sábado, 12 de septiembre de 2020
Ο κορωνοϊός, el virus coronado
viernes, 11 de septiembre de 2020
Abducción en la playa
Me escribe un amigo y me dice que se avergüenza de lo que pasa en este país, y que se siente como Cernuda: “Si yo soy español, lo soy / A la manera de aquellos que no pueden / Ser otra cosa” (vv. 44-46). Y más adelante, en el mismo poema: “Soy español sin ganas”. Escribió en 1962, en el exilio, estos versos insertos en el poema Es lástima que fuera mi tierra, incluido en Desolación de la quimera.
Me lo dice a propósito de unas imágenes que circulan por la Red, que parecen sacadas de una película de ciencia ficción, pero que están tomadas en una playa del país vasco, donde la policía detiene a una joven que se había saltado la cuarentena que al parecer debía observar porque había resultado positiva en una prueba de virus coronado que no especifica la carga viral que tiene y que no debía de ser muy alta a juzgar por lo que se encontraba haciendo, practicando surf en la playa, por lo que no debía de tener mucha fiebre ni toser ni estornudar mucho como para contagiar al resto de surfistas y bañistas, lo que recuerda un poco a esta viñeta de El Roto con el mismo tema, pero que sin duda había sido juzgada como apestada contagiosa.
jueves, 10 de septiembre de 2020
El reloj del canónigo Chirino
La mejor fotografía -captura de la luz, etimológicamente- que conozco de Cuenca no es una imagen, sino unas palabras de Pío Baroja que escribió en la primera parte de “Los recursos de la astucia”, titulada "La Canóniga", dentro de sus “Memorias de un hombre de acción”, que dicen: Cuenca, como casi todas las ciudades interiores de España, tiene algo de castillo, de convento, de santuario.
Retrata Baroja a estas ciudades españolas, entre las que descuella Cuenca, con dos sustantivos: son por un lado una fortaleza y por otro un oasis en medio de las llanuras que les rodean, en la monotonía de los yermos que les circundan, en esos parajes pedregosos, abruptos, de aire trágico y violento.
(...) Son estas ciudades, ciudades roqueras, místicas y alertas: tienen el porte de grandes atalayas para otear desde la altura.
Cuenca, como pueblo religioso, estratégico y guerrero, ofrece este aire de centinela y observador.
Se levanta sobre un alto cerro que domina la llanura y se defiende por dos precipicios, en cuyo fondo corren dos ríos: el Júcar y el Huécar.
Estos barrancos, llamados las Hoces, se limitan por el cerro de san Cristóbal, en donde se asienta la ciudad y por el del Socorro y el del Rey, que forman entre ellos y el primero fosos muy hondos y escarpados.”
Siempre que pasaba por delante del reloj del canónigo Chirino, Damián lo contemplaba con entusiasmo. Las guirnaldas de calaveras y tibias, entre flores, su carácter macabro y la salida de la Muerte le entusiasmaban. Se le antojaba una de las más bellas y geniales ocurrencias que podía haber salido de la cabeza de un hombre.
Le habían dicho lo que significaba el letrero en latín, y le parecía admirable: Vulnerant omnes, ultima necat. Todas hieren, la última mata.
Al final de la novela, el reloj del canónigo seguía funcionando y marcando el paso lento y pausado de las horas. El carpintero seguía fabricando ataúdes grandes y pequeños, féretros negros para hombres y mujeres y blancos para
niños. Las tres edades de la vida -infancia, juventud y vejez- seguían desfilando y huyendo de la Muerte que las perseguía implacable con su sudario y su guadaña. El viejo Caronte se balanceaba en su barca. Y antes de que la música de campanillas tocara su sonata melancólica y apareciera la Virgen María, salía el viejo Cronos, alado y haraposo, meditando sobre el paso cronometrado, nunca mejor dicho, del tiempo con el reloj de arena en la mano.
miércoles, 9 de septiembre de 2020
Dictadura sanitaria
Dictadura sanitaria (cf. fr. dictature sanitaire, ing. health dictatorship, al. Gesundheitsdiktatur) parece un concepto nuevo, definido por los movimientos de oposición a las medidas coactivas de los estados so pretexto de lucha contra el virus coronado para acusar a los gobiernos de imponer restricciones a las libertades ciudadanas de reunión y asociación, manifestación y libertad de movimiento, básicamente. Parece que el adjetivo calificativo “sanitaria” aplicado al sustantivo “dictadura” con el que algunos definen la coyuntura política que estamos atravesando justifica de alguna manera la opresión y privación de libertad que conlleva una “dictadura”. Es como si legitimara la urgencia extraordinaria de un poder autoritario por mor de garantizar la pública salud.
