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lunes, 6 de diciembre de 2021

Una cita espuria

    En la Red no sólo abundan las llamadas noticias falsas, fake news en la lengua del Imperio, sino también muchas citas de índole literaria o filosófica que se atribuyen erróneamente a autores de renombre para darles un aura de magisterio dogmático basándose en el argumento de autoridad o del prestigio del “magister dixit”, es decir, que como lo ha dicho un maestro es indiscutible. He recibido una de estas fake quotes en mi correo electrónico. 



    Se trata de una imagen de Séneca con la frase espuria: “La religión es considerada por la gente común como verdadera, por los sabios como falsa y por los gobernantes como útil”, atribuida al propio Lucio Anneo Séneca. Buscando en la obra del filósofo cordobés la frase supuestamente original, no la he encontrado por ninguna parte. Sí que he hallado su versión inglesa: Religion is regarded by the common people as true, by the wise as false, and by rulers as useful. 


    No se trata de una sentencia de Séneca. Alguien se la ha endilgado para darle la rimbombancia de un nombre propio a lo que dice, que, por otra parte, no está mal traído. Es una lástima, no tanto por la falsificación que supone, que es un atentado contra la propiedad intelectual, sino porque para que lo que dice sea razonable o no lo sea, tenga valor o no lo tenga, sea o no sea inteligible e inteligente, no necesitamos adscribírselo al magisterio de ningún filósofo como Séneca, cuya efectiva popularidad está tan arraigada en la memoria colectiva del pueblo español que para muchos su nombre propio es sinónimo de sabio, y el diccionario de la Academia se ha visto obligado a recoger la siguiente acepción de séneca(con minúscula)"hombre de mucha sabiduría", especificando que es una alusión al filósofo nacido en Córdoba en torno al año 4 y muerto en el 65 en Roma. 

 

    Y, al margen de quien haya dicho esa frase, es bastante razonable como reflexión sobre el papel que ha desempeñado la religión a lo largo de la historia de la humanidad, aunque quizá se haya perdido la vigencia de su actualidad en el mundo occidental. 

    Hay quien ha atribuido la frase a Lucrecio. He recogido la siguiente versión anónima en la Red atribuida a él:"Todas las religiones son igual de sublimes para el ignorante, igual de útiles para el político e igual de ridículas para el filósofo".  Pero Lucrecio no dijo eso, sino algo mucho más contundente, ya que acusó a la propia religión de impiedad en un célebre hexámetro antes de narrar el sacrificio de Ifigenia: religio peperit scelerosa atque impia facta (De rerum natura, I, 83): La religión cometió criminales y crueles acciones.

    Sí que parece, sin embargo, que algo similar a la presunta frase de Séneca dijo el historiador inglés Edward Gibbon (1737-1794), reflexionando sobre la historia romana en época de los antoninos, en su monumental Historia de la decadencia y ruina del imperio romano: La traducción que manejo, algo anticuada como se verá por su ortografía,  es la de don José Mor de Fuentes, publicada en Barcelona en 1842, que dice literalmente: “Conceptuábanse los varios cultos que abarcaban tan anchuroso señorío igualmente ciertos por el pueblo, falsos por el filósofo y útiles por el majistrado(sic), produciendo la tolerancia no solo condescendencia mutua sino concordia relijiosa(sic)”. 

   Retrato de Edward Gibbon, J. Reynolds (1723-1782)

 
    En la lengua del Imperio en que fue escrita la obra de Gibbon se dice literalmente: The various modes of worship, which prevailed in the Roman world, were all considered by the people, as equally true; by the philosopher, as equally false; and by the magistrate, as equally useful. And thus toleration produced not only mutual indulgence, but even religious concord. (Edward Gibbon, 1776, The Decline and Fall of the Roman Empire, capítulo II: The Internal Prosperity In The Age Of The Antonines).



