viernes, 13 de noviembre de 2020
¿Medicina o salud (y III)?
jueves, 12 de noviembre de 2020
¿Medicina o salud (II)?
Dice la Academia que matasanos es una denominación coloquial y despectiva que se aplica a un curandero o un mal médico. Popular- y burlescamente se aplica a todos los médicos, independientemente de su cualificación profesional. Y está documentada según Coromines en castellano desde 1617, palabra compuesta del verbo matar y del adjetivo sanos. El verbo matar, por cierto, está atestiguado desde mitad del siglo X entre nosotros, y además de quitar la vida significó también "herir", como vemos en algún derivado actual como "matadura" (llaga o herida que se hace la bestia por ludirla el aparejo o por el roce de un apero) y en la expresión coloquial "dar a alguien en las mataduras" (según la Academia: Zaherirlo con aquello que siente más o que le causa más enojo y pesadumbre).
miércoles, 11 de noviembre de 2020
¿Medicina o salud?
La medicina no debería consistir en un hacer algo por hacerlo, cuando generalmente la mejor terapia es deshacer o no hacer nada. Ya lo dice la sabiduría popular desengañada: "Sana, sana, culito (colita, según otras versiones) de rana; si no sanas hoy, ya sanarás mañana".
martes, 10 de noviembre de 2020
24 mensajes más encapsulados en mínimas dosis
"El sueño de la razón produce monstruos" de Goya no alude al sueño onírico, óneiros, sino al hipnótico, hýpnos: los endriagos surgen cuando dormita la razón.
¿No menospreció, acaso, Jesucristo el trabajo en el Sermón de la Montaña alabando a las aves de los cielos "que no siembran ni siegan ni amontonan en graneros"?
Ni siquiera el sabio rey Salomón se revistió nunca con toda su inmensa gloria como los humildes lirios de los campos, quienes jamás se afanaron por su atuendo.
Las elecciones con más de un pretendiente son siempre un quebradero de cabeza porque los electores no se ponen nunca de acuerdo en elegir a un solo candidato.
Mientras que Marta desempeñaba el trabajo doméstico de las tareas del hogar, María eligió la mejor parte: sentada a los pies del Señor, escuchaba sus palabras.
"Ni se compra ni se vende / el cariño verdadero; / no hay en el mundo dinero / para comprar los quereres", según letra del viejo pasodoble del maestro Monreal.
Contra el trabajo asalariado: La mejor actividad es la gratuita, la que se hace gratis por la gratificación de sus propias gracias y no por codicia del dinero.
Nobilísima la pretensión de Lucrecio de liberarnos a los hombres de la preocupación y del miedo, condenada como estaba al fracaso a la vuelta de los siglos.
Éxtasis místico: Salirse uno de uno mismo, dejando de girar en torno al hediente pozo del ego y de la personalidad propia, esa etimológica máscara o mascarilla.
...orquestada por la élite satánica con el beneplácito de la chusma de la casta política para poner en venta a precio de saldo a la gente en pública subasta.
Propagan un virus por el ancho mundo para que las empresas farmacéuticas obtengan, a río revuelto, copiosas ganancias por la venta de medicamentos y vacunas.
lunes, 9 de noviembre de 2020
La medicina perjudica la salud
En este epigrama Marcial acusa a un tal Diaulo, que había sido médico antes que enterrador, de seguir haciendo lo mismo que hacía antes: embarcar a sus pacientes con Caronte rumbo al Más Allá. El epigrama es un dístico elegíaco compuesto por un hexámetro y un pentámetro dactílicos: el hexámetro presenta una premisa, mientras que el pentámetro sirve de conclusión con un desenlace inesperado que provoca la sonrisa por la crítica satírica que conlleva, con un mecanismo muy semejante al del chiste: concisión y sorpresa final.
domingo, 8 de noviembre de 2020
32 mensajes encapsulados en breves dosis
Hay
tres trampas que nos acechan a fin de atraparnos en cuanto nacemos:
familia, nacionalidad y lengua, de las que hay que escapar para ser
libres como sea.
¿Qué salvaría de un incendio?, le preguntaron a un bombero a punto de jubilarse, a lo que contestó: El fuego, que es su razón de ser; sin ningún género de duda.