El término “dictadura” lo hemos heredado del latín dictatura. En el paso de una a otra lengua se sonorizó la oclusiva dental sorda -t- intervocálica, fenómeno que la convirtió en -d-. Está formado sobre el verbo dictare que en principio es un verbo frecuentativo de dicere (decir), por lo que su significado primitivo era “decir una y otra vez, repetir”, pero enseguida pasó a connotar “para que conste por escrito”, es decir, “dictar”, como en los dictados escolares, por lo que se convirtió pronto en sinónimo de ordenar, mandar.
El sufijo -tura, que conservamos en muchas otras palabras como estatura, cultura, natura, literatura, modificado en el caso que nos ocupa en -dura, tiene una valor doble: por una parte se trata del llamado participio de futuro activo latino (morituri, los que van a morir; nasciturus, el que va a nacer, etc.), pero por otra tiene la forma colectiva del neutro plural, que acabó convirtiéndose en sustantivo femenino de la primera declinación. Lectura, por ejemplo, representa en principio el conjunto de textos que vamos a leer, para acto seguido pasar a ser el proceso de leerlos, el nombre de la acción que va a ejecutarse. Natura, que es el nombre latino de la naturaleza, representa en principio el conjunto de seres que van a nacer, es decir la pluralidad de naturus (reformulado en latín mismo con el sufijo incoativo -sc- como nasciturus).
Cincinato abandona el arado para dictar leyes a Roma, Juan Antonio Ribera (c. 1806)
Conocido es el primer dictator romano, Cincinato, que fue revestido con poderes extraordinarios por el senado romano ante el peligro de una invasión militar, y que una vez cumplido su encargo, abandonó el cargo y volvió a sus labores agrícolas. Su ejemplo inspiró el nombre de la ciudad estadounidense de Cincinnati (Ohio), nombre puesto en honor de los "cincinatos", una asociación que honraba a George Washington, al que consideraba un «cincinato», es decir, un ejemplo de civismo que decidió retirarse de la política en 1796, renunciado a un tercer mandato como presidente de los Estados Unidos.
Pero la expresión "dictadura sanitaria" que estamos analizando no es tan nueva como parece. La epidemia de gripe de 1918-19, llamada “gripe española” sirvió de gran revulsivo para sensibilizar a médicos y a la opinión pública en general de las penosas condiciones sanitarias que atravesaba España y de la escandalosa falta de organización y estructura sanitaria, argumentándose entonces la necesidad de una «dictadura sanitaria», expresión utilizada por primera vez entonces, por lo que yo he averiguado, en algunas publicaciones médicas de la época, que no hacía sino preparar el terreno, al menos en parte, para la dictadura de Primo de Rivera que vino después, que, como más tarde haría también la segunda república española, implementaría medidas higiénicas y sanitarias en favor de la población.
Volviendo al comienzo de este texto, calificar una
dictadura de sanitaria, es como si estuviéramos tratando de
sanearla, de considerarla buena o, al menos, si no un bien en sí mismo, un
mal necesario. Pero no hay males necesarios, como hemos razonado muchas
veces. La expresión “mal necesario” lo que hace es, sin querer a
veces, justificar la necesidad del mal, en este caso de la dictadura,
que como nos dicen las autoridades sanitarias sería necesaria hasta
que dispongamos de una vacuna de la que no disponemos.
