viernes, 13 de noviembre de 2020

¿Medicina o salud (y III)?

La crítica que hace Plinio en el libro XXIX de su Naturalis Historia a los que se dedican profesionalmente a la medicina es que trafican con nuestra propia vida convirtiéndola en una mercancía (anima statim nostra negotiari). Cita un curioso epitafio de un sepulcro infeliz o del sepulcro de un infeliz: hinc illa infelicis monumenti inscriptio: que había muerto por el escuadrón -por el equipo, diríamos hoy- de los médicos (turba se medicorum perisse). Y comenta que miles de personas viven sine medicis, sin médicos, como habían vivido los romanos antes de la llegada de los profesionales griegos, aunque obviamente no sine medicina, no sin medicina. 

De alguna manera es partidario de que la medicina sea patrimonio de todos, y no de unos pocos “doctores” entendidos. En ese sentido, la profesionalización del arte médica les vino a los romanos de Grecia, una ciencia “que el pueblo romano, una vez conocida, condenó". Antes de la profesionalización médica, los romanos practicaban la medicina, herederos como eran de una tradición secular. Otra de las cosas que les recrimina a esos "doctores" es la utilización de una verborrea incomprensible para el vulgo: hablaban, y siguen haciéndolo hoy, una jerga criptogriega. 

Con la ayuda de Venus, el médico Iápige cura a Eneas de una herida recibida en Italia durante la lucha del héroe contra Turno, el rey de los rútulos. Museo Arqueológico Nacional, Nápoles.

Cita Plinio el testimonio del historiador analista Casio Hemina que dice que el primer médico que como tal vino a Roma del Peloponeso fue un tal Arcágato, hijo de Lisanias, durante el consulado de L. Emilio y M. Livio, en el año 535 de la fundación de Roma, esto es en el 219 antes de Cristo, (primum e medicis uenisse Romam Peloponneso Archagathum Lysaniae filium L. Aemilio M. Liuio cos. anno urbis DXXXV), que le fue concedido el derecho de ciudadanía romana y un establecimiento adquirido a tal fin a expensas públicas en el cruce de Acilio (eique ius Quiritum datum et tabernam in compito Acilio emptam ob id publice); que fue un cirujano famoso y su llegada al principio extraordinariamente agradable (uulnerarium eum fuisse egregium, mireque gratum aduentum eius initio), después por la crueldad de cortar y cauterizar cambió el nombre a carnicero y su oficio y todos los médicos al aborrecimiento (mox a saeuitia secandi urendique transisse nomen in carnificem et in taedium artem omnesque medicos).


Hay quien cree que la crítica de Plinio no tiene mucho valor sociológico, sino que se hace eco del mero tópico literario repetido desde la Comedia Nueva ática hasta el fin de la Antigüedad de que el médico era el único homicida que queda impune después de ejecutado el homicidio. Aun siendo mero tópico literario la de considerar al médico un matasanos, no deja de responder a un sentimiento popular de rebeldía contra la yatrogenia, es decir, contra la medicina como administración de fármacos mortales y contra los médicos como suministradores de una muerte que acaban certificando. 

jueves, 12 de noviembre de 2020

¿Medicina o salud (II)?

Gayo Plinio Segundo, alias Plinio el Viejo, escribió en el siglo I de nuestra era en su Historia natural (XXIX, 8, 18) lo siguiente a propósito de la yatrogenia avant la lettrediscunt periculis nostris et experimenta per mortes agunt, medicoque tantum hominem occidisse inpunitas summa est. quin immo transit conuicium et inteperantia culpatur, ultroque qui periere arguuntur: Aprenden (los médicos)  a costa de ponernos a nosotros en peligro,  y hacen experimentos con nuestras muertes y solamente le es dada al médico la soberana impunidad de haber matado a un hombre. Es más, se cruza el reproche y se echa la culpa a la intemperancia, y encima hacen responsables a los que han muerto. 

Molière, el célebre comediógrafo francés, escribió "Le malade imaginaire" (que se ha traducido como El enfermo imaginario, o El enfermo aprensivo o El paciente hipocondriaco), una sátira de los efectos colaterales de la medicina, inspirándose en parte, como veremos, en el susodicho pasaje de Plinio. 

El enfermo imaginario, Max Claudet (1840-1893)

En el tercer intermedio, en efecto, del tercer acto, que es el final, de la obra se representa una ceremonia en la que entre cantos, danzas y recitados se celebra la graduación de un médico.  Utiliza Molière la siguiente fórmula latina macarrónica, que resulta cómica porque se entiende el francés que hay detrás de la morfología latina, con la que un hombre recibe el bonete que hace de él un doctor: Dice así: Ego, cum isto boneto / venerabili et docto / dono tibi et concedo / virtutem et puissanciam / medicandi, / purgandi, / seignandi, / perçandi, / taillandi, / coupandi, / et occidendi / impune per totam terram: Yo con este bonete / venerable y docto / te doy y concedo / la virtud y el poder / de medicar, / de purgar, / de sangrar, /de atravesar, / de diseccionar, / de cortar / y de matar / impunemente por toda la tierra



Finalmente todos los médicos y boticarios, bailando, le hacen una reverencia al nuevo médico. Molière se ha hecho eco aquí de la sentencia de Plinio arriba citada:  medicoque tantum hominem occidisse inpunitas summa est: Sólo un médico puede matar impunemente a un ser humano. Summa inpunitas: con toda la impunidad del mundo. No son gajes del oficio: es su oficio, matar y certificar la muerte.  

Dice la Academia que matasanos es una denominación coloquial y despectiva que se aplica a un curandero o un mal médico. Popular- y burlescamente se aplica a todos los médicos, independientemente de su cualificación profesional. Y está documentada según Coromines en castellano desde 1617, palabra compuesta del verbo matar y del adjetivo sanos. El verbo matar, por cierto, está atestiguado desde mitad del siglo X entre nosotros, y además de quitar la vida significó también "herir", como vemos en algún derivado actual como "matadura" (llaga o herida que se hace la bestia por ludirla el aparejo o por el roce de un apero) y en la expresión coloquial "dar a alguien en las mataduras" (según la Academia: Zaherirlo con aquello que siente más o que le causa más enojo y pesadumbre). 

 De qué mal morirá, Caprichos, Goya (1797-99)

El Certificado Médico de Defunción (CMD) es el documento que acredita la muerte de una persona, y que permite la inscripción de dicho fallecimiento en el Registro Civil y la inhumación del cadáver. Debe emitirlo el médico que presta la asistencia en el último momento o el facultativo llamado a comprobar la certeza del óbito o "exitus letalis" con su firma.

miércoles, 11 de noviembre de 2020

¿Medicina o salud?