Mi voto no puede ir a parar a ningún partido político del arco parlamentario que se arrogue en nombre del pueblo la representatividad de la soberanía popular.
sábado, 7 de noviembre de 2020
La caverna mediática (de Platón)
Hace casi dos mil quinientos años que un tal Platón nos habló ya de la
caverna y de los hombres que habitaban en ella. Decía el griego que esos
cavernícolas éramos nosotros, que estábamos contemplando, prisioneros y
maniatados de espaldas a la realidad, imágenes proyectadas en la
pantalla cinematográfica de una pared. Creemos, así, que un árbol, un
caballo o una casa son esas cosas que vemos reflejadas en el muro de la
gruta a la luz de un foco luminoso.
De vez en cuando, viene alguien de fuera, el tal Platón por ejemplo, a decirnos
que todo aquello es el engaño de un trampantojo, que aquellas imágenes
virtuales no son más que ideas, simples remedos o proyecciones de las
verdaderas realidades que existen fuera bajo el sol. Nos anima a que
salgamos al exterior, porque es maravilloso contemplar el esplendor
verde de un olivo mediterráneo o la elegancia de los movimientos de un
caballo al trote o galope o las aguas azules y cristalinas del mar Egeo.
Pero no hacemos caso del forastero recién llegado, aunque se llame Platón, venga de
fuera y sepa de lo que habla; preferimos seguir contemplando, fascinados
por las imágenes que atrofian nuestra imaginación, la película
proyectada en la gran pantalla de la caverna.
Nosotros, los hombres y mujeres del siglo XXI no hacemos caso de esa voz, seguimos siendo todavía, aunque parezca mentira, cavernícolas, habitantes de la caverna. En esta sofisticada caverna mediática en que habitamos, las imágenes no se proyectan en paredes rupestres, sino en primer lugar en una sala de cine, después en nuestra propia sala de estar en monitores televisivos de plasma, a los que llegan, además, los ecos de las voces en alta definición remasterizada con sonido digital, y finalmente en las pantallas táctiles de nuestros móviles y tabletas. La caverna ya no es un lugar público, ni siquiera nuestra vivienda familiar, sino nuestro adminículo móvil y portátil, caverna individual y personalizada: nuestro smartphone en la lengua del Imperio.
Hemos pasado de la pantalla gigante, a la pequeña pantalla y de esta a la pantalla minúscula; y de lo más público a lo más privado. No conocemos más caballos, aguas del mar Egeo, olivos mediterráneos que los que vemos en nuestra realidad virtual, en los monitores de nuestros ordenadores personales y tabletas y demás artilugios digitales y táctiles. En la caverna mediática en la que vivimos, nosotros somos los prisioneros, aunque no sean visibles las cadenas y ligaduras que nos atan de pies y manos. No hay cárcel de mayor seguridad que aquella que no parece que lo es. Más allá de cualquier excusa, la más firme de las ataduras es nuestra propia decisión de permanecer entre las cuatro paredes de la caverna platónica mediática, porque apreciamos la seguridad de la gruta y nos asusta lo que puede haber al otro lado, el mundo exterior.
El término “caverna mediática”, popularizado por el presidente de un famoso club deportivo catalán, un tal Joan Laporta, para desprestigiar a la prensa nacionalista madrileña, nos da pie a nosotros para revisar el mito. Al parecer, en diciembre de 2009 el FC Barcelona se impuso al Real Madrid por un gol a cero gracias al acierto de su fichaje estrella, un jugador sueco. Esta victoria aupó al equipo catalán al primer puesto del campeonato de liga desatando la euforia de la afición azulgrana. El presidente de ese algo más que un club fue fotografiado celebrando el triunfo regado en champán, y achacó la difusión de las traicioneras fotos que tanto le comprometían a “la caverna mediática españolista” (sic). La expresión hizo fortuna y, desde entonces, la utilizan los medios progresistas de comunicación para descalificar a los conservadores.
Pero, según lo que se me alcanza por lo poco que he podido averiguar –sería interesante que alguien más avezado que yo investigara sobre ello–, el cacareado término de “caverna mediática” lo acuñó nueve años antes el escritor ya fallecido Manuel Vázquez Montalbán, que publicó en la revista Quaderns del CAC un artículo titulado En la caverna mediática. Propuesta de una reconsideración del mito platónico, donde dirigía una mirada crítica hacia todos los medios de comunicación de masas recurriendo, para explicar la situación del individuo en la sociedad globalizada actual, a la parábola platónica. Comenzaba su artículo, aludiendo quizá a los espejos esperpénticos del callejón del Gato, con guiño valleinclanesco y memorable frase que cito literalmente: Los medios de comunicación se han convertido en espejos trucados que devuelven falseadas imágenes del ciudadano.
