No al confinamiento, en realidad arresto domiciliario, que duró 99 días y 99 noches.
No a las cuarentenas.
No al Estado en general y al de Alarma en particular, declarado anticonstitucional.
No al cierre de los espacios públicos.
No a la intoxicación informativa.
No al metro y medio de distancia de seguridad con el prójimo, -el próximo cada vez más lejano.
No al toque de queda, ridículamente denominado entre nosotros para que no nos resonara a la guerra civil “restricción de movilidad nocturna”.
No a la claque de aplausos, la cita del día, a las ocho desde ventana o balcón, al ritmo del himno “Resistiré”.
No al “Quédate en casa, salva vidas”.
No a la policía parapolicial de los balcones y los visillos, y no a la policía policial.
No al terrorismo del lobo, del coco, del virus siempre futuro que viene.
No a las máscar(ill)as.
No al pasaporte falsamente sanitario o certificado covid.
No a las inoculaciones experimentales, que no han salvado ninguna vida, cuyos efectos perniciosos están comenzando a salir a la luz.
No al terrorismo de Estado alimentado por todos los medios dedicados al amasado de individuos.
No a la ley del silencio.
No a la etiqueta #ViajaCalladoEvitaContagios impuesta a los usuarios del transporte público.
No a la digitalización.
No al dinero digital y no al dinero físico.