    La frase se ha vulgarizado, simplificado y popularizado atribuyéndosela por lo general a Séneca de diversos modos, aunque también a Lucrecio, como queda dicho más arriba:
-La religión es algo verdadero para pobres, falso para sabios, y útil para dirigentes. 
-La religión es verdad para la gente común, falsa para los sabios y útil para los poderosos.
-La religión es considerada (o vista) por la gente común (people, decía Gibbon)  como verdadera (o cierta), por los sabios (philosopher) como falsa y por los gobernantes (magistrate) como útil.
 

    Un lector me comenta que esta frase, como cabía esperar, también ha llegado a los libros, en "La sinrazón de la religión: liberación a través de una sociedad desacralizada", escrito por Jorge Franco y publicado por Editorial Siglo XXI, México, 2009, se dice literalmente lo siguiente en la página 209: Séneca 'El filósofo', preceptor de Nerón, tenía una idea algo cínica de la religión: "La religión es considerada por la gente común como verdad, por los sabios como falsa, y por los gobernantes como útil."

    Esto revela cómo las fake quotes acaban circulando como la falsa moneda. En el caso de la que nos ocupa, es una verdad como un templo y lo importante es lo que dice y cómo lo dice, con una formulación acertada que no llega a herir ninguna sensibilidad religiosa.




    La cita de Gibbon puede extrapolarse efectivamente y sacarse del contexto de la obra y época en que la escribió el historiador, aplicándola no ya a los various modes of worship de la religión, desprestigiada como está desde que Karl Marx estableciera por lo menos la bellísima metáfora de la religión como opiáceo (das Opium des Volks, el opio del pueblo), sino a la propia realidad y a la ciencia que la justifica que, necesitada de nuestra fe para sustentarse, es creída a pie juntillas por la inmensa mayoría democrática de la población como verdadera, sólo denunciada por aquellos intelectuales o no intelectuales, muy pocos a la sazón, que anteponen la razón común a la fe generalizada y ven la falsedad de sus mentiras, y aprovechada efectivamente por los que mandan para engañar a través de los medios a su alcance de masificación y creación de la opinión pública a los contribuyentes y votantes, es decir, a la ciudadanía, predicando que así son las cosas, que la Realidad es lo que hay y que no hay más que eso.  

jueves, 4 de noviembre de 2021

Refranes populares españoles anticlericales

    Sorprende que el pueblo español, tan católico como se suele decir que es, haya creado proverbios tan poco católicos como: "Fíate de la Virgen y no corras". Viene a decir este refrán que en los peores lances de nuestra vida debe uno fiarse más del propio esfuerzo que no de las instancias superiores de la divina providencia, en este caso de la Virgen María, que es la madre del cordero, o sea de Jesucristo, es decir del mismísimo Dios,  y de toda la humanidad doliente.  
    Pero hay muchos más refranes auténticamente populares, heréticos y blasfemos, generalmente anónimos en nuestro refranero que cuestionan la figura de Dios, tanto su omnipotencia como su bondad, y, por supuesto, la de su iglesia católica, apostólica y romana, con todos sus clérigos y ministros dentro. Del amplio repertorio escojo al azar algunos botones como muestra que, como veréis, tienen su gracia:

Cosas hace Dios cada día que el Diablo no las haría.

Cuesta abajo, ayudan todos los santos; cuesta arriba, ni Dios ni Santa María.

Dios y el cucho pueden mucho.  
Variante: Dios puede mucho; pero puede más el cucho (el abono, o sea, la mierda, que no deja de ser según la interpretación freudiana una metáfora del dinero).

Lo bueno, Dios lo lleva; y lo malo, acá se queda.

Todo es como Dios quiere, mas no como debe.

El que quiera ver por dentro de un cristiano, que mate a un marrano.


Quien a Roma fue, perdió la Fe.

Beatas, el Diablo las desata.  
Variante: Las beatas tienen el Diablo entre las patas.

