sábado, 12 de febrero de 2022

El simbolismo de la estaca

    El cantautor catalán Lluis Llach compuso una canción, L'estaca en 1968, que se convirtió enseguida en todo un himno prohibido contra la dictadura franquista en primer lugar, y que alcanzó enseguida la categoría de un símbolo contra todo tipo de dictaduras o ataduras. Actualmente se cuentan hasta cincuenta versiones de esta canción en francés, inglés, corso, vasco, occitano, italiano, sueco...  La canción, compuesta originalmente en catalán, se ha traducido a numerosas lenguas, y ha llegado a popularizarse tanto que, según la inevitable Güiquipedia, en algunos lugares se considera que es una canción autóctona, convertida en un símbolo de lucha por la libertad. Al parecer ha sido himno del sindicato polaco Solidarnosc, de la revolución tunecita de 2011 y hasta de un club de rugby... Compuesta y cantada originalmente en catalán, se ha interpretado también como un alegato a favor de la independencia de Cataluña del  garrote del Estado español. Si Cataluña logra la independencia algún día, la canción sin embargo podrá seguirse cantando: la estaca en ese caso ya no representaría a España, sino a la propia Cataluña. Es lo bueno de algunos símbolos, que valen para todas las circunstancias.

 

          La letra es un diálogo entre un abuelo llamado Siset y un joven. El viejo le dice al muchacho que si no ve la estaca a la que están amarrados y que les impide andar. Si no ve la atadura, jamás podrá liberarse de ella. Pero esa atadura no es solo individual, sino colectiva, por eso es preciso tirar fuerte todos juntos para romperla.

    La expresión 'estar a (la) estaca' es en la jerga marinera estar con sujeción, sin poder separarse de un lugar. De ahí que se diga que si alguien está a la estaca está reducido a pocos medios, a escasas facultades, como dice la docta Academia con su inmensa pedantería, y, en definitiva, que tiene poca libertad. El verbo 'estacar', por su parte, significa clavar en tierra una estaca y atar a ella una bestia. Se ha empleado sobre todo, en la esfera caballeresca, para sujetar al caballo. Por lo que el simbolismo de la estaca está relacionado íntimamente con la falta de la libertad, dado que es el obstáculo que  impide el movimiento circunscribiéndolo a un punto.

  En la siguiente imagen se insiste precisamente en esto último, en tirar todos juntos de la cuerda que nos ata a la estaca, que por otro lado está podrida, para que caiga, por lo que no será difícil derribarla. La canción se convierte enseguida en un himno que se corea, que anima tanto a cantar el estribillo como, haciendo lo que dice la letra, a tirar todos juntos de la cuerda para liberarnos de la sujeción.

 

        El problema de esta imagen es que no refleja la atadura individual de cada uno de los que están tirando de la cuerda para derribarla: es una exhibición de tiro de cuerda en equipo. Deberíamos suponer una única estaca a  la que todos estamos amarrados por una cuerda individual, de modo que tirando todos y cada uno de ella podamos troncharla.

     He aquí la letra, compuesta por Lluis Llach a los veinte años, en versión original y traducida al castellano:

      L'avi Siset em parlava / de bon matí al portal / mentre el sol esperàvem / i els carros vèiem passar. 

El viejo Siset me hablaba / al amanecer, en el portal, / mientras esperábamos la salida del sol / y veíamos pasar los carros.

Siset, que no veus l'estaca / on estem tots lligats? / Si no podem desfer-nos-en / mai no podrem caminar! 

 Siset: ¿No ves la estaca / a la que estamos todos atados? / Si no conseguimos liberarnos de ella / nunca podremos andar.

Si estirem tots, ella caurà  / i molt de temps no pot durar, / segur que tomba, tomba, tomba / ben corcada deu ser ja. / Si jo l'estiro fort per aquí / i tu l'estires fort per allà, / segur que tomba, tomba, tomba, / i ens podrem alliberar. 


Si yo tiro fuerte por aquí / y tú tiras fuerte por allí, / seguro que cae, cae, cae, / y podremos liberarnos. / Si tiramos todos, ella caerá. / Ya no puede durar mucho tiempo. / Seguro que cae, cae, cae, / pues debe estar ya bien podrida.

  Però, Siset, fa molt temps ja, / les mans se'm van escorxant,/ i quan la força se me'n va / ella és més ampla i més gran. 

 ¡Pero, ha pasado tanto tiempo así! / Las manos se me están desollando, / y en cuanto abandono un instante, / se hace más gruesa y más grande.

Ben cert sé que està podrida / però és que, Siset, pesa tant, / que a cops la força m'oblida. / Torna'm a dir el teu cant: 

 Ya sé que está podrida, / pero es que, Siset, pesa tanto, / que a veces me abandonan las fuerzas./ Repíteme tu canción.

Si estirem tots, ella caurà... 

 Si tiramos todos, ella caerá...

L'avi Siset ja no diu res, / mal vent que se l'emportà, / ell qui sap cap a quin indret / i jo a sota el portal. 

 El viejo Siset ya no dice nada; / se lo llevó un mal viento / - él sabe hacia donde -, / mientras yo continúo bajo el portal.

I mentre passen els nous vailets / estiro el coll per cantar / el darrer cant d'en Siset, / el darrer que em va ensenyar. 


Y cuando pasan los nuevos muchachos, / alzo la voz para cantar /
el último canto de Siset, el último que me enseñó. 

 Si estirem tots, ella caurà... 

 Si tiramos todos, ella caerá...