martes, 8 de septiembre de 2020
Libertad
Sur mes cahiers d’écolier / Sur mon pupitre et les arbres / Sur le sable sur la neige / J’écris ton nom
Sur toutes les pages lues / Sur toutes les pages blanches / Pierre sang papier ou cendre / J’écris ton nom
Sur les images dorées / Sur les armes des guerriers / Sur la couronne des rois / J’écris ton nom
Sur la jungle et le désert / Sur les nids sur les genêts / Sur l’écho de mon enfance / J’écris ton nom
Sur les merveilles des nuits / Sur le pain blanc des journées / Sur les saisons fiancées / J’écris ton nom
Sur tous mes chiffons d’azur / Sur l’étang soleil moisi / Sur le lac lune vivante / J’écris ton nom
Sur les champs sur l’horizon / Sur les ailes des oiseaux / Et sur le moulin des ombres / J’écris ton nom
Sur chaque bouffée d’aurore / Sur la mer sur les bateaux / Sur la montagne démente / J’écris ton nom
Sur la mousse des nuages / Sur les sueurs de l’orage / Sur la pluie épaisse et fade / J’écris ton nom
Sur les formes scintillantes / Sur les cloches des couleurs / Sur la vérité physique / J’écris ton nom
Sur les sentiers éveillés / Sur les routes déployées / Sur les places qui débordent / J’écris ton nom
Sur la lampe qui s’allume / Sur la lampe qui s’éteint / Sur mes maisons réunies / J’écris ton nom
Sur le fruit coupé en deux / Du miroir et de ma chambre / Sur mon lit coquille vide / J’écris ton nom
Sur mon chien gourmand et tendre / Sur ses oreilles dressées / Sur sa patte maladroite / J’écris ton nom
Sur le tremplin de ma porte / Sur les objets familiers / Sur le flot du feu béni / J’écris ton nom
Sur toute chair accordée / Sur le front de mes amis / Sur chaque main qui se tend / J’écris ton nom
Sur la vitre des surprises / Sur les lèvres attentives / Bien au-dessus du silence / J’écris ton nom
Sur mes refuges détruits / Sur mes phares écroulés / Sur les murs de mon ennui / J’écris ton nom
Sur l’absence sans désir / Sur la solitude nue / Sur les marches de la mort / J’écris ton nom
Sur la santé revenue / Sur le risque disparu / Sur l’espoir sans souvenir / J’écris ton nom
Et par le pouvoir d’un mot / Je recommence ma vie / Je suis né pour te connaître / Pour te nommer
Liberté.
(Poésise et Vérité, Paul Éluard 1942)
lunes, 7 de septiembre de 2020
No, renó y recontranó
La primera forma de expresión de un niño recién nacido es el llanto. A los pocos meses comenzará a ensayar gorgoritos y vocales, y poco después a balbucear mezclando consonantes y vocales, repitiendo muchas veces la misma sílaba gugu, tata, mama, papa hasta que comience a alternar sílabas diferentes.
Una de las primeras palabras que aprende a decir un niño es “no”. Leo que el cincuenta por ciento de los niños dicen “no” a los diecisiete meses, el setenta y cinco por ciento a los veinte meses y el 95 por ciento a los dos años. Es verdad que antes ya dicen cosas como “mamá” y “papá”, pero no son palabras que tengan significado propiamente hablando todavía, sino que son llamadas.
A partir de
los dos años comenzarán a reconocer cosas como “gato, tren,
coche, casa” y a hacerse ideas o representaciones visuales de esas
cosas. Más o menos a los veinticuatro meses los
niños entran de lleno en una fase negativista, donde a todo
contestan «no, no quiero». Una etapa donde niegan prácticamente
todo, sin más. Dicha etapa negativa, como la del "por qué", la pregunta que se hacen siempre los niños cuando van entrando en uso de razón y lengua, es una fase de autoafirmación, según los psicólogos infantiles.
A raíz de ahí, también la negación es lo que dice el pueblo y la gente a lo que se le impone desde arriba y está mandado desde las altas instancias, y lo que dice nuestro corazón, que tiene algo de niño y de pueblo y de gente que se rebela contra lo establecido.
Ahora bien, la negación, que viene de fuera del lenguaje, que viene de abajo, puede incorporarse y acabar asimilada, como de hecho sucede enseguida, y entrar a formar parte de las palabras que tienen significado, es decir, de las ideas que constituyen la realidad, y, por lo tanto, de la realidad misma.
Cuando alguien dice que es “ateo”, por ejemplo, no está negando la idea de “Dios” -theós- en griego, sino que al meter la negación, que es el prefijo negativo a(n)- en griego dentro de esa palabra e idea refuerza la idea, la reafirma, desactivando la fuerza negativa, afirmando la idea de "Dios", reafirmándola.
La rebeldía del niño, del pueblo, de la gente sólo puede consistir en decir que “no”, un no que está vivo, que no se deja positivizar, que no pasa de decir que no una y otra vez. Cuando incorporamos el no, el in- de infinito, el an- de anarquía o el a- de ateo, ya no hacemos nada, ya no negamos, estamos afirmando.
