El mito de los
hijos metálicos de la tierra es el ejemplo ilustre de mentira noble, dentro de lo noble y bienintencionada que pueda ser una mentira, que Platón hace decir a Sócrates.
Aparece hacia el final del libro tercero de la República
(414b-c-d-e y 415) y se presenta como un cuento fenicio, es decir
extranjero y de alguna manera bárbaro. Podría recordar muy vagamente, como se
verá, a la leyenda de Cadmo, fenicio él mismo y fundador de Tebas,
que, después de haber dado muerte al dragón que asolaba la comarca,
sembró los dientes del monstruo en la tierra, y de esa simiente
nacieron luego del seno de la tierra los 'espartos' (sembrados en griego), hombres adultos y armados.
La leyenda de los
hijos metálicos de la tierra justifica el concepto de autoctonía
(αὐτόχθων autóchthon, en griego nacido de la
tierra), cuya intención es fomentar la solidaridad patriótica o
nacional entre las distintas clases o estamentos sociales, ya que todas son
oriundas de la tierra en primera instancia. Todos, viene a decirnos el Sócrates de Platón, somos hijos de la
tierra bien directa- o indirectamente, que moldeó y crió en su seno
a nuestros primeros padres, y que, una vez formados, los dio a luz,
por lo que ella es de una u otra forma nuestra madre y nodriza.
Se afianza así el mito de la madre tierra o madre patria o más propiamente matria, que diría don Miguel de Unamuno antes que nuestros feministas, que estamos obligados a defender por ser nuestra progenitora, como estamos obligados a defender a nuestros congéneres, porque son nuestros hermanos. Sin embargo, no somos todos iguales, pese al origen común y a nuestra hermandad, porque hay una diferencia considerable en la formación de nuestra alma o, si se prefiere, de nuestra personalidad.
El dios o genio
divino que nos ha creado ha utilizado diversos metales a la hora de
fraguar nuestra identidad personal: oro a los que van a ser los Guardianes o gobernantes, filósofos capacitados para el ejercicio del poder,
porque son los más valiosos, plata a los Auxiliares o soldados y policías, que van a ser los perros guardianes propiamente dichos del orden establecido tanto interior como exterior, y
bronce y hierro a los Artesanos y a los Labradores, que son los más y los de
menos valer.
Platón, John Holbo
Lo normal es que
cada cual engendre un hijo de su misma condición, a su imagen y
semejanza, como dice nuestra paremia: de tal palo, tal astilla, o el clásico en latín: qualis pater, talis filius. Pero puede darse
el caso de que de alguien de oro nazca un hijo de plata, y viceversa,
y de modo análogo en los restantes casos. El dios o genio divino en
estos casos ordena a los gobernantes que presten atención a su prole a
fin de ver cuál es la mezcla preponderante en la formación de su
alma. Si los descendientes de los gobernantes áureos nacen con
mezcla de bronce o de hierro, no pueden llegar a gobernar como sus
mayores. Estos no deben tener ningún miramiento ni compasión hacia sus hijos a la hora de educarlos dentro del gremio de los artesanos o de
los labradores. Si de estos últimos naciera alguien, una vez tasado
su valor, con algo de oro o de plata en su alma, debería ser
promovido al rango de Auxiliar, pero nunca al de
Guardián o gobernante, porque hay un oráculo que dice que el Estado sucumbirá
si lo gobierna un Guardián con algo de hierro o de bronce.
Mito de los metales, John Holbo
Esta historia
entronca directamente, con Hesíodo, en concreto con el mito de las
edades de oro, de plata, de bronce y de hierro que este aplicaba a
las diversas etapas para explicar el progreso degenerado de la humanidad (Trabajos y días, vv.
109-201) y el simbolismo de los metales relacionado con el valor de
los hombres. Lo curioso de la utilización que hace Platón de este
simbolismo es que los metales forman tanto las almas individuales como las clases sociales y que las barreras entre las clases o castas sociales no
son infranqueables, sino que puede haber, como hemos visto, promoción o degradación de individuos según la composición de su alma.
El
objetivo de este mito queda claro enseguida: aceptar la jerarquía
existente. Se trata de una mentira útil para el sostenimiento del
orden establecido o status quo. La mentira útil es como un fármaco o medicamento
que sólo pueden administrar los médicos, en nuestro caso los
Guardianes o gobernantes.
Los Auxiliares de la Ciudad, es decir, las Fuerzas de
Orden Público que se decía antaño y ahora Fuerzas y
Cuerpos de Seguridad del Estado se encargarán, como diría Platón,
de “reprimir mejor a las gentes de dentro, si alguien rehúsa
obedecer a las leyes” y las Fuerzas Armadas de “defenderse contra
los de fuera, si el enemigo viene como un lobo a echarse sobre el
rebaño”, siempre a las órdenes de los Guardianes o dorados gobernantes.