 


     Puede suceder como escribíamos en Confidencias de un paquidermo, recreando la fábula de Jorge Bucay, que esa estaca ya no exista, o que sólo exista ya en nuestra mente, porque es fruto de nuestra educación, o que siendo insuficiente para detenerlos, como les sucede a los elefantes adultos, estos no hagan amago de tirar de ella y se limiten a moverse en círculo, sin alejarse de la tranca. Cuando son jóvenes, son encadenados a una estaca de la que entonces no tienen fuerzas para liberarse. Cuando son adultos, siguen encadenados a la misma estaca, ridícula ya, de la que ya no les costaría nada zafarse dada la robustez que ha adquirido su masa corporal, pero ni siquiera lo intentan porque han aprendido la lección, porque creen que es imposible.  No en vano se ha dicho muchas veces que las cadenas más difíciles de romper y las prisiones de la que es prácticamente imposible escapar, porque son las de máxima seguriad, son las mentales.  El que no sabe que está prisionero nunca intentará escapar de la prisión.  

viernes, 11 de febrero de 2022

De maestros y pedagogos

    El 29 de enero del año pasado, día del docente en la comunidad autónoma de Cantabria, se rindió homenaje a los 250 docentes que se habían jubilado a lo largo del curso 2019-2020, entre los que me cuento. El acto conmemorativo, mucho más reducido que en años anteriores como consecuencia de la pandemia, reunió en el patio central del Parlamento a una pequeña selección de representantes institucionales y miembros de la comunidad educativa de Cantabria. Además del presidente de Cantabria, el señor Revilla, y la consejera de Educación, la señora Lombó, convocaron a seis docentes en representación de los jubilados, de los que sólo se dio la palabra al exdirector del IES “Villajunco” de Santander en representación del estamento, quien centró su halagüeña intervención, según leo en la prensa, en el hecho de que la educación en España en general y en Cantabria en particular "no ha hecho más que mejorar", y aunque no todo en los últimos 40 años ha sido bueno, dijo, el balance "es muy positivo". Aseguró que los alumnos "salen mejor preparados" de los centros que antes, lo que desde mi punto de vista es harto discutible. Finalmente agradeció a las autoridades allí presentes su "esfuerzo y desvelo porque la educación fuese la adecuada". 
 
    En la información periodística se leía además que el Gobierno de Cantabria entregaría a los 250 docentes jubilados,  un regalo institucional que no hemos recibido (bueno, al menos yo) consistente en una acuarela de la pintora campurriana Alicia Cañas y un ejemplar del libro “Vidas maestras”, en el que previametne habíamos sido invitados a participar los docentes jubilados enviando una colaboración escrita cuyo contenido se dejaba (cito textualmente de la convocatoria) “totalmente a la voluntad de los participantes, siempre que tenga relación con el mundo de la educación. Y podrá ser la descripción de la trayectoria profesional del propio docente, o alguna reflexión concreta sobre la enseñanza y su evolución, o alguna anécdota, o cualquier cosa que el profesor o profesora considere oportuna”. 
 
    Yo envié mi colaboración titulada “Maestros vs. pedagogos”. No sé si habrá sido publicada, no me consta, pues, puesto al habla con la Consejería de Educación este verano se me dijo en primer lugar que podía pasarme a recogerlo para acto seguido telefonearme y decirme que había sido un error, que el volumen estaba en la imprenta, de donde parece que no ha debido de salir todavía. No tengo constancia de que este año, se haya celebrado ningún homenaje institucional a los docentes jubilados durante el curso 2020-2021, supongo que debido a la sexta ola de la pandemia que nos invade. Ante lo cual, ofrezco aquí el texto que escribí para "Vidas maestras" y que puede servir como contrapunto al panegírico vertido por el exdirector del Instituto santanderino en el acto solemne al que no se nos dio la oportunidad de asistir.
 
 
    Agradezco la invitación a participar en el libro Vidas Maestras 2020 que he aceptado con la intención de hacer una breve reflexión sobre la evolución de la enseñanza en lo que me ha tocado vivir desde mi trayectoria profesional como profesor de lenguas clásicas, desarrollada íntegramente en Cantabria, salvo los dos cursos que estuve destinado en Cuenca, mi primer destino definitivo, que al principio sentí como un destierro pero que acabé agradeciendo al MEC, enamorado enseguida de esa ciudad encantadora. 
 
     He conocido siete leyes educativas si no me confundo haciendo la cuenta, en los últimos cuarenta años, cosa que se dice enseguida. Me entero, además, de que ya se está preparando una nueva reforma que no parece que vaya a ser mejor que las anteriores. 
 
     La generalización de la escolarización obligatoria hasta los dieciséis años que conllevó la LOGSE (1990) lejos de haber sido una conquista social y un progreso como pretenden sus defensores no significó una mayor y mejor alfabetización de la población sino lo contrario desde mi punto de vista: una devaluación de la enseñanza. Es ilustrador el cambio de nombre de los antiguos Institutos Nacionales de Enseñanza Media, como el de Camargo donde yo estudié, que ahora se denominan IES Institutos de Educación Secundaria, modificación trivial en lo que concierne al adjetivo “secundaria”, pero significativa en la sustitución de “Enseñanza” por “Educación”. 
 
    Lo que he ido viendo a lo largo de estos años es cómo la figura del pedagogo ha ido ganando relevancia hasta el punto de constituirse casi en un cargo directivo de los centros educativos, en detrimento de las figuras del maestro y el profesor. 
 
    El pedagogo era en la antigua Roma un esclavo generalmente griego, que se ocupaba de llevar a los niños a la escuela (scholé es palabra griega que significa ocio, tiempo libre, correlato latino de ludus y de lo lúdico) y se encargaba de su educación, pero no como profesor de determinadas materias sino como supervisor de su proceso. 
 
    Según Corominas, la palabra entró en nuestra lengua hacia 1490 con el significado de “ayo, preceptor”, propiamente “acompañante de niños”. El término, desde el punto de vista etimológico, es similar a “demagogo”, ese insulto que los políticos profesionales se lanzan a la cara unos a otros a menudo no sin fundamento, y por eso está teñida de un fuerte matiz despectivo: el demagogo sería el político que, so pretexto de encarnar y representar la soberanía popular, conduce al pueblo en su propio provecho, y no guiado por el bien común: el que lo manipula, el que sólo busca su voto para aprovecharse de él y traicionarlo. 
 
    Y es que “agogós” quiere decir conductor en la lengua de Homero; “ped-” es niño, como en pediatra, y “demo” pueblo, como en democracia. Pueden relacionarse, por lo tanto, desde el punto de vista etimológico ambos helenismos, la pedagogía y la demagogia, los pedagogos y los demagogos, por el elemento que tienen en común, que es la "agogé". El niño, en el primer caso, y el pueblo, en el segundo, serían las dos caras de la misma moneda, caracterizada por ser algo que debe ser manipulado y conducido a alguna parte por algún experto, llámese líder, pedagogo o demagogo. Quizá no sería mala cosa que abandonásemos la pretensión pedagógica de insertar a los niños en el sistema convirtiéndolos en adultos, y la pretensión demagógica, que viene a ser la misma que la otra, de gobernar a nuestros semejantes. 
 

