Cogito ergo sum es
la versión latina de la frase de Descartes Je pense, donc je
suis, que suele traducirse al
castellano por “Pienso, luego existo”, pero ni en francés ni en
latín se utiliza el verbo existir,
por lo que es mejor traducción: “Pienso, luego (es decir, por
lo tanto) soy”. Pero la frase queda coja entonces, porque soy... ¿qué? Necesito un predicado nominal, ser
algo, por ejemplo “el que está pensando”: Estoy
pensando luego soy el que está pensando, con lo cual incurro en
una tautología, y no es eso lo que quería decir Descartes.
La intención cartesiana iba más bien por la traducción española del “sum”
por existo, es decir: Estoy pensando luego existo, que es un verbo
que ya no es copulativo, sino que tiene un sentido pleno, viene a ser
algo así como: soy real, soy alguien, soy el que soy,
estoy dentro de la realidad.
Esta célebre frase es en
el pensamiento cartesiano la primera indudable certeza racional. El
pensamiento de Descartes, en el que la certidumbre del cogito
y del sum surge de la duda metódica, está muy bien
sintetizado en la variante: dubito ergo sum, uel quod item est,
cogito ergo sum (dudo, luego soy, o lo que es lo mismo, pienso
luego soy).
Para Descartes la duda es el principio de la
sabiduría. Como dice el refrán popular: “el que no duda no sabe cosa
alguna”. Y es que
Cartesio escribe: pendant que je
voulais ainsi penser que tout était faux, il fallait nécessairement
que moi qui le pensais fusse quelque chose (mientras
que yo quería pensar así que todo era falso, era preciso
necesariamente que yo que lo pensaba fuese algo). Y
es entonces cuando formula su je pense donc je suis
como el primer principio de la filosofía que buscaba.
Corrección: Sí: Me dejan existir. Es lo único que me dejan, lo que no me dejan es vivir.
Algo sin embargo nos dice
que el sum, la existencia, el ser, no puede deducirse del hecho
de pensar, del cogito, si no existe previamente antes de
formular su certeza existencial. Detrás del cogito inicial
hay un ego, explícito o no,
es decir, una primera persona del singular, en términos
gramaticales, que está diciendo “yo, que soy el que habla” digo
que “yo -que soy el sujeto de la frase, es decir, el objeto de mi
pensamiento, o sea, la idea que tengo de mí mismo- pienso, estoy
pensando”. Da igual lo que predique de ese ego.
Puedo decir dubito,
ergo sum; credo, ergo sum... Cualquier
predicación.
Se
notaría mejor esto que trato de decir, si recurrimos a la tercera persona, a la
no-persona, es decir, la que no es ni el hablante ni el oyente, sino el objeto de su discurso, y decimos
COGITAT, ERGO EST. Que
hay que interpretar así: Yo, que soy el hablante metalingüístico y que por lo tanto estoy fuera de la realidad, digo que alguien está
pensando (o dudando, o creyendo o haciendo cualquier otra cosa que se le antoje), por
lo tanto ese alguien existe, es alguien en la realidad, porque yo que,
como hablante estoy fuera de ella, doy cuenta de ella, la configuro,
la creo con el acto de hablar: soy su demiurgo, y he metido a ese alguien dentro de ella mencionándolo.
Pero no digamos, como dice la pintada anónima en la pared: PIENSO... LUEGO NO ME DEJAN EXISTIR. Hay que corregirla: PIENSO... LUEGO ME DEJAN EXISTIR, DE HECHO ES LO ÚNICO QUE SE ME PERMITE COMO A TODO HIJO DE VECINO Y QUE YO MISMO ME PERMITO, LO QUE NO ME DEJAMOS ES... VIVIR.