Define la Academia la yatrogenia (mejor que iatrogenia, aunque también admite que se pueda escribir así) como la "alteración, especialmente negativa, del estado del paciente producida por el médico".  Del gr. ἰατρός iatrós 'médico' y γένος 'origen'. La yatrogenia es la enfermedad producida por la propia medicina, y es que, como decíamos el otro día, la medicina perjudica gravemente a la salud.
 

La yatrogenia no debe confundirse con el damnum iniuria datum per medicum o negligencia médica, delito contemplado ya en el derecho romano, que es otra cosa. La yatrogenia es inherente a la profesión médica. Tampoco debe confundirse con los efectos secundarios de los medicamentos, a veces más perjudiciales que beneficiosos los primarios. Hay pruebas diagnósticas que detectan falsos positivos y que acaban generando por efecto nocebo una enfermedad que antes no existía. Hay medidas profilácticas que se le imponen a la población, como el confinamiento ciego, indiscriminado y domiciliario, a raíz del virus coronado-cosecha 2019, que no sólo no son en absoluto saludables, sino que son perjudiciales para la salud y el bienestar de los pacientes votantes y contribuyentes. Hay fármacos cuyos efectos secundarios desconocen los propios médicos que los recetan y son peligrosos. La medicación, por ejemplo, basada en estatinas contra el colesterol favorece, al parecer, la aparición de la diabetes. 


La yatrogenia tiene que ver con la propia medicalización de la vida humana, es decir, con la relación que convierte al médico en señor feudal y al paciente en su vasallo que a la vez se hace cliente de la industria farmacéutica y de la figura del célebre boticario. Todos somos enfermos en el siglo XXI. «La medicina avanza tanto -vaticinó Aldous Huxley una vez- que pronto estaremos todos enfermos». Bien, pues ese día ha llegado ya con la explosión globalizada del susodicho virus coronado. Todos somos susceptibles de ser portadores del bicho microscópico, aunque seamos asintomáticos, es decir, aunque no lo sepamos ni lo padezcamos. Todos somos peligrosos para nosotros mismos y para los demás. Pero el Estado, el más frío de todos los monstruos, según Nietzsche, adoptando la mascarilla terapéutica que lo convierte en Estado Terapéutico, vela por nosotros,  es decir, por nuestra salud intoxicándola.

La industria farmacológica avanza también que es una barbaridad, como decía el otro. Y, a veces, dice el refrán, es peor el remedio que la enfermedad. Ya lo sugirió Virgilio en el verso 46 del libro XII de la Eneida, donde canta la uiolentia Turni, la agresividad que Turno, el rival de Eneas, siente. El rey Latino intenta aplacar esa furia con sus palabras: ¿Por qué Turno no renuncia a sus pretensiones, viene a decirle, y permite que se haga la paz? El caso es que la violencia, la enfermedad mental en este caso, diríamos nosotros, que siente Turno no se doblega con esas palabras, sino que "exsuperat magis aegrescitque medendo": se acrecienta más y se agrava intentando curarla. La cura encona la enfermedad. O como tradujo el doctor don Gregorio Hernández de Velasco (Toledo, 1555) el hexámetro virgiliano con un hendecasílabo: "Y cuanto más le curan, más enferma".

La medicina no debería consistir en un hacer algo por hacerlo, cuando generalmente la mejor terapia es deshacer o no hacer nada. Ya lo dice la sabiduría popular desengañada: "Sana, sana, culito (colita, según otras versiones) de rana; si no sanas hoy, ya sanarás mañana".

El trabajo de Hércules de enfrentamiento con la Hidra de Lerna nos ilustra sobre este punto y enseña una lección: la solución del problema en lugar de acabar con él, que sería la disolución o análisis propiamente dicho del problema, multiplica el problema. 

martes, 10 de noviembre de 2020

24 mensajes más encapsulados en mínimas dosis

 "El sueño de la razón produce monstruos" de Goya no alude al sueño onírico, óneiros, sino al hipnótico, hýpnos: los endriagos surgen cuando dormita la razón.



Nitimur in uetitum semper cupimusque negata: Siempre a prohibido tendemos y ansiamos lo que se niega, como dejó escrito el poeta Ovidio en verso en sus Amores.

Todos aciertan en sus críticas demoledoras y yerran al hacer propuestas constructivas, pues no puede edificarse nada nuevo en solar que no ha sido despejado.

Yo no tengo fe, que perdí hace no recuerdo cuánto tiempo, en que pueda haber un cambio dentro de la sociedad como resultado de unas elecciones democráticas.

Votar, apuntó Élisée Reclus, es abdicar o renunciar a la propia soberanía; de ahí que sea, digo yo, el sufragio universal un derecho y un deber, claudicación.

Sumergido en las olvidadizas aguas del Leteo, ignoro las reencarnaciones que tuve de mis antepasadas y, si he de proseguir el ciclo, las futuras que tendré.

Sólo se gana lo que se pierde y sólo se pierde lo que se gana, ni hay mal que para bien no venga ni pérdida que no sea al fin y a la postre opípara ganancia.

En el pasado no pasa nada porque ya pasó, en el futuro tampoco porque no ha pasado aún, de modo que ahora por lo uno o por lo otro no pasa nada desde luego.

Dios, sugiere el poeta Ovidio, es una "palabra sin cosa" que en vano inspira temor y es temida, pero capaz de mover a la gente con su estúpida fe y credulidad.

Fallecieron (y no murieron) noventa y tres españoles en la misión internacional (y no guerra) de Afganistán. ¡Cómo informando de la realidad nos la camuflan!

El diablo preguntó al carbonero: "¿En qué crees?" Y éste le contestó: “En lo que manda la Santa Madre Iglesia”. -"Y ¿qué manda?". -"Creer en lo que creo yo".

No preguntes por quién están doblando las campanas de la ermita que están tocando a muerto: todos morimos un poco a cada momento en cada uno de nosotros.

Hay ateos que creen en la Naturaleza, convirtiendo la ecología en nueva religión que promete la salvación planetaria y la suya propia, con fe de carbonero.

El fideísmo, palabro que deriva del latín fides, fe, es la actitud acrítica que consiste en creer en lo que manda la Madre Iglesia, sin necesidad de raciocinio.

¿No menospreció, acaso, Jesucristo el trabajo en el Sermón de la Montaña alabando a las aves de los cielos "que no siembran ni siegan ni amontonan en graneros"?

Ni siquiera el sabio rey Salomón se revistió nunca con toda su inmensa gloria como los humildes lirios de los campos, quienes jamás se afanaron por su atuendo.

Las elecciones con más de un pretendiente son siempre un quebradero de cabeza porque los electores no se ponen nunca de acuerdo en elegir a un solo candidato.

Mientras que Marta desempeñaba el trabajo doméstico de las tareas del hogar, María eligió la mejor parte: sentada a los pies del Señor, escuchaba sus palabras.