     La connotación positiva de la que se ha impregnado la palabra pedagogo, al contrario de demagogo, ya le chirriaba un poco a don Antonio Machado. El poeta de los campos de Castilla y las soledades, a través de su heterónimo Juan de Mairena, dejó escrito: Un pedagogo hubo: se llamaba Herodes. Y es que el pedagogo es el que conduce al niño hacia la madurez, el Mentor que lo educa y saca de él lo mejor que tiene y lleva dentro para que se autorrealice. El pedagogo sabe muy bien a dónde lleva al niño, conoce la meta, que es la integración en la sociedad tal como está organizada, para lo que el niño debe labrarse un futuro que no existe más que como promesa o amenaza, dejar de ser un niño y convertirse en un adulto, lo que no deja de ser una forma de adulteración y, hasta cierto punto, si se me permite la hipérbole, de crimen. Ya lo dijo Jean Genet en alguna parte: "Vivir es sobrevivir a un niño muerto". Y según Machado, los pedagogos son los modernos ejecutores de la matanza de los inocentes. 
 
    Los modernos pedagogos suelen arrimar el ascua a su sardina y amoldan la etimología del término “educación” al campo semántico propio de su especialidad, previamente definido. Suelen decir que se remonta al latín educere que significa educir, es decir, sacar algo, hacer que salga. Ellos no pretenden instruir al niño como nosotros, los maestros y los profesores, sino orientarlo según sus intereses y despertar su vocación. Pero resulta que la acción de educere es en latín no la educatio, sino la eductio, es decir, en castellano, la educción o acción de educir, término recogido en el diccionario de la RAE., con el significado de “sacar algo de otra cosa, deducir”, a imagen y semejanza de inducción, deducción, conducción y demás compuestos. 
 
    Hay en latín otro verbo muy parecido que es educare, cuya acción es, propiamente, la educatio, de donde deriva nuestra educación. Ambos verbos, educere y educare no son sinónimos sino antónimos. Un romano como Varrón nos explica la diferencia: educit obstetrix, educat nutrix: La comadrona u obstetra educe, ayuda al parto; la nodriza alimenta. 
 
    La educación, pues, está más relacionada etimológicamente con la gastronomía y el campo semántico de la alimentación que con la tocología y la mayéutica socrática o el psicoanálisis. Prueba de ello son los términos alumno y alma mater, los dos emparentados precisamente con el verbo alere, que significa “alimentar”: alumnus es el alimentado, el nutrido, el criado, y alma mater, la madre nutricia o nodriza, como se denominó en principio a la Iglesia y posteriormente a la Universidad de Bolonia, la más vieja de Europa. La metáfora es evidente: la Universidad sería la madre que amamanta culturalmente a sus hijos, que son los estudiantes. 
 
     En castellano la palabra educación es un neologismo documentado en el siglo XVII, aunque debió de comenzar a usarse a finales del XVI, según Corominas, como sinónimo de crianza, instrucción y adoctrinamiento. Los primeros educadores fueron los obispos en el seno de la Iglesia, que se veía a sí misma como la Madre Iglesia, de la que los fieles, concebidos como alumnos, no deberían destetarse porque fuera de la Alma Mater no había ninguna salvación: extra ecclesiam nulla salus. Es ahora el Estado el que ha adquirido la función de madre nutricia, y ha considerado que toda la ciudadanía debe ser educada obligatoriamente: extra scholam nulla salus: fuera de la escuela no hay ninguna salvación. 
 
     Los modernos pedagogos han minusvalorando los contenidos, e intentando enseñar a los maestros y profesores a hacer su labor, presentando como novedoso lo que se venía haciendo desde siempre mejor o peor, y proclamando consignas tales como que lo importante no era enseñar algo en concreto, fuera lo que fuere, sino enseñar a aprender, y que, por lo tanto, los estudiantes no tenían que aprender nada en particular que no fuera “aprender a aprender” (sic), como si no supieran hacerlo, intentando elevar lo que es de sentido común a la categoría de ciencia, utilizando un lenguaje críptico para los profanos y reservado a los iniciados, con lo que se pierde, irremediablemente, el sentido común. 
 
     El principal problema de la enseñanza primaria y de la secundaria, que yo conozco mejor, es que ya no se enseña prácticamente nada, sino que so pretexto de impartir educación se imparte poca enseñanza, promocionándose la devaluación continua de los contenidos y apoyándose en sofisticados argumentos propios de los sofistas griegos, que podían argumentar una cosa y, acto seguido, la contraria.
 
     Frente a esta situación, me gustaría anteponer la nobleza de la figura y del término “maestro”, que procede del latín “magister”, y que está formado sobre el adverbio “magis” que significa “más”, por lo que el magister era el más importante, porque enseñaba, frente a su contrario, que era el “minister”, de donde deriva nuestra palabra “ministro”, formada sobre el adverbio “minus” que quiere decir menos, por lo que significaba el que es menos, el sirviente. La etimología determina la distancia que va del magisterio al ministerio. 
 
     No quisiera acabar esta reflexión sin recordar al filósofo Platón, quien dijo que “la educación no es como la proclaman algunos sofistas que afirman que, cuando la ciencia no está en el alma, ellos la ponen, como si en unos ojos ciegos pusieran la visión”. Al contrario, en todos y cada uno de nosotros reside la facultad de aprendizaje. No hace falta que nadie nos la inculque, pero quizá sí que alguien, un maestro, nos abra los ojos, nos enseñe. 
 

jueves, 10 de febrero de 2022

La porra y el bastón

    Escribía en 1984 el cantautor Chicho Sánchez Ferlosio, hermano del escritor, una carta al entonces presidente del Gobierno Felipe González, recogida en el volumen “Canciones, poemas y otros textos”,  que era un alegato contra la porra policial, en la que le rogaba que aprovechando los diez millones de votos que sostenían su proyecto político eliminara la porra del armamento policial. Los argumentos que utilizaba eran de todo tipo: La porra sólo sirve en realidad para minar, castigar y humillar a quien ya se tiene neutralizado y sin escapatoria. La porra estorba para correr, tanto si se intenta pegar mientras se corre como si se lleva colgada, y el poder correr es esencial en cualquier situación de violencia (...) La porra y lo que representa, no sólo como símbolo para todos sino también como muda instrucción impartida a quien reglamentariamente tiene que llevarla, induce, a corto y a largo plazo, a situaciones de violencia que se prestan a la escalada. Sin porra, el guardia usará más la cabeza.
 