Ir romera y volver ramera.  
Variantes: Muchas van en romería que paran en ramería.
-Muchas van romeras que vuelven rameras.
-Romerías, ramerías.
-Romerías y ramerías van por una vía. 
(Más que un juego de palabras “romera”/”ramera”, hay que decir que “romeras” son las que se ponen literalmente en peregrinación para ir a Roma, es decir, las que van a alguna festividad religiosa, que eso eran las romerías por estos pagos en otros tiempos; y claro iban en plan vírgenes beatas y volvían desvirginadas).

La cruz en los pechos y el Diablo en los hechos.

Ayunen los santos, que no tienen tripas.

Cerca de la Iglesia, lejos de Dios.

Muchos que santos tragan, diablos cagan.  
Variante: Tragasantos, cagadiablos.

Abad que fue monacillo (es decir, monaguillo), bien sabe quién se bebe el vinillo.  
Variante: El que fue monacillo, y después abad, sabe lo que hacen los mozos tras del altar. 
(La variante de este refrán deja el campo abierto a otras muchas insinuaciones, no sólo a beberse el vino consagrado, sino quizá también a comerse las hostias sobrantes remojadas en él, sin haber confesado previamente, lo que no deja de ser un sacrilegio. Y una vez puestos y desinhibidos gracias al poder de la sangre de Cristo, quién sabe a qué otros  menesteres se entregaría el carcamal del sacerdote con el monaguillo en la intimidad de la sacristía a la hora de desvestirse tras la santa misa, cuando ya se había quedado vacía la iglesia).

  Detrás de la Cruz, el Diablo.

No es el Diablo tan feo como le pinta el miedo.
 
Y no podía faltar esta célebre redondilla, anónima y popular,  en este repertorio,  sobre el bando en el que está Dios, siempre con la mayoría, no con la mejoría o mejor parte, porque esta suele estar en minoría,  basada en la batalla de Guadalete (711 d. de C.) entre moros y cristianos:

Vinieron los sarracenos
 y nos molieron a palos, 
 que Dios ayuda a los malos 
 cuando son más que los buenos.

Variante: Llegaron los sarracenos
 y nos molieron a palos, 
 que Dios bendice a los moros
 si son más que los cristianos.

sábado, 22 de mayo de 2021

Maldita esperanza, maldita desesperación

    Unos versos del poema Dicen que la esperanza es felicidad (They say that hope is happiness) de lord Byron (1788-1824) me dan pie para la siguiente reflexión sobre la esperanza, que no nos proporciona la felicidad. La felicidad, en efecto, no proviene de la esperanza en el futuro, porque todas las esperanzas que hemos albergado han fracasado, o si por ventura se han logrado, han acabado desvaneciéndose con el paso del tiempo en el mero recuerdo. Pero los versos del romántico inglés van más lejos aún y denigran la felicidad de la esperanza. Toda etapa, ya sea pasada, presente o futura, es un engaño, por lo que no hay ninguna esperanza de felicidad. Copio la última estrofa compuesta de cuatro tetrámetros yámbicos, cuyo ritmo reproduzco en mi traducción, sin poder salvar la rima: Alas! it is delusion all; /   The future cheats us from afar, / Nor can we be what we recall, /   Nor dare we think on what we are: ¡Ay! Todo es desilusión; / Lejos se burla el porvenir, / ni ser podemos un recuerdo / ni osar creemos lo que somos.

 
    La esperanza, esa vieja virtud teologal, sólo sirve para prolongar la aceptación de una realidad presuntamente inexorable. Si perdiera la esperanza, podría entregarme a vivir plenamente. Son dos frases de Fidel, un amigo poeta argentino, devoto incondicional de Dostoyesqui, mi Rimbaud particular abocado a algunos excesos juveniles, extraídas de una bitácora electrónica con la que pretendía fundar un movimiento anarquista y nihilista con reminiscencias neonietzscheanas hace ya algunos años. 

