No nos dejemos llevar por las apariencias del género gramatical de las lenguas que lo tienen. En griego la palabra “guerra”, pólemos, es masculina, mientras que en castellano es femenina. La guerra, para Heraclito, es “patér”, título que comparte con Zeus, “padre de hombres y dioses”, y por otro lado es “basileús” “rey”. No hace falta, como han hecho algunos traductores, recurrir a un sinónimo de “guerra” de género masculino como es “combate” para traducir el texto: “El combate es el padre de todas las cosas”. No es necesario llegar a tanto porque se pierde mucho por el camino.
sábado, 22 de agosto de 2020
Pólemos epidemios
No nos dejemos llevar por las apariencias del género gramatical de las lenguas que lo tienen. En griego la palabra “guerra”, pólemos, es masculina, mientras que en castellano es femenina. La guerra, para Heraclito, es “patér”, título que comparte con Zeus, “padre de hombres y dioses”, y por otro lado es “basileús” “rey”. No hace falta, como han hecho algunos traductores, recurrir a un sinónimo de “guerra” de género masculino como es “combate” para traducir el texto: “El combate es el padre de todas las cosas”. No es necesario llegar a tanto porque se pierde mucho por el camino.
viernes, 21 de agosto de 2020
Lo que no puede Dios totopoderoso (quod Deus omnipotens non potest)
Entre los acérrimos enemigos de la dialéctica, destaca este benedictino, que rechaza el uso de la razón, ya que es el mismo diablo, según él, el que inspira a las ciencias humanas sembrando la perniciosa semilla de la duda en las sagradas creencias. Para Pedro Damián la filosofía debería ser la ancilla theologiae o ancilla fidei, es decir, la esclava de la teología o de la fe y no otra cosa; la servidora no puede mandar al ama, a la que debe subordinarse como sumisa esclava del Señor.
En lenguaje popular se oye a veces una formulación similar a la de Jerónimo: Todo lo puede Dios menos hacer parir a las viejas. A los ojos inquisitoriales de Pedro Damián era peligrosísimo reconocer una cosa así, aunque el propósito de Jerónimo fuera bueno como era sin duda encarecer a la joven doncella romana a guardar su doncellez, porque suponía que Dios no lo podía todo y, por lo tanto, si no lo podía todo, era impotente.
jueves, 20 de agosto de 2020
Taller de métrica (IV): El priapeo
miércoles, 19 de agosto de 2020
España esperpéntica
martes, 18 de agosto de 2020
Mal haya quien lo consiente
lunes, 17 de agosto de 2020
¡Viva san Roque y el perro! (y 2)
domingo, 16 de agosto de 2020
¡Viva san Roque y el perro! (1)
sábado, 15 de agosto de 2020
Quid est ueritas?
viernes, 14 de agosto de 2020
Poli bueno, poli malo
No se trata de contraponer aquí el policía bueno al policía malo, sino de denunciar que “malo” y “bueno” son dos caras de la misma moneda, dos adjetivos, en este caso de la policía, que es el sustantivo, lo sustancial, y que, como si se tratara de un Jano bifronte, en determinadas ocasiones puede presentar su faceta más amable y en otras la cara más brutal. De hecho, desde un punto de vista político, que etimológicamente es lo mismo que policial, porque ambas palabras derivan de πόλις (polis), el nombre griego del Estado, son dos modos complementarios de actuación.
La palabra policía, en español, derivada del latín politia, préstamo griego de πολιτεîα "organización política, gobierno", se usaba ya en 1399 con el significado de "política" y "buena crianza" (cf. inglés policy); es a comienzos del siglo XIX cuando comienza a usarse como "cuerpo encargado de velar por el mantenimiento de la seguridad de los ciudadanos, a las órdenes de las autoridades políticas" y también como miembro de ese cuerpo (inglés police). No se han perdido en castellano, sin embargo, los significados anteriores de urbanidad en el trato y costumbres, aunque sea poco usual, y limpieza y aseo, y "buen orden que se observa y guarda en las ciudades y repúblicas, cumpliéndose las leyes u ordenanzas establecidas para su mejor gobierno".