"Ni se compra ni se vende / el cariño verdadero; / no hay en el mundo dinero / para comprar los quereres", según letra del viejo pasodoble del maestro Monreal.

Contra el trabajo asalariado: La mejor actividad es la gratuita, la que se hace gratis por la gratificación de sus propias gracias y no por codicia del dinero.


Nobilísima la pretensión de Lucrecio de liberarnos a los hombres de la preocupación y del miedo, condenada como estaba al fracaso a la vuelta de los siglos.

Éxtasis místico: Salirse uno de uno mismo, dejando de girar en torno al hediente pozo del ego y de la personalidad propia, esa etimológica máscara o mascarilla.

...orquestada por la élite satánica con el beneplácito de la chusma de la casta política para poner en venta a precio de saldo a la gente en pública subasta.

Propagan un virus por el ancho mundo para que las empresas farmacéuticas obtengan, a río revuelto, copiosas ganancias por la venta de medicamentos y vacunas.


lunes, 9 de noviembre de 2020

La medicina perjudica la salud

Nuper erat medicus, nunc est uispillo Diaulus: 
Quod uispillo facit, fecerat et medicus.

Médico era hasta ayer, hoy es sepulturero Diaulo. 
Hace como enterrador él lo que hacía el doctor. 
 (Marcial, I, 47)

En este epigrama Marcial acusa a un tal Diaulo, que había sido médico antes que enterrador, de seguir haciendo lo mismo que hacía antes: embarcar a sus pacientes con Caronte rumbo al Más Allá. El epigrama es un dístico elegíaco compuesto por un hexámetro y un pentámetro dactílicos: el hexámetro presenta una premisa, mientras que el pentámetro sirve de conclusión con un desenlace inesperado que provoca la sonrisa por la crítica satírica que conlleva, con un mecanismo muy semejante al del chiste: concisión y sorpresa final. 
 
Un refrán castellano relaciona ambas profesiones con la misma gracia que el epigrama de Marcial: Del médico y del enterrador, cuanto más lejos mejor. Y no son pocos los proverbios que insisten en la conveniencia de mantenerse alejado de los galenos, que así se llama a los médicos en recuerdo de Galeno de Pérgamo, el médico personal del emperador Marco Aurelio: Abogado, juez y doctor, cuanto más lejos mejor da a entender que hay que evitar a los leguleyos o profesionales de la abogacía y de la justica, esa asociación de malhechores, así como a los de la medicina, calificados popularmente como matasanos, porque certifican nuestra muerte haciendo efectiva nuestra defunción y por los honorarios que cobran, ya que no es raro que en su propio beneficio prolonguen la necesidad de sus servicios innecesarios. Otro refrán castellano añade la figura no menos popular de la “suegra” a los males que hay que evitar: Suegra, abogado y doctor, cuanto más lejos mejor. 

En otro epigrama de nuestro Marcial (VI, 53) se nos habla de un tal Andrágoras que después de haberse bañado, cenado contento y acostado, fue encontrado súbitamente muerto de repente al amanecer del día siguiente sin causa exterior aparente. ¿Cual fue la razón de tan súbita muerte? ¡Había visto en sueños que se le aparecía el médico Hermócrates! La sola visión del galeno le provocó la muerte instantánea y fulminante. 

Los médicos emplean una jerga especializada y grecolatina que ningún profano puede entender para hablar de las cosas más sencillas e impresionar así al enfermo ocultándole la realidad, el cual se deja engañar por estos matasanos en connivencia con los boticarios y la poderosa industria farmacéutica que vive gracias a ellos a costa de nuestra preocupación por la salud. No es raro que mucha gente tenga más miedo a los médicos y a los hospitales que a la enfermedad.
 
Puede afirmarse sin empacho ninguno algo que puede parecer poco serio a primera vista, es más, parecerá un chiste como estos epigramas de Marcial, pero que tiene la virtud, por lo paradójico de su formulación, de hacernos reflexionar un poco, y de conectar al mismo tiempo con el escepticismo popular, que pone todas las certezas en duda: La medicina es perjudicial para la salud, se ha convertido en la enfermedad mortal de nuestra vida. La obsesión rayana en la histeria por la salud destruye nuestra vitalidad, es autolesiva y mortal de necesidad.

 Extracción de la piedra de la locura, Jerónimo Bosco (1475-1480)

Aldous Huxley, el autor de la espléndida novela A brave new world, que se ha traducido entre nosotros como Un mundo feliz, era por cierto médico, y dejó dicho entre otras cosas: “Ahora la medicina ha progresado tanto... que ya todos somos enfermos”. Todos, en efecto, somos pacientes dentro del estado terapéutico y profiláctico en el que vivimos, que mira por nosotros y vela por nuestra salud hasta convertirnos en enfermos crónicos de por vida.

El campo de la salud-enfermedad constituye un terreno privilegiado para el ejercicio autoritario y despótico del poder, desde antes del nacimiento, pasando por una interminable sucesión de momentos claves de nuestra vida, hasta el trance de la muerte: subordinan nuestra existencia a lo que las "autoridades sanitarias" entienden por salud, es decir, a la profilaxis. Nacemos y morimos en un hospital. Y la vida se ensombrece por el constante miedo a la muerte. Y la salud, por el fantasma de la enfermedad y la obsesión por cuidarse uno, cuando lo más saludable sería descuidarse, despreocuparse.

La búsqueda de la salud se ha convertido en el factor patógeno predominante, una obsesión similar a la búsqueda de la salvación del alma en la Edad Media. De hecho la palabra latina salutem, que es el origen de nuestra salud, significa “salvación” antes que “salud”, como en el hexámetro aquel virgiliano: ūna salus uictīs, nullam spērāre salūtem: La salvación del vencido es no esperar salvaciones.
Medicus es en latín el que practica el ars medendi (del verbo mederi, cuidar, tratar, poner remedio, de donde proceden las palabras relacionadas: medicus, remedium -pero a veces es peor el remedio y sus efectos secundarios o daños colaterales que la enfermedad, como advierte otro refrán popular-, medicina, medicamentum, medicare, meditari -la palabra meditación también viene de ahí), y al médico se le dice en latín, ya desde la traducción de la Vulgata del evangelio de Lucas, Medice, cūrā tē ipsum: Médico, cúrate tú a ti mismo (y déjanos en paz a los demás).
 
Preocuparse por la salud no es saludable, no nos deja vivir,  pone en peligro nuestro bienestar físico y psíquico. Ya a finales del siglo pasado, cobró auge la medicina profiláctica, la que ahora padecemos en el siglo XXI,  que se dedica más a prevenir enfermedades que a curar las que uno tiene. La medicina curativa, la medicina de verdad, está despareciendo en favor de la medicina preventiva o profiláctica, ese monstruo hermano de la guerra preventiva que en nombre de la paz futura e hipotética arruina la presente, que era la única que había. Asimismo la profilaxis, en nombre de nuestra salud futura, arruina nuestro bienestar presente con chequeos, preocupaciones y análisis interminables. 
 