    Me parecen muy acertadas sus observaciones sobre la esperanza. Es lo que sucede con la religión: la esperanza ultraterrena hace que aceptemos con islámica sumisión o cristiana resignación, que vienen a ser lo mismo, lo que nos ha tocado vivir aquí. Y aplico la reflexión a las izquierdas políticas: su esperanza de cambiar el mundo hace que acepten la realidad del mundo que esperan cambiar y que, por lo tanto, no puedan hacer ninguna transformación. 

 
    Se lo comento y me dice que es así, pero que no le gusta el concepto de “izquierda” que manejo tanto, que a él le parece trasnochado y le da un poco como vergüenza usarlo. A mí tampoco me gusta, le confieso, porque supone que es lo contrario de la derecha, y nada más lejos de eso: izquierda y derecha no son manos contrarias, sino complementarias. Además, si nos miramos en un espejo ya se sabe lo que pasa y es muy revelador: la izquierda es la derecha y la derecha la izquierda. 

    Le cito la copla de la llorada Isabel Escudero dedicada a Jesús Ibáñez, creo: “Ni izquierda ni derecha; / entre arriba y abajo / está la pelea”. Y le hace mucha gracia. 

    En esa pelea, que también se da dentro del individuo, dentro de uno mismo, entre lo consciente de arriba, las Instancias Superiores, y lo subconsciente de abajo, lo que no se sabe, no hay esperanza ni tregua que valga tampoco, porque la esperanza sólo sirve para aceptar la realidad tal y como es y, en el terreno personal, para impedirme vivir plenamente, y la pelea es a muerte. Maldita sea, pues, la esperanza. Pero en esa pelea tampoco hay desesperación. Maldita, sea, también.

viernes, 26 de febrero de 2021

"Perdónanos nuestras deudas"

Todavía recuerdo que cuando aprendí el Padre nuestro de memoria, hace ya la friolera de algo más de cincuenta años,  decía hacia el final de la oración: "Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores". Mi sopresa ha sido grande al comprobar que ya no se reza así. La letanía que se cacarea machachonamente ahora, según he oído en misa,  es: "Perdónanos nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden". Ante este cambio significativo, me pregunto yo ¿qué dicen las divinas palabras del Maestro recogidas en las sagradas escrituras? Vayamos al texto en su versión original, que es lo que hay que hacer en estos casos, y así encontramos en el evangelio de Mateo capítulo 6, versículo 12 lo siguiente, escrito en griego, por cierto:

¿A qué se debe esta doble traducción, en primer lugar "deudas", que era la que yo recordaba,  y ahora "ofensas"? Se debe al parecer a que en griego la misma palabra ὀφειλήματα (opheilémata), que figura en el texto de Mateo,  (su forma abreviada y alternativa ὀφειλή (opheilé) sigue existiendo en griego moderno) significa ambas cosas y se puede entender de ambas maneras.

Resulta curioso que algo parecido pase en alemán. La misma palabra Schuld significa, en singular, "culpa", y Schulden en plural "deudas", con lo que en la lengua de Goethe se da a entender que quien tiene deudas es culpable, tiene la culpa, y por lo tanto tiene que pagarlas irremediablemente, lo que hace difícil, si no imposible,  el perdón, la Entschuldigung.

   

Pero esto que pasa en griego y en alemán, no sucedía en latín (y por ende en las lenguas derivadas, incluido en este caso el inglés), donde "culpa" -en el sentido de ofensa o falta- y "deuda" son dos palabras completamente distintas, por lo que había que elegir, a la hora de traducir con una sola palabra entre una u otra opción. 
 
En la primera versión que se hizo al latín de la Biblia,  la Vulgata, se optó por la palabra "débita", y de ahí vienen nuestras "deudas" y el Padre nuestro que yo recordaba, pero en la oración  que se reza en la actualidad en las iglesias españolas se ha preferido el otro significado de la palabra: no se perdonan las deudas -¡con el dinero no se juega!- sino las ofensas.  Algo muy significativo y que, en todo caso, puede explicar la política económica europea, dirigida por Alemania, en su relación con la deuda extranjera.