    Leído este alegato treinta y ocho años después -ignoro si el presidente del gabinete socialista leyó la carta, lo que sí es cierto es que si la leyó, hizo caso omiso, o sea ningún caso de la recomendación de Chicho-, resulta que me entero ahora de que el Ministerio del Interior sustituye las porras de goma por porras extensibles metálicas: más de veinte mil de dichas porras de acero cuyo precio asciende a los dos millones de euros (unos ochenta euros cada una), llamadas eufemísticamente 'bastones policiales extensibles', y “bastones policiales defensivos', van a ser empleadas principalmente por los policías destinados en Seguridad Ciudadana y las Unidades de Intervención Policial, más conocidos como antidisturbios. Obsérvese cómo ha desaparecido la palabra "porra" sustituída por el eufemismo "bastón", en apariencia, aunque sólo en apariencia, menos agresivo, porque el bastón tiene un uso primordial que es apoyarse en él al caminar, y secundariamente puede servir para golpear, pero en el caso de la porra su uso único es como arma de aporreo.

    Estos bastones, hechos con acero o aleación de máxima calidad, pasan de los 26 centímetros cuando está plegados a un poco más del doble en toda su extensión y pesan poco más de medio quilo. Se trata, siempre según el Ministerio, de un elemento de fácil portabilidad que va siempre con el policía, discreto,  dado su reducido tamaño" y poseedor además de "un efecto psicológico disuasorio por su efecto ruidoso al desplegarse".

 


     La Dirección General de la Policía también ha elaborado un protocolo específico sobre su uso en el que se detalla que, en caso de golpear con el bastón extensible a una persona, el agente deberá evitar hacerlo en vertical “de arriba hacia abajo”, además de no hacerlo “bajo ningún concepto” en “la cabeza, cuello, clavícula o columna vertebral”, prohibiéndoles a los agentes que lo usen como “técnica de estrangulación”. Dicho protocolo añade que estas defensas solo se utilizarán para “reducir, inmovilizar o detener” a personas que muestren “una resistencia activa que ponga en riesgo a los agentes o terceras personas”, que pueden actuar de manera violenta o lo hayan hecho, que amenacen con un arma blanca u otro objeto peligroso o estén a punto de poner en riesgo su vida. Y siempre después de “haber agotado las vías de diálogo, negociación y mediación previas”. El protocolo prohíbe usarlas “con mujeres embarazadas o con menores de edad penal [hasta los 18 años] siempre que esta condición sea perceptible”, así como “con personas de edad avanzada o personas débiles de salud”. 

 


     Según el Ministerio, las porras extensibles -aunque las llamemos 'bastones' siguen siendo porras, sólo que mucho peores- no solo servirán para reprimir a manifestantes y asegurar la seguridad ciudadana, dado que tienen algunas cualidades de índole no represiva: “se puede utilizar como instrumento de rescate, en el caso de personas atrapadas en el interior de un vehículo o para la autoexcarcelación, en caso de accidente, ya que su diseño permite romper las lunas del vehículo, así como actuar como palanca para facilitar la apertura de los espacios confinados". Estas utilidades, sin embargo, son secundarias y colaterales de la principal, que sigue siendo aporrear.

    Estas armas, además, poseen una mayor resistencia y dureza que las tradicionales defensas semirrígidas, así denominan a las tradicionales porras de goma, portando además en su extremo final una punta de polímero endurecido, se supone que para mayor contundencia, lo que no corresponde -esto no se le escapa a nadie un poco espabilado- al principio que debe guiar la actuación de los cuerpos policiales de procurar la menor lesividad posible. 


   Lo paradójico de este caso es que el gobierno socialista o progresista, como prefiere autodenominarse, ha eliminado las porras de goma, como pedía Chicho al presidente de aquel primer gabinete socialista, sustituyéndolas por otras metálicas mucho más efectivas y eficaces. "Son tan modernos / que provocan la envidia / de otros gobiernos", cantó en sus Coplas Retrógradas. Vemos aquí un ejemplo más de cómo algunas reclamaciones ingenuas de la gente son enseguida asimiladas por el orden establecido. La reivindicación  popular que se coreaba durante la transición y que no va a ser atendida por el Poder, porque supondría la desaparición del Estado mismo y de la violencia institucional que ejerce, era "Disolución de los cuerpos represivos".  

miércoles, 9 de febrero de 2022

Seis mensajes antivirales y una reflexión

Lo que denominaron 'pandemia' nunca fue tal cosa, sino un simulacro perfectamente orquestado por la sociedad del espectáculo, cuyas secuelas persisten todavía.

  Diez mil millones de inyecciones y hay más infecciones que nunca mientras que en países empobrecidos poco inoculados apenas hay casos. ¿Habrá alguna relación?
 
 
 
  No se ve el peligro que representa un no-vacunado para la comunidad, cuando la infección afecta tanto a los inyectados como a los que no han querido inocularse. 
 
 A partir del jueves el virus será confinado por las autoridades sanitarias en interiores no ventilados, por lo que dejará de circular en espacios exteriores.
 
 
 
 ¡Qué difícil ocultar el exceso de mortalidad que se está registrando a pesar de la intoxicación informativa de los medios de formación de la pública opinión! 

 Obligado a llevar mascarilla en la calle, asegura que seguirá llevándola por seguridad aunque deje de ser obligatoria, y espera que no le obliguen a quitársela.

  oOo

 

Un gerifalte autonómico defiende a capa y espada el uso de la mascarilla en espacios exteriores: “Es un símbolo de que la pandemia está entre nosotros”. No es un símbolo, sino un fetiche u objeto de culto al que se le atribuyen poderes sobrenaturales que no tiene, y que tiene, por el contrario, el poder de hacer realidad el simulacro de pandemia que pretende conjurar dándole carta de naturaleza. Dicho de otra manera, la mascarilla no es un símbolo de que la pandemia esté entre nosotros, sino que es ella y no un presunto virus letalísimo la auténtica pandemia que habita entre nosotros. El personal sanitario de los hospitales protocolizados por las autoridades sanitarias desautorizadas por la ciencia del sentido común porta doble mascarilla a fin de reforzar así el embeleco.

martes, 8 de febrero de 2022

Buenos y malos ciudadanos

    El portavoz del gobierno francés, el benjamín Gabriel Attal, hablando por boca de ganso como le corresponde a su condición gubernamental, dado que está autorizado por su cargo a opinar en nombre y representación del gobierno de su país, por lo que no expresa ideas o palabras propias, sino que repite como buen pupilo, con fórmula más moderna, la voz de su amo, que en este caso es el señor Emmanuel Macron, el monarca absoluto de la Macronía, que es en loq ue se ha convertido el país galo, declaró al periódico Le Parisien que el presidente del gabinete de su país planeaba “en la era post-Covid”(sic, porque el hito determina un antes y un después) “perseguir la redefinición de nuestro contrato social”, lo que implica, y aquí viene lo más interesante, el establecimiento de "deberes que están por encima de los derechos, desde el respeto a la autoridad hasta las prestaciones sociales".