Yo creo que el tal Joan Laporta usó el término “caverna mediática” despectivamente, sin aludir al mito platónico para nada. Para él “caverna” quiere decir “prehistoria”, y la expresión “caverna mediática” alude a los medios de comunicación reaccionarios, cavernícolas y trogloditas que están anclados en el pasado de la edad de las cavernas. Sin embargo, Vázquez Montalbán, más versado sin duda en humanidades que el presidente del club de balompié catalán, alude, ya desde el título de su artículo, a la parábola platónica de la caverna para explicar nuestra situación frente a todos los medios de comunicación que, paradójicamente, sirven para mantenernos incomunicados ofreciéndonos información, una información que nos conforma a nosotros y que deforma la realidad.
“También el individuo actual –dice Vázquez Montalbán- permanece en el seno de esa caverna y el mundo exterior son sombras… El individuo no ha elegido su postrada situación de habitante de la caverna y su mistificada percepción de la realidad exterior está programada por todos los interesados en acondicionar la realidad a un estatuto histórico inalterable. El esfuerzo del poder consiste precisamente en basar su fuerza en una progresiva concentración y la debilidad del adversario, nosotros, en un progresivo enclaustramiento en el seno de esa caverna”.
Los media, como llaman los ingleses a los medios de comunicación con el plural neutro acabado en -a del latín medium -"las cosas que actúan de intermediarias, los instrumentos mediadores entre el emisor y el receptor del mensaje, los soportes de la comunicación"-, tienen la virtud de convertir en noticia un acontecimiento, dándole más importancia de la que a priori pudiera tener, y, a la inversa, pueden hacer que un acontecimiento humanamente relevante no sea noticia, ignorándolo al no dar cuenta de él. También pueden, por supuesto, tergiversar la realidad informando sesgadamente de algo que ha sucedido, lo que muchas veces depende de la ideología política tras la que se parapeten. En cualquier caso, lo que hacen es servir de intermediarios entre la realidad exterior, que está formada de ideas que la idealizan, y nosotros, los prisioneros de carne y hueso de esa caverna mediática que pone delante de nuestros ojos la realidad del mundo para ocultarnos simple y llanamente la verdad.
viernes, 6 de noviembre de 2020
28 mensajes breves en una botella
De Ferlosio: “¿Quién soy yo para ponerle riendas, como a caballo propio, al que he de ser mañana?”. Y ¿quién, además, para llevar las riendas del de ayer?
Tomar una fotografía es como apretar el gatillo de una pistola cargada y descerrajar una bala mortal que celebrará inmortalizándolo el momento asesinado.
a sí mismos más que a los demás.
El consejero de educación, dicen, apuesta por el deporte y la actividad física como “herramientas privilegiadas” para la educación en valores... cotizables.
La medicina del alma o de la moderna mente trata la "enfermedad mental" que ella misma inventa recluyendo al paciente en el psiquiátrico o antiguo manicomio.
jueves, 5 de noviembre de 2020
Mascarillas y bragas
Recibo
un correo electrónico de esos que se reenvían múltiples veces cuya
gracia consiste en una inesperada asociación de ideas que compara
dos prendas de vestir en principio muy distintas. Copio y pego:
“Trata la mascarilla como tratas tus bragas (o tus
calzoncillos, que para el caso viene a ser lo mismo, digo entre
paréntesis yo): -Ponte una limpia cada día; -Haz que se ajuste sin
que te apriete; -No la intercambies con otras personas; -No te la
pongas del revés; - Asegúrate de tapar lo que hay que tapar; -Evita
toqueteos innecesarios; -Y sobre todo, si tienes que quitártela, que
no sea en público en lugares concurridos”. A
la retahíla anterior añadiría yo ahora un nuevo y último consejo que también valdría para las
braguitas y gayumbos:
-Quítatela solamente para dormir.
Y es que esto era lo que nos faltaba: Las mascarillas no solamente son recomendables fuera del hogar tanto en lugares cerrados como abiertos en plena naturaleza, sino ahora también en la propia casa de uno. El primer ministro galo, eminente cráneo privilegiado del país vecino, ha sentenciado que el uso de la mascarilla es fundamental, que hay que portar la mascarilla “y compris chez soi”, incluso en casa de uno mismo, que era lo que nos faltaba.