En latín, pues, hay dos palabras culpa y débitum para lo que en griego y en alemán sólo una. La palabra "culpa" se conserva tal cual en español, con la misma forma y significado. Cuando la misa se celebraba como Dios manda, o sea, en latín precisamente,  se entonaba aquello de "Mea culpa, mea maxima culpa...". Yo no llegué a oírlo así nunca porque, cuando yo era pequeño, la eucaristía ya no se celebraba en latín y con el sacerdote vuelto de espaldas a la congregación de los fieles, sino en román paladino. En su lugar se decía, golpeándose los feligreses el pecho: Por mi culpa, por mi grandísima culpa... Del verbo "culpare", que quería decir en principio reprochar una falta, y depués acusar,  inculpar, echar la culpa, tenemos en castellano los compuestos: in-culpar, dis-culpar y ex-culpar

La palabra débitum deuda nos lleva mucho más lejos. Si examinamos nuestros verbos "haber" y "deber" tan gratos a los economistas vemos enseguida que hay una estrecha relación entre ellos. Ambos proceden del latín habere y debere respectivamente. Hasta aquí nada de particular. Lo curioso es que debere es un compuesto del primero con el prefijo de delante. En efecto debere es etimológticamente *de-habere, lo que en términos de significado quiere decir que si habere es tener algo, debere es  tener algo que no es propio de uno, sino de otro, ajeno.

Del participio de este verbo, que es débitum viene nuestro cultismo "débito" (debt en la lengua del Imperio) y nuestra palabra patrimonial "deuda".    Débito se contrapone a crédito, como débitor -deudor-  se contraponía en la lengua del Lacio a créditor -acreedor-, lo que en términos económicos modernos significa que el deudor -aquel que tenía algo que no era suyo- había contraído una deuda porque el acreedor le había hecho un préstamo interesado, es decir, con intereses.

 El interés del Capital es que este se multiplique con el paso del  tiempo: i = c . r. t.

Debere se empleó en latín con  infinitivo para indicar la obligación de hacer algo, uso que hemos heredado en español: debeo ire > debo ir > tengo que ir.  En este sentido competía con habere, que sirvió para la creación del futuro en nuestro verbo: habeo ire > he de ir > ir hé > iré.

Volviendo a nuestro Padre nuestro que estás en los cielos...  Si la palabra ὀφειλήματα (opheilémata), como hemos visto, se traduce por "débita" en la Vulgata, ¿no deberíamos mantener, al lado de "ofensas",  la traducción "deudas" en español? ¿Por qué no lo hacemos? ¿No será porque no interesa que se perdonen las deudas en estos tiempos en los que la economía ha desplazado a la política de la faz del mundo y en los que Don Dinero no sólo es el más poderoso de todos los caballeros sino que parece que es, si no lo es de hecho ya, el único dios real y verdadero, aunque algo nos diga por lo bajo que nunca verdadero, por muy real que sea, sino más falso que Judas? ¿No deberíamos, sin embargo, perdonar cristianamente no sólo a los que nos ofenden sino también a nuestros deudores? ¿No es eso lo que Dios manda o nos mandaba?
 
Os propongo escuchar el Pater noster en latín. En primer lugar con la pronunciación eclesiástica, que es la italiana y no la latina, en este vídeo, donde se canta y acompaña de partitura gregoriana:


Y ahora me gustaría que escucháseis cómo suena con la pronunciación clásica restituida, que no se corresponde con ninguna de las pronunciaciones nacionales de las lenguas derivadas, y a la vez cómo suena ahora en cada una de esas lenguas romances: portugués, gallego, castellano, catalán, francés, italiano y rumano. (Por cierto, al llegar al "perdónanos nuestras deudas", la versión gallega es la única que presenta la nueva traducción "ofensas", preceptiva desde 1988, mientras que las demás lenguas siguen fieles en el audio a las viejas y originarias "deudas", más respetuosas con la Vulgata, esas que nadie, ni siquiera Dios según la conferencia espiscopal, está dispuesto ya a perdonar cristianamente hoy día).