La negación tampoco puede convertirse en negacionismo o negativismo, es decir, en un -ismo, en una ideología, porque entonces se positiviza. Frente a eso sólo cabe seguir negando y renegando una y otra vez sin afirmar nada positivo. Como dicen en Aragón: no, renó y recontranó.
domingo, 6 de septiembre de 2020
Muertos que no son noticia
Hay muertos de los que no hablan los medios de manipulación y creación de la opinión pública. Muertos de segunda y tercera clase, que no generan titulares. El sábado 22 hubo en Cantabria 5 suicidios. La información es de buena fuente. No procede del periódico local de campanario, que tiende un tupido y pudoroso velo de silencio sobre la realidad, sino de alguien que trabaja en el servicio de urgencias del hospital de la capital de este reino hispánico de taifas. Hay muertes que son noticia y otras que no. Si a los cinco suicidas les hubieran diagnosticado el virus coronado, estoy seguro de ello, estarían en las primeras páginas de los titulares autonómicos y nacionales de periódicos y televisiones.
Uno de esos suicidios se ha producido en un pueblo del pequeño municipio en el que vivo, donde desde que se declaró el Estado de Alarma hasta la fecha no ha muerto nadie del virus de la maldita corona. Pero eso no es noticia. El vecino, que tenía 70 años, sin patologías previas, se ahorcó en el salón de su casa. Se trataba de un hombre, según los que lo conocían, que era “la alegría de la huerta”. Nadie se lo explica, ni su mujer, que se queda viuda, ni su hijo, que fue quien lo encontró.
Sin embargo, algo me dice que es una víctima no sé si colateral o directa de todo esto que nos rodea, de esta paranoica histeria colectiva, privados como estamos cuando salimos a la calle de la sonrisa de los demás, especialmente de los niños.
El pintor francés Édouard Manet, precursor del impresionismo, en su óleo "El suicida" pone fin a la larga tradición académica que hacía del suicidio un tema tabú que sólo se trataba desde un punto de vista histórico dentro de una narrativa asociada a ideas de sacrificio o heroicidad de personajes famosos, como la romana Lucrecia, que no pudo vivir con la infamia de la violación que sufrió, o la muerte autoinfligida de Catón de Útica, que prefirió quitarse la vida antes que rendirse a Julio César, o el suicidio inducido de Séneca, o incluso la aceptación voluntaria de la condena a muerte de Sócrates...
Manet nos presenta en ese cuadro a un suicida anónimo con gráfica brutalidad. Aquí no hay heroísmo, ni romanticismo, solo un hombre abatido cualquiera que se quitó de en medio porque se sintió derrotado, lo que produce en nosotros, espectadores, tristeza, espanto, angustia, horror, desolación.
Por las manchas de sangre de la blanca camisa se deduce que se ha descerrajado un tiro en el pecho, no lejos del corazón. La colcha ensangrentada, que ocupa casi un tercio del cuadro, revela la contundencia del disparo. La cama sostiene al hombre todavía, pero pronto, parece, caerá al suelo.
Pero la contemplación del cuadro de Manet hace que nos preguntemos: ¿Por qué?, ¿qué sombría y
poderosa desesperación empuja a alguien a esa resolución
definitiva?
sábado, 5 de septiembre de 2020
Dinero sucio e higiene
No sé si lo que dice en francés este cartel de una conocida corporación multinacional sueca se ha generalizado o no a otras superficies de macrotiendas y centros comerciales, pero no deja de ser significativo y sintomático. Dice así en nuestra lengua: Querido cliente, por razones de higiene únicamente aceptamos pagos con tarjeta bancaria (no en efectivo). Gracias por su comprensión. (Hay que decir que previamente no se podían hacer en efectivo, por ley, los pagos superiores a 3.000 euros, que deben realizarse siempre por mediación bancaria a fin de control fiscal).
No se acepta dinero corriente y moliente, en billetes y monedas, por razones de higiene, con lo que se está sugiriendo que el dinero que habitualmente manejamos es dinero sucio, está sucio en acto o en potencia, contaminado por virus y bacterias que corren de mano en mano.
