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martes, 18 de agosto de 2020

Mal haya quien lo consiente

    Siguiendo el modelo del estribillo y las rimas de una de las letrillas satíricas de Quevedo, se han ido componiendo estas coplas a dos manos a lo largo del tiempo lanzando sus maldiciones contra la Nueva Normalidad que se nos impone ahora y la actitud condescendiente y sumisa de quien lo consiente sin rechistar. 
 
    Finalmente han podido sonar y llegar al oído de la gente gracias a esta interpretación de voz y guitarra, que nos recuerda a algunas de las cosas que cantaban Chicho Sánchez Ferlosio o Elisa Serna durante la oprobiosa dictadura, en pleno auge de la llamada canción protesta. 
 
Que pase por ser normal / lo que a todas luces no es, / y creamos, al revés, / malo el bien y bueno el mal, / y a lo falso y demencial / le sigamos la corriente: / ¡mal haya quien lo consiente! 
 
Que haya que llevar bozal / que tape boca y nariz, / y acatar la directriz / de una norma criminal, / llevar máscara mortal, / ay, obligatoriamente: ¡mal haya quien lo consiente! 
 
Que te apliquen protocolo / de propaganda del bulo, / dándote así por el culo / sin más remedio, Manolo, / y que no sea a ti solo / sino a tantísima gente: / ¡mal haya quien lo consiente! 
 
Que resultes positivo / sin un síntoma aparente / y estando estupendamente, / y hasta que des negativo, / por ley te confinen vivo / como vulgar delincuente: / ¡mal haya quien lo consiente! 
 
Que quieran estabularnos / otra vez como al ganado / que ha de ser sacrificado, / y, además, amordazarnos / a fin de, sanos, matarnos / avasalladoramente: / ¡mal haya quien lo consiente! 
 
Que nos quieran convencer / de que el mundo ya ha cambiado, / que vivir arrodillado / es lo que nos toca hacer, / que se debe de creer / y callar y ser paciente: / ¡mal haya quien lo consiente! 
 
Y que tú y yo obedezcamos / lo que ordenan desde arriba / y, aunque vivir se prohiba, / complacientes lo aplaudamos, / y sirvamos a los amos / matándonos cruelmente: / ahí tienes quien lo consiente. 
 
 
Otras estrofas que también pueden cantarse según el mismo ritmo y melodía: 
 
Que tengamos que guardar / las normas protocolarias / y distancias sanitarias, / sin podernos abrazar, / vida mía, ni besar / en la boca tiernamente: / ¡mal haya quien lo consiente! 
 
Que en camisas de once varas / nos metamos y que entremos / por el aro y que traguemos / y pongamos buenas caras / viendo las cosas tan claras, / sin que nos rechine el diente: / ¡mal haya quien lo consiente! 
 
Que en cada esquina, señores, / salga un banco y nos esquilme / sin cámara que lo filme / oculta entre bastidores, / siendo los atracadores / los banqueros propiamente: / ¡mal haya quien lo consiente! 
 
Que salga vida, ya ves, / de automático cajero, / lluvia de oro y de dinero, / y ande el mundo del revés / como viejo chocho al bies / sin que nadie lo desmiente: / ¡mal haya quien lo consiente! 
 
Que tengamos que poner / culo, cama y palangana, / y hacerlo de mala gana, / manda huebos, y joder / echando siempre a correr / a la zaga de algún cliente: / ¡mal haya quien lo consiente! 
 
Que nos corten, ay, las alas / los ministros de la guerra, / hijos de una mala perra, / con el vuelo de las balas, / por las buenas, por las malas, / dándonoslas en la frente: / ¡mal haya quien lo consiente! 
 
Que haya tanto papeleo, / burocracia y verborrea, / que venga Dios y lo vea, / -y que conste aquí el cabreo-, / que haya juez y que haya reo / y escribano y escribiente: / ¡mal haya quien lo consiente! 
 
Que nos vengan con monsergas, / profilaxis y pamplinas, / con chequeos, medicinas / con fundas para las vergas, / y placeres que postergas / a un futuro inexistente, / ¡mal haya quien lo consiente!
 
Que vayamos a votar / (¡voto a Cristo, vive Dios, / si uno y otro suman dos!) / a quien nos va a gobernar, / cuando así nos van a dar, / ay, democráticamente: / ¡mal haya quien lo consiente! 
 
Que el que escribe sus razones / de buena razón se aleje, / y entre líneas se deje / la verdad y los cojones, / y por un par de doblones / le haga el juego al prepotente: / ¡mal haya quien lo consiente! 
 
Que caiga en el saco roto / del olvido la letrilla / y no quede calderilla / de última copla ni el voto / ya ni por lo más remoto / dándole el cante a la gente: / ¡mal haya quien lo consiente!