 

sábado, 23 de enero de 2021

La Iglesia de Inglaterra presta sus lugares de culto al Estado

La Iglesia de Inglaterra ofrece generosamente sus sagrados templos para la vacunación contra la enfermedad del virus coronado y para la realización de pruebas de detección del susodicho virus durante todo el año. Han dejado de celebrarse en sus iglesias y catedrales las ceremonias de culto religioso por razones sanitarias, y pasan así a convertirse en centros del culto masivo del nuevo ídolo: una salud que no consiste en la curación de un mal efectivo, sino en su prevención. 


La Iglesia de Inglaterra justifica la medida como un gran acto de servicio a la comunidad,  como si reconociera que, ante la urgencia de la situación, no se trata tanto ya del negocio de la salvación de las almas de los fieles sino de sus cuerpos, que son prioritarios y podrían contagiarse, enfermar y fallecer. 

 

La argumentación que se ha seguido es la siguiente: La mayoría de los centros de vacunación que se están abriendo esperan pinchar (inmunizar, dicen ellos, siguiendo las últimas y capciosas recomendaciones lingüísticas de la OMS, que hace sinónimo este término de "vacunar", cuando es algo que está por demostrarse) a más de 1.000 personas diarias por lo que se necesitan grandes espacios que no sean necesarios para otros propósitos.

En las iglesias británicas, donde ya no se realizan ceremonias religiosas, se practica ahora la comunión de la salud. Los feligreses  viven con ardorosa fe su creencia firme en el retorno a la normalidad, a pesar de que se les dice que las cosas no volverán ya nunca a ser lo que eran.

No es algo anecdótico o casual, sino profundamente significativo y simbólico: Las primeras personas en Inglaterra han sido inoculadas contra el virus coronado en la catedral de Lichfield, en el norte del país, y en la famosa catedral de Salisbury, en el sur, donde se acompañaba la eucaristía de la vacuna con el sonido de las notas del órgano que interpreta música sagrada. 

Catedral de Rochester, en el condado de Kent (Inglaterra)

Los feligreses siguen ahora las ceremonias religiosas en directo por telepantallas al no poder asistir a los templos. Siempre habían retransmitido las televisiones misas para los enfermos que no podían asistir a los oficios, encamados como estaban en hospitales o en sus propios hogares, pero ahora, con los confinamientos y la prohibición del culto, han aumentado considerablemente sus índices de audiencia. 

La novedad es que ahora es toda la población la que se considera enferma, poco importa si tiene o no tiene síntomas, si enfermos reales o imaginarios. Los creyentes no pueden asistir a los templos más que a testarse, es decir, a someterse al control de una prueba (al famoso test, en la lengua del Imperio), o a vacunarse en espera de la siempre futura redención.

domingo, 10 de mayo de 2020

Identidad y minoría de edad

¿Quién puede juzgar dónde empieza la mayoría de edad y el uso de razón y dónde acaba la infancia? ¿No hay acaso una línea de sombra cuyo espesor varía según los casos? Quizá esa línea sea la responsabilidad de los actos. 

El niño, que es proteico, es irresponsable de sus actos. Se supone que cuando puede responder de ellos, es porque ha accedido a la mayoría de edad. 

¿Quién es, sin embargo, totalmente responsable de sus actos? ¿Nosotros mismos? Imposible. Nuestra identidad personal que se oculta bajo nuestro nombre propio es siempre cuestionable. 

Antonio Machado, en carta a Juan Ramón Jiménez, a principios de 1913 le confesaba lo siguiente: "Yo mismo me pregunto algunas veces ¿quién escribe muchas cosas que salen de mi pluma? Me declaro irresponsable de las tres cuartas partes de todo cuanto he hecho y de cuanto haga en lo sucesivo."  