 


     No estoy llamando ganso en el sentido moderno de la palabra al monarca de la Macronía atribuyéndole las gansadas o cualidades de torpe, patoso, desgarbado y sin gracia que el vulgo confiere, la verdad sea dicha,  sin mucha razón, a este palmípedo, sino en el sentido clásico que denominaba ganso al ayo o preceptor de los niños, al pedagogo, diríamos hoy con helenismo más flagrante, como metáfora humorística dado que el ganso cuando cría a sus polluelos, muestra una actitud excesivametne vigilante y atenta, yendo siempre a la zaga de sus pupilos a los que guía a picotazos.

    Una cosa es respetar la autoridad cuando obra legítimamente y otra es pretender que hay que respetarla siempre, en todo caso, independientemente de cómo obre. En cuanto a las prestaciones sociales es lógico que estas, como se da en algunos países, estén condicionadas a ciertas obligaciones, pero otra cosa muy distinta es que se conviertan en prebendas otorgadas a los ciudadanos juzgados según su comportamiento moral, lo cual supone situarnos en un orden maniqueo que distingue entre ciudadanos 'buenos' y 'malos' más que ante un orden jurídico. Pero esto, que añade moral a la ley, conduce a la denuncia de los “malos ciudadanos”, definidos según el criterio de obediencia a la autoridad, para la que se exige un respeto incondicional y una obediencia ciega. El monarca absoluto de la Macronía había cacareado directamente a propósito de la inoculación: “Los deberes están antes que los derechos”, y para él la vacunación era un deber al que no podía sustraerse ningún ciudadano.

     Nos hallamos ante el intento de imponer una sociedad disciplinaria en la que ya no habría derechos inalienables, sino derechos sujetos al buen comportamiento de los ciudadanos, según el modelo chino del crédito social en el que el Estado otorga 'puntos' al ciudadano para gozar de bonificaciones, y de libertades, como dice Agamben, sujetas a autorización. 

     En la misma ocasión dijo el monarca de la Macronía como un vulgar matón de colegio que quería “enmerder” (traducción suave: cabrear; un poco más fuerte: joder) a los no-vacunados, a los que consideraba unos irresponsables y malos ciudadanos. Previamente había proclamado la simplista falacia de Macron: "Le vaccin sauve des vies, le virus tue", dando por sentada la virtud salvífica de la vacuna y el carácter letal del virus. Distinguir ahora entre buenos y malos ciudadanos, según se sometan por ejemplo a la inoculación o no, es introducir una categoría moral en un marco jurídico que no debería admitirla bajo ningún concepto.

    Cada derecho lleva aparejados unos deberes, eso lo entiende cualquiera. Pretender lo contrario, que un deber lleve aparejados unos derechos es un disparate. Lo primero es lo primero: lo primero son los derechos. No se deben anteponer los deberes a los derechos, por lo que los comentarios del señor Macron sobre los deberes que deben anteponerse a los derechos son inaceptables.

     La prevalencia de los deberes sobre los derechos es el lema de todos los gobiernos totalitarios y autoritarios. Decir que hay que cambiar el cotnrato social para que los deberes están antes que los derechos es redefinir una dictadura fascista, por muy democrática que se pretenda. Se están negando los derechos individuales, subordinándose a los derechos de la colectividad fijados por el Estado -el gobierno determina el Bien Común-, pero al negarse los derechos individuales se están negando también, sopretexto de salvaguardarlos, los de la colectividad. Los derechos de todos son los de cada uno, y viceversa.

lunes, 7 de febrero de 2022

Byung-Chul Han y Prometeo

    En el prólogo de  “La sociedad del cansancio” reflexiona Byung-Chul Han, el filósofo coreano que escribe en aelmán, sobre el mito de Prometeo y el águila, y afirma que el águila que devora el hígado en constante crecimiento del titán no es un enemigo externo, sino “su alter ego, con el cual está en guerra”. Vista así, la relación del águila y Prometeo es una relación de autoexplotación: Prometeo es Prometeo y es también el águila que engulle su hígado, que, por su parte, se regenera para poder seguir siendo devorado día tras día: Prometeo es a la vez la víctima y el verdugo de sí mismo. 
 
  Prometeo, Theodoor-Rombouts (1597-1637)

    ¿Hará falta traer a cuento aquí una vez más aquello de Horacio de Quid rides? Mutato nomine, fabula de te narratur; o sea: ¿De qué te ríes? Cambiado el nombre, la historia habla de ti mismo? No, no hace falta, creo yo. Donde se dice Prometeo y el águila pongamos nuestro nombre propio, y veamos enseguida cómo el sufrimiento que creíamos ajeno nos atañe más de lo que parecía a simple vista, nos resulta enseguida muy entrañable, en el verdadero sentido de la palabra, porque nace de nuestra propia entraña, porque esa historia es nuestra propia historia,  nuestra autobiografía.
 
           En algunas versiones del mito de Prometeo el ave que devora las entrañas del titán no es un águila sino un buitre Un buen ejemplo es este óleo sobre tela titulado Prometeo encadenado (ca. 1883) del pintor chileno Pedro Lira (1845-1912):
 


    Si en el siglo pasado la sociedad era disciplinaria y represiva, según la apreciación de Foucault, la actual del siglo XXI es permisiva. Hemos pasado de ser sujetos de obediencia a ser sujetos de rendimiento, en expresión de Byung-Chul Han, convirtiéndonos en emprendedores, lo que no quiere decir que seamos libres. Hace bien el autor en recordarnos la etimología de “sujeto”, del latín sub-iectus, es decir, “sometido, subyugado” a nosotros que vivimos bajo una ilusión de libertad. Byung-Chul Han hace hincapié en que el sistema democrático y neoliberal de dominación vigente, más sutil que los regímenes dictatoriales anteriores, "en lugar de emplear el poder opresor, utiliza un poder seductor, inteligente (smart), que consigue que los hombres se sometan por sí mismos al entramado de dominación".