Contra la medicina que cura o que alivia el dolor si no puede curarlo no hay nada que objetar, todo lo contrario. Lo malo es que la medicina se dedica cada vez más a "prevenir" enfermedades que a curar las que hay, y es entonces cuando no nos deja vivir con análisis, chequeos y monsergas, haciéndonos responsables de "nuestro" estado de salud y "nuestro" cuerpo. Hay demasiada obsesión, que está muy bien vista y es políticamente correcta, por la prevención. No hay más que ver que no se publica revista, sobre todo de las dirigidas especialmente al público femenino, que no incluya su apartado dedicado a la alimentación sana, a la prevención de tal o cual enfermedad, dietas de adelgazamiento etc. Tampoco falta cadena de televisión o de radio que no tenga su programación con expertos hablando de salud. También tenemos el coñazo del médico que nos recomienda, por ejemplo:  beber mucha agua, tomar la tensión con regularidad, hacer ejercicio… moderado, no vaya a ser que nos dé un infarto. 
 
La propia Organización Mundial de la Salud señala que tratar a los pacientes "ya no es suficiente" y aboga por empezar a prevenir enfermedades, por aquella memez de "más vale prevenir que lamentar (o curar)". Por todo lo cual, si rezáramos al deus medicus Esculapio, o Asclepio como le llamaban los griegos, además de pedirle que nos libre de la OMS,  le rogaríamos como hacía el llorado Ivan Illich: «No nos dejes caer en el diagnóstico y líbranos de los males de la salud». 

domingo, 8 de noviembre de 2020

32 mensajes encapsulados en breves dosis

Hay tres trampas que nos acechan a fin de atraparnos en cuanto nacemos: familia, nacionalidad y lengua, de las que hay que escapar para ser libres como sea.

 
 Las Tres Parcas, Bernardo Strozzi (1581-1644)

Las Parcas, las Tres Hermanas Hilanderas, tejen a su antojo los fatídicos hilos de nuestro currículum uitae decidiendo nuestro futuro, que es nuestra defunción.
 


¿Qué salvaría de un incendio?, le preguntaron a un bombero a punto de jubilarse, a lo que contestó: El fuego, que es su razón de ser; sin ningún género de duda. 

Entra en vigor el registro del horario laboral en España fichando al inicio y final de la jornada para que conste como Dios manda que trabajamos lo mandado.
 
La desinformación, entendida no como falso testimonio sino como desintoxicación de la sobrecarga informativa, es remedio harto saludable, laxante y purgativo.

Durante el horario de su jornada laboral, el empleado, reencarnación del siervo medieval y esclavo antiguo, sepulta sus pensamientos íntimos y sentimientos.

Hoy hay que saber inglés, la lengua del Imperio, a fin de comunicarse con los demás, como si la comunicación en sí misma y per se fuera un valor fundamental. 

En griego con los presocráticos y el propio Sócrates, que no dejó nada escrito, se expresó de viva voz la razón por primera vez mostrando sus contradicciones.

Como cobardes ovejas que se arriman al mastín al oír el aullido del lobo, así buscamos amparo nosotros en la falsa sensación de seguridad que da la policía.

La importancia de una lengua no radica en el número de hablantes que la usan, sino en lo común y razonable, no idiomático, que sus usuarios acertaron a decir.

Un acérrimo defensor del Régimen opina que el gran perjudicado con la abstención electoral es el votante que no vota, porque nadie tendrá en cuenta su opinión.

¿Caerá algún día el Sistema? ¡Quiera Dios que así sea, como decían las alumnas de un colegio de monjas para aprender a conjugar el presente del modo subjuntivo!

¡Quiera Dios, o su alter ego el Diablo, ojalá, que vean mis ojos la quiebra de bancos y bancas del mundo de una vez por todas en la más estrepitosa bancarrota!

El "voluntario social" es como el mal samaritano: hace el bien a los demás por altruismo egoísta, ocultando deseos inconfesables de salvación individual.

Una campaña del Ministerio de las Interioridades nos espetaba un imperativo “¡identifícate!”, sin la delicadeza de tratarnos de usted con un mínimo respeto. 

Tal como el automóvil atrofia nuestro aparato locomotor, el smartphone en la lengua del Imperio aniquila nuestras relaciones por más que pretenda potenciarlas.

Los medios de comunicación sirven, ay, para incomunicarnos; y el móvil o celular, además, para ignorar y ningunear a la persona que tenemos delante de nosotros.

Los dispositivos electrónicos que utilizamos nos utilizan a nosotros, tienen el poder y la fuerza de obligarnos a relacionarnos con ellos y con otros usuarios.

Un profesor universitario de Cambridge ha sentenciado una verdad lapidaria: La democracia y el capitalismo son más totalitarios que las pretéritas dictaduras.

Catástrofe no es lo que se avecina y nos amenaza con su futura temida presencia, sino lo que es y lo que hay, lo que se cierne ahora y aquí sobre nosotros

Dijo Gorgias no sin razón que había que combatir la seriedad con la risa y la risa con la seriedad, para no ser, añado yo, ni demasiado ridículos ni trágicos.

Después del concierto todavía resonaban las notas musicales en mi cabeza y su eco en mis oídos, antes sordos e impenetrables, abiertos por fin a la belleza.

La mayoría de la gente y de uno mismo en porcentaje muy alto es conformista, pero hay algo, un corazoncito acaso que late y se subleva por dentro y por debajo.

Mis mayores me decían, cuando era pequeño, que mirara por lo que iba a ser el día de mañana, pero ese día futuro, después de cincuenta años, no acaba de llegar.

En contra del cristianismo, porque los cristianos –pero no Cristo, que no era cristiano- han idealizado el sufrimiento en la cruz y lo han subido a los altares.

Sociedad de la imagen, donde reinan las apariencias, de las que no hay que fiarse, pero tampoco de la realidad misma, porque las apariencias son la realidad.

Si el gobierno se declarase en huelga y dejase de gobernar el país, cosa harto improbable, el pueblo saldría ganando mucho y no perdería nada por lo tanto.

El único placer que brinda el sistema electoral que padecemos es el de desalojar a los que ostentan el Poder a costa de tener que alojar a otros en su puesto. 

Mi voto no puede ir a parar a ningún partido político del arco parlamentario que se arrogue en nombre del pueblo la representatividad de la soberanía popular.

Cavafis nos recuerda que es más importante el viaje que el destino, el camino que Ítaca, porque la meta es el final del trayecto y supone siempre una decepción.