Es como si esas monedas y billetes estuvieran, según salen de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre idealmente inmaculados y al contacto carnal con nuestras sucias e impuras manos se mancharan y se convirtieran en fuente de contagio y contaminación, lo que no deja de ser significativo, no porque sea falso, que no lo es, sino porque no sólo es verdad, sino que además es una verdad extensiva a todas las formas que pueda adquirir el dinero, incluidas las más puras, abstractas, ideales o inmateriales y numéricas.
La fórmula que propone en francés la corporación sueca de utilizar tarjetas bancarias no deja de ser contaminante, no lo olvidemos, siempre que se manipulen con el roce de nuestras manos.
Pero es que lo que cuenta al fin y al cabo no es la tarjeta plástica en sí, sino el número de cuenta al que está asociada: ese número es un código digital que como tal resulta más higiénico que el "cash", porque es algo abstracto como son los números y no concreto como la calderilla que llevamos en el bolsillo o en la cartera.
Pero hay que decir que el dinero, en todas y cada una de sus formas, es contrario a Higía (Ὑγιεία), la hija o a veces esposa del dios griego Asclepio, el Esculapio de los romanos, asociada a menudo a su culto, que era la diosa de la salud porque el dinero suele ser la fuente de nuestros mayores problemas, preocupaciones y quebraderos de cabeza. Todas las formas de dinero, tanto materiales como inmateriales, son dinero sucio, o dinero negro que es preciso blanquear. (La simbología de los colores "negro"/"blanco" sugiere inmediatamente las categorías morales contrapuestas "malo"/"bueno" pasando por las higiénicas de "sucio"/"limpio").
El dinero negro (también denominado ocasiones dinero sucio) es el que procede de actividades ilegales como el tráfico de armas, tráfico de drogas, tráfico de personas, prostitución, juego de apuestas ilegales, contrabando, extorsión, etc., y no es declarado a hacienda.
El lavado o blanqueo de dinero, de hecho, es la operación consistente en hacer que el vil metal obtenido a través de tráficos ilícitos circule sin problemas en el sistema financiero a través de actividades legales, lo que demuestra que en sí el dinero no es blanco ni negro, bueno ni malo, sucio ni limpio, sino las actividades a las que se destina y que están relacionadas con él.
Pero llegamos a la cuestión fundamental y lógica, el dinero, que es real, el ens realissimus (o, mejor, realissimum, si queremos otorgarle género neutro, tomando el término de Tomás de Aquino, para quien el ser más real, el ser en su plenitud y creador del mundo, como causa primera del ser, es Dios, y el objeto de la metafísica y de la teología), el ens entium o ser de los seres, ¿es verdadero o falso? Todos los billetes de banco y todas las monedas son falsas porque sólo circulan como verdaderos en un determinado momento histórico, cuando son de curso legal y son de curso legal cuando les otorgamos credibilidad, o, dicho en términos económicos, crédito.
Téngase presente que el patrón oro (o gold standard), que comenzó en el siglo XIX como base del sistema financiero internacional, dejó de usarse a raíz de la Primera Guerra Mundial, cuando los gobiernos beligerantes necesitaron dinero fiduciario (del latín fiducia 'confianza' y, a su vez, de fides 'fe'), basado en la fe y la confianza comunitaria y no respaldado por vil metal alguno, sino por la promesa de pago de la entidad emisora, para financiar el esfuerzo bélico.
Del nombre propio de la diosa y común de la salud (ὑγιεία) se formó el adjetivo ὑγιεινός saludable, sano, de donde procede el francés hygiène que leemos en el cartel que apela a las "raisons d'hygiène" (razones higiénicas) y que está atestiguado en la lengua de Molière desde 1575 con la forma hygiaine, como el conjunto de principios y de prácticas que tienden a preservar y a mejorar la salud, de donde pasó a nuestra lengua hacia 1843.
viernes, 4 de septiembre de 2020
Sólo los niños lo creen
Cuatro hexámetros de Juvenal (149-153), pertenecientes a la
sátira segunda del libro primero de su obra, expresan la
incredulidad de los romanos en lo concerniente a las creencias en la
vida de ultratumba. Dicen así: esse aliquos manes et
subterranea regna / Cocytum et Stygio ranas in gurgite nigras, /
atque una transire uadum tot milia cumba / nec pueri credunt, nisi
qui nondum aere lauantur. / sed tu uera puta...
Que suenan, traducidos en
hexámetros castellanos, más o menos así: Que ánimas hay
de difuntos y un reino ultraterreno, / río Cocito y ranas en charca de
Éstige negras, / y tantos miles que cruzan en barca a la vez la
laguna / sólo los niños lo creen que aún por el baño no pagan. / Pero suponte que es verdad...