    El paso de sujeto de obediencia (Foucault) a sujeto de rendimiento (Byung-Chul Han) no es una liberación, como podría parecer a primera vista, sino todo lo contrario: El sujeto de rendimiento sigue disciplinado, ha superado esa fase, pero en la superación se ha encontrado con una enfermedad: la depresión. El individuo ya no sigue un modelo autoritario y prohibitivo exterior a él, sino que él mismo se autoimpone la obligación de ser él mismo, entrando en lo que  Alain Ehrenberg llama “la fatigue d’ être soi-même”, el cansancio de ser uno mismo.

    Según Byung-Chul Han lo que causa la depresión no es sólo esa fatiga de ser uno el que es, sino también la exigencia de rendimiento,  llegando a ser uno un “animal laborans” un ser que se explota a sí mismo, voluntariamente, sin coacción externa. Volvemos a Prometeo y el águila, nuestro alter ego

 Byung-Chul Han

    El sujeto de rendimiento, que somos los hombres y mujeres asimiladas a los hombres del siglo XXI,  está libre de un dominio externo que lo obligue a trabajar o incluso lo explote. Es dueño y soberano de sí mismo. De esta manera, no está sometido aparentemente a nadie, o, mejor dicho,  está sometido a alguien, al dictador más difícil de desenmascarar: a sí mismo.

    El exceso de trabajo y rendimiento se agudiza y se convierte en autoexplotación. Esta es mucho más eficaz que la explotación por otros, pues va acompañada de un sentimiento de libertad. El explotador es al mismo tiempo el explotado sin ser consciente de su dualidad. Víctima y verdugo ya no pueden diferenciarse. Vivimos en una fase histórica particular, en la que la propia libertad genera coerciones.

    Para Karl Marx, el trabajo conducía a la alienación. Por eso decía que el trabajo era una autodesrealización. En nuestra época, el trabajo se presenta en forma de libertad y autorealización. Me (auto)exploto, pero creo que me realizo. Esta autoexplotación es más eficaz que la explotación ajena a la que se refería el marxismo, porque va acompañada de una ilusión –falsa como todas- de libertad. La lucha de clases sigue existiendo, pero esta vez dentro de cada individuo, como ya descubrió el psicoanálisis.


    El capitalismo convertido en neoliberalismo convierte a su vez al trabajador en emprendedor -empresario es término ya obsoleto- que se explota a sí mismo en su empresa, y se hace amo y esclavo de sí mismo. Nos sentimos libres mientras nos esclavizamos. Somos esclavos que se creen libres. Esta libertad imaginada impide la resistencia, la revolución.  Este proceso no requiere nuestra obediencia, sino el desarrollo de nuestros gustos personales y personalidad individual propia. Cada uno se somete al sistema de poder mientras se comunique y consuma, o incluso mientras pulse el botón de «me gusta» en Facebook o en Twitter. El poder inteligente no nos obliga a callarnos. Más bien todo lo contrario: nos anima a opinar continuamente en el smartphone y las redes sociales, a dar rienda suelta a nuestra libertad de expresar cualquier sandez que nos pase por la cabeza, a compartir, a participar, a comunicar nuestros deseos, nuestras necesidades, y a contar sin pudor alguno nuestra vida, esa farsa que todos llevamos a cabo (Arthur Rimbaud). Quizá no esté  mal, como conclusión, recordar aquí al viejo maestro cordobés, a Séneca: Nulla seruitus turpior est quam uoluntaria. Ninguna esclavitud es más vergonzosa que la voluntaria.

domingo, 6 de febrero de 2022

Corazón de niño

    El célebre guitarrista Eric Clapton, laureado con 17 premios Grammy, ha afirmado en una entrevista en la cadena “The Real Music Observer” que las personas que se han vacunado contra la covid-19, la inmensa mayoría, estaban bajo los efectos de una “hipnosis colectiva” y eran víctimas de “publicidad subliminal” fomentadas por los gobiernos, los media y los laboratorios farmacéuticos. 
 
    Los mass media, obviamente, no han perdido la ocasión de echarse sobre él enseguida para desacreditarle. «Los delirios antivacunas de Eric Clapton», tituló CNEWS, argumentando que el concepto de hipnosis colectiva, del que Eric Clapton se hace eco, era una “teoría infundada y conspiracionista”. Igualmente el Huffington Post consideraba que esa afirmación se hace “en el marco de la propaganda anti-vacuna” y se trata de una “teoría infundada”, evocada por el doctor Malone. 
 
     Esta teoría de la “psicosis de formación de masas” afirma que las personas vacunadas han sido hipnotizadas por la industria farmacéutica y los gobiernos para creer en la eficacia de la vacuna. 
 
 
   El concepto de psicosis colectiva (a mass formation psychosis) cobró auge a raíz de una entrevista que le hicieron el año pasado al epidemiólogo y biólogo molecular Robert Malone en el podcast "The Joe Rogan Experience", donde establecía una analogía entre lo que estaba sucediendo entonces (y suma y sigue)  y lo que sucedió en Alemania durante las décadas de 1920 y 1930: they had a highly intelligent, highly educated population, and they went barking mad: "tenían una población muy inteligente y muy educada y se volvieron locos". Hacía referencia, claro está, al desarrollo de la ideología nazi en la sociedad alemana de aquellas décadas. 
 
    Las declaraciones de Malone enseguida pusieron en pie de furibunda guerra a los media contra él, pese a que es el inventor de la tecnología del ARN mensajero utilizada por las vacunas Pfizer y Moderna, y le tildaban de “escéptico de las vacunas”, aprovechando de paso para calificar el podcast "The Joe Rogan Experience", el más escuchado en los Estados Unidos, como un «podcast de extrema-derecha». 
 
    La Vanguardia que titula objetivamente “El compositor británico Eric Clapton ha vuelto a sembrar la polémica por sus opiniones acerca de la crisis sanitaria que estamos viviendo”, acababa dictando sentencia sobre las declaraciones de Eric Clapton y descalificándolas: “Las afirmaciones del músico son falsas, pues no existe información científica que sugiera que las vacunas funcionan como un instrumento de control masivo. Por el contrario, sí existe numerosa evidencia sobre los beneficios de las vacunas para combatir la pandemia de covid”. 
 
    El País, por su parte, titulaba: El extraño caso de Eric Clapton: Cómo un mito se ha convertido en un tipo desagradable. 