Según la inevitable Güiquipedia, "fue la necesidad de dotar a las ciudades españolas de una estructura de seguridad moderna, lo que determinó que en 1824, el rey Fernando VII dictase la Real Cédula en la que se creaba la Policía General del Reino"
Ordinariamente suele ser más efectivo el poli bueno, que consigue las cosas por las buenas, que el malo, que las consigue por las bravas y las malas, porque el primero levanta menos suspicacias y cuenta con el apoyo benevolente y el aplauso encendido de la mayoría democrática de la ciudadanía. Pero no hay polis buenos ni polis malos. Lo que hay, en realidad, son técnicas de poli bueno y de poli malo.
Es de sobra conocida su táctica. Mientras éste te presiona y te tortura para sacarte hasta los hígados, aquel se muestra afable, comprensivo y te ruega que colabores con él, por tu propio bien, pero ambos, eso lo sabemos todos, tienen el mismo objetivo. No se trata de dos policías distintos, sino de dos tácticas policiales complementarias utilizadas según requiera la ocasión. Uno establece amenazante y violento tu culpabilidad incuestionable, y el otro hace lo mismo pero procurando que seas tú mismo, con el señuelo de la comprensión, educación y buenas maneras, quien reconozcas sinceramente tu culpabilidad y te ates la cuerda al cuello, hasta con cierto alivio.
El poli malo tiene un perfil
autoritario y violento, mientras que el poli bueno encarna la
concepción de una policía civil y moderna, que mira por nuestra
protección, más acorde con los tiempos que vivimos.
jueves, 13 de agosto de 2020
Discurso de defensa de Sócrates
Cuando echo la vista atrás y trato de recordar de lo mucho o poco que yo haya leído qué es lo que me ha dejado una huella más profunda y persistente a lo largo del tiempo, tengo que remontarme al adolescente que yo era de dieciséis años, estudiante a la sazón del bachillerato de letras en el instituto. En clase de griego traducíamos y leíamos en español la Apología o Discurso de defensa de Sócrates, escrito por el joven Platón. Es este, sin duda, el libro más importante y fundamental que yo he leído, el que más me ha marcado.
Si tuviera que elegir algún fragmento, podrían servir estas palabras pronunciadas por el sabio que sólo sabía que no sabía nada ante el jurado que había de condenarlo a muerte, por ejemplo.
He aquí el texto en primer lugar en versión original: τὸ γάρ τοι θάνατον δεδιέναι, ὦ ἄνδρες, οὐδὲν ἄλλο ἐστὶν ἢ δοκεῖν σοφὸν εἶναι μὴ ὄντα˙ δοκεῖν γὰρ εἰδέναι ἐστὶν ἃ οὐκ οἶδεν. οἶδε μὲν γὰρ οὐδεὶς τὸν θάνατον οὐδ᾽ εἰ τυγχάνει τῷ ἀνθρώπῳ πάντων μέγιστον ὂν τῶν ἀγαθῶν, δεδίασι δ᾽ ὡς εὖ εἰδότες ὅτι μέγιστον τῶν κακῶν ἐστι. (Platón, Apología 29ab)
Y he aquí tres traducciones o aproximaciones en nuestra lengua a esas palabras que Platón nos ha transmitido de su maestro:
-Pues por cierto que el tener miedo de la muerte, ciudadanos, no es otra cosa sino creerse inteligente y sabio sin serlo uno: porque es creer que sabe lo que no sabe. Pues saber nadie sabe de la muerte ni aun siquiera si no será por ventura el mayor de los bienes todos para el hombre, pero le tienen, en cambio, miedo como si supieran bien que es el más grande de los males (Traducción de Agustín García Calvo, Diálogos socráticos, Platón, edit. Salvat, 1972).
-En efecto, atenienses, temer la muerte no es otra cosa que creer ser sabio sin serlo, pues es creer que uno sabe lo que no sabe. Pues nadie conoce la muerte, ni siquiera si es, precisamente, el mayor de todos los bienes para el hombre, pero la temen como si supieran con certeza que es el mayor de los males. (Traducción de J. Calonge Ruiz, Diálogos, Platón, Edit. Gredos, 2000)
-Que temer a la muerte, Varones, no es otra cosa sino tenerse por sabio, pues es pensar saber lo que uno no sabe. Que nadie de cierto sabe ni siquiera si es para el hombre la muerte el mayor de los bienes; y, con todo, la temen como si supieran de buen saber que es el mayor de los males. (Traducción de Juan David García Bacca, Caracas 1980)