la forma de expresarse de un individuo. Habría que entrar en la peliaguda cuestión de definir lo que es un dialecto, y recordar aquella diferencia entre este y la lengua que estableció Max Weinreich: una lengua es un dialecto con una autoridad política y militar, es decir con un imperio o Estado detrás que la sustenta, por lo que viene a ser lo mismo que la diferencia que hay entre secta y religión. 
 
310.- Telefonía inalámbrica. Cuando yo estudiaba en Oviedo y quería llamar a mis padres, que no tenían teléfono todavía, tenía que telefonear a la vecina del tercero, que bajaba corriendo a avisar de la llamada a mi madre, que subía para ponerse al aparato... No se habían inventado todavía los teléfonos móviles inalámbricos y había muy pocos teléfonos fijos. En la pensión donde yo vivía durante el curso, había un teléfono con un dispositivo -un candado- que no permitía marcar números y hacer llamadas desde él, pero sí recibirlas, porque cada llamada tenía un precio como nos enseñaban las cabinas telefónicas en las que había que insertar monedas si no queríamos que se cortara la comunicación... No habían aparecido todavía los teléfonos inalámbricos individuales y supuestamente inteligentes que utilizamos o, más propiamente, que nos utilizan ahora, a través de los que uno recibe hasta una docena de llamadas diarias de números desconocidos y maliciosos. Poco sirve bloquear esos números de empresas de márquetin o estafas telefónicas, que viene a ser lo mismo, porque vuelven a llamar desde otros números intentando que cambies de operador energético, venderte promociones inverosímiles, y todas ellas, en definitiva, engañarte de una u otra forma. Esto ocurre porque nuestros datos personales se venden y revenden y se utilizan para campañas comerciales masivas. Dicen que hay leyes, normativas y que tenemos derecho a "no recibir llamadas no deseadas sin nuestro consentimiento previo con fines de comunicación comercial", pero en la práctica seguimos recibiendo llamadas de locutorios extranjeros, de números enmascarados u ocultos por tecnologías que dificultan su rastreo. Y así uno se ve obligado a dejar de contestar a cualquier número desconocido que no esté guardado en la agenda con el riesgo de perderse comunicaciones o informaciones que podrían resultar de alguna utilidad.
 

miércoles, 6 de marzo de 2024

Pareceres XLII

206.- Omnia sint communia: Las cosas deberían ser de todos, comunes, y por lo tanto no exclusivas de nadie, ni siquiera de su supuesto creador ni propietario. Nosotros también hacemos una declaración de principio en contra de la piratería, como los corsarios de la Sociedad General de Autores, pero por otro motivo: porque estamos en contra de la propiedad privada, ni más ni menos. Toda propiedad es un robo y, consiguientemente, todo acto de piratería también. 
 