La expresión inglesa “to have a memory like a sieve” equivale a nuestro "tener mala memoria", memoria cual colador por donde se escurre el agua del recuerdo.

 La tinaja de las danaides, J. W. Waterhouse (1903)

Igual que las danaides vierten sus cántaros de agua en un barreño roto, vertemos nosotros la memoria de nuestros recuerdos en el pozo sin fondo del olvido.

sábado, 7 de noviembre de 2020

La caverna mediática (de Platón)

Hace casi dos mil quinientos años que un tal Platón nos habló ya de la caverna y de los hombres que habitaban en ella. Decía el griego que esos cavernícolas éramos nosotros, que estábamos contemplando, prisioneros y maniatados de espaldas a la realidad, imágenes proyectadas en la pantalla cinematográfica de una pared. Creemos, así, que un árbol, un caballo o una casa son esas cosas que vemos reflejadas en el muro de la gruta a la luz de un foco luminoso.

De vez en cuando, viene alguien de fuera, el tal Platón por ejemplo, a decirnos que todo aquello es el engaño de un trampantojo, que aquellas imágenes virtuales no son más que ideas, simples remedos o proyecciones de las verdaderas realidades que existen fuera bajo el sol. Nos anima a que salgamos al exterior, porque es maravilloso contemplar el esplendor verde de un olivo mediterráneo o la elegancia de los movimientos de un caballo al trote o galope o las aguas azules y cristalinas del mar Egeo. Pero no hacemos caso del forastero recién llegado, aunque se llame Platón, venga de fuera y sepa de lo que habla; preferimos seguir contemplando, fascinados por las imágenes que atrofian nuestra imaginación, la película proyectada en la gran pantalla de la caverna.

 

Nosotros, los hombres y mujeres del siglo XXI no hacemos caso de esa voz, seguimos siendo todavía, aunque parezca mentira, cavernícolas, habitantes de la caverna. En esta sofisticada caverna mediática en que habitamos, las imágenes no se proyectan en paredes rupestres, sino en primer lugar en una sala de cine, después en nuestra propia sala de estar en monitores televisivos de plasma, a los que llegan, además, los ecos de las voces en alta definición remasterizada con sonido digital, y finalmente en las pantallas táctiles de nuestros móviles y tabletas. La caverna ya no es un lugar público, ni siquiera nuestra vivienda familiar, sino nuestro adminículo móvil y portátil, caverna individual y personalizada: nuestro smartphone en la lengua del Imperio.

Hemos pasado de la pantalla gigante, a la pequeña pantalla y de esta a la pantalla minúscula; y de lo más público a lo más privado. No conocemos más caballos, aguas del mar Egeo, olivos mediterráneos que los que vemos en nuestra realidad virtual, en los monitores de nuestros ordenadores personales y tabletas y demás artilugios digitales y táctiles. En la caverna mediática en la que vivimos, nosotros somos los prisioneros, aunque no sean visibles las cadenas y ligaduras que nos atan de pies y manos. No hay cárcel de mayor seguridad que aquella que no parece que lo es. Más allá de cualquier excusa, la más firme de las ataduras es nuestra propia decisión de permanecer entre las cuatro paredes de la caverna platónica mediática, porque apreciamos la seguridad de la gruta y nos asusta lo que puede haber al otro lado, el mundo exterior.
Preferimos lo malo conocido a lo bueno por conocer. Preferimos seguir, por miedo de la libertad, de espaldas a la realidad real, valga la redundancia, viviendo en un mundo fantasmagórico y virtual, alimentado por el miedo a lo desconocido, lo que hace imposible el encuentro con los demás, que ya no serían compañeros de esclavitud, sino de libertad, bajo la tibieza acogedora del sol.

El término “caverna mediática”, popularizado por el presidente de un famoso club deportivo catalán, un tal Joan Laporta, para desprestigiar a la prensa nacionalista madrileña, nos da pie a nosotros para revisar el mito. Al parecer, en diciembre de 2009 el FC Barcelona se impuso al Real Madrid por un gol a cero gracias al acierto de su fichaje estrella, un jugador sueco. Esta victoria aupó al equipo catalán al primer puesto del campeonato de liga desatando la euforia de la afición azulgrana. El presidente de ese algo más que un club fue fotografiado celebrando el triunfo regado en champán, y achacó la difusión de las traicioneras fotos que tanto le comprometían a “la caverna mediática españolista” (sic). La expresión hizo fortuna y, desde entonces, la utilizan los medios progresistas de comunicación para descalificar a los conservadores.


Pero, según lo que se me alcanza por lo poco que he podido averiguar –sería interesante que alguien más avezado que yo investigara sobre ello, el cacareado término de “caverna mediática” lo acuñó nueve años antes el escritor ya fallecido Manuel Vázquez Montalbán, que publicó en la revista Quaderns del CAC un artículo titulado En la caverna mediática. Propuesta de una reconsideración del mito platónico, donde dirigía una mirada crítica hacia todos los medios de comunicación de masas recurriendo, para explicar la situación del individuo en la sociedad globalizada actual, a la parábola platónica. Comenzaba su artículo, aludiendo quizá a los espejos esperpénticos del callejón del Gato, con guiño valleinclanesco y memorable frase que cito literalmente: Los medios de comunicación se han convertido en espejos trucados que devuelven falseadas imágenes del ciudadano.

Yo creo que el tal Joan Laporta usó el término “caverna mediática” despectivamente, sin aludir al mito platónico para nada. Para él “caverna” quiere decir “prehistoria”, y la expresión “caverna mediática” alude a los medios de comunicación reaccionarios, cavernícolas y trogloditas que están anclados en el pasado de la edad de las cavernas. Sin embargo, Vázquez Montalbán, más versado sin duda en humanidades que el presidente del club de balompié catalán,  alude, ya desde el título de su artículo, a la parábola platónica de la caverna para explicar nuestra situación frente a todos los medios de comunicación que, paradójicamente, sirven para mantenernos incomunicados ofreciéndonos información, una información que nos conforma a nosotros y que deforma la realidad.

También el individuo actual –dice Vázquez Montalbán- permanece en el seno de esa caverna y el mundo exterior son sombras… El individuo no ha elegido su postrada situación de habitante de la caverna y su mistificada percepción de la realidad exterior está programada por todos los interesados en acondicionar la realidad a un estatuto histórico inalterable. El esfuerzo del poder consiste precisamente en basar su fuerza en una progresiva concentración y la debilidad del adversario, nosotros, en un progresivo enclaustramiento en el seno de esa caverna”.