Al reputado virólogo alemán Christian Drosten, otro cráneo privilegiado, asesor de Angela Merkel, se le va a menudo la olla también. Ya este verano se le ocurrió que elaborásemos un diario de contactos donde apuntásemos los contactos y relaciones que habíamos tenido cada día de manera que en el caso de infectarnos pudieran las autoridades sanitarias hacer un seguimiento de rastreo de nuestros contactos poniendo freno a la expansión del virus al adoptar las medidas pertinentes... Definitivamente se le ha vuelto a ir la olla ahora también haciendo en una entrevista al Neue Osnabrücker Zeitung la siguiente recomendación paranoica sobre cómo deberíamos actuar en, según él, plena segunda ola de la pandemia: Lo mejor sería que nos comportáramos como si estuviéramos contagiados y quisiéramos evitar la transmisión de la enfermedad. ¿Cómo puede comportarse alguien que no tiene ningún síntoma aparente de contagio ni por asomo y que por lo tanto está sano como un roble como si estuviera contagiado? ¿Cómo puede ser lo mejor emular al Enfermo Imaginario de Molière, es decir, ser un aprensivo hipocondriaco? La característica esencial, en efecto, de la hipocondría, como se sabe, es la preocupación y el miedo irracionales agravados por la convicción de padecer una enfermedad grave que no se padece y que va a llevarnos al otro barrio a nosotros o a nuestros seres queridos y no de una forma instantánea e indolora, sino lenta y a fuerza de sufrimientos, a partir de la interpretación personal de alguna sensación corporal, física o psíquica, o de cualquier otro signo que aparezca en el cuerpo o se manifieste en la mente. Si la salud es el olvido, la preocupación por la salud es cualquier cosa menos saludable, es más, es enfermiza: la enfermedad de nuestro tiempo.
Esto era lo que nos faltaba. ¿O nos faltaba aún algo más? Ya alguien había sugerido que incluso era conveniente mantener el bozal durante las relaciones sexuales con nuestras parejas esporádicas o habituales...
Frente a tanta insensatez, a uno no se le ocurre otra cosa que contestar con aquel viejo refrán popular de nuestras tatarabuelas que puede resultar algo insolente y barriobajero pero que expresa a las mil maravillas la repugnancia contra tantos escrúpulos y miramientos, y no solo la dificultad de hacer algo a lo que uno no está acostumbrado ni maldita la falta que le hace: “Al que no está hecho a bragas las costuras le hacen llagas”. Que en lengua portuguesa suena más contundente: “A quem não traz bragas, as costuras o matam”. Y en italiano resulta más escatológico: Chi non è abituato a portare le braghe, quando va al cesso se le caca (El que no está acotumbrado a llevar bragas, cuando va al retrete se las caga).
La palabra braga, cuyo uso por su forma doble justifica el plural “bragas” con valor de singular, procede del latín “braca” con el significado de “calzón”, es decir, de prenda que se pone de abajo arriba por los pies (calx, calcis, talón, pie), que a su vez procede del galo, porque es sabido que las tribus galas usaban estas prendas. Era los bárbaros los bragados, frente a los romanos, togados. Por lo que el refrán de nuestros tatarabuelos no se refiere a la prenda interior femenina, sino a un tipo de calzón masculino que cubría de la cintura hasta las rodillas.
La medicina ha venido a ser la enfermedad de
nuestros días: todos somos pacientes, todos estamos enfermos ya sea
en acto o en potencia aristotélica. En acto, como los ingresados en
hospitales y unidades de cuidados intensivos, o en sus propios
hogares, donde son atendidos en el mejor de los casos por médicos
teleoperadores; y en potencia todos los demás. ¿No es esto un
delirio colectivo, una histeria sin precedentes, una psicosis
gravísima?
Con palabras muy sencillas, Agustín García Calvo en sus Adioses al mundo (núm. 6: ¡Adiós, profilaxis, matasanos!), razonaba lo siguiente, despotricando contra la Medicina: “Lo que son las cosas, Medicina, lo que es la Historia: tú, que habías nacido para sanar con tu salivita las heridas de la guerra o los achaques de la paz podrida, si se producían, cuando se produjeran, habías venido, con el progreso del Poder y de los Tiempos, a convertirte en guardiana de la falsa salud, en profilaxis de males ideales, a introducir la enfermedad futura en la salud presente (o sea desconocida), a ser pre-ocupación, imposición y consagración del miedo, y así habías venido a ser tú la enfermedad de nuestras vidas”.
miércoles, 4 de noviembre de 2020
Quince mensajes breves en una botella
El Presidente comparece en el Parlamento y justifica las medidas de su gabinete de Gobierno que nos condenan al Orco: «Hay que optar entre lo malo y lo peor».
Por una parte me urge ser persona, con mi personalidad, nombre y apellidos y documento nacional de identidad, pero, por otra, necesito trascender lo personal.