 207.- El argumento de René Guénon. Razonaba René Gnénon en La crise du monde moderne (1927) que si definimos la «democracia» como suele hacerse, es decir, como el gobierno del pueblo por sí mismo, nos encontramos ante algo en verdad imposible, algo que no puede existir ni en nuestra época ni en la Grecia de Periclés. Es contradictorio admitir que unas mismas personas pueden ser a la vez gobernantes y gobernadas, porque, por emplear el lenguaje aristotélico, un mismo ser no puede ser en acto y en potencia lo mismo al mismo tiempo y en la misma relación. Podría objetársele al razonamiento de Guénon que habría una forma de resolver la contradicción entre gobernantes y gobernados, que sería el autogobierno o autonomía individual: es decir que uno se gobierne a sí mismo sin admitir ninguna imposición externa por encima, pero eso conlleva que uno se divida internamente en gobernante y gobernado (el Superyó gobernando al Ello en términos psicoanalíticos), lo que lejos de acabar con el gobierno, lo traslada del ámbito social al individual. La única solución que resolvería la dicotomía gobernante/gobernado sería la acracia definida negativamente como ausencia de gobierno de ninguna voluntad, ni siquiera de la propia, como en aquellos versos de Agustín García Calvo que cantaba Amancio Prada (y María Jiménez con mucho salero): Libre te quiero, pero no mía, ni de Dios ni de nadie, ni tuya siquiera. 
208.- Un suceso. La palabra significa “cosa que sucede, especialmente cuando es de alguna importancia”. La palabra en principio es neutra, pero puede adquirir una connotación positiva, como ya tenía en latín “successus” que podía significar 'éxito', sentido que conserva en francés (succès) y en inglés a través del francés (succes), o una connotación negativa como tiene generalmente en castellano, donde significa “hecho delictivo” y “accidente desgraciado”. Pues bien, el suceso que traigo aquí a colación, digno de la prensa sensacionalista, es muy significativo: una mujer apuñala a su esposo porque descubre que él guarda en su móvil fotos explícitas de una joven con la que practica sexo. La mujer, presa de un ataque de celos, no quiso atender las explicaciones de su esposo cuando le dijo que era ella misma cuando empezaron a salir, y le asestó varias puñaladas con un cuchillo. Leonora, que así se llamaba, no se reconoció a sí misma en aquella otra Leonora juvenil, antepasada suya, y arremetió contra su cónyuge. Los vecinos, alarmados por el altercado, llamaron a la policía. El hombre fue atendido en el hospital con diversas heridas de arma blanca y la mujer pasó a disposición judicial. Sucedió en México, en Cajeme en el estado de Sonora hace tres años. El suceso debería hacernos reflexionar sobre si somos nosotros o no somos y dejamos de ser los mismos que éramos... 
  209.- Verificación de dichos y hechos: En las redes sociales se ha difundido que el director general de la OMS habría declarado que los medios independientes deberían ser “eliminados” (wiped out) antes de que llegue la enfermedad X. Es mentira. Se trata obviamente de un bulo. No es cierto que el gerifalte que regenta dicha Organización Maléfica de la Salud haya declarado tal cosa. No lo ha dicho, aunque no podemos estar seguros de que no lo haya pensado en algún momento, habida cuenta de las críticas que recibe su gestión y el autoritarismo totalitario que pretende su tratado de pandemias con motivo de la enfermedad X que no existe todavía y que pretende imponer a la comunidad de las naciones. No lo ha dicho, pero lo ha pensado porque las críticas, vengan de donde vengan, le hacen daño y pueden arruinarle el invento. Y eso sí que no es un bulo.
 
210.- ¿Teléfono fijo o móvil? ¡Hay que ver cómo nos engañamos con el lenguaje! Resulta que el teléfono inalámbrico que llamamos móvil es el más fijo que puede haber porque cargamos casi siempre con él, adherido tanto a nosotros que lo llevamos encima hasta cuando vamos al retrete. Es un miembro más no ya de nuestra familia como era el otro, sino de nuestra personalidad y anatomía individual, un adminículo personalizado de nuestra propia mano, que además, con la conexión a internet, nos hace adictos y enreda, nunca mejor dicho, a la Red Informática Universal y a sus retículas sociales. Y el teléfono alámbrico tradicional, que ahora llamamos “fijo” por contraposición al móvil o celular, tenía la virtud de no adherírsenos a nosotros. No era desde luego tan smart como este que, a fuerza de inteligencia artificial, nos atonta a nosotros e idiotiza con sus imágenes. No había que llevarlo encima a todas horas, porque estaba siempre en casa, enchufado a la pared, dejándonos a nosotros la libertad del movimiento que él no tenía. No consumía batería ni electricidad ni tenía complicadas aplicaciones y su mecanismo era más sencillo que el de un chupete. Cuando alguien te llamaba emitía un rin-rin inconfundible, y si no querías contestar no lo hacías y nadie sabía al otro lado de la línea si era porque no estabas en casa o porque no te apetecía.