 

Los media, como llaman los ingleses a los medios de comunicación con el plural neutro acabado en -a del latín medium -"las cosas que actúan de intermediarias, los instrumentos mediadores entre el emisor y el receptor del mensaje, los soportes de la comunicación"-, tienen la virtud de convertir en noticia un acontecimiento, dándole más importancia de la que a priori pudiera tener, y, a la inversa, pueden hacer que un acontecimiento humanamente relevante no sea noticia, ignorándolo al no dar cuenta de él. También pueden, por supuesto, tergiversar la realidad informando sesgadamente de algo que ha sucedido, lo que muchas veces depende de la ideología política tras la que se parapeten. En cualquier caso, lo que hacen es servir de intermediarios entre la realidad exterior, que está formada de ideas que la idealizan, y nosotros, los prisioneros de carne y hueso de esa caverna mediática que pone delante de nuestros ojos la realidad del mundo para ocultarnos simple y llanamente la verdad.

viernes, 6 de noviembre de 2020

28 mensajes breves en una botella

De Ferlosio: ¿Quién soy yo para ponerle riendas, como a caballo propio, al que he de ser mañana?. Y ¿quién, además, para llevar las riendas del de ayer?


Siento que he sido otro, que me ha vivido otro. Toda mi vida, todos mis recuerdos, todo me resulta ajeno. ¿Acaso soy responsable del otro yo que me vivió?
 
El prestigioso virólogo aconseja que hay que comportarse como si uno estuviera contagiado sin estarlo, para evitar contagiar así la enfermedad fantasmagórica.

 

El que canta su mal espanta, y con el canto viene el encantamiento que como por arte de magia embelesa y libera del desencanto, y con su hechizo nos encanta.

Profanar una imagen sagrada es delito en algunos países, pero sacralizar una imagen profana consagrándola no lo es en ninguno, cosa que sucede por doquier. 
 
El Ministerio de Sanidad antepone la salud física de sus súbditos, votantes y contribuyentes, a su libertad, limitando la vida a mera y brutal supervivencia. 

¿Qué es fotografiar un instante para inmortalizarlo sino matarlo, convirtiendo lo que pasa en foto fija instantánea e ideal, retrato cadavérico post mortem

Tomar una fotografía es como apretar el gatillo de una pistola cargada y descerrajar una bala mortal que celebrará inmortalizándolo el momento asesinado.

¿Qué hago defendiendo causas perdidas y lenguas muertas, latín y griego, que los sucesivos planes educativos asesinaron relegándolas al baúl de los recuerdos?

En marcha sin bordón ni calabaza, sin manto de estameña oscura o parda, sin sombrero tampoco de ala ancha y vuelta, sin zurrón ni mochila ni una venera. 

Peregrinando solo, veleta al viento, recorriendo caminos voy y senderos, soy sólo un caminante sin rumbo fijo, sin brújula que marque norte y destino.

Naufragar en el olvido donde sueña el hada melancólica de la belleza envuelta en harapos resplandecientes y dormitan los recuerdos que perdieron la memoria.
 
 

“Tengo tal desconfianza en el futuro que sólo hago planes para el pasado”. Lo dejó escrito en la lengua de Dante, Ennio Flaviano, y es sin duda memorable.

Decían que no cabía la duda, ninguna duda, y la dejaron, desgraciadamente, fuera; como nadie la quería, se quedó como la tía Hortensia soltera de por vida.

Le inculcaron desde pequeño que el trabajo era lo que daba sentido a la vida, pero él no le encontró ningún sentido a la suya hasta que dejó de trabajar.

Tetralema: ¿Cuándo muere el moribundo que se está muriendo, cuando ya está muerto o cuando todavía vive? ¿En ambos casos? ¿En ninguno de ellos? Sin respuesta.

El futuro es un dios sanguinario que, resarciéndonos de nuestras miserias actuales o condenándonos al fuego eterno, exige nuestra inmolación en sus altares.

Nos han expropiado de nuestro tiempo, por lo que no tenemos tiempo libre, y, a cambio, llevamos un reloj incorporado a fin de cronometrar nuestra esclavitud.

Un emprendedor es un optimista temerario, generalmente sin escrúpulos, que cree que puede triunfar allí donde antes que él han otros estrepitosamente fracasado.

Federico García Lorca cantó los pechos cercenados y ahumados de santa Olalla y los sirvió en un romance como al cónsul de Roma se los sirvieron en bandeja.

No entendía el príncipe Augusto, acérrimo defensor de la familia, que hubiera gente que tuviese perros y monos en Roma y prefiriese criar mascotas a bebés.

Es tan grande la frustración desmedida que genera perder, que convertimos cualquier pérdida que padezcamos, por mínima que sea, en una trágica catástrofe.

La sonrisa es un certificado estupefaciente y falso de felicidad que exhiben los hipócritas para mentir al mundo engañándose
a sí mismos más que a los demás.



El consejero de educación, dicen,  apuesta por el deporte y la actividad física como “herramientas privilegiadas” para la educación en valores... cotizables.
 
La gente tiene miedo de lo que podría pasar, lo peor; no ve que lo peor por venir que podría pasar está pasando ya delante, como se suele decir, de sus narices.
 
 
La medicina del alma o de la moderna mente trata la "enfermedad mental" que ella misma inventa recluyendo al paciente en el psiquiátrico o antiguo manicomio.
 
¿No es extraño y paradójico, además de sarcástico, que casi todo el mundo acepte renunciar a vivir, a seguir viviendo como venía haciendo, por miedo de morir? 


Loco o enfermo mental, concepto impreciso y vario, es el que no se acomoda a la mentira del mundo y que lo ha perdido todo -Chesterton dixit- salvo la razón.

jueves, 5 de noviembre de 2020

Mascarillas y bragas

Recibo un correo electrónico de esos que se reenvían múltiples veces cuya gracia consiste en una inesperada asociación de ideas que compara dos prendas de vestir en principio muy distintas. Copio y pego: “Trata la mascarilla como tratas tus bragas (o tus calzoncillos, que para el caso viene a ser lo mismo, digo entre paréntesis yo): -Ponte una limpia cada día; -Haz que se ajuste sin que te apriete; -No la intercambies con otras personas; -No te la pongas del revés; - Asegúrate de tapar lo que hay que tapar; -Evita toqueteos innecesarios; -Y sobre todo, si tienes que quitártela, que no sea en público en lugares concurridos”. A la retahíla anterior añadiría yo ahora un nuevo y último consejo que también valdría para las braguitas y gayumbos: -Quítatela solamente para dormir.

Y es que esto era lo que nos faltaba: Las mascarillas no solamente son recomendables fuera del hogar tanto en lugares cerrados como abiertos en plena naturaleza, sino ahora también en la propia casa de uno. El primer ministro galo, eminente cráneo privilegiado del país vecino, ha sentenciado que el uso de la mascarilla es fundamental, que hay que portar la mascarilla “y compris chez soi”, incluso en casa de uno mismo, que era lo que nos faltaba. 