 

    EricClapton nos ha regalado, por otra parte, este hermoso tema "Heart of a time", grabado el 24 de diciembre de 2021, la pasada Nochebuena que merece la pena escuchar. “Heart of a Child” es una melodía dolorosamente hermosa y a la vez una canción protesta -el cantante ha confesado que está componiendo muchas a estas alturas de su carrera dada su militancia en contra de las restricciones impuestas por la dictadura de las autoridades sanitarias, como Stand and deliver con letra de Van Morrison y This has gotta stop. El nuevo tema ofrece un testimonio poderoso de un joven que está a punto de suicidarse como consecuencia del aislamiento forzado del encierro sufrido, que lamenta el fallecimiento de su padre (y amigo de Clapton), diciéndole que recuerde a su hija pequeña a la que dejaría huérfana si se quita la vida. Las imágenes del videoclip ilustran la letra de una canción que pone el dedo en la llaga de un aspecto del régimen sanitario impuesto que rara vez se aborda: lo que está costando en el ámbito de la salud mental no el presunto virus letal en sí, sino las medidas adoptadas para combatirlo: la prohibición del contacto humano, la mascarilla que vela la sonrisa, y el miedo irracional a la muerte que se ha instilado, a lo que son especialmente susceptibles los jóvenes, pánico que puede empujar, paradójicamente, a la propia muerte voluntaria.


     He aquí la letra en versión original, coescrita con su amigo Robin Monotti, al que la revista Rolling Stone califica de "vaccine skeptic": Put down that gun, boy, / don’t blow your life away. / We’re going to need you / make it through the day. / They put it to you, / they put it in your head, / made you believe that / you’d be better off dead. / But don’t break the heart of your child / Don’t let the fear drive you wild. / We lost the love of a man / I was proud to know. / They locked you down, boy, / made you grieve alone. / Turn off the tv, / throw your phone away, / don’t you remember / what your daddy used to say. / Don’t break the heart of your child, / don’t let your fear drive you wild. / The pain you’re feeling / cuts me to the bone. / I’m right there with you, boy. / You’ll never be alone. / There’s someone else here, / someone who can’t complain. / She don’t know if you’ll be / coming home again. / Don’t break the heart of this child, / don’t let your tears drive you wild. / Don’t break the heart of your child, / don’t let your tears drive you wild.
 
Y una traducción: Suelta esa pistola, chico, / no arruines tu vida. / Vamos a necesitar que tú / logres pasar el día. / Te lo metieron a ti , / te lo metieron en la cabeza, / te hicieron creer que / estarías mejor muerto. / Pero no rompas el corazón de tu niño, / no dejes que el miedo te vuelva loco. / Perdimos el amor de un hombre / que yo estaba orgulloso de conocer. / Te encerraron, chico, / e hicieron llorar solo. / Apaga la televisión, / tira tu teléfono. / ¿No recuerdas / lo que tu padre solía decir? / No rompas el corazón de tu niño, / no dejes que tu miedo te vuelva loco. / El dolor que sientes / me cala hasta los huesos. / Estoy a tu lado, chico. / Nunca estarás solo. / Hay alguien más aquí, / alguien que no puede quejarse. / Ella no sabe si vas / a volver a casa. / No rompas el corazón de esta criatura, / no dejes que tus lágrimas te vuelvan loco. / No rompas el corazón de tu criatura, / no dejes que tus lágrimas te vuelvan loco.

sábado, 5 de febrero de 2022

Series en serie

    El término 'serie', documentado en nuestra lengua hace algo más de quinientos años, procede del latín 'series' con el significado de sucesión ininterrumpida, encadenamiento, y se define como “conjunto de cosas que se suceden unas a otras y que están relacionadas entre sí”. Está emparentado con el verbo latino 'serere' que significa 'entretejer, encadenar, unir en fila', cuya raíz resuena en castellano en numerosas palabras como aserto, disertar, desertar, insertar, ensartar, injertar...

    En cuanto a sus usos, se utiliza la expresión en serie para referirse a un método de producción que fabrica objetos idénticos mediante medios mecánicos. También empleamos la expresión contraria fuera de serie para referirnos a una fabricación esmerada y excepcional que la distingue de los productos fabricados en cadena.

    La palabra está de actualidad porque se habla, por ejemplo, de asesinos en serie (serial killers en la lengua del Imperio), o de series de olas, que dicen los surfistas, para referirse a las que ellos surfean, pero también a las olas de la pandemia. En España, en efecto, ya se ha contabilizado, según los expertos, una serie de seis olas en los dos últimos años, por lo que ahora estamos remontando, dicen, la sexta 'ola' de la serie. En Francia, sin embargo, van por la quinta... 

    Muchísimo antes del confinamiento, ya eran populares los seriales, término derivado de serie que según la docta Academia era una 'obra radiofónica o televisiva que se difunde en emisiones sucesivas'. En los años setenta se hizo famoso en España el serial radiofónico Simplemente María que tanto hizo llorar a tantas amas de casa. Ahora, caído en desuso ese término de 'serial', se habla simplemente de series audiovisuales como pasto de entretenimiento de las masas de individuos. A raíz precisamente del confinamiento se ha visto incrementada su popularidad que la crisis sanitaria ha venido a dar un largo impulso, parejo al desarrollo de la industria tecnológica a través de la Red. No sólo se ha fomentado el trabajo on line, sino también el ocio en las largas tardes y noches del encierro. 

 

    Que las series o seriales televisivos son subproductos de pésimo gusto, insuperable mediocridad, y política- e ideológicamente sesgados es algo innegable que no merece la pena que discutamos mucho. Cualquiera que se haya enganchado a alguno de estos seriales puede corroborar que vienen a ser algo así como los libros de caballerías que enloquecieron a Don Quijote sorbiéndole los sesos.

    Más interesante resulta constatar que forman parte de una estrategia de los medios de formación y entretenimiento de masas de robarle a la gente su tiempo, ofreciéndole un sucedáneo de la actualidad y, de alguna forma, un analgésico, aprovechando precisamente que la gente debía confinarse en casa bajo arresto domiciliario para 'salvar vidas'. ¿Qué va a hacer uno, cuando no es un trabajador esencial, para matar las largas horas durante un confinamiento? Pues engancharse a una serie elegida por él dentro de un repertorio más o menos amplio de plataformas de streaming como Netflix, Disney+, HBO Max, Movistar+ Lite, Prime Video, Filmin y SKY, que ofrecen un amplio catálogo de varios tipos de contenidos previo pago.