Evocan estos cuatro versos de un modo sintético el universo virgiliano del libro VI de la Eneida, el descenso de Eneas acompañado de la Sibila a los infiernos, es decir, los principales mitos sobre el más allá, para expresar al final la incredulidad.
En primer lugar se habla de los “manes” o almas de los difuntos, divinidades a las que los romanos consagraban el alma de los muertos. Las inscripciones fúnebres de los sepulcros solían encabezarse con las abreviaturas D M S (dis manibus sacrum, consagrado a los dioses manes). El verso comienza negando que haya dioses manes, es decir, que existan, como diríamos con un verbo más moderno. El indefinido “aliquos” aplicado a manes, como si dijéramos “de alguna clase” o “de ningún tipo”, viene a insistir en que es una creencia en la que sólo creen, como nos dirá más adelante, los niños de pecho, a los que todavía no se les cobra la entrada en las termas o baños públicos, como se hace con los jóvenes y los adultos, y que todavía no conocen el dinero.
El plural poético, motivado seguramente por razones métricas, “subterranea regna”, alude al reino soterraño de Plutón, o Hades. El verso niega de la manera más eficaz, que no es afirmándolo sino poniéndolo en duda, que haya tal cosa como un reino debajo de la tierra a donde van las almas de los muertos. No se cita el nombre del rey, o dios de los muertos, porque se está dudando de que haya tal reino, es decir, una vida como esta después de la muerte.
El Cocito (en griego Κώκυτος, Cócytos) era el Río del Llanto o de las Lamentaciones. Su nombre deriva del verbo κωκύω, que significa “lanzar gritos de dolor, lamentarse”. En las orillas de este río vagaban las almas de los muertos que no habían recibido sepultura y no podían, por lo tanto, pagar el pasaje a Caronte, el barquero que conducía las ánimas de los difuntos al otro lado de la laguna. Era este río un afluente del Aqueronte y se nutría de las lágrimas de las almas en pena.
La Éstige (en griego Στύξ Stýx) o laguna Estigia, fue en principio el nombre de una fuente griega de la Arcadia cuya agua era mortal, y acabó siendo el nombre de la laguna de los infiernos por la que juraban los propios dioses. Juvenal utiliza aquí el adjetivo “Stygius -a -um” aplicado al sustantivo “gurges”, un torbellino de agua, y también un abismo o una sima, así como la garganta (de donde el castellano gorja, cf. fr. gorge), que acabó refiriéndose al mar en general, como en la expresión in gurgite uasto, en el ancho mar).
La mención de las ranas negras de la laguna resulta, por lo menos, curiosa. En la comedia Las Ranas de Aristófanes, se menciona el hecho de que al llegar Baco disfrazado de Heraclés a la laguna estigia, Caronte, el barquero, le admite en la barca y durante el trayecto se oye el canto de las ranas, que croan a su sabor, insultando con su estrepitosa alegría las molestias que el dios experimenta, episodio que, desligado del resto de la comedia, le da título sin embargo.
La barca de Caronte: Se niega aquí, poniéndolo en duda, que puedan hacer el viaje en la misma tantos millares de personas como mueren todos los días. No se han citado los nombres propios ni del dios (Hades, Plutón) ni del barquero (Caronte) ni tampoco del perro, el can Cérbero. Los únicos nombres propios que han aparecido son hidrónimos.
Así traducía los versos de Juvenal don Francisco Díaz Carmona en 1892: Nadie, a no ser el niño que se baña / de balde (*), cree ya en manes, en infierno, / en Carón, en la Estigia, con su extraña / turba de negras ranas y su eterno / vórtice, y en la barca que allí espera / almas que conducir al hondo averno; / mas tú júzgalo cosa verdadera.
(*) Explica en nota el traductor que la expresión “de balde”, es decir, gratis, alude a los niños de corta edad que eran admitidos en los baños públicos sin pagar el precio de la entrada, indicando así el poeta el general escepticismo que dominaba en la sociedad romana cuando solo los niños muy pequeños daban crédito a las antiguas tradiciones mitológicas.
(El texto está ilustrado con imágenes de cuadros del pintor filipino Félix Resurrección Hidalgo y Padilla (1855-1913), tomadas de la Güiquipedia).