Otro cráneo privilegiado del país vecino, un infectólogo del hospital de la Pitié Salpêtrière de París, afirma que sería menester renunciar, en aras de la salud familiar, incluso a la comida en familia sentada en torno a la misma mesa, dado que para comer hay que desprenderse obviamente de la mascarilla, con lo que uno se expone y expone a los demás al contagio, ya que todos somos, a la vez, contaminados y contaminantes, y el riesgo en el seno familiar no es hipotético, sino real. Renunciando a la comida en familia, y a la comida entre amigos y compañeros de trabajo y de empresa el acto social de comer desaparece, y se convierte en un acto individual, recluido a la privacía del retrete, como el de defecar y el de orinar. En el apartado de hacer uno sus necesidades individuales incluiríamos también la de comer más solo que la una.

Al reputado virólogo alemán Christian Drosten, otro cráneo privilegiado, asesor de Angela Merkel, se le va a menudo la olla también. Ya este verano se le ocurrió que elaborásemos un diario de contactos donde apuntásemos los contactos y relaciones que habíamos tenido cada día de manera que en el caso de infectarnos pudieran las autoridades sanitarias hacer un seguimiento de rastreo de nuestros contactos poniendo freno a la expansión del virus al adoptar las medidas pertinentes...  Definitivamente se le ha vuelto a ir la olla ahora también haciendo en una entrevista al Neue Osnabrücker Zeitung la siguiente recomendación paranoica sobre cómo deberíamos actuar en, según él, plena segunda ola de la pandemia: Lo mejor sería que nos comportáramos como si estuviéramos contagiados y quisiéramos evitar la transmisión de la enfermedad. ¿Cómo puede comportarse alguien que no tiene ningún síntoma aparente de contagio ni por asomo y que por lo tanto está sano como un roble como si estuviera contagiado? ¿Cómo puede ser lo mejor emular al Enfermo Imaginario de Molière, es decir, ser un aprensivo hipocondriaco? La característica esencial, en efecto, de la hipocondría, como se sabe, es la preocupación y el miedo irracionales agravados por la convicción de padecer una enfermedad grave que no se padece y que va a llevarnos al otro barrio a nosotros o a nuestros seres queridos y no de una forma instantánea e indolora, sino lenta y a fuerza de sufrimientos, a partir de la interpretación personal de alguna sensación corporal, física o psíquica, o de cualquier otro signo que aparezca en el cuerpo o se manifieste en la mente. Si la salud es el olvido, la preocupación por la salud es cualquier cosa menos saludable, es más, es enfermiza: la enfermedad de nuestro tiempo.


Acto seguido, después de dicho esto se queda tan tranquilo y en una pirueta genial, reconoce el virólogo, galardonado con la medalla más importante que un civil puede recibir en su país por la invención y gestión de la pandemia,  que también podía verse la cosa del revés, y considerar, cambiando las tornas, que los enfermos son los otros (l'enfer c'est les autres, que dijo Sartre), y nosotros los sanos. Todos los demás están contagiados, y nosotros no, por lo que debemos protegernos del contacto de nuestros prójimos. Pero ¿cómo podemos vernos al mismo tiempo como enfermos y como sanos sin que eso sea una enfermedad mental que distorsiona la realidad? Ha pronosticado además este cráneo privilegiado teutón una profecía que suena a amenaza: no se espera una normalización a corto plazo, sino hasta el verano que viene por lo menos, por lo que por ahora no hay remisión que valga.

Esto era lo que nos faltaba. ¿O nos faltaba aún algo más? Ya alguien había sugerido que incluso era conveniente mantener el bozal durante las relaciones sexuales con nuestras parejas esporádicas o habituales... 

 

Frente a tanta insensatez, a uno no se le ocurre otra cosa que contestar con aquel viejo refrán popular de nuestras tatarabuelas que puede resultar algo insolente y barriobajero pero que expresa a las mil maravillas la repugnancia contra tantos escrúpulos y miramientos, y no solo la dificultad de hacer algo a lo que uno no está acostumbrado ni maldita la falta que le hace: “Al que no está hecho a bragas las costuras le hacen llagas”. Que en lengua portuguesa suena más contundente: “A quem não traz bragas, as costuras o matam”. Y en italiano resulta más escatológico: Chi non è abituato a portare le braghe, quando va al cesso se le caca (El que no está acotumbrado a llevar bragas, cuando va al retrete se las caga).

La palabra braga, cuyo uso por su forma doble justifica el plural “bragas” con valor de singular, procede del latín “braca” con el significado de “calzón”, es decir, de prenda que se pone de abajo arriba por los pies (calx, calcis, talón, pie), que a su vez procede del galo, porque es sabido que las tribus galas usaban estas prendas. Era los bárbaros los bragados, frente a los romanos, togados. Por lo que el refrán de nuestros tatarabuelos no se refiere a la prenda interior femenina, sino a un tipo de calzón masculino que cubría de la cintura hasta las rodillas. 


La medicina ha venido a ser la enfermedad de nuestros días: todos somos pacientes, todos estamos enfermos ya sea en acto o en potencia aristotélica. En acto, como los ingresados en hospitales y unidades de cuidados intensivos, o en sus propios hogares, donde son atendidos en el mejor de los casos por médicos teleoperadores; y en potencia todos los demás. ¿No es esto un delirio colectivo, una histeria sin precedentes, una psicosis gravísima?

Con palabras muy sencillas, Agustín García Calvo en sus Adioses al mundo (núm. 6: ¡Adiós, profilaxis, matasanos!), razonaba lo siguiente, despotricando contra la Medicina: “Lo que son las cosas, Medicina, lo que es la Historia: tú, que habías nacido para sanar con tu salivita las heridas de la guerra o los achaques de la paz podrida, si se producían, cuando se produjeran, habías venido, con el progreso del Poder y de los Tiempos, a convertirte en guardiana de la falsa salud, en profilaxis de males ideales, a introducir la enfermedad futura en la salud presente (o sea desconocida), a ser pre-ocupación, imposición y consagración del miedo, y así habías venido a ser tú la enfermedad de nuestras vidas”.


miércoles, 4 de noviembre de 2020

Quince mensajes breves en una botella

El Presidente comparece en el Parlamento y justifica las medidas de su gabinete de Gobierno que nos condenan al Orco: «Hay que optar entre lo malo y lo peor».

Safó dejó dicho en griego de una vez para siempre que Eros, el amor, era dulce y amargo a la vez, mas no lo dijo en dos palabras, sino en una sola: dulciamargo.

Safó abrazando su lira. Jules Elie Delaunay (1828-1891)

El capitalismo no sólo pone en venta todo lo que hay en el mundo, sino también lo que no hay, como demuestra la existencia de un próspero mercado de futuros. 

Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado velan por mantener un orden público aparente o apariencia de orden que es inseguridad y desorden generalizado. 