Porque ni siquiera  somos los mismos: en un instante, como por arte de magia, bendita artimaña, hemos dejado de ser lo que éramos y cambiado, somos ya otros distintos: somos y, a la vez, oh paradoja, no somos los mismos, por lo que no podemos responsabilizarnos de nuestros actos ni acceder a la mayoría de edad,  y seguimos viviendo en el más inocente de todos los paraísos, la infancia. 

El perdón cristiano de todos nuestros pecados radicaría en la absoluta inocencia del que no puede ostentar una identidad personal que justifique y lo responsabilice de todos y cada uno de sus actos.

martes, 31 de marzo de 2020

Ángel de la Guarda

Una imagen del Ángel de la Guarda vigilando a un niño y a una niña al borde de un precipicio exactamente igual que ésta, cuya autoría ignoro, presidió mi infancia. 


Verlo me ha traído muchos recuerdos inesperados. Le pregunté una vez a mi madre que quién era ese ángel, y me dijo que era el Ángel Custodio o Ángel de la Guarda que teníamos todos los niños, cada uno el nuestro, que cuidaba personalmente de nosotros para que no nos pasara nada malo, por ejemplo para que no nos atropellara un coche... 

Sin embargo, había Ángeles de la Guarda que no velaban mucho por sus protegidos, pues había niños a los que les había atropellado la muerte antes de tiempo,  y no pudiendo ir ni al Cielo ni al Infierno iban según decía la Iglesia a un limbo misterioso. ¿Acaso está en ese limbo la niña aquella que murió atropellada por un camión cuando cruzaba sin mirar la carretera? ¿No tenía ella Ángel de la Guarda? ¿Se olvidó de rezarle aquella cantilena de "Ángel de mi guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día"? 

Alguna vez, además, me había preguntado yo, como Juvenal, quién custodiará a los ángeles custodios: quis custodiet ipsos custodes? ¿Quién vigila a los vigilantes? ¿No tienen ellos su propio Ángel de la Guarda? ¿Nadie controla que los controladores no se descontrolen y cometan una tropelía?

Vuelvo a la imagen. Me inspiraba miedo, terror que rayaba en el pánico. Me daba la sensación de que el Ángel de la Guarda, en lugar de velar para que los niños no se cayeran por el precipicio, estaba a punto de empujarlos con su gesto protector. Es más: era él quien los había conducido al borde mismo del abismo y expuesto a aquel peligro para justificar su existencia dándole un sentido del que carecía. 

Pero lo que más me torturaba era que no había un Ángel de la Guarda para todos los niños, como daba a entender la propia imagen, donde un sólo ángel custodio velaba por un niño y una niña, sino que cada cual tenía el suyo propio, su propio Ángel de la Guarda, como si fuera su propia sombra de la que no podía desprenderse. 

Y esa era la amenaza que yo sentía y temía: que nuestra propia sombra, que no es una bendición, sino una maldición,  nos empuja a veces a lanzarnos al vacío.  

jueves, 13 de febrero de 2020

Tres cuestiones judías

1ª.- ¿Cristiano? El último cristiano que en el mundo ha sido murió en la cruz, condenado a muerte, hace dos mil años –Nietzsche dixit. Dijo "el último", pero quizá debería haber dicho "el único" cristiano; y ni eso, porque ni siquiera Él era cristiano, sino judío. 

2ª.- De cómo la condición de víctima es reversible y complementaria de la de verdugo. Así los judíos, que históricamente han sido las víctimas de los nazis se convierten ellos mismos ahora en los nazis, es decir, los verdugos, de estos nuevos “judíos de los judíos”, como los denomina con acierto el escritor libanés Elias Khoury, que son los palestinos. 