     Son muchas las horas, las temporadas, de estos seriales que pretenden engancharnos con argumentos grotescos y rocambolescos, con constantes proyecciones hacia el futuro y flashbacks o escenas retrospectivas, con la inevitable aparición de algún deus ex machina que resuelve al final los desaguisados de las tramas enrevesadas a que nos tienen acostumbrados, destinados a consumir nuestro tiempo de ocio, un tiempo que podría emplearse en otros quehaceres mucho más interesantes y creativos. La visión de series nos convierte en espectadores o receptores pasivos dentro de esta sociedad del espectáculo, en consumidores de subproductos culturales que no hacen otra cosa más que repetir los estereotipos consabidos.

    Nos roban nuestro tiempo so pretexto de entretenernos y de evadirnos de la realidad, acabando para ello con la regla de oro del arte cinematográfica que era la hora y media que debía durar una película, o una obra teatral, que quisiera captar nuestra atención: menos es quizá poco y más es mucho, demasiado.

    Hay quienes dicen que las series vienen a ser «un nuevo cine», la continuidad del cine por otros medios. De hecho no pocas películas se conciben ya como series televisivas no porque se hagan pensando en segundas y sucesivas partes, que nunca fueron buenas, sino en futuras secuelas y hasta precuelas. Se ha resucitado así en el cine el concepto de trilogía (y tetralogía, si añadimos el drama satírico), tomado de los festivales teatrales griegos en Atenas, cuya representación en serie conllevaba tres tragedias y el drama satírico. Conservamos, por ejemplo, íntegra la Orestíada de Ésquilo, compuesta por Agamenón, Las Coéforas y Las Euménides, faltándonos el drama satírico, Proteo, que cerraba la trilogía y no se ha conservado. El público asistía an Atenas a una larga tarde de teatro, un atracón de tragedias, una catarsis que podía durar hasta siete horas. El argumento, tomado generalmente de la mitología, era conocido por el público, pero el espectáculo era algo pocas veces visto, parecido a una ópera moderna de música, poesía y baile que se representaba 'en vivo y en directo' ante un público numeroso, como nuestro teatro o nuestro cine. Las series, sin embargo, de las que estamos hablando se representan en privado, en la intimidad o soledad del hogar. No necesitamos asistir al teatro, sino que este entra en nuestro hogar a través del televisor o el ordenador.


     Convendría preguntarse si valió la pena tragarse no sé cuántas horas de pantalla, temporadas y episodios, para asistir a la adulteración gradual de un relato, un personaje, un argumento que pretende sorprendernos a cualquier costa con increíbles retorcimientos y trucos baratos de abracadabra. Démonos cuenta de que los mecanismos utilizados para capturar nuestra atención usados por las plataformas de streaming tienen más elementos en común con Silicon Valley y las redes sociales que con Hollywood y el cine clásico. ¿Qué opinar de un género cuya modalidad de consumo prototípica es el binge-watching, expresión que se traduce, literalmente, por “atracón visual o maratón de series”, en la que el espectador se traga todos los episodios de una sentada, fenómeno fomentado por algunas de estas plataformas, ya que cuando acabas de ver un capítulo, si no pulsas el botón que detenga inmediatamente la emisión, comienza el siguiente enganchándote en pocos segundos? ¿Qué vamos a decir aquí de un género que tiene “fans” antes que “espectadores”, o, peor aún, “serieadictos”, otro neologismo más que elocuente que anda circulando por Internet? 

 


     Desengañémonos: Las series son un dispositivo diseñado para tenernos el mayor tiempo posible enganchados frente a la pantalla que, de paso, nos cuentan una historia cuyo argumento no enriquece en absoluto al espectador, ni lo incomoda cuestionando su forma de vida y el rumbo del sistema que lo fomenta, y son un producto de entretenimiento, artísticamente pobre y maniqueo que no merece mucho la pena siquiera que sigamos hablando de ello, la verdad.

viernes, 4 de febrero de 2022

Varios telegramas y una profecía

El protocolo sanitario que impone el Ministerio de Sanidad puede transformar a las personas en pacientes sin estar enfermos, malades imaginaires, asintomáticos. 

La ministra de Sanidad ha reiterado que la mascarilla dejará de ser obligatoria "pronto" en espacios exteriores: "Ha cumplido el papel que tenía que cumplir".


(Aduersus paedagogos) Los pedagogos, como gansos que van a la zaga de sus polluelos guiándolos a picotazos, llevan así a los escolares al mercado del trabajo.

Este mundo, la llamada realidad implícita en la frase “esto es lo que hay”, ha sido puesto delante de nuestros ojos a guisa de venda para ocultarnos la verdad.

Inversión de carga de prueba: Sólo se libra uno de la sospecha general de perjudicar potencialmente la salud de los demás si presenta un certificado sanitario.

¿Por qué se censura al mensajero que da cuenta de la existencia de una conspiración? Porque si no se menciona, pasa desapercibida, cual pistola con silenciador. 

El hexámetro 688 del poema Trabajos y Días de Hesíodo reza: χρήματα γὰρ ψυχὴ πέλεται δειλοῖσι βροτοῖσιν: Que es para el desgraciado mortal el dinero la vida.

  
Todo el mundo bajo sospecha: Uno tiene que demostrar fehacientemente que sus acciones no favorecen la propagación del virus o el cambio del clima de la Tierra.
 
  

El anuncio continuo de la inminente catástrofe, extrínseca y futura, es la tapadera ideal para hacernos olvidar la presente e intrínseca, catastrófica realidad. 

Cita Erasmo en sus Adagios este trímetro yámbico de una comedia perdida: Τἀργύριόν ἐστιν αἷμα καὶ ψυχὴ βροτοῖς El dinero es la sangre y el alma de un mortal.

Hay un altruismo esencialmente egoísta, disfrazado de solidario y humanitario, tras el que se ocultan deseos inconfesables de salvación y promoción individual.

Agustín de Hipona, antes de ser canonizado como santo: “Si se me pregunta qué es, no lo sé, pero si no se me lo pregunta, lo sé”, dejó escrito sobre el tiempo. 

 


oOo

Profecía apocalíptica: El fin del mundo entendido como aniquilamiento de toda forma de vida humana inteligente sobre la faz del planeta Tierra no tendrá lugar en un futuro más o menos inmediato o lejano por la sencilla razón de que ya se ha producido y sucedido.