No deberíamos preocuparnos de elegir un nuevo pastor entre los diversos candidatos a pastorearnos, sino, más bien, de dejar de ser un rebaño sumiso de borregos. 

Nos inculcan desde la más tierna infancia que eso es malo y por eso lo aborrecemos ahora y nos repugna; pero igualmente podían habernos insuflado lo contrario. 



Lenguaje económico: La Volatilidad -sic, con mayúscula- ha sido la tónica de los mercados financieros que provocó fuertes caídas en las bolsas europeas. 

Por una parte me urge ser persona, con mi personalidad, nombre y apellidos y documento nacional de identidad, pero, por otra, necesito trascender lo personal.


(Terentii) Et errat longe, mea quidem sententia, / qui imperium credat grauius esse aut stabilius / ui quod fit, quam illud quod amicitia adiungitur. 

(De Terencio) Y yerra mucho en verdad, en mi opinión, quien crea que es más firme o sólido el Poder que a la fuerza se ejerce que el que se aplica con amor. 

No importa quién conduce la apisonadora ni si lo hace mejor o peor, sino que por donde pasa, como el caballo de Atila, la yerba no vuelve a crecer ni por asomo. 

Un tetralema con cuatro premisas: ¿El universo es finito, infinito, ambas cosas a la vez o ni lo uno ni lo otro? Solución: ninguna de esas cuatro soluciones. 

Quien lo tiene se aferra a ello y lo defiende con uñas y dientes, por más que eso mismo le esté matando; y quien no, lo reivindica como derecho constitucional. 

El capitalismo neoliberal no va a dejar de ser el que es porque haya un gobierno u otro al frente de la nación y una mayoría de izquierdas en el parlamento. 

El trabajo es una condena al aburrimiento que, asalariando el tiempo empleado en él, tiene la utilidad de producir inutilidades que a la gente no le sirven para nada.

martes, 3 de noviembre de 2020

Del fraude estadístico (glosa)

Fraude estadístico: No es que no haya fraudes estadísticos, que los hay y no deja de haber muchos, es más que eso: toda estadística es un engaño fraudulento. 
 
Es al primer ministro británico Benjamin Disraeli a quien suele atribuírsele, no sé si con razón o sin ella, la famosa frase:"There are three kinds of lies: lies, damned lies, and statistics (Hay tres tipos de mentiras: mentiras, malditas mentiras y estadísticas)". En todo caso, el dicho parece tan antiguo como la propia palabra “estadística”, cuyo origen, relativamente moderno, remonta a 1749, fecha en que fue acuñada en la lengua alemana Statistik por el economista Gottfried (o Godofredo) Achenwall para designar el análisis que hace el Estado de los datos con vistas a incrementar su dominación y administración de bienes y personas. 
 
La etimología de la palabra "estadística" procede del latín tardío statisticum ("relativo al Estado") y de su derivado italiano statista ("hombre de Estado" o "político"). La raíz que subyace es la latina clásica status, un nombre de acción sacado de la raíz del participio de perfecto del verbo stare, de la raíz indoeuropea *sta-, que en principio significaba “estar de pie”, frente a sedere que era “estar sentado” (cf. sede, sedentario, silla, derivado de *sedla) y a iacere “estar tumbado, yacer”. 
 

 
La frase, que equipara las estadísticas a las mentiras mayúsculas, revela la enorme desconfianza que los datos numéricos despiertan con razón en la gente, dado que suelen utilizarse para reforzar argumentos débiles o inexistentes, cuando no para justificar la realidad que se impone sin más. 
 
Para ilustrar que toda estadística es un engaño manifiesto, suele contarse la parábola del pollo. Dos personas se sientan a comer y comparten un pollo asado, pero una de ellas se queda con la parte del león, como suele decirse, es decir, con la mejor y mayor parte. Ya lo dice el refrán: El que parte y reparte se lleva la mejor parte. Uno de los dos, por lo tanto, se come al fin y a la postre prácticamente todo el pollo. Si queremos calcular el promedio de pollo ingerido por nuestros dos comensales, obtenemos, aplicando la media aritmética ampliamente aceptada, que es medio pollo. Según esto cada uno de ellos ha comido estadísticamente media pechuga, un muslo, un ala y media carcasa, es decir, medio pollo. Pero la cruda realidad revela que esto es mentira: un comensal se ha comido todo el pollo y el otro se ha quedado “a verlas venir”. Las cifras, en este caso, están distorsionando la realidad. 
 
Lo mismo sucede con la Renta Per Cápita que nos dice, por ejemplo, que la española durante 2018 fue de 30.370,89 dólares norteamericanos, el resultado de dividir el PIB o Producto Interior Bruto entre el número de españoles vivos ese año, de donde se deduce el promedio de la renta individual de todos los españoles, es decir, lo que gana cada uno al año, haciendo imperdonable abstracción de las enormes diferencias que hay entre el mendigo callejero que no obtiene ningún ingreso regular y el multimillonario de postín. 
 
El Instituto Nacional de Estadística utiliza los datos numéricos de las encuestas que realiza para manipular y conformar la opinión pública, al margen de las triquiñuelas de las representaciones gráficas que falsean la presentación de los propios datos.  En política o economía se recurre habitualmente a realizar encuestas para cosechar datos con los que luego nos bombardean. Se considera que las encuestas reflejan una realidad, cuano lo que hacen es configurarla. No revelan lo que piensa la gente, sino lo que tiene que pensar. Por eso recurren tanto a ellas los gobernantes, para imponernos su pensamiento único.
 
Su base es lo que se denomina «muestra», es decir, un grupo reducido dentro de una «población». Se da por hecho que la información extraída de la muestra es representativa del total de la población, pero no es que haya un margen de error dependiendo del tamaño de la muestra (cuanto más pequeña sea la muestra, mayor es el margen de error), es que el error consiste en extrapolar los datos de una parte que se quiere representativa a la totalidad, haciéndola significativa. 
 
 
Y lo que en principio podía ser descriptivo puede convertirse en prescriptivo para los demás. Si nos dicen, por ejemplo, como hace un periódico muy leído: “Un 59% de los españoles apoya el confinamiento más estricto”, es porque han hecho una encuesta, pero no a todos los españoles, cosa imposible, sino a una ínfima parte de ellos, y esa muestra se hace pasar por representativa de la totalidad, y de ahí se deduce que la mayoría de los españoles es partidaria del encierro “más estricto”, con lo que, por otra parte, están conformando la opinión mayoritaria favorable a la política del gobierno. Cualquier lector de ese periódico sabe lo que la mayoría de los españoles piensan, y lo que deben pensar si quieren situarse entre la mayoría democrática biempensante. 
 
El análisis de las cifras y los datos pone de relieve que estos sirven para, mostrando idealmente la realidad y haciendo abstracción de ella, ocultarla de verdad.