3ª.- Los judíos israelíes sionistas nos están dando una lección de dominación y nos están enseñando cómo se escribe la Historia Universal y, en concreto, cómo se construye un moderno Estado democrático y liberal en Oriente Medio entre tantas teocracias machistas musulmanas, con guetos como el de Varsovia en la Franja de Gaza, con un vergonzoso muro segregacionista en Cisjordania, con una guerra que ni siquiera se llama así, sino lucha antiterrorista, con la matanza y la muerte de los palestinos que originariamente vivían en esos territorios, todo bajo la atenta mirada de un dios justiciero, pendenciero y veterotestamentario como Él solo, un dios de la guerra, Jehová, que designa a Israel como Su pueblo elegido para la gloria: ad maiorem Dei gloriam. El mismo Dios, por cierto, en el que confían los Estados Unidos de América.

viernes, 7 de febrero de 2020

¿Quién que no esté loco?

El catolicismo sólo concebía la salvación definitiva en el otro mundo si previamente nos resignábamos y padecíamos en este valle de lágrimas y no nos aliábamos con el Diablo, bendito sea, vendiéndole nuestra alma, que ojalá se pudra para siempre. El sufrimiento, lejos de ser una desgracia para los cristianos, era la mayor bendición y máxima prueba de virtud que Dios todopoderoso podía enviarnos a sus humanas criaturas. Las vidas ejemplares de los mártires y los santos, así como la pasión del propio Jesucristo -Dios encarnado- señalaban el camino del martirio.


El capitalismo global, que es el catolicismo del dinero, supuso un giro curioso. El sufrimiento ya no es una muestra de virtud, sino de fracaso individual. La felicidad ya no se inscribe en el más allá, sino en el más acá: tiene precio y fecha de caducidad. Las vidas ejemplares o modelos que debemos imitar son ahora las figuras del mundo del espectáculo y del espectáculo del mundo: deportistas triunfadores, bellos actores, ricachones, banqueros, empresarios...Pero esta nueva moral, lejos de ser tan nueva como parece, no deja de ser una refinada versión y perversión de la otra, de la vieja moral paleocristiana del sacrificio.



El que no alcanza la felicidad en el más acá de la vida cotidiana es porque está enfermo de la mente. Según ha evolucionado la sociedad, el loco del tarot ha sido progresivamente encerrado, uniformado y desarmado. La noción de “enfermedad mental” surge en el siglo XIX, una noción que es fruto de la sociedad en la que se produce, se consolida en el XX, tras los embates de la contrapsiquiatría, que en lugar de acabar con la psiquiatría la fortaleció, - lo mismo que hizo la contracultura con la cultura oficial, que la asimiló como nueva forma de cultura enseguida- y se ve robustecida en el XXI en el que nos hallamos.


La noción de salud mental quedó así ligada indisolublemente a la de propiedad privada y a la responsabilidad individual. Cada cual es responsable o culpable de lo que tiene. Pero, ¿cómo redefinir la normalidad psíquica?


La Biblia de la psiquiatría, que es el DSM (Diagnostic and Statistical Manual, o sea, Manual Diagnóstico y Estadístico) de los trastornos mentales, editado por la Asociación Estadounidense (ellos dicen Americana) de Psiquiatría, en la que se categorizan y clasifican los "mental disorders", ha simplificado extraordinariamente las clasificaciones para los trastornos mentales. La homosexualidad, por ejemplo, ya no es una enfermedad mental. El vademécum de los psiquiatras ha procurado vincular a los enfermos mentales a las soluciones farmacológicas en la medida en la que le ha sido posible, algo a lo que no son ajenos los intereses de la todopoderosa industria farmacéutica.


Son los demonios interiores los que nos impulsan al desorden mental. Frente a ellos, la psicofamarcología y los libros de autoayuda ofrecen soluciones (?) sencillas, rápidas y cada vez más baratas, insistiendo siempre en la responsabilidad/culpabilidad individual, sin cuestionar nunca el sistema de dominio vigente.